Punto al Arte: 03 El arte románico en España
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El arte románico en España

Para recorrer la difusión del arte románico en España, en primer lugar, se deben atender a las dos vías de entrada que éste "empleó" para establecerse en los territorios durante los siglos X y XI eran el escenario de las batallas de la Reconquista. De este modo, una vía de introducción es el Camino de Santiago, que se convirtió en un factor decisivo para que España recibiera, asimismo, la influencia de las nuevas corrientes de pensamiento europeas. La segunda puerta de entrada de Cataluña, que cuando el arte románico empezaba a penetrar en la citada región, es decir, a partir del años 1000, acreditaba una arquitectura de fuerte influencia carolingia y, en menor medida, mozárabe. 

Crucifijo de Don Fernando y
Doña Sancha
(Museo Arque-
ológico Nacional, Madrid).
Pieza donada por los monarcas.

Por otro lado, a pesar de que ha sido posible reconstruir la evolución de la arquitectura románica en España, no ocurre lo mismo en el caso de la escultura, cuyos orígenes no están totalmente establecidos. Precisamente, es en España y Francia donde se encuentran las muestras más interesantes de la escultura románica, que siempre estuvo en función de las necesidades arquitectónicas de los templos. La pintura románica fue un medio de transmitir los misterios de la fe a una población analfabeta, de ahí la capacidad expresiva de los frescos que, al igual que la escultura, tenían un propósito educativo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las vías de penetración del estilo: el camino de Santiago


El espíritu de lo que se ha denominado arte románico se difundió con rapidez por todo el occidente de Europa, desde mediados del siglo XI. Respondía a un anhelo religioso y cultural que era profundamente unitario, y cuya intensidad la revela el mismo gran despliegue internacional que alcanzó el nuevo estilo en seguida; pero no fue una innovación artística que no admitiera variedades. Si al penetrar en España pudo adquirir ciertos particularismos, ello fue debido, no sólo a que los territorios peninsulares -empeñados en una absorbente empresa de repoblación y reconquista- se hallasen en condiciones político-sociales que diferían, sino también a los modos diversos como se verificó su penetración.

Una vía fue la de Cataluña, donde el románico se sobrepuso a una anterior arquitectura de trazas carolingias. Otra penetración se verificó a través del primer núcleo pirenaico aragonés. Finalmente, cruzando Navarra, se encaminó por Castilla a León, y hacia el noroeste de la Península, hacia su finis terrae, a impulsos de la fama europea de que gozaba el sepulcro del apóstol San Jaime, San Yago, que la piedad popular situó en Galicia.


Arca de las Reliquias (Colegiata de San Isidoro, León). Pieza donada por los reyes Fernando y Sancha que, junto con el crucifijo, constituye uno de los primeros testimonios de la penetración de la plástica románica en los reinos de Castilla y León en el siglo XI.  

La implantación del estilo románico en León fue favorecida por la entrada de la nueva dinastía de Sancho el Fuerte de Navarra, que sucedió en el país a la antigua asturiano-leonesa. A los reyes don Fernando I y doña Sancha, su esposa, y a sus inmediatos sucesores, continuadores de la magnífica actividad suntuaria de la antigua dinastía asturiana, que tantas joyas importantes había dejado en Oviedo, se deben objetos de arte aplicado famosos, especialmente el bello crucifijo en marfil en cuya base consta que fue donado por aquellos reyes, el Arca de las Reliquias, otro importante crucifijo conservado hoy en León, amén de lujosos ejemplares de orfebrería religiosa.

Aquellos reyes impulsaron, junto a su corte, un taller de eboraria que produjo magníficos ejemplares, y completaron asimismo, a mediados del siglo XI, la reedificación del templo leonés dedicado a San Juan Bautista y San Pelayo de Córdoba, iniciado por Alfonso V, para que tuviera el rango de monasterio real y de enterramiento de la dinastía. El imponente edificio tiene, en su parte norte, su famosa cripta, ideada a modo de nártex y destinada a panteón real, con gruesas columnas y pilares, y sólidas bóvedas bajas. Sobre estos antecedentes prosiguió desde 1072, bajo doña Urraca, la edificación de la gran basílica aneja, que dio la pauta al románico leonés posterior.

Monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos. No se halla situado en la ruta de Santiago, sino en una solitaria zona al sudeste de Burgos. Su claustro, construido entre finales del siglo XI y el siglo XII, es una de las joyas del románico hispano por sus relieves y capiteles de complejas composiciones y por la técnica escultórica, excepcional en su época.

No hay dudas respecto al papel decisivo que ejercieron en todo eso las peregrinaciones a Galicia, que, por la calzada francígena, seguían la ruta antes indicada. La catedral misma de Santiago nació, por supuesto, al amparo de estas peregrinaciones, y lleva la marca de su espíritu internacional. Fue reedificada varias veces durante el período románico, y es difícil, por no decir imposible, precisar de qué estilo fueron las iglesias anteriores a la actual. La primera, del tiempo de Alfonso el Casto, acaso fuera un monumento de gran simplicidad, abovedado como los de Oviedo. La segunda iglesia, del reinado de Alfonso el Magno, pudo ser ya de estilo mozárabe, aunque no hay constancia. Después probablemente fue reedificada dos veces, siempre con mayor suntuosidad, en el período románico. La razzia de Almanzor, realizada en 997, debió de exigir una reparación antes de la construcción de la iglesia románica actual. Se construyó entre los años 1075 y 1124, y es evidente que para su planta se tuvieron en cuenta modelos franceses.

