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Arquitectura herreriana


La arquitectura herreriana, estilo herreriano o estilo escurialense, también denominada por algunos autores manierismo clasicista,1​ se desarrolló en España el último tercio del siglo xvi, coincidiendo con el reinado de Felipe II (r. 1556-1598), y continuó vigente en el siglo xvii, aunque transformado por las corrientes barrocas del momento. Se corresponde con la tercera y última etapa de la arquitectura renacentista española, que fue evolucionando hacia una progresiva depuración ornamental, desde el plateresco inicial hasta el purismo clásico del segundo tercio del siglo xvi y la absoluta desnudez decorativa que introdujo el estilo herreriano.

Se originó con la construcción del Monasterio de El Escorial y, más en concreto, con la reorganización del proyecto realizado por el arquitecto montañés Juan de Herrera (1530-1597), tras la muerte de Juan Bautista de Toledo (1515-1567), autor del primer diseño.

Sus principales representantes son el citado Herrera, a quien el estilo debe su nombre, y Francisco de Mora (1553-1610), discípulo del anterior y artífice del Palacio Ducal de Lerma, otra de las obras clave de la arquitectura herreriana.

Características

La arquitectura herreriana, o el estilo herreriano se caracteriza por su rigor geométrico, la relación matemática entre los distintos elementos arquitectónicos, los volúmenes limpios, el predominio del muro sobre el vano y por la ausencia casi total de decoración, razón por la cual en su época era denominado estilo desornamentado. También es conocido como estilo escurialense, en alusión al edificio que sirve de paradigma a esta corriente arquitectónica

Los edificios herrerianos destacan por su severa horizontalidad, lograda gracias al equilibrio de las formas, preferentemente cúbicas, que se disponen simétricamente en la estructura. Por lo general, presentan cubiertas de madera revestidas al exterior de pizarra y torres laterales, rematadas en chapiteles cónicos o piramidales terminados en punta, que introducen un elemento de verticalidad y magnificencia, al tiempo que contribuyen a reforzar la sensación de simetría.

En otras ocasiones, no se busca tanto la horizontalidad como la voluminosidad, a la que se llega a través del juego geométrico de los diversos elementos arquitectónicos. Es el caso del modelo empleado en la construcción de iglesias parroquiales, con grandes fachadas, torres de planta cuadrangular y pesados contrafuertes.

Se trata, en la mayoría de los casos, de obras de gran tamaño, que se imponen en su entorno e impresionan por su austeridad y aire monumental.

En lo que respecta a los usos decorativos, éstos se reducen el empleo de formas geométricas básicas, como esferas y pirámides. Desde un punto de vista sociológico, tal sobriedad surge como una respuesta al protestantismo, en consonancia con las directrices marcadas por el Concilio de Trento (1545-1563).

Evolución histórica
El estilo herreriano fue la arquitectura oficial de los Austrias, a partir del reinado de Felipe II. El impacto sociopolítico que significó la construcción del Monasterio de El Escorial (1563-1584) facilitó su expansión. A ello contribuyó también el hecho de que Juan de Herrera fuera nombrado en 1579 inspector de monumentos de la corona.

El estilo difundió primeramente por las comarcas madrileñas de la sierra de Guadarrama, situadas dentro del área de influencia del Monasterio de El Escorial, a través de dos vías: las obras directamente financiadas por la Casa Real y las promovidas por los municipios guadarrameños.

Al primer grupo corresponden infraestructuras como el Puente Nuevo, en Galapagar, y edificios de uso privado por parte de Felipe II, como la Casa Veleta, igualmente en la citada localidad, y el Real Aposento de Torrelodones, ambos desaparecidos. Fueron levantados para hacer más cómodos los desplazamientos del monarca desde Madrid hasta el Real Sitio de El Escorial.

En El Escorial, la Corona impulsó el desarrollo de diferentes planes urbanísticos y la construcción de la iglesia de San Bernabé, realizada por Francisco de Mora, uno de los colaboradores de Herrera en las obras del Real Monasterio.

La Casa Real también aprobó la concesión de beneficios a aquellos municipios que procediesen a la remodelación de sus principales edificios públicos y religiosos. Fruto de esta medida es el actual aspecto herreriano de las iglesias parroquiales de Valdemorillo y Navalagamella, las dos de origen medieval.

