Punto al Arte: 04 El arte en la época de Pericles
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El arte en la época de Pericles

La Acrópolis de Atenas estuvo habitada ya desde los tiempos prehelénicos. Tiene la planta de forma alargada, lo mismo que el castillo de Tirinto. Es exactamente una de esas colinas rocosas, de escasa elevación sobre la llanura, que prefirieron los príncipes micénicos para sus moradas reales. La leyenda suponía que allí había habitado un primer ser semidivino, Cécrops, hijo de la misma Tierra, el cual había compartido después el lugar con otro héroe recién llegado: el ilustre Erecteo, de quien descendían los primitivos reyes de Atenas. Un gran trozo de muralla de piedras diagonales mal escuadradas, del tipo llamado ciclópeo o pelásgico, puede verse aún en el muro de sostenimiento del terraplén de la Acrópolis, por el lado sur. En las excavaciones del recinto, comenzadas en 1885, se descubrieron nuevos trozos de esta muralla pelásgica y restos de habitaciones que seguramente formarían parte de la primitiva residencia real.

Busto de Temístocles (Museo Arqueológico
Nacional de Nápoles). Esta obra del siglo IV
a.C., copia de un original, revela con su
mesura y simetría el ideal de la época clásica.
Más tarde, el castillo prehelénico, abandonado por sus señores, como todas las acrópolis feudales, estuvo destinado exclusivamente al culto. Palas Atenea pasó a residir en el solar de Erecteo, el legendario primer rey de Atenas. Cuando se compilaron los poemas homéricos, en el siglo VII a. C., Atenas era todavía una ciudad secundaria; sin embargo, por lo que se desprende del texto, el santuario de la Acrópolis ya comenzaba a ser famoso. No obstante, a pesar de la gran cantidad de restos de esculturas y arquitecturas descubiertos en las excavaciones de la Acrópolis, no se tiene aún idea clara de la disposición general del santuario de Atenas antes de las guerras. No se sabe aún con certeza si había varios templos o si todos los cultos estaban reunidos en un solo edificio, un viejo templo con varias cellas, del cual aparecieron los cimientos de la planta en las excavaciones.

Hegeso se despide de sus joyas (Museo Nacional de
Atenas). Esta estela funeraria nos introduce en un
mundo familiar. La presencia de la muerte apenas se
revela en el rostro afligido de la difunta.
Cuando Temístocles, previendo la inminente caída de Atenas en manos de los persas, aconsejó a los atenienses que abandonasen la ciudad, habló de dos divinidades femeninas: una de ellas quedaría en la Acrópolis; la otra, que era la famosa Atenea Polías, seguramente un ídolo primitivo de madera, se la llevarían consigo los atenienses, como paladión sacrosanto que debía protegerlos hasta el día del regreso. En el Viejo Templo descubierto en las excavaciones que se llevaron a cabo en la Acrópolis, la diosa compartía el culto con los de Cécrops y Erecteo; los dioses eran tolerantes en Atenas, y sabían vivir en común en la ciudad que habitaban también en completa armonía dorios y jonios. Esto daba a la planta del Viejo Templo una disposición singular: por un lado, tenía una gran cella con dos filas de columnas para el ídolo de madera o xoanon de la diosa, mientras que, por el otro lado, detrás de una antesala común, el santuario se dividía en dos Cámaras: una estaba destinada para el culto de Cécrops y otra para el de Erecteo.

Al regresar Temístocles con sus conciudadanos a Atenas, la Acrópolis no era más que un montón de ruinas. Las estatuas votivas que habían adornado las vías sacras cubrían el suelo mutiladas, como las esculturas de los edículos, y el Viejo Templo había sido arrasado por el bárbaro invasor. Tan absoluta sería su destrucción, que los atenienses no se sintieron con ánimos para reedificarlo. Se terraplenó otra vez la plataforma con los cascotes y restos de las construcciones anteriores y se echaron las bases de otro nuevo templo en una parte más alta del recinto, donde después tenía que levantarse el Partenón. El edificio proyectado por Temístocles debía tener cien pies de largo, y por esto se le llamó Hecatompedón; sus cimientos se han reconocido debajo de los cimientos del Partenón; su planta, algo más estrecha, tenía la disposición más alargada de los edificios dóricos arcaicos.

El Hecatompedón fue una construcción desgraciada. La iniciativa de Temístocles de abandonar el lugar santo, donde había estado el Viejo Templo, y de querer trasladar la venerada imagen de madera a otro sitio de la Acrópolis no fue recibida con agrado por la parte más conservadora y supersticiosa del pueblo de Atenas. Parece que después de Temístocles la construcción se suspendió por estas razones y que durante el gobierno reaccionario de Cimón se pensó seriamente en reedificar el Viejo Templo.

Sin embargo, el lugar escogido para el Hecatompedón tenía la ventaja de ser el más alto de la Acrópolis. Cuando, después del destierro de Cimón, Pericles asumió el gobierno absoluto de Atenas, la idea de reconstruir el Viejo Templo se abandonó optándose por el proyecto de Temístocles de cambiar el emplazamiento del templo de la diosa. Plutarco, al escribir la vida de Pericles, insiste repetidamente en su espíritu liberal y su educación filosófica, que le hacía despreciar augurios y supersticiones inaceptables por la razón.

Esto explica también que durante todo su gobierno hubiera siempre un partido contrario a las construcciones que, por disposición suya, se levantaban en la ciudad y en la misma Acrópolis, principalmente el Partenón.

