Punto al Arte: 02 El arte románico en Francia
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El arte románico en Francia

Con el nombre de arte románico se comprende toda la producción artística de los países de Europa occidental durante los siglos XI y XII, después de superada ya la etapa subsiguiente a la época de las invasiones bárbaras y después del período carolingio, que viene a ser el precedente inmediato de este nuevo estilo de arte. Las técnicas de la construcción se han perfeccionado notablemente y han sido universalmente asimiladas. Hay un nuevo interés, entonces, por la antigua decoración clásica que contribuyó a dotar de unidad a los estilos. Casi fue como un resplandor del mundo antiguo. El nombre de arte románico hace referencia a lo que estas nuevas escuelas occidentales tomaron precisamente del viejo arte de Roma; pero es una designación nueva, y arbitraria, derivada del interés que despertó en el siglo pasado, entre los filólogos, el fenómeno de la formación de las lenguas neolatinas.

Virgen (Museu d'Art de Ca-
talunya, Barcelona). Talla 

románica del siglo XIII pro-

cedente de Angoustrine.  
Y por ello, así como a las lenguas vulgares que se formaron en las naciones de Occidente, derivadas del latín, las denominamos lenguas románicas o romances, así también a las formas artísticas de este período de la Edad Media, en que los recuerdos de Roma aún perduran, se las ha llamado arte románico… Es curioso observar que así como al formarse las lenguas neolatinas no se originaron por corrupción o evolución del latín literario, sino del latín vulgar, así también, en el arte románico, no se renovaron las formas sobre la base de los procedimientos y estilos del arte imperial de Roma, sino sobre las formas que podríamos llamar dialectales de la construcción, usadas en las provincias, y que eran a veces distintas de las de la capital. Un elemento había de pesar, sin embargo, en los orígenes del arte románico, y éste era el prestigio del esfuerzo artístico y cultural del período carolingio, que aquí y allá discierne, a veces, en las primeras construcciones románicas.

Iglesia de Saint-Gilles-du-Gard, en Languedoc-Roussillon. Los numerosos motivos ornamentales, tomados de los soberbios restos romanos de Provenza, marcaron esta escuela románica hasta hacer suponer a los primeros historiadores que se trataba de la más antigua de Francia. La fachada, de los siglos XII y XIII, tiene columnas con capiteles corintios.  

El área de extensión del arte románico es la misma que tenía el imperio de Occidente: Italia (aunque muy sujeta en gran parte, por este tiempo, a las influencias bizantinas); la Galia, sobre todo Provenza, la Provincia por excelencia, con la Marca Hispánica y las regiones españolas que pronto dejó libres el primer impulso de la Reconquista, la Germania del Rin y parte de la Britannia, aun cuando esta última se hallaba demasiado impregnada del elemento celta para poder participar con entera plenitud en aquella corriente universal.

Cronológicamente podemos fijar en el año 1000 el comienzo de la época románica, que dura hasta la expansión del arte ojival francés, adoptado por toda Europa a principios del siglo XIII. Antes del año 1000 predominaron en las naciones occidentales las ideas germánicas, y por esto sería del todo impropio llamar románico a este período. La sociedad de la corte de Carlomagno, con sus monjes sajones e irlandeses, sus escuelas y academias de estudios, sus trabajos sobre la Biblia y los libros de los Santos Padres, era en el fondo una corte bárbara, aunque pronto procuró adaptarse a la sensibilidad latina. Así, el período carolingio llega, pues, hasta el año 1000, y a partir de entonces la época románica empieza verdaderamente.

Iglesia de San Trófimo de Arles, en Bouches-du-Rhóne (siglo XII). De estilo románico provenzal, es sorprendente su semejanza con la iglesia de Saint-Gilles-du Gard. La fachada es un bello ejemplo de la escultura románica, con tímpano del Pantocrátor rodeado del Tetramorfos situado encima de un friso con el Juicio Final que recuerda a los sarcófagos romanos. 

Después del citado año, quizá porque la vida monástica se desarrolló con más madurez en Occidente, parece que se experimentó un verdadero furor constructivo, y así, en poco tiempo, Italia y la antigua Galia, con las provincias renanas, se cubrieron de nuevos monumentos. Los edificios romanos que cubrían el suelo de las provincias del Imperio proporcionaron a los arquitectos románicos muchos de los procedimientos de su arte. En algunas provincias en que abundaba la piedra, los romanos habían fabricado bóvedas aparejadas, y éstas fueron las que se imitaron, más bien que las habituales obras de ladrillo y hormigón revestidas de estucos, que requerían grandes cimbras.

⇦ Iglesia de Saint-Sernin de Toulouse, en la región de Midi-Pyrénés (Alto Garona). Datada en el siglo XI, es una típica iglesia de peregrinación, con planta semejante a las de Conques y Compostela. La combinación de piedra y ladrillo no es rara en la escuela del Languedoc.



La forma de las bóvedas es, por lo común, de medio punto o de cañón seguido, pero llevan a menudo unos arcos de refuerzo, que se llaman arcos torales y forman como las costillas del gran cilindro de piedra que cubre el edificio. Estas costillas, o arcos de refuerzo, características de la construcción romana, ya las encontramos en el Ninfeo de Nimes, el anfiteatro de Arles y sobre todo en edificios romanos de Oriente, cubiertos también con bóvedas.

No fue sólo la solución de cañón seguido con los arcos torales la única que emplearon los arquitectos de este período; también utilizaron la bóveda por arista y la cúpula. Cuando una iglesia tenía tres naves, a veces la central se cubría con bóveda cilíndrica de cañón y las otras dos laterales, con bóvedas por arista, o bóvedas de cuarto de círculo, que contrarrestaban su empuje. La cúpula se levantaba en el mismo crucero, o sea la intersección de la nave longitudinal con la nave transversal o transepto, que atraviesa a aquélla formando cruz. Para estos tramos de encuentro de dos cañones seguidos, los arquitectos romanos emplearon muy a menudo la bóveda por arista, mas los constructores románicos prefirieron la cúpula; una cúpula tosca de piedra, a veces peraltada, que se manifestaba al exterior en forma de torre o cimborrio colocado en el centro de la iglesia. Sólo excepcionalmente algunas cúpulas románicas de Francia y España se presentan extradosadas, con su forma esférica u octogonal.

