Punto al Arte: Obras arte romano
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Murallas romanas de granito de Coria

Reconstruidas en la Edad Media, con las puertas de Guía y del Rollo.

El recinto amurallado muestra aún características del sistema constructivo romano con modificaciones efectuadas durante el período emiral y califal. El trazado está resuelto con grandes lienzos bien alineados, aunque con alguna irregularidad condicionada por la topografía del terreno. Los paramentos se erigen con sillería de granito reutilizada en su mayor parte, así como con mamposterías diversas, entre las que puede ser destacada la de lajas de pizarra.


Puerta del Rollo. Abierta en el siglo XVI, la Puerta de San Francisco, así denominada por servir de paso al Convento de Franciscanos Descalzos localizado a extramuros, e igualmente conocida como de la Cava, por su contigüidad al foso del Castillo, o del Rollo, por su proximidad a la plaza en la que se ubicaba este símbolo jurisdiccional y de ajusticiamiento, fue ejecutada aprovechando una brecha abierta en este lado de la Muralla. Decorativamente, adornando la parte alta, justo a ambos lados de la hornacina avenerada, se disponen dos blasones: uno ilegible y el otro representando al Concejo de la Ciudad.


(Coria, Cáceres)

Fuentes:  Historia del Arte. Editorial Salvat.
              Paneles informativos de Coria

Antinoo o la Villa Adriana

Canope de la Villa Adriana, en Tívoli, en el que aparecen con claridad las influencias helenísticas.
Adriano fue uno de los pocos emperadores romanos que no construyó ningún Foro, pero, en cambio, realizó uno de los conjuntos más impresionantes y personales: la villa de Tibur o villa Adriana, en Tívoli, cerca de Roma, una de las más ricas y extensas villas imperiales romanas.

Su cronología ha sido objeto de debate, pues se levantó en diversas fases, iniciándose la primera en el año 118 d.C.



En la más original empresa constructiva de Adriano se evocan algunos de los más célebres lugares y monumentos arquitectónicos que dicho emperador había visitado durante sus viajes por las provincias del imperio. En ella reunió los recuerdos de ciudades y paisajes que más le habían cautivado. Por ejemplo, el conjunto arquitectónico llamado Canope rememora uno de estos viajes, pues el emperador lo nombró así como recuerdo de su visita a la antigua ciudad egipcia del mismo nombre.

El emperador Adriano era también un gran amante del arte griego, hecho que se manifiesta en el término de muchos de los edificios que la forman. Liceo o academia, son vocablos que rememoran la antigüedad griega. Esta reminiscencia por los tiempos pretéritos se enfatiza con la decoración de una serie de ricas esculturas, copias de originales griegos, como las versiones de las cariátides del Erecteón de la Acrópolis de Atenas. Nunca se copiaron tantas estatuas griegas de época clásica y helenística como en la época de Adriano. Su fascinación por la lengua y cultura griega queda completamente reflejada en su obra. Además, la villa también mantiene una decoración riquísima a base de estucos y mosaicos.
Piazza d'Oro de la Villa Adriana, en Tívoli, de planta
mixtilínea. 

Sobre vestigios de una villa anterior, posiblemente de época tardo-rrepublicana, y aprovechando los suaves desniveles, Adriano quiso construir una lujosa villa campestre, un lugar de descanso y reposo que tuviese diferentes construcciones. La villa de Tívoli se extiende sobre cuatro ejes principales, que son los llamados complejos de Roccabruna, el Canope, el Peale y la Piazza d’Oro.

Estos conjuntos reúnen numerosas estructuras arquitectónicas independientes, de muy diversas finalidades, donde un sistema de túneles y pasadizos comunicaban todas las partes que, al mismo tiempo, quedaban perfectamente integradas en el espléndido paisaje. Así, en Roccabruna destaca un edificio en forma de torre cubierto con cúpula, que seguramente estaba destinado para admirar el entorno paisajístico. Sin embargo, la originalidad más extrema de estos complejos radica en las plantas de algunos de sus edificios, que aparecen con la sensación de movimiento y que llegada la hora de cubrirlos imponían soluciones difíciles y sorprendentes. De hecho, gran parte de las estancias se realizaron con trazados complejos y atrevidos que de alguna manera revolucionaron la arquitectura romana. Esta complejidad se aprecia en la planta mixtilínea de la Piazza d’Oro o en el Teatro Marítimo, conocido como la Villa de la Isla, uno de los espacios más emblemáticos por estar rodeado de un canal de agua.

A pesar de que en el siglo XVI fue brutalmente expoliada, La Villa Adriana se yergue todavía hoy como uno de los monumentos más fascinantes, que ha dejado huella en obras de Borromini e incluso en la típica casa de Campo inglesa del siglo XVIII.

El complejo de Antinoo o La Villa Adriana está situado a las afueras de Roma iniciándose su construcción a partir de año 118 d.C.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La columna Trajana

Embajadores ante Trajano, detalle de los relieves
de la columna Trajana.
La columna Trajana se alza a espaldas de la basílica Ulpia, en la plaza situada entre las dos bibliotecas y el templo de Trajano. Sobresale la superficie del fuste, completamente cubierta de bajo relieves que ilustran las campañas contra los dacios. El relieve se desarrolla en unos 200 metros, y en él se esculpieron más de 2.500 figuras: solamente la imagen de Trajano aparece no menos de sesenta veces. Este relieve devino el más extenso que la Antigüedad llegó a conocer.
Aunque se ha dicho que el emperador previo este lugar para su entierro, la columna contiene un panel sostenido por dos Victorias en donde se explica la finalidad de la obra “… para indicar la altura de la colina que con estas obras se arrasó”. La columna se erigió para indicar la altura del collado derruido para obtener el espacio destinado al nuevo Foro.