El estilo herreriano se extendió rápidamente por toda España y por América. Algunas obras representativas son la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción (Valladolid) y el Puente de Segovia (Madrid), ambas diseñadas por Juan de Herrera; la iglesia del Monasterio de Uclés (Uclés, Cuenca), de Francisco de Mora; la Iglesia de San Sebastián (Villacastín, Segovia), atribuida a Rodrigo Gil de Hontañón; la Colegiata de San Luis (Villagarcía de Campos, Valladolid), del mismo autor; y el Colegio de Nuestra Señora de La Antigua (Monforte de Lemos, Lugo), de Simón de Monasterio. En América destacan la catedral del Cuzco, en Perú, obra Miguel de Gutiérrez Sencio, y la catedral de Puebla en la Nueva España, obra de Francisco Becerra y Juan Gómez de Trasmonte.

Mención especial merece el Palacio Ducal de Lerma (Burgos), que Francisco de Mora empezó en 1601. Supuso la asimilación del estilo herreriano por las incipientes corrientes barrocas del momento y el establecimiento de un modelo de arquitectura palaciega, que se repitió a lo largo de todo el siglo xvii.

La mayor parte de los edificios civiles erigidos en Madrid durante los reinados de Felipe III y Felipe IV siguieron las pautas arquitectónicas del citado palacio. Es el caso del Palacio de los Consejos, del Palacio de Santa Cruz y de la Casa de la Villa, todos ellos de factura barroca, pero con notables reminiscencias herrerianas.

La influencia del estilo herreriano también es visible en la expansión que, por separado, tuvo su característico chapitel piramidal, conocido como "chapitel madrileño", con cubiertas de pizarra. Este elemento fue adoptado por numerosas construcciones desde el siglo xvi, principalmente en los campanarios y cimborrios de las iglesias, aunque también en muchas construcciones civiles.

Los siglos xviii y xix significaron la decadencia de esta corriente arquitectónica.

Fuente: https://es.wikipedia.org

Artistas de la Arquitectura herreriana


Estilo Isabelino

Isabelino, estilo Estilo desarrollado en Inglaterra durante el reinado de Isabel I (1558-1603). Es el resultado de la continuación del estilo gótico, con incorporación de elementos italianos, motivada por la afición a lo clásico y por la llegada a Inglaterra de artistas extranjeros. En arquitectura se imita la decoración clasicista, tomando como modelo Fontainebleau. Se difunde este tipo de palacio, todavía dentro de los cánones del estilo perpendicular, pero con la incorporación del artesonado en sustitución de la bóveda, con amplios ventanales y gran profusión de columnas y frontones. Palacios representativos de este estilo son Wollaton Hall, en Nottinghamshire (1580-88), Hardwick Hall, en Derbyshire (1590-99), y Montacute House, en Somerset (1599). El arquitecto más destacado de esta época fue John Thorpe (h. 1563-1655). La escultura, de escasa importancia, recibe también las influencias italianizantes. En pintura adquiere notable desarrollo la escuela de retratistas, alcanzando gran difusión el retrato histórico imaginario. Destacan entre los pintores de esta época Mark Gheeraerts, retratista de Isabel I, George Cower y el italiano Federigo Zuccaro. Gran importancia tiene la miniatura, representada por Nicho las Hilliard y su discípulo Isaac Oliver. En el mobiliario destacan también los caracteres italianizantes, pero con un recargamiento propio del esplendor de la monarquía.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat  

Artistas del Estilo Isabelino   


Cloisonismo


El cloisonismo (del francés cloissoné) es una técnica desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX por Émile Bernard, uno de los primeros integrantes de la Escuela de Pont Aven y por Gauguin. Su influencia procedía principalmente del japonismo y de Louis Anquetin. Es un estilo de pintura postimpresionista donde se utilizan colores planos, en contornos oscuros silueteados perfectamente delimitados. Se caracteriza por su efecto decorativo, su calidad formal y sus pinturas no tienen profundidad ni sombras. Necesita algún efecto decorativo.

Su nombre viene dado por su similitud con el esmalte cloisonné, donde los alambres o láminas están soldados al cuerpo de la pieza formando alvéolos o compartimentos (cloisons), depositando allí la masa vitrificable (polvo de vidrio) y posteriormente calentándolo.

