Punto al Arte: 05 Arte oceánico
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Arte oceánico

Oceanía, el quinto continente, está dividida, desde el punto de vista geográfico, y también en consideración a los grupos humanos que la pueblan, en cuatro áreas bien definidas: Australia y Tasmania, Melanesia, Micronesia y Polinesia.

Con excepción de Australia-Tasmania, cuya población aborigen (la de Tasmania totalmente extinguida) no tiene relación alguna, ni racial ni cultural, con las poblaciones del resto de Oceanía, los nativos que habitan en Melanesia, Micronesia y Polinesia son descendientes de sucesivas oleadas de migraciones que procedían de Asia o Indonesia, que pertenecían a diferentes grupos raciales y se hallaban en distintas fases de progreso cultural.

Diosa de la maternidad (Musée de I"Homme, París).
Estatuilla, procedente de Nueva Guinea, de madera
policromada. La postura de la figura muestra que es-
tá, simbólicamente, presta a dar a luz bajo las faldi-
llas con las que pudorosamente se cubre.

Según la naturaleza del hábitat en el que se establecieron, estos pueblos modificaron sus culturas nativas para adaptarse a las circunstancias ambientales. Cuando cesaron las migraciones procedentes del continente asiático, esas culturas se desarrollaron a lo largo de varias centurias sin recibir influencia alguna ajena a la propia Oceanía; no obstante, siempre existió un intenso intercambio cultural entre los distintos archipiélagos, dentro de zonas próximas, lo cual, de alguna manera, produjo una cierta homogeneidad en rasgos culturales determinados y en especial en el arte, de modo que no resulta abusivo hablar de un arte melanesio o de un arte polinesio, aunque es bastante discutible establecer los rasgos que pudieron caracterizar al arte de Micronesia, prácticamente inexistente en la actualidad.

Nueva Guinea

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Melanesia

Constituyen esta parte de Oceanía una gran isla, Nueva Guinea (la segunda del mundo en extensión) con más de 800.000 kilómetros cuadrados, y los archipiélagos del Almirantazgo, Entrecasteaux, Luisiadas, islas Salomón, islas Trobriand, Woodlark, Santa Cruz, Nuevas Hébridas, Lealtad, Nueva Caledonia y las Fidji.

Choza melanesia (Islas Fidji). Las tradicionales chozas que los pobladores de las Fidji construyen en mitad de la jungla precisan de una laboriosa selección de hierbas, pajas y hebras de esparto, descartando las bastas para conseguir una mayor fijación en el tupido techo que las recubre y que se sostiene a su vez por un enrejado de cañas de bambú y un mástil central que sirve de eje para toda la estructura interna. El conjunto de las Fidji lo componen más de trescientas islas, pero sólo una tercera parte está habitada.

        Sus habitantes pertenecen a la denominada raza melanesia. Son gentes de estatura mediana, piel muy oscura, cabello crespo y largo, frente huidiza, arcos superciliares prominentes y mentón huidizo.

        Básicamente, son agricultores que practican el tipo de cultivo denominado de rozas. La caza y la pesca son también actividades muy importantes de su economía. Viven agrupados en poblados; suelen ser polígamos y cada una de las distintas esposas, con sus hijos, habitan en pequeñas chozas unifamiliares, mientras que los hombres y los muchachos célibes conviven en grandes casas comunales (Nueva Guinea); en cambio, en otros lugares, varias familias emparentadas habitan en una gran casa comunal (islas Salomón). Las relaciones sociales son complicadas y competitivas.

Máscara ceremonial de la isla de Malekula (Museo de Artes Africanas y Oceá-
nicas, París). Hallada en Nueva Ebudi, esta máscara ritual de madera responde a
un uso ambivalente, pues sirve tanto para ahuyentar al enemigo como para in-
vocar a los buenos espíritus liderados por la diosa guardiana de la caverna de la
Tierra de los Muertos de la tradición Namba y por la diosa del volcán donde se 
halla el Árbol de la Vida de la vecina tribu Vanuatu.

