Punto al Arte: 06 El arte naif
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Eclosión y definición del arte naif

Es un hecho. A partir de la II Guerra Mundial, el arte naif no ha cesado de aumentar de importancia. Definitivamente, se ha acomodado al gusto, a las costumbres y a la historia de la época. Forma parte del arte contemporáneo al mismo tiempo que el fauvismo, el cubismo, el surrealismo y las diversas formas del arte no-figurativo.

En el transcurso de los últimos años, en países muy diferentes por su cultura y su organización política, se le han dedicado grandes exposiciones. Publicaciones periódicas se orientan al estudio de esta forma de expresión, como es el caso de "Insita", boletín de arte ínsitic, de Bratislava. La bibliografía es cada vez más rica. Por doquier hay galerías que se especializan en la venta de cuadros naifs.


Tormenta tropical con un tigre de Henri Rousseau (National Gallery, Londres). Ningún pintor del siglo xx personifica la pintura naif como este artista, admirado en su época por Toulouse-Lautrec, Picasso y Matisse. Describió escenas fantásticas como si fueran la más vulgar realidad. Éste es uno de sus mejores logros compositivos. 

Aficionados apasionados recorren suburbios y pueblos con la esperanza de "descubrir" a algún nuevo naif, antes de que entre en el circuito del comercio y de la fama. Los coleccionistas son ya innumerables en todos los países. En resumen, para precisar esta casi universalidad, es obligado recordar el título de una exposición capital, organizada en París en 1964, bajo la dirección de Jean Cassou: El mundo de los "naifs", puesto que, en las diversas acepciones del término, se trata exactamente de un "mundo".

No hay que olvidar, por otra parte, el shock experimentado tras contemplar en París, en 1937, el conjunto titulado Les Maîtres populaíres de la Réalíté. No agrupaba más que a diez naifs, pero de los más indiscutibles, alrededor de Henri Rousseau. Esta exposición llegaba oportunamente. Un año antes, Francia había visto desfilar a las masas entusiastas del Frente Popular, en el que unían las masas obreras y los intelectuales. La fórmula Pan, Paz y Libertad, que ondeaba en sus estandartes, por encima de un mar de hombres, velamen de un navío hacia un puerto deseado, exaltaba en mucha gente la nostalgia de verdades simples, pero generadoras de un lirismo nacido del corazón y de la razón. El espíritu del pueblo se encontraba magnificado por una especie de fe en su nobleza y su profundidad. El hecho de que ciertos pintores de la exposición fueran de origen plebeyo y de condición proletaria añadía al "milagro" de su talento la comprensión de su mensaje. Una savia natural irrigaba sus creaciones, como la savia de los desfiles y de las manifestaciones populares irrigaba las plazas y las calles de las ciudades egoístas.


La guerra de Henri Rousseau (Musée d'Orsay, París). Pintada en 1894, es una de las más importantes obras por su fantasía, inspirada quizás en la lectura de Jarry, y tamb1én una de sus más grandes telas (114 x 195 cm). La leyenda dice: "Pasa aterradora sembrando desesperación, llanto y ruina". 

Ya se estaba lejos de las reacciones insultantes provocadas por la primera retrospectiva de Henri Rousseau en el Salon des Indépendents, en 1911 y más lejos aún de las que suscitó la segunda, en 1912, organizada con la ayuda de un crítico excepcional Félix Fénéon, por un hombre cuyo nombre debería inscribirse con letras de oro al principio de todo estudio dedicado al arte naif Wilhelm Uhde, ya que no sólo fue un "descubridor" inspirado, sino además un esteticista capaz de comprender las diversas formas de arte (su colección comprendía, además de las obras de los naifs, otras de Braque, GrisPicasso) y tenía por encima de todo, alma, corazón.


Quizá sean estas últimas cualidades las que le hicieron dar a los naifs el nombre de "pintores de corazón sagrado", denominación que abandonó más tarde, debido a cierto misticismo y al recuerdo de los primitivos de la Edad Media europea. Por otra parte, se constata aquí una de las ambigüedades propias del arte naif que revelan los diversos nombres que se le dieron y que se le continúan dando.


La boda de Henri Rousseau (Musée de l'Orangerie, París). En este grupo familiar, la novia parece suspendida en el aire y, del perro, en primer plano, sólo se destacan los ojos. El grupo está enmarcado por unos árboles estilizados que, junto con el césped florido forman el escenario natural de la composición. 

La expresión "pintores domingueros" ha terminado por desaparecer. Pintar durante el reposo dominical no lleva consigo, ipso facto, la ingenuidad. La mayor parte de los grandes naifs prosiguieron continuamente su obra, por lo menos tanto como pudieron. La única justificación de estos términos residía en su valor de imagen: ciertas pinturas de los naifs proporcionaron un sentimiento de placer comparable al de los días no atosigados por necesidades y obligaciones.

Tampoco son más satisfactorias las calificaciones de "pintores instintivos", o "primitivos modernos". Sin negar la función considerable del instinto que preside la creación de los naifs, ¿se pretenderá que poseen esta característica en exclusividad, y que los maestros clásicos carecen de ella? "El instinto de pintar me vino en mí juventud -escribe Delacroix- y desde entonces nunca me ha fallado." ¡Se encuentra, pues, al pintor de Femmes d'Alger entre los naifs! Si quiere darse a entender por "instintivos" que éstos no han pasado en absoluto por la Escuela, que están indemnes de las enseñanzas de las academias, que frecuentar museos y grandes ejemplos fue en ellos excepcional, entonces se está en las cercanías de una verdad, pero, ¿no valdría más llamarles "autodidactos"? El autodidactismo es, en efecto, uno de los primeros rasgos del arte naif, pero en la medida en que puede ser total, lo que no es exacto en el caso de Henri Rousseau, inspirado, como ha señalado André Malraux, en el arte decorativo del Segundo Imperio.