El término fue acuñado por el crítico Edouard Dujardin con ocasión del Salón de los Independientes, en marzo de 1888.1​ Los artistas Émile Bernard, Louis Anquetin, Paul Gauguin, Paul Sérusier y otros, comenzaron a pintar en este estilo a finales de la década de 1880. Muchos de los pintores también describen sus obras como sintéticas (de sintetismo), un movimiento muy relacionado. Otros artistas como Maurice DenisVincent Van Gogh o Henri de Toulouse-Lautrec se aproximaron al cloisonismo, cada uno a su manera.

En El Cristo amarillo (1889), citada a menudo como la obra cloisonista por excelencia, Gauguin redujo la imagen a zonas de un solo color, separadas por grandes contornos negros. En la obra, presta poca atención a la perspectiva clásica y elimina sutiles gradaciones de color (dos de las principales características de la pintura postrenacentista.

La separación cloisonista de los colores refleja una apreciación de la discontinuidad que caracteriza al modernismo.2​

Al día de hoy, la técnica del cloisonismo está asociada inseparablemente a los cómics y dibujos animados. Artistas contemporáneos como Valerio Adami y Pierre Alechinsky utilizan esta técnica de pintura.

Fuente: https://es.wikipedia.org

Artistas del Cloisonismo


Orientalismo

Orientalismo es un término polisémico que se usa tanto para designar a los estudios orientales (el estudio de las civilizaciones orientales, actuales e históricas, especialmente las del Próximo y Medio Oriente, y en menor medida las del Lejano Oriente), como para designar a la representación (imitación o mistificación) de determinados aspectos de las culturas orientales en Occidente por parte de escritores, diseñadores y artistas occidentales, que terminaron por convertirse en tópicos estereotipados.

La campaña napoleónica en Egipto y Siria (1798–1801, que permitió las ulteriores investigaciones de Champollion), la guerra de independencia de Grecia (1821–1829, que desató una oleada de simpatía europea, y a la que acudió Lord Byron), la guerra de Crimea (1854–1855, durante la que se produjo la Carga de la brigada ligera) y la apertura del canal de Suez (1869, para cuya inauguración Verdi compuso Aida) contribuyeron a aumentar el interés por un exotismo profusamente documentado.

El harén de palacio de Gustave Boulanger

En el romanticismo, la seducción por el oriente cumplía el mismo papel de alejamiento de la realidad que el historicismo medievalista. Washington Irving encontró en Granada la conjunción de ambos (Cuentos de la Alhambra), contribuyendo a la generación del tópico del exotismo español. Mayor impacto tuvieron (posiblemente por su explícito erotismo) las traducciones de Richard Francis Burton (el Kama Sutra, 1883, y Las mil y una noches, 1885). El concepto de "oriente" que se da en estas obras operaba como un espejo de la propia cultura occidental, o como una forma de expresar sus aspectos ocultos o ilícitos, en clave decadentista. En la novela de Gustave Flaubert Salammbô la antigua Cartago es el opuesto a la antigua Roma: una raza y una cultura semitas opuestas a la latinidad, corruptora moralmente e imbuida de un erotismo peligrosamente atractivo. Su influencia se sumó a la configuración del imaginario antisemita que ya se había iniciado con el Judío errante de Eugenio Sue. La literatura exótica del imperialismo británico tuvo su máximo representante en Rudyard Kipling (Kim de la India, La carga del hombre blanco).

Se pueden encontrar representaciones de «moros» y «turcos» en el arte medieval, renacentista y barroco. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando el orientalismo en las artes se convirtió en un tema establecido. En estas obras el mito del oriente exótico, decadente y corrupto está más plenamente articulado. Pintores como Eugène DelacroixJean-Léon Gérome y Alexander Roubtzoff se recrearon en representaciones de todo tipo de escenas ambientadas en escenarios de los países árabes del norte de África y Oriente Medio. Tanto en los paisajes como en los interiores se acentuaban los aspectos exóticos y sensuales de contrastes entre el celaje y la luz deslumbrante del desierto y los tenebrosos interiores, los fanásticos colores de los ropajes y las carnaciones seductoras -en todos los tonos, del negro al blanco nacarado, pasando por el moreno-; especialmente en las escenas de los baños y los harenes, que permitían la representación voluptuosa de desnudos o semivestidos de las odaliscas en posturas de incitante laxitud. Cuando Jean Auguste Dominique Ingres, director de la francesa Académie de peinture pintó una visión muy colorista de un baño turco, hizo que este oriente erotizado se hiciera públicamente aceptable por su generalización difusa de las formas femeninas, que podrían haber sido todas ellas el mismo modelo. La sensualidad se veía aceptable en el exótico oriente. Este estilo tuvo su momento álgido en las Exposiciones universales de París de 1855 y 1867.