        Practican el culto a los antepasados y a los héroes culturales. Los mitos que narran las relaciones entre lo sobrenatural y el hombre, y la magia, que permite a este último dominar a los espíritus, están presentes en muchos aspectos de la vida cotidiana.

        El arte melanésico se caracteriza por la fuerza expresiva de las imágenes y de los diseños. Son frecuentes las distorsiones, la desproporción y la exageración de los volúmenes, lo que confiere a sus tallas, máscaras y objetos culturales un intenso y agresivo dramatismo, subrayado por los amplios trazos curvilíneos que decoran las superficies y por los fuertes contrastes de color.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

El arte en la cuenca del Sepik

En la zona del río Sepik, en Nueva Guinea septentrional, se halla un gran número de grupos y etnias que habitan la región desde hace cuarenta mil años. Es una de las más ricas en arte oceánico por la diversidad cultural de sus pueblos.
Uli. Procedente de la isla de Nueva Irlanda, 
esta figura memorial de un antepasado per-
vierte grotescamente su realismo en benefi-
cio de una desfiguración atemorizadora.
Aunque inicialmente responden a una repre-
sentación de la fecundidad por su forma fá-
lica, sirviendo de eslabón entre los ancestros
y las nuevas vidas por nacer en el futuro, al-
gunas de estas esculturas incluyen el cráneo
auténtico del difunto, sobre el que se añaden
ricos ornamentos tribales. Los surrealistas 
capitaneados por Breton se inspiraron en nu-
merosas ocasiones en este tipo de esculturas 
rituales.

La variedad artística de la zona del Sepik es notable. Destaca la perteneciente a los poblados de Abelam, Arapesh y Iatmul. En el área se encuentran como disciplinas recurrentes la escultura y la pintura, cuyas representaciones son básicamente humanas y animales, con estilos también muy diversos, yendo del naturalismo a la abstracción. Los objetos más frecuentes son tambores, escudos, armas, amuletos y máscaras; además de elementos ornamentales aplicados a la arquitectura, como postes esculpidos o fachadas pintadas.

Toda esta diversidad impide agrupar el arte de esta región bajo un todo unitario. Así pues, creemos que la denominación conjunta de este arte bajo el epígrafe "de la cuenca del Sepik" se debe a consideraciones geográficas más que estilísticas. Sin embargo, el denominador común de estos pueblos es su visión ritual del cosmos y de la vida. Tanto las representaciones antropomórficas como las zoomorfas están vinculadas al mundo de los espíritus y los antepasados, por lo que los diseños no son ornamentales, sino que su función se acerca a lo sagrado.

El ámbito del arte por excelencia es la Casa Tambarán, ya que es en ella donde se encuentran la mayor parte de las obras sepik. Su interior es un espacio secreto y sagrado donde se guardan los objetos que no se pueden ver (no pueden ser vistos ni por las mujeres ni por los no iniciados) y los artefactos sagrados que se incluyen en las ceremonias. Las Casas Tambarán están relacionadas con los ritos de iniciación y dan prestigio al clan.

Estas casas duran más o menos veinte años. Los trabajos de construcción no pueden realizarse sin unos cuidados previos, ya que debe mantenerse un ambiente sacro propicio. De hecho, la construcción en sí es ya una ceremonia. Los hombres trabajan al alba antes de que las mujeres y los niños se despierten, de manera que el levantamiento de la casa (su estructura) quedará atribuido a los espíritus. Este hecho muestra la dualidad de pensamiento que existe en estas culturas: entre lo natural y lo sobrenatural y lo masculino y lo femenino.

