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El arte románico en el resto de Europa

Llegados a este último capítulo del arte románico, se tiene que reconocer que tres son las regiones más importantes en cuanto a la cantidad y calidad de obras de este estilo que se difundió, como ya se ha señalado, por buena parte de Europa occidental. Es indudable que Francia merece un gran protagonismo en la creación y difusión del románico, pero, por lo menos en el apartado de la arquitectura, es preciso destacar la preponderancia de Cataluña, Lombardía y, ya en Alemania, la región de Renania, atomizada durante la Edad Media en numerosos señoríos urbanos tanto eclesiásticos como laicos, cuya impatante producción, liderada por las grandes ciudades episcopales de Colonia yTréveris, se estudiará en el presente capítulo. 

Relicario. Pieza en forma
de brazo, realizado en
madera cubierta con lámi-
nas de plata dorada, que 
procede de la antigua igle-
sia abacial de San Gereón
de Colonia. 
En la potente nación que era Germanía en aquella época, existe, durante la implantación del románico, una muy clara influencia carolingia y, sobre todo, otoniana, que se hará evidente en muchas de las obras de arte que se produzcan. Asimismo, y a diferencia de otras zonas del norte de Europa en las que el románico también pudo establecerse, como Inglaterra y Escandinavia, la escultura y la pintura sólo encontrarán un claro protagonismo en el país teutón. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La herencia otoniana en Alemania

Durante el período románico, Germania ocupa lugar preponderante entre las naciones de Europa. Los emperadores germánicos, sucesores de Carlomagno, tienen siempre el propósito de restablecer en su integridad el Imperio carolingio, y contando con sus partidarios gibelinos, invaden con frecuencia Italia, someten a Roma varias veces, e incluso se instalan en la región meridional, que les correspondía por derechos heredados de la emperatriz Constanza, sucesora de la dinastía de los reyes normandos de Sicilia. Además, la Sajonia de esta época, apenas convertida al cristianismo, tenía fe nueva de neófito y sentía un entusiasmo juvenil por la guerra y aventuras. Turingia, con las minas de plata del Harz, daba al país medios abundantes para emprender obras y construcciones de importancia. No es, pues, de extrañar que en el Rin los emperadores y obispos, sus vasallos, enriquecieran las ciudades con nuevas iglesias, y que hasta las mismas princesas participasen de este entusiasmo general.


Iglesia conventual de San Ciriaco de Gernrode. Construida entre los años 960 y 980 para una abadía femenina, esta iglesia anticipa el arte románico por las dimensiones, por cómo se articulan sus partes, por el ritmo de sus soportes y por la escultura elaborada de sus capiteles.  


⇦ Abside de la iglesia abacial de Kónigslutter, en Baja Sajonia. Profusamente decorado con pinturas murales, este ábside de mediados del siglo XII es una de las obras maestras del románico alemán. 



La característica, sin embargo, de la escuela románica en Alemania es la persistencia de las formas y gustos de la época otomana. Todos los tipos de la construcción carolingia y otomana tienen su réplica en la Germania románica, lo mismo los edificios de planta concentrada, como eran los de Germigny y Aquisgrán, que los de planta basilical con columnas de imitación clásica. Las iglesias de este tipo basilical son las más abundantes en el románico alemán. Están cubiertas con un techo plano de maderas pintadas y las naves divididas por hileras de columnas con capiteles, que bárbaramente quieren imitar los modelos clásicos. El fuste de las columnas es de una sola piedra, como lo eran a veces también en la antigüedad, pero los constructores no se atreven a apoyar los arcos de los muros divisorios únicamente sobre columnas así aisladas, y las alternan, de dos en dos, con pilares cuadrados, a los cuales atribuían mayor resistencia que a los fustes cilíndricos. Esta alternancia de pilares y columnas hizo aparición por primera vez en San Ciriaco de Gernrode (iniciada en 961) sin otro propósito que el de marcar una alternancia rítmica. Ya veremos que a partir de la construcción de San Miguel de Hildesheim, esta alternancia tendrá -además- una significación estructural.



Iglesia de San Miguel de Hildesheim, en Baja Sajonia. Es la más antigua de las iglesias románicas alemanas (1 007-1 033), pero el ritmo de su interior asombra por su perfecta concepción matemática. La estructura con dos transeptos, coronados por torres, perdurará durante los siglos XI y XII, y dará a las iglesias germanas su aspecto de Castillo de Dios. 


Iglesia de San Gotardo de Hildesheim, en Baja Sajonia. Construida entre 1133 y 1172, en esta imagen de la parte posterior de la iglesia destacan sobre todo los ábsides y la aguja de la cúpula, muy característicos de las edificaciones románicas alemanas.  


Capilla de San Clemente, en Schwarzrheindorf (Renania Septentrionai-Westfalia). Aunque su construcción fue iniciada en 1151, su estructura ya anuncia el alzado gótico. El edificio consta de dos iglesias: una inferior y otra superior. La primera tiene tres ábsides inscritos en los muros, y la planta de la iglesia superior es análoga pero los muros son rectos, excepto en el ábside oriental. 

Muchas de las iglesias románicas alemanas tienen dos ábsides, uno a cada extremo de la nave, disposición tradicional desde la época romana, pues se encuentra ya en la basílica Ulpia, en el Foro Trajano. Que subsistió en la época carolingia, lo podemos apreciar en la planta basilical con dos ábsides afrontados de la iglesia del monasterio de Saint-Gall.

