Páginas

Artistas de la A a la Z

Mostrando entradas con la etiqueta Velázquez Eugenio Lucas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Velázquez Eugenio Lucas. Mostrar todas las entradas

Eugenio Lucas Velázquez (1817-1870)

 

 Romanticismo

Velázquez, Eugenio Lucas (Madrid, 9 de febrero de 1817-Madrid, 11 de septiembre de 1870) fue un pintor perteneciente al romanticismo español, llamado en el pasado Eugenio Lucas y Padilla, cuando se le creía natural de Alcalá de Henares.

Biografía

En sus inicios artísticos comienza como ebanista, aunque siempre estuvo muy ligado a la pintura. Lo que verdaderamente le proporcionaba el sustento económico era la primera profesión. También trabajó como tasador de las Pinturas Negras de Goya. Sus inicios con la pintura comienzan con temprana edad, creciendo como artista en la Real Academia de San Fernando y posteriormente se daría lugar en el Museo del Prado, copiando obras de Velázquez y de Goya; José Lázaro Galdiano afirmaba que el joven Lucas se estableció como en casa propia en el Museo del Prado. El propio artista se declaró como alumno de la Real Academia de San Fernando en el catálogo de la Exposición Universal de París en 1855, en la que habría tenido como maestro a José de Madrazo, aunque la abandonó por el descuerdo con el frío clasicismo imperante en las academias. La confirmación de estos estudios académicos se puede ver reflejada en la Exposición de la Academia en 1841 cuando el artista llevó cuatro obras consigo. Una persona que se encargará del artista con edad temprana será Leandro Álvarez de Torrijos, quien le proveyó de todo lo necesario para la enseñanza artística, corroborando este dato únicamente con un retrato del propio artista a este personaje, el cual está firmado y fechado por Lucas Velázquez en 1848, dos años antes del fallecimiento del dramaturgo Torrijos.

El 6 de diciembre de 1844 contrajo matrimonio con Martina Hernández Muñoz, celebrándose la unión en la Parroquia de San Ildefonso. Tras este acontecimiento, el matrimonio sentó los pies sobre el hogar de la familia de Martina, siendo esta modesta como la de Lucas Velázquez. Este matrimonio tendrá fin en 1853 cuando Eugenio Lucas se separó de su mujer. Al año siguiente convivirá junto a Francisca Villaamil, teniendo esta unión cuatro hijos, de los que uno de ellos, Eugenio Lucas Villaamil, siguió el oficio y el estilo de su padre Lucas Velázquez, desembocando esto en una confusión de obras de ambos.

Lucas Velázquez realizó una serie de viajes durante su vida, situado el primero de ellos en 1852 a París, en el que recibió la influencia de Delacroix. Hacia 1848 el matrimonio tuvo que trasladarse a su domicilio particular en Fomento, junto a una tía de ella llamada Vicenta Muñoz y de una sirvienta, teniendo un alivio económico ya que en 1847 presentó en la Exposición de la Academia dos paisajes que son del mismo estilo de las dos Escenas de Puerto Oriental. Adquiriendo importancia, es presentado en febrero a Francisco de Asís, rey consorte por lo que este le encargará un cuadro de caza y, el origen, el regalo al rey de un paisaje, aunque desgraciadamente esta obra no se encuentra entre los fondos del Patrimonio Nacional. Tras este auge de importancia, durante el transcurso de 1849, el matrimonio de Lucas y Martina, se traslada de nuevo de domicilio, siendo este el principal del matrimonio, situado en calle de Duque de Osuna. Siguen sin tener dificultades económicas, pues seguían manteniendo a una criada. En 1850 se le encarga a Lucas Velázquez la decoración del techo del Teatro Real, aunque fue destruido por un incendio en 1867, coincidiendo en la inauguración con la reina Isabel II, que nombró al artista pintor honorario de cámara y caballero de la orden de Carlos III. Además trabajó para personas de alta clase, como el marqués de Salamanca, el constructor Ángel de las Pozas Cabarga y Pedro Arenas.

