Punto al Arte: 05 Arte paleocristiano y bizantino
Mostrando entradas con la etiqueta 05 Arte paleocristiano y bizantino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 05 Arte paleocristiano y bizantino. Mostrar todas las entradas

Arte paleocristiano y bizantino

Hasta el edicto de Constantino en el año 313 el arte cristiano se desarrolla en la clandestinidad, recluido en las pinturas de las catacumbas de Roma. Pero gracias al impulso constructor del emperador y sus sucesores, que adoptan esta religión como la propia del Imperio, el arte cristiano saldrá de las catacumbas romanas para expresarse plenamente, y no dependerá única y exclusivamente de la iniciativa de los emperadores, sino que importantes personalidades, como el obispo Ambrosio, quien será uno de los grandes impulsores de la arquitectura cristiana en Milán, coliderarán la nueva era que se abría. De este modo, aparte de los imponentes templos que se edifican, tanto la escultura como la pintura, y en especial el mosaico, conocerán un gran desarrollo, no sólo en Roma, sino también en África e Hispania, provincias en los que, como veremos, se producirán importantes manifestaciones artísticas durante el período que nos prestamos a recorrer.

Catacumba de Pánfilo en Roma.
Ejemplo de la arquitectura ru-
pestre desarrollada por los cris-
tianos en el subsuelo de la ciu-
dad a partir del siglo II. 

Y paralelamente a esta eclosión del arte paleocristiano de Occidente, claramente influenciado por artistas llegados de Asia y Egipto, en la Roma oriental, desde las orillas del Ponto al Éufrates y desde las mesetas del Asia Menor hasta Egipto, el fervor artístico que allí se vivía preparaba el terreno para el esplendoroso arte cristiano que surgiría en Bizancio.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El arte de las catacumbas

El conocimiento del arte cristiano se inicia a través de la pintura de las catacumbas de Roma, pues es un hecho claro que no existe arquitectura anterior al extraordinario impulso creador de Constantino y sus arquitectos. Las comunidades de fieles vivían y celebraban sus cultos en edificios privados, que serán los tituli romanos posteriores. Y el hallazgo excepcional de alguno de estos templos, como en Dura Europos, junto al desierto de la frontera de Siria y Mesopotamia, constituye un ejemplo citado siempre.

Las persecuciones, la imposibilidad de construir, han sido la causa de la falta de una arquitectura propia para este momento inicial. No sucede lo mismo en relación con el mundo funerario. Las familias poseían terrenos fuera de los muros de la ciudad, y en estos terrenos su aprovechamiento llevó a la excavación de galerías múltiples, verdaderas colmenas subterráneas que conocemos como catacumbas. Las familias paganas permitían enterrar en ellas a cristianos, y en sus muros, con una finalidad puramente funeraria, aparece la primera pintura.

Orfeo amansando a las fieras. Este fresco de la catacumba de Domitila en Roma ejemplifica la introducción de la iconografía mitológica en el arte paleocristiano.  

La pintura de las catacumbas va estrechamente unida a los primeros balbuceos de escultura funeraria en los frentes de los sarcófagos, de forma que en pintura y en escultura tenemos el inicio de la iconografía paleocristiana, y será en ella donde el simbolismo se desarrollará a lo largo de los siglos III y IV. Las catacumbas de Roma fueron lugares de peregrinación y de culto martirial, paralelo al de los grandes santuarios o martyria orientales, objeto de tantas y tan continuadas peregrinaciones.

A finales del siglo II, o mejor a principios del III, se colocan los ejemplos más antiguos de pintura cristiana, que corresponden al hipogeo de los Flavios, en las catacumbas de Domitila, a la cripta de Ampliato en las mismas catacumbas y a la famosa capella greca de la catacumba de Priscila. Todavía es patente la tendencia ornamental simple, lineal sobre fondos blancos o amarillos, como una regresión completa de la pintura ornamental de tipo alambicado, complejo, arquitectural, ampliamente pictórico y colorista de los estilos imperiales romanos, tanto de Pompeya como de otros lugares.

Tres hebreos en el horno, fresco de la catacumba de Priscila en Roma. Detalle del cubículo del velatorio, pintado con claridad y sencillez a fin de transmitir la grandeza de la clemencia divina. 

Entre líneas que recuadran muros y bóvedas aparecen individualmente algunas figuras simbólicas entre otras el Buen Pastor y el Orante o la Orante, figuraciones de Cristo y de los fieles, iniciando una iconografía que participa, en un principio, de temas mitológicos. Otras veces, en lugar de temas figurados, hay elementos ornamentales semejantes a los de ciertas tumbas paganas, como las de la Isola Sacra de Ostia Antica, con pájaros, amorcillos, representaciones de las estaciones del año, etc.

El siglo III es muy rico en pintura. En la catacumba de San Calixto, en el hipogeo de Lucina o en el de los Sacramentos tenemos escenas de salvación a partir de los textos del Antiguo Testamento. Junto a un Buen Pastor o al Orante se representa a Daniel en el foso de los leones y a lo largo de las paredes, el ciclo de Jonás y otros que hacen alusión al Bautismo y a la Eucaristía como vías de salvación frente a la muerte, que es el estado de pecado. En la cripta de Lucina, cabezas femeninas representan las Estaciones.

Detalle del cubículo de los cinco santos, fresco de la catacumba de San Calixto en Roma. Detalle figurativo pintado a principios del siglo IV y que enmarca la bóveda, de líneas más sólidas. 

Hacia la mitad del siglo, el arte tiende hacia formas más clásicas, como es posible ver a través de las bellísimas cabezas de los Apóstoles de la tumba de los Aurelii, junto a la Vía Manzoni, de fino modelado y que se fechan hacia el 240. Del mismo estilo y calidad es la famosa Orante del cubículo de la velatio, en la catacumba de Priscila, de volumen esférico, pintada entre una figura de la Virgen y el Niño y un maestro, de finales del siglo III.