Hasta es posible que de allende los Pirineos llegaran los arquitectos Roberto y Bernardo, aunque este último podría identificarse con Bernardo Gutiérrez, tesorero del obispo Diego Gelmírez, que impulsaba la construcción a principios del siglo XII, porque Gutiérrez había dirigido las obras de un acueducto. Los documentos mencionan, además, que Roberto y Bernardo disponían de cincuenta canteros o alhamíes. En pocos años construyeron una iglesia que a su vez inspiró muchos edificios en España y hasta en Francia. La gran iglesia de San Saturnino de Toulouse es muy parecida en disposición y estructura al santuario de Compostela, y es algo posterior. Tiene cinco naves, mientras que la de Santiago sólo tres.

La última piedra se colocó en 1122 o 1124, pero el cierre de la portada occidental data de 1128, y la catedral no se consagraría definitivamente hasta mucho más tarde, en el 1211.

Colegiata de Santa María la Mayor, en Toro (Zamora). Fechada entre los siglos XII y XIII, es indiscutible el carácter oriental de la torre, que recuerda ciertos modelos sicilianos y que sirvió de pauta a la famosa Torre del Gallo de la catedral Vieja de Salamanca, mucho más esbelta y labrada.

Su planta de cruz latina se compone de tres naves, con cabecera que contiene la capilla central, semicircular, reseguida por girola. Su alzado destaca por la esbeltez de proporciones; las bóvedas son de cañón en la nave central y de arista en las laterales y su mayor novedad constructiva, impuesta por la enorme y continua afluencia de peregrinos visitantes, la ofrece el triforio que corre sobre las naves centrales y la girola, dando así vuelta a todo el templo. Es un edificio que no revela titubeos respecto a los problemas que presentara su edificación. Sus antecedentes son San Hilario de Poitiers, San Marcial de Limoges y Saint-Benoît-sur-Loire.

A través de los comentarios de un peregrino francés, Aymeric Picaud, el Codex Calixtinus (hacia 1140), da los nombres de los maestros constructores. El primero, Bernardo el Viejo, es el que tenía a su servicio 50 canteros. El maestro Esteban dirigió la obra entre 1101 y 1127, en que abandonó Santiago para ir a dirigir la catedral de Pamplona; quizá fuese hijo suyo su sucesor, Bernardo el Joven.

No sólo en tierras leonesas, sino también en Castilla, abundan las iglesias derivadas de la basílica de Santiago. Son edificios macizos, de gran nobleza de formas, a menudo con profuso adorno esculpido y con pórticos laterales. En el crucero, las bóvedas son de arista, o tienen cúpulas que generalmente una torre octogonal disimula. Tan sólo la catedral vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro y la catedral de Zamora tienen cúpulas extradosadas, de airosa silueta. Al objeto de enlazar su forma en el crucero de las naves, estas cúpulas están flanqueadas de torrecillas, que en realidad les sirven de contrafuertes.

La catedral de Zamora constituye un caso excepcional en el románico de España. Comenzada el año 1151, se terminó en 1174 y la construyó, sin duda alguna, un maestro extranjero. Lo genial de su talento aparece, precisamente, en la sabia disposición que supo dar a su cúpula, a modo de linterna que en el crucero del templo cabalga sobre pechinas. Era una solución típica de la arquitectura bizantina: sobre las pechinas se aplica el tambor con serie circular de ventanas seguidas. Tal carácter de orientalismo trasciende a la decoración exterior de la cúpula, con sus cuatro torrecillas y los pequeños y agudos frontones intercalados entre ellas; los cupulinos bulbiformes que coronan esas pequeñas torres acaban de subrayar el efecto de intenso orientalismo que alienta en todo ello.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La escultura en las vías de penetración


Más misterioso es el origen y evolución en España de los estilos de escultura románica, relacionados también con los de Francia. Mucho se ha debatido acerca de la prioridad de fechas para los monumentos más conspicuos de la escultura románica castellana, y esta prioridad supondría que las estupendas obras de la escultura románica francesa serían resultado de haber recibido la inspiración, las formas y acaso también los artistas de la Península.

⇦ Cabeza de Cristo, en el monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). Detalle del relieve del Descendimiento, que corrobora la existencia de un escultor extraordinario.



Tal suposición ha provocado una querella arqueológica que podría recibir el nombre de “disputa de la escultura de la peregrinación”, porque los monumentos más notables decorados con piezas de escultura románica se hallan en la ruta que seguían los peregrinos franceses para ir a España y, una vez aquí, para llegar a Compostela. Es la calzada francígena, cuyas huellas pueden descubrirse en Castilla y León en sus empedrados y sus puentes, pero además en las hospederías y monasterios que había en cada etapa de la marcha. En ellos se encuentran las esculturas causantes del debate.


Uno de los más importantes núcleos de esta escultura de peregrinación son la serie de capiteles y principales relieves de la parte más antigua del claustro de Santo Domingo de Silos (Burgos), que fue construida entre 1085 y 1100. Nada semejante, en espiritualizada belleza románica, se había producido en Francia por aquellas fechas como las escenas desprovistas de todo frívolo detalle que se reproducen en estos bellísimos paneles que representan la Duda de Santo Tomás, la Aparición de Jesús a los discípulos de Emaús, la Deposición de la Cruz, las Marías ante el Sepulcro, Pentecostés y la Ascensión del Señor. Estos grandes paneles en bajo relieve se hallan dispuestos a pares, en la esquina interior de cada dos crujías. A cada uno le enmarca un sencillo arco sostenido por dos finísimas columnas capiteladas, y encima el anónimo autor desplegó una suave fantasía, en finas alusiones religioso-caballerescas. Ninguna otra obra se puede señalar de esa mano en lo románico español.

