Punto al Arte: 02 Arte maya
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Arte maya

Uno de los pueblos más importantes de la Mesoamerica precolombina fue el de los mayas, cultura que se extendió por diferentes estados del México contemporáneo -Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Tabasco-, así como por otros países centroamericanos, como Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador.

La mayoría de las investigaciones coinciden en señalar que los primeros mayas surgieron de la costa del golfo de México y que luego se inició un flujo migratorio que los llevó a expandirse, entre los años 1500 y 800 a.C, por zonas de Chiapas, la costa de Guatemala, el Peten guatemalteco y la península de Yucatán. Como prácticamente todos los pueblos de Mesoamérica en aquella época, uno de los principales sustentos de la población era el cultivo de maíz.

Cabeza de un personaje palen-

cano (Museo Nacional de Antro-
pología, Ciudad de México). Es-
culpida en estuco, esta pieza fue 
arrancada de la estatua original 
para ser depositada como ofren-
da debajo del sarcófago descu-
bierto en el Templo de las Ins-
cripciones.
 Durante el período preclásico, el arte de los mayas era muy parecido al de los pueblos vecinos, como lo demuestran los restos de cerámica encontrados. No es hasta el siglo II a.C, a finales del citado período, cuando empiezan a darse las primeras manifestaciones artísticas netamente diferenciadas. Asimismo, en esa época la organización social de los mayas era más compleja que la de otras culturas mesoamericanas gracias al nacimiento de una importante clase social, los sacerdotes, encargados del culto a los muertos. Empieza a desarrollarse, por otro lado, una arquitectura propiamente maya y aparecen las primeras grandes poblaciones, como Uaxactún, Piedras Negras, Izapa, Mayapán…

La época de máximo de esplendor de la gran cultura maya se prolongó desde el siglo III hasta el XIX, debido, sobre todo, al carácter militar de los gobiernos, poco solícitos con las necesidades de la población, que empezó a vaciar las grandes ciudades. De este modo, se facilitó la invasión de pueblos que portaban una importante influencia tolteca que, durante los siglos posteriores, hasta el definitivo fin de la cultura maya, en el siglo XV, influyó de forma importante en el arte que se manifestó en los territorios hasta entonces dominados por los mayas.

Por otra parte, hay que señalar que, en aras de facilitar el estudio del desarrollo histórico y artístico de la cultura maya, se ha convenido en dividir en tres zonas el conjunto de los territorios que habitaba este pueblo. Así, se habla del área meridional, área central y área septentrional, que como se verá presentan notables diferencias geográficas y arrojan, además, importantes contrastes entre las manifestaciones artísticas en ellas producidas.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área meridional

Comprende las tierras altas de Guatemala, al extremo sur del estado mexicano de Chiapas y la porción más occidental de El Salvador, además de una angosta faja costera, entre las serranías y el océano Pacífico. Esta región tuvo en tiempos prehispánicos, como sigue teniendo hoy, una población de habla mayance, principalmente de las lenguas quiche, cakchiquel, mame, pokoman, zutuhil, ixil, kekchí. A través de toda su historia, probablemente dominada por élites extranjeras, recibió influencias de otras culturas y sirvió de corredor de tránsito a pueblos del centro de México que llegaron a ocupar parte de América Central. Esto explica por qué comunidades étnica y lingüísticamente mayas, cuya cultura básica a nivel popular no puede separarse de la maya, no dejaron vestigios arqueológicos con las características de la alta cultura maya, como templos y palacios techados con la llamada bóveda maya e inscripciones jeroglíficas correspondientes a la escritura maya. Hasta tal grado carecen los centros ceremoniales de esta zona de los elementos que se consideran típicos de la civilización maya, que algunos sabios mayistas indebidamente los excluían de su área cultural.

Durante el período preclásico, en el transcurso del milenio anterior al inicio de nuestra era y de los dos o tres siglos siguientes, fueron influencias olmecas las que llegaron de la costa del golfo de México al litoral del Pacífico (Izapa, Abaj Takalik, Monte Alto, El Baúl), a través del istmo de Tehuantepec y después de dejar sus fuertes huellas en la cultura de Oaxaca (Monte Albán I); estas influencias pasaron más tarde a las tierras altas de Guatemala.

Templo Mayor (Yaxchilán, Chiapas). En el santuario dedicado al dios "pájaro-jaguar" se pueden ver los diferentes estratos que se sucedieron en el desarrollo del mismo templo durante más de doscientos años. Muchas de las piezas descubiertas en las excavaciones del mismo se exhiben actualmente en un museo temático.

Durante los seis siglos del período clásico (300-900 d.C), el altiplano guatemalteco continuó recibiendo elementos culturales extraños. Primero fueron teotihuacanos, reconocibles en la arquitectura y aún más en la cerámica (Kaminaljuyú), pensándose que no llegaron como producto de una simple irradiación espiritual o intercambio comercial, sino como resultado de un verdadero imperio teotihua-cano que se hubiera impuesto hasta en esas lejanas regiones. Después, aunque siempre durante el período clásico, fue una cultura de la costa atlántica, llamada totonaca, la que llevó a esta zona, quizá mediante oleadas migratorias de tribus de lengua náhuat llamadas “pipiles”, numerosos objetos característicos de ella: esculturas de los denominados yugos, hachas votivas, palmas, así como escenas de sacrificios de decapitación asociadas al juego de pelota, como los de Santa Lucía Cotzumalhuapa. Durante el período posclásico, lo tolteca, chichimeca y azteca caracterizan sucesivamente los centros ceremoniales del altiplano guatemalteco, en la arquitectura y en la escultura. Reflejan esta situación las crónicas quichés y cakchiqueles, en el Popol Vuh y el Memorial de Sololá, así como también la toponimia, ya que muchos sitios llevan nombres nahuas.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Templo I de Tikal


El Templo I de Tikal o Templo del Gran Jaguar es probablemente el más bello y esbelto de todo el majestuoso e impresionante centro ceremonial de Tikal, que llegó a ser el mayor y más importante de las antiguas ciudades mayas. La zona arqueológica de Tikal es la urbe de mayor tamaño de la región de El Peten, ocupando una extensión de 120 km2, que es conocida desde el siglo XVIII, y se calcula que en su época de mayor apogeo vivían allí unas noventa mil personas.

