Punto al Arte: Vermeer Jan
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Jan Vermeer (1632-1675)


Vermeer van Delft, Johannes (Bautizado en Delft, 31 de octubre de 1632 - 15 de diciembre de 1675) Pintor holandés. Se conocen pocos detalles de su vida; al parecer fue discípulo de Carel Fabritius, y se sabe que en 1653 obtuvo el grado de maestro en el gremio de pintores de su ciudad natal, Delft, del que fue decano entre 1663 y 1670. Su pintura se caracteriza por una extraordinaria serenidad, resultado de la visión del espacio, obtenida mediante la plasmación de la luz que ilumina las figuras y los objetos, que parecen existir fuera del tiempo, y también por la utilización de colores originales perfectamente armonizados. De las 35 obras reconocidas como auténticas, solamente 16 llevan su firma y únicamente dos la fecha: La alcahueta (1656, Dresde), cuyo difuso claroscuro la relaciona con la escuela de Rembrandt, y El astrónomo (1668, París). Su obra Cristo en casa de Marta y Maria (Edimburgo), con dejes italianizantes, es considerada una de sus obras primerizas y El geógrafo (por comparación con El astrónomo) se ha fechado en 1669. Antes de 1660 pintó Muchacha dormida (Metropolitan Museum de Nueva York), Muchacha leyendo una carta (Dresde), de extraordinaria luminosidad, Militar y muchacha riendo (Frick Coll., Nueva York), auténtico prodigio de perspectiva y en la que emplea una técnica de pointillé que la relaciona con La lechera (Rijksmuseum), posiblemente la más hábil y penetrante de sus interpretaciones de la vida diaria. En sus dos únicos paisajes: La callejuela (Rijksmuseum) y la extraordinaria Vista de Delft (Mauritshuis, La Haya) refleja, de modo a la vez realista y poético, las costumbres y el ambiente de los Países Bajos. En Joven leyendo una carta (Rijksmuseum) repite el tema de su anterior cuadro, pero con mayor concreción, y en La carta, logra un gran refinamiento de perspectiva. Otras obras interesantes son: Mujer con una jarra de agua (Metropolitan Museum), Mujer pesando perlas (National Gallery, Washington), La muchacha del collar de perlas (Berlín), La encajera (Museo del Louvre), Alegoría de la fe (Metropolitan Museum, Nueva York), El pintor en su taller (Viena), Muchacha con turbante (La Haya). La obra de Vermeer cayó muy pronto en el olvido, del que no salió hasta mediados del s. XIX, pero desde entonces está considerado como uno de los mayores pintores europeos.

Vermeer de Delft, maestro de la luz



El arte de Verrneer es típicamente holandés, pero el pintor estaba informado, sin duda, de las tendencias internacionales de su época. Hasta el punto de haber llegado a permanecer invisible durante casi dos siglos; oculto, porque sus ternas eran los mismos que los de los innumerables pintores de escenas de la vida holandesa y porque la criba de la historia ha dejado pasar en bloque esos centenares, millares de pinturas. Gustaban por su finura y precisión, por lo cual fueron Gerard Dou y Ter Borch los preferidos, porque eran los más refinados y precisos.

⇨ La alcahueta de Vermeer (Staatliche Kunstsammlungen, Dresde). Pintado en 1656 se lo conoce también por La Celestina. En contraste con el puritanismo de algunas de sus obras, Vermeer retrata aquí una escena frívola y sensual, en la que la mano izquierda del caballero de la derecha parece buscar los encantos de la joven bajo la mirada satisfecha y maliciosa de la alcahueta. 



Para distinguir a Verrneer, que elevó el género de los divertidos cuadritos de gabinete al nivel de la reflexión eran necesarios otros criterios. El primero en descubrir a Verrneer fue el crítico francés Thoré Bürger, en 1866. De año en año la figura del pintor no ha cesado de precisarse hasta el punto de que, hacia 1925, reforzada por la admiración general hacia Cézanne, la opinión no dudó en considerar la perspectiva verrneriana corno fuente de las abstracciones de Mondrian y de los interiores de Fernand Léger.