En este último ejemplo domina una nueva forma plástica con tendencia constructiva, rotunda, que parte de las formas frecuentes en tiempos de Galieno, como la famosa Orante de San Calixto y en general todo el conjunto, entre flores y jardines, del cubículo de los cinco santos, Dionisio, Nemesio, Procopio, Heliodoro y Zoé de las mismas catacumbas, fechado bajo el pontificado del papa San Marcelo en el año 308 o 309.

El Buen Pastor, fresco pintado en el cubículo de la "velatio" de las catacumbas de Priscila, en Roma. Una de las numerosas representaciones del siglo III alusivas a Cristo pastor de almas. Este tipo alegórico, citado en muchas parábolas evangélicas, tiene su origen en el Moscóforo del arte griego. 

Hércules matando a la Hidra, pintura de la catacumba de Vía Latina en Roma. Forma parte de un conjunto pictórico de la segunda mitad del siglo VI, perteneciente al que los arqueólogos han llamado "estilo bello". Son sorprendentes tanto su perfecto estado de conservación como la mezcla de temas paganos con temas cristianos. 

El Buen Pastor, fresco de la catacumba de los Santos Pedro y Marcelino en Roma. La alegoría de Cristo como pastor de almas tiene un intenso sentido simbólico, y domina la bóveda del recinto con un objetivo claramente protector. 

Este estilo llegará hasta finales del siglo IV, como lo demuestran la rotundidad de volúmenes de la famosa y expresionista Orante de las catacumbas de Trasoñé, del siglo IV, o los rasgos fisonómicos más concretos de las figuras de las catacumbas del cementerium maior, si bien en la segunda mitad del siglo IV se desarrollarán otras corrientes como el llamado estilo bello, representado sobre todo en las nuevas pinturas de las catacumbas de Vía Latina.

El estilo bello aparece en las pinturas más clásicas halladas en un sorprendente buen estado de conservación en la ya famosa catacumba de Vía Latina. En ella se alternan los cubiculi con temas cristianos y otros paganos, lo que ha hecho suponer se trata de un cementerio privado donde algunos miembros de la familia, todavía paganos, continuaban con sus creencias, o bien se ha buscado un significado cristiano a los temas que no lo son, como el bellísimo ciclo de los trabajos de Hércules. El ciclo narrativo, tema típico de esta mitad del siglo IV, en especial de la historia del pueblo elegido, tiene aquí una belleza singular.

A finales del siglo aparecen los temas triunfales frecuentes más adelante en la gran pintura y mosaico monumental. El tema de la traditio legis, manifestación plástica de la raíz divina de la Iglesia, se presentará con mucha frecuencia. También se representa a Cristo entre los Apóstoles, entronizado, triunfante, acompañado del Cordero Místico. El ejemplo más bello de esta corriente es el fresco de las catacumbas de los Santos Pedro y Marcelino.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

De secta perseguida a religión oficial

Martyrium, cripta del interior de una basílica en Nis (Serbia y Montenegro). Ruinas bizantinas del siglo v situadas en los Balcanes serbios
Merced al edicto de Constantino en el año 313 la historia del cristianismo da un giro radical y pasa de secta perseguida a religión oficial. Asimismo, en un posterior edicto constantiniano, del año 354, el emperador ordena que se destruyan todos los templos paganos y que se ejecute a los idólatras. Más tarde, siguiendo con la política de mantener el cristianismo en la única religión permitida, el emperador Valentiniano impulsa una gran persecución contra los paganos. Por cierto, este mismo emperador fue el que escribió una carta a San Ambrosio en la que le decía: Nos agrada la valentía con que sabe decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras nos hacen mucho bien, y quien nombró a Ambrosio gobernador de las provincias de Ligura y Emilia.

Así, a principios del siglo IV empiezan a proliferar las construcciones que fundan la arquitectura cristiana propiamente dicha. En las edificaciones de la familia de Constantino aparece la estructura basilical -en Roma particularmente- y un tipo de templos conmemorativos, con planta central, que se llaman martyria, nombre que deriva del edículo levantado en el Gólgota de Jerusalén, sobre la tumba de Cristo. El martyrium por excelencia; tipo que va a tener una larga y amplísima difusión a lo largo de todo el Mediterráneo cristiano y llegará hasta las iglesias del mundo medieval.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los primeros templos cristianos

Hasta la paz de la Iglesia no existe una arquitectura cristiana que constituya tipos artísticos concretos y tenga en ellos su funcionalidad litúrgica explícita y apropiada. Toda la Iglesia preconstantiniana se resume en los famosos tituli romanos, llamados de formas distintas: loca ecclesiastica, Domus ecclesiae o Domus Dei desde el siglo III. Estos loca ecclesiastica eran propiedad de las comunidades y estaban situados, por lo general, en edificios privados.

Este estado de clandestinidad y de silencio de la Iglesia del siglo III va a cambiar radicalmente con el edicto de Constantino del 313 y con el proteccionismo del emperador y de su familia, en particular de su madre Santa Elena, al desarrollar una política directora de la Iglesia que llevará a la monarquía teocrática. Constantino, los monarcas posteriores y gran parte de los obispos de la nueva Iglesia protegen el culto y son propulsores de grandes construcciones.

Santa Constanza, en Roma, es la construcción funeraria paleocristiana más antigua y mejor conservada. Constantino erigió este edificio para enterrar en él a su hija fallecida en la lejana Bitinia. Una serie de columnas pareadas rodea el espacio central, cubierto por una cúpula, y lo separa de la nave anular con bóveda de cañón. Esta bóveda y los nichos del muro conservan los mosaicos del siglo IV. 

