Punto al Arte: Obras góticas
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Catedral de Santa María (Ciudad Rodrigo)



Su construcción, promovida inicialmente por el rey Fernando II de León y continuada por sus sucesores en el trono, se llevó a cabo entre el siglo XII y el XIV. Pertenece al llamado "grupo de Salamanca", junto con la Catedral Vieja de Salamanca, la Catedral de Zamora y la Colegiata de Toro (Zamora).








Las portadas

Las puertas de la catedral son cuatro. En el crucero, en el lado de la epístola se abre la puerta de las cadenas (llamada así por haber presentado cadenas que delimitaban su atrio). Consta de un hermoso friso gótico con doce figuras del Antiguo Testamento y un tímpano en el que en la Edad Moderna se colocaron cuatro figuras románicas: de izquierda a derecha San Juan, San Pedro, Cristo Pantocrátor, San Pablo y Santiago con los atributos de peregrino. En el otro crucero se abre la Puerta de Amayuelas, con arco polilobulado. A los pies de la nave principal el Pórtico del Perdón, al estilo del Pórtico de la gloria de Santiago, con un románico arcaico contiene cinco frisos historiados centrándose en los misterios marianos y de la Pasión, representando en las arquivoltas los coros del Juicio (Santos, Mártires... Ángeles), centrando el tímpano la imagen de la coronación de María, quien también protagoniza la talla que corona el parteluz.

Las ventanas del triforio son excepcionales, a decir de Gómez Moreno "las mejores del románico", con tres ventanas reales y sólo una abierta al exterior, símbolo de la trinidad. La torre fue elevada por Juan de Sagarvinaga a finales del siglo xviii en estilo neoclásico, tras el derrumbe de la segunda torre durante el terremoto de Lisboa (la catedral había contado con otra tercera, que fue desmochada tras la guerra de las comunidades).


Escultura románica portada Este

Vista general con Portada de las Cadenas en primer plano
Las capillas

Capilla Mayor

La actual Capilla Mayor fue levantada por el arquitecto de la Catedral Nueva de Salamanca Rodrigo Gil de Hontañón en tiempos del obispo Juan Pardo Tavera (que llegaría a ser Cardenal), cuyas armas ostenta la fachada de la construcción. Albergó un buen retablo hispano flamenco, obra de Fernando Gallego y el Maestro Bartolomé, del que se conservan veintiséis tablas en la Universidad de Arizona, de Tucson, que presidía una hermosa imagen de la Virgen con niño, en alabastro, hoy en la Capilla del Santísimo. En la actualidad, tras perder el segundo retablo -de plata- durante la Guerra de la Independencia, la capilla está ornamentada por sendos cuadros barrocos de San Sebastián y San Jerónimo penitente, una Asunción de Juan Pascual de Mena procedente del Monasterio de Santa María de la Caridad a las afueras de la ciudad, San Pedro y San Pablo, probablemente también de Mena y que presidían la entrada al coro catedralicio y la cátedra del obispo, amén de otros cuadros de menor interés. Fue desprovista de sus rejas para adaptarla a la liturgia exigida por el Concilio Vaticano II en tiempos del obispo Demetrio Mansilla Reoyo y trasladadas a la Capilla del Pilar.



Capilla del Cristo de Oriente

Absidiolo románico del lado de la epístola. Primera capilla funeraria de la nobiliaria familia de los Pacheco. Varios monumentos funerarios de esta estirpe. El retablo mayor, en estuco, alberga la talla que da el nombre a la capilla, del siglo XVI.




Capilla de la Virgen de la Faja

Absidiolo románico del lado del evangelio. Antigua capilla funeraria de los Garci-López de Chaves. Hoy con retablo barroco que alberga un lienzo de la Virgen de la Faja (o Virgen de Belén) procedente del Seminario diocesano, obra del Madrileño Francisco Javier Ramos en 1764, y una modesta escultura de San Bartolomé en el ático.



Capilla del Santísimo

Estilo gótico. Primitiva capilla de San Blas, donde se celebraron los primeros cabildos. Alberga el monumento funerario del obispo Manuel López Arana. Retablo barroco, con una imagen de San Blas en el ático, y una interesante escultura en alabastro de Virgen con niño, del siglo XVI, que presidió el antiguo Retablo mayor de tablas pintadas.

Capilla de los Dolores o de la Soledad

A pesar de datar del siglo XVIII, el estilo arquitectónico es gótico a imitación de a la anterior. Obra de Larra y Churriguera, encargo de 1728. Retablo churrigueresco con la imagen de Nuestra señora de los Dolores en el centro, flanqueada por San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá.



Capilla del Pilar

Capilla barroca. Se erigió en tiempos del obispo aragonés Clemente Comenge. Buen retablo barroco obra del ensamblador salmantino Miguel Martínez de la Quintana con las imágenes de San Juan Nepomuceno, San Pedro de Arbués y en el ático San Clemente, patrono del fundador. Además de éste está enterrado aquí el obispo de Ciudad Rodrigo y eminente historiador Demetrio Mansilla Reoyo, que se encargó del aggiornamiento del edificio tras el Concilio Vaticano II, a pesar de sus tendencias conservadoras, y responsable del traslado de las rejas de la capilla mayor a ésta durante este proceso de reforma.