Fragmento policromado de Tifón (Museo de la Acrópolis, Atenas). Este bello frontón del Viejo Templo esculpido hacia el año 590 a.C. introduce un universo fantástico, rico en mitos y fábulas. A él pertenece este fragmento del monstruo marino de tres cuerpos. Los ojos saltones y el elegante orden de la cabellera son típicamente áticos. Conserva restos de policromía: el rosado de la carne, el negro de las pupilas, el verde de los iris y el azul de los cabellos y las barbas, por lo que se los conoce con el divertido apodo de "Barba Azul".
Pericles quería que Atenas fuera la ciudad ideal, el emporio del pensamiento y del arte, la Grecia de la Grecia. Con inconcebible audacia se apoderó, para el embellecimiento de Atenas, del tesoro de la Liga, depositado en la isla de Delos, lugar escogido para guardarlo por ser considerado sagrado y neutral.

Este dinero se había reunido por suscripción pública para continuar la guerra contra los persas. Pericles no pudo justificar semejante golpe de Estado más que con el sofisma de decir que si Atenas gastaba aquella suma, también ella sola aseguraría la paz, y que, dándoles esta garantía, los aliados no tenían derecho a pedirle cuentas de cómo había invertido el tesoro.

Se comprende que este gesto dictatorial de Pericles tenía que enemistarle aún más con algunos de sus conciudadanos; pero en cambio, con sus recursos y trabajos emprendidos, hizo que se reunieran en Atenas los artistas principales de toda Grecia. Como intendente y director general de todas las obras, Pericles escogió a Fidias, un escultor que ya se había distinguido en trabajos anteriores.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La Atenas de Pericles



Busto de Pericles (Staatlischen Museen, Antikensamm-

lung, Berlín). Copia romana de un original griego en

mármol del siglo v a.C. Pericles tuvo la fortuna de na-

cer en el momento oportuno. Sus cualidades respon-

dían tan bien a las necesidades de su época, que la
historia ha dado su nombre al momento más glorioso
de la vida ateniense: la edad de Pericles es la Edad de
Oro de Atenas. De constitución delicada y débil, de
cráneo alargado -que disimulaba con el casco-, era un
alma fuerte, lógica y honrada. Su amor por la belleza
le hizo reunir en Atenas a los artistas más famosos de
su tiempo. 
Aunque nacido de una de las más ilustres familias de Atenas, Pericles desdeñaba igualmente a la aristocracia, orgullosa de sus riquezas, y al pueblo, que, ignorante, recelaba siempre de sus altas iniciativas. Se sostuvo en el gobierno sólo por la rígida austeridad de su vida, y pagó siempre con su persona en las guerras y en todas las dificultades nacionales. Atenas acabó por acostumbrarse a su genio superior y a compartir con él su gran pasión: el amor por la belleza.

Durante el mandato del estratega Efialtes como jefe del partido demócrata, Pericles fue en un principio su ayudante y más tarde lo sustituyó en el año 443 a.C., y en ese cargo se mantuvo siempre por elección popular de la Asamblea hasta su muerte en el 429 a.C., debida a la peste.

La economía ateniense se basaba sobre todo en el comercio marítimo, aunque también era importante la agricultura. Y la sociedad era un patriarcado en el que los hombres tenían todos los derechos y todas las ventajas y sólo ellos se beneficiaban del acceso a la educación y al poder. La mujer ateniense se dedicaba únicamente al cuidado del hogar; asimismo, existían las hetairas, mujeres que recibían una educación esmerada para satisfacer a los hombres con discursos más elaborados e intelectuales y que también procuraban favores de índole sexual. Una de las hetairas atenienses más famosas fue Aspasia, amante de Pericles, quien la defendió cuando los contrarios a su política la utilizaron como blanco de sus críticas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Fidias y el Partenón

Fidias había empezado como pintor en la escuela de Polignoto, donde había quedado su hermano o sobrino Panainos. Dudando de su vocación, se trasladó a Argos para aprender al lado del viejo maestro fundidor Ageladas, quien, en 470 a.C., se hallaba en el apogeo de su fama, y es tradición que de él habían aprendido ya Mirón y Policleto. Con todos estos cambios de disciplina artística, Fidias alcanzó gran habilidad en todas las técnicas; su espíritu se enriqueció con los recursos e invenciones de la escuela jónica pictórica de Polignoto y con la seriedad y ponderación dórica de los escultores de Argos. Poco se sabe de su juventud y de su vida, y los datos de su existencia tienen que recogerse, diseminados, como breves anécdotas intercaladas en los libros de carácter general.

Atenea (Museo Arqueológico Nacional,
Atenas). Llamada "de Varvakion", es
una copia romana de la Atenea Parthe-
nos - la doncella- , una de las escultu-
ras más hermosas de Fidias, obra co-
losal en marfil y oro, destinada a la cella
del Partenón para sustituir el viejo ídolo
de madera, que los atenienses se lleva-
ron como reliquia cuando Atenas hubo
de ser evacuada ante la invasión persa.
Según Pausanias, en el original de Fidias,
Atenea se apoyaba en un escudo y lleva-
ba en la diestra a la Victoria.
Su primera obra famosa, ejecutada por encargo de Cimón, entre los años 460 y 450 a.C., fue una escultura en bronce de proporciones gigantescas (alrededor de 9 m de altura), que se erigió en la Acrópolis, cerca de los Propileos. Es la Atenea Promakhos, es decir "la que combate en primera línea", y Plinio la llamó "la gran Minerva de bronce". Parte de su pedestal se ha preservado, pero no se conserva ninguna copia que ofrezca satisfactorias garantías de autenticidad.

La segunda gran obra fue otra imagen de Palas Atenea que entre 451 y 448 ejecutó por encargo de los atenienses que vivían en la isla de Lemnos. Estaba sobre un pedestal al aire libre en la Acrópolis de Atenas, y se la conocía con el nombre de la Lemnia. Era de bronce, de dimensiones poco mayores del natural, y pasaba por la más bella de las estatuas de Fidias. Los verdaderamente inteligentes, como Luciano, ponderaban esta escultura diciendo que la "obra" de Fidias era la Lemnia. Una estatua de la diosa del Museo de Dresde, a la cual se adaptaba exactamente una cabeza del Museo de Bolonia, fue reconocida por Furtwangler como una copia de la Lemnia, y hoy nadie duda de que la estatua bellísima de Dresde sea de Fidias joven.