En un intento de rápida síntesis sobre la génesis de esta arquitectura cristiana, podemos decir que la primera mitad del siglo IV significa el momento un tanto explosivo de su creación por impulso imperial y en centros a veces muy alejados entre sí, particularmente Roma, Palestina -Jerusalén y Belén- y Constantinopla, sin olvidar las construcciones en las grandes ciudades del Imperio como Tréveris o Aquilea. Pero este momento no creará tipos fijos y seguros. Estos llegarán en la segunda mitad del siglo IV, cuando en Roma se repitan, hasta convertirlas en norma, ciertas estructuras basilicales como San Pedro y San Pablo, fijando arquitectónica y litúrgicamente las variantes creadas por los arquitectos constantinianos.
Basílica de San Pablo Extramuros en Roma. Fundada a finales del siglo IV, su estructura refleja las normas establecidas para las construcciones de las primeras basílicas: las dos hileras de columnas que flanquean la nave principal y el artesonado del techo. 

Pero esta segunda mitad del siglo IV verá aparecer otro gran impulsor en Milán, la ciudad que adquiere suma importancia desde Galieno y que albergará la corte hasta principios del siglo V, cuando en 405 Honorio la trasladará a las marismas de Ravena. Este arte oficial de Milán, iniciado antes de San Ambrosio, tendrá en este gran obispo y pensador uno de sus máximos impulsores, que lo llevará a nuevas y trascendentes creaciones arquitectónicas de amplia difusión en la Italia del Norte, Provenza y norte de Hispania.

El templo cristiano se llamó muy pronto basílica, con referencia a Dios como basileus (rey, en griego). Se trata de construir un ambiente donde quepan lo funcional y el significado espiritual, no en vano es la Casa de Dios.

Así se han podido presentar como modelos anteriores la casa privada -los tituli, de los que hemos hablado-, los grandes edificios públicos como termas, basílicas forenses o jurídicas -así, el templo de Leptis Magna-, otros edificios religiosos anteriores, como mitreos o sinagogas, o señalarse un origen palatino en el caso de San Juan de Letrán, en Roma, y en el de la basílica doble constantiniana de Tréveris. Para otros investigadores, la nave del templo derivaría del peristilo del palacio imperial, como el del palacio de Diocleciano en Split (Spalato), ya que la basílica ha podido tener una función paralela a la del aula regia de audiencias del emperador. Incluso se ha pensado que el ejemplo de Split podría haber creado, por unidad entre construcciones alrededor de un patio, el tipo llamado hipetral o basílica discoperta.

Santa María la Mayor en Roma. Además de la majestuosidad que emana del recinto, destacan los bellos mosaicos del siglo V y los casetones del artesonado decorados en oro.  

Los ejemplos romanos que ha puesto en contacto edificios paganos y templos cristianos son, entre otros, el llamado titulus equítii, que se halla en una habitación privada; la basílica de la Santa Cruz, en el palacio Sessoriano, y la de Santa Pudenciana, en las termas de Novato.

El tipo de basílica romana creado a lo largo del siglo IV tendrá tres naves con ábside y cubierta a doble vertiente, sin utilizar las bellas bóvedas de la arquitectura monumental romana. Las naves están separadas por columnas y arcos, como en Split o en Leptis Magna, y algunas veces la mayor altura de la nave central condiciona una doble hilada superpuesta como en Leptis Magna o en la basílica Ulpia de la misma Roma.

Este esquema presenta bellas variantes, principalmente en las basílicas de cinco naves, cuyo mejor ejemplo es San Pedro del Vaticano, fundación cons-tantiniana, y San Pablo Extramuros, que en tiempos de Teodosio, a finales de siglo, la imita. También hay cinco naves en San Juan de Letrán, iglesia palatina de Constantino. San Pedro y San Pablo Extramuros tenían un gran atrio con cuadripórtico. San Sebastián tendría deambulatorio periférico, alrededor del ábside, para peregrinos. Santa Sabina y San Vital poseen nártex para catecúmenos, y San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Pedro in Vincoli tienen transepto o crucero, elemento importantísimo.

Cristo como cordero místico, mosaico del baptisterio de San Juan de Letrán en Roma. Data del siglo v y cubre la cúpula del baptisterio de la capilla de San Juan Evangelista, construida bajo el papado de san Hilario (461-468).  

Los más viejos transeptos fechados corresponden a las construcciones constantinianas de Santa Tecla de Milán y de San Juan de Letrán, que es un poco posterior. El transepto hace más visible y asequible el altar y, en el caso de San Pedro del Vaticano, la memoria del Apóstol, facilitando así la funcionalidad de las típicas iglesias de peregrinos.

El Liber pontificalis atribuye a la iniciativa y protección de Constantino la construcción en Roma de una serie de templos, el primero y más antiguo de los cuales es San Juan de Letrán, junto a su propio palacio, con un baptisterio circular, más tarde totalmente reedificado. San Juan se fecha antes del 324, quizás entre 312 y 319 y le siguen las basílicas de San Pedro en el Vaticano; la de la Santa Cruz, en el palacio Sessoriano; la de los Santos Pedro y Marcelino en la Vía Labicana; la basílica de Santa Inés en la Vía Nomentana, con el bellísimo mausoleo de planta circular, hoy iglesia de Santa Constanza.

Baptisterio de los Arrianos, en Ravena . Fue construido a fines del siglo V, bajo el reinado del ostrogodo Teodorico. Su estructura original adopta la forma centralizada característica de los primeros baptisterios y martyria cristianos, sobresaliendo del conjunto su gran cúpula.  

Un programa semejante se hizo extensivo a todo el Imperio. En Palestina empezó después de la peregrinación de Santa Elena del año 326. En Constantinopla seguirá a la fundación de la ciudad en el año 330. También construyó en Tréveris, capital tetrárquica de su padre, donde el propio emperador y sus sucesores residían largas temporadas. Todos estos templos demuestran la diversidad de las soluciones arquitectónicas ofrecidas por los arquitectos de la casa imperial. Así, las basílicas palatinas de San Juan de Letrán y de Tréveris son diferentes.