Fuente: https://es.wikipedia.org

Artistas del Orientalismo




Realismo mágico

Supervicientes de Zaya

Tendencia pictórica del s. XX que puede considerarse una reacción contra el expresionismo, ya que cree que éste falsea la realidad; intenta captar una realidad naturalista o fotográfica, pero creando tensión emocional. Recurren al realismo mágico los pintores alemanes de la Nueva Objetividad (G. Grosz y O. Dix), los italianos de la pintura metafísica (C. Carra, G. Morandi y G. De Chirico), y en EE.UU. algunos de los pintores sociales de la depresión de 1930 (H. Bloom, l. Albright, P. Blume). A pesar de las diferencias que suponen sus respectivas nacionalidades, esta tendencia tuvo un carácter internacional.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat   

Artistas del Realismo mágico

Espacialismo


Concepto espacial, 1949-1950 de Ludio Fontana

El Espacialismo (en italiano, spazialismo o movimento spazialista) es un movimiento artístico, fundado por el artista italoargentino Lucio Fontana en 1946, que coincide aproximadamente con el nacimiento del Expresionismo abstracto en Nueva York. La primera exposición es la celebrada en 1949. Fontana llamó al movimiento Movimento Spaziale.

El espacialismo combina ideas del movimiento Dadá, el tachismo y el arte concreto.[1] Fontana deseaba crear arte «para la nueva era» que mostraría el «auténtico espacio del mundo». [2] Lo que diferenciaba este movimiento del expresionismo abstracto era el concepto de erradicar o apartar el arte del caballete y la pintura, e intentar captar el movimiento y el tiempo como los principios esenciales de la obra. Los pintores espacialistas no coloreaban la tela, no la pintaban, sino que creaban sobre ella construcciones que demostraban a los ojos del espectador como, también en el campo puramente pictórico, existía la tridimensionalidad.

Las obras más famosas de Fontana fueron sus lienzos acuchillados o rasgados, con una hoja de afeitar o con un cúter, que se rompían justo en el lugar de la pintura. Son los famosos «tagli nella tela» (cortes en la tela): telas monocromáticas en las que se practicaron incisiones. De este modo se comprende que en los lienzos existía la profundidad. Los espacialistas, a menudo, construían sus cuadros y composiciones con clavos y varios objetos con el fin de demostrar cómo en todos los objetos está presente el espacio tridimensional.

El legado que dejó Fontana fue uno de artistas conceptuales y artistas ambientales que continuarían sus ideas de trascender el lienzo y entrar en el reino de la realidad.

Fuente:  https://es.wikipedia.org

Artistas del Espacialismo

Paisaje

Pintura, grabado o dibujo que tiene por objeto la representación de un lugar natural o urbano; puede incluir figuras, pero como elemento secundario.

A veces es difícil distinguir entre una composición cuyo motivo principal es el paisaje y otra en la que el paisaje es sólo un elemento decorativo, porque a menudo los pintores han concedido gran importancia al entorno paisajístico que sirve de marco a las figuras. En sentido estricto la pintura de paisaje no surgió como tal hasta el s. XVII, con la especialización de muchos pintores holandeses en la producción de motivos de su entorno natural. El máximo desarrollo del paisajismo se dio en el s. XIX con el romanticismo, estilo que veía en la naturaleza una vía de expresión de los sentimientos.