Finalmente, la tercera Atenea de Fidias, en la misma Acrópolis de Atenas, era la gran Atenea de marfil y oro, la Parthenos (o Doncella), que debía sustituir al viejo ídolo de madera en el Partenón.

Fidias había concebido la estatua de la Atenea Parthenos como una obra que debía realizarse en mármol, pero el pueblo exigió que fuese de marfil y oro. Tenía en una mano a la Victoria, y con la otra se apoyaba sobre el escudo. De esta famosísima escultura sólo se poseen pequeñas copias de la época romana; las grandes estatuas de los santuarios, apenas accesibles, no se prestaban mucho a ser fielmente reproducidas por los copistas, ya que su imponente majestad desaparecía al disminuirse su tamaño. Una gema de Viena da idea de la cabeza de la Parthenos, con su casco de esfinge y el alto penacho.

Friso del Partenón, en Atenas, de Fidias (Museo Británico, Londres). Escena central del friso este del Partenón, esculpido y policromado por este escultor, máximo exponente de la escultura clásica del siglo V a.C. Representa la famosa procesión de las Panateneas, que se celebraba cada cuatro años. Como en todas las obras de este insigne escultor griego, las figuras se inscriben en un mundo de serena belleza.
Una parte del marfil y el oro de que estaba labrada la Parthenos desapareció del taller de Fidias, por lo cual se le acusó y condenó severamente, y, según han consignado Plutarco y Diodoro, el célebre artista murió en la prisión. Otra tradición, también antigua, suponía que Fidias pudo escapar de Atenas y que se refugió en Elis. Tuvo tiempo, antes del término de sus días, de labrar el Zeus, tan admirado, del gran santuario de Olimpia, también crisoelefantino, y del que sólo se conserva el recuerdo.

Lo que debió de acontecer realmente es que hacia el año 432 antes de Cristo, después de la construcción del Partenón, Fidias partió para el destierro, inculpado por los enemigos de Pericles. Hiriendo así al artista, querían ver sus enemigos cómo el pueblo acogería una acusación contra el propio dictador. Pericles tuvo que defenderse toda su vida 'de la superstición y la demagogia, e impotente, vio condenar sin razón a sus amigos. El retrato de Pericles, ejecutado por Crésilas, transparenta su carácter enérgico y un alma soñadora. Tenía el cráneo alargado, lo que disimulaba con el casco. Fidias, en cambio, en el escudo de la Parthenos se representó a sí mismo como un viejo todavía fuerte, pero calvo y de facciones duras.

Frontón del Partenón de Fidias (Museo Británico, Londres). Este bello grupo que decoró el frontón de la fachada oriental del Partenón, muestra las figuras de tres diosas: Hiestia, Dione y Afrodita. La  factura de todo el conjunto, al igual que el resto de la decoración escultórica del templo, estuvo dirigida por Fidias, que supo plasmar a la perfección los ideales del clasicismo. Su obra también se destaca por el empleo de la denominada técnica de los paños mojados, profusamente utilizada por él en todo el conjunto.
Pericles y Fidias transformaron a Atenas, de una ciudad secundaria que era, en la más hermosa de toda la cultura griega. Durante dos siglos, Atenas fue el alma de Grecia; su acción, iniciada a mediados del siglo V a.C., duró todo el siglo IV El Partenón, erigido sobre los cimientos del edificio de Temístocles, fue proyectado de nuevo por Ictinos y Calícrates, arquitectos al servicio de Pericles. Tenía ocho columnas en sus fachadas principales y diecisiete en las laterales. Una particularidad del Partenón es que la dependencia posterior a la gran cella, o sea el opistódomos, es relativamente grande. Se ha supuesto que, en un principio, se querrían instalar allí los servicios del culto de Cécrops y Erecteo, que en el Viejo Templo estaban reunidos con el de Atenea.

Exteriormente, el Partenón es de orden dórico. Cuando se construyó, el estilo tradicional dórico había llegado a la perfección. Las columnas, finamente alargadas, tienen un éntasis o ensanchamiento central que no excede de 17 centímetros, lo que, sin embargo, basta para quitarles la rigidez de la línea recta de sus aristas. Todo en el Partenón está calculado con minuciosa perspicacia para producir en el espectador efecto de maravillosa perfección. Todas las rectas horizontales se hacen ligeramente curvas, con el fin de destruir las desviaciones de la perspectiva. El edificio se construyó en doce años, del 448 al 437 a.C. La decoración escultórica no estaba aún terminada cuando se procesó a Fidias, por lo que sus discípulos tuvieron que terminar solos la obra por voluntad inquebrantable de Pericles. Con razón se ha supuesto que Fidias, originariamente un escultor formado en la práctica de la escultura destinada a ser fundida en bronce, realizó en arcilla o en yeso sus modelos para el Partenón, que después, bajo su dirección, realizaban en mármol pentélico sus ayudantes. La decoración (que se realizó entre los años 447 y 432) está repartida por la fachada, en las metopas y en los frontones; debajo del pórtico corre un friso sin triglifos, que se desarrolla sin interrupción.

Torso de la nereida Iris, en el frontón Oeste del Partenón (Museo Británico, Londres). El tratamiento de la tela pegada totalmente al cuerpo de la figura responde a la técnica de paños mojados empleada por Fidias.