El coro

Tallado a finales del siglo XV por Rodrigo Alemán en estilo plateresco, con grandes influencias del gótico del norte de Europa. Destaca la calidad de la silla episcopal, la única que cuenta con una imagen en el respaldo (San Pedro), pues las demás tienen una no menos interesante labra gótica. En las paciencias y las misericordias, así como en las barandillas de las escaleras, el autor desplegó su imaginación en un sinfín de imágenes burlescas, eróticas y alusivas a fábulas populares.



El claustro

De planta cuadrada, cada lado se divide en cinco tramos de arcos apuntados con dos o tres columnas, con capiteles decorados con motivos figurativos y vegetales.

En él trabajaron los arquitectos Benito Sánchez (siglo XIV, al que se deben más partes de la construcción) y Pedro de Güemes (siglo XVI).



(Ciudad Rodrigo, Salmanca)

Fuentes:  es.wikipedia.org

Catedral Santa María de la Asunción de Coria


La catedral de Santa María de la Asunción se ubica en la ciudad de Coria, Extremadura, en España. Su construcción actual, ubicada donde se hallaban la antigua catedral visigoda, la mezquita mayor de la ciudad y la anterior iglesia-catedral románica, se inició en el año 1498, finalizando ésta 250 años más tarde, en torno a 1748. El terremoto de Lisboa ocurrido el 1 de noviembre de 1755 la dañó seriamente.

La catedral es de estilo gótico de transición, con importantes añadidos platerescos (según trazas de Pedro de Ybarra) y barrocos (torre-campanario diseñada por Manuel de Lara Churriguera). En su interior guarda una magnífica colección de pintura, escultura y orfebrería. Destaca el retablo mayor del siglo XVIII con tallas de Alejandro Carnicero, así como los sepulcros episcopales de Pedro Ximénez de Préxamo por Diego Copín de Holanda, y García de Galarza por Lucas Mitata. Se deben citar también el coro, con una sillería mudéjar de nogal de los siglos XV y XVI, cerrado por una verja protorrenacentista del siglo XVI. Destacan también la reja de la capilla mayor (siglos XVI y XVIII) y los retablos de las Reliquias (siglo XVIII) y San Pedro de Alcántara (siglo XVII).

Historia

Las primeras noticias que se tienen son las de una catedral visigoda, emplazada sobre el solar que ocupa la actual y de la que sólo se ha conservado una solería de mosaicos geométricos, soterrados en lo que hoy es la crujía sur del claustro. Se sabe que después fue convertida en mezquita y que tras la reconquista de Coria por Alfonso VII fue restituida la diócesis, en la persona del obispo Íñigo Navarrón.

Este edificio fue sustituido por una catedral románica, probablemente similar a la Catedral Vieja de Plasencia o a la de Salamanca. Se conservan un par de canecillos de la fábrica románica. A esta fábrica románica se le añadió un claustro mudéjar durante el siglo XIV, luego sustituido por el actual gótico, a mediados del siglo XV.

Es a finales del siglo XV, cuando el obispo Pedro Ximénez de Préxamo decide, por problemas de espacio, derribar la iglesia románica y comenzar a construir una nueva. La traza aprobada fue la presentada por Bartolomé de Pelayos en 1497. Esta traza, aunque luego modificada, será la que dará en esencia la forma al nuevo templo.


Puerta del Perdón

Puerta Norte o del Evangelio

Según la tesis doctoral de María del Carmen Sanabria Sierra bajo la dirección de Víctor Nieto Alcaide,​ la catedral podría tener su origen a mediados del siglo I: en la tesis se conjetura que podría haber sido el titulus, o lugar del primer templo cristiano, en razón de la existencia de un mosaico romano hallado en su claustro.

La mayor parte del conjunto fue terminada durante el siglo XVI, aunque durante la siguiente centuria serán necesarias diversas reformas por defectos de obra y de cimentación.

La iglesia se articula mediante una única nave dividida en cinco tramos de bóveda de crucería estrellada. Este fenómeno es compartido únicamente en España por las catedrales de Gerona y Ciudad Real. Presenta un crucero muy minimizado, con dos brazos en los que se articulan dos portadas, la norte, que da a la plaza de la Catedral, y la sur, que da al jardín. La portada principal ocupa los pies del templo. En cada tramo se abren dos ventanales, salvo en la capilla mayor, en la que existe un único óculo sobre el muro de la Epístola.

Cada tramo está delimitado por contrafuertes al exterior, lo cual, unido al pequeño tamaño de los ventanales, da al edificio un aspecto sólido. Todo el prímetro de la iglesia se remata con pináculos y una balaustrada añadidos en el siglo XVIII, que era transitable hasta la reforma de los tejados efectuada a mediados del siglo XX. La torre se adosa a la cabecera del templo. La actual viene a sustituir a una más antigua que se encontraba a los pies del templo y que fue derruida.