La gitana dormida de Henri Rousseau (Museo de Arte Moderno, Nueva York). Realizado en 1897, el autor, con su típico candor, lo describe así: "Una negra vagabunda, tañedora de mandolina, con la jarra al lado ... duerme profundamente ... Un león que pasa por casualidad la olfatea sin hacerle daño". 

En cuanto a "primitivos modernos", parece una definición resultante de un abuso de la noción de primitivismo, empleada para designar el arte de los pueblos alejados en el espacio y en el tiempo, considerados como si llevaran una forma de vida arcaica, grave error en sí, ya que su cultura, tal como aseguran actualmente las ciencias humanas, no está en función de estos criterios, sino de" otra" concepción de la vida, de los orígenes del mundo y de lo sagrado. ¿Qué sentido habría que atribuir a la frase de Cézanne: "Soy el primitivo del camino que he encontrado"? Todo creador de nuevas formas es, a su modo, un"primitivo".

Si se han criticado los diversos nombres dados al arte naif no es sin intención. Semejante crítica permite ya precisarla, aunque sea de manera indirecta. La ambigüedad que la rodea disminuye con el examen de la palabra "ingenuidad", de lo que contiene y encubre.


La acepción, según la cual "ingenuidad" designa una forma de credulidad nacida de la ignorancia o de la idiotez, no puede ser tenida en consideración. Más de una obra de los naifs actuales se produce como consecuencia de una inteligencia de la vida. En cambio, el diccionario de Littré ayuda a precisar el concepto y la realidad cuando define así a la ingenuidad: "simplicidad natural y graciosa con la que una cosa se expresa o representa, calidad de quien habla sin artificio y de quien obedece a una franqueza natural". Un poco más, y el resultado hubiera sido una primera definición del arte de todos los pintores.


Mi pueblo Hadol en los Vosgos de Louis Vivin (Museo Rade, Castillo Reinbek). Lo más destacable de los cuadros de este artista es la inmovilidad de las edificaciones que representa y la perspectiva que, como en esta obra pintada cuando tenía veinticuatro años, no dan profundidad al paisaje. 

Simplicidad, franqueza, ambas "naturales... ". Habrá que constatar que estos rasgos no son absoluta mente selectivos y que se encuentran en otras formas sin elaborar: el arte de la infancia y el arte popular, lo que obliga entonces a distinguirlos del arte naif. Los coloreados dibujos infantiles también llaman mucho la atención. Encantan a los adultos. Pero el arte de la infancia muere con ella. Apenas el niño entra en la adolescencia, deja ya de imitar a los ''mayores" y se dedica a "frasear", como decía Nerval, desolado, cuando volvía a encontrar una canción infantil que antes le gustaba. La creación de los naifs prosigue a lo largo de toda una existencia. No se limita a una de sus edades. Y casi siempre va acompañada por la consciencia del acto de pintar.

Es también lo que la diferencia de las creaciones debidas a los psicópatas y enfermos mentales. Por enérgica que sea la revelación del subconsciente en un Morris Hirschfield, esas obsesiones sexuales toman forma en obras de por sí conscientes. Si bien existió delirio místico en el caso de Séraphine Louis, a finales de su vida, los naifs atestiguan en general un claro examen de la realidad, o, mejor, una especie de" contabilidad" que les lleva a la precisión y les induce a representar, con una nitidez de colegial, el pavimento de las calles, las piedras de los monumentos y las hojas de los árboles. Como alguien se asombrara al ver, en una pintura que representaba a un velero, obra del encantador Louis Roy, antiguo tonelero de La Rochelle, cabezas como cortadas y sabiamente alineadas en las vergas, el pintor le contestó: "Hay tantas como miembros tiene la dotación, me he informado". Además, es gracias a esta atención prestada a la realidad que el arte naif da base a sus visiones, sus sueños y sus ensueños.


⇦ Escena callejera de René Rimbert (Colección privada). En este cuadro pintado en 1972 se hace evidente una de las preferencias del artista, que era pintar las calles de su barrio parisiense de SaintSulpice. El amor por su entorno ciudadano y la poesía con que lo expresa en sus obras son unas de las características más destacadas de este autor.


Se está lejos de considerar por eso que se trate de "realismo", y la expresión maestros populares de la realidad constituía también una aproximación de laxitud excesiva. El adjetivo ligaba demasiado a los naifs con el arte popular propiamente dicho. Por más evidente que sea el valor de este último, reposa sobre una base de recetas artesanas y tradicionales que limitan a pesar de todo la expresión individual. Los objetos coloreados o esculpidos y las insignias pintadas tienen una finalidad colectiva, funcional. Este carácter utilitario, si bien no impide logros a menudo admirables, debe respetar un repertorio de signos.

No obstante, la frontera entre el arte popular y el arte naif se hace imprecisa en el caso de las pinturas que decoran ciertos vehículos, como por ejemplo las carretas de Turquía o de Sicilia, y que representan paisajes, como también ocurre con los armarios de Austria o de Polonia. Igualmente, la pintura milagrera que simboliza con buen gusto las catástrofes y milagros, imaginería referida al destino conjurado, pertenece, exactamente igual que las pinturas sobre vidrio de santos o de flores y las estatuillas votivas, a esa zona indecisa que el arte naif podría anexionarse, sin por esto confundirse con ella. Más valdría entonces hablar de arte del artesanado, sin ninguna intención peyorativa.


