Punto al Arte: Obras arte románico
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Catedral de Santa María (Ciudad Rodrigo)



Su construcción, promovida inicialmente por el rey Fernando II de León y continuada por sus sucesores en el trono, se llevó a cabo entre el siglo XII y el XIV. Pertenece al llamado "grupo de Salamanca", junto con la Catedral Vieja de Salamanca, la Catedral de Zamora y la Colegiata de Toro (Zamora).








Las portadas

Las puertas de la catedral son cuatro. En el crucero, en el lado de la epístola se abre la puerta de las cadenas (llamada así por haber presentado cadenas que delimitaban su atrio). Consta de un hermoso friso gótico con doce figuras del Antiguo Testamento y un tímpano en el que en la Edad Moderna se colocaron cuatro figuras románicas: de izquierda a derecha San Juan, San Pedro, Cristo Pantocrátor, San Pablo y Santiago con los atributos de peregrino. En el otro crucero se abre la Puerta de Amayuelas, con arco polilobulado. A los pies de la nave principal el Pórtico del Perdón, al estilo del Pórtico de la gloria de Santiago, con un románico arcaico contiene cinco frisos historiados centrándose en los misterios marianos y de la Pasión, representando en las arquivoltas los coros del Juicio (Santos, Mártires... Ángeles), centrando el tímpano la imagen de la coronación de María, quien también protagoniza la talla que corona el parteluz.

Las ventanas del triforio son excepcionales, a decir de Gómez Moreno "las mejores del románico", con tres ventanas reales y sólo una abierta al exterior, símbolo de la trinidad. La torre fue elevada por Juan de Sagarvinaga a finales del siglo xviii en estilo neoclásico, tras el derrumbe de la segunda torre durante el terremoto de Lisboa (la catedral había contado con otra tercera, que fue desmochada tras la guerra de las comunidades).


Escultura románica portada Este

Vista general con Portada de las Cadenas en primer plano
Las capillas

Capilla Mayor

La actual Capilla Mayor fue levantada por el arquitecto de la Catedral Nueva de Salamanca Rodrigo Gil de Hontañón en tiempos del obispo Juan Pardo Tavera (que llegaría a ser Cardenal), cuyas armas ostenta la fachada de la construcción. Albergó un buen retablo hispano flamenco, obra de Fernando Gallego y el Maestro Bartolomé, del que se conservan veintiséis tablas en la Universidad de Arizona, de Tucson, que presidía una hermosa imagen de la Virgen con niño, en alabastro, hoy en la Capilla del Santísimo. En la actualidad, tras perder el segundo retablo -de plata- durante la Guerra de la Independencia, la capilla está ornamentada por sendos cuadros barrocos de San Sebastián y San Jerónimo penitente, una Asunción de Juan Pascual de Mena procedente del Monasterio de Santa María de la Caridad a las afueras de la ciudad, San Pedro y San Pablo, probablemente también de Mena y que presidían la entrada al coro catedralicio y la cátedra del obispo, amén de otros cuadros de menor interés. Fue desprovista de sus rejas para adaptarla a la liturgia exigida por el Concilio Vaticano II en tiempos del obispo Demetrio Mansilla Reoyo y trasladadas a la Capilla del Pilar.



Capilla del Cristo de Oriente

Absidiolo románico del lado de la epístola. Primera capilla funeraria de la nobiliaria familia de los Pacheco. Varios monumentos funerarios de esta estirpe. El retablo mayor, en estuco, alberga la talla que da el nombre a la capilla, del siglo XVI.




Capilla de la Virgen de la Faja

Absidiolo románico del lado del evangelio. Antigua capilla funeraria de los Garci-López de Chaves. Hoy con retablo barroco que alberga un lienzo de la Virgen de la Faja (o Virgen de Belén) procedente del Seminario diocesano, obra del Madrileño Francisco Javier Ramos en 1764, y una modesta escultura de San Bartolomé en el ático.