En ocasiones, en la pared circular de los ábsides se abren, en el grueso del muro, absidiolas; otras veces se construyen asimismo ábsides en el crucero, como en la abadía de Konigslutter. Sin embargo, la circunstancia especial de los dos ábsides mayores afrontados, uno a cada extremo del edificio, obliga también muy pronto a disponer dos transeptos correspondientes a estos dos ábsides, para dar simetría a la iglesia; sólo que, habiéndose introducido después la costumbre de disponer una girola alrededor de uno de dichos ábsides mayores, acabó de caracterizarse éste como santuario, mientras que el otro, situado en el extremo opuesto, quedaba reservado al coro.



⇦ Catedral de Spira, en Renania-Palatinado. Digna representante de la magnificencia del arte románico otónido. Esta catedral, si bien fue construida entre 1 030 y 1 060, sufrió muchas modificaciones al finalizar el siglo XI, como el reforzamiento de las columnas interiores para abovedarla por completo. 



Los ejemplos más típicos de estas basílicas germánicas de tradición carolingia son las dos grandes iglesias de San Miguel y San Gotardo, de Hildesheim. Fueron construidas en dos épocas diferentes, y la primera, o sea la de San Miguel, pertenece al gran período del abad Bernward, quien era de procedencia aristocrática, preceptor del hijo del emperador, y durante el gobierno de su abadía demostró un gusto extraordinario por la construcción y las artes. La iglesia de San Miguel de Hildesheim tiene tres naves, con las columnas combinadas con pilares, y dos ábsides opuestos con dos transeptos; fue comenzada en 1001, aunque no se terminó hasta 1033. Lo más interesante es el papel que juegan los dos cruceros (espacios cuadrados determinados por el cruce de la nave central con cada uno de los dos transeptos). Ambos cruceros están fuertemente acusados al exterior por sendas torres que los coronan. Su superficie cuadrada fue utilizada como unidad de medida para la nave central, que comprende una longitud equivalente exactamente a tres de estos cuadrados.

Catedral de Worms, en Renania-Palatinado. Iniciada en 1171, esta imponente catedral tiene tres naves y un amplio transepto, sobre el cual se eleva una gran cúpula. El coro cuadrado acaba en un ábside semicircular, flanqueado por dos torres circulares.   


    
⇦ Iglesia abacial de Santa María Laach, en Colonia (Renania Septentriona-Westfalia). Fundada en 1093, esta iglesia de la abadía benedictina sigue el modelo de la catedral de Maguncia. A pesar de que sus proporciones son mucho menores, guarda la grandiosidad y la majestuosa elegancia de las demás iglesias renanas, siendo además de las más armónicas de Alemania.   



Esta sucesión de tres cuadrados resulta muy perceptible en la nave central, a causa de que sus ángulos están señalados por pilares de sección cuadrada, mientras que sus lados están ocupados por columnas que sostienen los arcos. La alternancia de un pilar cada dos columnas parece inspirada en el ritmo dáctilo (-OO) de la poesía clásica latina.


Esta gran iglesia del abad Bernward fue imitada un siglo más tarde en la nueva iglesia de San Gotardo, del mismo Hildesheim, sólo que en ésta la giro-la de uno de los ábsides la forma una corona de columnas. Las dos iglesias de Hildesheim habían sido cubiertas con el techo plano tradicional; las vigas y las ménsulas estaban policromadas y los ábsides cubiertos de pinturas al fresco. Por desgracia, estos dos monumentos típicos del arte alemán han sido excesivamente restaurados durante el presente siglo, y los colores actuales desentonan en gran manera a causa de su brillantez exagerada. Las bóvedas faltaban en absoluto, a excepción de las pechinas del ábside y en la girola, y en ciertas partes de las naves laterales.



Catedral de Maguncia, en Renaniá-Palatinado. El románico alemán podría definirse como una ambiciosa aspiración a la grandiosidad y al clasicismo, heredados de los gloriosos tiempos carolingios. Esta catedral forma, junto con la de Spira y la de Worms, la gran trilogía renana. Conforman variaciones sobre un mismo tema y ejemplo extraordinario de ritmo y claridad arquitectónicos. 

Del mismo modo que en este primer período del estilo románico alemán se repiten sin cesar los detalles del tipo de la basílica carolingia, así también hallamos todo un nuevo grupo de iglesias de planta concentrada, esto es, que puede inscribirse en un cuadrado o bien en un círculo. Son estas las formas monumentales que responden a la continuación del tipo de edificio característico de la época carolingia que no tenía la planta de basílica, como la iglesia de Teodulfo, en Germigny-des-Prés, y la capilla palatina de Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), capital del Imperio. Ejemplo de la supervivencia de este tipo durante la época románica en Alemania es la pequeña iglesia de Schwarzreindorf, de planta cruciforme.

Iglesia de Santa María del Capitolio, en Colonia (Renania SeptentrionaiWestfalia). Fue consagrada en 1065 y su estilo influyó en la formación de la arquitectura románica en Renania. Posee una cabecera trilobulada como los monumentos antiguos de planta central y se parece a las construcciones del norte de Italia. La nave central está flanqueada por sólidas columnas de sección rectangular y tiene una alzada de dos niveles.  
  