Capilla Mayor

La capilla mayor ocupa en primer tramo de la nave y presenta una planta cuadrada de 17 m. de lado. La pared del ábside queda cubierta en su totalidad por el enorme retablo mayor, realizado en 1747 y que sustituyó a otro anterior, seguramente del siglo XVI. Sus autores fueron fray José de la Santísima Trinidad y fray Juan de San Félix, frailes trinitarios del convento de Hervás. Se articula en tres calles y en dos alturas y ático. El programa iconográfico se desarrolla en función de las devociones del obispo José Francisco Magdaleno, que fue quien sufragó la obra. En la calle de la izquierda del espectador quedan San José y San Francisco de Paula, patronímicos del obispo. En la de la derecha encontramos a San Pedro de Alcántara y a Santa Teresa de Jesús, patrono de la ciudad y abogada de bautismo del prelado. En la calle central se dispone el manifestador del Santísimo Sacramento, rodeado por los cuatro evangelistas y rematado por una alegoría de la Fe triunfante. Sobre él encontramos la hornacina central del retablo, con la Asunción de la Virgen. Esta hornacina presenta un gran ventanal o "transparente" que atraviesa el muro del ábside para iluminar la escultura.

Remata el conjunto el grupo de la Sexta Angustia, con la Virgen sosteniendo a Cristo muerto al pie de la Cruz. Sobre él campea el escudo del donante de la obra. Todas las esculturas fueron realizadas en el mismo año que el retablo por Alejandro Carnicero y policromadas por Eugenio Piti.

Retablo del altar mayor y reja del presbiterio.

Capilla de la Inmaculada

Situada en la base de la torre y de planta cuadrada, es una de las capillas más antiguas de la catedral. Originalmente propiedad de la familia Maldonado, cuyo escudo se puede ver en la pared exterior de capilla, que la tenía como panteón familiar. Existía ya en la catedral románica. A pesar de todo esto, ha llegado a nuestros días con un aspecto muy modificado. En primer lugar, fue modificada por Pedro de Ibarra para servir de basamento a la torre, el cual le dio la bóveda de crucería simple que ha llegado hasta nuestros días. Durante el siglo XVIII se le añade el actual recubrimiento de estuco y se policroma la bóveda. Se construye retablo central, obra rococó con cuatro estípites y una única hornacina, que cobija una imagen decimonónica de la Inmaculada Concepción. Se remata con un tondo en el que aparece un jarrón de azucenas, sello del Cabildo y atributo mariano.

En las paredes laterales encontramos dos retablos de estuco neoplaterescos, realizados por los hermanos Picazo en 1880. El de la izquierda cobija una escultura de San Francisco de Borja como abogado contra los terremotos (probablemente comprada tras el terremoto de Lisboa de 1755, que afectó a la catedral) y el de la derecha cobija un Sagrado Corazón de Jesús, probablemente de finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX se retiraron y perdieron los sepulcros góticos de la familia Maldonado para enterrar al obispo Ramón Peris Mencheta, cuya lápida se puede ver hoy en el centro de la capilla.


Capilla del Beato Spínola

Ocupa el brazo sur del crucero, bajo el llamado Órgano Chico. Tradicionalmente se conocía como Capilla de la Anunciación, pero tras la beatificación de Marcelo Spínola en 1992 cambió de advocación. Es de arquitectura sencilla, cubierta con bóveda de cañón con arcos fajones, como todas las estancias del ala sur del templo. Contiene dos retablos enfrentados. El de la derecha, rococó, acoge un lienzo de la Anunciación obra de José de Mera del siglo XVIII. Además, En la predela hay una tabla con un Ecce Homo entre la Virgen y San Juan con características flamencas, del siglo XVI.

En retablo de la izquierda es el dedicado al Beato Spínola. Anteriormente estuvo dedicado a Santa Catalina de Alejandría, cuya escultura pasó al museo. Se trata de un retablillo barroco, con columnillas salomónicas, que enmarcan un retrato del que fuera obispo de Coria entre 1886 y 1887, pintado por Francisco Gil Japón.


Capilla de las Reliquias

Situada a los pies del templo, fue durante muchos siglos el espacio predilecto del Cabildo, en el que se reunían en muchas ocasiones. El aspecto que ofrece hoy en día se debe a una reforma efectuada en 1783 que la renovó plenamente. Se cubre con una cúpula sobre pechinas decorada con cartelas con símbolos pasionistas. Se conecta con la nave mediante un gran arco de medio punto cerrado por una suntuosa reja dieciochesca. Alberga tres retablos. El mayor se concibe como un gran armario para albergar la colección de reliquias de la catedral. Se organiza en tres calles y ático, presidido este último por una imagen de San Joaquín.

En los laterales se situaban dos retablos gemelos, uno de los cuales fue desmontado para abrir el arco mudéjar que conecta la capilla con el claustro. En el que todavía permanece se puede observar una imagen de San Sebastián obra de José Salvador Carmona de 1777, escoltado por un San Antonio de Padua y un San Vicente Ferrer de factura mucho más tosca. Les hacían frente, en el retablo desmontado, un San Pedro de Verona (advocación original de la capilla) escoltado por San Francisco y Santo Domingo de Guzmán, hoy en el museo.