El gusto por las imágenes simplificadas, no sometidas a las reglas de la perspectiva heredadas del Renacimiento, espontáneamente expresivas como las de Epinal, no data de hoy. Su necesidad, para no remontarse demasiado lejos, se hizo patente para algunos artistas del pasado siglo. Cuando Gauguin residió por primera vez en Bretaña, en 1886, tuvo la revelación de esta necesidad al contemplar las estatuas de las parroquias y de los calvarios. Fue allí donde rompió las amarras que le ligaban al impresionismo. Y comunicó a Van Gogh su descubrimiento. Desde cierto punto de vista, la célebre Visión después del sermón, de 1885, es una pintura naif, como lo fueron algunas telas realizadas por los amigos de Arles, intentando ambos recobrar el ritmo y la grandeza de las imágenes populares. La estancia de Gauguin en Oceanía no contradijo esta búsqueda de símbolos inmediatos. Pudiera decirse que fue un introductor al arte naif y quizás algunos hubieran sido menos sensibles a la obra de Rousseau si no hubiesen visto la suya.


Desnudo con los brazos en alto de Camille Bombois (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Este cuadro fue pintado en 1925 por este artista, hijo de un marinero, que tuvo una vida agitada. Fue sucesivamente, y entre otras muchas cosas, campeón de lucha, boxeador de circo y mozo impresor. En 1922, a los 39 años, expuso por primera vez en la calle y fue "descubierto" allí por los aficionados al arte. Su colorido fresco y un innato sentido del espacio dan interés a su obra, que refleja los diferentes personajes y los variados ambientes en los que transcurrió su vida. 

En Rousseau parece resumirse todo el arte naif. Él es el padre, el fiador de una aventura artística cuya responsabilidad no es seguro que hubiera reivindicado. Desde su nacimiento, en 1844, en Laval (donde nació más tarde el excelente Jules Lefranc), de padre hojalatero, hasta su muerte en París, en 1910, arrostró dificultades y pesares: la prisión por causa de un pequeño robo y de un mal negocio al que fue arrastrado, la muerte de sus padres, dos veces viudo, una decepción amorosa y la incomprensión de la mayoría. Pero tuvo también motivos de dicha: estaba acompañado, algunos le defendían, sus telas acababan por venderse, poetas y escritores frecuen taban sus veladas, Picasso organizó una fiesta en su honor, etc. Sufrió desdichas, pero no "la" desdicha, y muchos se han equivocado al disfrazarle de pintor maldito, como otros al hacer de él una especie de San Francisco de Asís de la pintura, multiplicando el número de sus fioretti.

La verdad acerca de él la cuenta él mismo en un breve párrafo escrito de su puño y letra en 1895: "... sólo después de muy duras pruebas logró hacerse conocer por un buen número de artistas que le rodeaban. Se ha perfeccionado cada vez más en el estilo original que ha adoptado y pasa por haberse convertido en uno de nuestros mejores pintores realistas ... Forma parte de los Indépendents desde hace ya mucho, y piensa que debe darse completa libertad de producción al iniciador, cuyo pensamiento se eleva en lo hermoso y en el bien".


Fiesta de la liberación de París de André Bauchant (Museo Nacional de Arte Moderno, París). El autor, que era un horticultor que disfrutaba trasladando al lienzo sus visiones, realizó esta obra en 1945. Pintó bucólicamente no sólo las flores, pájaros y árboles de su ambiente, sino que se atrevió con grandes composiciones de tema mitológico o de historia. El color claro, la ausencia de sombra, el primitivismo de las figuras dan un sentido fantástico a esta composición altamente poética. 

Encabezando este párrafo estaba su nombre, y debajo, “pintor", ya que quiso serlo con todas sus fuerzas. No pintó como"canta el pájaro", sino como un gran pintor. Si fuera preciso dar un solo ejemplo de su riqueza espiritual y de su genio elegiríamos La gitana dormida, pintado en 1897. Esta fecha tiene importancia particular. Dos años después, Georges Braque empezaba como aprendiz con su padre y Jacques Villon grababa sus primeras planchas. En 1900, Picasso llegaba a París. Aún estamos lejos de Las Señoritas de Aviñón, de 1906-1907. Lejos también de los comienzos del cubismo, si se prefiere.

Ahora bien, si se consideran la mandolina y la jarra, que se encuentran en la parte baja y a la derecha de la obra de Rousseau, y la organización general de los planos del ropaje, ¿cómo no ver ahí las investigaciones estructurales propias de las primeras obras cubistas? El regreso a la forma y sobre todo la consideración del objeto, la elaboración de un espacio específico, son rasgos que se dan ya en La gitana. La "naturaleza muerta" que figura en la parte baja anuncia a las que luego pintaron Braque y Picasso antes del cubismo analítico.


Flores de André Bauchant (Museo ToulouseLautrec, Albí). Una de las características de la pintura naif es la precisión detallista en el dibujo de los temas que representa. En esta obra pintada en 1948, se advierte, además, la desproporción entre el tema central, el ramo de flores, y los árboles del ambiente que lo rodea. 

¿Qué decir del "sentimiento" general? Nace de esta extraña luz que inunda la obra. Claridad lunar, pero aún mucho más claridad del sueño, como si el sueño de la gitana, por una especie de ósmosis, se hiciera de todos. Aquí todo pertenece a lo fantástico, la ropa que parece vestir a la dormida con un arco iris, la fiera pensativa, la borla final de cuya cola sirve de espejo a la luna, y el desierto amansándose para que los nómadas duerman. El cuadro se impone con la evidencia irrefutable de las imágenes poéticas y, por otra parte, reúne realidades desunidas, el desierto y el agua, la fiera y el ser humano, la música y el silencio. Si la forma es ya cubista, la imagen es ya surrealista.