El conjunto de esta decoración ha llegado matizadísimo hasta la actualidad. El templo se transformó durante la Edad Media en iglesia cristiana, y servía de polvorín cuando hizo explosión, al caer en él una granada durante el sitio de Atenas por los venecianos, en el año 1687. Al ocurrir la explosión, se abrió por los lados; las dos fachadas principales resultaron menos perjudicadas, pero se desplomaron muchas de las columnas de las fachadas laterales. Las esculturas que aún quedaban en el glorioso edificio tan maltratado se arrancaron a principios del siglo XIX con consentimiento del Gobierno turco, al ser adquiridas por lord Elgin, embajador británico cerca de la Sublime Puerta, y en 1816 se vendieron al Museo Británico. De los grupos escultóricos que decoraban los frontones quedan sólo unas pocas estatuas; su disposición en el propio lugar no se conocería si no fuera por las descripciones de los antiguos y los deficientes croquis que tuvo el capricho de dibujar un pintor francés que acompañó a un embajador de Luis XIV a Constantinopla en 1674, antes de que fuera volado el edificio por las bombas de los venecianos.

El frontón de la fachada occidental representaba la contienda de Atenea con Poseidón para adjudicarse el derecho de patronato de la ciudad. Ambos hieren con su arma el suelo de la Acrópolis: la diosa hace brotar de la roca el olivo, y el dios ofrece el caballo, don precioso, pero inferior según los atenienses al árbol que mana grosura. Como en los frontones de Olimpia, que representaban una escena que había tenido por teatro aquel mismo lugar, en el Partenón también se supone ocurrida aquella escena en la plataforma misma de la Acrópolis; por esto asisten a ella sus primeros habitantes semidivinos, Cécrops y Erecteo, con sus esposas e hijos.

Cabeza de caballo del carro de Selene, en el frontón Este
del Partenón (Museo Británico, Londres). Esculpida en el
extremo del frontón, Goethe la llamó "el caballo primige-
nio" por la fuerza y la sensación de prototipo.
Pausanias consigna que las esculturas del frontón oriental representaban el nacimiento milagroso de Atenea de la cabeza de Zeus. La misma escena, figura da en un tosco brocal de pozo antiguo del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, permite adivinar la posición de los personajes principales, que han desaparecido del Partenón. Las figuras de los ángulos son las únicas que se han conservado: las Horas y las Parcas, deidades que presiden el nacimiento y la muerte. La misma idea del nacer y el dejar de ser expresan los símbolos del Sol y de la Luna, con las cabezas de los caballos de sus carros que asomaban en los ángulos agudos del frontón. Los encabritados de Helios relinchan anunciando el día; los de Selene, la diosa nocturna; agachan pasivamente la cabeza; Atenea nacía en aquella hora de luz; así describen los escultores del Partenón el despertar de la aurora.

Los cuerpos desnudos son felizmente simplificados, pero sin llegar a ser formas puras, puesto que aquellos torsos de mármol viven y respiran. El cuerpo de la gran figura de Poseidón, mutilado, fragmentario, no es de un dios: es el prototipo masculino de la especie humana. Las dos figuras masculinas de los ángulos tienen los mismos caracteres de sobria ejecución, pero con algún ingenuo detalle restablecen su humanidad. Las estatuas femeninas van vestidas, pero se manifiesta sutilmente su personalidad hasta en los pliegues de las túnicas. Las Parcas, las fúnebres deidades del Hades, muestran adaptados al cuerpo los pliegues finísimos de sus ropajes transparentes; en cambio, en las vestiduras de Iris y de la Victoria, que habitan aquí en el suelo, se ven los pliegues izarse a impulsos del viento; mientras en las diosas olímpicas, como Hebe, la escanciadora de los inmortales, caen curvados los anchos planos de tela en que se posan el aire y los rayos del sol. En aquellas exquisitas esculturas, cada pedazo de mármol habla en seguida de todo el universo. Recuérdese que Fidias pudo y debió de tener frecuente contacto con Anaxágoras, el filósofo amigo de Pericles. La gran preocupación de Anaxágoras era, precisamente, el concierto físico del universo, el orden y el ritmo de torbellino de los accidentes cósmicos.

Teseo o Dionisos, en el frontón Oeste del Partenón (Museo de la Acrópolis, Atenas). Figura recostada de un joven procedente de este frontón, donde se representó la disputa de Atenea con Poseidón por el patronazgo del Ática.
Sólo dos cabezas se han conservado de las estatuas de los frontones del Partenón: una es la del joven recostado que se suele designar con el nombre de Teseo; la ogra, arrancada antes de que se hiciera la expoliación definitiva, es una cabeza femenina que se supone ser de la Victoria del frontón oriental. Ambas cabezas son de una simplicidad sublime, pero todavía bien humanas, ya que la forma no se estiliza: se idealiza, conservando lo que es eterno e inmortal en la faz de cada sexo. La misma idealización aparece en las cabezas de los caballos. Acaso se les podría reprochar únicamente una excesiva transfiguración, como cierta humanización de su tipo, pero así todo, serán siempre el ideal de su raza, el arquetipo del caballo, la idea pura de su forma que pedía Platón para las obras del artista.

Las esculturas de los frontones acaso se colocaron cuando ya Fidias estaba en el destierro; pero no cabe la menor duda que el maestro propuso el plan sublime de los dos conjuntos desde el principio de las obras, porque al construir el edificio ya se reforzaron interiormente con barras de hierro todos aquellos lugares donde debían apoyarse las figuras. En cambio, es probable que viera colocadas las metopas de las cuatro fachadas, un ciclo de 92 cuadros en alto relieve donde se representaban las luchas de los atenienses con los centauros, con las amazonas y, por fin, con los griegos bárbaros de Asia en la guerra de Troya. Siempre la misma preocupación: el eterno combate del orden humano con los monstruos y anormales.

Metopa 30 en el Partenón, Atenas (Museo Británico, Londres). En esta obra, de una serenidad totalmente clásica, el centauro, obedeciendo a su instinto, acaba de abatir a un lapita; aun así, su rostro es el de un hombre prudente y bondadoso. Podría ser el del centauro Quirón, maestro del joven Aquiles en el arte de cabalgar y tocar la lira.



