Punto al Arte: Veronese Paolo
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Paolo Veronese (1528-1588)

Autorretrato


Veronese o Veronés, Paolo Caliari, llamado Il (Verona, 1528- Venecia, 19 de abril de 1588) Pintor italiano. Representante del clasicismo veneciano. La influencia de Tintoretto y Tiziano, árbitros de la pintura veneciana cuando llegó a la ciudad véneta, procedente de Verona, su ciudad natal, no logró variar su gusto por los valores atmosféricos más fríos, con una luminosidad transparente. A la composición en oblicuo de Tintoretto opuso una arquitectura frontal, organizando grandes composiciones de figuras siempre ordenadas. Entre sus primeras obras destacan la tabla de Bevilacqua (1548), la del cardenal Gonzaga (1552) y la Tentación de San Antonio (1552, Museo de Caen). En 1553 se estableció en Venecia, donde pintó tres salas del Consejo de los Diez en el Palacio Ducal. Para el convento de San Sebastián realizó la Coronación de la Virgen (1555), escenas de la vida de San Sebastián (1558) y un ciclo de la vida de Ester (1556). En 1560 viajó a Roma, donde conoció la obra de Rafael y de Miguel Ángel. De regreso a Venecia, pintó los frescos de la villa Maser (cerca de Vicenza) consiguiendo una perfecta armonización entre la arquitectura palladiana y las escenas pintadas, en las que abundan los efectos de ilusionismo óptico. En 1562 decoró la sala del Gran Consejo del Palacio de los Dux e inició su famosa serie de "cenas" en las que, bajo el pretexto de una escena bíblica, representaba un fastuoso banquete con multitud de personajes ricamente vestidos (Bodas de Caná, Louvre). En 1570 pintó la Cena en casa del fariseo (Milán) y en 1573 la última Cena, que le acarreó un enfrentamiento con la Inquisición, por haber introducido tantas escenas anecdóticas y profanas, problema que el artista solucionó cambiando el título por el de Cena en casa de Leví (Academia de Venecia). Entre 1575 y 1577 decoró el colegio del Palacio de los Dux, en cuyas pinturas se inicia un gusto hacia los efectos de la luz crepuscular y nocturna, que se hace más evidente en obras como La Aparición de la Virgen a San Lucas (Venecia), La Piedad (Ermitage, San Petersburgo) o Moisés rescatado de las aguas del Nilo (Museo del Prado). La decoración del techo de la enorme sala del consejo, en el Palacio de los Dux, realizada con la colaboración de ayudantes, fue su última obra de grandes dimensiones (iniciada en 1585). 

Veronés, artista de las apoteosis


Aún el Veronés, en algunas de sus primeras obras, imita a Tiziano. Este pintor era hijo de un escultor de Verona, ciudad en la que nació en 1528, y aunque se llamaba Paolo Caliari fue siempre conocido por el Veronés. Después de varias obras que pintó en su patria y en otras ciudades del Véneto, se dio a conocer en la capital decorando la sacristía de San Sebastián. Vasari, en su libro tan citado, le llama todavía Paolino y dice de él: “Este joven está ahora en lo mejor de su producción; no llega a los treinta y dos años; por esto no hablaremos de momento más de él”. Pronto hubo de ser escogido para pintar, en unión de Tiziano, la sala mayor del Gran Consejo, en el palacio de los Dux, cuya reforma, dirigida por Sansovino, acababa de terminarse a la sazón. Allí el Veronés eligió por tema una Apoteosis de Venecia, composición teatral en la que la reina del Adriático, lujosamente ataviada, aparece en lo alto, sentada en medio de unas columnas salomónicas, con los dioses y héroes en su rededor y debajo multitud de damas y caballeros; en su balcón y en tierra los soldados y la plebe figuran en confusa algarabía.


⇦ Apoteosis de Venecia del Veronés (Palacio Ducal, Venecia). Toda la composición de esta pintura, destinada a la triunfal coronación de Venecia por la Victoria, está plasmada con un sentido total de la elevación, con las miradas de todos los presentes elevadas hacia lo alto de la fantástica construcción arquitectónica, sin techo para que por el aire pueda descender la Victoria y coronar a la reina del Adriático, sostenida a su vez entre nubes. La unión de los elementos arquitectónicos, las figuras y las nubes en distintos planos dan una gran sensación de movimiento. 