Iglesia de Saint-Sernin de Toulouse, en la región de Midi-Pyrénés (Alto Garona). En su interior resulta notable la iluminación indirecta, haciendo que la nave principal no tenga ventanas y reciba la luz a través de las tribunas dispuestas sobre las naves laterales.  

Iglesia de Sainte-Foy de Conques, en Aveyron. Imagen panorámica en la que son evidentes la solidez, la perfecta distribución geométrica de masas y volúmenes en el espacio, característicos de la arquitectura románica del siglo XI. El exterior refleja su estructura interna: tres naves relativamente cortas pero de altura enorme; transepto también con naves laterales y torre octogonal en el crucero.  

Catedral de Notre-Dame du Puy, en Alto Loira. Vista parcial de la fachada oeste. Con una antigüedad que se remonta al siglo XII, se hacen notables las reminiscencias moriscas.  

La mayor parte de los edificios que se conservan de esta época son iglesias. Tienen una planta bastante fija que recuerda la de las antiguas basílicas con tres naves longitudinales y una sola nave transversal.

Las naves longitudinales se continúan a veces más allá del crucero, por detrás del ábside mayor, formando la girola o deambulatorio donde se abren también capillas. La girola es más frecuente en los monumentos de la última época del período, que construyeron los monjes de Cluny, pero se ensayó también su construcción en edificios anteriores.

El poco respeto o la ignorancia de las proporciones de los órdenes antiguos dio gran libertad a los constructores; no tuvieron que sujetarse a medidas determinadas para las columnas y pilares, y las iglesias se levantan sin más límites en su altura que los que exige la estabilidad del edificio. Cuando se emplean aún columnas cilindricas o poligonales, están talladas en sillares pequeños, como todo el resto de la construcción, a diferencia de los edificios que construyeron los pueblos bárbaros en los tiempos anteriores, para los cuales se utilizaban fustes de una sola pieza, muchas veces arrancados de los edificios romanos. Los capiteles románicos son variadísimos; el tipo más sencillo es el del mismo cubo de piedra, un poco redondeado en su parte inferior para enlazar con la sección circular de la columna o pilastra.

Iglesia de Notre-Dame-du-Port, en ClermontFerrand. Al igual que la de Saint-Nectaire, esta iglesia de finales del siglo XI pertenece a la escuela de Auvernia y refleja fielmente su estructura interna en el exterior, sin enmascararla con ornamentación escultórica.  
El 

⇨ Catedral de Saint-Pierre de Angulema, en Charente. El río Charente "el arroyo más bello del reino", según el rey Francisco 1, pasa al pie de un promontorio rocoso sobre el cual está la ciudad de Angulema. Al final de un laberinto de calles serpenteantes se alza la catedral (siglo XII), de la cual se reproduce aquí la fachada oeste. También en este frente hay una multitud de esculturas que representan a diferentes santos. 



Pero, por lo común, estos capiteles están decorados con hojas, que son una transformación de las de los capiteles corintios, o con entrelazados, que son recuerdo de los temas geométricos del arte prerrománico irlandés y de su difusión durante el período carolingio, o en otras regiones son un reflejo de influencia musulmana. Otros motivos favoritos de los escultores románicos de capiteles son las figuras de animales estilizados: leones, pavos, grifos, introducidos por la observación de las telas, marfiles y armas importados de Oriente. Hay, por fin, en los capiteles románicos, series de representaciones del Antiguo y Nuevo Testamento, de las labores del campo, de las artes e industrias, temas que constituyen una verdadera enciclopedia plástica de la vida medieval.

La basa de la columna acostumbra ser una simple imitación de la basa ática antigua, pero es muy común que en los ángulos, entre las molduras circulares y el plinto cuadrado, haya motivos de escultura, como pequeñas hojas o animales estilizados. Este recurso ornamental para enlazar el círculo con el cuadrado estaba ya en uso en la antigüedad clásica, como se puede ver en las columnas romanas de Pozzuoli y en el foro de Pompeya.

Notre-Oame la Grande de Poitiers, en Vienne. Datada en 1143. su estructura sigue el modelo de la catedral de Angulema. La profusión escultórica de su fachada, que no permite adivinar la estructura interna (llamada por ello "fachada pantalla"), y los haces de columnas que sostienen linternas cupuladas son elementos típicos de la escuela de Aquitania, a que pertenece.  

⇨ Catedral de Saint-Etienne de Cahors, en Lot. Aspecto de la fachada sur y las cúpulas sobre la nave, elementos que caracterizan a los templos de Aquitania y Périgord y que pertenecen a la escuela de Auvernia. 



Los arquitrabes desaparecen generalmente en las construcciones románicas. Por lo común, encima del capitel o en el arranque de la bóveda corre una simple moldura o ábaco, a veces decorado con figuras y relieves vegetales. Al exterior, fajas de molduras elementales terminan el muro del edificio; frecuentemente hay en lo alto arcuaciones ciegas que sostienen ménsulas que rematan las paredes de la fachada. Así se forma una zona horizontal de ornamentación arquitectónica sobre la que se apoyan las primeras tejas de la cubierta. Los contrafuertes de las bóvedas son principalmente interiores, formando pilastras que sirven de apoyo a los arcos torales, pero a veces en las fachadas se acusan también las costillas de la bóveda de la nave con contrafuertes poco desarrollados. Muchas de las iglesias románicas son monacales, y como los monjes entraban en el coro de la iglesia desde el convento, esto hace que las fachadas tengan poca importancia. Contrasta su austeridad monástica con el valor extraordinario que adquieren más tarde las fachadas en las catedrales góticas episcopales, enriquecidas con portales animados por multitud de estatuas y relieves.