Distinta y también única gran iglesia constantiniana en Occidente con el cuerpo do un mártir, la basílica de San Pedro se convertirá en el paradigma de la construcción posterior hasta muy entrado el mundo medieval. Su fecha al parecer debe situarse entre el 324 y 330, antes de la fundación de Constantinopla. Si en este grandioso templo la solución martirial se encuentra en una estructura de basílica de cinco naves con transepto, los martyria de Tierra Santa crean el tipo de planta central, que tantísima influencia estaba destinado a tener en la Europa cristiana. La iglesia de la Natividad de Belén, fechada hacia el año 333, añade a su estructura basilical alargada, de cinco naves y pórtico cuadrado, una gran cabecera octogonal flanqueada mediante pastoforias. El templo del Santo Sepulcro es un gran edificio incluido en una fábrica rectangular que, en su parte delantera, tiene una basílica de cinco naves con pórtico y ábside saliente, y detrás una gran rotonda que, dentro de una columnata, encierra la reliquia del sepulcro del Señor, el Martyrium por antonomasia.

Basílica de San Apolinar Nuevo en Ravena. La nave principal, separada de las laterales por hileras de columnas, está decorada con magníficos mosaicos que representan procesiones de personajes sagrados dirigiéndose hacia el ábside. 

Mausoleo de la Gala Placidia, en Ravena. Estaba situado al final del gran nártex de la iglesia de la Santa Cruz. Actualmente aislado, este pequeño edificio de planta cruciforme es una de las construcciones más notables del siglo V. Su robusta distribución de masas es subrayada por los arcos ciegos y bandas lombardas, primer intento enriquecimiento de los muros con con medios arquitectónicos. Bajo su exterior de aristas  y volúmenes cúbicos, el mausoleo esconde un espacio totalmente construido con superficies curvas: cuatro bóvedas de cañón y una cúpula central revestidas con una fantástica decoración de mosaicos de fondo azul escuro. Esta imagen muestra cómo este recubrimiento, enteramente compuesto por pequeños cubos de vidrios multicolores, supera en mucho el efecto causado por la pintura mural. El brillo y la intensidad cromática de los mosaicos del siglo V son de una potencia fascinante y revisten los muros de una fuerza misteriosa, casi sobrenatural, particularmente apta para la representación de escenas y símbolos sagrados. 

Basílica de San Apolinar in Classe en Ravena. Construida en estilo bizantino temprano, destacan los mosaicos del ábside con la imagen de San Apolinar seguido por ovejas y presidido por una gran cruz. 

Estas construcciones de Palestina permiten seguir el tipo del heroon imperial romano, y sus antecedentes pueden hallarse fácilmente en los edificios termales y en los grandes mausoleos que se construyeron desde el siglo II hasta la época de las tumbas imperiales de Split o de Salónica. Esta tradición funeraria continúa en Roma y fuera de ella. Más tarde aún, continuará en los mausoleos de la dinastía de Honorio, de principios del siglo V, junto al transepto de San Pedro del Vaticano.

No es este lugar para describir las arquitecturas de Constantinopla, donde surgen nuevas formas, como la iglesia de los Apóstoles, pero es necesario consignar que si bien por una parte Constantino dio libertad a los arquitectos de los distintos puntos del Imperio para que ejecutaran sus obras, por otra existía un elemento uniformador en el hecho que los talleres del propio emperador enviaban capiteles y columnas labrados a las distintas construcciones imperiales.

Carro tirado por pájaros. Mosaico de la villa del Casale de la Piazza Armerina, en Sicilia, cuyo estilo ornamental, originado en el Imperio, tuvo gran difusión entre las propiedades rurales de la aristocracia.  

Milán hereda en la segunda mitad del siglo IV el papel creador constantiniano de la arquitectura cristiana. Esta vez un obispo, San Ambrosio, convertirá la ciudad imperial en el centro espiritual de Occidente. Ambrosio está en la línea de los grandes constructores que impulsan y edifican como era tradición en la casa imperial, pero la originalidad milanesa empieza antes de su obispado. En Milán se conservan en pie tres de los ocho edificios existentes a la muerte de San Ambrosio, cuatro de los cuales fueron construidos por él mismo: la iglesia del Salvador (después San Dionisio), la iglesia de las Vírgenes (hoy San Simpliciano), la de los Apóstoles (hoy San Nazario, del 382) y la de los Santos Mártires (o primer San Ambrosio, del 386), aparte de baptisterios y mausoleos. Antes se había edificado la basílica Vetus, la basílica Nova o Santa Tecla, de fecha no anterior al 313 y muy romana en su estructura de cinco naves con transepto, y el extraordinario conjunto de San Lorenzo, fechado recientemente entre los años 355 y 372, uno de los edificios más singulares del siglo IV.

San Lorenzo está formado por un octógono de planta central con exedras y torres angulares, precedido de un amplísimo pórtico cuadrangular con columnas y nártex; y, frente a ellos, un pórtico colum-nado exterior con entrada triunfal, a la manera del llamado frontón siríaco. Entre el pórtico y la iglesia, el nártex termina en dos exedras.

Mosaicos zoomorfos de la basílica de Aquilea. El pavimento de mosaico de la nave lateral derecha se remonta al siglo IV y perteneció a una iglesia anterior sobre cuyos cimientos se construyó la basílica románica. 

Es un elemento nuevo en la arquitectura cristiana, que será más adelante, sobre todo en el siglo VI, consustancial con las construcciones occidentales. En el siglo IV este elemento aparece ya en Santa Constanza de Roma, en la basílica preteodoriana de Aquilea e incluso en San Gereón de Colonia.

El templo se construyó en época arriana, bajo el obispo Ausencio de Capadocia, y más adelante fue entregado a los católicos. Su planta central recuerda iglesias orientales como la catedral de Bosra y el martyrium de Seleucia, pero no es fácil determinar si se trata de una derivación o de una anticipación de los modelos bizantinos, aunque la línea occidental romana anterior a ellos la encontremos en Santa Constanza y en el baptisterio lateranense, lo cual presupondría la auténtica creación del tipo.

