Punto al Arte: Antolínez José
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José Antolínez (1635-1675)


Antolínez, José (Madrid, noviembre de 1635 - 30 de mayo de 1675) Pintor español. Excelente colorista con influencias de la escuela veneciana. Autor de numerosos cuadros de la Inmaculada Concepción y también de una Santa Rosa (Museo de Budapest), un Niño Jesús dormido (Ermitage de Leningrado), la Glorificación de la Magdalena (Museo del Prado), el Vendedor de cuadros (Pinacoteca de Munich), etcétera.

Hijo de Ana de Sarabia y de Juan Antolín, un artesano carpintero fabricante de cofres, pero con casa solariega en Espinosa de los Monteros y una holgada posición económica, fue bautizado en la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Madrid el 7 de noviembre de 1635. En el bautismo recibió el nombre de Claudio José Vicente. Como su hermano Francisco, siempre tuvo pretensiones nobiliarias, llegando a entablar pleito en 1662 por el reconocimiento de su hidalguía. Uno de sus hijos, capitán de caballos, obtuvo dispensa papal para ingresar en la Orden de Calatrava, obteniendo de este modo el reconocimiento que había perseguido la familia.​

Su formación como pintor debió de comenzar al lado de Julián González de Benavides, un modesto «pintor de tienda», que en 1653 se convertiría en su suegro, completándola, como indica Antonio Palomino, asistiendo algún tiempo a la escuela de Francisco Rizi, con quien no tardaría en enemistarse, y frecuentando las academias abiertas por entonces en Madrid. En su biografía Palomino lo describe como hombre de carácter altivo y vanidoso, diestro en el manejo de la espada, de agudos dichos y genio mordaz. Su prematura muerte, ocurrida en Madrid el 30 de mayo de 1675, habría sido provocada, según el biógrafo cordobés, por ese desmedido orgullo y por su afición a la espada negra, pues le llegó tras sostener un «ajuste» con otros aficionados del que salió molido a golpes, y «o bien fuese del molimiento, o bien de no haber quedado tan airoso, como quisiera, se fue a su casa, y se encendió luego en calentura tan maligna, que en pocos días acabó con él».​ Su abundante obra conservada, pese a la brevedad de su vida, y su testamento indican, no obstante, que se trató de una persona laboriosa, de vida ordenada y amante de su familia.​ Tuvo como discípulo, según Palomino, a Alonso del Barco, pintor de paisajes.

Fuentes: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Galería
Martirio de San Sebastián, 1657

Retrato de una niña, 1660

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