Coro y trascoro

La sillería coral supone un bello conjunto de estilo mudéjar, realizado en dos fases diferentes. Se compone de 71 sillas (43 altas y 28 bajas) y un banco, realizadas en madera de nogal. El mueble procede en parte de la antigua catedral románica, realizado en 1489, muy poco antes de comenzar la obra nueva. Sabemos que ocupaba toda la nave central de la vieja construcción. La obra original corresponde al frontal y a los medios laterales. Será cuando se instale en la nueva construcción cuando se complete (1514) de mano del tallista Martín de Ayala. En 1560 se le añadirá una crestería con estatuillas de santos, obra de Francisco Pérez.

La silla episcopal ocupa el centro del tramo frontal, escoltada por la silla del deán (que alberga la inscripción que data la obra) y la del chantre. Se decora con un Salvador de pie, sosteniendo el mundo con una mano y bendiciendo con la otra. Se cubre con un doselete de estilo gótico. El resto de sillas, tanto las antiguas como las de la ampliación de Ayala con paños geométricos mudéjares, todos diferentes. Rematan el conjunto en los extremos los sitiales destinados a los duques de Alba, señores de la ciudad, que se encuentran a la misma altura que el del obispo. En el centro del conjunto se encuentra un facistol barroco.

El muro que cierra el coro es una obra renacentista de Michel de Villarreal, realizado durante la primera mitad del siglo XVI y sufragado por el deán Gaspar de Bardales. Lo cierra una magnífica reja, realizada por el maestro Hugo de Ras y decorada con el escudo del obispo Juan Ortega Bravo de Laguna en el cuerpo central. Escoltando la reja se encuentran dos ménsulas decoradas con putti y con el escudo del Cabildo. Originalmente servían como reclinatorio de los duques de Alba (cuyos sitiales se sitúan detrás de ellas), hasta que en el s. XVIII se decidió ocuparlas con sendas esculturas de Moisés y David.

El muro contempla dos puertecillas laterales adinteladas, rematadas con el escudo capitular. En el trascoro presenta una tribuna para músicos, debajo de la cual se sitúa un ratablillo barroco con la Virgen del Rosario. Escoltan el retablo cuatro esculturas pétreas de San Pedro, San Pablo, San Andrés y Santiago el Mayor, en ménsulas y bajo doseletes. Sobre el retablo se encuentra el escudo del deán Bardales, donante de la obra.
 
Sillería del coro

Trascoro

Sacristías

El conjunto cuenta con dos sacristías: la llamada de canónigos o mayor y la de beneficiados o menor. La construcción de ambas corresponde al siglo XVII, un período muy dificultoso en la historia constructiva del edificio, puesto el Cabildo que tuvo que hacer frente a la finalización del conjunto, al mismo tiempo que se afanaban en afianzar toda la obra del siglo XVI, que tenía muchos problemas estructurales. Se realizaron varios proyectos para la sacristía y el Sagrario, que finalmente no se llevaron a cabo. Las estancias que han llegado a nuestros días son de factura muy discreta, que disuena con las magnitudes del templo. Quizás las dificultades del período obligaran a realizar soluciones más económicas.

La sacristía mayor se sitúa junto a la capilla mayor, con acceso sobre el costado de la Epístola. Se accede a través de una antesacristía en la que se encuentra el lavabo de los canónigos, labrado en mármol rosa portugués, con dos delfines entrelazados. Esta estancia se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones, igual que la contigua. Las paredes se decoran con tres lienzos: un San Luis obispo, un retrato del obispo Dionisio Moreno Barrios y un retrato de Benedicto XV.

La sacristía propiamente dicha es un espacio casi cuadrado, con suelo ajedrezado en granito y pizarra. Contiene una cajonera barroca que ocupa todo un costado de la estancia. Sobre ella, una crestería dorada y unas gradillas sostienen un crucificado neoclásico del siglo XVIII. Las paredes se decoran con diversos lienzos, entre los que podemos destacar una Virgen del Rosario y un Santo Tomás de Aquino.

La sacristía de beneficiados es un espacio de factura más humilde, situado a los pies del templo, también sobre el muro de la Epístola. Más amplia que la anterior, pero de menos altura. Se cubre con un artesonado de madera y posee una cajonera igualmente artística. Sobre una de las paredes se sitúa un retablillo procedente de la capilla de las Reliquias, reubicado aquí. Se encuentra decorada con diversas piezas del ajuar catedralicio, enmarcadas sobre las paredes estucadas con frescos ornamentales.