La iluminación de las iglesias románicas es muy variada. Algunas, las que tienen la nave central más alta que las dos laterales, se iluminan, como las basílicas antiguas, por ventanas que se abren en el espacio libre del muro, entre las alturas de las naves; otras reciben la luz sólo por la torre central del crucero y por el rosetón circular de la fachada. Muchas de estas iglesias están orientadas como las primitivas basílicas cristianas; si es posible, se conserva la tradición de construir las naves de las iglesias en sentido de Este a Oeste. El claustro suele estar adosado a la pared del Mediodía, para evitar que en invierno caiga bajo la sombra de la iglesia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El esplendor del Languedoc

El término “Languedoc” surgió en el siglo XIII con el fin de designar el conjunto de territorios en el que se hablaba por aquel entonces la lengua de Oc. Languedoc era, por lo tanto, una región de la antigua Francia de la Edad Media que disponía de su propio gobierno y que comprendía una zona que estaba localizada entre el Ródano, el Mediterráneo y el Macizo Central francés. En la actualidad, y merced a la división territorial promulgada por el Gobierno galo en el año 1973, aquella antigua región se denomina Languedoc-Rosellón y está formada por los departamentos de Aude, Gard, Hérault, Lozére y Pyrénées-Orientales.

El Languedoc había sido una zona muy romanizada porque era el lugar de paso de la vía Domitia, una de las principales vías de comunicación del Imperio romano. Posteriormente, tras la desintegración del Imperio, sufrió sucesivos ataques por parte de los pueblos bárbaros. Más tarde, durante los primeros tiempos de la ocupación musulmana en Hispania, se convirtió en una zona fronteriza que los árabes intentaron dominar. De este modo, los musulmanes se hicieron con el control de Carcasona aunque fueron rápidamente expulsados.

La época de esplendor que conoció el Languedoc entre los siglos XI y XII se debió, sobre todo, a la aparición de una importantísima aristocracia surgida gracias al florecimiento de las ciudades de la región. Así, en esa época, aparte del gran auge constructivo, destaca la importancia de los trovadores y la aparición de relevantes herejías, como la de los albigenses.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arquitectura románica francesa: las escuelas regionales

Empezaremos el estudio del arte románico por el de las escuelas francesas, porque no están, como las de España, en contacto con un elemento exótico, cual eran los musulmanes, ni tienen, como las de Italia, una tan obsesionante visión de los monumentos clásicos romanos.

De todas las escuelas francesas, la que más conserva las formas clásicas romanas es la de Provenza, donde ciertas fachadas, como las de Arles, podrían considerarse como producciones de un arte romano moribundo. Cronológicamente, estas fachadas provenzales no son las obras más antiguas de la arquitectura románica francesa, pero por su estilo y su espíritu son las más románicas en el sentido de que se avienen más con las tradiciones romanas. Construidas de grandes piedras, en lugar de pequeños sillares, las naves laterales sirven de contrafuerte a la central, de medio punto, y para hacer más presión sus bóvedas son de sección de cuarto de círculo.

Iglesia de Fontevrault, en Maine-et-Loire. Consagrada en 1119, es también de estilo aquitano. La nave está sostenida por dos pilares cuadrados y masivos flanqueados por columnas hermanadas sobre los tres lados, y a lo largo de los muros se suceden arcadas ciegas.

En el crucero se levantan, generalmente, torres o cimborrios de dos pisos, y es por allí por donde penetra la luz, y lo que les da interiormente gran carácter medieval, pero en el exterior son de apariencia casi romana. No son edificios de aspecto exterior austero; tienen fachadas con columnitas, de proporciones y aspecto semejantes a los de las columnas corintias, y con frisos imitados de los antiguos sarcófagos cristianos. Las principales iglesias de este grupo de Provenza son las de Carpentras, Nimes, Cavaillon, San Trófimo de Arles, la de Saint-Gilles-du-Gard y la catedral de Aviñón. Las de Saint-Gilles-du-Gard y San Trófimo de Arles son las más famosas, sobre todo por sus fachadas; en su interior son de gran simplicidad, casi sin esculturas. Pero volviendo al asunto de su relativa modernidad, diremos que la de San Trófimo parece haber sido consagrada en 1152, esto es, ya en la etapa final del período románico.


Catedral de Saint-Front de Périgueux, en Dordoña. Excesivamente restaurada en el siglo XIX, la imagen permite diferenciar sus dos partes: una iglesia de alrededor de 1120, con planta de cruz griega cubierta con cinco cúpulas, y otra basílica del siglo XI, coronada por un campanario de cinco pisos rematado con una curiosa galería circular de columnas.


⇨ Iglesia de Saint-Benoít-sur-Loire, en el monasterio de Fleury. Uno de los ejemplos más puros de la arquitectura románica correspondiente a la escuela del Dominio Real. La bóveda gótica es muy posterior. La cripta románica data de principios del siglo XI.



Vecina de la escuela provenzal es la del Languedoc. Esta escuela meridional, que podríamos llamar lemosina, tiene su monumento más importante en la gran iglesia colegiata de Toulouse, consagrada a su patrón Saint-Sernin o San Saturnino. Es una magnífica basílica de cinco naves, con crucero y giróla, porque una de las naves laterales da la vuelta al altar mayor, donde se abren las capillas. La disposición de la girola es esencialmente francesa y típica de los “templos de peregrinación” situados en la ruta de Santiago; ya veremos que las catedrales románicas del Rin no tienen este elemento, de consecuencias más tarde felicísimas para el arte.

La iglesia de San Saturnino, iniciada en 1080, es acaso, por su estructura, la obra maestra de la arquitectura románica francesa, y precisamente por la solución del ábside, con girola y capillas. Se ha recordado que la iglesia merovingia de San Martín de Tours tenía también alrededor del sepulcro del santo un hemiciclo, que podría ser una premonición de las girólas de los tiempos románicos. Otro “templo de peregrinación” con girola es la elegante iglesia, de mediados del siglo XI, de Sainte-Foy, maravillosamente situada en un valle olvidado, junto al pueblo de Conques que conserva intacto su aspecto medieval.