Pero las obras más importantes de la arquitectura románica alemana son las tres catedrales renanas de Spira, Maguncia y Worms. La catedral de Spira (Speyer) se comenzó con el plan de proporciones grandiosas que conserva hoy, en 1030 o poco después, por orden de Conrado II. Separan las naves laterales de la gran nave central doce poderosos pilares a cada lado, de los que sobresalen las medias cañas de columnas en que se apoyan los arcos torales. La cripta, que sirvió de panteón real, ocupa no sólo el ábside, sino también el subsuelo de la nave transversal o transepto.

El edificio quedó terminado hacia el año 1060. Cubierto primero de madera, fue cerrado con una bóveda de piedra, hacia 1090, por orden del emperador Enrique IV, y así subsistió hasta que, en las guerras con los franceses, durante el siglo XVII, el templo fue incendiado, quedando a consecuencia de ello muy poco de sus partes superiores. En su parte exterior, lo caracterizan unas grandes torres cuadradas que ocupan los extremos del transepto; sus muros de fachada se rematan con galerías o triforios exteriores que formar como una especie de coronamiento del edificio.


⇦ Iglesia de los Santos Apóstoles, en Colonia (Renania SeptentrionaiWestfalia). Fechada hacia el año 1200, es una muestra elaborada de románico alemán tardío. Las torres se insertan entre los ábsides y se integran interiormente a una planta trifoliada. El ritmo del primer románico ha dejado paso a una compleja estructura que se abre en un gran espacio central. 



La catedral de Maguncia (Mainz) fue erigida en el siglo X por el obispo Willigis, pero se incendió el día de su consagración en 1009 y la reconstrucción de la obra, llevada a cabo en su mayor parte por el obispo Bardo (primera mitad del siglo XI), no se terminó hasta mediados del siglo XII, consiguiéndose que conservase su estructura original de tipo carolingio. Tiene la disposición típica de los dos ábsides afrontados, una alta torre octogonal en el crucero y cuatro torres más en los extremos de las naves, que producen un efecto de majestad y grandeza incomparables. Cuando murió Enrique IV, que también había sido el verdadero impulsor de la obra, un escritor contemporáneo se condolió de que el emperador no hubiese podido verla concluida, como había visto la de Spira.

La catedral de Worms tiene también el doble ábside, en los dos cruceros se levantan dos grandes linternas octogonales y, en los extremos de las naves, cuatro torres circulares. Su consagración debió de efectuarse en el año 1181, pero tiene la misma disposición de los pilares, la misma sobriedad en la decoración que las de Spira y Maguncia, lo que demuestra que los arquitectos románicos alemanes pensaban sobre todo en impresionar el ánimo por la complicación del organismo constructivo con torres y linternas que dan al conjunto del templo el aspecto exterior de un "Castillo de Dios".

Iglesia de San Martín el Grande, en Colonia (Renania Septentrionai-Westfalia). Situada a orillas del Rin y consagrada en 1172, el conjunto presenta cuatro torrecillas alrededor de la cúpula central, y los ábsides muestran una decoración de arcuaciones y unas elevadas hornacinas para aligerar la mampostería.  


Campanario de la iglesia de San Pedro y San Pablo, en el monasterio benedictino de Hirsau (Baden-Wurtemberg). La torre que está junto a los restos del claustro de esta iglesia se alza con la esbeltez propia de los campanarios románicos, en medio de un valle montañoso. 
  
No obstante, esta abundancia de torres produce confusión al exterior, y en el interior tampoco puede alabarse la disposición de los dos ábsides afrontados, que por su simetría causan monótono efecto. Las iglesias carecen realmente de fachada y hay que entrar en ellas por las puertas laterales, y una vez dentro, el espectador experimenta rara confusión, solicitado por los dos ábsides, ambos con su transepto, como si fuese cada uno de ellos el santuario. No hay duda de que el plan regular de basílica latina, con una fachada plana, una nave con crucero o sin él y un ábside en el fondo, tiene una serie de elementos en desarrollo progresivo y es, por lo tanto, de un carácter estético mucho más razonado que el de las basílicas románicas alemanas, con dos ábsides contrapuestos en los extremos de una misma nave.


La misma complicación de una planta con dos ábsides y dos transeptos, exteriorizado todo ello con los altos linternones y las torres, se observa en la iglesia abacial de Santa María Laach, comenzada en 1093 y consagrada en 1156, situada en una pintoresca colina de la ribera de un lago. La iglesia de Laach es mucho más pequeña, naturalmente, que las grandes catedrales imperiales de Spira, Worms y Maguncia, pero tiene como ellas las seis torres, cuatro en los brazos y dos, cuadradas y mayores, en los cruceros. Está precedida de una especie de atrio, en el que se proyecta hacia fuera el ábside oriental.


Colonia, la ciudad santa de la Alemania del Rin, con sus innumerables iglesias, conserva también algunos monumentos románicos de los alrededores del año 1000. La iglesia de Santa María del Capitolio, de hacia 1040, presenta una planta más complicada que la de las catedrales renanas: el ábside es trebolado, con tres hemiciclos con girolas que sirven de contrafuerte a la linterna central. Por esta singular estructura triabsidal se ha querido suponer que deriva de un modelo romano o franco. Sea como fuere, este invento hizo fortuna, y la misma disposición de ábsides en trébol fue imitada en Colonia, en la iglesia de San Martín y en la de los Santos Apóstoles, hacia 1200.