En la ciudad, que se comenzó a excavar a partir del año 1956, hay una gran cantidad de construcciones individuales hoy perfectamente visitables: palacios, altares, plataformas ceremoniales, caminos, terrazas, residencias, etc. Pero entre todas estas construcciones, Tikal se caracteriza por sus seis grandes y estilizados templos-pirámide, que son las construcciones más elevadas del área maya.

Los principales monumentos de la ciudad están agrupados alrededor de una gran plaza rectangular, la Gran Plaza, que constituye el eje central, limitada al este y al oeste por dos pirámides, los Templos I y II y flanqueada en los lados más anchos por la Acrópolis del norte y la Acrópolis central.

El Templo I, parcialmente restaurado, es uno de los más grandes de la ciudad. Su base está constituida por nueve plataformas superpuestas con una muy acentuada pendiente, lo que le da un mayor grado de esbeltez. En la plataforma superior, donde un grueso bloque sirve de base y apoyo a una muy elevada “peineta” o remate, típicamente maya, hay numerosos detalles ornamentales concentrados en torno a la imagen de un dios.

Una escalera ancha de un solo tramo permite el ascenso hasta la novena plataforma, donde se inicia un nuevo tramo mucho más pequeño que sirve para llegar hasta la única puerta del templo. Contando las diez plataformas, el templo propiamente dicho y la crestería del tejado, es decir, desde el nivel del suelo hasta la cima, la elevación de esta pirámide es de unos 47 metros sobre el nivel de la plaza.

Estas enormes construcciones también son dignas de admiración por contener hermosos grabados en madera. Las doce puertas de estos templos estaban originariamente coronadas por dinteles de madera, ocho de ellos labrados con magníficas representaciones de ceremonias religiosas. De estas construcciones provienen algunos bellísimos dinteles extraídos por el suizo Gustave Bernoulli, en 1875, y que actualmente se conservan en diferentes museos. Uno de los más bellos se encuentra ahora en el Museo de Arqueología de Basilea, Suiza, y proviene del Templo IV. Otro fragmento de un dintel del mismo templo representa la figura de un halach uinic sentado en su trono, teniendo a su espalda la magnífica figura de un jaguar rampante, hoy en el British Museum de Londres.

El Templo del Gran Jaguar de Tikal, situado en la región de El Peten, en Guatemala, el centro maya más grande conocido de la época clásica, que prosperó aproximadamente entre el 200-850 d.C, constituye una muestra significativa del tipo de pirámides que se edificaron en este territorio durante dicho período.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área central

La cultura propiamente maya cristalizó en el área central, región con grandes ríos, fuerte precipitación pluvial, clima muy caluroso y vegetación selvática. Su población era sobre todo de habla chontal, chol, mopán y chortí. Corresponde a las tierras bajas de Guatemala, Belice, el extremo oeste de Honduras, parte de Tabasco, Chiapas, Campeche y Quintana Roo.

Con elementos culturales procedentes de civilizaciones más antiguas (olmeca, Monte Albán I), ya sea directamente o a través de la costa del Pacífico y el altiplano guatemalteco, los mayas del Petén, del valle del Motagua y de la cuenca del Usumacinta, elaboraron una civilización más avanzada que aquéllas. Heredaron de ellas el conocimiento del calendario ritual de 260 días, del calendario de 365 días basado en el ciclo solar, probablemente el sistema llamado de la cuenta larga, los numerales de puntos y barras, el sistema de numeración de base vigesimal, el valor posicional de los números y quizás aún (pese a que no se haya demostrado) la idea del cero, cuyo uso es indispensable en tal sistema. También les llegó la costumbre de levantar estelas en que se glorifica a personajes importantes.

Templo de Dzibilchaltún (Mérida, México). A 22 km de la capital de Yucatán se asienta "el lugar donde hay escritura en piedras planas", traducción literal del nombre de esta ciudad maya cuyos orígenes se remontan al año 500 a.C. y que alcanzaría su máximo apogeo entre el 600 y 800 d.C. Rodeado por un extenso parque de 16 kilómetros cuadrados, la zona arqueológica se extiende concéntricamente en 20 hectáreas. Los monumentos rituales constan de estelas simbólicas como la que se erige en la base de este templo, algunas de las cuales presentan textos glíficos y relieves esculpidos en piedra con incrustaciones de cerámica, jade, cobre y plata. 

Templos del Norte (Palenque, Chiapas). Al oeste de la antigua Palenque, en el punto donde se oculta el sol, se encuentran los lugares dedicados al culto de la muerte como la necrópolis y los templos de las 1 nscri pciones, del León y de la Calavera, y al norte, los dedicados a la vida y resurrección, como el Palacio, el templo del Juego de Pelota y el templo del Conde, edif1cios donde se vinculaba la muerte con el renacimiento siguiendo el trayecto del sol. 