Nave anular de Santa Constanza, en Roma. Detalle de los mosaicos del siglo IV que cubren las bóvedas de la nave anular. Se puede ver como se mantienen los temas propios de la ornamentación y del gusto clasicista, aún en un contexto específicamente cristiano. Los motivos de estos mosaicos consisten en representaciones de elementos vegetales, aves, "putti" o incluso Cupidos en la vendimia, dispuestos sobre un fondo de color blanco que contrasta con los fondos dorados que progresivamente se fueron difundiendo e imponiendo en los mosaicos paleocristianos y bizantinos.  

También tiene interés la anterior Basílica Apostolorum, hoy San Nazario, obra de Ambrosio, del año 382, de muy original planta cruciforme, que -excepto el templo de los Apóstoles de Constantinopla, construido por Constantino como mausoleos reales el ejemplo más antiguo de esta estructura que estaba destinada a tener gran trascendencia posterior.

San Ambrosio es el creador del baptisterio octogonal que edificó en el año 386 junto a la cabecera de Santa Tecla y cuyo simbolismo explica en sus textos. Este edificio deriva de prototipos funerarios imperiales y tuvo gran trascendencia en todo el norte de Italia y en Provenza, llegando a Cataluña con los ejemplos de Santa María de Tarrasa y catedral de Barcelona.

Mientras Milán crea sus tipos nuevos fuertemente expansivos, Roma, a finales del siglo IV y durante el siglo V, estabiliza las estructuras cortesanas anteriores. No hay que olvidar el saqueo de la ciudad en el año 410 por los godos de Alarico. A la protección áulica seguirá la eclesiástica. En este proceso hay que colocar ante todo el grandioso templo de San Pablo Extramuros en la Vía Ostiense, copia del de San Pedro, construido desde Valentiniano II y continuado bajo Teodosio y Arcadio, terminándose hacia el año 440, en tiempos de Honorio. Se ha considerado, con sus cinco naves y transepto continuo, como el ejemplo más perfecto de basílica romana. Un voraz incendio lo destruyó y hoy aparece totalmente restaurado. Más adelante, los edificios se construyen por iniciativa pontificia.

Epifanía, mosaico de la iglesia de Santa María la Mayor en Roma. Ésta representación de escenas de la vida de Jesús que adornan el arco triunfal de la iglesia es un notable ejemplo donde el estilo grandilocuente alcanza su máxima expresión. 

El prototipo se repite en Santa María la Mayor, obra del papa Liberio entre 352 y 366, pero su planta se simplifica a tres naves, fórmula más esquemática y continuamente repetida que nos llevará al magnífico equilibrio de proporciones de la basílica de Santa Sabina en el Aventino. Santa María la Mayor fue modificada por el papa Sixto III (432-440) y conserva en su interior bellísima ornamentación de mosaicos.

Sixto III es el impulsor de un renacimiento de formas anteriores, patente también en la construcción del nuevo baptisterio de San Juan de Letrán, encima de los cimientos del constantiniano. Tiene planta central, piscina octogonal con ocho columnas y ventanas con linterna.

El tipo establecido antes, desde los edificios de San Pablo Extramuros a Santa María la Mayor, se consolida en Santa Sabina y en una larga lista de templos bastante modificados en el Renacimiento, como San Clemente, San Sixto Vecchio, Santa Pudenciana. Más tarde, durante los siglos VI y VII, Roma recibirá un fuerte influjo oriental.

El Buen Pastor, mosaico del mausoleo de Gala Placidia, en Ravena. La figura, de estilo helenístico, representa a un pastor sosteniendo la Cruz y rodeado de sus ovejas y ha sido realizada con pequeños cubos de vidrios multicolores, los cuales producen una intensidad cromática superior al de la pintura mural. 

Baptisterio de los Ortodoxos, en Ravena. Fue construido por orden del obispo Neón en el primer cuarto del siglo v y, hacia el año 450 se rehizo su decoración interior, agregando estucos en relieve en la parte baja, entre las ventanas del octógono, y mosaicos en la cúpula.   

En Ravena, del primer cuarto de siglo, entre 402 y 425, es el templo de la Santa Cruz, de influencia milanesa. Tenía planta cruciforme precedida por un gran nártex, en uno de cuyos extremos está el llamado mausoleo de Gala Placidia. La línea exterior, sencillísima, viene compensada por la brillante policromía de los mosaicos del interior, del más puro espíritu áulico.

Este mausoleo de Gala Placidia fue construido para albergar las sepulturas de Honorio, de Gala Placidia y de su esposo. La planta basilical normal aparece en la catedral vieja, de cinco naves, construida por Honorio en tiempos del obispo Urso.Tres naves tendrá el templo de Gala Placidia dedicado a San Juan Evangelista en el año 425, y las basílicas del Santo Espíritu, Santa Ágata y las dos de San Apolinar (San Apolinar Nuevo, basílica áulica del godo Teodorico, y San Apolinar in Classe, construido por el obispo Ursicinus en 534-538) que enlaza con el período del Exarcado. El tipo de planta romana o milanesa es claro en todas ellas, excepto en San Apolinar in Classe, que tiene pastoforias a los lados del ábside, dependencias que también se añadieron a la estructura original de San Juan Evangelista.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Gala Placidia y la importancia de Ravena

Efigie de Gala Placidia (Museo Nazionale Ro-
mano delle Terme, Roma). Moneda de oro de

21 mm de diámetro con el perfil de la prince-

sa romana. 

Algunas hipótesis acerca de este personaje histórico apuntan a que Gala Placidia fue una mujer abnegada, dispuesta a sacrificarlo todo por el futuro del Imperio. Tal disposición de ánimo seria, por tanto, la que le habría llevado a casarse con uno de sus enemigos. Ante la imposibilidad de conocer la naturaleza exacta de los sentimientos de la hija de Teodosio el Grande, sí que sabemos que, tras el saqueo de Roma por parte de los visigodos a principios del siglo V, fue hecha prisionera por el rey visigodo Alarico. Posteriormente, se desposó con su sucesor, Ataúlfo, quien murió en extrañas circunstancias, y más tarde con Constancio, general de Honorio.