Capilla del Santísimo

Estilo gótico. Primitiva capilla de San Blas, donde se celebraron los primeros cabildos. Alberga el monumento funerario del obispo Manuel López Arana. Retablo barroco, con una imagen de San Blas en el ático, y una interesante escultura en alabastro de Virgen con niño, del siglo XVI, que presidió el antiguo Retablo mayor de tablas pintadas.

Capilla de los Dolores o de la Soledad

A pesar de datar del siglo XVIII, el estilo arquitectónico es gótico a imitación de a la anterior. Obra de Larra y Churriguera, encargo de 1728. Retablo churrigueresco con la imagen de Nuestra señora de los Dolores en el centro, flanqueada por San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá.



Capilla del Pilar

Capilla barroca. Se erigió en tiempos del obispo aragonés Clemente Comenge. Buen retablo barroco obra del ensamblador salmantino Miguel Martínez de la Quintana con las imágenes de San Juan Nepomuceno, San Pedro de Arbués y en el ático San Clemente, patrono del fundador. Además de éste está enterrado aquí el obispo de Ciudad Rodrigo y eminente historiador Demetrio Mansilla Reoyo, que se encargó del aggiornamiento del edificio tras el Concilio Vaticano II, a pesar de sus tendencias conservadoras, y responsable del traslado de las rejas de la capilla mayor a ésta durante este proceso de reforma.



El coro

Tallado a finales del siglo XV por Rodrigo Alemán en estilo plateresco, con grandes influencias del gótico del norte de Europa. Destaca la calidad de la silla episcopal, la única que cuenta con una imagen en el respaldo (San Pedro), pues las demás tienen una no menos interesante labra gótica. En las paciencias y las misericordias, así como en las barandillas de las escaleras, el autor desplegó su imaginación en un sinfín de imágenes burlescas, eróticas y alusivas a fábulas populares.



El claustro

De planta cuadrada, cada lado se divide en cinco tramos de arcos apuntados con dos o tres columnas, con capiteles decorados con motivos figurativos y vegetales.

En él trabajaron los arquitectos Benito Sánchez (siglo XIV, al que se deben más partes de la construcción) y Pedro de Güemes (siglo XVI).



(Ciudad Rodrigo, Salmanca)

Fuentes:  es.wikipedia.org

Monasterio fortaleza de Sant Pere de Roda



Son pocas las noticias fidedignas de la construcción del monasterio de Sant Pere de Roda, pues sólo se puede afirmar con toda seguridad que el nuevo templo se consagra el 11 de octubre de 1022. La historia de este monasterio se inicia en el año 878, cuando es conocido como una celia monástica consagrada a San Pedro.

A lo largo del siglo XI, y en los años sucesivos, el monasterio se amplía al aumentar sus posesiones y se convierte en un gran centro religioso e incluso en un centro de peregrinaje comparable a Roma o Compostela. En el siglo XII se construyen parte de las murallas, el muro de poniente y las dos torres cuadrangulares, una en función de campanario, situado a la derecha de la fachada de la iglesia, y la otra como torre de defensa, símbolo del poder feudal de la abadía.

La iglesia presenta una planta de tres naves, con triple ábside y con un transepto marcado. La peculiaridad de la planta reside en el deambulatorio o girola, todavía muy arcaico en su trazado. Debajo de esta cabecera hay una cripta con bóveda, que se relaciona con la fundación del lugar del culto, si bien no es el único sitio donde se conserva todavía un muro perteneciente a la primitiva abadía del siglo X.

La nave central está cubierta con bóveda de cañón reforzada con arcos tajones sobre pilares con columnas adosadas. Las naves se elevan a una gran altura destacando la organización de los pilares, configurados por un alto podio sobre el cual descansan las columnas. Éstas se disponen en dos pisos, de modo que el efecto resulta excepcional para la época y sorprendentemente se asemeja a construcciones clásicas.

