Punto al Arte: Durero Alberto
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Alberto Durero (1471-1528)


Durero, Alberto, o Durer, Albrecht (Nuremberg, 21 de mayo de 1471 - 6 de abril de 1528) Pintor y grabador alemán. Máximo representante del Renacimiento en Alemania. Su padre, el orfebre Albrecht el Viejo, le colocó como aprendiz en el taller de Wolgemut, un grabador y pintor de Nuremberg, su ciudad natal, junto al que aprendió las técnicas del grabado en madera (xilografía) y en metal, y también de la pintura. En 1490 realizó un viaje por Alemania, Alsacia y Lorena; en Colmar, Basilea y Estrasburgo permaneció largas temporadas para aprender las técnicas de ilustración de libros con grabados. En 1494 viajó a Italia (Venecia, especialmente) y a su regreso, impregnado de la claridad y el orden mediterráneos, tan lejanos del patetismo gótico y la frialdad nórdicas, pintó numerosas "y vívidas acuarelas con los bellos paisajes que había conocido; más tarde, usaría también la misma técnica para plasmar su amor por la naturaleza, animales y plantas: liebre, cangrejo, langosta, hierbas y flores, representados con gran precisión y detalle. De nuevo en Nuremberg, y bajo la protección del elector de Sajonia, alcanzo gran fama, gracias a sus retratos de burgueses y nobles y, sobre todo, a sus Autorretratos (1493, Museo del Louvre; 1498, Museo del Prado; 1504, Pinacoteca de Munich). En esta época pintó La Adoración de los Magos (Uffizi) y el Retablo Paumgartner (Munich). Paralelamente practicaba la xilografía (Casa de baños para hombres, 1497) y el grabado (El hijo prodigo, 1498); ese mismo ano imprimió el Apocalipsis, en forma de libro editado por el mismo, con 15 ilustraciones magistrales (Los cuatro jinetes del Apocalipsis), así como La Vida de La Virgen.

En 1505 viajó de nuevo a Venecia, donde se relacionó con los grandes eruditos y artistas (en especial Bellini) y conoció La obra de Leonardo. Pintó entonces varias obras de clara influencia veneciana (Madonna del Verderón, Berlín; Jesús entre los doctores, Lugano). Al regresar a Nuremberg se dedicó a perfeccionar y estudiar las técnicas del grabado al modo italiano, logrando una impresión de claroscuro que producía el efecto de tonos intermedios (La gran Pasión, 1511) y sus mas celebres grabados (EI caballero, La muerte y el diabloSan Jerónimo en su estudio y La Melancolía). De esta época son sus dos lienzos Adán y Eva (Prado), desnudos típicamente renacentistas, y La Adoración de La Trinidad (Viena).

Entre 1524 y 1526 realizo numerosos retratos al oleo de personajes de fuerte personalidad y también grabados (Erasmo, Melanchton, Pitckheimer); sin embargo, La obra más impresionante de esta última etapa de su vida es, sin duda, sus Cuatro Apóstoles de La Pinacoteca de Munich, impregnados de una majestuosa gravedad.

El maestro Durero

 Los documentos que se conservan sobre Alberto Durero (en alemán: Albrecht Dürer) son la Crónica Familiar, que incluso contiene algunas anotaciones de su padre con información sobre la historia de su familia, algunas copias de su diario de viaje por los Países Bajos, una hoja original de su “Libro de recuerdos”, numerosas notas manuscritas y un fragmento de su testamento.

Sus antepasados, probablemente de origen alemán, procedían de Ajtós, un pueblecito situado cerca de Guyla en Hungría. Ajtós significa puerta, que en alemán es Türe; por tanto, Thürer quiere decir: el que viene de Ajtós. Del padre de Durero, Alberto el Viejo, se tiene la primera noticia en Nuremberg el año 1444; antes había estado en los Países Bajos en viaje de estudios. En 1467 logró la ciudadanía de Nuremberg y se casó con Bárbara, hija del orfebre Jerónimo Holper; en el año 1468 obtuvo el diploma de maestro orfebre. De esta unión nacieron dieciocho hijos, siendo el tercero Alberto Durero, que nació el 21 de mayo de 1471. Como su padre y abuelo, aprendió el oficio de orfebre; su padre fue su maestro y toda su obra llevará el sello de este primer aprendizaje.

⇦ Mein Agnes, de Alberto Durero (Museo Albertina, Viena) Entre los centenares de dibujos preparatorios que hizo Durero a lo largo de su vida se conserva uno de los escasos retratos que dedicó a su esposa poco después de la boda. Casi todos sus dibujos eran retratos acabados y ofrecidos a sus modelos como meros ejercicios técnicos, una herramienta previa que servía como boceto para adelantar el pago de los encargos. Generalmente retrataba el busto del personaje sobre fondos no saturados y dejaba un amplio espacio bien visible para la firma, la fecha y la dedicatoria. 



Por deseo propio, ingresa el 30 de noviembre de 1486 en el taller del pintor Michael Wolgemut, vecino de la familia de Durero, en calidad de aprendiz. Era Wolgemut en aquel entonces el pintor de más fama de la ciudad, y en su taller, que se convirtió en un centro de actividades muy influyentes en Nuremberg, trabajaban numerosos colaboradores. Practicaba un estilo sobrio y narrativo, naturalista en los detalles, con un concepto realista del espacio que acusaba la influencia de la pintura de los primitivos flamencos.

En relación con el taller de Wolgemut empezó entonces una amplia actividad gráfica el editor e impresor Antón Koberger. Entre otras obras imprimió las planchas en madera para un “Tasionark” en prosa (1491) y la famosa Crónica Mundial de Schedel, el libro con la más rica ilustración del gótico tardío alemán, a base de grabados en madera. Es muy posible que colaborara el joven aprendiz en ambas obras, ya que Antón Koberger era padrino de bautismo de Durero y tal vez tuviera un interés especial en ello.