El paisaje en la Antigüedad

En la época helenística el paisaje aparece como elemento decorativo con personalidad propia en la pintura mural; los pintores helenísticos decoraron las paredes de las residencias familiares con vistas de ciudades, del campo y de jardines imaginarios. Esta herencia fue asimilada por Roma, y en las paredes de las villas romanas se pintaron las mismas escenas idílicas, pero con un carácter más realista. En China y Japón, se estableció muy pronto (s. IV) una tradición pictórica centrada en el significado espiritual del paisaje, tradición que se mantuvo hasta la época contemporánea, en la que los grabados japoneses que empezaron a circular por Europa influyeron en los pintores realistas e impresionistas. En Europa, los primeros paisajes con cierta entidad, aunque totalmente imaginarios, son los que aparecen en el Las muy ricas horas del duque de Berry, de los hermanos Limbourg (s. XV), ilustrando las actividades en la naturaleza según las estaciones.

El paisaje naturalista

Los primeros paisajes de tipo naturalista, es decir, que derivan de una observación directa de la naturaleza, fueron los de los pintores flamencos como Jan Van Eyck en el s. XIV y, posteriormente, Durero, BrueghelEl Bosco; estos últimos desarrollaron un paisaje amplio de horizontes lejanos, figuras muy pequeñas y punto de vista muy elevado, que sugiere una visión no humana. En la pintura italiana del Renacimiento fueron los pintores venecianos como Giovanni Bellini, VittoreCarpaccioGiorgione y Tiziano los que, a partir de las innovaciones de Leonardo y de la tradición flamenca, trataron el paisaje como motivo que, más allá de su función decorativa, puede sugerir profundidad espacial, al tiempo que resalta valores líricos o sensitivos. La tempestad de Giorgione es un ejemplo paradigmático de esta nueva relevancia del paisaje en la pintura italiana. En el s. XVII, adquirió reconocimiento como género pictórico autónomo en la pintura holandesa con Rembrandt, Jacob van Ruysdael, Meindert y Hobbema. En España, Velázquez introduce paisajes en algunos de sus cuadros (Rendición de Breda, retratos ecuestres), y en otros el paisaje es tema principal (Jardines de Villa MediciVista de Zaragoza, en colaboración con Mazo); Murillo (Paisaje con figuras, Prado) y Sánchez Cotán (Descanso en la huida a Egipto, cartuja de Granada) recuerdan en sus fondos de paisaje a los del pintor flamenco J. Patinir.

Idealismo, romanticismo y realismo

En la misma época, en Francia, Nicolas Poussin y Claude Lorrain desarrollaron el paisaje narrativo, es decir, el que sirve de marco a una escena de contenido histórico o mitológico; en estas escenas se plasman figuras muy pequeñas, totalmente integradas en un entorno natural, estableciendo un tipo de composición serena e idealizada, en la que el espacio retrocede lentamente mediante el uso de gradaciones que van de tonos cálidos en primer término a fríos para el fondo; éste fue el modelo académico más imitado hasta fines del s. XIX. En cambio, los veduttisti (pintores de vistas) venecianos del s. XVIII se inclinaron por composiciones en las que predomina la visión directa de escenas de la vida de la ciudad, pensadas para los coleccionistas ingleses. En el s. XIX, el paisaje se convirtió en el motivo más frecuente de la pintura romántica en las obras de grandes artistas como John ConstableWilliam Turner, Samuel Palmer o Caspar David Friedrich, quienes buscaban en la naturaleza aquellos aspectos que pudieran sugerir emociones: lugares asociados a recuerdos de infancia, puestas de sol melancólicas o tormentas escalofriantes. Las escuelas de Barbizon en Francia, Olot en España, Posillipo en Italia y el grupo impresionista aportan al paisaje nuevos valores atmosféricos y lumínicos. En España, el paisaje imaginativo y literario adquiere importancia gracias a la obra de Pérez Villaamil, Carlos de Haes y Martí Alsina, entre otros. Con el realismo, la tradición paisajista sufrió un vuelco: se postuló la necesidad de pintar la naturaleza por sí misma, prescindiendo de las ideas y loó sentimientos del artista.