Aquellos conocimientos fueron perfeccionados, logrando los mayas edificar un calendario complejo y de exacta precisión, así como una escritura incipiente que revelan los monumentos más antiguos de la región olmeca, de Monte Albán y de la costa del Pacífico. Con el invento de la bóveda angular, pudieron construir edificios de gran solidez y duración. Sus observaciones astronómicas fueron extraordinariamente asombrosas. Durante los seis siglos del período clásico floreció en el área central una brillante civilización, basada de manera fundamental en la agricultura -del maíz, en primer lugar-, en que fueron diferenciándose las clases sociales.

Ruinas de Palenque (Chiapas, México). Rodeado por una espesa selva tropical, el emplazamiento fue configurado siguiendo un esquema general de construcción alrededor de un eje central, el Templo dedicado al Sol. Cada construcción se levantaba sobre plataformas escalonadas, de altura y número de pisos variables, y culminaba en un templo, generalmente de una habitación o dos, sin ventanas y abierto hacia la plataforma de acceso. Una gruesa cornisa dividía sus fachadas en dos franjas horizontales, siendo la superior la que solía estar ornada de esculturas o relieves de estuco. 

Templo IX de Becan (Campeche, México). Las evidencias de la ocupación humana de Becan se remontan al año 600 a.C. y sirvió como capital de la región, centrando su actividad en los servicios públicos y como ciudad de rito. Llegó a su extrema decadencia a partir del año 1000 d.C., siendo totalmente abandonada en 1450. La estructura IX es probablemente el edificio : más alto del lugar, elevándose por encima de los 30 m del nivel del terreno. 

En el transcurso del siglo IX de nuestra era, grupos extranjeros, portadores de nuevas ideas y creencias, probablemente de una cultura híbrida (maya-nahua), se infiltraron e incluso parece que llegaron a imponerse en algunos centros del Petén. También se supone que verdaderos levantamientos populares tuvieron lugar contra los propios señores mayas o contra los invasores, con el resultado de que la vida cultural fue apagándose en todos los centros ceremoniales del área central en menos de un siglo. Dejaron de construirse templos y palacios, cesó la erección de estelas y no se registró ya ninguna fecha. El paro de las actividades culturales que monopolizaba el sacerdocio debió implicar la desaparición de éste, pero la población campesina siguió viviendo en la región y ocupó los edificios dedicados al culto y residencias señoriales. Numerosos núcleos vivían todavía en la selva a la llegada de los españoles.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área septentrional

En cuanto al área septentrional, su desarrollo cultural se efectuó en forma paralela y más o menos simultánea al del área central, aunque el estímulo original proviniera de ésta. Participando del mismo nivel cultural, y teniendo los mismos conocimientos técnicos y científicos y las mismas creencias que los pueblos hermanos del área central, los mayas de Yucatán elaboraron estilos arquitectónicos diferentes, como era de esperarse en un ambiente geográfico distinto al selvático de aquéllos. En el norte de la Península, el régimen de lluvias es bastante reducido, desaparecen los ríos y demás aguas superficiales, el suelo calizo de escasa capa vegetal produce una vegetación cada vez más baja y rala, a medida que se acerca al extremo septentrional. Pese a este medio poco favorable, los mayas y yucatecos lograron una variante muy brillante de la civilización maya, de la que son testigos los vestigios de centros ceremoniales, algunos tan antiguos como los del Petén (Dzi-bilchaltun, Coba, Edzná).

Palacio del Gobernador (Uxmal, México). De las tres plataformas sobre las que se asienta el Palacio, sobresale la más voluminosa por sus 187 m de ancho y 12 de altura, con un bello friso ornado con esculturas de los diferentes mandatarios de Uxmal, tocados con plumas y joyas, y falsos arcos triangulares, cuya sucesión ondulante produce el efecto visual de una gran serpiente en movimiento. 

Templo Mayor de Labná (Puuc, Yucatán). Cruzando el gran arco se encontraba un enorme patio que servía de entrada a la antigua ciudad. Decorado con una riquísima variedad ornamental, el friso de la fachada del templo está aderezado con una crestería que realza el muro de piedra. Edificado durante el período maya comprendido entre los siglos VI y IX d.C., los creadores de Labná pretendían fijar el mundo en los detalles de cada arco esculpido. 

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). Flanqueado por el Templo del Jaguar y la Cabeza de Serpiente, se asciende al Kukulcán subiendo un peldaño por cada uno de los días que tiene el año maya, 91 por cada lado. La pirámide que lo conforma está sustentada sobre una base cuadrada de 55 m de ancho, y se eleva hasta nueve pisos. Las esculturas de la fachada representan cuerpos de tigres y serpientes y se cree que su función sería adorar al sol. 

En el transcurso del siglo X de nuestra era, grupos toltecas, procedentes del centro de México, invadieron el norte de la Península e impusieron su dominio, principalmente en Chichén Itzá y con menor grado en Uxmal y otros centros. Una amalgama de técnicas constructivas, la imposición de nuevas deidades, el predominio de una casta guerrera extranjera, una temática y estilos nuevos en el arte, caracterizan la primera mitad del período posclásico (1000-1250 d.C).

Ruinas de Tulum (Yucatán, México). En mitad de la costa caribeña se encuentran los restos de la antigua ciudad de Zamá, uno de los primeros asentamientos del expedicionario Juan de Grijalva y del conquistador Francisco Montejo. Tulum es la única ciudad maya edificada sobre la costa, y se cree que su castillo central de 14 m de altura servía como observatorio estelar. Una ancha muralla la rodea por tres lados. 

