Punto al Arte: 05 Arte Persa
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Arte Persa

Al tratar el arte persa, lo primero que hay que decir es que fue poderosamente influido por las culturas orientales y que evolucionó a la par que el Imperio, nacido en los territorios que actualmente corresponden a Irán, iba ampliando gloriosamente sus fronteras. Cabe destacar, como se verá en profundidad más adelante, que el Imperio persa no tenía una única capital que fuera el centro de referencia politico, religioso y cultural para el resto de las poblaciones y regiones del territorio, sino que estaba gobernado por una corte itinerante que cambiaba de residencia cada cierto tiempo. Así, no se debe pensar que en este recorrido por el arte persa se va a encontrar una ciudad que destaque sobremanera por encima de las demás, que sea la Roma, la Atenas o la Bizancio del importante imperio persa.
Relieve del rey Darío I (Persépolis, El Fars). La
condición semidivina de los reyes persas se ve
reflejada en muchos relieves de la antigua ciu-
dad de Persépolis, en los que el soberano apa-
rece casi siempre luchando contra seres mito-
lógicos, mitad león y mitad águila, para prote-
ger a su pueblo. 

La corte cambiará muchas veces de residencia, llevándose con ella el poder político, el militar y el económico, lo que, lógicamente, impediría la preponderancia prolongada de una ciudad sobre otra. De este modo, las ciudades más importantes de la época, y en las que, lógicamente, se encuentran las manifestaciones artísticas de mayor interés, fueron Susa, Babilonia, Ecbatana, Pasargada y Persépolis. Por tanto, en esta aproximación al arte de los persas hay que centrarse en los citados núcleos urbanos, cuna de algunas de las obras de arte más importantes que ha elaborado la humanidad.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Expansión de los medos y destrucción de Imperio asirio

Se conocen básicamente tres fuentes de información para reconstruir la historia de la dinastía meda, el relato de Herodoto, que procede de una fuente oral meda del siglo V a.C., algunos datos de los anales mesopotámicos y, por último, las inscripciones aqueménidas. Como puede observarse las noticias de las que se dispone son bastante limitadas, aunque las mismas permiten trazar un recorrido fiable de los inicios del pueblo persa.

⇨ Hito con escritura cuneiforme (Museo Nacional de Irán, Teherán). Esta piedra negro-verdosa de diorita pulida probablemente se utilizó como medida de peso. De 20 cm de alto, 16 de ancho y 13 de grosor, consta de una inscripción en tres estilos diferentes. Hallada entre las ruinas de la antigua Persépolis, al sureste de Irán, se considera que fue esculpida en el siglo v a.C.



Los relatos de las campañas asirias de la segunda mitad del siglo VIII a. C. mencionan algunos de los asentamientos de los medos en el noroeste de Irán. Los describen organizados en pequeñas comunidades tribales, que se situaron en dos zonas bien diferenciadas, una bajo dominio asirio y la otra, alrededor de Ecbatana, fuera de las fronteras del Imperio asirio.

A finales del siglo VII a.C. uno de estos jefes de tribu llamado Ciaxares; reunió un ejército poderoso que, teniendo como aliados a los babilonios, inició un ataque sistemático a las ciudades más importantes del Imperio asirio como Assur, Nínive y Harrán.

Meda con espada corta (Museo Nacional de Irán, Teherán). En este bajorrelieve hallado en Persépolis se muestra un ritual de ofrenda a los dioses. Probablemente decoraba el muro norte de la ciudad por sus dimensiones relativamente altas, de casi un metro. Ornamentado con representaciones del sol, signo del dios Zoroastro, el estilo escultórico responde a todas las características típicas del arte aqueménida. 



En 1923 se halló en Babilonia una tablilla cuneiforme en la que se relataba cómo cayó este Imperio y cómo su capital, Nínive, fue asaltada y saqueada. Se trata, por tanto, de un documento fidedigno de lo que ocurrió en ese decisivo episodio. En el año 616 a. C. comenzó el ataque a la importante ciudad de Nínive, con un ejército enemigo formado por soldados babilónicos, medos y escitas. Ciaxares firmó un tratado con el rey babilonio Nabopolasar para unirse y atacar juntos el Imperio asirio. Para dar mayor consistencia a este pacto, hizo casar una princesa meda con el heredero del trono de Babilonia, Nabucodonosor. Este matrimonio de conveniencia no fue decisivo únicamente como estrategia política sino que, a la postre, iba ser el causante de una de las obras de arte más espectaculares que haya producido nunca la humanidad. Se está haciendo referencia a los fabulosos Jardines Colgantes de Babilonia, toda una declaración de amor de Nabucodonosor a su querida esposa meda. Efectivamente, Nabucodonosor hizo construir los conocidos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo, para su princesa meda, con el fin de que no echara de menos la naturaleza que la rodeaba en su región natal.