Sin duda Rousseau, que gustaba de los símbolos simples, pintó ahí una metáfora. ¿La gitana sueña con un león o éste se halla realmente cerca de ella? Importa poco. ¡La imagen podría tener un subtítulo como "La potencia de los sueños" o "La inocencia preserva de los peligros"! Rousseau" pensaba "sus te las. No se ha dejado de sentir el encanto que emana del canapé rojo sobre el que, entre fauna y selva, yace Yadwigha. Es un naif, más por su "pensamiento" que por su forma de pintar (la de un maestro).


El árbol del Paraíso de Séraphine Louis (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Obra realizada en 1929 por esta artista, a quien Uhde descubrió cuando era su criada, quien, sin ninguna instrucción, pintaba por puro placer en un estado como de éxtasis. Se desconoce cómo consiguió los colores que no han perdido su espectacular vivacidad. Quizás el rasgo más sobresaliente de su obra no sea sin embargo el color, sino el sentido rítmico. Séraphine perdió la razón en 1930 y murió en un asilo. 

Lo usual es reunir a su alrededor a personalidades que le ignoraron. Louis Vivin (1861-1936) ha proporcionado una visión del mundo que atestigua una pureza que era la suya propia. Las iglesias y las casas que pinta son de una monumental inmovilidad, y reconstruidas piedra por piedra parecen recobrar su primera juventud. Su obra es la imagen de una soledad modesta y recogida. ¡Cuán diferente es la de Camille Bombois (nacido en 1883)! Tras de la decantación de Vivin, su obra representa la afirmación maciza de los seres y de las cosas. Bombois fue mozo de granja, luchador de circo, obrero del metro de París y peón en una imprenta, pero no por esto vamos a hacer el comentario fácil de que conoce la consistencia de la materia y ofrece su equivalente  pictórico. Para él, la perspectiva existe, pero como una forma vivida del espacio. Sus Desnudos exaltan el poder de la feminidad y hacen pensar en las Madres esteatopígicas de la prehistoria. Toda su fuerza reside en la precisión y energía del dibujo, que confiere a figuras planas su relieve y su estatura.

AndréBauchant (1873-1958) se pintó a sí mismo delante de un parterre de flores, como jardinero que era. Y se definió en algunas líneas: "Documentado por varias obras de Historia, tanto francesas como extranjeras, me sentí atraído por esos viejos restos antiguos (las ruinas y curiosidades de las ciudades... ). Mis telas preferidas son: Pericles justificando el empleo del dinero del pueblo, la Batalla de las Termópilas, la Proclamación de la Independencia americana, etc.". En resumen, Bauchant introdujo la historia y la mitología en el arte naif. ¿Cómo no pensar en Giotto (que antes fue pastor) delante de sus composiciones, tan simples y tan tiernas?


Árbol de Séraphine Louis (Hamburger Kunsthalle, Hamburgo). Es racionalmente incomprensible cómo esta artista, sin ningún estudio ni un ambiente propicio para pintar, espontáneamente pudiera llegar a realizar obras como la que se reproduce. La composición y el uso de los colores habla de un mundo interior que Séraphine supo expresar intensamente.

Dominique Peyronnet (1872-1920), tipógrafo, también ha dejado una obra muy original. Pueden contarse las hojas que pinta en los árboles, y en sus marinas el mar no carece ni de una de sus olas. Jean Eve (1900-1968), obrero, empleado después en la oficina de Consumos de París, como Rousseau, gustaba de pintar, con la más fina sensibilidad, paisajes repletos de la melancolía de los cielos grises o de las ciudades desiertas. René Rimbert (1896-1991), que fue amigo del poeta Max Jacob, es a su vez un poeta de París, en particular del barrio de Saint-Sulpice, del que muestra el encanto de sus viejas calles, de sus tejados y sus chimeneas, en un lenguaje desnudo que hace de él un hermano tardío de Saenredam.

Séraphine Louis (1864-1942) pertenece al dominio de lo milagroso. Fue descubierta por Wilhelm Uhde, en cuya casa trabajaba como sirvienta, y nadie hablaría mejor de ella: "Con los más modestos elementos, flores, hojas, árboles y agua corriente, ha creado con medios atrevidísimos que son una conquista personal suya, una obra grandiosa que, solitaria y orgullosa, ignora sus sublimes predecesores y por tanto no puede citarlos como testigos: los rosetones de las catedrales medievales y las tapicerías góticas". Sus "ramilletes" los pintó Séraphine para colocarlos sobre algún altar invisible y para darse a sí misma una imagen del cielo y del paraíso.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.



El arte naif

Autodidactismo, ingenuidad, simplicidad ... Éstos son algunos de los adjetivos que han servido para aproximarse al arte naif, aunque, como se tendrá ocasión de comprobar a lo largo del presente capítulo, es preciso realizar algunas matizaciones para entender en profundidad este movimiento artístico muchas veces minusvalorado precisamente con tales calificativos. Sirva, como breve aclaración, que este autodidactismo que profesan la mayoría de los artistas naif deriva del anhelo de huir de academicismos para conseguir unas manifestaciones artísticas menos "contaminadas" por los convencionalismos. Asimismo, la citada ingenuidad no debe ser considerada como un epíteto peyorativo, pues no deriva de una incapacidad o déficit, sino que está ligada a una búsqueda de la simplicidad para ofrecer una visión del mundo sincera y exenta de artificios. Sin pretender explicar su expresión artística ni tratar de formar una escuela, el grupo de los pintores naif, también llamados "primitivos", han llegado a tener peso en el contexto pictórico del siglo XX. Se prestará, por tanto, la debida y necesaria atención a este gran movimiento artístico que en la actualidad sigue vigente y se ha extendido a todo el mundo con gran éxito.