Palacio de Chacmultún (Mérida, México). La mayoría de las edificaciones que se hallaron en el yacimiento de la antigua ciudad fueron construidas aprovechando la piedra rojiza del mismo cerro sobre el que se erigen. Levantadas sobre basamentos de más de ocho metros de altura, su enormidad daba una efectiva 1magen de supremacía y poder. Los elementos ornamentales de las columnillas, los frisos y los dinteles de fachadas y muros, tallados en forma de junquillos, son típicos del arte escultórico de la zona de Puuc de los años 700-800 d.C. 

Los últimos siglos, anteriores a la conquista española, muestran claramente la decadencia de esta cultura híbrida maya-tolteca, así como también el retorno de ciertos patrones clásicos mayas, particularmente en la alfarería y en la decoración de los edificios, fenómeno que se aprecia sobre todo en Mayapán y en la costa del Caribe.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arquitectura

La gran masa de la población maya vivía en pequeñas comunidades dispersas -pueblos, aldeas, villorrios, caseríos- dedicada básicamente a las labores agrícolas. En los centros ceremoniales habitaban la clase noble -señores y sacerdotes-, funcionarios de la complicada jerarquía civil y religiosa, guerreros, mercaderes, además de la servidumbre y probablemente artesanos especializados. El templo maya, durante el período preclásico, fue una simple choza semejante a la del campesino; hacia finales de este período, también denominado protoclásico, los muros se hicieron de mampostería, aunque se conservó el techo de paja; al iniciarse el período clásico apareció la bóveda angular, a imitación del techo de paja y que en forma rudimentaria se había usado con anterioridad para cubrir algunas fosas sepulcrales. El templo suele construirse en la cima de una pirámide, copia del cerro, lugar sagrado por excelencia. Los palacios pueden contener varias decenas de cuartos, dispuestos en algunas filas y a veces en varios pisos; son en realidad angostas galerías divididas transversalmente, oscuras y poco ventiladas, ya que casi siempre carecen de aberturas o sólo tienen estrechas entradas. Se edificaron además canchas para juegos de pelota, observatorios, arcos de triunfo, baños de vapor. Aunque en regiones de terreno quebrado era la topografía la que determinaba la distribución de los edificios y su orientación, había marcada tendencia a agruparlos alrededor de plazas o patios.

Templo de los Guerreros (Chichén ltzá, Mayapán). El edificio dedicado a los héroes mayas es una copia casi exacta del templo de Tlahuizcalpantecuhtli, en Tula, y presenta una serie de elementos típicos del estilo tolteca, como son las columnas de serpientes emplumadas con la cabeza apoyada sobre el friso o las esculturas recostadas en la base de personajes humanos o de felinos y águilas engullendo vísceras y despojos sacrificiales. Como símbolo del sincretismo religioso, en la fachada del templo se alterna el mascarón de Chaac, dios de la lluvia, con la representación de Quetzalcóatl. 

Pese a ser el templo la construcción más importante, el pueblo no tenía acceso a él. De ahí que se sacrificara el espacio interior en provecho del aspecto exterior que debía ser lo más imponente posible. Esta práctica llegó a tal grado, que los templos del Petén -Tikal, en particular- coronando altísimas y empinadas pirámides, sólo contienen minúsculos santuarios, algunos de ellos de poco más de un metro de ancho, mientras que los muros alcanzan hasta seis y siete metros de espesor para resistir la tremenda carga de la “crestería” maciza que se alza sobre el techo y que sólo servía para añadir mayor superficie ornamentada a la fachada.

Esta arquitectura de “fachada” se encuentra en otras regiones a las que llegó la influencia del Petén. En Piedras Negras, a orillas del Usumacinta, el santuario es también reducido a causa de la crestería, aunque lo precede un pórtico abierto, desconocido en El Petén pero característico de Palenque, de donde debe provenir. En una ciudad vecina de la misma región, Yaxchilán, otro elemento palencano se halla presente: la crestería hecha de un muro calado, de peso muy reducido, que no impone la construcción de gruesos muros y permite aumentar el espacio interior. Sin embargo, algunos templos de Yaxchilán son de una sola crujía en lugar de dos como es más usual, y la crestería descansa sobre el cierre de la bóveda, parte más delgada y por lo tanto más frágil del techo, por lo que se tuvo que añadir, dentro del templo, poco estéticos contrafuertes que reducen y afean el espacio interior.

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). La compleja estructura del también llamado Castillo de Kukulcán corresponde a los 364 días del año maya, uno por cada escalón, y los nueve cuerpos, divididos en dos por cada escalinata, a los 18 meses del año. Para cerrar el calendario, los 52 paneles salientes de la pirámide refieren cada uno de los años que componen el ciclo tolteca. A los pies del mismo se aprecia uno de los vestíbulos hipóstilos del Templo de los Guerreros. 

Templo de Kabah (Mérida, México). En honor a su nombre, que significa literalmente "la mano que cincela", el antiguo conjunto arquitectónico se caracteriza por su extensa ocupación territorial, su ubicación estratégica y la calidad escultórica de las piedras labradas. Un gran templo central marca la entrada a la ciudad. Decorado con un exceso ornamental, abarracado y grotesco, es una muestra de la utilización del horror vacui en la arquitectura maya. La fachada está recubierta por vivos mosaicos en la cornisa con representaciones de guerreros y héroes esculpidos, escenas de danza ritual y de captura y muerte de personajes míticos. 