Ábside de la capilla de San Juan, en la Torre de Londres. Construida por Guillermo el Conquistador en el siglo XI, la capilla es el edificio románico más antiguo de Inglaterra y está situada en la Torre Blanca.

Allí la nave mayor acaba en tres ábsides que externamente están reunidos por medio de unas torres que ostentan la misma decoración, lo que produce un conjunto de pintoresca perspectiva. El friso y la galería de arquillos que termina en la parte superior del edificio comunican a éste cierta unidad en medio del gran movimiento de las fachadas. La estructura tan compleja de este templo -en el que domina la planta central, cuyas partes se ordenan en torno a un eje constituido por el crucero- hacen de este edificio una de las creaciones más puras y acabadas del románico tardío en Alemania.

El románico peculiar del Rin, lleno de tradiciones carolingias y de elementos originales, había de ser sustituido por el estilo francés de los monjes de Cluny, introducido en Alemania por el abad Popone di Stablo, que lo propagó celosamente desde su convento poderosísimo de Hirsau; y ya desde este momento desaparecen las basílicas de techo plano, los grandes pilares monolíticos y los ábsides afrontados, para permitir las disposiciones de plantas más simples, cubiertas con bóvedas, de los monasterios de los monjes reformados de Cluny.

En el sur de Germania, en algunos de los territorios que después formaron parte de Austria, la influencia italiana se hizo notable. Pero la decoración, característica del estilo de los maestros lombardos, es ya bien discernible en las fachadas y torres de las catedrales renanas de Spira, Worms y Maguncia y en la iglesia de Laach.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La eclosión de Renania

Vista de la ciudad vieja de Heidelberg, entre el castillo y el puente viejo, a orillas del río Neckar.

En la histórica región de Renania se encuentran muchas de las obras más importantes del arte románico alemán. La importancia de esta región ha sido siempre crucial para la historia del pueblo germano. Actualmente, se denomina Renania Septentrional-Westfalia al land que comprende buena parte de los antiguos territorios que conformaban la antigua Renania, región también conocida como Prusia Renana.


Durante el siglo I a.C el emperador romano César conquistó la región renana y fijó en el río Rin la frontera entre las provincias de la Germania inferior y superior. De todos modos, le fue imposible mitigar el empuje de los renanos, que enseguida se establecieron a ambos lados del río e hicieron de éste una de sus principales rutas comerciales. Así, poco a poco, Renania fue jugando un papel importante dentro del ámbito germánico a pesar de que durante el siglo X, y a raíz de las disputas entre francos y germanos, la anarquía hizo mella en sus territorios.

Más tarde, a partir del siglo XI, las principales ciudades de Renania, como Colonia, consiguieron un gran auge, lo que se evidenció, por otra parte, en la aparición de una importante arquitectura románica.

El gran motor del enriquecimiento de Renania fue el tráfico comercial que permitía el río Rin, que durante muchos siglos sería el factor más importante para el continuo desarrollo de la región, que vería crecer núcleos urbanos, comerciales y culturales tan notables como Heidelberg y Maguncia, por ejemplo.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Inglaterra y escandinavia


⇦ Capilla de la Torre de Londres. Construida en el siglo XI por arquitectos traídos de Francia, sigue el modelo del románico normando como puede apreciarse en su deambulatorio. 



En cuanto a Inglaterra, la fuerte penetración espiritual de los monjes irlandeses había dejado señales artísticas. Más tarde, con la invasión danesa, se inició cierto gusto por las decoraciones características germánicas; se encuentran todavía hoy algunos restos de muros, criptas y arcos aislados que recuerdan este período, y son estudiados por los arqueólogos medievales ingleses con ardiente curiosidad. La primera iglesia de piedra de que tenemos mención literaria es la de Monkwearmouth, de fines del siglo VII, y de la que se conservan algunas partes empotradas en construcciones posteriores.


Del año 705 es la iglesia de Bradford-on-Avon, que ha llegado hasta hoy día casi intacta. Por dentro es una obra simple de piedra, pero al exterior tiene una interesante decoración de fajas y arcos análogos a los que adornan el baptisterio merovingio de San Juan de Poitiers y la iglesia carolingia de Lorsch, en Alemania. Es imposible enumerar en un texto como éste estas reliquias arquitectónicas de los primitivos sajones, quienes, sin haber erigido ningún monumento importante, han dejado suficientes fragmentos y restos de decoración para fomentar la aparición de un estilo moderno arcaizante inglés.

Pórtico de acceso a la catedral de Canterbury, en el condado de Kent. Uno de los elementos que ha quedado de la iglesia original es este pórtico románico que está al comienzo de las escaleras.  