Castillo de Foix, en Ariege. Construido sobre un peñasco fortificado, ya aparece mencionado en el año 987. En el siglo XI se erigió en condado y desde aquí los condes de Foix se resistieron a su anexión al reino de Francia, luchando por la independencia de las provincias occitanas.

En los siglos XI y XII era el Languedoc el centro más brillante de la cultura occidental, y se comprende que se aprovechara de los métodos más adelantados que aparecieron en los territorios vecinos. Así como en la corte de Toulouse la poesía de la Edad Media comenzó a dar los primeros frutos nacionales en lenguas románicas, así también en arquitectura las formas románicas aparecen en el Languedoc más maduras y avanzadas que en el Norte.

Las costumbres mismas, el régimen del Estado y la libertad civil, que en la corte de Toulouse parecían anticiparse a los de la sociedad moderna, contrastaban con los de los pueblos del otro lado del Loira. Eran dos culturas que tenían que chocar por fuerza a no tardar, y sólo a costa de la destrucción de una de ellas. Aprovechando la excusa de combatir la herejía de los albigenses se logró -como es harto sabido- ahogar en su apogeo la cultura occitana o provenzal.




Iglesias de Saint-Etienne y La Trinité, en Caen (Normandía). Llamadas respectivamente Abadía de los hombres y Abadía de las mujeres, son dos excelentes ejemplos de la escuela de Normandía. La búsqueda de luz en un país nórdico obligó a los constructores a levantar mucho las paredes y cubrirlas con madera primero y luego con bóvedas por arista. tsto y las dos altas torres gemelas que flanquean las fachadas serían el precedente directo del estilo gótico. Su austeridad reduce la escultura exclusivamente al tímpano.

Ciudadela de Carcasona, en Aude. Verdadera joya de la región del Languedoc, es la mayor ciudad fortificada medieval que se conserva en Europa. Está rodeada por dos enormes murallas con sus respectivas torres, y sus más de dos mil años de historia han dejado vestigios del paso de los romanos, visigodos, musulmanes y cruzados. Su mayor esplendor lo alcanzó entre los años 1 089 y 1209, bajo la dinastía de los Trencavel.

Después de la destrucción del condado de Toulouse, los artistas provenzales tuvieron que emigrar en su mayoría, y esto contribuyó a prolongar la influencia del arte meridional francés por Italia y España.

Este hecho es conocidísimo por lo que se refiere a los poetas provenzales o trovadores, que se refugiaron en la corte de los reyes de Castilla y Aragón, y en Italia, pero algo parecido a lo que ocurrió en poesía hubo de producirse en las artes plásticas.

Otra escuela románica francesa es la de Auvernia o Francia Central, en la que las iglesias, de ciertas dimensiones, tienen siempre girola en el ábside y en las naves laterales dos pisos, uno inferior, cubierto de bóvedas por arista, y otro superior, cubierto con bóvedas de cuarto de cañón, que forma las tribunas. La parte alta de la nave central recibe así la luz indirecta que le llega a través de las tribunas, y la parte baja la que le llega -también indirecta- desde las naves laterales. El modelo más representativo de este tipo es Notre-Dame-du-Port en Clermont-Ferrand, en la que se inspiraron una serie de iglesias situadas en un radio de 20 km entre las que destaca Saint-Nectaire, de hacia 1080.


Puente de Saint-Benezet, en Aviñón (Vaucluse). Vista del antiguo puente del siglo XII, del cual sólo quedan cuatro arcos, después de que las inundaciones del río Ródano ocurridas en el siglo XVII lo destruyeran parcialmente.

Exteriormente, los edificios románicos de Auvernia muestran una decoración arquitectónica formada por arcos de grandes dimensiones aplicados a las paredes y acentuada en las fachadas, empleando naves laterales. El modelo más representativo de este tipo es Notre-Dame-du-Port en Clermont-Ferrand, en la que se inspiraron una serie de iglesias situadas en un radio de 20 km entre las que destaca Saint-Nectaire, de hacia 1080.

Algunas veces el frontis de la iglesia está flanqueado por cuerpos altos, como en la catedral de Puy, o por torres rematadas por cúpulas como mitras de forma casi cónica. Tales remates se pueden ver en la catedral de Angulema y en Notre-Dame la Grande, de Poitiers. En la catedral de Angulema hallamos la misma disposición de arcos decorativos en la fachada que en la catedral de Puy, sólo que, en lugar de ser la decoración de simple policromía natural, es abundantísirna en esculturas dispuestas con notoria ingenuidad dentro de los arcos, a modo de nichos. Idéntico sistema se adoptó para decorar la elegante fachada de Notre-Dame la Grande, de Poitiers, de 1143, que ha llegado hasta hoy casi intacta.

Abadía de Saint-Benoit-sur-Loire (Loiret). Capitel esculpido que está en el portal de la torre construida en el siglo X por Gauzelin, obispo de Toul, y que pertenece a la iglesia de la abadía.

En Aquitania y en el Perigord van apareciendo las cúpulas como si quisieran suplantar las bóvedas de cañón. La catedral de Angulema tiene la nave cubierta con cúpulas semiesféricas, y éstas aparecen también como principal elemento constructivo en Cahors, Solignac y otros notables monumentos entre los que destaca la gran abadía de Fontevrault, de comienzos del siglo XII, sobre cuya nave -a la que dan una solemnidad especial los sepulcros de los reyes ingleses de la dinastía Plantagenet- se alinean las grandes cúpulas típicas de esta escuela románica francesa. Pero el ejemplo más famoso de cúpulas que forman la cubierta principal de la iglesia lo tenemos en la de Saint-Front de Périgueux (1120-1150), que con sus cinco grandes cúpulas sobre pechinas, apoyadas en pilares cuadrados que definen una planta en cruz griega, parece repetir con carácter románico la construcción bizantina de San Marcos, en Venecia y su lejano modelo de los Santos Apóstoles de Constantinopla.