Palenque presenta una arquitectura mucho más equilibrada que El Petén y la región del Usumacinta, a una escala más humana también, y a la vez con ingeniosa funcionalidad: techo de paramentos inclinados y aleros muy salientes con goterones para evitar que las fuertes lluvias penetren en los edificios; ventanales en los muros exteriores y aberturas en los paramentos centrales de las bóvedas para mayor ventilación, fantasía y notable sentido de la ornamentación. Los templos son casi todos pequeños, aunque siempre provistos de un pórtico abierto, y por lo general con dos pilares que determinan tres entradas. El pórtico comunica con el santuario y con dos pequeñas celdas laterales; en sí mismo, el santuario constituye una pequeña estructura, con techo y muros propios dentro del cuarto central. Debajo del piso de varios templos se hallaron fosas sepulcrales, con una utilización secundaria, en tiempo o en importancia, de la pirámide. Sin embargo, la gran cripta que está situada en el interior de la pirámide que soporta al Templo de las Inscripciones, y que contiene un extraordinario sarcófago de piedra totalmente esculpido, está unida al templo por una escalera y forma una sola unidad arquitectónica con la pirámide, caso hasta ahora único en la América prehispánica.

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). Cuando alrededor del año 1000 d.C. los toltecas ocuparon el lugar, adoptaron la lengua y el culto mayas, convirtiendo al dios Quetzalcóatl en la Serpiente Emplumada conocida como Kukulcán. De este mestizaje surgió una de las civilizaciones más avanzadas de la época, con un gran desarrollo de los conocimientos sobre los recursos naturales, la astronomía, las matemáticas, la pintura, la escritura y la escultura, rindiendo en muchos de estos marcos de la actividad humana culto al citado dios, como muestra este detalle escultórico.  

Varios estilos arquitectónicos se reconocen en el norte de Yucatán, que corresponden al período clásico tardío (600-900 d.C), es decir, contemporáneos del florecimiento de las ciudades del área central que se acaba de citar. Estos estilos se designan por referencias geográficas: Río Bec (nombre de uno de los sitios característicos del estilo, localizado en el extremo meridional de los estados de Campeche y de Quintana Roo); Chenes (región del noroeste de Campeche, en la cual el nombre de los pueblos con frecuencia termina por el vocablo “chen” que significa pozo), y Puuc (nombre maya, equivalente a “baja serranía”, con que se conocen las líneas de colinas en los confines de los estados de Campeche y Yucatán). Estos tres estilos muestran interrelaciones y no constituyen distintas fases de una misma secuencia evolutiva. El más meridional (Río Bec, Becan, Xpuhil, Hormiguero, Channá) recibió influencias a la vez del Peten, región con la que colinda al sur, y de Los Chenes, inmediatamente al norte. Los templos son completados en ambos extremos y en la parte posterior por altas torres provistas de empinadas escaleras (inutilizables) y que coronan templos simulados. Estas torres guardan gran semejanza con las pirámides y templos de Tikal, y pueden considerarse como la culminación de la “arquitectura de fachada” a que se ha hecho referencia antes, ya que aquí son meros adornos.

⇦ Disco de Chinkultic (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Procedente de Chiapas, esta pieza escultórica representa un jugador de pelota caracterizado con un peculiar atuendo compuesto de cinturón, rodillera y protector de brazo. Lo envuelve una inscripción jeroglífica con una fecha que corresponde al año 590 d.C.



En cuanto a la decoración, tanto de los templos simulados como de los verdaderos, es igual a la que caracteriza el estilo Chenes, en que la fachada está totalmente cubierta con motivos ornamentales, cuyo conjunto representa el mascarón del dios de la lluvia, en que la boca corresponde a la entrada al templo. Los sitios de la región Chenes (Hochob, Dzibilnocac, El Tabasqueño, Xtampak, Dzehkabtún, Dzibiltún), aparte de sus características fachadas, presentan algunos elementos del tercer estilo de la Península, el del Puuc, como son los mascarones superpuestos del dios de la lluvia en las esquinas de los edificios. Sin embargo, tanto en Río Bec como en Los Chenes se utilizó bastante el estuco para completar la decoración, material que para la ornamentación se descartó por completo en el Puuc.

Los edificios del Puuc (Uxmal, Kabah, Labná, Almuchil, Chacmultún, Huntichmool, Sayil, Yaxché, Kiuic) son de poca altura, revestidos con sillares bien cortados y ensamblados; en la fachada contrastan los muros lisos con la exuberante decoración del friso, verdadero mosaico de piedra, en que se destacan profusamente los mascarones del dios de la lluvia, entre la repetición de elementos simbólicos y ornamentales geometrizados. La columna es generosamente utilizada, en contraste con los sitios del área central en donde nunca aparece; puede funcionar como soporte para dividir las entradas en varios vanos, y adornar zócalos, frisos e incluso arquitrabes y cornisas, bajo forma de esbeltos fustes o de cortos tambores cilíndricos. La crestería aparece aún en los templos más antiguos (siglos VI y VII), pero desaparece en los que corresponden al pleno florecimiento del estilo (siglos VIII y IX). El estilo del Puuc se encuentra además en algunos sitios alejados de su región original, como por ejemplo Chichén Itzá -templo de los Tres Dinteles, Las Monjas, La Iglesia- en donde corresponden a la ocupación maya anterior a la invasión tolteca.

Dintel 42 de Yaxchilán (Museo Británico, Londres). La mayor parte de los monumentos de Yaxchilán representan escenas históricas de sus gobernantes, narradas por las inscripciones jeroglíficas que las acompañan. En este relieve de piedra se ve al "Pájaro-Jaguar" recibiendo una ofrenda de su mujer Xoc, mientras oficia un sacrificio ritual. 