Del impresionismo a la abstracción

Las dificultades en captar una naturaleza que cambia constantemente llevaron a los pintores a centrar la atención en los efectos de luz y color, en una rápida evolución que conduciría al impresionismo, al postimpresionismo y a la ruptura con la representación de la naturaleza. Los paisajes impresionistas pintados por Claude Monet al final de su vida en Giverny, son un buen ejemplo de la dificultad del pintor en captar formas precisas a partir de la observación directa y de la progresiva disolución del motivo en manchas colorísticas, característica de esta fase. En España el paisaje impresionista tuvo en D. de Regoyos, A. Beruete y J. M1r a sus más destacados representantes. En la pintura del s. XX el paisaje ha sido abordado como motivo de análisis compositivo por pintores postimpresionistas como Paul Cézanne, como base para la investigación experimental de los efectos lumínicos en la técnica pictórica en el caso del neoimpresionista Georges Seurat, como vehículo de expresión de las emociones en Van Gogh y los expresionistas alemanes, o bien como punto de partida de composiciones abstractas en Piet Mondrian.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Paisajistas destacados

Arte marginal (Art Brut)

Vista de París, la pequeña empresa, 1944 de Jean Dubuffet


El término arte marginal fue acuñado por el crítico de arte Roger Cardinal en 1972 trasladando al inglés el concepto de Art Brut, que había sido concebido por el artista francés JeanDubuffet para describir el arte creado fuera de los límites de la cultura oficial. Mientras que el término de Dubuffet era bastante específico, pues su interés se dirigía especialmente hacia las manifestaciones artísticas llevadas a cabo por pacientes de hospitales psiquiátricos, el término outsider art se hacía extensivo a los artistas autodidactas o naïf, aunque nunca hubiesen sido internados en una institución psiquiátrica.

El artista marginal es por tanto aquel que desarrolla su labor creativa sin contacto alguno con las instituciones artísticas establecidas, respondiendo a una fuerte motivación intrínseca y haciendo uso frecuentemente de materiales y técnicas inéditos. Una gran parte del arte marginal refleja estados mentales extremos, idiosincrasias particulares o elaborados mundos de fantasía. Desde el año 2000 el Premio Europeo EUWARD, que galardona a artistas mentalmente discapacitados, viene proveyendo a este tipo de arte con un forum internacional.

El Art Brut es un término acuñado en 1945 por Jean Dubuffet para referirse al arte creado por gentes ajenas al mundo artístico sin una formación académica. Dubuffet comenzó a reunir una colección de esta clase de obras y a divulgarlas por medio de exposiciones y de publicaciones después de la segunda guerra mundial para quitarle a las obras el rótulo de arte de enfermos mentales.

Dubuffet afirmaba que todos llevamos un potencial creativo que las normas sociales actuales anulan. Esto se observa en las creaciones de personas que se mantienen al margen de la sociedad, tales como: internos de hospitales psiquiátricos, autodidactas, solitarios, inadaptados o ancianos. Desde 1945 Dubuffet recoge estas obras, fundando en 1948 la "Compagnie d´Art Brut" junto a André Breton, Michel Tapié y otros. La colección formada llega a las 5000 obras, que se exponen por primera vez en 1967 en el Museo de las Artes Decorativas de París, instalándose definitivamente en 1976 en el Château de Beaulieu de Lausana. La colección está formada en su mayoría por obras de enfermos psiquiátricos, generalmente esquizofrénicos; pese a ello, Dubuffet rechazó siempre la idea de "arte psiquiátrico" afirmando que "no existe un arte de los locos". El art brut constituye un aspecto fundamental del primitivismo asumido (aunque se trate de una expresión muy revaluada en la actualidad) asumido a lo largo de todo el siglo XX por ciertos artistas que permanecen al margen de la modernidad.

Fuente:  https://es.wikipedia.org

Artistas del Arte marginal (Art brut)

Dubuffet, Jean
Yayoi Kusama

Concretismo

Sin título, 1957 de Pablo Palazuelo

El arte concreto o concretismo es una tendencia dentro de la pintura abstracta que se desarrolló durante los años 1930 a partir de la obra de De Stijl, los futuristas y Kandinsky en torno al pintor suizo Max Bill (1908-1994). La expresión arte concreto fue introducida por primera vez por Theo van Doesburg en su «Manifiesto de arte concreto» (1930). Tal como él lo entiende, esta forma de abstracción debe liberarse de cualquier asociación simbólica con la realidad, argumentando que las líneas y los colores son concretos por sí mismos. Predomina la forma sobre el color; se usan colores planos.