Otro aspecto importante presente en la naturaleza de estos pueblos es la Caza de Cabezas, relacionada con la guerra, y que se encuentra básicamente en la etnia Asmat. Históricamente, las guerras de los Sepik no eran de exterminio (aunque la presencia europea cambiará este aspecto debido a la introducción de las armas de fuego). De hecho, la caza de cabezas también se daba en la América Precolombina y estaba naturalmente asociada a la guerra, al culto de los antepasados y a los ritos funerarios. Lo bélico ocupa un lugar central en muchas sociedades del Pacífico, porque por un lado es un vehículo de prestigio masculino y, por el otro, permite la apropiación de las energías vitales de los individuos enemigos. Un motivo para declarar la guerra puede hallarse en la necesidad de encontrar víctimas destinadas a los sacrificios.

Las armas, objetos importantes para la vida en el Sepik, pueden estar cubiertas de formas, esculpidas o pintadas y llegan a ser verdaderas obras de arte. Aparte de la presencia de las armas, los conflictos armados entre los Sepik se caracterizaban por la pintura corporal que se aplicaba sobre los cuerpos de los guerreros. Nada es ornamental ni arbitrario, sino que todo tiene una función, como por ejemplo aterrorizar al enemigo o hacer más eficaces las actuaciones emprendidas.

Máscara ceremonial Malangghan (Museo de la Universidad de Pensilvania, Filadelfia) Realizada en el siglo XX en la isla de Nueva Irlanda, en Nueva Guinea, esta muestra tribal de arte melanesio está compuesta de diferentes materiales ensamblados sobre tronco de madera, con ornamentos de fibras de lima, conchas y pigmentos. Convertidas hoy en reclamo turístico, originariamente estas máscaras se utilizaban exclusivamente en las festividades religiosas de las islas. 

Por otra parte, en las Casas Tambarán se encuentran unos escudos muy ornamentados. No se trata exclusivamente de elementos defensivos, sino investidos de un gran poder psicológico. Cada escudo lleva el nombre de un ancestro y está asociado a la persona que debe ser vengada. Originalmente se realizaban para una ceremonia, previa a la Caza de Cabezas. El escudo es propiedad del guerrero y está asociado a su persona y cuando muere se destruye. Es un elemento tan asociado a lo sagrado que unía la fuerza del hombre que lo utilizaba y el ancestro representado por el nombre del escudo. Tal creen que es su poder, que el enemigo debe rendirse con sólo verlos.

A pesar de las diferencias existentes entre los diferentes grupos de habitantes de la cuenca del Sepik, se han establecido una serie de elementos recurrentes en todas sus manifestaciones artísticas. Por ejemplo, es muy habitual encontrar narices fálicas, exageraciones del rostro y la cabeza, entre otros. Así mismo, las técnicas escultóricas se caracterizan por la inclusión de barro en muchos casos, ya sean obras talladas como ensambladas. Por lo que se refiere a la decoración, habitualmente ésta presenta motivos geométricos (triángulos, zig-zag, cenefas curvilíneas, círculos concéntricos ...).
Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Cabe tener en cuenta que los pueblos del Sepik no establecen una diferencia entre la función del objeto y su valor decorativo, como tampoco hay separación entre mito, rito y vida cotidiana.

Fuente: Historial del Arte. Editorial Salvat.

Nueva Guinea

La gran isla oceánica está dividida en la actualidad, por razones de herencia colonial, en dos estados: Indonesia al oeste y Papúa Nueva Guinea al este, que desde 1975 constituye un Estado independiente (fue primero colonia alemana -hasta 1919-, luego británica y más tarde, hasta su independencia, perteneció a Australia). El territorio de Indonesia lo constituye la provincia de Nueva Guinea Occidental (antiguo Irian Jaya) que fue colonia holandesa.