Ritón con forma de caballo (Museo Nacional de Irán, Teherán). Encontrado entre los restos de la ciudad de Susa, al suroeste de Irán, se considera que su uso se reducía a la liturgia religiosa y al empleo doméstico como recipiente de líquidos, dadas sus características físicas. Con sus 23 cm de alto y 30 de ancho, recuerda algunos juguetes infantiles de la misma época hallados en excavaciones cercanas.

⇦ Cabras montés (Colección Schimmel, Nueva York). Esculpidas en un plato de oro de 30 cm de diámetro, las cabras salvajes denotan el gusto de los artesanos aqueménidas por el detallismo, tal y como refleja el acabado ornamental de la cornamenta y la musculatura de los animales. 



En este primer envite militar, la ciudad de Nínive logra resistir y evita la invasión gracias a la ayuda del ejército egipcio que veía la debilidad del Imperio asirio como un peligro de extrema gravedad. El Imperio babilónico era un imperio en alza, y los egipcios no veían con buenos ojos el poder que empezaba a tener.

Pero no pasaría mucho tiempo antes de que el Imperio asirio llegara a su fin. Un año después de ese primer intento, las murallas de Assur fueron destruidas, y en el verano del612 a.C. Nínive sucumbió ante sus atacantes, muriendo en la batalla el rey asirio. Se deduce que la coalición meda y babilónica no poseía un ejército lo suficientemente fuerte como para hacer que un Imperio como el asirio, mucho más preparado que ellos, cayera ante sus ofensivas. Así que hay que buscar otras razones para entender de qué modo un imperio tan fuertemente militarizado como el asirio pudiera derrumbarse en tan poco tiempo.

Ciudad de Persépolis (El Fars, Irán). A setenta kiló metros al noreste de Shiraz, junto a la unión de los ríos Puhar y Kur, se asentó la antigua capital del imperio persa durante la época aqueménida. Se cuenta que en su origen tan sólo se construyeron dos o tres palacios oficiales para la corte de Darío 1 en el siglo VI a.C., pero posteriormente sus descendientes enriquecerían la ciudad de manera fastuosa. La leyenda dice que Alejandro Magno la incendió en una noche de orgía antes de marchar hacia la India. 
Al parecer el Imperio asirio sufría desde hacía tiempo las consecuencias de la insurrección de una parte del ejército, provocando una cruel guerra civil, que hizo que poco a poco se fuera deteriorando y desintegrando. Este hecho, como es lógico, ayudó enormemente al ejército enemigo que encontró un adversario debilitado por sus propias luchas internas. Tras la victoria, medos y babilónicos se repartieron el territorio conquistado quedando la Baja Mesopotamia y la parte occidental del Imperio bajo poder babilónico y en manos de los medos la propia Asiria y los territorios montañosos al este del Tigris. Ciaxares no sólo se conformó con dominar este territorio, si no que hizo que los dominios de los medos llegaran hacia Anatolia, hasta el Asia Menor.

Lidios con un carro (Persépolis, El Fars). El estilizado arte aqueménida de este bajorrelieve contrasta con otras esculturas de temática bélica o mitológica. La escena representada está protagonizada por varias delegaciones de personas que vienen a rendir tributo para entrar en la ciudad. 
Friso de los leones (Musée du Louvre, París). La parte superior de la fachada del palacio real de Susa, en Irán, estaba decorado en cerámica vidriada, igual que la puerta de lshtar de Babilonia. Para proteger el palacio, el rey mandó esculpir leones y arqueros de su ejército personal para sentirse simbólicamente resguardado.
Aunque no acabarían aquí los conflictos de los medos en su política para ampliar sus territorios. Los medos entran en contacto con el reino Lidio, donde reinaba Aliates, que no estaba dispuesto a dejarse dominar. Se sucede una época de constantes enfrentamientos entre los medos y los lidios que duró cinco años y en la que nunca pareció inclinarse claramente la balanza de un lado o de otro. De este modo, y para no eternizar una disputa que podría debilitar excesivamente a ambos estados, un lustro después de que se iniciaran las contiendas se firmó la paz. El rey Nabopolasar fue el intermediario entre medos y lidios y propuso que el límite entre los reinos de Ciaxares y Aliates fuera el río Halys. Ciaxares falleció poco después, tras un reinado de cuarenta años, entre el624 y el585 a.C. La paz con los lidios se afianzó tras las nupcias de la hija del rey de Lidia y Astiages, hijo y sucesor de Ciaxares.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Formación del reino persa

Astiages también gozó de un reinado muy prolongado, como su padre, pues reinó durante treinta y cinco años, entre el584 y el550 a.C. Esa época, que como se ha visto sucede a la de las grandes conquistas de los persas, fue de gran prosperidad económica por la riqueza de los territorios dominados.

Soldados persas con escudos (Persépolis, El Fars). Esculpido entre los siglos VI y V a.C., este relieve de piedra del palacio de Darío I presenta muchos de los rasgos característicos del arte aqueménida. Las facciones de los soldados son idénticas, de tal manera que se expresa la idea de uniformidad del ejército del rey, contribuyendo además a la linealidad estructural de la escena representada. 
Y paradójicamente, como le ha ocurrido a lo largo de la historia a tantos gobernantes, Astiages quiso introducir cambios demasiado novedosos en los usos y costumbres de la corte. Ast parece ser que Astiages pretendió incorporar innovaciones en la forma de gobierno, equiparándose con otras cortes del próximo oriente, por las que debía de sentirse fascinado, pero se encontró con una gran oposición por parte de los nobles quienes creían que estas nuevas medidas eran una forma de ver menguadas tanto su fortuna como su poder en la corte.