Aventando la paja de Louis Roy (Colec-
ción privada). Maurice Denis, antiguo 
tonelero de La Rochelle, que adoptó el 
seudónimo de Louis Roy, fue uno de 
los iniciadores del movimiento de los 

naifs. 
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La encantadora de serpientes


La encantadora de serpientes (La charmeuse de serpents) es obra de Henri Rousseau, el Aduanero, un perfecto autodidacto que supo crear una obra valiosa y sincera, y cuya inspiración en la imaginación popular y en los relatos de la época le convirtieron en el pionero de un nuevo exotismo.

Comenzó a trabajar aproximadamente en torno a 1875, y sólo hacia 1884, con ya cuarenta años, se dedicó sistemáticamente a la pintura. Sus cuadros chocaron con los convencionalismos de la sociedad burguesa del momento al recurrir a las técnicas realistas consideradas pasadas de moda. Pero esta pecu liar manera de representar la realidad fue inmediatamente valorada por muchos artistas, entre ellos por el propio Kandinsky, quien consideró a Rousseau el padre del nuevo realismo. Ya Picasso y Braque sintieron la fascinación de sus pinturas por el tratamiento simple de las formas y la ignorancia de las convenciones.


Desde el punto de vista compositivo, La encantadora de serpientes, de 1907, es uno de los mejores logros de este artista, no sólo por ser una obra más en el grupo de sus Junglas, sino también por lo que supone respecto a su concepción artística. El tema exótico se halla inserto en una visión paisajística bastante compleja de planos, con contornos definidos y un extraordinario uso del color. La vegetación parece crecer enfrente mismo de los ojos del espectador.

En lo que atañe a la iluminación destaca cómo la tenue luz lunar incide sobre la vegetación del bosque y se refleja en el agua. La figura de la mujer, de piel oscura, no recibe ningún foco lumínico, viene a ser tan sólo una silueta, la cual se adivina en medio de la selva tropical. Ella toca la flauta y no sólo hace bailar a la serpiente, sino también a las plantas que aparecen iluminadas en primer término. La pintura se transforma en una misteriosa jungla llena de poesía y ensueño. El lienzo transmite un grado de irrealidad y fantasía.

A pesar de que sus fuentes de inspiración fueron tarjetas postales, cromos de almanaques e incluso fotografías, su profunda imaginación transformaba las pinturas en sueños llenos de gracia, ingenuidad y misterio. La exuberancia y el exotismo que desprende la representación hizo pensar que pudiera haber viajado hasta estos lugares que le hubieran permitido el conocimiento directo de esta naturaleza salvaje. Sin embargo, nunca viajó fuera de Francia, para él no existió más realidad que la del Jardín Botánico de París, que le sirvió de modelo y guía para sus estudios de vegetación.

De gran calidad pictórica así como un profundo espíritu simbolista, la obra se inspiró en un relato de la madre del pintor Delaunay. Parece que Rousseau ideó el cuadro tras haber oído de labios de la señora Delaunay la historia de su propio viaje a la India; pero importa recordar también que sobre aquellos años precisamente algunas encantadoras de serpientes se habían exhibido en París, en el circo Molier. Por tanto, es posible que acudiese a estos exóticos espectáculos para dar nueva forma a su arte.

Expuesto en el Salón de los Independientes de 1907, perteneció al coleccionista Jacques Doucet hasta la adquisición por el museo francés, donde ingresó en 1936.

Este óleo sobre lienzo de 169 x 189,5 cm conservado en el Musée d'Orsay, en París, de colores planos y alegres, es un magnífico ejemplo de lo que ha convenido en llamarse arte naif.


Texto extraído de: Historia del Arte. Editorial Salvat

Vigencia y universalidad del arte naif

Casi todos los que se acaban de citar han desaparecido, pero el arte naif continúa abundando en Francia, incluso demasiado, pues los "ingenuismos" intentan a veces dar el pego, lo que constituye una de las contrapartidas del éxito de los naifs. La ingenuidad no basta para hacer a un pintor, y es preciso procurar no confundirla con la torpeza o la puerilidad artificial.

Esta profusión plantea un problema. ¿Cómo citar tantos nombres sin caer en el fastidio de las enumeraciones y sin cometer omisiones injustas? Si somos culpables de olvidos, que nos sean perdonados. Este breve estudio no es exhaustivo. En cambio, sería conveniente consultar el Lexique des Peintres Naifs du Monde entier, de Anatole Jakowky, quien escribió con generosidad innumerables prefacios, y la excelente obra de Otto Bihalji-Merin Les Maítres de l'Art Naif, que contiene un conjunto de biografías, sin olvidar los catálogos de las grandes exposiciones.


La ceremonia vudú de Émile Blondel (Galería Mona Lisa, París). A este pintor le gustaba componer escenas con multitud de diminutos personaJes. Tal es el caso de esta obra que representa, según el autor, las danzas y rituales de esta creencia caribeña. 


La iglesia de Saint Germain de Miguel García Vivancos (Colección privada). Obligado a exiliarse en Francia por ser combatiente republicano, el artista descubrió ya mayor su vocación artística. El mismo Picasso fue un admirador de su obra y le ayudó en sus comienzos a manejarse dentro del difícil mundo del arte. Pintó, con más de setenta años, este cuadro que muestra la ingenua interpretación que hace el artista de la iglesia y su entorno. 