En contraste con estas composiciones heroicas se desarrollaba bajo el gran pórtico un friso famoso, con una procesión en la que desfilaban todos los ciudadanos de Atenas, los cuales, representados en sus diversas categorías, acudían fielmente al santuario de la Acrópolis. Consistía en una ceremonia cívica que en la celebración de las Panateneas congregaba cada año a todo el pueblo de Atenas (y con mayor pompa cada cuatro años) para llevar un nuevo manto o peplo a la diosa. El antiguo ídolo de madera necesitaba que se le revistiera con un peplo de lana; después, la costumbre tradicional hizo sobre vivir la ceremonia, y el peplo se entregaba al sacerdote en la entrada del Partenón y quedaba suspendido todo el año en la cella, junto a la estatua de marfil y oro de Fidias. El friso, que da la vuelta a todo el edificio, tiene 160 metros de largo; está grabado en relieve plano y con figuras de la mitad del tamaño natural; hay, pues, espacio suficiente para tan larga comitiva. La novedad no está precisamente en el hecho de introducir una composición de la vida civil para la decoración de un templo, sino más bien en el naturalismo con que está representado cada grupo de ciudadanos. Desde los viejos con manto, las largas filas de muchachas y matronas, los jóvenes a caballo, los sacerdotes y burgueses hasta los aguadores, todos se dirigen hacia la fachada oriental donde estaba la entrada y tenía que entregarse el peplo a la diosa.
       
Es admirable la variedad de la composición en este friso; cada figura, sin desentonar del conjunto, tiene su gesto especial. Los jóvenes a caballo se mueven con ligereza diferente cada uno; las vírgenes avanzan acompasada y rítmicamente, pero sin monotonía; a veces, el pequeño detalle de un jinete que se apea para arreglar las bridas del caballo o de una muchacha que se compone el velo nos hace participar en la fiesta, cuando empezábamos a distraernos con el desfile de la procesión.

Combate con caballos. En el friso norte del Partenón, en Atenas (Museo Británico, Londres). Esta escena corresponde a la losa XLII del friso que representa a los guerreros en el fragor de la batalla.
Por una idea felicísima, en la parte del friso que corresponde al centro de la fachada se interrumpe el cortejo, y el espectador se ve trasladado súbitamente a las regiones del Olimpo. El grupo está formado por las figuras de las doce divinidades superiores, que se supone que desde lo alto asisten también a la ceremonia cívica. Estas figuras de las divinidades son obra de Fidias o, por lo menos, directamente inspiradas por él; además de su admirable belleza, son preciosas como ejemplo de la manera de representar a los personajes olímpicos en el relieve.

Otra de las últimas obras de Fidias, ejecutada ya en la vejez, muy probablemente después del proceso del escultor, era la famosísima estatua, también de marfil y oro, de Zeus del templo de Olimpia. De ésta se tienen aún menos datos que de la Atenea Parthenos, puesto que no se ha conservado ninguna copia. Sólo las monedas de Olimpia dan idea del tipo general; pero en varias cabezas de Zeus, de época posterior, todavía se encuentran ecos de la grandiosa belleza y revelación de poder que debía de percibirse al contemplar la estatua.

En estos últimos tiempos se ha ido haciendo mucha luz sobre el origen del grandioso estilo de Fidias, y se ve de modo bien claro que supo aprovecharse de las composiciones pictóricas de Polignoto y que quizá empleó sus invenciones adaptándolas a la escultura, lo que no minusvalora, en absoluto, su capacidad creadora. La creación en arte no consiste tan sólo en la invención de un asunto o modelo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Otras iniciativas de Pericles

De la época de Pericles son aún otras construcciones de Atenas, a saber: el llamado templo de Teseo o Teseion, el Teatro y el Odeón. Pericles había tenido en su juventud por maestro a Damón, un músico que disimulaba con esta habilidad su verdadera profesión de político liberal y filósofo. No es, pues, de extrañar que Pericles, el cual se proponía hacer de Atenas la ciudad ideal, se preocupara por la música. En La República de Platón, la vemos propuesta en primer término para la educación de los ciudadanos. El Odeón era un edificio cerrado de forma circular, con varios órdenes de columnas y asientos.

Cariátides, en el Erecteo, Acrópolis de Atenas. La aérea tribuna de las cariátides, sucesoras de las kórai de largas trenzas y manto plegado, es el contrapunto a la maciza horizontalidad del muro.
Las reedificaciones suntuosas no se limitaron a la ciudad, sino que también se efectuaron obras por toda el Ática. Pericles puso singular empeño en que el santuario extramuros de Eleusis se reconstruyese con gran magnificencia. Aquel lugar y el culto mismo de los misterios no despertarían la desconfianza de los demás griegos, y Eleusis podría ser el santuario común de toda la Hélade. El edificio de los misterios -obra de Corebus- tiene la planta cuadrada, con varias hileras de columnas.

Otra iniciativa de Pericles fue la reconstrucción del puerto del Pireo y su unión con la ciudad mediante una doble muralla. Teniendo que construir completamente de nuevo el barrio del Pireo, adoptó Pericles las teorías ultramodemas de un tratadista filósofo de Asia: Hipodamos de Mileto, quien había propuesto el plan de una ciudad ideal con la distribución de sus dependencias. En el Pireo, como en la colonia que Atenas fundó en Turi, cerca de Tarento, se proyectaron ya las calles según el sistema hipodámico; es decir, un cuadriculado con vías anchas y un reticulado de vías secundarias menores.

 Cariátide, en el Erecteo de Atenas. Aunque inmóvil, no transmite rigidez, sino elegancia en el gesto del cuerpo y en los pliegues de su vestidura.