Maximiliano I, emperador de Alemania de Alberto Durero

Aunque Durero estuvo al servicio del emperador, só-
lo tuvo ocasión de retratarlo directamente cuando, du-
rante la Dieta de Augsburgo, posó ex profeso para él 
y pudo dibujarlo al carbón. Este retrato del Emperador 
Maximiliano I (Kunsthistorisches Museum, Viena), que 
tiene entre las manos la granada, símbolo de unión en-
tre los pueblos, se considera el mejor de los dos que 
realizó. El mentón autoritario y la sobriedad del traje 
son atributos inconfundibles del "último de los caba-
lleros".
Maximiliano I era hijo de Federico III y se convirtió en el gobernante de un imperio que él habría de hacer mucho más grande e importante. Incluso mucho antes de ascender al trono, su matrimonio con María de Borgoña le permitió gobernar los territorios que regentaba su esposa. Ya en 1493, tras la muerte de su padre, se convirtió en emperador, Maximilano I, y sus esfuerzos se concentrarán en dos frentes.

Quizás el más importante de ellos sea su denodada política por ampliar los límites del imperio. Efectivamente, Maximiliano quería recuperar el esplendor del mismo y para ello optó preferentemente por una hábil política de matrimonios. Por ejemplo, su mismo matrimonio con María de Borgoña tenía esta finalidad, y nuevos pactos matrimoniales le otorgaron poder en Bohemia y en Hungría.

A pesar de que durante su gobierno hubo de ver el inicio de la decadencia de su imperio, pues numerosos territorios reclamaron y consiguieron la independencia, como, por ejemplo, la confederación de Suiza en el año 1499, peor resultado obtuvo en el segundo de sus frentes: la reforma interna. La intención de Maximiliano era crear un estado eficaz y para ello promulgó diversas Dietas, o medidas centralizadoras, y creó un consejo permanente de regencia para asegurar la unidad imperial en tiempos de crisis. Pero estas medidas nunca llegaron a buen puerto pues con ellas Maximiliano pretendía algo que se antojaba imposible: la cohesión de un vasto imperio que aglutinaba demasiados pueblos y sensibilidades.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El caballero la muerte y el Demonio de Alberto Durero


Entre 1513 y 1514, Alberto Durero casi abandonó su actividad artística; pero de aquellos años ha llegado este magnífico grabado de El Caballero, la Muerte y el Demonio (Ritter, Tod und Teufel).

La obra ilustra la vida del cristiano en el mundo práctico de la decisión y la acción. Durero hace alusión a un libro de Erasmo de Rotterdam titulado Enchiridion militis christianis (“Manual del Caballero Cristiano”), publicado por primera vez en 1504. El camino de la virtud es largo y lúgubre, por lo que el caballero ha de estar lúcido, sereno y fuerte, para esquivar los peligros y las tentaciones que le puedan acechar. Esto es precisamente lo que el maestro alemán expresa en su grabado.

En Durero, los adversarios del caballero no parecen reales y han de ser ignorados. En la escena vemos al principal protagonista, con rostro firme y revestido con armadura, lanza y espada, acompañado de su perro que atraviesa calmadamente un siniestro valle de rocas y árboles desnudos. En este viaje, que tiene como meta un imponente castillo que se divisa al fondo y que sin duda es la única visión agradable de toda la composición, surgen de entre las sombras personajes fantasmagóricos, a los que el caballero pasa sin verlos, manteniendo los ojos fijos en adelante y sin espantarse.

Las dos figuras monstruosas que le acompañan son la Muerte y el Demonio. La Muerte, como un cadáver en descomposición y coronada de serpientes que se retuercen, le asalta montada en un caballo descarnado. Esta figura, de clara inspiración tardomedieval, va vestida de blanco y tiende un reloj, cuya arena se ha filtrado hasta la mitad, alegoría de como la muerte llega pero no es inminente. Entre tanto, un demonio repugnante, con hocico de puerco, sonríe en una macabra mueca, blandiendo su pica. Con aire decidido y una sonrisa en los labios, el caballero prosigue tranquilo, indiferente, ante sus dos espantosas escoltas. Todo tiene un ambiente terrorífico, además la calavera depositada en el ángulo inferior izquierda, refuerza lo tenebroso de la escena.

El caballo monumental, basado en los estudios de Leonardo para el monumento a Francisco Sforza, va con paso mesurado y sin azararse, al igual que el perro de caza. Lo mismo que el hombre vestido de armadura personifica la fe cristiana, el canino denota tres virtudes: celo incansable, saber y razonamiento veraz.

La cabeza y cola del caballo están adornadas con ramos de hojas de roble, mientras que la lanza con una cola de zorro, signos que sugieren el retorno de una cacería.

El camino de la virtud parece largo y lúgubre, por lo que la dignidad del Jinete exige que para vencer a las tentaciones, ignore completamente sus manifestaciones. Se trata de una caza mística que conducirá al “Caballero de Cristo” por senderos abruptos hasta el castillo que se yergue a lo lejos, sobre las cumbres. Durero representa al soldado de Cristo, no obstante ha habido otras interpres-taciones: el caballero sería Savonarola o un vándalo, cómplice y víctima de la muerte y el diablo.

El grabado en buril sobre cobre, con una iconografía compleja sobrecargada de significados, es de una ejecución meticulosa. Además, en la imagen se estrena un nuevo monograma del artista, en el mismo lugar de siempre: una “S”, abreviatura de la palabra “Salus”.

Realizado hacia 1513, de aproximadamente 246 x 190 cm, se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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