Punto al Arte: Chardin
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Jean-Baptiste-Simeon Chardin (1699-1779)



Chardin, Jean-Baptiste-Simeon (París, 2 de noviembre de 1699 - 6 de diciembre de 1779) Pintor francés. Renovador de la naturaleza muerta y de la pintura de género intimista, bodegones y escenas de interiores burgueses. Contemporáneo del maestro del rococó, A. Watteau, desarrolló un estilo propio mucho más sobrio que éste. Se basó en la tradición de la pintura holandesa (Vermeer) y en el barroco realista francés (Louis Le Nain), pero le interesó en especial el problema de la percepción visual de los colores y las sombras y su plasmación en la tela. Sus cuadros abordan siempre temas muy simples, de composición sobria y sin anécdotas ni elementos simbólicos. Fue muy admirado por su habilidad en captar ambientes y por la sutileza de sus matices de color y de luz. De su obra destacan Niño haciendo burbujas de jabón, Le Bénédicité, La madre hacendosa, Naturaleza muerta de la pipa, Autorretrato en gorro de noche y Autorretrato de la visera verde.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas


Obra

Bodegón, 1728
El rayo o el interior de la cocina, 1728

Obra de Jean-Baptiste-Simeon Chardin. Barroco.

El buffet, 1728
La sopera de plata, 1728
Conejo salvaje con juego de bolsa de polvo y frasco, 1728-1730
Bodegón con arenques, 1731
El ayudante de cocina, 1738-1740
La oración antes de la comida, 1740
Bodegón con faisán, 1750
Bodegón con vaso, frasco y fruta , 1750
La mesa del mayordomo, 1756
Cesta de ciruelas, 1759
Peras, nueces y una copa de vino, 1768
Las sobras de un almuerzo, también llamada la copa de plata


La institutriz de Chardin

 


A partir de 1733, aproximadamente, Jean-Baptiste-Siméon Chardin inició una nueva etapa en su carrera al empezar a componer escenas intimistas como La institutriz (La Gouvernante), realizada en 1738.

El número de figuras que aparecen en sus pinturas siempre es reducido. Aquí, coloca a dos personajes en el ambiente de una casa burguesa sencilla, con una decoración sobria, austera, en un ambiente casi religioso. El pintor ha sabido materializar muy amablemente la cotidianidad de una pequeña burguesía parisina en su intimidad: fa criada dedicada a sus tareas y el niño como tal con los juguetes por el suelo. Es imposible imaginar mayor contraste simbólico entre los juguetes esparcidos a la izquierda del cuadro y el costurero abierto con la labor de la mujer a la derecha.

La joven institutriz reprende al niño de una forma estrictamente íntima y la lección aprendida para su futuro comportamiento queda clara. Se suele pasar por alto el marcado aspecto moralizante del tema: una criada asume el deber de amonestar a una persona que puede llegar a convertirse en su señor y por tanto su superior en la escala social.

La mujer ya no es sensual, sino que es una criada, que representa el papel educativo de la madre. En las escenas de género de Chardin no solemos encontrar al padre ni a ninguna otra figura masculina y si hay niños se da por supuesto que son disciplinados. Son las madres y las mujeres de aspecto maternal las que destacan imbuidas en sus tareas domésticas. Sus obras contrastaban con los temas heroicos y las alegres escenas del rococó que constituyeron la corriente artística principal durante la primera mitad del siglo XVIII.

El cuadro emana reposo, como todas sus obras. La escena es siempre algo bien hecho, bien construido. El gesto natural y preciso de los cuerpos nos transmite tranquilidad y calma. Resalta la delicadeza del colorido y la luz tenue que irradia en los personajes proyectando un aura de humanidad.

Chardin es un realista, pinta aquello que ve, los ambientes sencillos, el trabajo y los gestos cotidianos. Se mueve totalmente al margen de la moda galante y recoge la tradición interiorista de la Holanda del siglo XVII. Al igual que Vermeer, sitúa la mujer como centro de las casas modestas. Como el pintor de Delft, la luz será otra de sus grandes preocupaciones.

En sus pinturas es más importante las-formas que el contenido. Con eso y con todo, su mérito reside en la fusión extraordinaria de la técnica y la temática. Sus personajes son, de hecho, naturalezas muertas; inexpresivos, serios, y tan íntegros como un objeto artesanal.

Fue admirado por Denis Diderot por su técnica minuciosa y perfecta y por plasmar los valores morales. Tanto él como Greuze eran algunos de sus favoritos, mientras que despreciaba a Boucher por su vida depravada, que se reflejaba en sus cuadros. "¡Otra vez quí, gran mago, con vuestras composiciones mudas! ¡Cuántas cosas le dicen sobre la imitación de la naturaleza, la ciencia del color, y la armonía! ¡Cómo circula el aire alrededor de esos objetos! ¡La luz del sol cubre mejor los contrastes de los seres que ilumina! ¡Chardin no conoce colores amigos ni enemigos!", escribiría el filósofo refiriéndose al pintor.

Por sus naturalezas muertas y retratos intimistas se le considera el pintor de la burguesía francesa y el continuador de la pintura holandesa. Su obra La institutriz, de 46 x 37,5 cm actualmente se conserva en la Galería Nacional de Canadá, en Ottawa.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los restos del almuerzo, de Jean-Baptiste-Simeon Chardin

 


La pasta pictórica, en manos de Chardin, podía sugerir las cualidades táctiles de cualquier materia como nadie había conseguido antes de él: véanse la loza, el vidrio, el metal y la madera de su célebre cuadro de 1763. 

(Musée du Louvre, París)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La Benedicite de Jean-Baptiste-Simeon Chardin

 


El sentido de la intimidad, que en Boucher o Fragonard tiene una significación soñadora y sensual, en este autor reviste la humilde densidad de las tradiciones artesanas de Flandes y de Holanda. Nadie mejor que él ha buceado en el alma infantil y ha evocado la calma y la ternura de la vida en el hogar. Buena prueba de ello son este famoso cuadro, penetrante observación del mundo de la pequeña burguesía francesa. 

(Musée du Louvre, París)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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