De los grandes conjuntos no romanos tienen un especial interés los de Salona y de Ravena. El segundo ocupa un papel director en la política de Occidente al convertirse en la capital del Imperio bajo Honorio, en el año 405, y continuar siéndolo con Gala Placidia y con su hijo Valentiniano III (450-455). Luego tiene un nuevo momento de esplendor y de predominio con el reinado ostrogodo de Teodorico, para terminar como cabeza del Exarcado bizantino de Justiniano. Esta larga etapa ha dejado en la ciudad una extraordinaria serie de monumentos cuyo interés primordial corresponde a la buena conservación de su bellísima decoración en mosaicos.

Dicho mausoleo, dedicado a San Lorenzo y que debió albergar los sarcófagos de Honorio, Gala Placidia y su esposo, de planta de cruz griega con cúpula sobre pechinas, destaca por la deslumbrante belleza de sus mosaicos, de un azul intenso, que cautivan de inmediato al visitante y otorgan al conjunto un áurea de misteriosa fuerza.

Las construcciones de Ravena participan por una parte de la tradición paleocristiana romana y milanesa, en su primera fase del siglo V, y, por otra, del bizantinísimo del Exarcado. Pero no es siempre fácil separar de una manera concreta los dos momentos, siendo el segundo una versión muy romana y occidental del arte bizantino de la mitad del siglo VI.



Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Mausoleo de Gala Placidia


El mausoleo, construido en Ravena por orden de la princesa Gala Placidia entre los años 425 y 450, es uno de los edificios más representativos de toda la arquitectura paleocristiana. La princesa erigió este monumento para albergar los despojos de su familia, la de su marido Constancio III, que murió en el 421-422, y la de su hermano Honorio, fallecido en el 423.

Gala Placidia edificó una iglesia de planta cruciforme con brazos de una sola nave. De la basílica propiamente no se conserva más que esta nave, con el nombre de Santa Cruz, muy deteriorada y posiblemente reconstruida en épocas posteriores. Esta basílica debió ser construida en el primer cuarto de siglo y seguramente incluía un largo nártex al final del cual se levantó el pequeño mausoleo, añadido no mucho después del 424. Se ha sugerido que el mausoleo formaba parte de un monasterio dedicado a San Lorenzo, pero esto no es del todo seguro, a pesar de que su interior alberga un mosaico con la imagen del santo.

Los abundantes motivos sepulcrales de los mosaicos y los tres sarcófagos marmóreos de los brazos laterales, atribuidos a la misma princesa, a su hermano y a su esposo, hacen pensar que, sin lugar a dudas, la estructura estaba destinada a mausoleo. Por tanto, el edificio hacia a la vez la función de sepulcro y de capilla martirial. Presenta planta en forma de cruz griega, de hecho es la primera construcción occidental que tiene esta forma. Está cubierto con cúpula sobre pechinas y bóvedas de cañón en los brazos. La fábrica está realizada con ladrillos muy gruesos, aspecto que hace pensar en una mano de obra milanesa. Presenta robustas arcadas ciegas que enmarcan las ventanas y unas cornisas clásicas enfatizan los frontones levantados sobre los brazos. Una manera de enriquecer el aspecto exterior de los muros.

Aparte de la planta, su gran novedad reside en el interior al acoger una decoración a través de ricos mosaicos. los colores envuelven al espectador, pues todo el interior está recubierto de murales de color azul intenso provocando un ambiente irreal y espiritual. El brillo y la intensidad del color de estos mosaicos son de una gran potencia. Esto demuestra el interés por la luz, el primer elemento de creación. La luz es lo que hizo de la técnica del mosaico el vehículo perfecto para mostrar el paraíso. En la cúpula, recubierta de mosaicos azulados, se representa una gran cruz triunfal dorada, envuelta de estrellas y con los tetramorfos en las pechinas.

En otras zonas del edificio encontramos parejas de santos con vestiduras blancas, muy esquemáticas; ciervos abrevando en la Fuente de la Vida y palomas bebiendo de jarrones. Elementos cristianos que simbolizan el paraíso celestial. Encontramos el Buen Pastor, símbolo de Cristo, atento al rebaño de ovejas. Todas las representaciones musivarias del interior poseen un claro significado simbólico confirmando la evidencia de la función sepulcral de la construcción. En cambio, el mosaico de san Lorenzo presenta una iconografía compleja y muchos historiadores difieren en su interpretación. El santo aparece representado con una cruz en una mano y un libro en la otra, junto con los elementos de su martirio.

La sencillez exterior no hace prever la complejidad interior ni la espléndida ornamentación a base de mosaicos del Mausoleo de Gala Placidia, uno de los edificios más notables del siglo V.



Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El mosaico y la iconografía de la iglesia triunfante


Bajo la protección áulica, la pintura, conocida a través del mosaico y de lofrescos de las catacumbas, tiene un especial desarrollo y belleza al confiársele una función más amplia que la simplemente soteriológica de la etapa precedente. La ilustración doctrinal que debe desempeñar ahora el arte del color, las posibilidades de un desarrollo amplio y extenso en dimensión, convierten estos siglos IV y V en el gran momento de la pintura monumental, que en el siglo VI continuará hasta toda la Edad Media, a través de las obras bizantinas y su proyección mediterránea. Roma y Nápoles, Milán y Ravena, van a conservar los mejores ejemplos de este arte.

⇦ Cúpula del baptisterio de los Arrianos en Ravena. Mosaicos divididos en tres zonas: la central ocupada por el bautismo de Cristo en el Jordán (en presencia del genio del río, al estilo pagano); la zona anular donde se desarrolla la serie de los doce apóstoles que parecen danzar entre columnas de flores; y el borde exterior formado por misteriosas arquitecturas, jardines mágicos y altares con libros sagrados. 