Como ya se ha mencionado en las primeras lí­neas del presente capítulo, el reino persa no tenía una capital concreta, era una corte itinerante que iba de una ciudad a otras. Aún hoy, no se ha conseguido saber a qué se debía esta múltiple capitalidad. Los argumentos prácticos para preferir a una capital estable una itinerante parecen tan válidos como las razones por fijar una ciudad como el centro político de un reino. Así que no se conocen dichos motivos aunque éstos parecen apuntar a razones como la necesidad de control del amplio territorio del reino, los cambios climáticos o la falta de tradición de una capitalidad en los pueblos persas. De este modo, las ciudades que compartían el grado de capital eran Susa y Persépolis, de las que, como se verá han quedado interesantes restos arquitectónicos; Ecbatana y Pasargada, que se convirtieron en las dos primeras capitales del imperio, y Babilonia, que sería conquistada por Ciro.

Sello cilíndrico (Musée du Louvre, París). El significado de la escena representada en este sello comercial resulta doblemente confuso. No se ha esclarecido si muestra una escena de seducción y acicalamiento de una de las concubinas del harén del rey o bien se le rinde culto a la diosa Anahita.
Una de las primeras cosas que hizo Ciaxares, padre de Astiages, al llegar al trono fue la de organizar el ejército para convertirlo en un arma mucho más eficaz de lo que había sido hasta ese momento. De este modo, y en aras de dotarlo de una estructura mucho más racional y acorde a las milicias que poseían otros pueblos rivales, dividió su ejército en diferentes categorías, como la de los lanceros, arqueros o jinetes, entre otras, ya que antes sólo formaban una masa desorganizada que debía de resultar muy difícil de dirigir.

De este modo, el ejército que se encontró al subir al trono Astiages era una máquina de guerra bien organizada, que se encontraba diseminada por todo el territorio del reino. Así que había guarniciones de soldados en los puntos más estratégicos del reino, como la capital, otras ciudades de gran importancia y zonas fronterizas que podían ser susceptibles de ser atacadas por otros·pueblos. Inicialmente el ejército estaba compuesto solamente de soldados persas, pero gracias a las conquistas de otros territorios, se van incorporando tropas de todo el territorio. Se calcula que en total había 360.000 soldados, un nú­ mero más que importante para la época y la zona a la que se hace referencia, a los que había que añadir, por otro lado, un contingente no tan importante en cuanto a número pero sí de gran valor: los mercenarios, entre los que sobresalían los griegos por su gran eficacia.

Pagando tributo, en Takhte Djamshid (Irán). Detalle de un relieve adosado a las escaleras del palacio de Darío, realizado hacia el año 490 a.C., que representa a un personaje subiendo con una oveja en brazos para rendir tributo al rey.



⇨ Busto de toro (Musée du Louvre, París). Esta pequeña escultura de terracota de casi 20 cm pudo servir como complemento ornamental de alguno de los palacios y templos de la ciudad de Susa. Considerados como un símbolo de virilidad, los persas solían decorar los capiteles con imágenes de carneros, toros y jabalíes.



En cuanto a la economía del Imperio persa, se puede decir que se basaba sobre todo en la explotación de sus recursos naturales. Trabajaban -la tierra campesinos libres y siervos; la ganadería era otro de los pilares de la economía, ya que no sólo estaba destinada al consumo humano, sino que también se criaban animales como medio de transporte y con fines militares. La pesca era otro elemento muy importante, sobre todo en el Golfo Pérsico y en los ríos Tigris y Éufrates. La producción manufacturera de los recursos naturales era la segunda fuente de ingresos de los persas, seguida del comercio y la actividad financiera. Los tributos e impuestos son los que acababan de redondear los ingresos que recibía el monarca. Por tanto, no fue un imperio que dependiera de las materias primas o de la producción de otros pueblos sino que, aparte de ser un estado fuertemente militarizado y jerarquizado, disponía de una economía de gran vitalidad.

Palacio residencial (Pasargada). Creado por arquitectos aqueménidas, el palacio real de la antigua ciudad iraní estaba aderezado con innumerables capiteles con prótomos de toros, caballos y leones. Los relieves, antecedentes inmediatos de los de Persépolis, fueron los primeros que presentaban estudios anatómicos de los pliegues de los ropajes, así como inscripciones en persa, babilónico y elamita. A los pies del palacio principal del rey se extendía la hoy extinta ciudad, conservándose únicamente la terraza-mirador conocida por el Trono de la Madre de Salomón sobre la que probablemente se asentaría el jerarca. Al estar construido con materiales frágiles como el adobe y la madera ha sufrido cruelmente el inevitable paso del tiempo.
⇨ Mujer en un palanquín sobre la grupa de un caballo (Musée du Louvre, París). Esta estatuilla de terracota de 1 5 cm de alto reproduce una de las técnicas de transporte más habituales para las travesías cortas durante el período aqueménida.