Max Bill llevó esta idea más allá, organizando la primera exposición internacional en 1944. Fructificó en el norte de Italia, en Francia y en Colombia en los años 1940 y 1950 a través de la obra de grupos como Movimento d'arte concreta (MAC) y Espace. Fue llevado a la práctica por el grupo Abstraction-Création y en años posteriores en Mexico y en Uruguay.

Otros artistas de esta tendencia fueron Naum Gabo (1890-1977) y Auguste Herbin (1882-1960).

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1945), se desarrolla el neoconcretismo o pintura neoconcreta, en paralelo con el informalismo. Cultiva una pintura abstracta del tipo "borde duro". Esta abstracción geométrica fue representada por autores como Max Bill, Richard Paul Lohse y Zdenek Sykora.

Fuente: https://es.wikipedia.org

Artistas del Concretismo 

Luca della Robbia (1400-1482)


Renacimiento

Della Robbia, Luca (Florencia, 1400 - 1482) Escultor y ceramista italiano.

Si Verrocchio fue el heredero de Donatello como fundidor, en cambio el que continuó y acentuó la elegancia plástica de su estilo fue otro amigo suyo y de Ghiberti, Luca della Robbia, el primero de una familia de artistas que hicieron famoso su apellido principalmente como ceramistas y esmaltadores de esculturas en obras de terracota. Sin embargo, la primera obra identificada, con certeza, de Luca della Robbia es de escultura en mármol. Son los relieves de una Cantoría, que le encargó la catedral de Florencia en 1431, concluida en 1438 que debía formar pareja con la de Donatello.

El artista representó de nuevo el asunto de los niños cantando, y sus relieves llegan a superar a los de Donatello en penetración espiritual del sentimiento de la música. Hay en los de Luca menos agitación; este artista es más tranquilo, y más religioso, y por lo tanto debió de sentir con más serenidad las bellezas que emanan de la música. Un grupo de niños hacen sonar las trompetas, mientras otros juegan alegremente, como si para ellos no hubiera más cánticos que los de las solemnidades de alegría, como la Natividad o la Epifanía.

Cantoría, detalle, de Lucca della Robbia (Museo deii'Opera del Duomo, Florencia). Lucca realizó diez relieves para la Cantaría en un marco arquitectónico que bastaría para inscribirlo en el círculo de apasionados investigadores de la antigüedad clásica que cita Alberti en su tratado Della Pittura (1435), donde junto a Delia Robbia elogia a Brunelleschi, Donatello, Ghiberti y Masaccio.  

Cantoría, detalle, de Luca della Robbia (Museo deii'Opera del Duomo, Florencia). Tanto en este detalle como en el de la página anterior se representan jóvenes adolescentes que cantan a coro, atentos al libro de música o tocando algún instrumento, como la lira o la mandolina. Se aprecia la utilización de diferentes técnicas escultóricas, desde esculturas en altorrelieve a simples esbozos sobre el mármol. 
   
⇦ Cantoría, detalle, de Luca della Robbia (Museo deii'Opera del Duomo, Florencia). Relieve en el que se observa un mayor movimiento, remarcado por las posiciones de los cuerpos. 



Pero en los parapetos laterales unos muchachos mayores, capaces ya de comprender un efecto musical elevado, siguen absortos la lectura de los cantos espirituales: los situados en primera fila sostienen el libro o rótulo con las solfas, los de detrás miran por encima de los hombros, jugando unos inconscientemente con los rizos de los menores, siguiendo otros el compás con el pie o con la mano. Nunca en la plástica del mármol se ha reproducido más intensamente la armonía del canto; las voces infantiles parecen resonar en aquellas bocas en armonías prolongadas, dando unas las notas bajas, elevando otras el tono según las exigencias de la escala musical.

⇨ Cantoría, detalle, de Luca della Robbia (Museo deii'Opera del Duomo, Florencia). Los pliegues de los ropaJes y los instrumentos musicales también ayudan a crear un mayor dinamismo y el efecto de movimiento. 