Castillo de Loarre, en Huesca. Situado sobre un peñasco, es el castillo fortificado más antiguo de España y el que mejor conserva su primitiva estructura románica (siglo XI). Alberga en su interior una iglesia muy notable dedicada a San Pedro. El castillo aún conserva la muralla casi completa con los torreones semicirculares de defensa.

Otros jalones de este importante proceso escultórico son los capiteles, exquisitos, de San Martín de Frómista, y los relieves y otros elementos esculpidos en la puerta meridional de San Isidoro de León, así como el expresivo tímpano de la meridional del crucero del mismo templo leonés, que ofrece analogías con los mejores capiteles de la catedral de Jaca, y es sin duda de la mano del mismo artista que labró (si no todo) la mayor parte de lo esculpido en la Puerta de las Platerías, de la catedral de Santiago.

Este es, en verdad, un monumento capital de esa escultura “de peregrinación”, que con tal exuberancia floreció a lo largo de la ruta seguida por los peregrinos que iban a Compostela. Se terminó, según consta en su fachada, en 1103, bajo Alfonso VI (que murió en 1109), y este dato es precisamente lo que plantea, por comparación con las labras de la Puerta Miégeville, de Toulouse, la tan debatida cuestión de la primacía de esas esculturas respecto de las languedocianas. Este monumental conjunto decorativo está descrito en la Guía de los Peregrinos, redactada antes del año 1140. Es una puerta doble, y en ella se han empleado relieves procedentes de dos portales de la misma forma que el actual; probablemente es lo que pudo salvarse de un incendio; algunos de los fragmentos parecen haberse cuarteado por la acción del fuego.

Tímpano izquierdo de la Puerta de las Platerías, en la catedral de Santiago de Compostela. Realizada por el maestro Mateo en el siglo XII, los relieves historiados representan la tentación de Cristo en el desierto y una leyenda de origen templario que muestra a una doncella semidesnuda llevando una calavera en el regazo.

Pero ensartados con el mayor desorden, puestos algunos de lado en lugar de estar derechos, incoherentes y mal recompuestos, los elementos decorativos, uno por uno, de la Puerta de las Platerías son grandes obras maestras. Procedían no sólo de dos diferentes portales, sino que en su labra intervinieron distintos maestros. Algunos son excelentes. ¡Qué tremenda personalidad, por ejemplo, en cada una de las figuras de Adán y el rey David! Si los escultores fueron franceses debieron contagiarse de hispanismo. En cambio, otros parecen afrancesados. En los fragmentos mal zurcidos de la decoración de las Platerías, se notan coincidencias inexplicables con esculturas de la escuela provenzal, lo que obliga a suponer que un artista de Santiago fue a Toulouse, o viceversa. Probablemente, el adorno escultórico de los dos arcos y columnas de que consta esta famosa puerta compostelana, así como sus tímpanos, son del maestro Esteban, que pasó después a Pamplona. Pero la Puerta de las Platerías contiene, incrustados, otros importantísimos relieves y figuras, algunas de la misma mano, y otras distintas.

Otros conjuntos importantes de esa clase de escultura del románico español del siglo XII son la portada occidental de la basílica de San Vicente, en Avila, que se ha atribuido generalmente al maestro Fruchel (sin duda francés, quizás un borgoñón), y, de otra mano, la Anunciación y la Santa Sabina, obras incrustadas a ambos lados de la puerta meridional del mismo templo.

Tímpano derecho de la Puerta de las Platerías, en la catedral de Santiago de Compostela. En él están representadas escenas de la Pasión y de la adoración de los Reyes Magos. Junto con la otra puerta se la considera la más bella creación del románico español, pero la iconografía es complicada. La Guía de los Peregrinos del siglo XII dice: "Toda la pared, de arriba abajo y de derecha a izquierda, está magníficamente labrada de flores, santos, bestias, peces, pájaros y otras muchísimas cosas".

De otro destacado conjunto conviene que se hable aquí todavía: el delicadísimo Apostolado que, en parejas de figuras de apóstoles adosadas a pares de columnas, decora los muros de la capilla superior de la Cámara Santa de Oviedo, dedicada a San Miguel. Mediante esta decoración escultórica fue embellecida durante la segunda mitad del siglo XII esta capilla superior que se encuentra cubierta con bóveda y sin ventanas; sin embargo a pesar de este embellecimiento continuó siendo una sala, oscura, misteriosa y grave, en la que las parejas de apóstoles parecen conversar, sosegadamente, puestas sobre ménsulas apuntando ya, por contraste, un sentido de lo burlesco.


Iglesia de San Vicente de Ávila. En esta iglesia prosigue la original evolución de la escultura romá­ nica hispana. Flanquean su portada sur esta Anunciación de exquisita delicadeza y la imagen austera de Santa Sabina, toda virtud y prudencia, obra de un escultor desconocido del siglo XII.

⇦ Cámara Santa de la catedral de Oviedo. Las columnas del muro de la capilla de San Miguel de esta cámara llevan adosadas unas figuras muy estilizadas de los apóstoles, que parecen sorprendidos en animada conversación. Consideradas puente de unión entre Avila y Compostela, son quizás el mejor logro escultórico de la segunda mitad del siglo XII. Se reconocen a los santos Simón y Judas, y Santiago y Juan, en sus actitudes más sencillas y humanas.