Cráneo melanesio de arcilla (Museo de las Artes Africanas y Oceánicas, París). Procedente de Papúa Nueva Guinea, esta cabeza de arcilla policromada y profusamente decorado con rasgos tribales se usaba como máscara ritual en bailes y liturgias con significado religioso.
En plena zona ecuatorial, tanto por su clima cálido y húmedo como por su intrincada geografía (que incluye una cordillera volcánica, con alturas de más de 5.000 metros y tres grandes cuencas fluviales), la población de Nueva Guinea es muy dispersa. La constituyen tres tipos de pueblos distintos: en la zona montañosa interior habitan pequeños grupos de pigmeos, restos de la primitiva población de la isla; en el norte y noroeste y en el sur habitan los papúes, mientras que los melanesios propiamente dichos son la población dominante en el oeste, sureste y en las islas vecinas. A pesar de la diversidad, todos los grupos -con la única excepción de los pigmeos- poseen una característica común: un profundo sentido estético que les lleva a decorar profusamente todos los objetos usados en cualquier aspecto de su vida cotidiana.

Ruban, divinidad de la sabiduría. Pintada sobre una corteza de árbol
procedente de Maprik, en Nueva Guinea, esta intrincada representa-
ción del dios demiúrgico del conocimiento responde a una ofrenda
supersticiosa. Los distintos pueblos de Nueva Guinea se caracterizan
por la gran profusión de objetos ornamentados aprovechando todo
tipo de superficies de maderas blandas y duras que les proporciona
la selva tropical y su microclima particular.
Sin duda, en la actualidad, los habitantes de Nueva Guinea constituyen el más importante foco de producción del que se ha denominado en Occidente arte primitivo.

Excelentes ceramistas, decoran los trípodes que utilizan como fogones; los recipientes para cocinar, de forma semiesférica, están recubiertos de motivos geométricos excisos y pintados, y además llevan caras humanas en relieve. Las chozas unifamiliares, con tejado a dos vertientes, ostentan en lo alto del gablete graciosas cabezas huecas, de rostros expresivos y sonrientes, destinadas a detener el paso de los malos espíritus.

Hábiles cesteros, fabrican bolsas para poner el producto de la recolección y para guardar la comida en el interior de las casas. Pero su mayor logro es, sin duda, las magníficas máscaras casco, hechas con fibras trenzadas, en forma de cabezas de loro, estilizadas, decoradas con bandas pintadas, y a las que  enriquecen con flores y plumas de ave de rutilante colorido. Estas máscaras son utilizadas en danzas y ceremonias que se celebran con motivo de la recolección de las cosechas del ñame.

Escudos rituales de los asmat (Museo de Agats, Nueva Guinea Occidental). La tribu de los asmat confería a las pinturas de guerra una especial importancia en su vida cotidiana. No sólo ornaban su cuerpo con representaciones monstruosas para atemorizar al enemigo, sino también sus escudos, que solían robar de los poblados vecinos para despojarles de su protección divina. Las armas se exhibían en las Casas Tambarán, ornadas con los nombres de los ancestros o con mantis religiosas antropomórficas, junto a cráneos humanos sobre los que descansaban reposando la cabeza para adquirir en sueños los recuerdos y los poderes de los muertos.
La corteza de ciertos árboles se emplea para construir tocados, como puertas de las chozas de las mujeres y también como elemento decorativo de los tímpanos de las grandes casas de reunión. En este caso, las láminas de corteza, cuidadosamente aplanadas y suavizadas, son decoradas con motivos pintados en vivos colores representando animales estilizados, o grandes máscaras humanas.

En algunas zonas de Nueva Guinea, la corteza batanada y pintada es utilizada para hacer faldas para las mujeres.

Las inmensas selvas tropicales proporcionan a los aborígenes excelentes materiales, que ofrecen gran variedad de posibilidades en su diversa tipología, desde maderas blandas, fáciles de trabajar y tallar, incluso con los cuchillos de pedernal o hueso que utilizaban hasta su contacto con los hombres blancos, hasta maderas durísimas, como la denominada en Occidente madera de hierro, con la que fabrican las enormes columnas y vigas de las casas de reunión.