Pero ya a principios del siglo XI la corte inglesa empezó a sentir un apasionamiento grande por el arte francés de Normandía y hubo de fomentar una inmigración de obispos y grandes señores del continente, que debía ser fatal para la supremacía de la antigua raza sajona. No hay ejemplo más patente de esta pasión francófila que el del último rey sajón, Eduardo el Confesor, quien llamó a arquitectos de Francia para construir la abadía de Westminster, en la que debía ser enterrado, y dejó en testamento su trono al duque Guillermo de Normandía. Por esto al estilo románico inglés se le llama estilo normando o anglonormando, aunque se diferencia algo, sin embargo, del puro estilo normando del continente. Con el ejército invasor llegaron a Inglaterra grandes señores amantes de la construcción, y aun arquitectos, los cuales parece que aceptaron algo de las normas arquitectónicas dominantes en el país a su llegada. Así, por ejemplo, la capilla de la Torre de Londres, construida en tiempo de Guillermo, el primer rey normando, consta de tres naves con bóvedas de cañón, y sus robustas columnas tienen capiteles bajos, sin ningún otro ornamento que unas entalladuras de gusto teutónico distintas de los adornos románicos a la sazón en boga en Norman día.

Cripta de la catedral de Canterbury, en el condado de Kent. La gran cripta de estilo anglonormando data del siglo XII y ha sido, desde la Edad Media, un importante centro de peregrinación por las reliquias que en ella se guardaban. Más tarde, la tumba de Santo Tomás Becket, que se halla aquí, ha sumado otro motivo de atracción para los peregrinos.   

En las plantas de las primeras iglesias románicas inglesas se nota la particularidad de la gran longitud de las naves y muchas veces los ábsides son cuadrados, terminando en línea recta, disposición también peculiar del antiguo estilo sajón. Las criptas, como en Alemania, ocupan el crucero y el ábside, con macizos pilares que les dan un aspecto de severidad extraordinaria. Las naves laterales están separadas de la central por pilares cuadrados que tienen en resalte una media caña de columna, que parece destinada a sostener un arco toral de una cubierta de bóveda por arista.

Capilla de la Virgen, en la catedral de Durham (Inglaterra). Paradigma del sistema normando (siglo XII), fue el primer edificio de importancia que se cubrió con bóveda de piedra y el primero que se conserva construido con bóveda nervada ojival, utilizada más tarde por el gótico. Fue centro de peregrinaje para visitar la tumba de San Cutberto y en ella también están depositados los restos de San Beda el Venerable. 

Catedral de San Juan Bautista, en Norwich (Inglaterra). Construida entre 1094 y 1145, en ella se aplicó una idéntica concepción de formas y volúmenes a la que se utilizó en la capilla de la Torre de Londres, evidentemente mucho más enriquecida. Los ventanales superiores y la bóveda son obra posterior del gótico tardío. Vista exterior de su gigantesco cimborrio. 

Cripta de la catedral de Lund, cerca de Malmo. Centro artístico de Suecia en el siglo XII, Lund conserva esta catedral construida entre los siglos XI y XIII. La comenzó Donatus que le imprimió el estilo románico lombardo y luego, a partir de 1130, tomó el relevo Regnerus, cuya marcada inclinación por el arcaísmo confirió al edificio su característico aspecto actual. La enorme cripta ya contiene bóvedas de arista.  

Del estudio de la planta de estas iglesias inglesas del siglo XI (que estaban en un principio cubiertas de madera), parece deducirse como si los arquitectos hubieran presentido que más adelante, con los progresos de la construcción, habría posibilidad de cubrirlas con sistemas de bóvedas, que entonces no eran todavía conocidos. Otro detalle característico de las catedrales inglesas del estilo anglonormando es que estos pilares cuadrados, con molduras, están a veces alternados con gruesas columnas cilindricas, decoradas con una ornamentación geométrica en zigzag y estrías helicoidales. Sobre el crucero se levantaba una gran torre linterna, que después había de llegar a constituir el elemento capital de las catedrales góticas inglesas. A veces las naves laterales tienen dos pisos, con tribunas altas cubiertas de bóveda por arista, aun cuando en la nave central, de mayor anchura, continúa la tradicional cubierta de madera. La decoración se reduce a los motivos geométricos del estilo normando del continente; los mismos capiteles son simples formas cúbicas, con sencillas molduras en los ábacos y en las bases.

Catedral de Ribe, en Jutlandia (Dinamarca). Interior de la catedral construida entre los siglos XII y XIII, cuya alzada y arcos ya apuntan los comienzos del gótico. 

El primer monumento del estilo anglonormando sería la abadía de Westminster, construida, antes de la invasión, por los arquitectos franceses Guillermo de Malmesbury y Mateo de París. La gran iglesia de la abadía de Londres fue reedificada durante el período gótico, y apenas si se notan en ella algunos detalles antiguos y el recuerdo del viejo edificio en la disposición que presenta la planta actual.



No bien ocupada Inglaterra, los barones normandos reconstruyeron la catedral primada de Canter-bury, en la cual quedan, de la obra normanda, la cripta, el coro occidental, la torre y además un pórtico que da acceso a la escalera. La primitiva catedral de Canterbury era obra sajona, construida en el siglo VII, pero, casi correspondiendo a los deseos de los normandos, poco después de la conquista hubo de ser destruida por un grandioso incendio y reedificada después dos veces.


Torre linterna de la catedral Nidaros, en Trondheim (Noruega). Fue construida en el siglo XII sobre la tumba del rey Olaf 11, que fue canonizado y actualmente es el santo patrono del país. Su famosa aguja destaca sobre una ciudad que está situada a orillas del fiordo de Trondheim. 