La sobriedad del conjunto no sólo se rompe con la utilización de nuevas fórmulas arquitectónicas, como el ábside con girola y sin capillas radiales, sino con la rica ornamentación de sus capiteles que incluyen al edificio en la expansión de la escultura monumental románica. Las columnas presentan un fuste liso con capiteles decorados a la manera clásica, unos derivados del modelo corintio, con las típicas hojas de acanto, pero en este caso algunas volutas se han sustituido por cabezas de animales, de raíz plenamente medieval, y otras mantienen una composición de entrelazados geométricos y vegetales.

El claustro, junto con la fachada, se considera de la segunda mitad del siglo XII. El recinto claustral es de planta rectangular irregular y está adosado a la iglesia, al lado de la nave de la Epístola. Debajo se conservan restos de la obra primitiva.

La entrada a la iglesia estaba precedida por un nártex. Aquí antiguamente una bella portalada daba acceso al recinto sagrado. La portada, elaborada en mármol del Rossellón, es atribuida al maestro de Cabestany. Varios fragmentos se han perdido, pero algunos se hallan en museos como el famoso fragmento que representa la salvación de San Pedro de las aguas, hoy en el Museo Marès de Barcelona. Es la pieza conocida más importante. Se representa a Cristo, dos personajes en una barca y un fragmento de mar con peces. El artista ha concebido la escena representando a Cristo dirigiéndose con la mano a Pedro, a la vez que éste, de una manera decidida, levanta su pie para saltar fuera de la barca.

El monasterio de Sant Pere de Roda será el punto de partida del estilo arquitectónico y, sobre todo, escultórico, que inspirará una parte de los conjuntos románicos del siglo XI.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Pantocrátor de sant Climent de Taüll



El Pantocrátor del ábside de Sant Climent de Taüll es una de las obras maestras de la pintura románica. Su datación debe corresponderse con la fecha de consagración del templo, el 10 de diciembre de 1123, tal como aparece en la inscripción que hay en el fuste de la primera columna.

En el ábside, el espacio más importante al ser el lugar donde se manifiesta el poder absoluto de la divinidad, se representa la Maiestas Domini (Cristo en Majestad) en medio de ángeles, portadores de los símbolos de los evangelistas, y elevándose majestuosamente sobre el colegio apostólico y la Virgen dispuestos en un friso seguido.

Cristo aparece sentado, inscrito en la mandorla mística, símbolo de su gloria y majestad. Sus pies descansan sobre una semiesfera con motivos vegetales que representa la Tierra. Sujeta con la mano izquierda el Libro de la Vida y la Sabiduría, en el que se puede leer Ego sum lux mundi (Yo soy la luz del mundo), mientras que con la mano derecha, levantada majestuosamente, hace la señal de bendecir. Con estos gestos ya hace patente su fuerza y autoridad divina, que aumenta por sus dimensiones sobrehumanas.

Dentro del círculo divino aparecen la primera y última letra del alfabeto griego, la alfa y la omega, como símbolos del principio y el fin de todas las cosas. En los tramos de la bóveda inmediato al ábside surge la Mano de Dios (Dextera Domini), inscrita en un circulo, y la imagen del Cordero Místico (Agnus Dei) con los siete ojos, aquí el artista sigue explícitamente la narración apocalíptica.

La Maiestas entronizada está representada con una sutil geometrización de las formas. Destaca la simetría perfecta de su cabeza, su cabello con los rizos escalonados y simétricos, que se dejan caer hasta los hombros, y la barba, que recuerda a una flor de lirio. Su gigantismo, reminiscencia de los Pantocrátores de las cúpulas de las iglesias bizantinas, unido a una rigurosa ejecución, consigue marcar la distancia esencial de su divinidad respecto al ser humano. Su figura respira autoridad y triunfo.

El artista ha conseguido imbuir a los animales emblemáticos de Marcos y Lucas, el león y el toro, en una gran potencia energética a partir de la seguridad de la línea en el dibujo de curvas cargadas de tensión.

La brillantez y la amplia gama de colores es otro de los puntos a resaltar del llamado Maestro de Taüll. Azules, rojos y amarillos constituyen una gama cromática equilibrada que dotan al conjunto de una elegante belleza que realza aún más el valor de los seres representados que forman parte del cortejo de la teofanía.