El “fenómeno” de Saint-Front de Périgueux se ha explicado hasta la actualidad por una influencia veneciana, porque los venecianos tenían en la cercana Limoges una colonia y hacían un importante comercio en la Francia Central. En realidad, la iglesia de Saint-Front de Périgueux no tiene con las iglesias bizantinas construidas en ladrillo más que un parecido de planta, pero tanto la construcción como las proporciones son completamente distintas. Además, hay antecedentes en la propia Francia. La iglesia de Saint-Front no es un fenómeno aislado; tenía también una estructura con cúpulas la catedral de Angulema, y Notre-Dame la Grande de Poitiers poseía remates con cúpulas alargadas. Finalmente, la iglesia de Saint-Front fue muy restaurada en el siglo pasado por arquitectos obsesionados con la idea de la influencia bizantina, y es ahora imposible precisar lo que tenía de original francés y lo que fue de importación veneciana y oriental. Modernamente, además, sus formas han sido imitadas en las catedrales con que la piedad católica francesa ha querido hacer exhibición de riqueza, ya que no de buen gusto. La basílica del Sagrado Corazón, en Montmartre, y la iglesia de Nuestra Señora de Fourbiéres, cerca de Lyon, tienen cúpulas como las de Saint-Front.


Pantocrátor; en la iglesia de San Trófimo de Aries (Bouche-du-Rhóne). La fachada oeste del siglo XII es un magnífico ejemplo de escultura románica realizada sobre el tímpano del pórtico, en la que aparece el Pantocrátor rodeado de tetramorfos.

Otra escuela modesta en sus orígenes, pero de incalculables resultados, pues de ella surgió el arte benedictino cluniacense, es la de Borgoña. Todo el esfuerzo de los constructores borgoñones se emplea en familiarizarse con las bóvedas por arista, con arcos diagonales, llamados aristones. Serán las bóvedas características de la Edad Media. Los arquitectos de Borgoña disponen primero las bóvedas por arista a la romana, o sea sin aristones, en las naves laterales; después se atreven ya en la nave mayor, y así van lanzando las bóvedas en espacios cada vez más anchos que exigen los arcos diagonales.

La obra capital de la escuela de Borgoña era la tercera iglesia de la abadía de Cluny, de cinco naves, construida en los años que van desde 1088 hasta 1131, y por largo tiempo la mayor de la cristiandad. Fue un modelo del que se derivaron muchas otras construcciones grandiosas, como, por ejemplo, la catedral de Autun y la iglesia de Vézelay, de 1120, donde se suponía que se conservaba el cuerpo de Santa Magdalena. La iglesia de Paray-le-Monial (hacia 1100) fue levantada siguiendo los modelos de Cluny III y de Autun, como demuestra la articulación de sus muros que acusan fuertemente al exterior la presencia del transepto. Hay que acudir a esta clase de monumentos para imaginarse lo que era la gigantesca tercera basílica de Cluny, pues aquella casa, madre de toda la primera reforma de la Orden benedictina, fue destruida en tiempos de la Revolución. Como quiera que Cluny influyó enormemente hasta en el arte de su rival, la Orden cisterciense, y se extendió por toda Europa.


Pantocrátor, en la iglesia de Saint-Pierre de Moissac (Tarn-et-Garonne). En el tímpano del portal sur de la iglesia está una escultura románica fechada hacia el año 1130, en la que se representa a Cristo rodeado por los símbolos de los cuatro Evangelistas y los 24 ancianos del Apocalipsis.

Otra escuela, que debía producir también obras importantísimas, es la del Dominio Real, o territorio situado alrededor de París, llamado Île-de-France. Allí estaba la vieja iglesia-panteón de Saint-Denis, fundada por Dagoberto, reconstruida en el siglo VIII y más tarde reedificada por Suger. Con todo, el monumento de mayor pureza románica en esta región es el monasterio de Fleury en Saint-Benoit-sur-Loire, del que en 1004, fue nombrado abad Gauzelin, bastardo del rey Hugo Capeto. El gran templo tiene un enorme transepto casi en el centro y girola con capillas.

En el norte de Francia está bien caracterizada la escuela de Normandía, que por la invasión de los normandos en Inglaterra, en el siglo XI, tenía que extenderse al otro lado del canal. Las iglesias normandas son altas, armoniosas, bien dispuestas, y con luz tan abundante, que hace pensar fuera ella la preocupación principal de los juiciosos constructores del norte de Francia. Allí el clima exigía que la nave central fuese más alta que las laterales para poder abrir ventanas en los muros. Por eso, en un principio, la nave mayor fue cubierta de madera, con armaduras, ya que no se hubiera podido contrarrestar el empuje de una bóveda de cañón en aquella altura; pero después, al familiarizarse los arquitectos con las bóvedas por aristas, estas naves fueron modificadas, sustituyendo la antigua cubierta de madera por las bóvedas de piedra. Esto es lo que sucedió en las dos grandes iglesias de Caen (Saint-Etienne y La Trinité), ambas construidas en la segunda mitad del siglo XI y cubiertas con bóvedas de arista hacia 1110.

Interior de la puerta central de Santa Magdalena de Vézelay, en Borgoña. Esculpida entre 1125 y 1150, es otra de las piezas clave de la escuela de Borgoña por la refinada espiritualidad de las figuras que componen la Ascensión.

La decoración del estilo normando es sumamente característica: no tiene apenas motivos escultóricos, sino que los frisos, las archivoltas y los capiteles están revestidos de ornamentos geométricos, reminiscencia del gusto nórdico. La misma dinámica enérgica se manifiesta en las fachadas de las iglesias de Caen, perforadas por tres puertas que corresponden a las tres naves, y flanqueadas por dos altas y potentes torres con contrafuertes que subrayan su impulso vertical. Es la disposición que copiará Suger en 1137 al iniciar Saint-Denis, el edificio creador del estilo gótico. Zonas y fajas de carácter normando se encuentran también en los monumentos ingleses del siglo XII y en los edificios construidos por aquellos audaces aventureros en otros países más alejados de Francia, por ejemplo, en las iglesias normandas de Sicilia, que por dentro parecen obras árabes y bizantinas y por fuera se confundirían con catedrales inglesas o francesas de las regiones donde el estilo normando fue empleado con toda su pureza.