También viajó a Marruecos, una estancia que inspiraría sus cuadros de factura orientalista. En la década de 1860 realizaría dos viajes a París, al igual que también visitaría Suiza e Italia, recibiendo la influencia del romanticismo europeo.

Ideológicamente se le podría situar en el progresismo liberal, atendiendo al hecho de que en 1854 se incorporó a la Milicia Nacional, ideología que se puede deducir también de los temas de algunos de sus cuadros. Falleció en Madrid el 11 de septiembre de 1870, en su vivienda particular.

Obra

En sus inicios en la pintura comienza con el abandono del frío clasicismo dirigiendo su pintura a un ámbito de admiración de Velázquez y Goya, copiando sus obras en el Museo del Prado. Lucas Velázquez cultiva el costumbrismo y escenas fantásticas y siniestras, pero no cerrándose en el ámbito artístico. Un personaje que calará en el gusto y mente del artista Lucas Velázquez será Francisco de Goya, haciendo el descubrimiento del arte goyesco una apertura de posibilidades en su propio estilo.

Sus primeras obras fechadas datan en 1842, como Los Bandoleros y Pareja de majos, viendo en estas obras a un Lucas Velázquez principiante. En cuanto al dibujo, se preocupa de él en contadas ocasiones. Con unas pocas pinceladas el pintor hace que de lejos identifiquemos el conjunto y de cerca apreciemos un puntillismo multicolor. Los primeros planos aparecen construidos con varias capas de color, siendo la última capa más gruesa para así sugerir rocosidades y formas de la propia naturaleza. Su pincelada suele ser nerviosa y curvilínea. La pincelada de los detalles es rítmica, corta y repetitiva. No suele usar veladuras o transparencias. En sus obras, el cuchillo o espátula es trabajada para extender los impastos, que nunca están colocados al azar, sino que están colocados en su perfecta armonía, contribuyendo al efecto de la perspectiva. Lucas fue conocido por la rapidez al trabajar en una obra. Lucas fue puro instinto, pintaba las cosas tal y como las veía, queriendo transmitir la realidad viviente, sin pararse en meditaciones. Esta rapidez traerá consigo a veces características esquemáticas. Los paisajes y escenas de Lucas suelen tender a la horizontalidad, dividiendo la obra a veces por la mitad o en tres cuartos. Gran parte de la superficie la ocupaban los cielos. Enmarcando la parte inferior de la composición colocaba un plano de tierras o rocas. A veces, enmarcando uno de los laterales para sugerir una diagonal en contra de la horizontalidad, añadía grandes árboles o acantilados.

La temática de Lucas Velázquez es amplia, tratando escenas paisajísticas, retratos, caricaturas, desnudos, miniaturas, escenas de género y costumbres, sátira, bodegones, floreros, paisajes, escenas de iglesia, de brujería e inquisitorias. Las escenas paisajísticas fueron las responsables de que se convirtiera en Pintor de Cámara. Su obra señala inequívocamente al pintor romántico interesado siempre en plasmar el mundo que le rodea. Lucas Velázquez es un artista innovador que llega a la abstracción con su novedosa técnica de manchas aleatorias, siendo una persona que se anticipó a lo que crearían medio siglo más tarde. Lucas Velázquez cultivó el costumbrismo con una gran intensidad y se interesó por las nuevas corrientes artísticas, teniendo una relación personal con el propio Édouard Manet, cuando realizó un viaje a España en agosto de 1865 organizado por su amigo Zacharie Astruc.

Francisco Calvo Serraller contradice a quienes criticaron a Lucas Velázquez por su condición de copista de obras de Goya, por lo que escribe lo siguiente: “De manera que, pronto en el hacer, fecundísimo en cuanto a la capacidad de producir y extraordinariamente hábil a la hora de asimilar las técnicas de otros, a Eugenio Lucas no parecía caberle otra gloria que la, siempre sospechosa e irritante, de ser un prodigioso copista. ¡Triste e inmerecida gloria, verdadera leyenda negra!”. Calvo Serraller frente a esa visión limitada y reiterada por ciertos analistas insiste en subrayar la originalidad del autor.

Artista fecundo, el Museo Lázaro Galdiano de Madrid reúne el mayor conjunto de su obra, con 175 piezas entre óleos, acuarelas y dibujos.​ Entre estas piezas, junto a los motivos goyescos y costumbristas característicos, destacan por su valor biográfico los numerosos apuntes de viaje, principalmente motivos venecianos junto con vistas de Niza, Mónaco, San Remo o el castillo de San Pierre en el valle de Aosta,​ copias de Giambattista Tiepolo, el boceto para un retrato de Isabel II,​ o algunos de los bocetos para los destruidos techos del Teatro Real de Madrid, pintados en 1850.​ Otro importante conjunto es el conservado en el Museo del Prado, procedente en buena parte de la donación Vitórica, integrado por una treintena de óleos y otros tantos dibujos y acuarelas,​ conjunto al que se ha agregado en 2017, y procedente de la donación Óscar Alzaga Villaamil, un Paisaje de gran tamaño, fechado en 1852.​ En el Museo del Romanticismo de Madrid se conservan doce óleos sobre diversos soportes, entre ellos un par de escenas de Inquisición y una romántica alegoría del suicidio junto con un retrato de Jenaro Pérez Villaamil y la Traída de aguas del Lozoya, donde retrata con carácter de crónica la inauguración del Canal de Isabel II, con la apertura del surtidor en la calle Ancha de San Bernardo.​

Otros museos con obra de Lucas Velázquez son el Cerralbo de Madrid, con tres obras seguras (La hoguera de san Juan, El vendedor de coplas y Un sermón, las dos últimas firmadas y fechadas en 1855) y dos atribuciones, el Museo Goya de Castres, con cuatro abocetadas escenas goyescas y un paisaje imaginario, y el Museo Carmen Thyssen Málaga, en el que se conservan cuatro de sus obras: Cogida en una capea de pueblo (1855),​ El Rosario de la Aurora (c. 1860)​ y La maja del perrito (1865).​ además de Caravanas árabes arribando a la costa (c. 1860) óleo en el que, lo mismo que en Esfinge y pirámide del Museo del Romanticismo y otros, se puede ver reflejado el interés de los pintores románticos por el exotismo lejano y misterioso del mundo árabe.

La Fundación Rafael Masó de Girona​ conserva el dibujo Figuras en un paisaje, c. 1855.


Obras comentadas


Galería

Vista de una ría con pescadores y un castillo imaginario, 1848

Bodegón, 1849

Capricho alegórico: La avaricia

 

Figuras brujeriles, siniestras y retorcidas rodean la mesa y vuelan en el cielo negro. En el suelo hay un globo terráqueo y libros esparcidos por doquier, como símbolo del desprecio por la sabiduría y el ansia de dinero, que parece ser el significado de la alegoría. Esta obra es un ejemplo elocuente de la manera profundamente personal en que este artista interpretó el universo de Goya.

Fuente: https://artsandculture.google.com/

Caravanas árabes arribando a la costa


A lo largo de los salientes bajo rocas escarpadas, varias caravanas se reúnen en una gran llanura antes de dirigirse hacia la flota de veleros que se vislumbra a lo lejos, amarrados frente a la costa bajo el atardecer rojizo. El carácter árabe de la vestimenta de las bulliciosas hileras de minúsculas figuras que avanzan a pie o a caballo es apenas reconocible, y el motivo de su largo viaje también queda a la imaginación del espectador, aunque lo más probable es que vayan a cargar sus mercancías en barcos mercantes o zarpar hacia tierras lejanas. La absoluta fascinación que sentían los pintores románticos europeos por el exotismo del remoto y misterioso mundo árabe –que constituyó un género artístico singularmente importante a lo largo del siglo y que ha sido estudiado con un interés muy renovado en los últimos años– causó lógicamente una impresión especial en la sensibilidad de los pintores españoles por su proximidad geográfica y cultural al mundo islámico, particularmente a Marruecos. Al igual que su íntimo amigo Genaro Pérez Villaamil, tampoco Eugenio Lucas pudo resistir el atractivo seductor, tan cercano y tan lejano, que las estampas más típicas y legendarias de las costumbres árabes ejercieron para el público occidental y que la inagotable imaginación de Lucas no tuvo dificultad en evocar. desde la comodidad de su estudio. Porque, contrariamente a lo que podría sugerir su afición por los temas árabes, no hay constancia de que haya viajado alguna vez a África. Las obras del pintor madrileño abordan frecuentemente temas marroquíes, siempre ejecutados con una técnica ágil y vigorosa, e incluyen otras escenas de caravanas acercándose a un puerto costero como las tituladas Costa mora al atardecer –muy relacionada con el presente lienzo en la disposición de las masas de figuras y el tratamiento del cielo – y "Costa mora bajo la luna", que también es muy similar pero representada en un ambiente nocturno. En la presente obra, el artista apenas insinúa las figuras utilizando pinceladas rápidas y nerviosas y toques de color sintéticos extremadamente ligeros que a veces no son más que puntos para crear un rico efecto pictórico. Esto se ve acentuado aún más por su característico dominio de los efectos de claroscuro, que insinúan hábilmente los diferentes planos y configuraciones espaciales de las figuras, desde el primer plano hasta la brumosa distancia. Además, Lucas vuelve a demostrar en este lienzo su indiscutible dominio del paisaje, que todavía no ha sido plenamente reconocido pero que se manifiesta aquí tanto en la concepción panorámica de la vasta llanura que se extiende hasta el horizonte marino que apenas se distingue, como, sobre todo, en el protagonismo dado al cielo. De hecho, el cielo ocupa casi dos tercios de la superficie de la imagen, poblado por grandes masas de nubes andrajosas que se funden en la distancia en un crepúsculo ardiente y vibrante que envuelve todo el paisaje en una luz casi mágica que explica gran parte de su atractivo. . Du Gué Trapier llama la atención sobre “las nubes rojas, parecidas a llamas, que ondean como un estandarte de batalla”, y la “ejecución inteligente [y] la audacia de su gama de colores”. Gaya Nuño la denomina "Cabalgata mora" y, mucho más recientemente, Arnáiz la titula "Un ejército en campaña" y refiere que se desconoce su paradero. José Luis Diez.

Fuente: https://artsandculture.google.com/


 

Cogida en una capea de pueblo


Tras la adquisición de esta espectacular escena taurina, el gran maestro de la pintura romántica madrileña Eugenio Lucas Velázquez está ahora magníficamente representado en las colecciones de pintura española del siglo XIX de la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza. Fue el principal exponente del estilo de Goya a mediados del siglo XIX, como lo ilustra espléndidamente el presente cuadro sobre uno de los temas favoritos del universo de Goya: el mundo del toreo, al que, como es sabido, Goya tuvo especial afición durante toda su vida. vida y que retrató tanto en sus pinturas como en sus grabados. Lucas heredó este entusiasmo, reinterpretando diversos aspectos del deporte en un lenguaje absolutamente personal. De hecho, las escenas taurinas de Eugenio Lucas son algunas de las obras más significativas de toda su carrera. Sin embargo, pocos son de su tamaño y muestran el tratamiento casi panorámico de este atractivo cuadro, que ilustra el trágico momento en el que un toro ataca al torero, cuyo cuerpo corneado yace junto a las patas delanteras del animal. La escena se desarrolla durante una corrida de toros en la espaciosa plaza de un pequeño pueblo de casas mal construidas y destartaladas junto a una chopera, cuyas esbeltas siluetas se recortan contra un cielo despejado atravesado por nubes. Siguiendo la tradición que aún hoy se conserva en algunos pueblos españoles durante las celebraciones locales, rodeando el borde exterior de la plaza hay una valla de estacas y tablones de madera que sirven como asientos improvisados, detrás de la cual se encuentran algunos espectadores que se habían precipitado al ruedo para Únete a la corrida de toros y ahora date prisa en buscar refugio. Mientras tanto, otros ayudantes de toreo intentan distraer al toro con sus capotes, y un grupo de voluntarios, protegiéndose con una carreta, se acercan al toro para intentar alejarlo de la víctima mediante largas pértigas. En el extremo derecho, varios hombres sostienen el cuerpo inerte de otro voluntario, que probablemente también fue corneado durante la corrida de toros. El cuadro, firmado en Madrid en 1855, corresponde a la etapa de mayor madurez artística de Eugenio Lucas. Es un buen ejemplo de cómo este artista interpreta el dramatismo extremo –una combinación de crueldad y desafío a la muerte– que define la esencia más profunda del espectáculo taurino, que lógicamente era una temática especialmente afín al espíritu romántico. De hecho, Lucas sitúa a los personajes principales en medio de la plaza de toros vacía como epicentro de la tensión dramática, ante la que las pequeñas figuras que pueblan toda la escena reaccionan con terror. Están esbozados libremente con trazos vibrantes y flexibles, a menudo no más que toques de color ejecutados con una pincelada extraordinariamente libre que evita deliberadamente la precisión del dibujo en favor de una mayor intensidad de expresión. La adquisición de este cuadro supone además una aportación muy significativa a la producción de Lucas ya que, a pesar de su importancia y la finalidad decorativa de su gran formato, ha permanecido prácticamente inédito hasta el momento y se conserva en un excelente estado de conservación, lo que permite apreciar toda la intensidad del la personalidad enérgica y temperamental que define toda la obra de este artista. De las numerosas escenas taurinas de Eugenio Lucas, el diseño de la escenografía y la composición de la presente obra guardan un especial parecido con las de "La gran capea" firmada en 1860, "La capea" ”), "Escena de toros" y el gouache "Toros en la aldea". El Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana posee varias obras de Lucas que también representan corridas de toros rurales y son similares en temática y ambientación a la presente obra, como las tituladas "Gran corrida de toros y cucaña". ) firmado en 1856, "El toro del collar" de 1863 y "Capea en un bosque", pintado de 1861. José Luis Diez

Fuente: https://artsandculture.google.com/

 

El Rosario de la Aurora


En el claro de un terreno llano a las afueras de un pueblo, las cofradías de dos procesiones de la Aurora se enzarzan en una violenta lucha por hacer valer su preferencia de paso en sus respectivos itinerarios en la oscuridad de una noche apenas iluminada por las primeras luces del alba. Fieles, acólitos y penitentes luchan con uñas y dientes, blandiendo como armas sus faroles y astas de estandartes, con los que amenazan y golpean sin piedad a los miembros de la procesión intrusa. Las procesiones del Rosario dedicadas a la Virgen se encuentran entre las prácticas devocionales más arraigadas en la tradición religiosa española y se celebraban hasta hace relativamente poco tiempo con gran fervor y numeroso público, casi siempre al amanecer o al anochecer. Los miembros de las cofradías portaban los estandartes de las distintas congregaciones marianas flanqueados por hileras de lámparas y cirios, por lo que se las conocía comúnmente como procesiones del “Rosario de la aurora” o “Rosario de cristal”. Este cuadro ilustra un episodio de connotaciones casi legendarias, muy común en la tradición popular, especialmente en Andalucía y Madrid, y que dio lugar a uno de los dichos españoles más recurrentes, “acabar a farolazos, como el Rosario de la aurora”. terminan llegando a las manos [iluminados con lámparas], como el Rosario de la aurora”) refiriéndose a una disputa o pelea violenta. Es lógico pensar que Eugenio Lucas hubiera tomado este pintoresco episodio de la tradición de su Madrid natal donde se desarrolla -precisamente en la calle llamada del Rosario, que aún existe, junto al monasterio y basílica de San Francisco el Grande. Según la tradición: “A esta calle se llegaba por un portón de la antigua iglesia de San Francisco, por donde salía la famosísima procesión del Rosario de la madrugada. Parece que el hospital o colegio de Santa Catalina también tenía una cofradía del Rosario y que una vez, al encontrarse en la estrecha calle de los Remedios (hoy Plaza del Progreso), hubo que dirimir la cuestión de quién tenía derecho de forma. Los miembros de las cofradías llegaron a las manos, utilizando como armas los exquisitos faroles que portaban, y todo se convirtió en una reyerta y disturbio que sólo la guardia valona logró controlar. Al enterarse del suceso, los jueces de la corte real informaron al Consejo, que puso fin a la procesión”. Como es evidente, Eugenio Lucas vuelve a recurrir a las numerosas escenas procesionales de Goya en las que el genial artista aragonés siempre destacaba los aspectos más dramáticos que revelan con crudeza el comportamiento extremo –y en ocasiones verdaderamente inquietante– que caracteriza estas expresiones públicas de devoción tan propias de la cultura española. vida religiosa aún hoy. En este caso, sin embargo, Lucas se centra en crear un paisaje especialmente anecdótico y moldeado por la cultura popular que, precisamente por su carácter curioso y pintoresco, tanto agradó a los artistas y clientes del romanticismo español durante el reinado de Isabel II. Este tipo de escenas también gozarán de gran éxito en la pintura sevillana del último cuarto del siglo XIX, especialmente en las obras de José García y Ramos (1852-1912), quien dio especial fama a este episodio en las diversas versiones conocidas que realizó sobre el tema. . En la presente obra Eugenio Lucas intenta emular lo más fielmente posible la estética de Goya, como lo indican tanto la paleta como la ejecución extraordinariamente enérgica y desenfadada de toda la composición, en la que la mayoría de las figuras apenas están esbozadas. Esto ayuda a enfatizar la confusión de la escena violenta, que captura magistralmente la tensión dramática y el movimiento frenético de las masas descontroladas en medio de su batalla. Pero lo que resulta particularmente interesante es la interpretación que hace Lucas del paisaje, ya que sitúa a los grupos de miembros de las hermandades a ambos lados de un espacio muy amplio en primer plano, fuera de un grupo de casas prominente y vagamente ejecutado, cuya silueta imponente se recorta contra un cielo salpicado de nubes negras; todos estos aspectos, claramente tomados de Goya, realzan el tono dramático de la escena, representada con una técnica vigorosa y extraordinariamente suelta con un generoso uso del empaste, aunque estos efectos se atenuaron considerablemente una vez delineado el lienzo. Prueba del éxito que tuvieron entre la clientela de Lucas estas escenas de procesiones interrumpidas es la existencia de otros conocidos cuadros atribuidos al artista de temática y composición muy similares, como los titulados "Resbalón inoportuno", "Procesión en la aldea", "Procesión atacada por un toro" y "Procesión con lluvia". José Luis Diez

Fuente: https://artsandculture.google.com/
 

Paisaje con contrabandistas


Elogiado por los especialistas, es sin duda el mejor paisaje pintado por Eugenio Lucas Velázquez a lo largo de su larga y fértil carrera. La impresionante vista de las montañas escarpadas, que se elevan como poderosos gigantes sobre los diminutos personajes que pasan por el camino, es un ejemplo magnífico ejemplo de la pintura romántica de paisaje que enfatiza las fuerzas de la naturaleza. A menudo, este tipo de escenas, se ambienta con bandidos, personajes que sedujeron a los viajeros románticos europeos.

 

Punto al Arte