Antes que arriesgar la horca por delito de omisión, hay que citar a algunos artistas de gran interés. "Quisiera morir acariciando la naturaleza de mi pincel", decía Emile Blondel, que ha ofrecido cuadros de un exquisito frescor de tonalidades, animados por masas ingentes de pequeños personajes semejantes a santones. Miguel García Vivancos, combatiente español republicano, pintaba con pre cisión manteles bordados sobre las mesas. Vivancos, admirado por Picasso, amaba el mundo hasta tal punto que abría los costados de los jarrones pintados por él para representar a través de ellos un segundo paisaje. Los tiovivos de sus fiestas giran para los niños de todas las edades.

André Demonchy, que fue ayudante de conductor de trenes, pintó también tiovivos y además circos y paisajes. Su estilo es franco y de singular decisión. André Breton lo recibió con estas palabras:"¡Esta vez es la primavera! Este es el concertador de setos, el "golondrinador" de railes, el pintador de fresas". ¿Cómo no evocar a Déchelette, cuya tarjeta de visita llevaba orgullosamente estas palabras: pintor naif? Ha ilustrado juegos de palabras con gracia. Los paisajes de Dominique Lagru son de una imaginación sorprendente. El pequeño universo de Mady de la Giraudiére es de una amabilidad que maravilla. El de Gertrude O'Brady reposa en la meditación, el amor; su célebre Escuadrilla de la primavera hace volar en el cielo a parejas de enamorados en aviones floridos. No se debe olvidar a Alexandrine, Trouillard, Desnos, Lucas, Kwiatkowski, Pinçon, Fous y a Véronique Filosof, cuyas "maderas" tienen una intensidad singular, sobre todo cuando evocan la Comuna de París, y ...


Niño en el carrito de Adolf Dietrich (Museo de Arte, Thurgau). La precisión en el dibujo y la rusticidad del entorno son rasgos característicos de este artista suizo que pintó el cuadro en 1921. La mirada directa e incisiva del niño parece preguntar al autor qué es lo que está haciendo. 


Niños de James Lloyd (Colección privada). Pintada en 1970, esta obra transmite la frescura de los juegos infantiles. no exentos de picardía, en los que la niña intenta besar al niño a través de una reja.

André Bouquet, Aristide Caillaud y Robert Tatin merecen tratamiento aparte. Si se quiere, son naifs, pero con una preocupación estética constante. Bouquet, que fue vendedor de carne en los mercados, es uno de los más sutiles paisajistas, un poeta lleno de discreción sensible. Son conocidos los autores favoritos de Aristide Caillaud, creador consciente como Rousseau: Racine, Rimbaud y Apollinaire. Lee a los poetas, y Virgilio es su preferido. La obra de Caillaud es un canto lleno de imágenes, una geórgica popular y elaborada. La ingenuidad quizás exista sólo en el tema tratado por él con mayor predilección: la felicidad, una felicidad iluminada por un sol infantil, fiel como los árboles, el cielo, la tierra.

Sería necesario igualmente dedicar un extenso párrafo a Robert Tatin. Este pintor está verdaderamente obsesionado por los misterios del cosmos, que halla de nuevo en el hombre y en la mujer, elementos, a sus ojos del macrocosmos. Tatin habla y pinta al estilo con que cantaban los antiguos bardos celtas. Expresa una aventura interior rica como su vida.


Finca rural de autor desconocido (Colección Chrysler-Garbisch). Del artista se sabe, sin embargo, que trabajó a principios del siglo XIX en Virginia. El gusto por el detalle exacto, la proporción que se acomoda no a la realidad sino al capricho del pintor, la imagen de la vida de los primeros colonos de América, que parece desarrollarse plácidamente a orillas de un río, evocan a la perfección la idea que de todo ello tenía un pionero que no se había formado desde luego en Bellas Artes. 


Retrato de Emma van Name de autor desconocido (Colección ChryslerGarbisch). Obra fechada en 1795. Los pintores naifs estadounidenses han de considerarse como precursores del arte contemporá- neo de su país, del mismo modo que los relatos literarios de la época lo son de la gran literatura de su siglo. Esta niña con rasgos de mujer, delicadamente vestida de encaje y concebida como una sinfonía en rosa, hace de su desproporción el verdadero protagonista de la tela.

El hecho de que Francia haya sido, gracias a Rousseau y a algunos otros, la reveladora del arte naif no quiere decir que tenga asegurada por ello su exclusividad. El mundo de los "naifs" se extiende por toda la tierra. Es preciso hablar, por no abandonar Europa, del llamado "milagro yugoslavo". En tomo al gran Iván Generalié se agruparon pintores campesinos que constituyeron "la escuela" de Hlebin. Su "programa" se resumía en una palabra: Zemlia, tierra, y su talento es tan grande que Hlebin es "en arte, el lugar de peregrinaje de la ingenuidad y de la fe". Paralelamente, trabajan otros artistas en otros pueblos, como Oparié, en Serbia, o Kovaéica, en Banat. Así se constituyó una admirable pintura campesina, que por otra parte vuelve a encontrarse en Checoslovaquia, en Hungría (justamente orgullosa de las obras de Csontvary-Koszka) y en Rumania. Polonia, que no es menos rica, cuenta con las obras del mendigo sordomudo Nikifor. Todos estos  pintores, a los que haría falta añadir otros, como el lituano Schróder-der-Sonnenstern, constituyen, en el Norte y el Este, una imponente cordillera.

En Rusia, Niko Pirosmanachvili, llegado muy joven a Tiflis, la capital de Georgia, ha pintado escenas populares como banquetes y fiestas, y escenas de cuentos. Es un gran pintor monumental, poseedor de una de las más vivas paletas, que prosigue a su modo la tradición de los maestros de iconos.


La costa salvaje de Les Sables d'Oionne de Dominique Lagru (Petit Palais, Ginebra). De formación autodidacta, Lagru decidió dedicarse a la pintura después de los 70 años, con el ambicioso proyecto de hacer la pintura de la historia de la Tierra desde sus orígenes hasta nuestros días. Sus cuadros relatan la vida de los hombres y de la naturaleza con tonos muy refinados, que recuerdan la pintura japonesa. 


Reino de la Paz de Edward Hicks (Colección C hrysler-Garbisch). Fue pintado hacia 1839 por este artista singular, un pintor de coches y cartelista que vivió en Pensilvania. Pero, por encima de ello, fue además un predicador cuáquero de insólita oratoria y escritor de u nas famosas memorias que hicieron época. El tema del Reino de la Paz, en el que conviven amigablemente fieras y niños, indios y blancos, lo pintó repetidas veces y se ha convertido en uno de los más conocidos ejemplos de la primera pintura estadounidense, de carácter indudablemente apologético.

¿Qué país de Europa no se enorgullece hoy de estos naifs? El suizo Adolf Dietrich (1877-1957) ha dejado retratos de animales, de flores y de hombres, de dibujo preciso y de una fuerza rústica. El belga Louis Delattre (1815-1897) estaba inspirado por visiones extrañas, y sus compatriotas naifs no son menos numerosos que sus vecinos de Holanda. El alemán Paps (1882-1965) definía así su arte: "Podemos quizá representar un rincón de lo que es perfecto, si se dibuja en el espejo puro de nuestra alma", y, junto con Adalbert Trillhaase, no fue el único en representar el arte naif en su país.

Habrá que perdonar el no poder citar a todos los británicos, tan numerosos (Lee Cheser, James Lloyd, Patrick Wallis), ni a todos los españoles ni a los escandinavos. De Italia se hará constar un solo nombre, por no poder citar otros, el del sabroso Orneore Metelli (1872-1938). En Grecia, el de Theophilos Chadzmichaïl (1866-1934), de Mytilene, que pintó al temple sobre los muros y dejó cuadros de la más sutil luz. En Israel, nombremos al menos a Shalom de Safed (1885-1985), albañil, orfebre y relojero, que encontró a menudo inspiración en los carteles de cine y en libros para niños.


El general George Washington pasando revista a su Ejército del Oeste en Fort Cumberland atribuido a Frederick Kemmelmeye (Metropolitan Museum of Art, Nueva York). Escena histórica acaecida en 1795, según esta obra realizada en 1821. 


James y Sarah Tuttle de Joseph Hilliard Davis (New York Historical Society, Nueva York). Después de la independencia de Estados Unidos, los pintores naif recorrían el territorio buscando clientela que quisiera inmortalizarse en un cuadro. Ejemplo de ello es este doble retrato de un matrimonio burgués, que el autor, conocido por el apodo de Fine Hi/1 Joe, pintó en 1836.

Los naifs son con frecuencia los reveladores del espíritu y de las costumbres del pueblo al que pertenecen. Tal es el caso de los yugoslavos. Del mismo modo, los pintores de Haití unen en sus obras las viejas tradiciones del África de los esclavos (las ceremonias del Vudú de Gérard Valcin y de Chéry) a las de la España católica (escenas del paraíso de Auguste Toussaint), la observación de la vida (Jack Mel Vital y Obin), la imaginación de los trópicos (selvas vírgenes de P hilip Auguste), etc. En esto les imitan los pintores de Cuba, y encuentran en la revolución castrista maravillosos temas.

Este carácter étnico se encuentra de nuevo en el África negra (pronta, por su expresión tradicional, a inspirar a los naifs) y en el África "blanca". Egipto cuenta con sorprendentes realizadores de tapices. En Argelia, Baya ha merecido estas palabras de André Breton: "Su misión es la de cargar de sentido a esta bella expresión: La Arabia feliz". En Marruecos, Ahmed Luardini, entre otros, es el suntuoso evocador de un Oriente de ensueño. En Túnez, como en todos los países árabes, habría que mencionar muchos nombres.


Retrato de Mol/y Wha/es Leonard de Rufus Hathaway (Colección Chrysler-Garbisch). En la parte inferior de la tela lleva las iniciales de su autor y la fecha de 1790. Sabemos que este pintor, hábil retratista, fue médico de Duxbury en Nueva Inglaterra y que era tanta su habil1dad como ebanista que entregaba sus pinturas con un marco salido también de sus manos. Hay en el rostro de esta dama, de original tocado, toda la altiva seriedad de los puritanos, los primeros que desembarcaron en el Este americano. 


Las hermanas Burnisch de William Matthew Prior (Colección Chrysler-Garbisch). Este artista fue un pintor ambulante que recorrió Nueva Inglaterra hasta que en 1841 se instaló en Boston. Prodigó enormemente su obra y trató de hallar procedimientos que le permitieran convertirla casi en una fabricación estándar. Su estilo sencillo le permitía, desde luego, una pintura rápida, hasta el punto de que sus retratos de George Washington sobre cristal, tan populares, eran conocidos en aquella época como una especialidad suya.

Los naifs de Estados Unidos (país del experto en pintura "naif" Sidney Janis) son de ayer y de hoy. A pesar de las obras notables producidas a fines del siglo XVII y durante el siglo XVIII, debidas en particular a aquellos que recibían la denominación de limners, fue al siglo XIX al que se debió la aportación más considerable. Como oportunamente ha indicado Jean Chatelain:"El artista naif se define en Europa en relación con los que no lo son. En América, desde hace 150 años, este término de comparación no existe, o juega un papel secundario. Los pintores no se sitúan en la frontera del arte consagrado o de la buena sociedad. Estos son sólo precursores, testimonios algo torpes, pero sin complejos, de la sociedad americana de su tiempo".

En aquella época, los granjeros, alejados de las ciudades, debían producir su utillaje, construir sus casas y decoradas. Para ellos era importante conservar el recuerdo de sus familias, y de ahí la abundancia de retratos precisos (Retrato de mujer, hacia 1840, colección Garbisch; La familia Sargent, hacia 1800, National Gallery Washington; Retrato de Jonathan Bentham, hacia 1710, en el mismo museo). Se complacían en representar escenas evangélicas (El reino de la paz, hacia 1839, colección Garbisch), escenas históricas (Washington pasando revista a su ejército en Fort Cumberland, Metropolitan Museum, Nueva York) o paisajes idílicos.


Puesta de sol en el valle del río Hudson de Thomas Chambers (Colección Chrysler-Garbisch). Realizada hacia 1850, la obra da una idea del primitivo paisaje de la costa este de Estados Unidos. 


Staten Island y el estrecho de Thomas Chambers (Brooklyn Museum of Art, Nueva York). El primitivismo de este pintor de marinas, nacido en Inglaterra y emigrado a Estados Unidos en 1832, le llevaba a matizar el color como si se tratara de ampliar en la tela una estampa de brillantes colores.

La obra de los pintores naifs estadounidenses manifiesta su alejamiento de los modelos europeos, consecuencia de la Independencia. Sus caracteres principales son el humor y una sinceridad sin subterfugios. La observación, la experiencia y el empirismo, tan necesarios a los pioneros, se reflejan en ella lo mismo que la confianza. Muchos pintaban no por" dilettantismo", sino para ganarse la vida. Así, hacia 1856, Joseph H. Davis, más conocido por el apodo de Fine Hill Joe, recorría las campiñas en busca de encargos ... Y, para atraer mejor a los clientes con una prueba de destreza, añadía a su firma: ¡Pintado con la mano izquierda! W. Mathew Prior hacía su publicidad del siguiente modo: "¡Precios reducidos para perfiles y retratos de niños!".

Han llegado hasta hoy los nombres de algunos artistas, a pesar del gran número de pintores que han permanecido en el anonimato: Joseph Whiting Stock (1815-1835), que llevó un diario de su trabajo; Mary Ann Wilson (hacia 1825); Linton Park Hicks (1780-1849); Chandler (1747-1790); Moulthrop (1763-1814); Hathaway (1770); Peale (1749-1831); Erasmus Field (1805-1900), de inspiración fantástica; Chambers (1808-1865); W. H. Brown (hacia 1826); R. Costa, que pintó sobre todo la caza de la ballena... ¿No se podría decir que el popular art de ayer anunciaba al Pop Art de hoy?

Otros tomaron el relevo, y en Europa es muy conocida GrandmaMoses (1860-1961), que empezó a pintar a los 70 años y afortunadamente murió más que centenaria, casi pincel en mano. Sería también necesario nombrar a John Kane (1860-1934), que fue minero en Pittsburgh y obtuvo el premio Carnegie, y a Vivían Ellis (nacida en 1931), poetisa de sus recuerdos de infancia en Luisiana, y a Joseph Pickett Horace Dippin, y... El conjunto de los naifs estadounidenses es uno de los más ricos.

Morris Hirschfield nació en 1872 en un pueblo de Polonia en el que esculpió estatuas para el templo local. Emigrado a Estados Unidos en 1890, estableció allí una fábrica de zapatillas. En 1936, gravemente enfermo, se retiró del comercio y decidió pintar. Su inspiración es extraña, obsesa, onírica. Murió en 1946.

El arte naif no concierne sólo a la pintura, como se tiene demasiada tendencia a creer. Hay escultores que contradicen esta opinión frecuente, como el francés Abbé Fouré y los yugoslavos Zivkovic, Smajic, Stanisavlevié y Kreca, sin olvidar a Erich Baedeker. Su santo patrón podría ser el factor francés Fernand Cheval (1836-1924). En el transcurso de sus viajes por el departamento de Drome, recogió piedras de formas curiosas y construyó con ellas, trabajando durante 45 años, su "palacio", monumental sueño petrificado.


La granja en invierno de Anna Mary Robertson Moses (Museo de Arte Fuji, Toquio). Conocida popularmente como Grandma Moses, esta artista, que comenzó a pintar en su vejez, hace aquí la representación de un paisaje de su entorno con la sinceridad característica de los pintores naif.

Esta visión global, esta nomenclatura, tan incompleta sin embargo (¡No haber citado yo al croata Pejes ni al yugoslavo Rabuzin!), permiten quizás apreciar la difusión, la importancia del arte naif en el mundo actual. Si llama la atención de una manera tan general es sin duda porque responde a necesidades profundas que el arte tradicional y el arte contemporáneo no siempre satisfacen. Es verdad que los naifs no siempre carecen de cierto sustrato de influencias, pero las integran en una visión personal del mundo. Generalmente pobres, o de modesta condición, este punto de vista es su riqueza, su revancha, su libertad. Solitarios, figuran como"no asi milados" en una sociedad constructiva, más o menos totalitaria. Para ellos, desaparece la distancia entre la realidad y la representación que dan de ella. Como se ha escrito, dominan por la poesía las antinomias de la realidad, proporcionando así el feliz sentimiento de una reconciliación de los contrarios, la alegría de una unidad recobrada en una suerte de Grecia.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

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