En el Imperio persa el rey es la máxima autoridad del Estado y la novedad que este pueblo introdujo era que ya no era una persona elegida la que tomaba el poder, sino que era la divinidad la que se lo había otorgado. De esta forma, y a diferencia de lo que ocurría en otros pueblos o de lo que sería característico en el Imperio romano, el rey, era representación del dios omnipotente en la tierra. Por otra parte, como era necesario en una sociedad compleja como la persa, que, además, había ampliado sus fronteras de una forma importante, el Imperio tenía un aparato burocrático muy desarrollado, que le permitía controlar con gran efectividad las cuentas del estado así como mantener la preponderancia del poder del rey.

La administración central estaba en manos de aristócratas, normalmente de origen iranio, que, como es lógico, por compartir el mismo territorio de origen eran en los que más podía confiar el rey. Por lo demás, el resto de los funcionarios acreditaban un origen variado y eran de diferentes nacionalidades; así, entre los escalafones menos elevados de la administración persa había babilonios, judíos, egipcios e incluso griegos.

Astiages, como ya se ha señalado, casó una de sus hijas, Mandane, con un noble persa, Cambises, de cuyo matrimonio nació Ciro que ocuparía, como príncipe vasallo, el gobiemo de Elam y Persia. La infancia de Ciro tiene ciertas reminiscencias de leyendas propias de héroes de diversa índole como Moisés, Edipo, Rómulo. En el año 560 a.C. Ciro sucede a Cambises, y en el550 a.C. Ciro se subleva contra el poder central apoyado por la mayor parte de la nobleza que cree poder recobrar así sus antiguos privilegios. De este modo, el reino medo sucumbe ante los persas, después de haber dominado Asia durante 128 años.

⇦ Ánfora (Museo Nacional de Irán, Teherán). Este pequeño recipiente podía contener aproximadamente hasta un litro. Las asas son dos trabajadas figuras de macho cabrío levantados que se sostienen sobre sus patas delanteras en la boca del ánfora. El acabado formal en espiral de muchos de estos objetos de uso doméstico sirvió de modelo para algunas de las esculturas fálicas de la estadounidense Louise Bourgeois.



La caída inesperada de Nínive, el año 612 a.C., aniquiló en un momento el poder de Asiria, concentrado exclusivamente en la capital. Pero el mundo oriental no podía vivir sin un señor. De momento, Babilonia y Egipto restauraron sus antiguos imperios, y ya hemos visto que hubo un verdadero renacimiento artístico babilónico en tiempos de Nabucodonosor y que en el valle del Nilo tuvo lugar la restauración del arte nacional por los príncipes saítas. Pronto el recuerdo de Nínive debía despertar las ambiciones del más fuerte. Este nuevo señor, el Gran Rey, habitaría en las altas montañas del Irán, que cierran la Mesopotamia y por el Sur se extienden hasta el océano Índico.

La formación del nuevo Imperio de los persas aqueménidas fue rápida y sin dificultades, ya que Asiria había acostumbrado a los pueblos a vivir en la esclavitud. De momento, las tribus medas, que descendiendo al llano habían ayudado a los escitas a saquear e incendiar Nínive, recogieron su parte del botín y, con ayuda del prestigio logrado, formaron el primer núcleo de un Estado conquistador. Más tarde, las principales familias persas, fuertemente agrupadas en torno de su monarca Ciro sojuzgaron a sus confederados, los medos, y todo Irán obedeció a una sola cabeza. Ciro, el primer aqueménida, conquistó ya Babilonia en el5 39 a.C. , y el hijo de Ciro, Cambises, en 5 25, humilló nuevamente a Egipto con la dominación extranjera. De esta forma, se puede afirmar que llegados a estas fechas, el Imperio persa era una verdadera potencia.

Escalinata de la apadana (Persépolis, El Fars). La suntuosa decoración de la entrada de la Sala de la Audiencia repite un tema muy usual en el arte persa, mostrando en todo su esplendor el despliegue de la guardia real. Unas pocas columnas del antiguo palacio aún se mantienen en pie con capiteles ornados con figuras antropomórficas. 
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

De Ciro el Grande a las Guerras Médicas

Ciro, hijo del rey Astiages, se convirtió en dueño de los extensos territorios del reino medo en el año 550 a.C. En tres años, su general Harpago logró someter las ciudades griegas de Asia Menor, mientras que Ciro se dirigía a Babilonia para luchar contra Nabónido, a quien logró vencer en 539 a.C. Ciro no se conformó con estas victorias y quiso someter las tribus del Asia Central, pero en una de las batallas halló la muerte. En cambio, sí que consiguió llegar a Egipto Cambises, hijo de Ciro, al que sucedió Gaumata, asesinado por los nobles y cortesanos persas por las ideas retrógradas que quería implantar.
Rey y dos cortesanos (Persépolis, El Fars).
Secundada por dos criados que le protegen
con una sombrilla, la imponente figura del
soberano fue dañada a la altura de la cara
con un martillo, probablemente durante la
ocupación de un ejército invasor. 