Pintura figurativa de una Casa Tambarán (región del río
Sepik, Nueva Guinea). Exhibidas en el interior de las ca-
sas sagradas de los poblados como símbolo de ostenta-
ción y de poder, estas pinturas sobre cortezas de madera
sirven también de crónica y de recuerdo de las gestas de
los antepasados más importantes de cada clan. Antes de
que los objetos fetichistas de la zona quedaran devalua-
dos como meros souvenirs para turistas, los surrealista
reconocieron su admiración por las manifestaciones artís-
ticas de sus decoraciones, que imitarían hasta la saciedad
en la década de 1930.
Talla melanesia. Hallada en latmul, situado en el Sepik medio de
Nueva Guinea, esta escultura ceremonial repite el canon univer-
sal de muchos tótems y de iconos helénicos con un equilibrio per-
fecto que se sostiene sobre diferentes estrados figurativos. Cen-
trado en la forma de un personaje de cuerpo entero que se erige
sobre una base más pequeña de un busto muy tosco, se rompe
elegantemente la verticalidad manteniendo la simetría con las
alas abiertas del pájaro que se apoya en los hombros de la figura
superior.
Los indígenas de Nueva Guinea realizan, como ya se ha dicho, dos tipos de construcciones: pequeñas cabañas para las mujeres con sus niños y las grandes casas para los hombres. Las primeras suelen estar construidas sobre postes para evitar las inundaciones, cuando se producen crecidas de los ríos, o simplemente para paliar los efectos de las torrenciales lluvias tropicales.

Pero el gran alarde constructivo de los indígenas son las casas de reunión, que son a la vez lugar de encuentro, convivencia, templo y almacén de objetos suntuarios. Estas casas tienen una tipología bastante variada; pueden ser cuadradas, con tejados a cuatro vertientes, y construidas sobre pilares de madera, o bien estar asentadas en el suelo, con techo a dos vertientes, que se va elevando de atrás hacia adelante hasta formar en la fachada un alto frontón, el cual puede alcanzar hasta 20 metros de altura y ofrece una amplia superficie triangular que suele ser decorada con paneles de corteza pintada.

Choza tradicional (Palambei, Nueva Guinea). A lo largo de los
1126 km del río Sepik se pueden encontrar viviendas hechas
con tallas de madera pintadas con llamativos coloridos y ador-
nadas con enormes ojos, escudos y máscaras fantásticas. Al
predominar un sistema social de tipo matriarcal, muchas de es-
tas casas están destinadas a los ritos de pubertad y a los de la
iniciación sexual, identificadas por sus añadidos ornamenta-
les de mechones de cabellos, dientes de cerdos o conchas.
Postes esculpidos de una Casa Tambarán (región del río Sepik,
Nueva Guinea). En las casas ceremoniales que se difundieron
entre muchas culturas de Oceanía se incluían grandes postes
decorados con símbolos totémicos que identificaban a los prin-
cipales clanes del poblado. Muchos de los objetos rituales ha-
llados en estos edificios sacros para los iniciados y la invoca-
ción de los espíritus fueron recabados durante las misiones de
1928 por el padre Kirschbaum para la colección privada del pa-
pa Pío XI.
En el interior de estas casas se disponen plataformas para dormir, se conservan los objetos rituales, tales como máscaras, postes conmemorativos, sitiales para los jefes, escudos y armas para la guerra, zumbadores, placas para los espíritus, tallas para el culto a los antepasados, postes totémicos, grandes tambores de señales, y flautas y tambores para acompañar las danzas.

En ciertos casos, todos los elementos sustentantes de estas grandes construcciones están cubiertos de motivos tallados: los grandes troncos que a modo de columnas sostienen el techo, las vigas, las escaleras, etc. Los motivos suelen ser antropomorfos y zoomorfos, muchas veces de carácter totémico; los diseños se incurvan y entrelazan, ofreciendo imaginativas composiciones, pero siempre dentro de una ordenación dispuesta a ambos lados de un eje de simetría.