Claustro y museo catedralicio

El claustro es una obra gótica del siglo XV que vino a sustituir a uno del siglo anterior, realizado en ladrillo y estilo mudéjar, del que se conservan algunos arcos. De planta cuadrada, se articula en cuatro crujías de tres vanos cada una, cubiertas con bóveda de crucería simple. La crujía sur se ve rota en su tramo central por un contrafuerte que se abre en arco de medio punto, realizado en el siglo XVIII. Se decora con cuatro retablillos, uno en cada una de las esquinas de las crujías:

  • San Antonio Abad: retablo barroco de aire portugués del siglo XVII que cobija una imagen del santo en madera policromada.
  • San Benito de Nursia: retablillo rococó con una imagen del santo titular.
  • San Luis obispo: alberga una talla de José Salvador Carmona de 1777.
  • Virgen del Pilar: alberga una escultura de mármol de la devoción zaragozana. En el ático presenta un lienzo con la escena de Pentecostés.

Órganos

El templo posee dos órganos monumentales situados en sendas tribunas sobre el segundo tramo de la nave, que correspondería al crucero.

Órgano grande

Fuente: es.wikipedia.org

La catedral de Milán o la atracción de los arquitectos

La catedral de Milán es el único templo italiano ente-
ramente gótico. Aunque iniciada según proyecto nórdi-
co y construida con Intervención de arquitectos extran-
jeros, es innegable su carácter italiano. debido quizás
a los muchos artesanos del país que trabajaron en ella.
No fue concluida hasta el siglo XIX. Tiene más de dos
mil estatuas y la sostienen cincuenta y dos pilastras
adornadas con profusión de imágenes, hornacinas y
doseles. 

Franceses, alemanes e italianos encabezaron distintas etapas en el proceso de construcción de la catedral de Milán, edificio sin parangón en Europa cuyas enormes proporciones no dejan indiferente al espectador. Durante algún tiempo actuaron de directores arquitectos franceses, como Buenaventura de París, que era el ingegniere de la catedral en 1388, en sustitución de Símone d’Orsenigo y sobre todo alemanes, como Enrique de Ensingen y Enrique de Gmünden, que eran los maestros de la obra hacia fines del siglo XIV. Después toman otra vez su dirección los italianos, dirigidos por Felipe de Organi.


La catedral de Milán tiene cinco naves longitudinales y tres en el transepto. El interior produce un efecto extraño, porque todas estas naves, de diferentes alturas, tienen la misma anchura, y además han sido decoradas modernamente con pinturas de grisaille. En el crucero se levanta una alta linterna, como una torre de agujas y pináculos superpuestos; los contrafuertes rematan también en altos pináculos coronados por esculturas de santos.

La catedral de Milán es el resultado de un esfuerzo llevado a cabo sin entusiasmo y sin fe; a pesar de todo, su masa es tan colosal y tiene tanta personalidad, aun por su misma falta de espíritu en los elementos y detalles, que no se parece a ninguna otra catedral de Europa. Durante la noche o vista desde lejos, cuando no se pueden apreciar bien las formas monótonas de sus contrafuertes y sólo se distingue su blanca montaña de mármol labrado, es cuando más impresiona.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Lamento sobre Cristo muerto


Giotto di Bondone (1267-1337), más conocido como Giotto, tuvo por maestro a Cimabue, y ya en el año 1300 era un artista de gran fama. Pintor y arquitecto, su influencia se extendió por toda Italia y posteriormente a Europa entera. El ciclo de las Historias de María y las Historias de Cristo que representó en la gótica capilla de Scrovegni, está considerado una de las principales obra maestras del arte medieval.

Lamento sobre Cristo muerto (Il Compianto su Cristo morto) forma parte de este ciclo. En la obra, la figura de Cristo muerto se encuentra desnuda tendida en el suelo. Junto a él, un grupo de mujeres cuida el cadáver; más allá, sus discípulos se hallan sumidos en el lamento, y en el cielo los ángeles participan del duelo con igual congoja. El fondo de la escena lo componen las rocas el árbol deshojado y el cielo oscurecido por un azul intenso. Todo parece indicar que la tragedia humana se ha desatado sobre la tierra en un dolor sin remisión. Casi todos los elementos del cuadro son esencialmente escabrosos: el oro de las aureolas, solamente, alude a una sustancia de naturaleza incorruptible.

En la formidable síntesis de formas de Giotto, ningún aderezo tiene función de ornamento gráfico, sino que posibilitan la definición de los volúmenes, el peso de la verticalidad y la medida de los gestos. En un contexto de máxima solemnidad, cada figura tiene su propia posición y expresa un gesto individual de atención o desolación ante la imagen del fallecido. El grupo, aislado del mundo, se forma de volúmenes tratados con amplios planos que emergen de la luz, cerrando el ámbito de las presencias humanas alrededor del cadáver las dos figuras de espaldas del primer plano.


El ritmo de la escena se encuentra marcado por pautas calculadas de espacio. En primer plano emergen los dos cuerpos agachados, más allá de Cristo se encuentran las figuras acongojadas de la Virgen María y María Magdalena. Los personajes inclinados hacia delante con vestidos celeste y rosa dirigen su atención hacia las figuras principales. Dos parejas de pie, a la derecha y a la izquierda, cierran el grupo. En la parte superior de la obra, las composición de la figura de los ángeles se encuentra definida por curvas cóncavas ascendentes, así como las terrenales están contenidas en general por curvas cóncavas descendentes. La separación de estos grupos se encuentra parcialmente determinada por la línea rocosa que atraviesa de forma oblicua la escena.


Es importante destacar el detalle de la Madre con la Santa Faz, donde se condensa todo el patetismo de la composición. La fría rigidez de la muerte contrasta con la vitalidad del rostro y la delicadeza de las manos de la Virgen. Las miradas de casi todos los personajes de la representación se concentran en esta escena principal, e incluso la roca que sobresale de la derecha sigue la misma dirección que la línea de las miradas como un respaldo de robusta materia. La expresividad en esta escena debía conmover al observador y llamarlo al arrepentimiento ante la visión del sacrificio Divino.



El fresco, realizado entre 1304 y 1306, mide 200 x 185 cm. e integra el ciclo ya mencionado en la capilla de los Scrovegni, Padua.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Alegoría del Buen Gobierno


Ambrogio Lorenzetti fue un importante pintor de frescos del siglo XIV, representante del gótico italiano y deudor de Giotto, que en los años treinta ocupó el puesto de pintor principal de Siena. En este período pintó el fresco de las paredes de la sala dei Nove del Palacio Comunal, sitio de reuniones del consejo de los principales gobernantes de Siena, lo cual inspiró sus alegorías del buen y mal gobierno, con detalles de un amplio ideario plasmado a modo de metáfora.

El fresco ilustra la virtud y el vicio, temática que cuenta con una larga historia en el arte medieval. En el muro frontal, situado frente a los ventanales, se encuentra la idea fundamental. A la derecha está la personificación del Buen Gobierno, significando al mismo tiempo Siena y la representación del bien común. A la izquierda la Justicia acompañada de la Sabiduría, de la que parte la Concordia trenzando una cuerda que llevan juntos los 24 consejeros de la ciudad, algunos de los cuales son claramente retratos.

Lorenzetti puso en escena el ciclo de modo tal que el espectador, al entrar en la sala, observara primero los sinsabores del Mal Gobierno y al volverse a la derecha, la imagen opuesta, la Justicia. Aparte de la secuencia de izquierda a derecha destacan los ejes conceptuales. En el muro del Buen Gobierno el eje principal es la personificación de la paz, ubicada entre este último y la Justicia.


Además de estas composiciones hay dos vistas de campo y ciudad en las que el pintor muestra las consecuencias de sendos gobiernos -el de la ciudad mal gobernada está casi echado a perder-. Se trata de las primeras vistas panorámicas del campo y la ciudad desde los tiempos clásicos, que expresan de forma dramática el dominio de la estructura y el control del espacio y la distancia que habían conseguido los pintores italianos durante la primera mitad del siglo, así como un deleite en el detalle descriptivo organizado a gran escala y con notable riqueza, para formar un conjunto espacialmente convincente.

En el sector que expone las consecuencias de la Paz y el Buen Gobierno las figuras del primer plano son de mayor tamaño, al igual que las construcciones de delante son mayores que las de atrás, en un ejercicio de perspectiva. Una serie de figuras danzantes componen el eje principal para la representación de la ciudad y las ocupaciones de sus habitantes. El grupo que danza en corro es la clave del cuadro: la paz es alegría. La misma idea se desarrolla en las personas dedicadas a cazar, montar a caballo o trabajar. Otro tema importante es la seguridad que proporciona la paz, representada arriba a la izquierda. Se puede afirmar que la ciudad bien gobernada a que se alude es Siena -la cúpula y el campanile de la catedral se ven en la esquina superior izquierda-.

Estos indicios vinculan el fresco de Lorenzetti con el género de retratística arquitectónica que surgió a fines del siglo Xlll, época en que los pintores comenzaron a especificar ambientes concretos utilizando la incorporación al paisaje de objetos reconocibles.

El fresco Alegoría del Buen Gobierno (Effetti del Buon Governo), fue realizada entre 1337 y 1339, mide en conjunto 350 x 700 cm, y se encuentra en el Palacio Comunal de Siena.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los desposorios de los Arnolfini


Esta obra de Jan Van Eyck es una evidencia de la revolución que experimentaba el arte flamenco de forma paralela a las innovaciones italianas. Se trata de un retrato doble cargado de gran simbolismo que actúa como testigo de ceremonia, ilustración de una clase social y compendio de las obligaciones que entrañaba la institución matrimonial en el siglo XV.

El personaje masculino que protagoniza la composición es el rico comerciante italiano Giovanni de Arrigo Arnolfini, residente en Brujas hacia 1421. Arnolfini desempeñó cargos importantes en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, a cuyo Estado pertenecían los Países Bajos, llegando a ser gobernador de finanzas de Normandía, con lo cual amasó una gran fortuna. En la obra se encuentra ataviado de forma austera, de acuerdo a los usos de la corte. La protagonista femenina es Giovanna Cenami, procedente de una acaudalada familia italiana. Se trataba de un matrimonio concertado que no resultó satisfactorio, puesto que no engendraron descendencia y años después Arnolfini fue solicitado en los tribunales por una amante despechada que reclamaba compensación.

Cada elemento que compone el cuadro alude a la riqueza de la joven pareja: el elegante vestido verde de la novia -el color de la fertilidad- es propio de un retrato de sociedad y un cuadro de boda y la lujosa alfombra de Anatolia que se extiende junto a la cama, son señales de la fortuna de los desposados, del mismo modo que el resto del mobiliario.

La cama es un símbolo de realeza y nobleza, donde la continuidad del linaje es fundamental, y representa el lugar donde se nace y se muere. En el cabezal se encuentra tallada la figura de una mujer con un dragón a los pies: puede tratarse de Santa Margarita, patraña de los alumbramientos o, por la escobilla que hay al lado, Santa Marta, patraña del hogar; ya que ambas comparten el atributo del dragón. La ropa de cama es de color rojo, que simboliza la pasión.


En el candelera que pende en el centro superior de la pintura hay sólo una vela encendida, símbolo del ojo de Dios, que todo lo ve. Debajo, inscrita en la pared de fondo, la firma en caracteres góticos del artista, que informa “Jan van Eyck estuvo aquí”, y la fecha: 1434. En torno al espejo convexo, donde el pintor se ha representado a sí mismo convirtiéndose en testigo del enlace, se ofrecen diez de las catorce estaciones que componen el vía crucis.



A su lado cuelga un rosario de cristal, un presente habitual ofrecido por el novio, un signo de pureza que a la vez sugiere la virtud de la esposa. Las naranjas que se hallan destacadas por la luz de la ventana, debieron ser importadas del sur de Europa y son otro símbolo de riqueza. En aquella época se creía que pisar el piso descalzo favorecía la fecundidad y los zapatos en el suelo dan cuenta de la celebración de una ceremonia religiosa: los rojos, de Giovanna, se encuentran cerca del lecho y los de su esposo, más próximos al mundo exterior. El perro, que dirige su mirada fuera del cuadro, representa la fidelidad y el amor terrenal.

Van Eyck perfeccionó la pintura al óleo con gradaciones de tono y color que crean la ilusión de luz natural. Este estupendo óleo sobre roble mide 82 x 60 cm. y se encuentra en el National Gallery, Londres.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Diario de la reedificación de Canterbury

Portal del púlpito de la catedral de Canterbury. 
La reedificación de la catedral de Canterbury fue una considerable ampliación del plan previsto en primera instancia aunque, por fortuna, se poseen abundantes datos, no solamente fidedignos, sino consignados con minuciosidad, que permiten hacer el seguimiento paso a paso, de este proceso. 

Se trata, más que de una crónica, de una especie de diario de aquella gran empresa, redactado por el monje Gervasio. Por él se sabe que, hallándose aún perplejos el abad y los monjes de Canterbury acerca de si debían conservarse o demolerse las paredes de aquel edificio devastado por el fuego, un maestro francés llamado a consulta, Guillermo de Sens (el cual habla trabajado en la edificación de la catedral de la ciudad francesa de este nombre), contribuyó a imponer el criterio de que era preferible derribar los maltrechos restos dañados del edificio y construir de nuevo toda la parte incendiada a partir del espacio posterior al primer transepto del templo. 

Hallándose ya avanzada aquella nueva obra y habiéndose proyectado incluso la parte de ella que aún se tardar la en edificar (como la capilla circular o Corona, donde se instalarla el sepulcro de Santo Tomás Becket, detrás del ábside), dicho maestro francés sufrió en 1178 una grave calda desde un andamio e, imposibilitado para seguir dirigiendo aquella tarea, regresó a su pals y hubo de ser sustituido por otro constructor, inglés, llamado también Guillermo. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La catedral de Durham

Interior de la catedral de Durham donde se aprec1an las
bóvedas nervadas. 
La catedral de Durham se encuentra emplazada Junto al monasterio y el castillo de Durham, sobre un promontorio defensivo, en un recodo del río Wear. Fue la primera construcción importante de Inglaterra en cubrirse íntegramente con una bóveda de piedra. Centro de peregrinaje para los visitantes de la tumba de San Cutberto, los benedictinos se establecieron allf hacia el año 1070. El templo fue erigido en muy corto tiempo, entre 1093 y 1104, lo cual permite una idea del ímpetu y la fuerza de la arquitectura normanda y del espíritu románico en Gran Bretaña. 

Se trata, además, del primer ejemplo que se conserva de construcción de bóvedas nervadas ojivales: el principio de la solución que más tarde permitirá trascender de la pesadez de la arquitectura románica hacia la estética esbelta y vertical y la característica luminosidad de la construcción gótica. 

Desde la fachada norte se puede tener una visión total de los 143 metros de longitud de la nave. la tumba de San Cutberto y la capilla gótica de los Nueve Altares se encuentran en el extremo oriental de la catedral. La torre central se acabó de construir en 1495, después de añadírsele un piso más; las torres del extremo occidental se sitúan cerca de la capilla Galilea. 

La presión de la cubierta de la nave principal es contrarrestada por la estructura de las naves laterales, de modo que se forma una especie de arbotante entre los arcos de cuarto de círculo de la nave lateral y las pilastras adosadas al muro exterior. La nave central, de potente y poderoso carácter, consigue equilibrar la pesada carga de las fábricas mediante las airosas proporciones de la tribuna y la verticalidad de los 22,2 metros de la bóveda. 

Capilla Galilea.
Por primera vez se labran sobre los robustos pilares motivos en zigzag, acanalados, espirales y cuadriculas, -una versión decorativa y monumental del románico que se conoce como románico anglonormando- reforzando de esta manera la impresión de maza, y obteniendo a la vez un ritmo alternado que confiere solemnidad y dignidad a la obra. La bóveda de crucería que cubre la nave es uno de los primeros ejemplos en su tipo. Los arcos perpiaños se apoyan sobre pilares compuestos que dividen la nave en dobles crujías rectangulares. Los arcos diagonales de medio punto, nacen de modillones gemelos bajo el nivel del cuerpo alto de las ventanas. 

Estos modillones están situados sobre la vertical de las columnas circulares, que alternan con los pilares compuestos. El rosetón oriental fue añadido en el siglo XVIII por el arquitecto inglés James Wyatt, cuyo discutido criterio decidió también la eliminación de las molduras de la obra exterior. La delgada linea de mármol azul que atraviesa la nave cerca de la fachada occidental, marca el límite de la entrada para las mujeres en la Edad Media. 

La capilla Galilea fue añadida en 1175. Cuenta con una cubierta de madera y una arcada de cinco vanos que se apoyan sobre delgados pilares compuestos de arenisca y mármol de Purbeck. Su sencillo capitel y las molduras en zigzag con que se encuentran decorados los arcos, aunque meramente románicos, infieren a la obra una ligereza que establece un delicado contraste con la imponente naturaleza de la nave. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La catedral de León


Encargadas por el obispo Manrique de Lara, las obras de la llamada pulchra leonina comenzaron en 1258 y concluyeron en 1303. El proyecto debió obedecer a la necesidad de León de reestablecer su valor después de que el reino se uniera en 1230 a Castilla. El edificio, atribuido al arquitecto francés Enrique y ubicado en el camino de Santiago, se inspiró en la catedral de Reims, y adoptó el gótico pleno del siglo XIII francés, caracterizado por enormes vitrales de tracería y grandes rosetones, aprovechando el espacio de carga liberado en los muros mediante la introducción de arbotantes.

Tras la muerte del francés, encargado también de la construcción de la catedral de Burgos, ambas obras pasaron a cargo de Juan Pérez. Entre 1476 y 1481, se añadió a la catedral de León el coro, compuesto de dos filas de sitiales extraordinariamente tallados en nogal por Juan de Malinas y el holandés Diego Copín. La utilización de la piedra hallada en la región, de escasa finura y deleznable en muchos casos, provocó el deterioro sistemático de la catedral: la restauración del siglo XIX aspiró a reintegrarle su altivez gótica.

En su fachada, la obra presenta un triple pórtico de arcos ojivales inspirados en los brazos del crucero de la catedral de Chartres. Las puertas, adornadas con elaborados relieves, representan el principal elemento decorativo del exterior de la iglesia. En el tímpano aparece la imagen de Cristo entre la Virgen y San Juan, con una escena del Juicio Final debajo. En los flancos del frente se encuentran las asimétricas torres del reloj y de las campanas.

Pero la particularidad más destacada de la catedral se halla en sus vidrieras. Algunas de las ventanas datan del siglo Xlll y están consideradas como las más importantes del medioevo español. Presentan características del gótico inglés y la superficie que ocupan ha ganado casi todo el espacio mural. Los tres cuerpos en que están compuestas se corresponden con los mundos natural, humano y celestial. Las ventanas inferiores de la nave central se constituyeron con motivos naturalistas de especies vegetales de la región leonesa, como álamos y robles. Las ventanas del triforio representan motivos heráldicos de exuberante policromía. Es importante subrayar como atributo innovador de la catedral su claristorio o cuerpo alto de las ventanas, con vidrieras ojivales que representan imágenes de santos y profetas.

Las columnas del interior de la iglesia poseen capiteles naturalistas labrados con motivos vegetales, que dan cuenta del interés artístico por captar la naturaleza que se extendió desde el norte de Europa en el siglo Xll. Aunque no cuenta con una nave de altura excepcionalmente elevada, la espigada elegancía y la sobriedad de la decoración, desahogan el interior confiriéndole una sensación de altura.

El trascoro de alabastro de la catedral es un añadido renacentista llevado a cabo por Baltasar Gutiérrez y Esteban Jordán. Vale la pena destacar el retablo gótico del siglo XV que conserva el templo. Obra del artista Nicolás Francés, el políptico relata la vida de San Froilán, patrono de la diócesis de León, pintado al óleo sobre tabla y guarnecido con panes de oro.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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