Tras la muerte de Gaumata, hubo un período de inestabilidad marcado por las luchas internas por el poder, hasta que en 520 a.C. Darío, noble persa que declaraba pertenecer a la familia aqueménida, se hizo con el poder. De este modo, se inició uno de los períodos más esplendorosos del Imperio, pues Darío creó un nuevo sistema tributario, consolidó las rutas comerciales y siguió ampliando las fronteras persas y convalidando su dominio sobre los griegos.

Sin embargo, éstos empezaron a oponerse a las directrices marcadas por Darío, a pesar de que apoyaran a Ciro en el inicio de su reinado, al ver grandes expectativas comerciales. En la época de Darío estas posibles ganancias se vieron mermadas por los excesivos impuestos, y se empezó a gestar un movimiento antipersa que llevará a griegos y persas a luchar en las llamadas Guerras Médicas, en las que tras años de conflictos vencieron los griegos. 

Fuente: Historia del Arte Editorial Salvat.

Friso de los arqueros de Susa


El Friso de los arqueros adornaba el famoso palacio mandado construir por orden de Daría 1 (522-486 a.C.), que trasladó la residencia real y la administración del lmperio, desde Pasargada hasta Susa, la nueve sede.

Muy poco ha llegado de su riqueza constructiva y decorativa, que debió ser inmensa. Pero se Mesopotamia 244 conservan en el Musée du Louvre abundantes fragmentos de los frisos que decoraban la residencia real y que datan del siglo v a.C. Algunos, realizados en relieves esmaltados sobre ladrillos, muestran a animales en procesión, unos reales y otros fantásticos, inspirados sin duda en la famosa Puerta de lsthar de Babilonia.

Sin embargo, entre todos ellos hay que destacar el friso que representa los arqueros. Los arqueros reales conformaban el cuerpo más poderoso del ejército persa, que se integraba con diez mil soldados. Equipados de arcos, flechas y lanzas, hasta finales del Imperio constituyeron el núcleo mejor entrenado de todo el potencial ' bélico aqueménida. Este temible grupo de soldados componentes de la guardia real eran también llamados los "Inmortales", porque las bajas que se producían en las batallas eran inmediatamente cubiertas por otros hombres de gran valía, preparados y adiestrados para tal propósito.

En el Friso de Susa se les representa en hileras que se aproximan al metro y medio de altitud. Ricamente ataviados, portan sobre el hombro el armamento con el que eran conocidos, el arco y el carcaj, mientras que con sus dos manos presentan las altas lanzas en gesto de saludo.

Realizado en relieve esmaltado sobre ladrillo, a pesar del tiempo transcurrido, aún se aprecia con todo su esplendor. Por medio de fuertes contrastes cromáticos, confeccionados con tonos anaranjados, azulados y verdosos, se ha conseguido un elevado efecto de belleza. Los persas lograron un dominio extraordinario de la técnica del esmalte, introducida por los kasitas y perfeccionada durante el Segundo Imperio Babilónico. Esta técnica tuvo una enorme difusión, ya que con ella se conseguía un efecto decorativo de gran impacto visual.

No solamente el juego de colores resalta la composición de esta loseta esmaltada. La precisión de los detalles tanto de las telas de las vestiduras como los cabellos y los pelos de la barba, son también interesantes de destacar en la escena, pues están dibujados minuciosamente en cada uno de los personajes. Tal detallismo está tan correctamente conseguido que es imposible advertir las diferencias entre los protagonistas.

Los distintos personajes, colocados simétricamente, uno detrás de otro, aparecen enjoyados. En sus muñecas llevan brazaletes. Esto de muestra el gusto del Imperio por las artes suntuarias, que incluso a sus guardianes se les representa portando tales objetos.

En el presente friso también se encuentran los conceptos propios que dominaban las reglas artísticas de la época. Las figuras en procesión son representadas todavía de perfil, aunque el ojo aparece alargado y no redondo.

Esta magnífica obra, que decoraba una de las paredes del palacio real de Darío en Susa, se puede admirar en la actualidad en el Musée du Louvre de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las capitales persas

Los Estados marítimos de la Grecia asiática fueron satrapías persas; hasta la misma Fenicia, donde la dominación de Nínive no se hizo nunca efectiva, transmitió a Persia, en tiempos de Darío, su soberanía marítima, y por primera vez los ejércitos asiáticos atravesaron los pasos del mar que separaban Asia de Europa.