Fachada de una Casa Tambarán (Abelam, Nueva Guinea).
Situado entre el mar de Biskmarck y el río Sepik se levan-
ta entre las dos orillas esta casa de culto a los espíritus
típica de la zona. Su compleja pero frágil construcción obli-
ga a renovarla cada veinte años, manteniéndose siempre
una altura de 25 m. Presenta una fachada cerrada por una
pequeña puerta de acceso de fibra vegetal cubierta con pin-
turas coloristas que dan prestigio al clan que preside el po-
blado. La estructura del recinto está esculpida con imáge-
nes de divinidades y figuras de antepasados célebres.
La escultura exenta presenta una amplia tipología, con numerosas variaciones estilísticas en las distintas regiones de la enorme isla. Se la utiliza especialmente para el culto a los antepasados. Y suele consistir en una representación antropomorfa, bastante rígida e inexpresiva, pero con una sorprendente variedad de estilos de decoración. Esto es especialmente evidente en las creaciones de las tribus que habitan en la cuenca del río Sepik, cuyas tallas pueden tener cuerpos, brazos y piernas rígidas como palos, pero en cambio las cabezas poseen gran personalidad con sus caras ovaladas, gran nariz aguileña, de aletas dilatadas de forma oval, y ojos pequeños, a veces subrayados por incrustaciones de conchas que forman círculos concéntricos. Algunas etnias decoran estas figuras con motivos en espiral o en óvalos concéntricos, en colores blanco, negro y ocre sobre fondo oscuro, mientras que otros pueblos pintan sus figuras con motivos en diente de lobo de vivos tonos blancos, rojos, negros, ocre, e incluso verdes.

Otros curiosos objetos en los que aparecen figuras o cabezas exentas son los ganchos, o perchas, que se suspenden del techo de las cabañas para mantener colgadas de ellos las bolsas que contienen los alimentos, de modo que los reptiles o los roedores no puedan alcanzarlos. En toda la isla se tallan estas perchas en las que la creatividad de los indígenas se expresa con total libertad. A veces, son figuras masculinas perfectamente proporcionadas, otras, grandes rostros ovalados, con pequeños cuerpos que se apoyan sobre una pieza en forma de media luna, cuyos extremos sirven de ganchos.

Entre las máscaras de madera son frecuentes las que representan una cabeza entera, o bien un rostro muy alargado y oval en la que una larguísima nariz se incurva hasta enlazar con la barbilla; también hay máscaras en forma de figura completa que, formando óvalos concéntricos, van enlazando la nariz con el mentón; otro apéndice, surgido también de la nariz, se enlaza con el ombligo, y un tercero con el pene.

Decoración interior de una Casa Tambarán (región del Sepik,
Nueva Guinea). El interior de las casas de iniciación ritual de
los papúa es el lugar sagrado por excelencia de la estrecha im-
plicación de la ornamentación y la ceremonia religiosa. El espa-
cio resguarda los objetos secretos y sagrados de los clanes que
ofician los ritos, y en sus paredes, vigas y soportes se cuelgan
innumerables cortezas pintadas con símbolos masculinos rela-
cionados con la guerra y el cultivo del ñame y otros femeninos
que hacen referencia al cuidado del hogar, la fertilidad, la crian-
za y la creación artística.
Tanto las etnias que viven en la costa como las que habitan a lo largo de los ríos construyen esbeltas canoas, muy marineras gracias al uso de balancines a modo de flotadores. Estas canoas, construidas vaciando los enormes troncos de los árboles tropicales, llevan motivos decorativos en relieve adornando las bordas. Pero lo más destacable son las bellísimas tallas que decoran la proa y la popa; generalmente tienen forma de cocodrilo o de cabeza de estos saurios, pero frecuentemente dicho motivo se multiplica y, sobre la cabeza del cocodrilo, se superpone un pájaro de gran pico, del que puede surgir la cabeza de un cerdo salvaje o una figura humana.

También se decoran con figuras de bulto las larguísimas flautas ceremoniales, los propulsores, los recipientes para la cal que se toma para mascar el betel y otros muchos objetos.