Y es aquí cuando hay que destacar el Pórtico de la Gloria de Santiago como el único conjunto escultórico monumental que puede disputar la supremacía de belleza a las decoraciones estatuarias de la Cámara Santa de Oviedo. Así, después de una excursión por la vía de las peregrinaciones, se llega al término final: el templo del Apóstol, en Compostela. El llamado Pórtico de la Gloria es actualmente sólo la decoración interior de un nártex o pórtico con cuatro puertas. En su origen, el conjunto decorativo era doble, pues había también decoración en la pared de enfrente.

Éste primer paramento decorado fue destruido cuando se edificó la actual fachada barroca en el siglo XVIII, quedando sólo la parte interior del pórtico con la decoración románica. Tal como ha llegado hasta hoy, la obra que en cierto modo cierra todo este ciclo de escultura religiosa, resulta de difícil contemplación. Se le llama Pórtico de la Gloria porque en el luneto del arco central hay un relieve con la escena de la Gloria del Señor, rodeado de ángeles y de un friso semicircular con los 24 Ancianos del Apocalipsis, que tan a menudo hemos encontrado en la decoración escultórica románica en Francia.


Pilar de los Profetas del Pórtico de la Gloria, en la catedral de Santiago de Compostela. Un detalle del deslumbrante conjunto escultórico desplegado alrededor del Apóstol. Estos cuatro profetas, Jeremías, Daniel, lsaías y Moisés, son un testimonio de cómo supo captar la realidad el Maestro Mateo. La calidad humana de cada personaje hace de Compostela no sólo la joya del románico, sino un claro presagio de la mejor escultura gótica posterior.

Una inscripción grabada en el propio monumento da la fecha de esta asombrosa obra de escultura y el nombre del maestro insigne que la dirigió: en el año de la Encarnación del Señor 1188, en el día 1° de abril, fueron colocados por el maestro Mateo los dinteles de la puerta mayor de la iglesia de Santiago, que dirigió la obra de dichos portales desde sus cimientos. En el archivo de Santiago existe un documento del 1168 que atestigua que por entonces ya trabajaba el maestro Mateo en la obra, probablemente en la parte baja del pórtico, porque éste se encuentra sobre una cripta que sirve para ganar el desnivel del terreno por el lado de la plaza. La magnifica portalada no quedaría libre de andamios hasta 1211, en que se consagró la iglesia, pero ha de considerarse obra de fines del siglo XII.

Anunciación a los Pastores en la colegiata de San Isidoro (León). En este detalle de las pinturas al fresco se ve como un ángel anuncia a los pastores el próximo nacimiento de Jesús. Cabras y ovejas completan una composición de gran vivacidad y colorido. 

Todo el trabajo responde al mismo estilo, y aunque se distinguen partes que no tienen la calidad de otras, predomina la inspiración del maestro director. No es un mosaico de diferentes estilos; la composición y el detalle del Pórtico de la Gloria tienen una homogeneidad que sólo puede resultar de una mente rectora, reconocida y admirada por sus colaboradores y discípulos. Se encuentran en el Pórtico de la Gloria perfección y serenidad clásicas; hasta se puede hablar de helenismo; tal es la perfecta proporción y elegancia de detalle. La obra está tallada en el granito más duro, que iba policromado, y aunque la policromía fue restaurada en el siglo XVII, se mantuvo al refrescarla la misma gama de colores.

Panteón Real, en la colegiata de San Isidoro (León). Es el monumento más importante de la pintura románica de la España Occidental. Las bóvedas · fueron decoradas en el siglo XII con escenas de un vigor extraordinario, sobre fondo blanco.

Claustro de la iglesia de San Pedro el Viejo, en Huesca. Construido sobre una primitiva iglesia mozá­rabe, es un ejemplo del arte románico provincial que da una maravillosa lección de escultura a través del excelente ciclo iconográfico de sus capiteles.

Este asombroso conjunto está estilísticamente situado en la frontera entre lo románico y la derivación hacia la sensibilidad propia de lo gótico. Así, en el tiempo en que se labró el Pórtico de la Gloria, Compostela era una ciudad llena de entusiasmo artístico y religioso, rebosante de espíritu y en comunicación intelectual con los centros más avanzados de Occidente.

La policromía del Pórtico de la Gloria nos advierte que esta escuela hispánica escultórica iría acompañada de otra pictórica. Al igual que en Francia, la pintura mural románica en España ha llegado fragmentaria, y casi todo lo conservado de ella está en iglesias rurales de poca importancia. Son aquellas que, por no disponer de recursos, no fueron limpiadas y decoradas con los estilos de épocas posteriores. Sin embargo, los pocos fragmentos conservados de frescos románicos en Castilla, León y Galicia bastarían para asegurar que había composiciones mucho más importantes. En contraste con Cataluña, aquí poca pintura mural románica se ha conservado.

Claustro del monasterio de San Juan de Duero, en Soria. La estructura de este recinto cuenta con cuatro tipos de arcos que se agrupan en los ángulos: romá­ nicos de medio punto con capiteles vegetales al noroeste, arcos apuntados de herradura sobre columnas dobles al nordeste, arcos calados entrecruzados y secantes sin capitel en el sudeste, y arcos calados entrecruzados y tangentes en el sudoeste.  