Friso de los grifos (Musée du Louvre, París). Procedente de la antigua ciudad de Susa, este bajorrelieve sobre ladrillo esmaltado se inspira claramente en las decoraciones de los muros de Babilonia, especialmente los que adornaban la avenida procesional y la puerta de lshtar. Las representaciones de animales mitológicos conformados por un cuerpo de león alado con patas engarfiadas de ave rapaz y cuernos de cabra serían readaptados continuamente por todas las artes populares hasta la actualidad.
Las dos primeras capitales del nuevo Imperio fueron Ecbatana y Pasargada, dos urbes que acreditaban ya una larga historia. Ecbatana, por ejemplo, era la primitiva residencia de los reyes medos, y era natural que Ciro y sus sucesores tuvieran empeño en restaurar y habitar la misma capital de sus antiguos aliados, que habían constituido un estado poderoso y de prestigio. Por lo que no es raro que Ciro quisiera establecer la capitalidad del reino en una ciudad que él creía a la altura de sus pretensiones como soberano de un gran estado. Herodoto, que conoció la antigua ciudad de Ecbatana sólo por referencias, hizo de ella una fantástica descripción que ha quedado legendaria en los anales de la historia; en dicho relato insiste sobre sus siete reductos de murallas de distintos colores y aventura las dimensiones de cada uno.

Base de columna de la apadana (Persépolis, El Fars). Utilizado como lugar de recepciones por Darío I, el mayor vestíbulo de la ciudad de Persépolis fue erigido sobre más de cien columnas de cedro con la base de piedra de las que ya tan sólo se conservan 36 en pie. En este detalle se puede apreciar el bello diseño vegetal del bajorrelieve que decora una de las bases.
Polibio, historiador griego que vivió durante el siglo II a.C. y que escribió una excelente obra, titulada Historia universal, en la que ensalza las glorias del Imperio romano, se muestra en sus escritos, por lo general, muy exacto y preciso. En todo caso, cuando se refiere a la ciudad de Ecbatana describe el Palacio Real en estos o parecidos términos: "Aunque todo él haya sido construido de cedro o de ciprés, en ninguna parte aparece la madera al descubierto; columnas, frisos y techos, todo está cubierto de metal; el oro y la plata brillaban por todos lados, hasta las tejas eran también plateadas". Una sola base de piedra muestra hoy en la moderna Hamadán el lugar del emplazamiento de la Ecbatana antigua. Las descripciones de los historiadores sirven, sin embargo, para enseñarnos el gran papel que representaba en la arquitectura primitiva persa el material leñoso, tan abundante en la región y tan escaso en muchos puntos de Mesopotamia, como ya se ha señalado anteriormente.

Cabezas de león con cuernos (Musée du Louvre, París). Este fresco de ladrillo esmaltado decoraba el friso de la apadana de la antigua ciudad de Susa, alrededor del siglo VI a.C. Simbólicamente el león servía para atemorizar al pueblo, permitiendo el paso a la apadana tan sólo a las castas autorizadas, pero también respondía a un significado supersticioso. La riquísima ornamentación geométrica y el variado brillo cromático embellecen someramente el conjunto del relieve.
 
Los inmortales (Musée du Louvre, París). En este detalle del friso de los arqueros reales del palacio de Artajerjes, en Susa, se representan varios de los guardias personales del ejército del rey, de 1,47 m de alto cada uno. Se contaba que su ejército lo componían más de diez mil soldados, tan diligentes y disciplinados que renunciarían a su propia vida por salvar la de su rey, quien los mandó considerar por ello como "inmortales". Sobre el hombro izquierdo cuelgan el arco, y el carcaj cargado en la espalda está forrado con piel de pantera; en las manos sostienen una larga pica con hoja de plata.


Capitel del palacio de Darío I (Musée du Louvre, París). En la gran apadana donde el rey solía recibir sus visitas, seis hileras de columnas de 20 m de altura acababan en soberbios capiteles zoomórficos de 5,80 m que sostenían las vigas de cedro que aguantaban el techo. Las vigas reposaban sobre la nuca de toros de mármol esculpidos en mármol gris, trabajados según la técnica babilónica.
Más adelante, la corte se trasladó a otra ciudad, Pasargada. De esta urbe era originaria la familia de Ciro, y allí habitaron también éste y su hijo Cambises. Sus ruinas, al sur de Persia, se encuentran todavía en las inmediaciones de Aleged, en una estrecha llanura rodeada de abruptas montañas, con desfiladeros fáciles de defender por cada lado. Sólo alguna que otra columna medio destruida y el relieve que decoraba una jamba de alguna puerta, con el retrato de Ciro, subsisten del palacio de los primeros reyes persas. Se comprende, sin embargo, a pesar de la escasez de vestigios de esa época, que su planta cuadrada debió de tener un pórtico de columnas a cada lado; las habitaciones estaban en los ángulos, y la sala de recepciones era central, como también se verá después en los grandes edificios de· Susa y de Persépolis. El tipo de la columna podría ser ya también el que resulta tradicional más adelante en la arquitectura de los persas.

Ritón con busto de cabra (Colección privada). Este vaso ritual de oro de 12 x 19 cm del período aqueménida se utilizó presuntamente en el culto al dios Ram de la fertilidad.