El nuevo obispo, que antes de pasar a Inglaterra había sido abad de Saint-Etienne de Caen, la reconstruyó en menos de siete años, según el modelo de la iglesia de su antigua abadía normanda. Después de esta reconstrucción, la catedral de Canterbury quedó transformada en una basílica con tres naves, de planta muy semejante a las iglesias románicas del otro lado del canal. Reconstruida en la época gótica, conserva, sin embargo, intacta la gran cripta anglonormanda, con sus características y típicas columnas de estrías helicoidales.

Otras grandes catedrales de estilo románico anglonormando son las de Winchester y Worcester, con una cripta magnífica; la de Durham, construida del 1093 al 1128; las de Ely, Peterborough, Chichester, Lichfield, Norwich, etc. La catedral de Durham que es la mejor conservada de todas las normandas inglesas y la que ha experimentado menos restauraciones, conserva aún la cubierta antigua de piedra, considerada la primera bóveda de crucería de Occidente, realizada entre 1128 y 1133. En cambio, las bóvedas góticas tardías desfiguran a las demás. La capilla llamada de la Virgen, en el extremo oeste de la catedral de Durham, donde se guardan los restos de Beda el Venerable, contiene unos mazos de columnas elegantes en disposición de trébol que sostienen arcos festoneados. La catedral de Norwich es famosa por su gigantesco cimborrio que -además de iluminar con luz exterior el crucero, sobre el que está colocado- juega el papel de polo en torno al que se agrupan todos los elementos del templo. Este cimborrio que se eleva rígidamente hacia el cielo, fue iniciado en 1121.

Puerta de la iglesia de Santa María, en Bergen (Noruega). La iglesia primada de Noruega tiene esta magnífica puerta románica, con varios arcos de medio punto en orden decreciente apoyados en columnas. 

Al estudiar las infiltraciones del arte arquitectónico románico en los países escandinavos hay que empezar por Suecia, aunque fuera evangelizada más tarde que Noruega. Pero Suecia, cuyo estilo arquitectónico depende del románico alemán, tiene menos originalidad de formas y, por lo tanto, es más próximo al de las catedrales renanas. La catedral sueca más importante es la de Lund. El gran ábside es rectangular, y una vasta cripta se extiende casi hasta la mitad del subsuelo de la iglesia. Esta vasta sala subterránea, cubierta con bóvedas por arista, fue construida entre 1110 y 1123. Al exterior tiene las galerías altas, como las catedrales del Rin, torres cuadradas y puertas con tímpanos decorados. La catedral de Uppsala, semejante a la anterior en su disposición general, aunque de estilo gótico francés en sus alzados, es de ladrillo con grandes ventanales al estilo de las catedrales germánicas. Dinamarca posee las dos catedrales románicas de Ribe y Viborg, más incompletas que la de Lund. La de Ribe, con el ábside cuadrado simplicísi-mo, ha sufrido pocas alteraciones. La catedral de Viborg tiene una cripta grandiosa. Además de estas iglesias de planta basilical, hay, en Seeland, la iglesia de Kallundborg, que parece imitar un modelo caro-lingio de planta concentrada. Tiene torre central cuadrada y cuatro torres octogonales en los extremos de la cruz. La de Roskilde, empezada a fines del siglo XII, es en parte románica, en parte gótica. Como resto de arquitectura civil románica en Dinamarca, queda la torre cuadrada del famoso castillo de Elsenor, muy cerca del mar.

Puerta Aurea de la catedral de Friburgo, en Sajonia. En el siglo XIII se tallaron las famosas puertas doradas de la catedral, de las cuales actualmente sólo pueden contemplarse los fondos de piedra. La imagen corresponde a la puerta sur con los arcos en orden decreciente esculpidos, y las columnas y el tímpano con las imágenes de los evangelistas, los apóstoles, Jesús y María.   

En Noruega, la arquitectura románica presenta caracteres especialísimos. Al ocuparnos del arte nórdico de los vikingos y de su derivación, se ha hecho referencia a las hermosas iglesias de madera construidas de antiguo en el país, cubiertas de entrelazados y ornamentaciones. Por la planta y la disposición se infiere que estos edificios debían de imitar antiguos tipos de edificios nórdicos, con una gran linterna central sostenida por troncos cubiertos de esculturas y entrelazados, y con un ábside, flanqueado por dos absidiolas, en el fondo de uno de los brazos de la cruz de la planta. Finalmente, alrededor de la iglesia corre una galería exterior de circulación. Las puertas de estos edificios noruegos tienen relieves zoomórficos.

Además de estas construcciones de madera, hay en Noruega algunas iglesias de piedra, la más importante de las cuales es la catedral de Trondheim, con crucero románico y una torre linterna en el centro. Santa María de Bergen, primada de Noruega, reproduce el mismo tipo; pero hay, además, otras muchas construcciones mixtas con esqueleto interior de pilares de mampostería y con arcos formando dos pisos, y revestidas de una galería de madera, como una nave circular. Este tipo de iglesias se encuentra también en Dinamarca, y lo que es más singular, en Islandia, isla desprovista de bosques en absoluto, de lo que resulta que al querer aprovechar aquel tipo de construcción de madera se realice una verdadera traducción en piedra.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las artes santuarias



⇦ Puertas de Bronce de la catedral de Hildesheim, en Baja Sajonia. Hacia el año 1015, el obispo Bernward de esta ciudad encargó un par de puertas de bronce, que contenían dieciséis paneles esculpidos con temas de la caída y redención del ser humano.