En cuanto al relieve, puede decirse que su presencia es constante en la decoración: taburetes, bateas para la comida, tambores, etc. Son especialmente hermosos los diseños tallados sobre grandes tablas planas, de forma oblonga, que evocan a los espíritus de los difuntos. Los relieves son poco profundos, se difuminan suavemente, y el colorido subraya su misteriosa y mágica utilización.

Los hombres de Nueva Guinea tallan también el hueso, con el que fabrican cuchillos, leznas y agujas; también tallan la concha, especialmente para hacer adornos, collares y pectorales.

Walik Lumbura. Este ornamento ritual procedente de una casa melanesia de Nueva Irlanda muestra una figura central que probablemente representa a un anciano demiurgo flanqueado por dos círculos concéntricos y radiados con una presumible significación solar.
Una buena parte de los objetos de cestería, corteza y madera llevan otros materiales incrustados, sobre todo conchas talladas y pulimentadas, cauríes, trozos de caracol marino, simientes, frutos, flores o plumas de colores muy llamativos. Es muy frecuente la utilización de grandes y retorcidos colmillos de cerdo salvaje, así como de tufos de rafia, y de botones y espejitos de procedencia occidental, con lo cual consiguen efectos sorprendentes de colorido y movimiento.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

La zona Massim y las islas Trobriand


Estatuilla de bronce de las islasTrobriand
(Museo Petit Palais, París). En la zona si-
tuada al sur de Nueva Guinea el arte figu-
rativo adquiere un carácter particular, de 
mayor desarrollo técnico y mejor acabado, 
como ejemplifica esta talla de hombrecillo 
extraordinariamente refinada decorado con
típicos motivos concéntricos y en espiral, 
como se ve en las marcas de sienes y me-
jillas.
En la península más meridional de Nueva Guinea y en las islas vecinas, especialmente en las Trobriand, se produce un estilo artístico totalmente distinto al del resto de la gran isla. Estilo que se caracteriza por su elevado desarrollo técnico y sus refinados acabados. Motivos en espiral y concéntricos le confieren carácter; los diseños, previamente preparados, son incisos sobre la superficie de los objetos, hechos de maderas duras y oscuras, y las incisiones se rellenan con pigmentos rojos o blancos. En esta área no se realizan objetos para el culto o la magia, sino simplemente para el uso cotidiano. Hay que destacar las pequeñas espátulas para coger la cal que se masca junto al betel, las proas de canoa con motivos calados y los extraños escudos de danza de intrincados motivos serpenteantes.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La isla de Nueva Irlanda

En esta isla del archipiélago de las Bismarck se desarrolló un magnífico arte escultórico de gran fantasía y elaborado estilo. Este arte guarda estrecha relación con los ciclos de ceremonias que se realizan en torno al culto al espíritu de los antepasados. 

Talla ceremonial (Colección Philip Goldman,
Londres). Importada de Nueva Caledonia, es-
te cetro tribal de madera representa al seve-
ro jefe al cual perteneció. Blandiendo la cabe-
za tallada imponía su orden y respeto, y a su
muerte las figuras eran colocadas en el inte-
rior de la casa del líder como tributo al ante 
pasado. Las caras son siempre duras, de
formas bulbosas y de rasgos grotescos para
atemorizar a las fuerzas oscuras, y su estilizado
tratamiento simétrico responde a un interés
por mantener en armonía el cuerpo entre el
mundo terrenal y el limbo de los dioses.

Para estas ceremonias, de tipo funerario, se tallan esculturas que simbolizan o representan a los difuntos, tanto los cercanos como los ancestrales. Se trata de estructuras extraordinariamente elaboradas y complicadas, hechas para ser exhibidas en los ritos, danzas y festines que se desarrollan en festivales conmemorativos denominados malagan, que tienen lugar cada año y cada cinco años.