En esta época debió de ser también inventado el capitel corintio, que después hubo de caracterizar un nuevo tipo de arquitectura. El capitel corintio es un cilindro acampanado, rodeado de tres filas de hojas de acanto. En los ángulos aparecen todavía unas volutas pequeñas, como reminiscencia del orden jónico, al cual pertenece todo el resto del edificio. Ictinos, el arquitecto del Partenón, empleó ya el capitel corintio, aunque con gran parsimonia, en un templo de estilo jónico que levantó en Figalia. No obstante, los escritores antiguos atribuyen su invención a un gran escultor llamado Calimaco. Una leyenda añadía que este artífice lo había inventado en Corinto; según ella, el artista se inspiró en una canastilla con flores y hojas de acanto dejada en la tumba de una joven por su nodriza, y aquel penacho de hojas y flores encima de la estela inspiró al escultor Calímaco la idea del nuevo capitel, que por eso se llamó corintio.

Templo de Hefaistos, en Atenas. También llamado Teseion, esta obra dórica fechada hacia el año 450 a.C. está sobre la pequeña colina que domina el Agora ateniense.
La leyenda siempre encierra algo de verdad. Calimaco trabajaba en Atenas a fines del siglo V a.C.; era escultor notable, pero parece que tenía placer especial y habilidad singular para obras decorativas. En el Erecteo se veía su gran lámpara de hojas de acanto que sobresalía del tejado. Nada, pues, tiene de particular que en el círculo de artistas del tiempo de Pericles naciera la idea de aprovechar estas formas vegetales para el coronamiento de la columna, y que Calimaco, el fundidor, diera al problema la feliz resolución del capitel llamado corintio. A partir de esta época, las hojas de acanto, con sus rizos ordenados simétricamente, se encuentran en casi todas las manifestaciones del arte decorativo griego.

Otra soberbia escultura ornamental, en la cual las decoraciones de los acantos se han empleado de la manera más feliz que imaginarse pueda, es la columna votiva encontrada en Delfos, que sostenía un grupo de tres danzantes jónicas, con el penacho en la cabeza, y cada una de ellas levantando con un brazo la airosa túnica y elevando el otro con gesto armonioso. Aun cuando no existe otro indicio que el estilo para atribuir a Calímaco la exquisita columna de Delfos, sabemos, sin embargo, por lo que nos cuenta Plinio, que Calimaco ejecutó un grupo de vírgenes danzantes para Esparta.

Ruinas del Telesterion en Eleusis. Restos de una sala de iniciación a los llamados misterios de Eleusis, uno de los mitos más antiguos de la antigua Grecia.
Simultáneamente con obras decorativas, la escultura siguió representando los tipos tradicionales de las kórai, muchachas vestidas, y de los kúroi, jóvenes atléticos llamados a menudo equivocadamente Apolos. Están interpretados con el estilo sereno y grandioso de la escuela de Fidias. Pero el tipo masculino, en general, evoluciona acaso menos que la estatua femenina; el joven atleta avanza los brazos ingenuamente, tiene los pies apoyados en el suelo, y, en el torso, las duras líneas del pecho y de la cadera recuerdan aún los esfuerzos de análisis anatómico de los dos siglos anteriores. Sólo las cabezas bellamente jóvenes de estos héroes o dioses tienen una expresión de paz y bienaventuranza casi afeminada.

Templo de Zeus en Olimpia. Construido por el arquitecto Libón de Eliade en el siglo v a.C., fue el mayor templo de todo el Peloponeso. Sólo contemplando los restos de los capiteles gigantescos derribados, es fácil hacerse una idea de lo espectacular que debió ser este edificio.
Es muy probable que esto sea debido a la intención de darles, como seres inmortales, un espíritu completamente ajeno de cuidados, de pasión, que les hace algo asexuados. Pero, además de estas formas tradicionales, los escultores de fines del siglo V se propusieron la resolución de otros temas de carácter heroico. Se comprende que el trágico mito de Níobe, madre infortunada que ve morir a sus hijos por las flechas de los dioses, debía de ser un asunto que se prestaba de manera especial para la escultura. Existen varias estatuas de Nióbidas agachados, que tratan de defenderse contra el terrible destino. Son la manifestación plástica de la fatalidad que embarga las obras de los poetas trágicos de Atenas de la generación de Fidias, que es la de Esquilo. Como esculturas reflejan la continuación del arte de Mirón, y se percibe en ellas el mismo interés por los movimientos instantáneos del Discóbolo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Acrópolis de Atenas



La Acrópolis de Atenas, situada en una colina alargada de 156 metros de altitud, es uno de los conjuntos más completos y majestuosos de la Antigüedad.

Fue en el siglo V a.C. cuando el recinto adquirió la monumentalidad arquitectónica de la que todavía se conservan abundantes vestigios.

Pericles, el director de las obras, utilizó el tesoro de los dioses y el producto de una de las minas de plata de Laurion, así como los recursos de la Liga de Delos para la creación de las construcciones de la nueva Acrópolis.

Se accedía a ella siguiendo el trazado de la antigua vía procesional, la Vía Sacra, que conducía al pequeño templo de Atenea Niké, y a la imponente fachada de los Propileos, los pórticos de entrada.

El santuario de Atenea Niké o Victoria Áptera fue erigido en unas dimensiones reducidas, pues sólo disponía de cella cuadrada. Comenzada en el 449-448 a.C., esta diminuta joya de cuatro columnas jónicas en cada una de las fachadas, recibió exquisita ornamentación escultórica. A pesar que gran parte se ha perdido, las conservadas demuestran la alta calidad del taller de Fidias.

Los Propileos, las puertas delanteras, fueron erigidos en mármol pentélico entre el 437 y 432 a.C. Construidos en estilo dórico devienen la obra maestra de la arquitectura clásica. El arquitecto encargado fue Menesicles, que aplicó en esta construcción las mismas técnicas y principios arquitectónicos que el Partenón. Precedido de una escalera monumental, y con dos alas laterales avanzadas con respecto al cuerpo central, constituye la vía de entrada.