El estilo maya-tolteca que nace de la fusión de técnicas, concepciones arquitectónicas, ideas, sensibilidades artísticas de dos grupos étnicos bien diferenciados, se presenta en su manifestación más nítida y brillante en Chichén Itzá (siglo XI al XIII). Perfeccionados por los constructores y artistas mayas, los elementos procedentes de Tula, capital tolteca, son fácilmente reconocibles: amplios vestíbulos, salas hipóstilas, engrosamiento en talud de la base de los muros, banquetas interiores, adornos mal llamados “almenas” sobre los techos, columnas serpentiformes, pilares decorados con guerreros semejantes a los de Tula y multitud de esculturas típicamente toltecas: “atlantes”, “chac-mooles”, portaestandartes, serpientes emplumadas, águilas y jaguares comiendo corazones, símbolos del dios Quetzalcóatl-Kukulcan, etc. Todos ellos ingeniosamente combinados con los elementos mayas: bóveda angular, muros de fachada lisos, arquitrabes y cornisas de tres molduras, mascarones del dios de la lluvia, tronos de jaguares.

Lápida de Madrid (Museo de América, Madrid). Hallada en Chiapas, esta estela de 46 cm servía en realidad como soporte de asiento en una galería del Palacio de Palenque. Se cree que representa al dios de la medicina por portar en una mano un lirio, considerada la planta de la fertilidad por el pueblo maya. Ataviado con una faldilla con tres cascabeles, está sentado sobre unos Jeroglíficos y sostiene una tortuga, un motivo de simbolismo acuático típico del arte maya. 

En Mayapán, que sustituye a Chichén Itzá a mediados del siglo XIII como ciudad dominante en el norte de Yucatán, se siguen empleando algunas técnicas, motivos decorativos y símbolos maya-toltecas, pero la época está marcada por luchas entre los distintos estados, y el arte decadente refleja una sociedad que se desmorona. Otra consecuencia de esta situación de inestabilidad política y del ambiente bélico que privaba entonces, fue la construcción de murallas que circundaban algunas ciudades, como Mayapán y Tulum, esta última en la costa caribe. La arquitectura de dicha costa, tardía en su mayor parte, conservó unos pocos elementos toltecas, pero tenía su estilo propio: pequeños edificios, muros frecuentemente desplomados hacia fuera, decoración a base de estuco en que abunda una deidad descendente, quizás el sol al atardecer.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Templo de las Inscripciones


El Templo de las Inscripciones es, por sus enormes dimensiones, uno de los más imponentes de la ciudad arqueológica de Palenque, en el estado de Chiapas. Aunque lo que hace de este edificio uno de los más interesantes de toda Mesoamérica es su famosa cripta funeraria, descubierta en 1949 por el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier. El hallazgo de la cámara sepulcral desveló así una de las piezas más espectaculares de la religión y del arte mayas, que al mismo tiempo constituía una excepción a las construcciones precolombinas, según las cuales una pirámide es generalmente sólo un basamento destinado a realzar el templo.

Se trata de una tumba cuidadosamente planeada para quedar oculta debajo de la enorme construcción. Esto demuestra, sin lugar a dudas, que la cripta fue hecha antes que la pirámide y que, por tanto, el edificio fue construido esencialmente para albergar la sepultura de un personaje cuya importancia debe haber sido capital en la historia de Palenque.

Hasta el año 1952 no se pudo llegar propiamente hasta la tumba, situada a dos metros por debajo del suelo sobre el cual reposa la pirámide. A esta profundidad se abre la cripta secreta abovedada, cuya entrada era sellada por una gruesa losa trapezoidal. Se desciende a ella por una escalera compuesta de sesenta y cinco escalones cubiertos por bóvedas de voladizo.

Las dimensiones de esta cámara sepulcral son de 7 metros de largo, 7 de alto y 3,75 de ancho. Pero lo que verdaderamente más sorprendió al llegar a la gran estancia sagrada fue su sarcófago, un enorme bloque monolítico cubierto por una gruesa lápida finamente esculpida de 3,80 x 2,20 metros.

Al ser levantada la tapa fue descubierto el más rico ajuar y ofrenda de todos los conocidos hasta el momento. El esqueleto de aquel destacado personaje estaba cuajado de hermosas joyas de jade, y partes de una máscara hoy elogiadamente reconstruida.

Este inmenso sarcófago, montado sobre seis gruesas pilastras de piedra y cubierto de magníficos bajorrelieves, uno de los más bellos del mundo maya, ocupa la casi totalidad del espacio interior de la cámara, cuyos muros ostentan nueve personajes modelados en estuco, que tal vez simbolicen los Bolontikú, o sea los Nueve Señores de la Noche de la mitología maya. Sólo la lápida superior, que se cuenta entre las más perfectas y maravillosas obras maestras de esta cultura, pesa cinco toneladas.

Los jeroglíficos indican la fecha 633, muy probablemente aquella en que tuvo lugar el entierro del personaje, y se ha llegado a la conclusión de que el sepelio corresponde al rey Pacal, para quien se construyó toda la pirámide y el templo.