Veronés pintó para decoración de estancias más o menos sagradas, como salas capitulares o de procuradurías, cuadros con asuntos bíblicos que le dieron la oportunidad de introducir sus tipos de mujeres venecianas. Buenos ejemplos de ello son Moisés salvado de las aguas, del Museo del Prado, y Esther ante Asuero, de los Uffizi de Florencia. El primero es un cuadro de matices claros, verdosos, como los de la mañana; en el segundo, en cambio, predominan los rojos y amarillos, cálidos como una tarde de verano. En el cuadro del Prado, Moisés niño es presentado a la hija del faraón, figurada como una joven veneciana de cuya cabellera rubia se desprenden hilitos de oro. Sus ropajes tornasolados parece que huelen a aromas orientales.

La cena en la casa de Leví de Paolo Veronese


Tras las Bodas de Cana, Paolo Caliari, conocido como el Veronés, afrontó el nuevo encargo para el refectorio del convento de los monjes dominicos de los Santos Giovanni y Paolo. Anteriormente, en el mismo lugar se colocó una Última Cena de Tiziano, destruida por las llamas en el año 1571.

Originariamente, la obra representaba la Cena de Cristo, pero el tribunal inquisidor acusó al artista de haber pintado en un cuadro de contenido sagrado escenas y actitudes con figuras muy poco respetuosas. Sin atender a razones, los inquisidores le obligaron a modificar las escenas que consideraban poco dignas. Sin embargo, en lugar de retocar el contenido del cuadro, el artista decidió cambiar el título original y lo llamó La cena en la casa de Leví (Cena in casa de Leví).

El Veronés sitúa la narración visual del tema del banquete en una grandiosa galería de tres aberturas perfectamente equilibra entre figuras y ambientes. El ritmo ascendente de las balaustradas laterales hace que el interés vaya hacia el arco central, de modo que el episodio dominante es el lugar de la mesa donde se sienta Jesús, entre algunos apóstoles y otras figuras. Más allá de la columnata se representa la ciudad, con figuras que asoman por los ventanales de algunos de los edificios. La imagen de la ciudad no otorga una perspectiva sino que su propósito es crear una extensión de las zonas de color del primer plano.


La composición escénica se divide, pues, en tres episodios que se representan en los arcos respectivos. En el centro la figura dominante de Jesús hablando con San Juan. Entre los personajes se ha querido identificar algunas figuras como el mismo autorretrato del artista, representado en el caballero erguido del primer plano, próximo al enano y al negrito. El hombre a la derecha, en un ángulo, con la servilleta sobre el hombro, sería el propio comitente. Bajo el arco de la izquierda tiene lugar una animada conversación. También se muestra animado el grupo de figuras que están bajo el arco de la derecha.

Con esta obra, el pintor transformó el relato evangélico en un acontecimiento mundano de carácter fastuoso. Una multitud diversa y variopinta de personajes se reúnen en el lienzo, desde bufones, enanos hasta borrachos. El Veronés despliega en esta pintura todo el arte de su estilo, por el perfecto equilibrio entre personajes, por la estructura compositiva, y, sobre todo, por el tratamiento cromático. Destaca la expresividad de los movimientos y la riqueza de los trajes, el preciosismo de los adornos y el arreglo de la mesa.

Conocedor como ningún otro pintor del siglo XVI de telas, piedras preciosas y perlas, para el Veronés, lo mismo que para Tiziano, el color era el instrumento más importante de la creación artística. No obstante, a diferencia de éste, la estructura cromática del Veronés siempre esta estrechamente vinculada a los objetos de la composición.

Las ricas telas de seda que aparecen en todos sus cuadros son un pretexto que le permite hacer gala de su arte en los sombreados, sin que los colores se emancipen de los objetos concretos. A él le interesaba sobre todo el efecto decorativo de sus trabajos, concretamente la composición de colores que daba a sus obras su especialísimo toque personal.

Este óleo sobre lienzo que representa La cena en casa de Leví, de 555 x 1.280 cm, se puede admirar en la Galería de la Academia de Venecia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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