Pasada la fachada interior de los Propileos, se accede a la explanada de la Acrópolis. Esta llanura presentaba una multitud de exvotos y ofrendas como las esculturas arcaicas que representan a kórai y kúroi. En este lugar se encontraba la estatua de bronce de Atenea Promakhos, obra de Fídias, transportada a Constantinopla por Justiniano y desaparecida allí en el saqueo de 1204.

Seguidamente, una sucesión de edificios acaba conformando el recinto sagrado: el templo de Artemisa, la Calcoteca, el Partenón, y el Erecteo. El santuario de Artemisa ha sido objeto de graves devastaciones y su reconstrucción es bastante difícil. También se aprecian los escasos restos de la Calcoteca, una estancia quizás compuesta por dos naves que, como su nombre indica, acogía los exvotos de bronce.

El Partenón, erigido por Calícrates e lctinos, es un templo de orden dórico de grandes dimensiones, con ocho columnas frontales y diecisiete en los lados laterales. Los constructores recurrieron a complicados cálculos matemáticos para dotar al edificio de una originalidad que ninguna otra construcción helénica pudo igualar. La compleja y rica decoración escultórica fue confiada a Fidias, que dirigió un taller de numerosos escultores.

El templo dedicado a la diosa Atenea y a Poseidón, más conocido como el Erecteo, se convirtió en prototipo del estilo jónico. Construido a partir del 421 su trabajo se prolongó hasta el 407 a.C. Su planta es más compleja, ya que aprovecha los desniveles del terreno con una estructura en terrazas.
  
Hoy los restos de las construcciones de la Acrópolis dan testimonio de la grandeza de la Atenas de Perieles. Un proyecto ambicioso que no pudo ver concluido, pues los trabajos se alargaron hasta el año 200 a.C.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El recinto de la Acrópolis


Además del Partenón, Pericles hizo levantar otras construcciones, tanto en el interior de la ciudad como en lo alto de la Acrópolis. La primera obra importante fue la de los Propileos, o entrada monumental, que forma como la fachada de todo el santuario por la parte del oeste, la única que da fácil acceso a la colina rocosa de la Acrópolis. De la dirección de la obra se encargó el arquitecto Menesicles, cuyo plan, excesivamente grandioso, se desarrolló sólo en parte.

Metopa del sur del Partenón, en Atenas. Aquí se representa la lucha entre los centauros y lapitas. En todo el conjunto trabajaron varios discípulos de Fidias. Los más jóvenes trataron el tema de esta famosa contienda con un sentimiento más libre y humano.
Friso de las Ergastinas Partenón, en Atenas (Musée du Louvre, París). Fragmento del enorme friso de 160 metros, que ofrece la noble imagen de las Ergastinas, hijas de las mejores familias atenienses, que tejían y bordaban el nuevo peplo para la diosa e iban a ofrecérselo en la procesión de las Panateneas.
Una reconstrucción ideal del conjunto de la Acrópolis muestra el valor decorativo de esta entrada monumental, con frontón en su cuerpo central y las dos alas avanzadas. Más tarde, en la época romana, se construyó la gran escalera de acceso y la puerta inferior, llamada en la actualidad puerta Beulé porque su descubrimiento, en 1840, se debió a los trabajos del arqueólogo francés Beulé.

Los arcontes (Museo Británico, Londres). Colocados de espaldas de espaldas, marcan el ritmo que las doncellas siguen por parejas, con paso menudo y recatado gesto. Todo el ideal de sereno equilibrio, de culto a la belleza sana y libre, se refleja en estas muchachas atenienses.
Tal como quedaron los Propileos, su construcción era asimétrica. Además del pasadizo entre columnas, tienen dos pequeñas alas desiguales: una, destinada a pinacoteca, se completó; la de la derecha quedó sólo en embrión. Las columnas de las fachadas son dóricas y sin ninguna decoración de escultura; las puertas de la Acrópolis tienen aún aquella magnífica severidad que se podía conseguir con el estilo dórico. Pero es curioso observar como las columnas del interior del pasadizo pertenecen ya al orden jónico; es un primer ejemplo de la combinación de los dos órdenes en un mismo edificio.

A un lado de los Propileos, en un bastión que se adelanta para defender la entrada, se construyó un pequeño templo de estilo jónico dedicado a la Victoria sin alas, o Nike Áptera. Con aquel monumento se quería confirmar sencillamente la aserción de que la Victoria ya no volaría ni se movería nunca más de Atenas. El templete de la Victoria sin alas tiene su friso decorado con escenas de la batalla de Platea, entre griegos y persas. Por lo tanto, los escultores de Atenas se habían familiarizado con los temas históricos, preferentemente con los asuntos tradicionales heroicos. El antepecho del bastión sobre el cual se levanta el templo se decoró con unos portentosos relieves de Victorias, en las cuales el estilo maravilloso de Fidias y su manera especial de dar importancia a los pliegues del ropaje finísimo de lana revelan la belleza humana como en las estatuas del Partenón: una de las Victorias se adelanta para subir al carro, otra levanta el pie para atarse la sandalia, y su bello cuerpo, hoy en día decapitado, se inclina con admirable suavidad de forma femenina, transparentándose bajo el manto sutilísimo. 

Jóvenes jinetes (Museo Británico, Londres). Las doncellas caminan lentamente mientras los jóvenes presumen montados en encabritados corceles. Toda la vitalidad griega está en los frisos del Partenón.
Todavía más tarde, muertos ya Pericles y Fidias, tenía que levantarse en la Acrópolis un último edificio para completar aquel conjunto maravilloso. El motivo fue, seguramente, para recoger los viejos cultos, que con la construcción del Partenón habían quedado sin santuario. En el lugar venerable del Viejo Templo se veían aún las señales del tridente de Poseidón y de la lanza de Atenea, y se tenía que desagraviar a Cécrops y Erecteo, héroes desdeñados, en apariencia, impíamente, a consecuencia de la construcción del gran templo a Atenea. Para todas estas devociones se construyó el templo llamado Erecteo, que se levantaba cerca del lugar donde había estado el Viejo Templo.