Que esta virtud de pura plástica haya estado oculta en cuadros aderezados con anécdotas galantes explica, sin duda, que se haya tardado tantos años en extraer a Vermeer de la multitud de pequeí1os maestros de su tiempo y en reconocer en él un artista cuya obra iba a situarse al mismo nivel que las de Rembrandt y Frans Hals.

El taller del pintor de Jan Vermeer

En la segunda mitad del siglo XVII destaca Johannes Vermeer, cuya producción es bastante limitada, pues sólo se conocen unos treinta cuadros. Sus obras son representativas de un género típicamente holandés: el cuadro de interior, donde se refleja la vida tranquila y confortable de la burguesía.

La presente obra, El taller del pintor, fechada en su época de madurez, es conocida por diversos nombres, siendo los más repetidos el de Vermeer en su taller estudiaAlegoría de la Pintura o El pintor y su modelo posando como Clío.

Conocido como Vermeer de Delft, el artista presenta un espacio interior, en el que aparece él mismo vestido a la manera borgoñona del siglo XVI, y su modelo, una mujer vestida con falda amarilla y manto de seda azul. La composición está reducida al mínimo de lo necesario. Colgado en la pared, un mapa donde representa su país, Holanda, pero antes de 1603, cuando todavía están los 17 estados bajo el dominio español.

La joven lleva una corona de laurel en la cabeza, un libro en la mano izquierda y con la derecha sostiene un trombón. Con estos atributos se ha querido identificar a la musa Clío, la musa de la historia. Esta lectura puede significar una voluntad, por parte del pintor, de manifestar su posterioridad, pasar a la fama, a la historia. Aspecto que se enfatiza al representarse a sí mismo, si bien lo hace de espaldas.

Pero sobre la mesa de roble se encuentran diversos elementos: una máscara, que sería una referencia al teatro a través de la musa Talía, un cuaderno abierto, paños de seda y un libro erguido. Todos estos pequeños detalles están cuidadosamente trabajados, y denotan la gran capacidad de captación que Vermeer tenía hacia los objetos.


La figura femenina se concentra en un rincón del espacio de la sala, al lado de una ventana no visible; pero por la que entra la luz del sol. El efecto lumínico se centra sobre la joven y en los objetos, dando forma al espacio. El artista juega con el poder de la luz con una habilidad que sorprendió a finales del siglo XIX a los impresionistas.

En la zona de la derecha se sitúa el pintor que ha comenzado a dibujar ya los laureles de la joven. Posiblemente esta escena se desarrolle en el mismo taller del artista.

Como en toda su producción artística. excepto las magníficas representaciones de la ciudad de Delft, parece que se sorprendiera a sus protagonistas en sus quehaceres diarios, si no están leyendo una carta, están vertiendo leche. En este caso, el cuadro recoge el momento en que el pintor está trabajando en su taller. Parece casi una representación fotográfica.

Esta manera de presentar el interior sitúa al espectador como si contemplara una obra de teatro, lo cual viene enfatizado por el pesado cortinaje situado en la parte izquierda, que confiere una mayor teatralidad a la propia escena.

En la última etapa, sus escenarios se hacen más complejos y espectaculares, a la búsqueda de perspectivas en las que recrea ese intimismo y que se advierte sobre todo en Alegoría del arte de la Pintura, fechada hacia 1665-1670.

La sutileza, la fina penetración a la hora de crear esas instantáneas de la vida cotidiana que constituyen sus magistrales interiores, han cautivado al público en general. La figura de Vermeer viene a significar así, junto con Frans Hals y Rembrandt, la cumbre del arte barroco holandés, aunque su obra no sería descubierta hasta el siglo XIX.

Este óleo sobre lienzo, de proporciones sumamente grandes en su obra pues tiene una medida de 985 X 1185 cm, se puede admirar en el Museo de Historia del Arte de Viena.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

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