Esta obra bastaría para inmortalizar a Luca y elevarlo a la altura de Donatello; pero, además, labró varios relieves para el campanile, contenidos en hexágonos regulares como los de Andrea Pisano, y concluyó la puerta de bronce de la sacristía del Duomo, que Donatello había dejado sin terminar, mostrándose digno continuador del gran maestro. Mas, pronto su espíritu delicado debía lanzarse al nuevo arte de los relieves de tierra cocida con esmaltes vidriados, del cual había en Toscana pocos precedentes. Se ignora por qué caminos Luca, que no parece haber sido un inventor, llegó a producir sus primeras cerámicas vidriadas. La importación de lozas vidriadas de Manises, que por entonces influían en las cerámicas de Faenza, pudo ser el vehículo.

Madonna de la Via dell'Agnolo de Luca della Robbia (Museo del Bargello, Florencia). Delia Robbia presenta, flanqueados por dos ángeles, a la Virgen con el Niño, junto al que aparece un texto en el que se lee: Ego sum lux mundis, "Yo soy la luz del mundo". 

La técnica, sin embargo, era sencillísima: los modelos, ejecutados en barro, eran esmaltados al fuego con colores claros, casi siempre los mismos: el blanco o azul para el fondo, el blanco también para las carnes y los vestidos. Las orlas y recuadros son de flores y frutos, ramas de pino, rosas y espigas de trigo, como suelen verse en verano en las ventanas de los risueños pueblos vecinos de Florencia, de colores más vivos y variados. El arte de Della Robbia era un arte popular; las cerámicas de los talleres de los descendientes de Luca decoran aún muchas de las encrucijadas de Italia; algunas de las más bellas esculpidas por él mismo, como las Madonnas de la Vía dei Agnolo o la de San Pierino, hoy en el Museo del Bargello, han estado hasta hace poco al aire libre, respetadas por todo el mundo, y bastantes quedan, todavía, in situ.

Asombra pensar que las frágiles Madonnas de tierra cocida del gran Luca después de cuatro siglos, se hallen intactas, sin que nada haya degradado sus bellos bustos esmaltados. Porque, realmente, en las primeras obras de Luca della Robbia la gracia florentina llega al colmo; las Madonnas son delicadas Vírgenes de manos finas y cabeza suave; los ángeles las adoran llevando vasos de flores o volando alrededor de la amable reina de los cielos, que tiene las esbeltas formas de una joven toscana. El color, algo rural, parece puesto para hacer destacar la finura de los gestos. Pero en los descendientes de Luca, su sobrino Andrea y el hijo de éste, Giovanni, que son algo inferiores al gran maestro, el efecto artístico se logra por el encanto de la gama de colores. Los últimos Della Robbia hacen grandes altares policromados y vidriados por completo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra
Virgen con dos ángeles en adoración, 1450

Cristo y Tomás, 1463–1465

Virgen y niño, 1525

Cantoría (detalle)

Cantoría (detalle)

Cantoría (detalle)

Cantoría (detalle)

Cantoría (detalle)

Cantoría

Cúpula interna de la capilla Pazzi en cerámica esmaltada

Madonna de la Via dell'Agnolo

Madonna y niño

Virgen y el niño en un nicho

Virgen y niño con lirios

Virgen y niño

Orfismo

Nombre dado por Guillaume Apollinaire en 1913 a la corriente pictórica abstracta basada en la exaltación dinámica del color.
Discos de Newton, el estudio de la fuga en
dos colores, 1911 de Frantisek Kupka

El orfismo fue un movimiento surgido en París, a raíz de la exposición del grupo de pintores cubistas denominado la Section d’Or (la sección Áurea), celebrada en 1912. Guillaume Apollinaire empleó la expresión “cubismo órfico” para definir a un grupo de pintores que habían abandonado totalmente cualquier referencia a la representación de la realidad visible para crear una “pintura totalmente abstracta” o “pura”. Los principales componentes del grupo fueron Robert DelaunayFernand LégerFrancis Picabia y Frak Kupka, aunque entre ellos existían diferencias notables. Tenían en común que todos se apoyaban únicamente en la forma y el color para comunicar ideas y emociones, en una pintura que tenía su propia estructura interna, independientemente de los recursos estructurales naturalistas (igual que Orfeo había hecho mediante las formas puras de la música). La obra más representativa de esta tendencia es el Disco de Newton (1911), de F. Kupta, consistente en círculos concéntricos con los colores del espectro lumínico.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat


Artistas del Orfismo

Punto al Arte