Hidróforos, en el Partenón (Museo Nacional de Atenas). El Partenón se inauguró en el año 438 a.C., con la gran procesión en que todo el pueblo de Atenas llevaba en comitiva el nuevo peplo anual a la diosa protectora de la ciudad. Los bajorrelieves del Partenón, donde se plasma el imponente cortejo, no son sólo una muestra impresionante de la gran escultura clásica, sino también una preciosa fuente de conocimientos sobre el ritual, el atuendo y la actitud del pueblo. Como en un filme se ve avanzar a los que preparan los caballos, a los hidróforos (portadores de hidrias), a los músicos con la lira y la doble flauta, a los ancianos con ramas de olivo, a los metecos con bandejas de pastelillos de miel.
Poseidón, Apolo y Artemisa en el Partenón (Museo de la Acrópolis, Atenas). Sentados en sus tronos, los dioses asisten a la procesión de las Panateneas desde un plano superior al de los mortales, que no pueden verlos. Fidias parece haber abierto sin esfuerzo las puertas del Olimpo al convocarlos en la ciudadela sagrada, pero su respeto hacia los olímpicos le ha hecho detenerse aquí. Las posturas de los dioses son apáticas, indolentes. En el detalle del friso que representa a Apolo, los dos primeros conversan lánguidamente, mientras Artemisa, envuelta en su fino peplo, dirige su plácida mirada hacia otra parte.
El Erecteo fue edificado entre 421 y 407 a.C., en mármol pentélico y puro estilo jónico, el nacional de Atenas, y su distribución y funciones constituían un verdadero enigma antes de las excavaciones. El Erecteo es un santuario triple. En una parte está la cella, destinada a cobijar las divinas marcas dejadas por el tridente y la lanza en la roca; en la otra, las dos cámaras del culto de Cécrops y Erecteo. A un lado, como única innovación, hay una tribuna graciosísima sostenida por seis cariátides, en forma de figuras de muchacha. Esta tribuna está dedicada a Pandrosia, hija de Cécrops. El empleo de la figura humana como soporte vertical es bastante frecuente en el arte griego jónico (como, por ejemplo, en la puerta del Tesoro de Cnido, en Delfos), pero no llega a ser artísticamente satisfactorio hasta que se utiliza en aquellas figuras de la Acrópolis de Atenas. Las cariátides del Erecteo aparecen inmóviles, pero no rígidas; sin doblarse por el peso, no dan tampoco impresión de insensibilidad; descansan sobre una pierna y juntan los brazos al cuerpo para aumentar la sección del soporte.

Acrópolis de Atenas. El más importante recinto sagrado en la Grecia de Pericles, sigue conmoviendo por ese algo inaprensible que está en la base de toda auténtica belleza; a la que, en arquitectura, no es en modo alguno ajena la funcionalidad y adaptación al terreno. La Puerta Beulé abre el acceso al recinto dando inicio a la escalera que lleva a los impresionantes Propileos, primer monumento que conjuga elementos dóricos y jónicos, obra de Menesicles (hacia 437 a.C.).
El conjunto de cuerpos y pórticos del Erecteo contrasta con la masa dórica del Partenón. Atravesados los Propileos, después de haber encontrado la gran Atenea de bronce, la Vía Sacra de la Acrópolis pasaba por delante del Erecteo. El Partenón, que se encontraba algo más lejano, no podía aplastar con su masa este edificio menor. Tenía que seguirse aún andando a todo lo largo de la fachada lateral del Partenón para llegar a la entrada del templo, que quedaba detrás, mirando a Oriente.

Templo Nike Aptera, Acrópolis de Atenas. Sobre el bastión oriental que defendía la entrada de la Acrópolis se construyó, hacia el año 420 a.C., este pequeño templo también llamado Victoria sin alas (una tradición lo atribuye a que le fueron robadas porque eran de oro), verdadera joya del arte jónico en mármol pentélico. Reconstruido en 1835, sobre la estricta sencillez arquitectónica -dos pórticos de cuatro columnas rodean la cella- se desliza una refinada decoración: escenas de combates en alto relieve recuerdan, en el friso, la victoria de Platea.
Nike desatándose una sandalia (Museo de la Acrópolis, Atenas). Una balaustrada de mármol ceñía el templo; su decoración es todo un himno de triunfo: ante Atenea sentada, las nikái alzaban trofeos o se aprestaban a los ritos propiciatorios. Una de ellas es la hermosísima Nike, cuyo gracioso gesto se inscribe en dos grandes círculos que encauzan sabiamente el ritmo redondeado de la composición.
Erecteo, Acrópolis de Atenas. Templo diseñado por el arquitecto Filoctetes, quien resolvió con elegancia la doble dificultad del terreno y la compleja exigencia de conciliar antiguos y nuevos cultos en un mismo recinto.
El contraste entre el Erecteo y el Partenón no consiste única y exclusivamente en su masa, sino también en su estilo: el Partenón es una construcción de formas severas, de molduras simples y casi siempre rectas; en cambio, el Erecteo es un prodigio de delicadeza, cuyas ligeras molduras superpuestas constituyen los más graciosos elementos de la arquitectura griega. El Erecteo estaba policromado, como todos los templos griegos. Por una inscripción que se ha conservado, con las cuentas de la obra del edificio, se sabe lo que se gastó en color y sobre todo en oro, el cual debía de hacer destacar los filetes y rosarios de las molduras sobre el fino mármol en que están labrados.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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