Es bien conocido hoy el desarrollo extraordinario del mosaico pavimental policromo y figurado entre los programas ornamentales de la casa imperial y de sus seguidores los grandes propietarios rurales. La villa de Piazza Armerina en Sicilia, múltiples ejemplos africanos e hispánicos son claro testimonio de ello. En época constantiniana esta técnica tendrá contactos temáticos con ambientes cristianos, como podemos ver en Santa Constanza de Roma a través de los mosaicos del deambulatorio o en la cúpula de Centcelles en Tarragona con sus escenas de cacería. 



Pero si exceptuamos los ricos pavimentos del templo teodoriano de Aquilea, el arte cristiano del color hay que estudiarlo a través del mosaico mural. Desde su descubrimiento ha sido repetidamente publicada la decoración del mausoleo de los Julios de las excavaciones del Vaticano. Fechado a finales del siglo III, conserva un bellísimo mosaico en la cúpula, representando a Cristo-Sol en cuadriga sobre una viña. En los muros hubo escenas del Antiguo Testamento, hoy perdidas, pero identificables: Jonás lanzado al mar, un pescador y un pastor con su oveja. De época de Constantino no se conservan más que los mosaicos de Santa Constanza y los del mausoleo de Centcelles.

Baptisterio de los Arrianos. Si bien el exterior del edificio está escasamente articulado y decorado, en el interior del baptisterio destacan unos fabulosos mosaicos, en los que, alrededor del bautismo de Jesús. se representa la "Etimasía". es decir, los apóstoles flanqueando el trono vacío de Cristo, en espera de su venida definitiva. 

Un tema histórico aparece en el octógono de San Aquilino de San Lorenzo de Milán, en la segunda mitad del siglo IV, con Cristo-Maestro entre los Apóstoles, y, en un ábside opuesto, un pastor entre sus ovejas bajo la cuadriga de Elias.

Los demás ejemplos de finales del siglo IV, en el momento más característico de la iconografía triunfal de la Pasión, sólo podemos conocerlos por los mosaicos conservados en Nápoles. En el baptisterio de San Juan in Fonte, sobre unas fuertes gamas azules y verdes, se representan los Tetramorfos, ocho personajes mártires o apóstoles, cubiertos en la cúpula por una gran Cruz monogramática triunfal. Aparece también una traditio legis, a semejanza de Santa Constanza de Roma, junto con escenas del Antiguo Testamento. Otros mosaicos existen en la capilla de Santa Matrona de la iglesia de San Prisco.

El Cristo triunfante, entronizado, presidiendo un esquema profundamente jerárquico, aparece en el mosaico de tiempos de Inocencio I (401-417) del ábside de Santa Pudenciana. Está rodeado por los Apóstoles y por dos figuras símbolos de las Iglesias de los hebreos y de los gentiles, sobre un paisaje de arquitecturas cuyo significado se ha discutido mucho, y encima de un fondo celeste presidido por una gran Cruz triunfal gemada. El propósito del ordenador ha cambiado profundamente.

El Buen Pastor (Museo Vaticano, Roma). Detalle del relieve en mármol de un sarcófago paleocristiano datado en el año 350. Esta representación bucólica es un tema funerario clásico que tiene sus raíces en el paganismo helenístico. 

Este estilo grandilocuente se desarrolla durante todo el siglo V y tiene su máxima expresión en los mosaicos de Santa María la Mayor. Dos grandes ciclos históricos decoran este grandioso templo. En el arco triunfal hay escenas de la vida de María y de la infancia de Jesús, distribuidas en cuatro zonas superpuestas, en un conjunto iconográfico poco frecuente en Occidente, ya que los ciclos de la infancia y de la pasión de Cristo son propios del Oriente copto, sirio y bizantino. En todo aparece cierto carácter hierático, presentando símbolos puros como los Corderos-Apóstoles frente a los muros de la ciudad santa, Jerusalén y Belén. El segundo ciclo histórico, procedente del Antiguo Testamento, muestra una vitalidad plástica y un colorido extraordinario, como puede verse en el paso del mar Rojo.

Para seguir el desarrollo musivario hay que trasladarse a Ravena. De mano de los artistas de palacio, con el mausoleo de Gala Placidia se está ante el inicio de una escuela y una tradición cuyo desarrollo conducirá a los muros de San Vital del siglo VI. El mausoleo de Gala Placidia, totalmente cubierto de mosaico, constituye uno de los conjuntos colorísticos más bellos del mundo antiguo. Elementos figurados conjugan con el tono profundo azul, verde y oro de la ornamentación vegetal y geométrica, creando una atmósfera de bellísima irrealidad. En los lunetos de los brazos de la cruz se representa un Pastor de gran finura helenística, sentado con la Cruz entre sus corderos, contrapuesto en otro panel con San Lorenzo frente a su suplicio.

Sarcófago de la donación de las llaves (Musée de I'Arles Antique, Aries). Detalle de un sarcófago de mármol paleocristiano, del siglo IV, en el que se ve a Cristo en la montaña desde la cual fluyen los cuatro ríos del paraíso. A la izquierda está San Pablo y otro apóstol con una palma, y un fénix como símbolo de resurrección. A la derecha, San Pedro recibiendo el libro de la ley. 

Las cuatro paredes de la cúpula contienen ocho Apóstoles, más rígidos y esquematizados, menos naturalistas, como inicio de un estilo frecuente después en Ravena. Todo está inmerso en cielos intensamente azules con estrellas geometrizadas en las bóvedas, acompañados de representaciones de ciervos que buscan el agua de la fuente de la Vida. El conjunto aparece enmarcado con guirnaldas de vides, coronas de flores y cintas geométricas, todo ello de incomparable armonía.