En Francia son numerosos los castillos que conservan restos de las primitivas fortalezas románicas, aunque se les hayan superpuesto nuevas construcciones durante la época gótica y el Renacimiento. Los castillos feudales de esta época tenían, por lo común, una robusta torre, el donjon, donde habitaba el señor con su familia y servidumbre. Era de dos o tres pisos, con una espaciosa habitación en cada planta: la inferior estaba destinada a depósito de armas, utensilios y alimentos; en el piso principal estaba la sala, donde la familia hacía vida en común, pues servía de comedor y aun de dormitorio; las partes altas estaban destinadas a la servidumbre más adicta. A veces esta gran torre tenía otra torrecilla adosada, para la escalera, y ambas estaban separadas del resto de la fortaleza por un foso interior. Rodeando la torre había el recinto que encerraba las granjas de las familias de los siervos y los establos para el ganado, protegido por un segundo foso y otra muralla. En los castillos más importantes, aquella cortina o muralla exterior se interrumpía por torres distanciadas regularmente, con almenas, y que comunicaban por un camino de ronda.


Eva de Gislebert (Museo Rolin, Autun). Esta figura alucinante de Eva, que repta y se esconde entre las hojas para coger furtivamente la manzana del mal, fue realizada entre 1135 y 1140 sobre el portal norte de la catedral de Autun. El autor fue el primer escultor románico que firmó su obra.
Un castillo así defendido es el de Foix, en lo alto de una roca que domina la ciudad. Pero en el Mediodía de Francia el mayor de todos estos recintos fortificados es el de la Ciudadela de Carcasona, pues aunque una parte de sus murallas sea de la época visigoda y otras partes estén tan restauradas que pueden llamarse modernas, dentro hay todavía muchas dependencias antiguas, calles completas formando una urbanización medieval con sus pórticos, plazas e iglesias.


Personaje femenino, en la catedral de Chartres (Eure-et-Loir). Esculpida en la puerta Real de la fachada oeste hacia 1150, representa a la Virgen como a una reina. Este pórtico es una de las partes de la primitiva catedral románica que quedó en pie después de incendiarse a finales del siglo XII.

Las obras públicas más importantes de esta época son los puentes, casi siempre estrechos, y, si podía ser, de un solo arco, para evitarse el trabajo de cimentación de los pilares. Esto obligaba a construir arcos atrevidísimos que se apoyaban sobre las rocas, a cada lado del cauce. Sin embargo, en los grandes ríos tenían que construirse puentes de varios tramos. El más famoso de Francia, en este tiempo, fue el de Aviñón, que mandó hacer San Benezet, sobre el Ródano, a imitación de un antiguo puente romano. El puente del Bonpás, también en Provenza, sobre el Durance, obligó a cambiar el nombre de Malpas, que tenía aquel paraje desde muy antiguo. En general, faltan en Francia monumentos civiles de este período románico; los grandes palacios municipales no fueron edificados hasta la época gótica, cuando las communes o municipios cobraron importancia. Excepcionalmente se ha conservado una casa comunal románica en el pueblo de Saint-Antonin, en la Costa Azul.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La iglesia de Vézelay


La iglesia de Vézelay (église de Sainte Madeleine de Vézelay), levantada en honor de Santa María Magdalena, fue uno de los principales centros de peregrinación europeos al estar situada en la Vía Lemovicensis, uno de los cuatro caminos que conducían a Santiago de Compostela.

La antigua iglesia monástica se fecha en el siglo XI, pero quedó destruida a causa de un incendio en 1120. Los inicios de la reconstrucción de la estructura anterior debieron de comenzar inmediatamente, porque el año 1132 se produce su consagración, aunque entre los años 1140 y 1150 se añade el actual nártex.
La construcción se empezó desde la parte occidental, los pies, a la parte oriental, la cabecera. Ésta, elevada sobre una cripta, consta de cinco capillas circulares y otras cuatro cuadradas que se abren al deambulatorio. El presbiterio data aproximadamente de 1171, por tanto es obra ya de finales del siglo XII y constituye una espléndida muestra de la arquitectura gótica.

La planta es muy sencilla, compuesta de tres naves alzadas en dos niveles separadas por una imposta ornamentada. La originalidad reside en el tipo de bóveda empleada, bóvedas de arista que cubren todos los tramos de la nave, así como en los arcos transversales, donde es notable el juego cromático.

En el interior, la decoración escultórica se centra en los capiteles, que presentan más de cien figuras diferentes. Encontramos temas del Antiguo Testamento e incluso de la tradición clásica, como el rapto de Ganímedes por Zeus, temas extraídos de la mitología griega, pero que aquí adquieren un sentido moralizante.

Las tres puertas que dan acceso a la abadía de Santa Magdalena, unido con los capiteles de la nave, integran uno de los conjuntos más espectaculares de escultura de la primera mitad del siglo XII.

Pero es propiamente en el nártex donde encontramos una de las portaladas más importantes del Románico francés. El centro del tímpano lo ocupa Jesucristo dentro de una mandorla, encomendando a los apóstoles la predicación del Evangelio. Este es el mensaje general donde coinciden los historiadores, pero analizando cada una de las escenas se advierte la compleja iconografía, resultando ser de difícil y divergente interpretación, sobre todo por lo que acontece a las diversas escenas compartimentadas situadas alrededor de la Maiestas.

La corte apostólica está encabezada por San Pedro, con las llaves, y San Pablo. Los de una banda presentan el libro abierto, que se interpreta como la facultad para condenar. Sobre el dintel aparecen los representantes del mundo pagano, algunos son seres monstruoso que según el mundo medieval vivían en los confines de la tierra. Aquí se ha querido representar a todos los pueblos que se conocían en ese momento. En general, estas figuras son personajes de una elevada gesticulación. Y, por último, en la arquivolta tenemos los signos del Zodíaco y las labores del campo.