En definitiva, el Templo de las Inscripciones, que ya era famoso por contener una de las inscripciones glíficas mayas más largas de toda la región, y que dio el nombre al edificio, se convirtió desde entonces en el más sensacional por hallarse en su interior la más importante y rica tumba. El descubrimiento fue una gran novedad. Hasta ese momento en ninguna pirámide precolombina de México o de América Central se había encontrado la menor huella de una escalera o de un corredor que condujese a una sala sepulcral, similar a las pirámides egipcias, a las que se le suele comparar.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Escultura

Al hablar del arte escultórico de los mayas, debe recalcarse la diferencia fundamental que presenta, en el área central por una parte y en el norte de Yucatán por otra. Mientras que, en El Petén, la región del río Motagua y la cuenca del Usumacinta, la escultura representa más a los hombres que a los dioses, a seres que seguramente existieron y no a conceptos religiosos, abstractos o personalizados, por el contrario la escultura clásica del área septentrional es esencialmente religiosa, y son las deidades -casi podríamos decir una única deidad, Chac, numen de la lluvia- o símbolos que en forma abstracta las sugieren, los principales motivos esculpidos. Mientras que en las grandes ciudades del centro -Tikal, Uaxactún, Copan, Quiligua, Yaxchilán, Piedras Negras, Bonampak, Palenque, Comalcalco, etc.- las manifestaciones escultóricas se presentan individualmente, en estelas, dinteles y tableros, en Yucatán la escultura es arquitectónica y cubre los frisos de las fachadas.

⇨ Creador del mundo (Colección privada). El demiurgo representado en este icono religioso de cerámica se sostiene sobre el caparazón de una gran tortuga que lo transporta. El simbolismo del artefacto ritual responde al lento pero seguro proceso de construcción de toda la realidad. Parapetado por un abigarrado dosel, el dios mira al frente coronado y vestido con un fajín con flecos y una mano firme hacia delante, para abrirse camino con paso firme. 



Los personajes realizados en alto relieve o bulto redondo, en Copan, hieráticos y cuyos cuerpos apenas se distinguen bajo la cubierta del ropaje y los adornos; los jefes altivos que hacen prisioneros, o los juzgan, o se sientan sobre esclavos, en las violentas escenas de Yaxchilán, Piedras Negras y Bonampak; los señores de cuerpo esbelto, casi desnudo, noble y delicado perfil que, en los bajos relieves de piedra y estuco de Palenque, reciben con elegancia y serenidad las muestras de veneración de sus subditos; todos ellos deben haber existido realmente y, como ejemplo temprano del culto a la personalidad, quisieron autoglorificarse y dejaron a la posteridad su efigie.

El carácter histórico de estas representaciones ha sido confirmado en las últimas décadas por las investigaciones epigráficas, y podemos asegurar ahora que el texto jeroglífico que acompaña a los personajes expone datos de sus vidas, sus nombres, títulos, fechas de nacimiento y muerte, hechos principales de su reinado, nombres de parientes y sucesores.

En las tierras secas de Yucatán, en que la vida dependía de la benevolencia de Chac, proveedor de la lluvia, fue necesario rendirle permanente homenaje, demostrarle la devoción de la población por su culto, cubriendo las fachadas con su máscara y restándoles importancia a los hombres, aun a los dirigentes, los que raramente fueron representados en los monumentos yucatecos. La llegada de los toltecas respetó al todopoderoso e indispensable Chac, pero lo obligó a convivir en las fachadas con Quetzalcóatl, llamado Kukulcan en maya, con Tezcatlipoca, con Tlalchitonatiuh, con símbolos venusinos, con innumerables guerreros toltecas, con múltiples representaciones de conceptos y escenas rituales propias del centro de México.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Pintura

Debido a su carácter perecedero, la pintura mural maya raramente se ha conservado, aunque es de presumir que en todos los centros ceremoniales se haya utilizado. Murales de contenido histórico (ceremonias palaciegas, batallas, juicios y sacrificios de prisioneros, escenas pacíficas, llegada de invasores, etc.) ejecutados con gran realismo y dominio técnico, se conocen en Uaxactún, Bonampak, Chacmultún, Mulchic, Chichén Itzá. Frescos que hacen alusión a deidades y rituales religiosos, muy semejantes a lo que enseñan los códices, aparecieron en Tulum y Santa Rita, ambos enclaves tardíos sobre el litoral del mar Caribe.

Códice Tro-Cortesiano (Museo de América, Madrid). Este almanaque del s1glo XIII es una de las mejores muestras de la escritura jeroglífica maya, ornamentada con infinidad de representaciones de dioses y de seres mitológicos de formas toscas y primitivistas. 

Guerreros mayas en combate (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Esta escena de batalla procedente de los frescos de Bonampak supone una muestra del riquísimo realismo pictórico del arte maya. La complejidad de su composición ofrece un dinamismo inquietante, así como su brillante uso de los colores. 

Dios maya (Templo de los Frescos, Tulum). A lo largo de todo el muro interior de una de las galerías de Tulum se encuentran pinturas que denotan la clara influencia mixteca del estilo de los códices. En este detalle se aprecian la figura de un personaje divino tocado con una capa de plumas y que cruza un paisaje sobre un puente de cuerda o la piel de una serpiente de cascabel, un símbolo que portaban únicamente los soberanos como emblema de dignidad. 

La pintura se utilizó profusamente también para decorar vasijas de barro, desde el período protoclásico -hacia el inicio de nuestra era- hasta el clásico tardío, en que floreció como las demás artes. Los motivos policromados fueron primero simbólicos, geométricos o estilizados cuando correspondían a figuras animales en las fases Matzanel y Tzakol, en El Petén; se volvieron después naturalistas, presentando temas principalmente laicos (señores que reciben ofrendas, atendiendo a grupos de guerreros o vasallos, mercaderes de viaje, ritos propiciatorios de cacería, etc.) durante el período clásico tardío en la fase Tepeu.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Figurillas de barro

No se puede dejar de hacer referencia a una de las manifestaciones artísticas más idiosincrásicas que los mayas produjeron. De este modo, una síntesis del arte maya, por breve que sea, no puede ignorar las maravillosas esculturas que, pese a su reducido tamaño y a lo deleznable del material en que se hicieron, no dejan de ser obras maestras de escultura: las figuras de barro.