A mitad de siglo el Baptisterio de los Ortodoxos continuará la tradición de Gala Placidia. Su decoración corresponde al renacimiento romano de Sixto III. Consta de una parte baja en estuco y una cúpula en mosaico. Los ternas de la cúpula están divididos en tres zonas. Un centro circular en la parte alta, con el bautismo de Cristo, muy restaurado, viene circundado por las imágenes de los Apóstoles. Una faja inferior contiene toda una teoría de arquitecturas que enmarcan tronos y altares con libros sagrados, como una proyección de las pinturas arquitectónicas de Pompeya revividas en época teodosiana en San Jorge de Salónica y conservadas hasta el arte asturiano de Oviedo en España. A finales de siglo y principios del siguiente, el Baptisterio de los Arríanos volverá a este esquema. En la tradición áulica honoriana están los mosaicos del ostrogodo Teodorico en su basílica de San Apolinar el Nuevo, modificados en época bizantina.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los sarcófagos y la esperanza de salvación


La mayor parte de la escultura paleocristiana tiene carácter funerario. Nada se sabe del arte figurado que podría corresponder a las grandes composiciones triunfales del Imperio, como sucede con la brillantez del mosaico o de la pintura cristianos. Hoy se excluyen del arte estrictamente cristiano las esculturas exentas del Buen Pastor y se piensa deben ser pies de muebles de los templos.

La plástica funeraria nace en el siglo III, a través de un proceso del todo paralelo a la pintura de catacumbas, y habrá que seguir sus manifestaciones estilísticas y técnicas a través del arte imperial te-trárquico y constantiniano, apoyándose en aquellas obras que tienen fechas conocidas. Así es fundamental la técnica de silueta que fue utilizada en el basamento de las decenalias de Diocleciano, en el foro, del año 303-304, o el estilo de los relieves del arco de Constantino. Una larga tradición de escultura funeraria pagana servirá de base para conocer estilos y para adoptar iconografías a los escultores cristianos desde el siglo III. El Buen Pastor, como representación bucólica frecuente en el paganismo helenístico o como símbolo de una de las cuatro estaciones, tema funerario clásico, y la imagen de la Orante inician la iconografía. Se unen rápidamente escenas de Cristo-Maestro y otras de salvación, como la historia de Jonás, para seguir con toda la oración fúnebre inspirada en el Antiguo Testamento.


Sarcófago de Adelfia (Museo Archeologico Regionale, Siracusa). Relieve en mármol procedente de la catacumba de San Juan en Siracusa, que data del año 330. Este es el monumento más significativo del arte funerario cristiano en Sicilia. Las figuras agrupadas se distribuyen en tres registros unificados por una concha central en cuyo interior aparecen representados los esposos Valerio y Adelfia. 

Tres sarcófagos entre otros corresponden a este momento: el de la Gayole-en-Brignoles, Francia; el de Vía Salaria, y el de Santa María la Antigua. Estas piezas presentan en su escultura una distribución orgánica un tanto paisajística de sus temas, pero, a partir de la época de Constantino, se estructurarán en un friso continuo. Entonces, yuxtapuestas en uno o dos registros, se sucederán las escenas del Antiguo Testamento, generalmente de inspiración sacramental, mezcladas con otras del Nuevo Testamento.

Algunas veces se representa el retrato del difunto en el centro, dentro de una concha o láurea, lo que constituye la famosa imago clipeata; y también existen tipos de frente estrigilado que esquematizan el programa iconográfico reduciéndolo a las figuraciones laterales. El estilo ha permitido definir una fase impresionista muy semejante a los relieves de canon corto del arco de Constantino, y una evolución que lleva hasta el llamado “estilo bello” de finales del reino y principios de la segunda mitad del siglo IV.

Sarcófago del cónsul Junio Basso, fallecido en el año 359 (Criptas Vaticanas, Vaticano). Relieve en mármol que contiene escenas de la Pasión de Cristo dispuestas entre columnas, ordenación arquitectónica característica de finales dela época de Constantino y de la de Teodosio. En esta obra, en la que aún es perceptible la tradición clásica y el gusto helenístico por el ambiente, aparece el juego pictórico de luces y sombras.  

⇨ Díptico de Jos Símmacos y de los Nicómacos (Museo Cluny, París). Hoja de marfil perteneciente a la serie de los dípticos consulares que representan a magistrados y constituyen una de las fuentes más ricas del arte del Bajo Imperio. En este caso se realizó para conmemorar la vinculación entre las dos familias más poderosas de Roma a fines del siglo IV. 



De este momento hay bellísimas piezas, a veces con dos registros, como el sarcófago de Adelfia de Si-racusa, el llamado Dogmático del Museo de Letrán y el de los Dos Hermanos, con tendencia cada vez más clásica que desembocará en el ejemplar más tardío, el sarcófago del cónsul Junio Basso, muerto el año 359, con la introducción de escenas de la Pasión de Jesús.

Esta es la mejor pieza de la corriente posconstantiniana, donde además se aprecia la división de escenas mediante columnas, ordenación arquitectónica característica de los últimos momentos de Constantino y de la época de Teodosio.

En Roma funcionaban importantes talleres de escultura oficial. Entre ellos se ha identificado un centro de donde procede el Sarcófago Dogmático que debió esculpir alguno de los relieves del arco de Constantino y que exportó escultura a Hispania.

En la segunda mitad del siglo IV la iconografía cambiará. Adquiere gran importancia el tema de la Pasión, apareciendo un tipo así llamado, con separación de escenas mediante elementos arquitectónicos, que contiene escenas y símbolos o instrumentos de la Pasión. Muchas veces el centro del sarcófago lo ocupa la Cruz triunfal coronada de flores, o bien el colegio apostólico -la Iglesia- recibiendo la ley de manos de Cristo. La traditio legis pone de manifiesto la raíz divina de la Iglesia. De esta iconografía hay que señalar piezas extraordinarias como el sarcófago de Milán de finales del siglo IV.

Ravena va a ser, después del cierre y desaparición de los talleres de Roma con el saqueo del año 410, un centro de escultura muy personal. Sus sarcófagos, de cubierta semicilíndrica con más abundancia de símbolos frente a las figuras, tendrán una singular personalidad a lo largo de los siglos V y VI.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte