Punto al Arte: 03 El arte de los hititas
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El arte de los hititas

En los primeros siglos del tercer milenio antes de Cristo, aparece, en el territorio que hoy forma la parte central de Turquía, el pueblo hitita, que con el paso del tiempo llegaría a formar un importante imperio que se extendería más allá de la península de Anatolia.
Diosa hitita. Fragmento de una tablilla 
del siglo XVIII a.C. que representa una 
de las diversas deidades a las que se
encomendaba este pueblo de la
Antigüedad.
Para comprender el nacimiento y el curso del magnífico arte hitita deberá atenderse a un momento crucial en la formación de su cultura, cuando los habitantes indígenas de la Anatolia central, los hattis, contactaron con los pueblos indoeuropeos que llegaron a la zona. De este modo, se produjo una fusión entre ambas culturas; ninguna anuló a la otra, sino que supieron complementarse en aspectos como el arte, la política y la religión. Así, asistimos al inicio de lo que se ha convenido en denominar primera época hitita, en la que se alcanzó un gran auge cultural. Los hititas fueron pioneros en el desarrollo de la metalurgia, lo cual les permitió fabricar un armamento de hierro que hizo de su ejército uno de los mejores armados de todo el mundo antiguo, capaz de someter por completo a Siria. Aunque el Estado se consolidó, las constantes guerras debilitaron mucho su economía. Así el imperio acabó por desmembrarse ante las hordas de invasores que, procedentes del mar, llegaron alrededor de 1200 a.C.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los antecedentes

La gran civilización hitita se desarrolla en la península anatólica, en la zona central de la actual Turquía, aproximadamente alrededor del curso del río Halys. Esta región fue ocupada desde antiguo, y ya en épocas prehistóricas (7000-2000 a.C.) se conoce la existencia de diversas culturas. Las conocidas cuevas de Karain, Belbasi y Beldibi fueron habitadas en el Paleolítico Superior. Más avanzados en el tiempo, yacimientos como Cayöncï: y los niveles más antiguos de Hacilar y Chatalhöyük manifiestan los primeros indicios de agricultura.


Vasija con una cara humana (Musée du Louvre, París). Realizada en terracota pintada, esta pieza, procedente de Anatolia, se remonta al cuarto milenio antes de nuestra era. Se puede apreciar la nariz y la boca, pero lo que más destaca son los ojos realizados con un mineral cristalino. 


















Vasija antropomorfa (Musée du Louvre, París). Esta pieza de cerámica procede de Hissarlik-Troya (Anatolia) y su antigüedad se remonta al tercer milenio a.C. En el cuello de la vasija está delineada la cara y en el cuerpo están apuntados claramente unos caracteres sexuales femeninos.



Las fascinantes pinturas de Chatalhöyük representan la cumbre del arte neolítico, a través de los doce niveles diferentes de habitación que se sitúan aproximadamente entre 6500-5650 a.C. Con ellas queda demostrada la capacidad humana para realizar obras de arte. De entre las pinturas murales y relieves que decoran las casas y las habitaciones de culto, algunas de las cuales se exhiben en el Museo de Ankara, destacan las del nivel VII (6200 a.C.) que representan en apariencia la erupción de un volcán, posiblemente el Hasace Dagi, muy próximo al yacimiento. Se trata ya de pintura de paisaje, la más antigua de las conocidas. Asimismo, se desarrollan otros temas, tales como escenas de caza, de danza y de acrobacia, y especialmente abundantes son las pinturas de carácter funerario y religioso.

Los rituales del culto a la fertilidad debían de realizarse en habitaciones decoradas con relieves de cabezas de toro y de cornamentas alineados en los muros. Probablemente representaban la divinidad masculina: el toro era el símbolo de la fuerza y de la fertilidad, y el genio de los animales de cornamenta sin los cuales no se podía cultivar la tierra. Esto explica por qué, desde el comienzo de la agricultura en Anatolia, el dios masculino fue representado bajo la forma de un toro y más raramente con forma humana. Esta costumbre persistió hasta la época hitita. La representación de la Diosa Madre sí aparece en forma humana en relieves y figuritas en diferentes actitudes que simbolizan la fertilidad.


Toro (Musée du Louvre, París). Animal estrechamente relacionado con el dios Teshub en todas las representaciones, fue una de las imágenes más utilizadas en las manifestaciones artísticas de los hititas, incluso en vasos que adoptaron su forma, como el que aquí se muestra. 



La pintura no sólo se centra en los relieves, la pintura mural y las figuritas pintadas, sino también en cerámicas con producciones monocromas en sus comienzos hasta las magníficas creaciones artísticas de un Neolítico avanzado.

Durante el Calcolítico (hacia el5500 a.C.), la aparición de objetos de metal en Bacilar demuestra un importante avance cultural. A finales de este período, Anatolia vive un momento de estancamiento durante el V y el IV milenios que contrasta con el papel preponderante desarrollado en el curso de los milenios anteriores. Durante las primeras fases de la Edad del Bronce (alrededor del 3000-2500 a.C.) no se observan progresos notables.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La formación del Imperio hitita

Los orígenes del pueblo hitita, también conocido como los hatti, se remontan al m milenio a.C. El núcleo principal de la cultura hitita y su cuna histórica se halla en la gran meseta central de Anatolia. La zona en la que posteriormente se asentaría el Imperio hitita estuvo poblada ya en el Neolítico, como demuestran abundantes hallazgos arqueológicos entre los que se cuentan estatuillas votivas, relieves de terracota y pinturas murales, así como la importante cerámica ciliciense y las muestras halladas en las cuevas de Karain, Beldibi y Belbasi. Posteriormente, y ya en plena Edad del Bronce, destacan las civilizaciones protohititas de las regiones de Cilicia, Islahiye y el Hatay.


Jarro de terracota hitita (Museo del Petit Palais, París). Teniendo en cuenta que es una pieza de cerámica del siglo XIV a.C., son asombrosas la esbeltez y la armonía de sus formas. Procede de Beycesultan (Turquía).





Vasija trípode (Museo del Petit Palais, París). Pieza de cerámica hitita procedente de Kültepe, datada hacia el siglo XVIII a.C.



En tiempos de Sargón I de Akkad se sucedieron en Asia Menor, y particularmente en la Anatolia Central, una serie de invasiones de pueblos indoeuropeos que, no siempre de forma pacífica, ocuparon el territorio, fusionándose con los indígenas. A una primera invasión de los luvitas siguieron oleadas de otros pueblos arios que, al instalarse en el de nominado país de Hatti, tomaron el nombre de hititas.

Los invasores fundaron ciudades-estado, siendo Kusar (o Kussara) y Kanesh las primeras en con seguir cierta supremacía sobre las demás. La ciudad de Kanesh recibió posteriormente el nombre de Nesa, y sus habitantes, nesitas, nombre con el que también se llegó a designar a los hititas.

El primer rey hitita fue Pithana, que se hacía llamar «Gran Príncipe de Kusar». Su hijo Anitta, conocido como «el aliado de la Tempestad del Cielo», conquistó la ciudad de Nesa. Además de un gran guerrero, Anitta fue un eficaz gobernante que supo ampliar los territorios hititas mediante audaces campañas militares y mantener unidos a los pueblos conquistados. Anitta fue sucedido por su hijo, Peruva. Al parecer, ni Peruva ni sus sucesores continuaron la política expansionista iniciada por sus padres.

        La continuidad de los sucesores de los primeros reyes se ve oscurecida por la ausencia de datos históricos. Al parecer, hubo un cambio de dinastía, y con posterioridad aparece Tudhaliya I (1740-1710 a.C.) como uno de los forjadores del poder hitita. Le sucedió su hijo Pusarruna (1710-1680 a.C.), cuyo hijo, Labarna I, está considerado como el verdadero fundador del Imperio hitita.


Brasero de terracota (Museo del Petit Palais, París). El yacimiento de Kültepe ofrece una gran variedad de productos artísticos, que permiten conocer el modo de vida del pueblo hitita de los tres primeros siglos del II milenio a.C. En dicho yacimiento se encontraron numerosos jarros de terracota, peculiares vasijas trípode y, entre otros, este brasero fechado en el siglo XVIII a.C. y realizado en cerámica de arcilla rojiza ennegrecida con betún.



El rey Labarna I (1680-1650 a.C.) llevó a cabo numerosas campañas victoriosas con las que engrandeció notablemente su reino. Convirtió la ciudad de Hattusa, situada estratégicamente, en capital y centro neurálgico del Imperio, y agrupó todas las ciudades-estado en una federación. Labarna I estableció en el Imperio una estructura de carácter feudal, con un Consejo de nobles, nombró virreyes de las ciudades conquistadas a sus numerosos hijos, y legisló la continuidad dinástica por sucesión. Dejó escritas dos obras de interesante valor histórico: una Autobriografía y su Testamento político.

Labarna I fue sucedido por su hijo adoptivo Hattusil I, quien amplió aún más los territorios del Imperio y estableció relaciones comerciales con todos los países del Próximo Oriente. Su hijo Mursil I restableció el orden tras una época de caos y sublevaciones. Mursil I fue asesinado, y a partir de entonces el parricidio y el fratricidio se convirtieron en una práctica habitual para la ocupación del trono.

La debilitación causada por las luchas intestinas, junto con la presión de nuevos invasores, entre ellos gaseas y hurritas, llevaron a eclipsar el Imperio bajo el reinado de Telepinu, hacia el año 1650 a.C.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las guerras contra Asiria y Egipto

Hacia el siglo XVI a.C., hititas y egipcios constituían las dos potencias más importantes del Próximo Oriente. Pero precisamente de esta posición derivaba, por una parte, el potencial enfrentamiento entre dichas potencias, y por otra, la constante pugna con los países vecinos, entre los cuales destacaban los hicsos y los hurritas que ocupaban Asiria y la Alta Mesopotamia. Los enfrentamientos de los hititas con Asiria y Egipto fueron numerosos.


Vaso ritual (Museo Hitita, Ankara). Vaso de uso ceremonial que en este caso tiene forma de león con un gollete en el lomo. Su antecedente más remoto serían los vasos votivos de Uruk, corroborando de nuevo el origen mesopotámico de estos recipientes, introducidos en Anatolia por los mercaderes.



Tras un largo sometimiento al poderoso reino de Mitani, Azur-Uballit I de Asiria, que había sido su vasallo, se apoderó de parte de sus estados, consiguiendo con ello que Asiria se convirtiera nuevamente en una gran potencia. Los reyes asirios de este período (Imperio Medio asirio) sostuvieron constantes luchas con sus vecinos hititas.

Por su parte, Egipto estaba en lucha constante buscando afianzarse con una frontera natural que preservara la integridad del valle del Nilo. El faraón Tuthmosis I llevó a cabo campañas militares que le permitieron dominar la orilla oriental del Éufrates. Más tarde, en tiempos de Tuthmosis III, las expediciones de conquista se incrementaron notablemente, ocupando territorios de asirios babilonios e hititas.

Todos ellos se apresuraron a enviar emisarios con regalos para el vencedor egipcio, para congraciarse con él y conseguir alianzas políticamente favorables. No obstante, el faraón consideró como simples tributos los regalos recibidos.

El interés por el control de Siria, por su privilegiada situación, que la convertía en un enclave ideal tanto desde el punto de vista de estrategia militar como para el desarrollo comercial, enfrentó en diversas ocasiones a los hititas con los asirios. Y también los faraones del Imperio Nuevo egipcio intentaron el control de las ciudades cananeas de la costa mediterránea oriental.

Aunque, durante siglos, hititas, sirios y egipcios mantuvieron numerosos enfrentamientos, también hubo épocas de pactos y de acuerdos, principalmente entre Egipto y Asiria.

Así, el faraón Tuthmosis IV (1420-1411 a.C.), de la XVIII Dinastía, estrechó vínculos de sangre con el pueblo hurrita al casarse con la princesa Mutemuya, hija del rey Artatama I, que sería madre del futuro Amenhotep III.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

La época hatti


Divinidad masculina (Musée du Louvre,
París). Estatuilla en bronce de un per-
sonaje de la realeza luciendo el alto som-
brero propio de los hititas. 
Hacia mediados del III milenio se advierte un cambio en la península de Anatolia. En estas fechas vivía en Anatolia central un pueblo, los llamados hatti, cuyo nombre nos ha llegado a través de las fuentes hititas. Los hatti dieron su nombre a la península anatólica, que era conocida en Mesopotamia como "el país de los hatti" desde los comienzos de la dinastía acadia hasta la época de los reyes asirios en el siglo VIII a. C.

La lengua hatti es diferente de las demás lenguas asiáticas y mesoorientales. La influencia de la civilización hatti está presente en los rituales religiosos de los hititas, en las ceremonias oficiales y en la mitología. Incluso como su nombre indica, Hattusa, la capital hitita, fue en sus orígenes un establecimiento hatti. Es, a excepción de la zona mesopotámica, la primera nación civilizada de la que conocemos el nombre y, en cierta medida, la lengua y la religión.

Las mejores obras de arte de esta época encuentran su origen en el mismo corazón de la vieja civilización hatti. En las tumbas reales de Alaca Höyük, cerca de Hattusa, se descubrieron unos magníficos objetos de bronce, oro y plata de gran valor y extraordinaria belleza. Se trata en algunos casos de objetos misteriosos que producen un extraño e impresionante efecto.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La primera época hitita

La llegada de las tribus indoeuropeas a Asia Menor hacia finales del III milenio detuvo el poder de la civilización hatti en todos los territorios anatólicos, como se constata en la fase de Troya que corresponde a este momento.

Guerrero (Museo Arqueológico, Ankara). Detalle de un ortostato procedente de Karkamis, que está fechado entre los siglos XI y IX a.C.

 Caballo y jinete (Colección privada, Viena). Figurilla de terracota procedente de Antioquía (Turquía), que se remonta al II milenio a.C.



Se conoce la existencia de un cierto número de ciudades-estado de Anatolia central, en el primer cuarto del II milenio, que estaban dirigidas por pequeños potentados: Kanesh (Nesa), Kussara, Hattusa, Zalpa y Puruskanda. Algunas no descubiertas aún tienen su origen en principados indígenas, es decir, pequeños Estados hatti. Después de las inmigraciones de los indoeuropeos cayeron gradualmente en manos de los soberanos hititas. La más importante de estas ciudades fue Kanesh, la actual Kültepe, cerca de Kayseri, donde se encuentran los primeros indicios de la cultura hitita. Identificada con la Nesa hitita, esta ciudad es una prueba de la llegada de los hititas a una antigua ciudad hatti hacia 1800 a.C.

La escritura fue utilizada en esta localidad, como demuestra el hallazgo de miles de tabletas asirias escritas en caracteres cuneiformes. El arte excepcional de los hititas se desarrolla a partir del encuentro de estas dos culturas: la indígena hatti y la de los inmigrantes indoeuropeos. De forma general, se puede decir que los conquistadores respetaron la religión y las costumbres indígenas y se adaptaron a las condiciones locales. La adopción por parte de los hititas de nombres de lugares y de nombres propios hatti demuestra claramente que la fusión de los dos elementos étnicos fue total.

Inscripción jeroglífica hitita (Museo del Petit Palais, París). Texto cuneiforme inciso sobre piedra, procedente de Karkemish, que refiere la construcción de un edificio por el rey Kutuwa. A principios del II milenio, con la adopción de la escritura cuneiforme de las culturas mesopotámicas, Asia Menor entra en la Historia. Los acadios adoptaron la escritura de los sumerios, el sistema cuneiforme, que en sus inicios fue ideográfico, es decir, representaba con imágenes las ideas que quería expresar: rey, ciudad, dios ... y signos para los sonidos simples, siendo conocidos desde mediados del siglo XIX.
El nivel artístico alcanzado en este primer período se manifiesta claramente en la cerámica monocroma, que demuestra el desarrollo de la tradición indígena. Destacan las jarras de pico largo de superficie roja, cuyo brillo imita las superficies metálicas.

Tres músicos. Fechado entre los siglos X y VIII a.C., este relieve en piedra representa a tres personajes que están tocando el tambor.

El arte hitita desarrollado durante la Edad del Hierro se conoce a veces como arte siro-hitita.

Aparte de la tradición indígena es importante destacar la influencia egipcia en algunos elementos, tales como las construcciones megalíticas, las esculturas y la importancia de la esfinge. De otras regiones como Mesopotamia adoptan la escritura cuneiforme, y aspectos religiosos y literarios. Pero los hititas desarrollaron su propia iconografía y un estilo particular en los monumentos. Especialmente originales son los relieves en la roca viva y la utilización de enormes rocas naturales para esculpir figuras, a veces incluso en su interior.

El arte hitita se caracteriza por su plasticidad. Frecuentemente representa una vida extraña sugiriendo a la vez un movimiento específico. Las composiciones suelen ser simples, con elementos literarios superpuestos, pero también existen composiciones de mayor complejidad. Abundan las escenas de caza, pero sobre todo es la religión la que centra todos los temas, e incluso, en representaciones de escenas de batallas, los protagonistas son divinidades.
Divinidad masculina (Musée du Louvre,París). 
Estatuilla de bronce procedente de Anatolia, 
concretamente de la regiónde Tokal, que con 
una antigüedad que se remonta al siglo XVI a.C.

Una de las grandes dificultades del arte hitita es su datación, dado el tipo de relieve rupestre y la continuidad de estilos que perviven en muchas ocasiones.

En el III milenio se han datado unas figurillas masculinas, de forma plana y estilizada, y otras que representan animales, como toros, leones, pájaros ... Escenas de cacería, escenas en las que los protagonistas son animales depredadores, se adaptan desde el III milenio hasta la Edad del Hierro. Otros objetos que centran la actividad artística de los hititas son las vasijas rituales, en las que se sustituyen las formas anteriores por figuras realistas: son vasos para beber en forma de león o de cabezas de animal (toros, conejos, etc.).

La glíptica, o arte de los sellos, parece una adaptación local de las ideas mesopotámicas. La forma representada en los sellos es la ya conocida: animales de presa, pájaros ... Constituyen también un grupo destacado las procesiones de divinidades, siempre composiciones abarrotadas de imágenes. En Acem Hoyük se centra un taller de glíptica con una iconografía y un repertorio riquísimo en imágenes y originalidad.

El nivel cultural alcanzado se pone de manifiesto en yacimientos como Kültepe y Karahöyük que indican la presencia de palacios y templos en esta época.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El antiguo reino hitita

El papel dominante en la formación de la cultura hattiindoeuropea en Anatolia lo representan los nesios, el llamado "Pueblo de hatti", que habita este país de los hatti. El término "hitita" es de utilización moderna; se deriva del Antiguo Testamento. Desde sus comienzos, el nuevo Estado fue poderoso y, en generaciones posteriores, Mursil I (1620-1590 a.C.) fue capaz de conquistar Alepo y Babilonia.

Sello hitita (Musée du Louvre, París). A la izquierda aparece el sello cilfndrico de hematina y, a la derecha, se ve el resultado de la utilización del sello sobre una tablilla de arcilla: una escena de celebración religiosa entre dos cenefas decorativas.
El arte del Antiguo Reino hitita está íntimamente relacionado con el de la época precedente. La cerámica evoluciona de estilo, como lo atestiguan las piezas de Alaca Höyük y de Acem Höyük. El nivel de vida más alto viene sugerido por la aparición de bañeras de cerámica descubiertas en Alisar y otros lugares. Las representaciones de leones y toros, aún abstractos en el período anterior, se convierten ahora en figuras realistas.

La arquitectura también continúa la tradición local, aunque introduce elementos originales tanto desde un punto de vista técnico como formal. La aparición de muros ciclópeos, hasta entonces desconocidos en Anatolia, es un ejemplo de ello. En la ciudadela de Hattusa, la capital de los reyes hititas, debieron de existir palacios parecidos a los encontrados recientemente en las ciudades de las épocas históricas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

El Imperio hitita

Durante los siglos XVI y XV a.C., los hititas constituyeron uno de los tres estados más importantes del Próximo Oriente. Y durante el siglo XIII compartieron con Egipto la hegemonía del mundo oriental y crearon una civilización de una gran originalidad.

Vasijas hititas, en Bogházkoy (Turquía). Estos inmensos recipientes de cerámica semienterrados eran utilizados para almacenar productos agrícolas, como cereales o legumbres.

Ruinas hititas, en Hattusa. Vista aérea del yacimiento arqueológico que permitió reconstruir esta importante cultura de la Antigüedad. A pesar de su relevancia histórica, su existencia cayó en el olvido y hasta el siglo XIX no se descubrió la localización de la que fue la capital del imperio, la ciudad de Hattusa.

El arte hitita alcanza su apogeo durante el Imperio. La escultura monumental y la arquitectura empiezan a florecer en este momento. El arte se ve reflejado en la construcción de templos y palacios. Los hititas crearon la mejor arquitectura militar de Oriente. Su sistema de obras ofensivas a la vez que defensivas heredada del Antiguo Reino aboca a un tipo excepcional de fortificaciones en la época del Imperio. Los impresionantes muros ciclópeos de Hattusa y de Alaca Höyük presuponen un alto nivel técnico. Los hititas fueron maestros en el arte de crear recintos estratégicos en terrenos extraordinariamente difíciles y construyeron obras tanto ofensivas como defensivas, tal como demuestran las murallas de Hattusa.

Durante la excavación de esta ciudad se descubrieron seis templos, que, por sus dimensiones y por su técnica arquitectónica, se hallan entre las mejores realizaciones del II milenio. El más grande es el dedicado al dios de la Tempestad y a su esposa, la diosa del Sol, que se conserva bastante bien y ofrece una viva impresión de su época. El conjunto consta de un templo de planta rectangular con un patio interior, con nueve departamentos, donde se ubicaba el lugar del culto con las estatuas del dios de la Tempestad y la diosa solar Arinna, y un conjunto de almacenes. En total medía 160 metros de longitud por 135 de ancho.

Puerta de las Esfinges, en Alaca Höyük. El arte hitita del siglo XIV a.C. se caracterizaba por la escultura monumental. Muestra de ello son los restos de las enormes esfinges que custodiaban la puerta, cobijada por una torre revestida de ortostatos en su base, de relieve extraordinariamente plano.

   La característica principal de la arquitectura hitita es la planta totalmente asimétrica. Los hititas utilizaron pilares cuadrados como soportes y no utilizaron columnas ni capiteles. Las grandes ventanas, abiertas no sólo al patio sino al exterior, son también un elemento estructural característico.

    Las estatuas de las divinidades se colocaban en una pared de la habitación y recibían la luz por tres lados. Este deseo de luz lleva a pensar que el culto religioso hitita tenía lugar principalmente al aire libre, como era costumbre en el santuario de Yazilikaya. Es de lamentar que las estatuas de culto no hayan sobrevivido. Pero sí un gran número de magníficos relieves se han conservado en las paredes rocosas de Yazilikaya, el santuario sagrado situado a poco más de un kilómetro al noreste de Hattusa y visible desde su acrópolis.

Puerta real de Hattusa, en Capadocia. La capital del Imperio hitita estaba rodeada por una muralla baja y otra alta, ambas reforzadas por torres. De las cinco puertas que daban acceso a la ciudad, ésta es una de ellas.
   La gran galería a cielo abierto, con relieves representando divinidades masculinas y femeninas, forma un santuario del templo adyacente cuyas bases de fundación han sido descubiertas. Mientras que, en Hattusa, los ritos religiosos se realizaban en habitaciones cerradas delante de una estatua de culto, en Yazilikaya se desarrollaban al aire libre delante de los relieves de las divinidades. Estos relieves representan el panteón hitita. La cámara lateral estaba reservada al culto real y a la estatua del rey Tudhaliya IV. Los relieves existentes en la cámara representan a este rey abrazando al dios Sharruma, al dios-espada y a una procesión de otros doce dioses.

   Los leones de la puerta del mismo nombre de Bogázkoy y las Esfinges de Alaca Höyük se encuentran situadas en su original emplazamiento. Las Esfinges de Bogázkoy se conservan, en cambio, en los museos de Berlín y de Estambul. El Museo de Ankara posee el relieve de un dios procedente de la jamba de la puerta real de Hattusa y los ortostatos que revestían la base de la Puerta de las Esfinges de Alaca Höyük. La iconografía de los relieves hititas indica que los escultores trabajaban según unas reglas impuestas. No solamente los detalles concernientes a los peinados y a los vestidos de los personajes, sino también el modelado de los miembros, siguen invariablemente un esquema preestablecido.

Santuario rupestre de Yazilikaya, cerca de Hattusa. Especie de panteón hitita, este santuario era donde se rendía culto a las divinidades al aire libre. En la imagen se ve un relieve que representa una procesión de doce dioses, cuya realización está datada hacia 1250-1220 a.C.
    Los rasgos de la cara, ojos, cejas, boca, orejas, eran siempre modelados de la misma forma. Una característica de la representación del hombre hitita es que éste llevaba siempre un pendiente, a veces, barba, pero nunca bigote. La posición de los brazos es siempre similar, tanto si el personaje sostiene o no alguna cosa. En las representaciones de los hombres, el brazo más próximo al espectador está doblado en ángulo agudo y pegado al cuerpo, mientras que el otro brazo se coloca extendido hacia adelante y ligeramente flexionado. En las representaciones femeninas, los dos brazos se mantienen extendidos y ligeramente doblados.

    Los relieves en la roca caracterizan esta época imperial. Se trata, en general, de figuras aisladas en superficies rocosas que sobresalen en el paisaje. Los más conocidos son los de Cilicia, cerca de Keben, o los de Akpinar, cerca de Manisa; algunos son representaciones de reyes y llevan el nombre de éstos, lo que favorece la posibilidad de datación. Por ejemplo, en Ceyhan se representa al rey Muwatalli II (1306-1282 a.C.). También, en gargantas montañosas, se aprovecha alguna roca para dejar en relieve enormes figuras, como sucede, por ejemplo, en el paso de Karabel.

Santuario rupestre de Yazilikaya, cerca de Hattusa. Los "mil dioses del país de Hatti" y algunos de sus reyes, entre ellos Tudhaliya IV, representado en este relieve, recibieron culto en el santuario, situado a poco más de un kilómetro al nordeste de Hattusa - la gran capital del Imperio hitita- y visible desde lo alto de su acrópolis.
   La escultura de bulto redondo no se ha conservado apenas y sólo algunos fragmentos dan testimonio de su existencia. También se realizaron esculturas en materiales preciosos, en cuyo caso el tamaño es reducido, pero en todas estas obras el estilo hitita está presente tanto en la forma y el modelado como en los temas. Comparada con la escultura, la cerámica de la época es insignificante, aunque se perfecciona una técnica policroma. En Bitik se encontró un recipiente cerámico con unos personajes en relieve cuyas caras se parecen a los relieves de Alaca Höyük; este recipiente se fecha alrededor del 1400 a.C. Otras piezas excepcionales fueron las encontradas en Bogázkoy, con las representaciones de dos toros en arcilla que debemos considerar rituales, por el significado simbólico de este animal.

   Durante el período hitita existían otros estados en Anatolia. Al este y el sureste, se sitúa el reino de Mitani, el más poderoso del país de los hurritas, cuyo mayor esplendor se desarrolló hacia 1650-1450 a.C. y cuya civilización ejerció una profunda influencia sobre los hititas. Fue durante la época imperial cuando los hititas adoptaron la concepción hurrita de las divinidades. Los relieves de Yazilikaya son la expresión de esta concepción. En el estado actual de las investigaciones del arte hurrita sólo se conocen la glíptica y la cerámica. Gracias a los textos tenemos noticia de la importancia de este pueblo y la relación directa en la introducción y utilización de los caballos y los carros de guerra en el Próximo Oriente.

   En el sur de la península de Anatolia vivían los luvitas, un pueblo indoeuropeo cuya existencia conocemos por su herencia lingüística. Así también sabemos de la existencia de los palaitas indoeuropeos que vivían en Paphagonia. El país de Artzawa y el de Kitzawadna se localizan en el sur de Anatolia, y en el sudoeste quizás habría que ubicar el país de Ahhiyawa, mencionado en los textos hititas.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

La época oscura de la cultura hitita


Cabeza hitita (Musée du Louvre, París). Realizada sobre piedra volcánica, esta imagen esculpida se acerca probablemente a los rasgos particulares de la fisonomía hitita. Este pueblo, proveniente con seguridad del Cáucaso, se concentró en el área central del Asia Menor, llegando hasta la costa y el sur.



La presencia de tracios en Troya VII está probada por la gran cantidad de un tipo especial de cerámica encontrada en este nivel. Es una cerámica característica de los pueblos de la Europa oriental. En Hattusa, las fuentes escritas se detienen hacia 1180, fecha que coincide con la hipótesis de que Hattusa perece bajo el ataque de los tracios. Los anales del rey asirio Tiglat-Piléser, que reinó entre 1112 y 1074 a.C., son un importante documento a propósito de las migraciones de las tribus de Europa. Pero las diferentes fuentes escritas nos demuestran que no son solamente los tracios y las tribus del sudeste europeo, sino los llamados "Pueblos del Mar" quienes plantean una época de confusión y de total desconocimiento de la cultura.

Las consecuencias de estas migraciones fueron catastróficas. Los invasores destruyeron las civilizaciones del Asia Menor con tanta crueldad y violencia, que un período de oscuridad se apoderó de todas estas regiones. Como consecuencia, la Anatolia central se despobló y quedó habitada por tribus nómadas. La catástrofe fue tan grande, que incluso la tradición hitita desapareció de Anatolia central y no existieron centros urbanos hasta el establecimiento de los frigios.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El arte neohitita

En la zona sudeste de Anatolia y en el norte de Siria parece que no existió la época oscura y los principados hititas de época tardía se convirtieron en centros muy activos a la caída del Imperio. El arte desarrollado en esta zona se denomina neohitita, y pueden establecerse tres etapas en su evolución.

Ortostato de la Puerta de las Esfinges en Alaca Hoyük (Museo Arqueológico, Ankara). Detalle del ortostato que revestía la base de la torre que protegía la puerta. El relieve, muy plano, muestra la gran capacidad de improvisación del arte hitita: una cuadrilla de saltimbanquis, uno subiendo por una escalera de mano haciendo equilibrios y otro tragando un sable, lo cual pone de manifiesto cómo el pueblo hitita se mostraba menos afecto a los convencionalismos que sus epígonos de Siria.



El arte neohitita antiguo (1200-900 a.C.) es una continuación del arte del Imperio y se manifiesta especialmente en Malatya. El gran relieve, actualmente en el Museo de Ankara, es un conjunto típico. Dos escenas consecutivas están representadas: al lado izquierdo, el dios del tiempo va en un carro tirado por dos toros llamados Serri y Hurri; a la derecha se le puede ver recibiendo una libación que le ofrece el rey Sulumeli, una vez que el dios ha descendido de su carro. Con la mano derecha, el dios sostiene un boomerang y, con la izquierda, un rayo. Al fondo y al nivel de su cabeza aparecen dos jeroglíficos que representan la divinidad y el símbolo del dios del tiempo. Este relieve de Malatya, desde un punto de vista estilístico e iconográfico, podría ser una obra tardía de las escuelas de Yazilikaya y de Alaca Höyük, que produjeron las mejores esculturas durante la época imperial.