La postura de Cristo, el dibujo de los pliegues de la ropa en formas que semejan espirales, y el movimiento de los cuerpos, dispuestos en variadas direcciones, suplen la solemnidad de Moissac. La figura de Cristo rompe con la rigidez de la frontalidad con el quiebro de sus piernas, obligando al resto de las figuras a adoptar actitudes de claro dinamismo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La escultura: portadas y claustros

La historia de los orígenes de la escultura francesa medieval acaso interesa hoy más que la de la arquitectura; una de las razones de ello es que, en la plenitud del estilo románico, la escultura francesa llega a una perfección que permite compararla con la escultura griega arcaica, y que más tarde las fachadas de las catedrales góticas se cubren de imágenes preciosas que tienen sus precursores en los temas y el estilo del período románico.

El estudio de los orígenes de un arte y las leyes de su formación interesan siempre, como un gran fenómeno psicológico; pero cuando una escuela artística alcanza la cúspide de la perfección, como en la Grecia clásica o en la Francia medieval, el saber por qué vías se ha llegado a aquel extremo de belleza, ya no es un simple afán de conocimiento, sino un anhelo casi afectivo. ¿Dónde están, pues, estos comienzos, dónde los orígenes del gran arte estatuario de la Francia medieval?

A principios del siglo XII aparecen algunos conjuntos capitales de escultura románica francesa que, por sí solos, son dignos de la mayor fama, aunque no conozcamos sus antecedentes. Quizás hubo una tradición, nunca interrumpida, de escultura francesa durante los siglos IX y X, pero de ella no ha quedado apenas rastro. En la época carolingia -sobre todo en los reinados de Carlomagno y Luis el Piadoso-hubo artistas capaces de esculpir maravillas en marfil y cincelar metales con tanto o más arte que los escultores romanos o bizantinos.

Eran obras en miniatura, pero la belleza de su invención y las perfectas proporciones de sus figuras no tienen rival, y algo debió de sobrevivir de sus técnicas hasta en los oscuros y confusos tiempos que precedieron inmediatamente al año 1000. Lo cierto es que todos los edificios construidos antes del milenio tienen poca o ninguna decoración esculpida. Están adornados únicamente con los arquitos ciegos y pilastras de resalte en las fachadas que se encuentran en la arquitectura llamada lombarda. Subdividen los muros en secciones de valor puramente geométrico, con una estética rigurosa, pero simplísima.

Claustro de Saint-Pierre de Moissac, en Tarnet-Garonne. El recinto es de la misma época que la puerta de Miégeville y ambos son la base de la escultura de la escuela del Languedoc. Una inscripción del claustro indica que fue construido en 1100. Sin duda es el más rico en escultura de todo el románico francés.

Las formas vivas no aparecen decorando los monumentos románicos hasta ya bien entrado el siglo XI. Se cita como primer jalón datado de la escultura francesa del período románico un dintel con bastas figuras de Sant Genis les Fonts, en el Rose-llón, que lleva una inscripción con la fecha del año 1020. Pero ni el lugar es propiamente francés ni la obra pasa de ser un producto de arte local. En cambio, en el gran monasterio real de Fleury, en Saint -Benoit-sur-Loire, se encuentra una torre construida por Gauzelin hacia el año 1030 que tiene ambiciosos capiteles historiados con figuras apocalípticas inspiradas en las de los Beatus mozárabes.

Desde este momento la escultura francesa progresa de modo rapidísimo hasta llegar a producir, ya a fines del siglo XI, estupendas obras decorativas. Son relieves de fachadas con sabor arcaico todavía, pero llenos de fuerza e intención dramática, y capiteles de claustro adornados de follajes riquísimos y bellísimos; son frisos en las naves de las iglesias, y hasta algunas estatuas de bulto entero… Se desarrollan las escuelas de escultura románica francesa alrededor de tres centros de gran actividad intelectual. Una es la del territorio de Dominio Real, y puede decirse comienza en las obras de Gauzelin, en Fleury; otra, la que se forma en la corte de Toulouse; la tercera, la creada como resultado de las grandes obras que acomete la Orden de Cluny, tanto en la construcción de su gran casa matriz como en sus filiales.

Iglesia de Berzé-la-Ville, en Saóne-et-Loire. Situada a pocos kilómetros al sur de Cluny, esta iglesia permite imaginar el aspecto que debía de ofrecer en su interior la gran abadía de Cluny cubierta de frescos. Berzé-la-Ville estuvo totalmente pintada, pero hoy subsiste únicamente la decoración del ábside, realizada hacia 1109 y conservada en perfecto estado. El Pantocrátor tiene dieciséis figuras a su alrededor. En un pequeño arcosolio de este ábside hay la extraordinaria escena de la tortura de la decapitación de San Bias.

Estas escuelas se combinan; hay conjuntos escultóricos importantes completamente autónomos que no dependen de ninguna escuela, y decoraciones monumentales tan independientes, que llegan a hacer pensar si son obras de artistas extranjeros. Algunos firman sus obras con breves letreros puestos en el ábaco de un capitel o en una lápida aparte; pero lo único que así aprendemos respecto a la condición de tales personajes, son sus nombres. De estas inscripciones conmemorativas parece desprenderse que los artistas eran laicos. ¿Llegarían hasta allí maestros trashumantes con aprendices, que a menudo revelan su inferioridad, y con modelos que no siempre era fácil reproducir en la obra que se les encomendaba? No eran teólogos como fueron los pintores y escultores del gótico. Los decoradores románicos repetían temas antiguos, sin enterarse de las graves controversias de la dialéctica contemporánea.