Portada del monasterio de San Salvador de Leyre, en Navarra. Fuertemente influida por los modelos franceses, Navarra fue una de las regiones españolas más ricas en escultura románica. El monasterio cisterciense, que data del siglo XII con modificaciones posteriores de los siglos XVII y XVIII, es una obra monumental, considerada la cumbre del primer romá­ nico navarro y el más antiguo que subsiste de los que siguieron la regla de Cluny.

Más adelante se hará mención de lo más destacado, pero ya ahora hay que adelantar que uno de los mayores conjuntos monumentales de pintura decorativa románica se ha conservado en las bóvedas y los muros del panteón de los Reyes, en la colegiata de San Isidoro de León. Es una construcción imponente, de dramática solidez, dividida en seis tramos por gruesas columnas. Las seis bóvedas están decoradas con frescos, que deben de datar del reinado de Fernando II, a mediados del siglo XII.

Por ellos se aprecia lo que sería la pintura decorativa contemporánea de la “escultura de la peregrinación”, y no ya en una iglesia rural, sino en una construcción monárquica, urbana y espléndida. Los asuntos, poco originales, son pasajes bíblicos: se los encontrará en las miniaturas característicamente hispánicas.

Otro foco bien característico de escultura románica española arcaica se centró a partir del siglo XI (sobre todo en sus últimas décadas), en la pequeña corte pirenaica aragonesa de Jaca. Las obras más destacadas de esta incipiente escuela de Aragón, que dentro de su ingenuo primitivismo sobresalen por su recio sabor, son los tímpanos de las portadas de San Pedro el Viejo, en Huesca, los capiteles, tan expresivos, que adornan su claustro, y los relieves y capiteles de San Juan de la Peña. Todas estas obras escultóricas denotan un enlace innegable con la escultura del Languedoc, de resabios clásicos, y la variada iconografía que muestran los capiteles de San Juan de la Peña y de San Pedro de Huesca es, muy probablemente, de origen tolosano.

Castillo de Loarre, en Huesca. Situado sobre un peñasco, es el castillo fortificado más antiguo de España y el que mejor conserva su primitiva estructura románica (siglo XI). Alberga en su interior una iglesia muy notable dedicada a San Pedro. El castillo aún conserva la muralla casi completa con los torreones semicirculares de defensa.

Hay que referirse aquí a un monumento excepcional por su singularidad: el gran claustro anejo a la iglesia de San Juan de Duero, en Soria (templo que perteneció a la Orden Hospitalaria de San Juan), con su variedad de arcuaciones en sus lados, dos de ellos con arcos árabes de herradura cruzados, que sugieren una directa influencia, no hispanoárabe, sino más bien de formas propias del Próximo Oriente. Se mencionará también aquí algo de lo más importante del primer románico de Aragón y Navarra.

En Navarra, debe destacarse, asimismo, el monasterio de Leyre, la portada de Santa María la Real de Sangüesa, los restos románicos de la catedral de Pamplona, la iglesia circular de Eunate, la de San Miguel de Estella y la Colegiata de la misma ciudad; en Aragón, la catedral de Jaca, el conjunto imponente del Castillo de Loarre, con su iglesia, además de San Juan de la Peña y San Pedro el Viejo de Huesca.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.


Ludovico Pío y las tensiones por el poder


Merece la pena detenerse unas líneas en la figura de un hombre que resultó de gran importancia para los designios de Occidente. Ludovico Pío fue el único hijo superviviente de Carlomagno, lo que le permitió erigirse emperador de Occidente. Nunca mostró excesivo interés por la vida castrense, que prefirió delegar en sus lugartenientes de confianza. De todos modos, cabe destacar que durante su reinado se consiguieron importantes logros militares, como la conquista de Girona y Barcelona. Más que en ampliar los límites de su imperio, Ludovico Pío o Luis I el Piadoso se concentró en intentar resolver los problemas internos del mismo.


Su gran empeño fue lograr una administración eclesiástica que le sirviera para unificar un vasto imperio que siempre se veía amenazado por disputas internas, pues las revueltas de la aristocracia eran de lo más frecuente, y por los intentos de invasión que llegaban de más allá de las fronteras.

Con la intención de que no hubiera problemas en la continuidad del poder que pudieran poner en peligro la unidad del imperio, quiso establecer antes de su muerte los pasos a seguir para su sucesión. Con ello, consiguió precisamente el efecto contrario al que pretendía. Ludovico Pío tenía tres hijos -Lotario, Pipino y Luis- y decidió otorgar el gobierno de un reino a cada uno de ellos. El problema residía en que ordenó que los dos hijos menores, Pipino y Luis, debían estar subordinados al poder del mayor, Lotario.

Así las cosas, Ludovico consiguió que los conflictos dinásticos se iniciaran antes de su muerte, pues los hijos buscaron apoyos entre la aristocracia con el fin de asegurarse todo el poder tras la muerte del padre. Además, en el año 829 Ludovico tuvo otro hijo, al que dejó en herencia otro estado del imperio, lo que no hizo otra cosa que agravar las tensiones dinásticas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.


El arte románico catalán

Construcción y decoración diferían de lo que hemos visto hasta ahora, en los primeros edificios religiosos importantes que se erigieron en Cataluña tras las primeras campañas de reconquista iniciadas por el Imperio carolingio, a fines del siglo VIII.

Girona había sido liberada por Ludovico Pío en 785, quien en el año 801 se apoderaba de Barcelona. Después de expulsados los musulmanes, hubo una verdadera fiebre de reconstrucción desde el Pirineo al Llobregat. Esta primera etapa constructiva se renovó después, en el siglo XI.



⇦ Monasterio de Sant Pere de Roda, en Girona (Cataluña). Vista de conjunto que permite apreciar la soberbia obra de sillería de este monasterio. Cuando fue consagrado en 1 022 presentaba ya este imponente aspecto. Se ha visto en él un primer estilo catalán influido por el arte carolingio y el mozárabe. Fue abandonado en 1794, quedando a merced de los expolias y el deterioro.



En el IX hallamos en la Marca un arte que nada conserva de lo visigótico, y se puede calificar como de carolingio rezagado. De la época de Ludovico Pío quedan solamente algunos restos en los edificios anteriores que se restauraron, en el conjunto de iglesias llamadas “románicas” de Terrassa, y lo que ha logrado preservarse de la iglesia votiva fundada por el monarca franco en Barcelona, y que fue después la del monasterio de Sant Pere de les Puelles. Hay también un resto, a modo de solarium (la Porta Ferrada), en Sant Feliu de Guíxols. Todos son monumentos de tipo carolingio, que no tienen de hispánico, si acaso, más que la rudeza inherente a lo que era una región fronteriza del Imperio.

En los siglos siguientes, hasta alrededor del año 1000, perdura la influencia carolingia, aunque alterada por la sorprendente infiltración del arte mozárabe, muy perceptible.

La mezcla de tradición carolingia e influencia mozárabe es visible en la gran basílica abovedada de Sant Pere de Roda, edificada junto a la costa norte de Cataluña, cerca de Port de la Selva. Es un edificio de tres ábsides, de planta cruciforme, con ábside mayor de trazado parabólico y deambulatorio a modo de girola. El templo fue consagrado en 1022, y su elevadísima bóveda de cañón, construida sobre arcos perpiaños, se apoya en cuatro pares de gruesos pilares que se yerguen sobre alta base cuadrada de noble aspecto, y contrarrestan dos estrechas naves laterales, con bóvedas de cuarto de cañón. El arco toral del ábside del centro es ligeramente pasado y lo sostienen dos altas columnas exentas. La estructura es muy hermosa en su regularidad, y es evidentemente la que tuvo desde su origen el templo, ya casi terminado cuando se le consagró. Más adelante se hará referencia a la portada que tuvo Sant Pere de Roda.

Iglesia de Sant Climent de Taüll, en Lleida (Cataluña). Consagrada en 1123, acusa la influencia lombarda que da, precisamente, unidad al románico catalán. La imagen permite observar la sencillez y claridad de su estructura: las tres naves culminan en tres ábsides y contrastan con la verticalidad del campanario. Sus pinturas murales, actualmente en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, son célebres en el arte románico. 

Al empezar la época románica, esto es, del año 1000 en adelante, el país catalán se desentiende de todo lo que podía conservar de tradición carolingia, y lo mozárabe se va relegando a los distritos rurales, quedando sólo algunas reminiscencias en los valles del Pirineo. Toda la vida catalana medieval, especialmente en el siglo XI, está orientada hacia Italia: un conde de Barcelona fleta una armada pisana para conquistar o saquear Menorca; los príncipes y los eclesiásticos van a Roma y visitan Montecassino, donde estaba el sepulcro de San Benito, de preferencia a Santiago. Así, mientras en los reinos de León y Castilla se notan los efectos de un intercambio cultural con la Francia románica, en el levante de la Península el intercambio se realiza con Italia. Las obras importantes ejecutadas en el país catalán después del año 1000 tienen las características del estilo que ha sido llamado lombardo: paredes lisas, subdivididas por pilastras de refuerzo poco salientes, decoración de arquitos ciegos y puertas con molduras.

La influencia lombarda es casi inexistente en el resto de la Península (La Anunada, en Limeña, provincia de Valladolid, es una excepción). En cambio, es un estilo que properó en una extensa zona de Europa, especialmente en Lombardía y Piamonte, lo que hoy es el cantón suizo del Tesino y la cuenca baja del Ródano.

⇦ Monasterio benedictino de Sant Pere de Galligants, en la ciudad de Girona. Pertenece a una fase evolucionada del arte románico catalán, aunque su planteamiento arquitectó­nico contiene elementos que denotan el fuerte arraigo de las tradiciones lombardas en Cataluña, tales como la torre de campanas ochavada, que se levanta sobre uno de los brazos del crucero. La construcción de la iglesia se inició alrededor de 1130 y el famoso claustro de este monasterio, muy relacionado con el de la catedral de Girona, corresponde ya a la segunda mitad del siglo XII.



En los templos de esta variante del románico, que sólo en los casos de importancia adoptan la forma basilical (catedral de la Seu d'Urgell, Santa Maria de Besará, iglesia del castillo de Cardona, Sant Jaume de Frontanyá, etc.), los muros son construidos con piedra labrada de pequeñas dimensiones; las paredes son lisas, subdivididas por pilastras de refuerzo poco salientes (bandas lombardas). La decoración exterior consiste en listeles dentados y arquerías ciegas, de las que, con regularidad, penden aquellas lisas bandas verticales que se dirigen a la base del edificio; las puertas, robustamente molduradas, carecen de adorno esculpido. Es un estilo elegante en su sólida sencillez y que fue difundido gracias a equipos de constructores y canteros trashumantes (los lombardi que se hallan citados en varios documentos), que trabajan a sueldo, según contrato.