Gilgamesh entre dos hombres toro (Museo Nacional, Alepo). Relieve asirio que data del siglo IX a.C. y procede de TeiiHalaf. Representa al héroe legendario realizando una de sus hazañas: sostener un disco solar alado ayudado por los otros dos personajes.
El estilo neohitita medio (900-750 a. C.), contrariamente al anterior, no representa una continuación de la tradición hitito-anatólica. Aunque las formas artísticas del período imperial subsisten, el neohiti ta medio desarrolla elementos particulares que le son propios. Los ejemplos mejor conocidos proceden de Kargamis y de Zincirli, actualmente en los museos de Ankara, Estambul y Berlín. 

El estilo neohitita tardío (750-700 a.C.) reúne tres corrientes artísticas: el estilo asirohitita, el estilo arameo y el estilo fenicio-hitita. Al primer grupo pertenecen los relieves Araras de Kargamis; al segundo las esculturas de Zincirli, de Sak~egozu y de Maras; y al tercero la mayoría de esculturas de Karatepe.

Base de columna con dos esfinges (Museo de Antigüedades Orientales, Estambul). Esta base sostenía una de las columnas de madera del Hilani III, palacio del rey arameo Barrekup. Las figuras están esculpidas en basalto y corresponden a la época del arte neohitita (siglo VIII a.C.).
Escuelas de escultura muy activas produjeron obras de arte destacables durante la segunda mitad del siglo VIII, especialmente en Zincirli y en Sak~egozu. Estas obras ejercieron una gran influencia en el arte griego y en el estrusco. Los leones y los grifos de la escultura griega son una imitación fiel de los modelos creados en estos dos centros. Así, la cultura común de los hititas, los luvitas y los arameos, desarrollada a lo largo de su coexistencia pacífica, hizo de estos pueblos unos dignos representantes del mundo oriental.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Puerta de los leones



Hattusa fue el centro neurálgico del potente Imperio de los hititas, que desarrolló su etapa de esplendor aproximadamente entre el período que va de 1420 a 1200 a.C. Los restos conservados en la antigua ciudad muestran el esplendor de esta civilización, a pesar de que el Imperio hitita no necesita hacer ostentación de su poder en el arte, pues ya de por sí gozaba de gran prestigio. Únicamente las potentes murallas de Hattusa y de otras importantes ciudades proporcionan una idea aproximada del poder del rey de Hatti.

Hattusa era una ciudad fortificada, rodeada en todos sus lados por una doble muralla, de bloques ciclópeos, más baja la delantera y más elevada la trasera, ambas reforzadas por torreones cuadrangulares coronados con almenas. Dentro del recinto, otras murallas dividían la ciudad en una serie de zonas que podían ser defendidas en caso de que un posible enemigo hubiese podido atravesar el doble muro externo.

Los diversos accesos a la ciudad hitita se abrían mediante falsos arcos parabólicos, en cuyos monolitos inferiores se labraban altorrelieves avanzantes con representaciones mayormente de animales. La entrada mejor conservada es la denominada Puerta de los Leones, situada al oeste y datada hacia los siglos XIV y XII a.C.

El simbolismo de tal tipo de figuración, animales feroces con las fauces abiertas, podría ser de clara inspiración mesopotámica, aunque la defensa de las puertas mediante animales custodios es muy antigua. Tal vez el Imperio hitita sea de los primeros en usarlos, ya que la figura del león es un símbolo utilizado con frecuencia por los artistas de la época.

La cabeza y parte delantera de cada león sobresale de su bloque de piedra, sin dejar de formar una unidad con el conjunto de su masa. Al ser representados rugiendo confieren al rostro una expresión de protección. Estos amenazantes leones, casi megalíticos, ahuyentaban a los espíritus maléficos y les prohibían la entrada al recinto.

Hattusa mantiene otros accesos importantes, aunque no tan bien conservados, como el caso de la llamada Puerta del Rey, al este de la muralla en la que aparece labrada la imagen de una divinidad, quizás se trate de alguno de los dioses principales de los hititas. De todas formas, la calidad técnica de ésta, como la de la Puerta de los Leones, no alcanza un desarrollo similar al de Egipto o a Mesopotamia.

Otras muchas ciudades hititas fueron grandes centros urbanos fortificados, algunos de los cuales presentan también una entrada custodiada por figuras de animales. Así, en Alaca Höyük se encuentra la Puerta de las Esfinges, donde la influencia egipcia es patente al representar a estas figuras como esfinges femeninas. La misma puerta tiene esculpidos en los laterales relieves con el tema del águila bicéfala de alas desplegadas, iconografía puramente hitita y que se ha identificado con el dios de la Tempestad e incluso con el emblema heráldico del Imperio.

Las ruinas de Hattusa, la legendaria capital de los hititas, la actual Bogázkoy en la zona centrooriental de Anatolia (Turquía), es desde el año 1986, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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