El asunto más empleado para la decoración de una portada es el de la visión del Todopoderoso o Pantocrátor revestido con la apariencia del Hijo de Dios. Está sentado en un trono dentro de la aureola almendrada (o mandorla) del arco iris, con los cuatro animales simbólicos o Tetramorfos, tal como lo vieron los antiguos profetas y como los describe San Juan en el Apocalipsis. Es una representación que, cuando hay espacio disponible, exige los veinticuatro reyes ancianos, cada uno con la copa del ofertorio y el violín o cítara para cantar alabanzas al Todopoderoso, tal como aparecen esculpidos hacia 1130 en el tímpano de Saint-Pierre de Moissac.

El arca de Noé durante el diluvio, en la iglesia de Saint-Savin-sur-Gartempe, en la región de Poitou-Charentes. Conocida como la "Capilla Sixtina" de la pintura románica francesa, fue Prosper Mérimée quien, en 1845, descubría atónito esta iglesia cuyas bóvedas y paredes están cubiertas de frescos con una variedad de temas iconográficos asombrosa. La imagen permite apreciar la sutil combinación de colores, en ocres y verdes con un sentido que hoy sería llamado moderno, en una vívida versión del arca de Noé flotando plácidamente sobre las aguas.

A veces se añaden dos arcángeles elevando plegarias y los Apóstoles y la Virgen, porque éstos también vieron al Señor glorificado en el acto de ascender a los Cielos. La complicada visión, aparición o teofanía se reduce a menudo a la almendra irisada con el Señor en su trono y a los cuatro animales; así pierde su carácter profético y apocalíptico para convertirse en una síntesis de la historia del Rey de los Cielos, tal como se manifestó a los patriarcas y profetas, y tal como aparecerá para juzgar a los vivos y a los muertos.

El protagonista de las representaciones románicas es aquel Señor de las visiones, pero también se concede espacio a los incidentes de su vida humana. La representación casi exclusiva del Hijo del Hombre en la época románica es paralela a la importancia, casi el monopolio, que adquiere su madre, María, en la escultura y pintura góticas. En la época gótica, la historia de la Virgen, con los episodios idílicos y sentimentales que proporcionan los Evangelios apócrifos, podríamos decir que usurpa la del Hijo. En la época románica, la nota dominante es la cristología; los asuntos del Antiguo Testamento están acogidos para ilustrar paralelismos con Jesús: Caín y Abel es un sacrificio que alude al del Gólgota, Abraham inmolando a Isaac, Sansón pereciendo al derribarse el templo de Dagón, David, tronco de la estirpe de la que nacerá el Mesías: todo alude al Rey Redentor; hasta del Evangelio se extraen sólo temas que personalmente le conciernen; María es la Madre, la Teotokos o Deípara, casi la Nodriza, y por esto está siempre representada con el Hijo en brazos.


Reyes Magos, en la abadía de Saint-Denis (Sena-Saint-Denis). Vitral que por su estilo se relaciona con la orfebrería y la miniatura de su época. Lo encargó el abad Suger, que hizo de la abacía un centro del arte del vitral, recogiendo trabajos de “maestros de diferentes regiones”. Fechado en el siglo XII, mide 0,42 x 0,31 m.

Los temas románicos, idénticos en su contenido, se repiten con gran variación estilística. Pocas veces el arte va tan de prisa y tan lejos como fue el de la escultura francesa en el período románico. No sólo consigue perfección formal y técnica, con gran habilidad en componer sus estructuras en los espacios que le ofrecen las fachadas, sino que avanza aún más allá. Las grandes obras de la escultura románica francesa del siglo XI y la primera mitad del XII, como la fachada portentosa de Moissac, y las de Vézelay y Autun, son más extremadas de expresionismo que lo que han producido muchos artistas modernos.
Excediéndose en las proporciones, dislocando sus miembros para probar con gestos imposibles su carácter celestial, semidivino, las figuras de estas fachadas románicas no son de arte mórbido o degenerado. A lo más pueden calificarse de barroco románico, por traspasar los límites de moderación, que es causa del barroquismo en todos los estilos. Vézelay, antes importante parada en la gran ruta de peregrinación a Santiago, es hoy uno de los más sublimes lugares artísticos de Occidente con su extraordinario tímpano en el que un Pantocrátor de larguísimo cuerpo asciende al cielo entre los apóstoles (hacia 1120). En San Lázaro de Autun el tímpano describe un impresionante Juicio Final con horribles seres demoníacos y ángeles de cuerpo interminable.


⇨ Carlomagno partiendo para la cruzada española, en la catedral de Chartres (Eure-et-Loir). Se considera que la auténtica pintura del románico francés se halla en los vitrales y que, de ellos, los de esta catedral son la cumbre de la pintura medieval. El vitral representa al emperador acompañado por el caballero Roland y el arzobispo Turpin de Reims, y con él se anuncia el sereno clasicismo de la escultura gótica que orna el portal. 



Algunos escultores románicos de la Francia Central pudieron todavía decorar las partes más antiguas de las primeras catedrales góticas. Sorprende encontrar en Chartres cariátides rígidas, de increíble longitud, con pliegues que caen verticales, como estrías de columnas, mientras las caras demuestran que en ellas se ha concentrado toda la vida de sus cuerpos inverosímiles. Otras estatuas parecidas del pórtico de la abadía real de Saint-Denis tienen aún proporciones más exageradas; hay entre ellas unas larguísimas figuras de jóvenes reinas, con trenzas que llegan hasta los pies, paralelas a los pliegues del vestido, tan artificiales, que parecen más columnas que estatuas. En la región de Reims predomina un estilo aristocrático, refinado, que parece consecuente derivación del gran arte carolingio que se había producido anteriormente alrededor de aquella famosísima escuela catedralicia, con el impulso que le dio el gran obispo Hincmar.

Otros escultores franceses románicos se caracterizan por su gran naturalismo, sobre todo los de la escuela de Toulouse; el incipiente humanismo literario que allí se manifestó con la poesía trovadoresca tenía que producir efectos análogos en las artes plásticas. La prueba son los bellísimos capiteles del claustro de Saint-Pierre de Moissac, de finales del siglo XI, y los dulces relieves de la Puerta Miégeville de la basílica de San Saturnino, en la propia Toulouse.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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