Sin embargo, el objetivo más importante del monumento era seguramente el de servir de tumba al emperador, pues la entrada que hay en el basamento conducía a una sala donde debieron depositarse sus cenizas. Otra función debió ser la de conmemorar una victoria, en este caso, la conquista de la Dada, por eso se colocó la estatua del triunfador en la altura superior. Las monedas conservadas atestiguan que, en efecto, la columna estuvo coronada por la estatua del emperador hasta que el pontífice Sixto V la reemplazó por la actual efigie de San Pedro, erigida en el 1582.

Primera batalla de Trajano contra los Dacios, detalle 

de los relieves de la columna Trajana.

Más que un carácter de celebración y alabanza, los relieves adquieren un valor documental, más si se tiene en cuenta que la columna se alza entre las dos bibliotecas siendo, por tanto, un libro más, aunque colosal. Estos relieves, ricamente policromados en su tiempo, fueron concebidos como un rollo gigantesco que se desenvuelve a lo largo de todo el fuste. Un libro de imágenes en los que podían leer incluso los analfabetos.

La columna se alza sobre un pedestal cúbico ornado también por relieves en sus cuatros caras, minuciosamente trabajados con el cincel y que muestran un variadísimo arsenal de batalla. En cambio, el friso, con su larga cinta esculpida, describe con minuciosidad las dos guerras dacias. La mitad inferior refleja la primera guerra (101-102), que empieza con la imagen del gigantesco dios fluvial del Danubio contemplando el paso de las legiones romanas sobre un puente de barcas, mientras que la mitad superior ilustra la segunda guerra (106-107), que acaba con la rendición de los supervivientes. El cambio de escena no se adivina sino tras una detenida observación. Las imágenes corren unas tras otras, se yuxtaponen, sólo una Victoria alada, de perfil, que escribe en su escudo la crónica de estas guerras, es la única interrupción que padece el relato gráfico. Esta figura ofrece un descanso, un alto entre la narración de las dos batallas.

Es asombrosa la maestría para reproducir efectos de profundidad en un relieve de tan poco bulto, que en algunos casos parece estar simplemente dibujado con incisiones. Este espacio de horror vacui es lo que da al conjunto un aspecto tumultuoso, abigarrado, denso y confuso, que solo tras un detenido examen se va haciendo inteligible. Fue el primer monumento importante con bajorrelieves que rompía con el gusto por la tradición clasicista, imponiéndose ideas ya romanas.

La columna Trajana, obra de Apolodoro de Damasco, fue inaugurada en el año 113, y está situada en el Foro de Trajano, en Roma.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Paquio Próculo y su esposa


Algunos retratos pintados que se encuentran entre los escasos testimonios de la retratística romana proceden de la antigua Pompeya, y por las fuentes ha podido saberse que eran particularmente importantes. De entre estos retratos destaca el de Paquio Próculo y su esposa, procedente de una casa de Pompeya, y fechada en el siglo I, entre los años 50 y 74 a.C.

La casa donde fue encontrado el retrato del matrimonio pompeyano fue atribuida al panadero Publio Paquio Próculo, representado junto a su esposa. Sin embargo, para algunos historiadores la imagen del personaje correspondería al jurista Terencio Neón. De hecho, esta opinión se refuerza por los elementos que aparecen en el fresco, pues ambos personajes visten toga, que los dignifica, y ambos portan materiales relacionados con la cultura, dotándolos de esta manera de un gran nivel intelectual, propio de la clase noble romana. Además, el rollo que porta el varón en la mano muestra evidentemente la dignidad de un magistrado más que la de un panadero.

De todas formas, y dejando a un lado esta controversia a la que se suman otras, en la presente pintura, ambos retratados, marido y mujer, dirigen su atenta mirada hacia el espectador, aunque la visión de la esposa parece dirigirse a otro lugar. El retrato se caracteriza por un extraordinario realismo enfatizado por los rasgos que presentan los protagonistas. El varón, con su nariz larga, ojos grandes, bigote y corta barba, lleva toga blanca y en la mano un rollo amarillento de papiro con la tirita roja de índice que muestra su dignidad de magistrado.

En cambio, la mujer, de rostro triangular, contiene unos ojos oscuros y misteriosos. Los cabellos aparecen cuidadosamente peinados y lleva un vestido pardo. Hay un contraste cromático entre ambos personajes reflejado tanto en el color de las vestiduras como en el de la cara, pues la esposa tiene un rostro casi blanco mientras que el del hombre aparece con un tono bastante oscuro.

La mujer sostiene con la mano izquierda una tabla negra de cera o díptico, que resalta su apariencia aristocrática de literata, según el uso de las nobles romanas. Hay que tener en cuenta que en la Roma de los primeros tiempos la mujer, como en muchas otras civilizaciones, no tenía ningún derecho. Sin embargo, en el ámbito íntimo y particular, la mujer adquiere un papel predominante, pues se convierte en el centro de un poder privado que influye en las grandes decisiones del marido. Este papel secreto y silencioso de la mujer parece estar representado en la esposa de Paquio Próculo intuyéndose precisamente en la mirada de sus ojos, aspecto que aumenta el valor enigmático de la figura.

A pesar del gran mérito de la obra y de su elevado realismo hay aspectos en el personaje femenino poco logrados como puede ser los rasgos de la cara, concretamente la forma de la nariz.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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