De estos países del norte y del nordeste de Europa, sólo Germania produjo en abundancia obras importantes de escultura y pintura durante el período románico, aunque no faltan destellos de bellísima labra figurativa realizada en piedra, en Inglaterra, como dos estatuas que figuran en la primera catedral de York. En los países alemanes no hallamos únicamente en las fachadas la ornamentación geométrica de las catedrales inglesas, sino que las puertas están revestidas de figuras de santos y apóstoles. Desde fines del siglo XI, la escultura alemana fue reconquistando poco a poco la potencia de expresión y una gran habilidad en disponer los pliegues de los ropajes. Las iglesias se enriquecen con monumentos sepulcrales y lápidas figuradas.


Ya más tarde, a principios del siglo XIII, los escultores alemanes reciben el influjo de las grandes escuelas que se formaban en la construcción de las catedrales góticas francesas, como Chartres, y participan en algo de esta gran fuerza representativa de los grandes escultores góticos del otro lado del Rin. Pero en Germania las formas de los portales siguen siendo de medio punto; tanto la puerta vieja de la catedral de Estrasburgo, de tipo bien alemán, como la de Bamberg, y la Puerta Áurea de Friburgo, son también puramente románicas.

No sólo en piedra y mármoles, sino también en metal, se labraron en Alemania obras bellísimas durante el período románico. Las más famosas, y con razón, son las Puertas de bronce que el ya mencionado abad Bernward hizo fundir para su iglesia de San Miguel de Hildesheim a principios del siglo XI. Si no se conocieran sus antecedentes en las obras carolingias, sería imposible admitir que los relieves que decoran las puertas de Hildesheim fueran del tiempo de que datan. Desde aquel momento, que es como un punto de partida, el arte de fundición alemán va en constante progreso, especialmente en objetos litúrgicos, algunos de los cuales son geniales pequeñas obras maestras; pilas bautismales, lámparas, candelabros, incensarios y cálices se llenan de figurillas de todas clases que se enmarañan con follajes y troncos de vid ya en la cuenca del Rin, ya en las del Mosela y del Mosa, en la actual Bélgica.

Adoración de los Reyes y bautismo de Cristo de Nicolás de Verdún, en la catedral de Colonia (Renania Septentrionai-Westflia). Fragmento central del arca llamada de los Reyes Magos, obra de orfebrería realizada, aproximadamente, entre 1185 y 1200. 

Los orífices funden también arcas maravillosas de oro y plata para guardar las reliquias de los santos patronos de cada ciudad. La mayor, y acaso también la más bella, es el arca llamada de los Reyes Magos, en la catedral de Colonia, que tiene la forma de una gran iglesia, con dos pisos de arquillos, bajo cada uno de los cuales hay una figurilla de bulto entero.
Es de finales del siglo XII y obra de Nicolás de Verdún, orífice extraordinario que influyó en el arte renano y el mosano a la vez. Junto con el arte de fundición los orífices empleaban el repujado, fabricando relicarios en forma de iglesia, de busto o de brazos milagrosos y altares de plata y frontales engastados en gemas y esmaltes.

En el arte del metal repujado, la obra maestra románica es el frontal de oro de la catedral de Basilea, que hoy se guarda en el Museo de Cluny, de París. Dentro de cinco hornacinas repujadas hay las figuras en bajo relieve del Redentor, con el globo en la mano, y dos ángeles a un lado, y otro ángel y San Benito en las arcuaciones del otro. La influencia bizantina resulta bien manifiesta: los ángeles, como chambelanes, llevan el bastón o batuta de los arcángeles de la iglesia griega. La presencia de San Benito se explica por suponer que el frontal de Basilea fue regalado por el emperador Enrique II, que había curado por intercesión del santo.

⇦ Relieve de Daniel en el foso de los leones (Annenkapelle, catedral de Worms). En muchos casos, los relieves de las iglesias románicas representan escenas del Antiguo Testamento siguiendo, además, la tradición siríaca de enmarcar los personajes bajo arcadas.  



El tratado de las artes de esta época, llamado Schedula diversarum artium, del monje Teófilo, proporciona también muchas indicaciones sobre la metalurgia, con algunos consejos de orden práctico para la fabricación de toda clase de objetos, desde los cálices y candelabros para las iglesias hasta las espuelas y los frenos para los caballos. Durante la época románica, los esmaltes no consiguieron la difusión comercial que alcanzaban y alcanzarían los franceses, pero los esmaltes de Colonia, de pastas más brillantes que los de Limoges, aunque menos ricos de color, fueron estimados por los grandes conocedores. En el arte de tallar marfiles se continuó la tradición carolingia de las cubiertas de libros, piezas de ajedrez, etc. Por otra parte, se conservan algunos ejemplares tallados en marfil de narval, que atestiguan una tradición anglosajona de este estilo de tallas en Gran Bretaña.