Claustro de la catedral de la Seu d'Urgell. Situado al sur de la catedral y de planta rectangular, el claustro conserva tres galerías originales constituidas por hileras de columnas y pilares en las esquinas. Los capiteles, esculpidos en granito, son bastante toscos. El conjunto se parece al románico del Rosellón o de Cerdeña.

Probablemente estos maestros no llevaban artistas para esculpir. Quizás, a lo sumo, les acompañó un pintor decorador, por la asociación, a todas luces indudable, que este estilo ofrece con la decoración interna por la técnica de la pintura mural, según se ha demostrado.


Eran habilísimos constructores de claustros y campanarios. Estos y aquéllos podrían creerse trasplantados desde Italia septentrional o desde el sur de Suiza, tal cual son. A veces, en las iglesias de las zonas montañosas los campanarios son cilindricos o bien prismas altísimos, de esbeltísima delgadez; en cambio, en los cenobios importantes el campanario toma el aspecto de robusta torre cuadrada y almenada, como si fuese la de una fortaleza, con sus pares superpuestos de huecos cilindrados y generalmente ajimezados. Pueden ser torres exentas, aunque de ordinario conjugan con la planta del edificio, y aún las hay (como en Sant Pong de Corbera, Barcelona) que coronan el cimborrio.

Claustro del monasterio de Sant Pau del Camp, en la ciudad de Barcelona. El pequeño claustro, que data del siglo XIII, tiene cuatro entradas terminadas con arcos trilobulados. Las columnas de apoyo de los arcos son geminadas y sus capiteles están decorados con motivos animales y vegetales. El conjunto es uno de los edificios romá­ nicos mejor conservados de la ciudad.

En los claustros hay columnas pareadas y arcadas cuya serie interrumpen, algunas veces, macizos pilares. Las arcadas son semicirculares y poco molduradas. Como rareza, son trilobuladas las del monasterio de Sant Pau del Camp, en Barcelona. Son, pues, claustros idénticos a los de Lombardía y Provenza.



La actividad de esos equipos de edificadores hubo de iniciarse en Cataluña entre el primero y el segundo cuarto del siglo XI, y puede decirse que la pobló entonces de iglesias, cuyas variantes tipológicas se han podido establecer. Pero el estilo arraigó en el país, y de acuerdo con sus módulos siguió construyéndose allí hasta la transición al gótico.

Ya se lleva dicho que es un estilo arquitectónico que no se presta, por su misma naturaleza, al exorno externo. Son muy escasas, por ejemplo, las portadas esculpidas. La regla general fue que la importancia que se pretendía dar a la portada era basada en sus cualidades lineales. En la portada de Porqueres (provincia de Girona), se encuentra, sin duda, el ejemplar que muestra de un modo más evidente la significación de esa estética que ambiciona basar de modo exclusivo el ideal de su belleza en la pureza de las líneas.

Iglesia de Santa Maria de Porqueres, en Girona. La portada tiene un gran interés debido a los arcos de herradura que van mermando su tamaño hacia el interior y están apoyados en capiteles de temática vegetal. La importancia de esta iglesia románica estriba en que no ha sufrido muchas modificaciones.
La famosa portada de la iglesia del que fue cenobio de Santa Maria de Ripoll (la cual está siendo objeto de continuas restauraciones al estar afectada por el llamado cáncer de la piedra) constituye la gran excepción. Mucho se ha discutido acerca de su cronología; hoy se la suele considerar del primer cuarto del siglo XII. Pero su aspecto es muy arcaico. 

Es un gran cuerpo o paño de labores escultóricas que se esparcen, en ordenado reparto, a ambos lados del único hueco central, en medio de cuyas columnas laterales se yerguen las estatuas, hoy mutiladas, de San Pedro y San Pablo. La admirable decoración simétrica dispuesta en zonas superpuestas incluye escenas bíblicas, que van acompañadas de leyendas, figuras humanas y de animales reales o fabulosos, así como relieves con representación de los meses del año. Todo se halla actualmente muy estropeado, pero el conjunto sugestiona todavía por su armoniosa belleza. No parece que se deba dudar acerca de haberse inspirado su temática en algún códice salido del famoso scriptorium de ese ilustre monasterio fundado por la primera estirpe condal catalana y gobernado a principios del siglo XI por el abad Oliba, y que tanta significación tuvo para la reconquista espiritual de Cataluña.

Portada del monasterio de Santa Maria de Ripoll, en Girona. El pórtico tiene un carácter monumental por el magnífico trabajo de escultura que enmarca el portal, con multitud de figuras dispuestas en siete franjas, en las que se representan escenas bíblicas, históricas y alegóricas. Entremedio se intercalan motivos florales y diseños geométricos. A ambos lados del portal están las estatuas de San Pedro y San Pablo bastante deterioradas. 

Claustro del monasterio de Santa Maria de Ripoll (Girona). Iniciado en el siglo XII, la nave más próxima a la basílica es la única que se conserva de esa época. mientras que las tres restantes y la galería superior datan del período gótico.   

Todo el saber acumulado en Ripoll durante los siglos IX y X se organizó y completó en tiempo del abad Oliba, hijo de los condes de Besalú. La iglesia abacial de Ripoll había sido reedificada ya dos veces desde la primera obra de Wifredo; la segunda, con una fuerte infiltración de estilo mozárabe. Oliba la reconstruyó con estilo lombardo e hizo una gran basílica de extraordinaria simplicidad constructiva. Pero los temas de las fajas de relieves que cubren el muro de la fachada son los que se encuentran en los manuscritos procedentes del monasterio. Uno de ellos es una Biblia que, después de ser regalada a San Víctor de Marsella, fue al monasterio italiano de Farfa y está hoy en la Biblioteca Vaticana.


⇦ Claustro del monasterio de Sant Miquel de Cuixa, en Conflent. Fundado en 878, es uno de los monumentos del arte prerromá­ nico. En las columnas y arcos del claustro se refleja la influencia mozárabe. Parte del recinto fue desmontado y trasladado a The C!oisters (Nueva York), centro adscrito al Metropolitan Museum. 



Menos clara es la relación que puedan ofrecer las labras escultóricas de Ripoll con las de la escuela de escultores marmolistas que floreció desde el segundo cuarto del siglo XI, y durante el XII, en el Rosellón. Fueron tallistas de admirables capiteles; pero dejaron también portadas y otros elementos escultóricos de señorial y fastuoso estilo. La antigua portada del monasterio de Cuixá (hoy parcialmente reconstruido), los capiteles, de la misma procedencia, muchos de ellos hoy en el museo neoyorkino The Cloisters, la arquería que formó parte del monasterio de Serrabona, son muestras brillantes de esa actividad artística, con la que estuvo quizás en conexión un gran lapicida, anónimo, que trabajó durante la primera mitad del siglo XII y al que se ha llamado Maestro de Cabestany por el tímpano que esculpió para la iglesia de este pueblecito rosellonés. Fue él quien labró, asimismo, la portada que existía en el monasterio de Sant Pere de Roda, de la que queda (con únicamente otros pequeños restos) el magnífico relieve que la debió presidir, pieza que se halla en la actualidad en el Museu Marès, de Barcelona.

Arquería interior de una capilla del monasterio de Serrabona (Rosselló). Obra maestra del románico realizada entre 1130 y 11 51 , en la decoración de los capiteles predominan las figuras de leones y grifos sobre mármol rosa.

Claustro de la catedral de Girona. Tiene planta trapezoidal, forma peculiar debida a que ocupa el espacio existente entre la catedral y la muralla de la ciudad. No se conservan documentos que fijen la fecha de su construcción, pero se supone que es de mediados del siglo XII.

Es posible que aquel anónimo maestro fuese un artista itinerante extranjero. Por otra parte, una verdadera legión de artífices nacionales trabajaron magistralmente la piedra caliza durante la fase de la plenitud del románico, aplicando especialmente su actividad a la labra de capiteles para claustros en un lenguaje escultórico de mucha personalidad. Aparte lo que pertenece a los claustros de más primario carácter (como el de San Benito de Bages) o de la parte más antigua del de Santa María de l’Estany, debe mencionarse aquí la puerta de mármol que se ha preservado del antiguo templo catedralicio románico barcelonés, ciertas ménsulas de Sant Joan de les Abadesses, y lo esculpido en los claustros de Elna, en el Rosellón, en el del monasterio de Ripoll, o los de la catedral de Girona y Tarragona. Uno de esos artífices -que fueron coetáneos de un gran momento de cultura monacal y del lirismo trobadoresco en Cataluña- se representó, incluso, a sí mismo ocupado en su labor (aunque, tristemente, su figurita aparece hoy decapitada), y firmó su obra en versos rimados latinos; fue Arnau Gatell, autor de los capiteles de otro claustro muy importante, el de Sant Cugat del Valles. De la perduración del estilo, durante el siglo XIII, conviene destacar los adornos esculpidos del interior de la catedral vieja de Lleida y los procedentes del castillo de Camarasa, en el Museo de Barcelona.



Catedral de Tarragona. De planta románica, mpresiona por sus enormes proporciones y su aspecto de fortaleza. En ella se emplearon sillares de las antiguas construcciones romanas y las naves se cerraron con bóvedas góticas. Aquí aparece una parte del claustro, típicamente cisterciense, con tres arcos de medio punto bajo cada arco de descarga apuntado. Las arcuaciones ciegas que sostienen la cornisa y las celosías caladas de los óculos del claustro atestiguan la intervención de escultores moriscos a principios del siglo XIII.  



Capiteles del claustro de Sant Cugat del Valles, en Barcelona. En general tienen forma de tronco de pirámide invertido y un cuidado trabajo de escultor, firmado en uno de ellos con el nombre de Arnau Gatell. El conjunto está formado por 144 capiteles de cuatro tipos: corintios, ornamentales, figurativos e historiados. Aquí se reproduce uno con decoración historiada (izquierda), con la escena de la Epifanía, y otro ornamental (derecha). El primero destaca por su fuerza narrativa: mientras uno de los Magos se arrodilla, el que le sigue señala ilusionado la estrella y el tercero aprisiona celosamente entre sus manos el vaso de la ofrenda.



Reliquia y testimonio de la penetración del arte provenzal en Cataluña es la Virgen del claustro de Solsona. Pocas obras más delicadas ha producido la escultura de todas las épocas y países que aquella estatua que representa la Madre jovencita, con las trenzas largas de cabellos finos, que debían de ser hilos rubios dorados. Para apreciar el contraste basta compararla con una Virgen contemporánea de la región castellana, venida no de Provenza, sino de Auvernia. Mientras la Virgen de Solsona es de piedra, acaso policromada, la Virgen de la Vega (Catedral Vieja de Salamanca) es de bronce dorado y esmaltado al estilo de Limoges. Pero, además, el gesto, la diferente espiritualidad de ambas imágenes, refleja las dos tendencias de interpretación de una misma idea por el arte francoespañol.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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