Debajo, la irregularidad de los arcos y algún detalle menor, como la extraña figura de María, perjudicada por el excesivo geometrismo, ha hecho pensar a algún investigador que hubo otro pintor o que esta zona fuese obra del taller del artista.

La calidad e intensidad de colores empleados, la extraordinaria belleza del dibujo, la habilidad de la composición, el uso de la línea para enriquecer las formas, así como la geometrización de las facciones, son muestras claras de la maestría del artista, pocas veces igualada.

Este formidable fresco, procedente de la valle de Boí, en Lleida, acredita uno de los mejores pintores del románico hispánico. Actualmente se conserva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en Barcelona, considerado el más rico del mundo en pintura románica.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

La iglesia de Vézelay


La iglesia de Vézelay (église de Sainte Madeleine de Vézelay), levantada en honor de Santa María Magdalena, fue uno de los principales centros de peregrinación europeos al estar situada en la Vía Lemovicensis, uno de los cuatro caminos que conducían a Santiago de Compostela.

La antigua iglesia monástica se fecha en el siglo XI, pero quedó destruida a causa de un incendio en 1120. Los inicios de la reconstrucción de la estructura anterior debieron de comenzar inmediatamente, porque el año 1132 se produce su consagración, aunque entre los años 1140 y 1150 se añade el actual nártex.
La construcción se empezó desde la parte occidental, los pies, a la parte oriental, la cabecera. Ésta, elevada sobre una cripta, consta de cinco capillas circulares y otras cuatro cuadradas que se abren al deambulatorio. El presbiterio data aproximadamente de 1171, por tanto es obra ya de finales del siglo XII y constituye una espléndida muestra de la arquitectura gótica.

La planta es muy sencilla, compuesta de tres naves alzadas en dos niveles separadas por una imposta ornamentada. La originalidad reside en el tipo de bóveda empleada, bóvedas de arista que cubren todos los tramos de la nave, así como en los arcos transversales, donde es notable el juego cromático.

En el interior, la decoración escultórica se centra en los capiteles, que presentan más de cien figuras diferentes. Encontramos temas del Antiguo Testamento e incluso de la tradición clásica, como el rapto de Ganímedes por Zeus, temas extraídos de la mitología griega, pero que aquí adquieren un sentido moralizante.

Las tres puertas que dan acceso a la abadía de Santa Magdalena, unido con los capiteles de la nave, integran uno de los conjuntos más espectaculares de escultura de la primera mitad del siglo XII.

Pero es propiamente en el nártex donde encontramos una de las portaladas más importantes del Románico francés. El centro del tímpano lo ocupa Jesucristo dentro de una mandorla, encomendando a los apóstoles la predicación del Evangelio. Este es el mensaje general donde coinciden los historiadores, pero analizando cada una de las escenas se advierte la compleja iconografía, resultando ser de difícil y divergente interpretación, sobre todo por lo que acontece a las diversas escenas compartimentadas situadas alrededor de la Maiestas.

La corte apostólica está encabezada por San Pedro, con las llaves, y San Pablo. Los de una banda presentan el libro abierto, que se interpreta como la facultad para condenar. Sobre el dintel aparecen los representantes del mundo pagano, algunos son seres monstruoso que según el mundo medieval vivían en los confines de la tierra. Aquí se ha querido representar a todos los pueblos que se conocían en ese momento. En general, estas figuras son personajes de una elevada gesticulación. Y, por último, en la arquivolta tenemos los signos del Zodíaco y las labores del campo.

La postura de Cristo, el dibujo de los pliegues de la ropa en formas que semejan espirales, y el movimiento de los cuerpos, dispuestos en variadas direcciones, suplen la solemnidad de Moissac. La figura de Cristo rompe con la rigidez de la frontalidad con el quiebro de sus piernas, obligando al resto de las figuras a adoptar actitudes de claro dinamismo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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