Son de tres tipos: esculturas que representan a los ancestros, máscaras y paneles heráldicos. Estas piezas son hechas por tallistas especializados, que a veces trabajan en ellas durante todo un año. Una vez acabadas las ceremonias, estas piezas suelen ser desechadas, y para el siguiente malagan se hacen tallas nuevas.

Constituyen un verdadero alarde de riqueza por parte de quienes ordenan hacerlas, y su exhibición se convierte en un motivo de regocijo, que se celebra con danzas y festines. Pese a tratarse de ceremonias funerarias, dedicadas a los difuntos, no hay demostraciones de pesar, sino de gozo y alegría.

Los paneles heráldicos llevan esculpidos motivos zoomorfos que identifican a los clanes que ofrecen las ceremonias; estos motivos, difícilmente identificables, pues suelen ser fragmentos superpuestos de distintos animales, se desarrollan en líneas ondulantes de fluido diseño. Los vivos colores con que se decoran estos paneles les confieren gran vistosidad y belleza.

Las figuras de antepasados son de aspecto bastante rígido y macizo, pero llevan superpuestos elementos heráldicos zoomorfos que les proporcionan un atractivo mágico sin igual.

Pero, sin duda, el elemento más imaginativo del arte de Nueva Irlanda son las máscaras casco que cubren totalmente la cabeza del danzante y que en intrincadas combinaciones ostentan diferentes fragmentos de los cuerpos de pájaros, hombres, serpientes y cerdos. Estas máscaras suelen llevar paneles adosados, a modo de alas, con motivos geométricos muy trabajados y con múltiples perforaciones. Además, también suelen llevar adornos hechos con distintos materiales: incrustaciones de conchas, tufos vegetales, cabelleras de cuerdecillas, botones y colmillos de cerdos salvajes.

Chamán melanesio. Esta escultura hallada en la isla de Ambrym, en las  Nue-
vas Hébridas, muestra una usual representación de un hechicero en pleno tran-
ce, ostentando sobre su cabeza el tocado emplumado que le destaca como cha-
mán. Este sacerdote tenía la suficiente autoridad para formular acusaciones pú-
blicas sin discusión y servía de curandero del poblado, con tratamientos agre-
sivos como la ingesta de orines la provocación del vómito en el paciente. En 
sus rituales se combinaba una escenificación litúrgica teatralizada acompañado 
por danzas y músicas litúrgicas y una gran y aparatosa vistosidad en los vesti-
dos y los gestos.

En cuanto a las manifestaciones artísticas de los demás pueblos de Melanesia cabe destacar las tallas realizadas por los indígenas de Nueva Caledonia y por los de las Nuevas Hébridas. No obstante, hay que decir que se trata de un arte del pasado, prácticamente extinguido en la actualidad, ya que los habitantes de estos archipiélagos sufrieron un duro trato por parte de los países colonizadores (Francia y Gran Bretaña), por lo que su cultura estaba destruida casi por completo a comienzos del siglo XX.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Micronesia

Esta amplia región de Oceanía, como su nombre indica (pequeñas islas), comprende una serie de archipiélagos (Carolinas, Marianas, Marshall, Gilbert y Palaos) compuestos por pequeñas islas y atolones de origen volcánico y muy distantes entre sí. Excepto las islas Gilbert, que son dominio británico, los demás archipiélagos son administrados por Estados Unidos.
Templo de Nan Madol (Ponape, Islas Carolinas). Conocida como "la Venecia del Pacífico" por haber sido construida sobre 'pequeñas islas artificiales unidas por una red de canales, la antigua capital política y ceremonial de la dinastía Saudeleur, presenta una arquitectura megalítica cuyo origen se remonta al siglo XII y que originariamente fue poblada por un total de 25.000 habitantes antes de la llegada del hombre blanco.

Sus habitantes llegaron a los archipiélagos en migraciones procedentes de Indonesia y se parecen bastante a los polinesios. Su cultura es homogénea, son excelentes navegantes y hábiles artesanos, pero no pueden ser considerados como creadores de estilos artísticos de interés.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

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