En Alemania, la pintura decorativa alcanza durante el período románico un desarrollo muy importante. Desde la mitad del siglo XI los monjes de Reichenau gozaban merecida fama de pintores murales. Su prestigio se mantuvo durante más de tres generaciones de artistas. Sus primeras obras se conservan en la capilla de San Silvestre de Goldbach y en las basílicas de Oberzell y de Niederzell, una y otra en la propia isla de Reichenau, en el lago de Constanza. En otra pintura de Burgfelden, los temas alusivos a la parábola de la Samaritana incluyen además un caso sucedido en el año 1001, esto es, la muerte violenta de los caballeros de Zollern, lo que les da cierto valor de tentativa de representación de un tema histórico. En otra obra de la escuela de Reichenau vemos la gran composición del Juicio Final interpretada con una eficacia dramática hasta entonces desconocida en la región renana. Las relaciones que seguramente debían de sostener los benedictinos de Reichenau con la casa matriz de Montecassino, en Italia, pueden explicar cierta influencia de los decoradores italianos.

Frontal de altar de la catedral de Basilea (Museo de Cluny, París). Soberbio trabajo de orfebrería, una filigrana en oro con incrustaciones de perlas y piedras preciosas, que representa varias imágenes de santos, enmarcados por arcadas.     


Otra escuela de decoración románica floreció en la región de Colonia, otra en Westfalia, otra en Sajonia. Especial importancia revisten las pinturas murales del monasterio de Prüfening, cercano a Ratisbona (Regensburg). En general, por toda Alemania los monumentos religiosos y civiles del período románico se engalanaron con los vivos colores de los frescos, y si no había espacio o recursos para grandes composiciones figuradas, por lo menos se pintaban fajas de entrelazados y cenefas que seguían las curvas de los arcos al igual que el plano de las impostas.

Pero las obras capitales de la pintura decorativa germánica de los siglos románicos son las prodigiosas miniaturas de los códices, que suelen tener en su primera página una gran composición con la imagen del poseedor (como la célebre miniatura, de hacia 985, con el retrato del emperador Otón II en su trono, que conserva el Museo Conde de Chantilly) y numerosas miniaturas intercaladas en las restantes. Las representaciones se caracterizan por el naturalismo de los gestos, por su fuerza de expresión y por su elegancia y belleza.

 Rey (Museo Británico, Londres). Pieza de marfil de narval del llamado Ajedrez de la isla de Lewis, que pertenece a la colección de 78 piezas halladas en esa isla, de las cuales once están en el Museo Nacional de Edimburgo. 



Sobre todo al principio (fines del siglo X y comienzos del XI) la escuela de miniatura de la corte de los Otónidas produce las obras más importantes de la pintura occidental en esta época románica. Los emperadores y sus grandes vasallos, los obispos y los príncipes de la corte, habían viajado por Italia y mantenían relaciones constantes con Bizancio. Además, la tradición carolingia no se había interrumpido como en Francia. Algunos códices de este primer período románico parecen resucitar las técnicas y los estilos clásicos. La fama del scriptorium de Reichenau, por ejemplo, fue tan extraordinaria, que el papa Gregorio V pidió a cambio de ciertos privilegios que solicitaba la abadía, algunos de sus manuscritos litúrgicos.
Entre los códices probablemente realizados en Reichenau se cuentan el Evangeliario de Otón III, de hacia el año 1000, que se guarda en Munich, y el extraordinario Libro de Pericopios de Enrique II, realizado entre 1002 y 1004, antes de que este príncipe fuera coronado emperador, y ofrecido por él a la catedral de Bamberg. Las figuras en ellos representadas adquieren un trascen-dentalismo sublime, colocadas sobre fondos de oro centelleante o de luminoso púrpura que producen una extraña impresión de vacío lleno de misterio. Solamente al entrar el siglo XII la miniatura alemana empieza a complacerse en el enfático realismo, un tanto caricaturesco, que será la característica predominante de la pintura germánica de las épocas posteriores.

⇦ Retrato de Otón II (Museo Condé, Chantilly). La miniatura románica germánica revela parecidos valores de monumentalismo y serenidad a los de la arquitectura. En Reichenau radicó la escuela más importante y activa. Todo detalle superfluo desaparece, la línea crea una expresividad intensa sobre fondos de oro neutro y sobrio.



En Inglaterra, las construcciones normandas, llenas de motivos geométricos de decoración, esculpidos, no dejan mucho lugar para los frescos. Al pasar a la Gran Bretaña, la mayoría de los barones normandos que siguieron al duque Guillermo en la conquista llevaron sus libros de devoción, sus biblias, misales y libros de horas. Incluso atravesarían el canal artistas escultores y pintores, que serían bien recibidos por los nobles franceses enriquecidos con los despojos de los príncipes sajones. Entonces empieza en Inglaterra una nueva escuela de miniatura que perdura hasta el fin de la Edad Media. El estilo es, sin embargo, típicamente inglés; y es siempre discernible un manuscrito inglés de otro francés o normando. Los colores son más pálidos, hay ciertos amarillos y verdes de tradición irlandesa. El dibujo ofrece un concepto de la elegancia y el refinamiento que no coincide con el que campea en los manuscritos franceses.

En una palabra, la miniatura románica que se cultiva en Inglaterra conserva algunas reminiscencias célticas sumamente bien definidas y destinadas a una evolución por completo independiente. Lo demuestran el Pontifical del arzobispo Roberto, realizado en Winchester a fines del siglo X, y el Sacramentario de Robert de Jumiéges, regalado al monasterio normando de Jumiéges por el arzobispo de Canterbury (1006-1023). Las miniaturas del primero -sobre todo- someten los temas a una furia decorativa que contrasta violentamente con la serenidad contemplativa de las miniaturas continentales.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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