La vasta Pasargada, que conservaba piadosamente los restos de Ciro, a cuya tumba se hará referencia en siguientes apartados, continuó siendo siempre la ciudad santa adonde acudían a coronarse sus sucesores, tal era su importancia simbólica para los nuevos soberanos, que deseaban iniciar su reinado allí donde descansaba eternamente el que había sido uno de los principales gobernantes del Imperio persa. De todos modos, la ubicación de Pasargada, en una zona en extremo montañosa, no convenía para la capital y Darío, que reinó treinta y cinco años (del 521 al 485 a.C.), trasladó su residencia al llano, en el lugar que los griegos llamaron Persépolis, y que desde un punto de vista meramente estratégico era mucho más conveniente.

Así, en la nueva capital Darío no construyó más que dos o tres edificios, a pesar de lo prolongado de su reinado; pero sus descendientes se encargaron de enriquecerla con tal fastuosidad, que hubo de quedar como proverbial entre los antiguos, como una de las grandes ciudades de referencia en aquella época. Aquí aparece el gran Alejandro Magno, camino de la India, quien quiso habitar la terraza de Persépolis, que por tanto tiempo había sido la residencia del señor del mundo, y la tradición insiste que marchó después de incendiarla en una noche de orgía, en la vigilia de su partida.

Alhajas del tesoro de Susa (Musée du Louvre, París). Los dos brazaletes de oro decorados con cabezas de león y con inscripciones de lapislázuli y  turquesas provienen de una tumba de Susa del período aqueménida. Se cree que sirvieron de ofrenda funeraria en algún enterramiento oficial.
Desgraciadamente, no quedan tantos restos como sería deseable de aquella ciudad tan espléndida que debió de ser Persépolis, capital de un fabuloso imperio. Más tarde, los reyes persas de las dinastías sasánidas, posteriores al desmembramiento del Imperio de Alejandro, no restauraron los palacios de Persépolis; por otra parte, la circunstancia de hallarse en el valle que cruza el camino de las caravanas hizo que su ruina fuese más completa. Sin embargo, su emplazamiento siempre se ha conocido, y su exploración no fue un verdadero descubrimiento, como el de los palacios de Nínive, sepultados en las montañas de arcilla.

Desde fines del siglo XVIII los viajeros curiosos, al visitar Persia, se interesaban por las ruinas de la terraza de Persépolis. El primero que trazó una planta científica e hizo detenido estudio de estos edificios reales fue el francés Flandin, el mismo que sucedió a Botta en las excavaciones de Nínive. Después de los trabajos de Flandin, otra comisión francesa, la de M. Dieulafoy, estudió en 1885 las ruinas- y publicó las interesantes fotografías que hasta principios del siglo XX fueron el principal elemento de estudio para el arte persa. Asimismo, ésa no fue la única aportación realizada por Dieulafoy al estudio del arte persa, pues sus excavaciones le llevaron a desvelar más secretos arquitectónicos que permanecían desde 2.500 años atrás esperando bajo la tierra. Además de Persépolis, Dieulafoy descubrió también otro edificio real del mismo carácter en Susa, la capital del antiguo Elam; donde los monarcas persas tenían también un palacio.

Y el mismo tipo de sala real persa, llamada apadana, que se analizará en el siguiente apartado, dedicado completamente al palacio de Darío en Persépolis, se encuentra también en las ruinas de la famosa residencia de Susa, donde el Gran Rey tenía su corte durante el invierno. Susa, una de las más antiguas ciudades de la vieja Asia, había sido la primera capital del Elam, anterior de la hegemonía mesopotámica. Dominada sucesivamente por Caldea y por Asiria, los persas la ocuparon ya en sus primeras campañas de expansión, y sobre las antiguas ruinas en ella existentes construyó su palacio Artajerjes 11 (405-358 a.C.).

⇦ Medo con un haz de ramas sagradas (Museo Británico, Londres). Esta plaquita de oro forma parte del tesoro de Oxus y se encuadra dentro del estilo Bactriano. Analizando esta pieza se puede deducir la forma de vestir y las armas que usaban los medos, así como los rasgos faciales de este pueblo.































Planta de Persépolis, en Irán. Plano
que muestra la distribución del pala-
ciego fundado por Darío l.

   


























La planta es la establecida en los palacios persas, aunque en Susa el material principalmente utilizado es el ladrillo. Tan sólo para la columna y el capitel, los escultores de la apadana de Susa emplearon la piedra caliza; todo lo demás es de ladrillo cocido y esmaltado, y de allí provienen los más espléndidos ejemplares de la cerámica vidriada antigua: los llamados "arqueros de Susa" o friso de "Los Inmortales", trasladados por Dieulafoy al Louvre. Susa está situada en la pendiente de las montañas persas, bastante próxima aún para ofrecer toda clase de seguridades, y, al mismo tiempo, más céntrica para dirigir desde ella el gobierno de las provincias de Asia y mantener relaciones diplomáticas con Egipto y Grecia.

Las embajadas y los sátrapas o los gobernadores iban a Susa para tratar con el omnipotente monarca oriental; en Susa pone Esquilo la acción de Los persas; en esta misma ciudad coloca también la del conocido episodio del regreso de los vencidos de las guerras Médicas, y en Susa, finalmente, se concertó la paz con Grecia.

Palacio de Darío, en Persépolis. Las ruinas de este palacio se hallan detrás de la columnata de la sala hipóstila. Se trata de la residencia de Darío construida en ladrillo secado al sol. Como se puede ver, solamente subsisten las puertas en piedra que tienen como remate la característica gola invertida o moldura egipcia.  
El edificio de Susa ofrece la curiosa circunstancia de estar más influido de las vecinas construcciones asirias: su fábrica es de ladrillo; hasta los mismos toros alados de las puertas están hechos con piezas esmaltadas. Sólo las columnas y los capiteles son de tipo persa, como en Persépolis. La columna persa, que no tiene precedentes en ningún otro estilo, es mucho más alta y esbelta que la egipcia; su proporción indica acaso un primer origen de un soporte de madera. La basa es de forma acampanada, como enorme flor invertida, sin precedentes en Asia ni en Egipto. El fuste tiene estrías, pero más numerosas que en la columna griega, y encima descansa un grupo originalísimo de volutas combinadas, con dos toros fantásticos o unicornios, que sirven de cartelas para sostener las vigas de la cubierta. Entre los dos monstruos, en el espacio que media del cuello a las grupas, se apoyan las vigas transversales. Una sola mirada a la fotografía del capitel de Susa, expuesto en el Louvre, dará de él mejor idea que todas las descripciones. Imagínense el maravilloso efecto que produciría una sala como las de Persépolis, con sus cien columnas altísimas, rematadas con estos capiteles singulares.

En los palacios persas se combinan elementos del arte de Egipto y de Lidia con la construcción y los materiales cerámicos de Mesopotamia; pero lo que caracterizaba aquellos edificios era la manera de estar dispuesta la cubierta, seguramente de material leñoso. Encima de los toros de los capiteles descansaba un entramado de madera, formando casetones. Base para la restauración de la cornisa es el entalle, que aparece en las jambas y en los machones de piedra con que terminaban las columnatas. Pero sirve también muchísimo la representación del edificio o palacio esculpida en las fachadas de las tumbas reales.

En Persia, los muros de los edificios principales de los palacios estaban hechos de adobe, mientras que los cimientos, las columnas, los pórticos y los pedestales eran de piedra. Probablemente para los suelos se utilizó la madera. El recinto sagrado estaba formado por un patio en cuyo interior se alzaban dos altares y una tribuna escalonada de forma rectangular. La torre era una gran estructura hecha de piedra.

Puerta de Jerjes, en los propileos de Persépolis. Su magnificencia podría resumir el esplendor artístico de la Persia antigua. Los propileos o entrada monumental daban acceso a la gran sala hipóstila, de la que todavía se conservan trece columnas mutiladas que continúan siendo muy admiradas. Estos toros alados esculpidos son elementos tradicionales de la decoración asiria que Persia adoptó, aunque dotándolos de una inconfundible personalidad. 
Por otro lado, cabe destacar que durante el esplendor de la dinastía aqueménida Susa y Persé­ polis fueron las ciudades donde los talleres de orfebrería fueron más importantes. Se han encontrado numerosos elementos que podrían conformar un ajuar funerario. Son piezas realizadas en oro y plata, que muestran gran variedad, tanto de formas como de influencias, como las asirias o las escitas. La impronta aqueménida se nota sobre todo en las decoraciones de animales fantásticos, como los toros alados o los leones.

Detalle de la escalinata monumental, en Persépolis. Situada al este de la apadana o Sala del Consejo, del siglo VI a.C., el relieve describe con perfecto realismo cómo un toro es atacado por sorpresa por un león. Es fácil imaginar el fasto de las procesiones rituales que recorrían esta escalinata ceremonial hace dos mil quinientos años. 
Destacan por su gran valor, el tesoro de Oxus (conservado en el British Museum de Londres), el de Ziwiye o el de Ecbatana. Se cree que el tesoro de Oxus fue enterrado hacia el año 200 a. C. y no fue encontrado hasta 1877. La abundancia de joyas, como brazaletes, anillos, pendientes, nos hace pensar en una producción seriada. Asimismo se incrustaba oro en piedras preciosas. En otras piezas ha encontrado un tipo de representación animal muy presente en el arte iraniano; se trata de las figuras zoomórficas enfrentadas, en los extremos de las asas de los recipientes y en los brazaletes abiertos. Otro elemento que se encuentra con mucha abundancia es el ritón o vaso ritual, que generalmente se fabricaba de oro.

⇦ Puerta con relieve, en Persépolis. Uno de los elementos más singulares de la arquitectura persa es el marco de una ventana o puerta: no se hacían de cuatro piezas independientes, sino de una, o de segmentos que podían abarcar varios lados del rectángulo. 






⇨ Puerta del Tripylón, en Persépolis. Relieve que adornaba el acceso a la Sala del Consejo o Tripylón. 





























Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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