Acostumbrados como se está, quizá, a hablar de grandes obras de arte cuando éstas suponen inmensos edificios, el empleo de materiales nobles o el trabajo de meses o años, las magníficas figurillas de barro que realizaban los mayas hacen comprender que el arte es, por suerte, mucho más que las grandes obras.

Plato de cerámica. Durante el período clásico tardío del arte maya, comprendido entre los años 600 y 900 d.C.. la pintura en cerámica pasó del simbolismo animal y de la abstracción geométrica de sus ornamentos a una fase más naturalista cuyas temáticas trataban generalmente de ritos ceremoniales o escenas de la vida cotidiana, como señores acaudalados recibiendo ofrendas del pueblo, jerarcas atendiendo a grupos de guerreros o vasallos, mercaderes exponiendo su mercancía, o escenas de caza. En este detalle de un plato de cerámica pueden apreciarse todas las técnicas decorativas utilizadas por el estilo Tepeu, desde la incisión y el grabado hasta el modelado, aderezado con unos vivos motivos policromados. 

Vasija con escena acuática (Museum of Fine Arts, Houston). Realizada en terracota y estuco pintado, este cuenco procedente de El Petén es un ejemplo excelente de la sensibilidad decorativa de los artesanos mayas del período clásico. El estilo ligeramente primitivista de las figuras representadas recuerda la sutil belleza de la cerámica oriental. 

⇦ Mujer en actitud piadosa (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Esta figura de terracota procedente de Jaina, en Campeche, representa a una mujer de la más alta escala social maya, a tenor de su vestido y la diversidad de sus joyas, tanto por la diadema con cuentas, el ancho collar, los gruesos pendientes y los lujosos brazaletes que adornan sus muñecas. Hecha originariamente en molde policromado, probablemente sirvió como amuleto religioso u ofrenda en algún acto ceremonial funerario. 



Estas figurillas de barro han aparecido en numerosos sitios de los territorios que debieron de habitar los mayas, pero particularmente se han encontrado numerosos ejemplares en Palenque, Jonuta y sobre todo Jaina. A grandes rasgos, estas figurillas, ya sea modeladas a mano o hechas en molde, acaso policromadas todas, ofrecen una variedad increíble de seres (animales, vegetales, humanos, sobrenaturales), una extraordinaria fantasía en el atuendo, una notable diversidad de individuos (hombres, mujeres; señores y gente común; sacerdotes, deidades; parejas humanas o mixtas -hombre o mujer con un animal-, enanos, jugadores de pelota, guerreros, tejedoras, seres atacados por alguna enfermedad o con deformación corporal, etc.).

⇦ Figura de terracota. La feroz expresión del rostro del personaje representado da a entender que se trata de un guerrero maya. En la escultura se ven claramente las marcas de los tatuajes faciales y la boca torcida del mismo, al que han tocado con una cabeza de cérvido en posición vertical, con la quijada apuntando hacia arriba. Procedente de la isla de Jonuta, la escultura está fechada en el período clásico tardío y es una buena muestra del cambio que estaba originándose en el arte del modelado, haciéndose cada vez más habituales las representaciones de seres grotescos, ya sea por su expresividad como por una malformación física, o bien por la variopinta vestidura, muy fantasiosa y amenazadora.



De nuevo el culto a la muerte vuelve a jugar un papel importante en el arte precolombino. Fabricadas para acompañar a los muertos en la sepultura, quizás a su propia imagen, son representaciones de la vida, por su realismo, su autenticidad, el extraordinario sentido de observación que revelan, la facilidad con que se expresó el artista, o, mejor dicho, toda una legión de artistas desconocidos. Por tanto, se convierten, cientos de años después, en magnífico testimonio de la vida cotidiana de los mayas en los territorios en los que se han hallado.


Urna funeraria con tapa , fefiniforme (Museo Popal Vuh, Guatemala) Procedente de lxil, en Quiche, esta pieza de cerámica policromada honoraba al dios jaguar, símbolo maya del mundo nocturno. 

Juego de pelota (Worcester Art Museum, Massachusetts). En este modelo de cerámica procedente del sur de México se ha representado una escena coral de juego, ritualizado por el pueblo maya con una significación cosmológica. Sentados en unas gradas, unos cuantos personajes observan el ceremonial, que simbolizaba el paso de los astros y el sol, en la forma de la pelota, como fuente de vida. 

El arte maya se expresó en multitud de facetas artísticas, como la arquitectura monumental, la escultura o el modelado del estuco y la arcilla, la pintura en los muros o en la cerámica, el tallado de la madera o el grabado de los huesos. Asimismo, tanto los grandes conjuntos arquitectónicos, las estelas de hasta diez metros de altura, los altares monolíticos de varios metros cúbicos, el gigantesco sarcófago palencano de veinticinco toneladas de peso, los murales cubriendo toda la superficie interior de un templo, como los mosaicos y las más pequeñas joyas de jade, las estatuillas de barro o hueso, las escenas pintadas en el fondo de platos, todas las formas y técnicas en que se materializó el genio creador de los mayas, atestiguan que su arte -a nivel universal y en parangón con el arte de las civilizaciones del Viejo Mundo y del resto del continente americano-fue indiscutiblemente un gran arte de la antigüedad. Reconocerlo como tal y difundirlo es un acto elemental de justicia.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte