Punto al Arte: 02 Arte gótico en España
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Arte gótico en España

A la inspiración y maestría de los artistas franceses se debe el impulso para el nacimiento del gótico. Y si es justo reconocer que en las catedrales galas nació la nueva concepción del arte que ya en el siglo XIII se habría extendido a muchas zonas de Europa, no menos cierto es que en España, gran deudora de la influencia francesa, el estilo gótico, que evolucionaría con características propias, alcanzó cotas de belleza a la altura de las obras cumbre del país galo.

La influencia gótica entrará en la península Ibérica en un momento de gran auge para las ciudades y la incipiente y rica burguesía, que basaba su prosperidad, sobre todo, en los privilegios que le eran concedidos y en el comercio, por lo que hacían falta nuevas formas arquitectónicas acordes con el estatus de la nueva clase social que nacía.

Puerta del Sarmental (catedral de
Burgos). En el crucero sur de la
catedral, se esculpieron las prime-
ras esculturas realizadas para el
templo (hacia 1230). Su estilo y
técnica recuerdan al maestro del
"Beau-Dieu" de Amiens, quien quizá
pasara un tiempo en Burgos. 
Por ello, como se tendrá ocasión de comprobar, aparte de las espléndidas catedrales españolas, comparables a los mejores templos europeos, el gótico civil ha legado algunas de las obras más relevantes de ese período, pues, si las catedrales reflejaban la grandeza de Dios, por su parte, las lonjas, palacios y castillos debían convertirse en un trasunto del estatus de la burguesía.

Como es sabido, en España aún había de completarse la Reconquista en aquel siglo XIII y dominaban buena parte del territorio de la Península el reino de Castilla y León y el reino de Aragón, no exentos de conflictos internos. Por ello, las distintas relaciones y alianzas que establecen ambos reinos con Francia dan lugar, a su vez, a una influencia artística diferenciada y a una manifestación y evolución algo distintas del gótico. Por ejemplo, la Corona castellano-leonesa se beneficiaba de su vínculo con el Anjou y Borgoña, mientras que al reino de Aragón la influencia llegaba de Provenza y Languedoc. Asimismo, no hay que olvidar la importancia decisiva de la implantación de la Orden del Cister en la Península, que traía consigo el germen del nuevo estilo que renovaría el arte español.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La transición del románico al gótico en España

Vista del exterior de la catedral de Sigüenza a 

través de un arco.

Es muy frecuente encontrar en España monumentos de transición ejecutados por maestros del país, todavía no familiarizados con los nuevos métodos, y, más aún, monumentos empezados con planta y disposición románicas en los elementos sustentantes y que, al llegar a la bóveda, fueron cubiertos con los sistemas del arte ojival. Existen características regionales, ya que las del reino de Aragón, que comprendía también Cataluña, Valencia y Baleares, derivan de los métodos peculiares del estilo en Provenza y Languedoc, mientras que en el centro de la Península, en Castilla, León y el norte de España, la influencia llega de las escuelas desarrolladas en el dominio real francés, del Anjou y de Borgoña, países de estrecha relación con los monarcas castellanos.


En Castilla pertenecen al período de transición las catedrales de Sigüenza, Ávila y Ciudad Rodrigo, empezadas en el siglo XII. Iniciadas con un plan románico, sus constructores se vieron sorprendidos por la introducción de las formas góticas, que aceptaron resueltamente para las bóvedas, y buen ejemplo de ello es la de Ciudad Rodrigo, iniciada aún con métodos cistercienses.

La de Sigüenza tiene, además, carácter de fortaleza, pues posee una fachada flanqueada por dos torres; la de Ávila presenta en el ábside un carácter militar más acentuado: las capillas están empotradas en un grueso muro cilindrico, revestido por fuera de grandes piedras y con tres pisos de almenas, y, como la de Sigüenza, el estilo gótico pudo caracterizarlas en su interior debido a la prolongación de las obras.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las grandes catedrales españolas

El arte gótico fue en España de importación francesa, como en todos los demás países de Europa, pero acaso tan sólo Alemania pueda parangonarse con España por la manera entusiástica de recibir este arte francés y asimilarlo de modo tan perfecto. Ni Italia, ni Inglaterra, ni las demás naciones del centro y el norte de Europa hicieron, durante los siglos que estuvieron bajo la sugestión de las formas góticas, nada más que emplearlas como por necesidad, repitiéndolas como una lección aprendida que se recita de memoria. No ocurrió así en España. Las catedrales de León, Burgos y Toledo, por la pureza de su estilo y la magnitud monumental de su disposición, pueden ponerse al lado de las más espléndidas francesas.


Catedral de Burgos. Una de las máximas realizaciones del gótico hispano, reúne la rica variedad de formas que aparecen sucesivamente en los siglos XIII, XIV, XV y XVI. Se ha dicho que se inspira en las catedrales francesas, sin parecerse a ninguna de ellas. Si las flechas de las torres tienen aspecto francés, la articulación es nórdica y el cimborrio típicamente plateresco: las reformas y añadidos se sucedieron hasta el siglo XVII.  

⇨ Catedral de Burgos. En su interior resulta fácil también apreciar la yuxtaposición de formas nórdicas y elementos decorativos platerescos. El triforio se abre en grandes arcos escarzanos con arquivoltas adornadas de insólitas cabezas humanas; la complicación de la bóveda de crucería se halla próxima a un gótico flamígero. Se inició en 1221 en sustitución de la antigua catedral románica y la linterna se acabó en 1567.  



No hay disminución de espíritu ni pérdida de fuerza expresiva en las formas góticas al atravesar éstas los Pirineos, y gran parte de la población se asimiló el estilo gótico francés de tal manera, que los constructores de iglesias rurales, casas particulares, palacios y castillos siguieron empleándolo cuando ya había sido arrinconado en su país de origen. Además, el estilo gótico en España no se mantuvo estacionario, sino que evolucionó y aceptó las novedades de las escuelas flamenca y renana, adaptándolas a las características españolas, y nunca los constructores de la Península permanecieron apartados del movimiento internacional.

Vale la pena prestar atención a algunas de las vías de penetración de este estilo en la Península; en primer lugar, España había sido preparada para recibir el estilo gótico por los monjes del Cister, que a principios del siglo XIII, o antes aún, construyeron sus grandes conventos de la Orden reformada; después, en el reino de Aragón, influyeron las relaciones que la casa condal de Barcelona tenía con el Languedoc y Provenza y la intimidad de trato de los obispos catalanes con los de Narbona, de Montpellier y de otras sedes en el Mediodía (Midi) de Francia.

Catedral de Toledo. La Puerta de los Leones, del siglo xv, es un portal lateral que se abre al transepto y que tiene una profusa decoración escultórica. Los maestros de esta catedral fueron Martín y su sucesor Petrus Petri (o Pedro Pérez), "cuya fama cundió por sus buenos ejemplos". Fue comenzada en 1291 y se obró en ella hasta el siglo XVIII.  

Catedral de Toledo. Este detalle permite apreciar el interior de las naves y el trascoro. Una de las características más importantes de esta catedral es la doble girola que rodea la parte trasera del presbiterio. Otro de los elementos característicos es el número de naves, que en este caso son cinco. 

En el reino castellano-leonés existía también una preparación del estilo francés meridional en la escuela de Galicia, pero fueron los casamientos de varios reyes con princesas de las casas de Anjou, Borgoña y Plantagenet los que motivaron la introducción del gótico francés en el centro de la Península. Llegó éste tan pronto, que varias catedrales españolas son anteriores a algunas de las francesas más renombradas.

El primer monumento que hay que tener en cuenta al estudiar el arte gótico en el centro de la Península es la catedral de León, con sus magníficos ventanales, que conservan la mayoría de sus vidrieras policromas, y cuyo interior está matizado y manchado por los rayos de luz que hasta coloran, según las horas del día, a los devotos y visitantes.

Fachada de la catedral de Cuenca. Está situada en la plaza Mayor de la ciudad. Este templo, de estilo gótico normando, empezó a construirse en el siglo XIII, durante la época de esplendor de la ciudad. A lo largo de los siglos XIV y XV se añadieron otros elementos, entre ellos la girola. La fachada aparece dividida en dos cuerpos; en el inferior están las entradas, la principal y las dos laterales, y en el superior los tres grandes arcos a imagen de los inferiores con bello rosetón en el central.  

La catedral de Burgos, sin duda alguna más importante que la de León, es también obra puramente gótica, aunque hoy esté como sepultada entre la acumulación de nuevas bellezas que se le han ido añadiendo con el transcurso de los siglos. Se ha dicho que en Burgos hay dos catedrales superpuestas: una del siglo XIII, que lleva adherida otra del XV.

Catedral de Ávila. El ábside queda encerrado en una torre que sobresale de la muralla que formaba parte del recinto defensivo de la ciudad. El aspecto militar de esta catedral, ilustra acerca de la atmósfera una época dominada por la lucha espiritual y la territorial que los cristianos libraban contra los musulmanes de la Península.  

La planta de la catedral de Burgos es de tres naves, con girola en el ábside y capillas; el transepto tiene una sola nave, y los pilares que flanquean el crucero, en el centro, son muy grandes, como en las iglesias románicas, para recibir la torre o lucernario octogonal. Por fuera tiene otras dos torres en la fachada; su aspecto, no tan cambiado como en el interior por los aditamentos posteriores, es el de una catedral francesa de buen estilo. Las naves están sostenidas por una hábil combinación de contrafuertes, y tiene, además, grandes ventanas partidas, con vidrieras, aunque no tan grandes como las de León.

La catedral de Segovia es el último ejemplo de gótico hispano. Fue comenzada en 1525 según proyecto de Juan Gil de Hontañón y se concluyó en el siglo XVII. Puede apreciarse en esta vista del ábside la estructura externa de su cabecera y sus capillas radiales adornadas con pináculos sobre los contrafuertes que sostienen a los arbotantes.  


Acaso fuera español el primer arquitecto de la catedral de Toledo, aunque de él sólo se sepa que se llamaba Martín y dirigió la obra entre los años 1227 y 1234. Una lápida sepulcral de 1291, todavía en la catedral, pide un recuerdo y gloria eterna para cierto Petrus Petri magister ecclesie Sanete Marie Toletane. ¿Quién era este Petrus Petri (Pedro Pérez) que demostraba tanta originalidad y audacia al planear la construcción? Para los franceses, naturalmente, ha resultado un francés, un tal Pedro de Corbie, el cual, inter se disputando, dibujaba en el álbum de Villard de Honnecourt la planta de un ábside muy parecido al de la catedral de Toledo. Para los arqueólogos castellanos sería un maestro del país que continuó, mejorándola, la traza del maestro Martín.

La catedral de Sevilla se comenzó en 1402, pero no fue concluida hasta 1506. Ocupó el lugar de la antigua Mezquita Mayor y fue concebida como una obra excepcional. El Cabildo reunido acordó en 1401 "labrar un templo de grande magestad e de rica labor de cantería, qual conviene a tan noble catedral que sea el más grande e más bien dispuesto que haya en estos nuestros Reynos". 

La catedral de Toledo tiene particularidades que demuestran verdaderamente un genio más independiente del que solían tener los maestros que venían del otro lado de los Pirineos. No está calculada, como las de León y Burgos, con pilares reducidos que fían, para el equilibrio, en los contrafuertes exteriores: en Toledo, los pilares son gruesos y el sistema de contrafuertes es sumamente reducido, casi embrionario. Tiene cinco naves, escalonadas de la central a las laterales, lo que contribuye no poco a contrarrestar el empuje. Las dos naves laterales dan la vuelta al ábside, formando una doble girola o nave anular, de un efecto extraordinario.

Catedral de Sevilla, puerta de la Lonja, llamada también del Príncipe. En esta imagen vemos el aspecto general de uno de sus nueve portales. El tamaño de la catedral de Sevilla hace que sea la catedral de estilo gótico más grande de toda la cristiandad. Las riquezas provenientes del territorio americano hicieron posibles la suntuosidad que podemos ver en algunas partes de la catedral, como en el caso de esta puerta de la Lonja o del Príncipe. 

Posee también grandes ventanales a lo largo de la nave mayor y en las fachadas del transepto, de modo que la iglesia resulta sumamente iluminada. La catedral de Toledo fue en la época de su mayor esplendor, y lo es en gran parte todavía, algo único en el mundo; una especie de guardajoyas que conserva intactas las esculturas, los sepulcros, los tapices, las alfombras y los muebles con que la catedral primada se ha ido enriqueciendo por el genio fastuoso de Castilla.

Excepcional, única, sin antecedentes ni imitaciones en España, es la catedral de Cuenca, construida en época temprana, pues se consagró el ábside en 1208. Cuenca fue reconquistada por Alfonso VIII, casado con una princesa inglesa, Leonor Plantagenet, y es opinión de Lampérez que la reina debió de llamar a arquitectos anglonormandos para la dirección de la catedral. La iglesia de Cuenca tiene detalles que no se encuentran más que en catedrales normandas o inglesas. Es un monumento bellísimo, que se diría trasplantado, como la catedral de León, con la diferencia de que ésta es de un gótico universal, mientras que la de Cuenca corresponde a un estilo local y peculiar, y efímero como todo lo excesivamente singularizado.

Catedral de Sevilla. Impresionante nave central con una cubierta de bóvedas de crucería, mostrando los nervios y su asentamiento sobre soberbios pilares. El edificio consta de cinco naves -la central más alta que las otras-, un ábside semicircular y otras dos naves más formadas por las capillas laterales, las cuales también casi ocultan los contrafuertes dobles. 

Si las de Ávila, Sigüenza y Ciudad Rodrigo son ejemplos de catedrales de transición entre el románico y el gótico, y Toledo, Burgos y León muestran la penetración del estilo gótico francés puro en el siglo XIII, las catedrales de Salamanca y Granada son modelos interesantísimos de otro período de transición entre el gótico y el primer estilo de renacimiento español que ha sido llamado plateresco.


La catedral de Salamanca no se concluyó hasta fines del siglo XVIII, pero en sus partes principales es todavía de estilo gótico por su estructura y hasta su decoración, pero todo interpretado con un espíritu nuevo. Las basas de las columnas presentan gran complicación de molduras, y las bóvedas son estrelladas, con multitud de nervios entrecruzados que han perdido todo recuerdo del primitivo uso de los arcos aristones. Por fuera, pináculos y torres están llenos de ornamentos superpuestos, aunque establecidos con orden y gusto exquisitos.

La catedral de Palencia fue construida a fines del siglo XIV sobre una cripta visigótica. Se ha dicho que es una réplica de la catedral de Burgos con algunos elementos de la de León. Aquí se la· aprecia en toda su longitud: la nave central más elevada que las laterales, la puerta de acceso al crucero, el campanario y una complicada cabecera monumental. 

Las catedrales de Segovia y Granada corresponden al mismo estilo de transición que está presente en la de Salamanca. Es sorprendente la rapidez con que se verificaba el cambio y los esfuerzos y caudales empleados para estas construcciones de vanguardia. España, después en general recelosa de lo nuevo y lo exótico, acogía entonces con furor los últimos inventos, se los asimilaba y transformaba, quedando ella misma más hispánica por su absorción.

Catedral de Ciudad Rodrigo. Vista de la galería norte y del claustro. La peculiaridad de éste consiste en que una de sus alas pertenece al gótico cisterciense -caracterizado por su austeridad decorativa y pureza de las líneas- y las otras tres al último período gótico.     

Las construcciones en España de fines del siglo XV son de una perfección técnica, de una habilidad de plan y precisión de detalle que admiran más en un país propenso a descuidar lo elemental para abstraerse en la concepción de las síntesis. Y lo más extraordinario es que estos monumentos se construyeron antes de que pudiera emplearse el oro de América. Si no se temiera la paradoja, podría decirse que no fue el oro de América lo que facilitó la construcción de las últimas catedrales españolas, sino que el mismo espíritu que animaba a canónigos y potentados a levantar monumentos tan descollantes fue lo que les hizo avanzar a través del piélago para recibir un continente en recompensa. Esto se demuestra en el caso de la catedral de Sevilla, empezada en el año 1402, casi un siglo antes del primer viaje de Colón. 

Seu Vella, antigua catedral de Lleida. En esta vista destaca su torre de setenta y seis metros de altura, es de base octogonal y tiene altos ventanales góticos. Durante la Guerra de Sucesión la catedral de Lleida se convirtió en cuartel militar por lo que años más tarde se inició la construcción de la catedral nueva. 

Es muy conocido el acuerdo del cabildo de “hacerla tal y tan buena que no hubiera otra igual, aunque los venideros los tuvieran por locos”. La gigantesca catedral es aún de formas góticas francesas, pero ordenadas de un modo original que no se parece al de ninguna otra. Es la mayor iglesia gótica del mundo. Tiene cinco naves y las capillas son tan altas, que forman como dos naves más, o sea siete en conjunto. La del centro es mucho más alta que las dos siguientes laterales, y para contrarrestar su empuje hay unos dobles contrafuertes muy bajos que exteriormente apenas se ven por ocultarlos las capillas. La catedral de Sevilla remata en un ábside plano, sin girola, debido tal vez a haberse interrumpido la obra ya en el siglo XVI.

⇦ Catedral de Tarragona. La nave central de este templo es casi románica por su amplitud de catorce metros y su moderada altura. Está separada de las naves laterales por pilares con pares de columnas cilíndricas apoyadas en machones cuadrangulares. En su construcción, de tipo cisterciense, se aprovecharon sillares romanos. 



Satélites de estos monumentos de primera magnitud son las iglesias catedrales góticas de Burgo de Osma y de Falencia; la de Oviedo, que sustituyó de la antigua basílica del Salvador; las de Calahorra y Astorga; las de Alcalá, Bilbao, etc. Muchas de ellas tienen todavía el claustro con aberturas decoradas con calados. Algunas veces el aspecto de estos claustros resulta modificadísimo por las nuevas capillas abiertas más tarde y los aditamentos posteriores de sepulcros de otro estilo, pero contribuyen a caracterizar la personalidad de cada obra.

Las grandes catedrales francesas perdieron muy pronto los claustros; antes de la Revolución fueron destruidos ya por los cabildos. En cambio, en España la catedral de Pamplona lo único que conserva intacto, de su primitivo edificio gótico, es el claustro. Pero, por regla general, tales claustros se enriquecieron y reformaron continuamente; así es curioso observar en la catedral de Ciudad Rodrigo cómo, siendo aún una de las alas del claustro de puro estilo cisterciense, las otras pertenecen a los últimos tiempos del goticismo. Una catedral románica, como la de Santiago, tiene también un claustro gótico del siglo XV.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La catedral de León


Encargadas por el obispo Manrique de Lara, las obras de la llamada pulchra leonina comenzaron en 1258 y concluyeron en 1303. El proyecto debió obedecer a la necesidad de León de reestablecer su valor después de que el reino se uniera en 1230 a Castilla. El edificio, atribuido al arquitecto francés Enrique y ubicado en el camino de Santiago, se inspiró en la catedral de Reims, y adoptó el gótico pleno del siglo XIII francés, caracterizado por enormes vitrales de tracería y grandes rosetones, aprovechando el espacio de carga liberado en los muros mediante la introducción de arbotantes.

Tras la muerte del francés, encargado también de la construcción de la catedral de Burgos, ambas obras pasaron a cargo de Juan Pérez. Entre 1476 y 1481, se añadió a la catedral de León el coro, compuesto de dos filas de sitiales extraordinariamente tallados en nogal por Juan de Malinas y el holandés Diego Copín. La utilización de la piedra hallada en la región, de escasa finura y deleznable en muchos casos, provocó el deterioro sistemático de la catedral: la restauración del siglo XIX aspiró a reintegrarle su altivez gótica.

En su fachada, la obra presenta un triple pórtico de arcos ojivales inspirados en los brazos del crucero de la catedral de Chartres. Las puertas, adornadas con elaborados relieves, representan el principal elemento decorativo del exterior de la iglesia. En el tímpano aparece la imagen de Cristo entre la Virgen y San Juan, con una escena del Juicio Final debajo. En los flancos del frente se encuentran las asimétricas torres del reloj y de las campanas.

Pero la particularidad más destacada de la catedral se halla en sus vidrieras. Algunas de las ventanas datan del siglo Xlll y están consideradas como las más importantes del medioevo español. Presentan características del gótico inglés y la superficie que ocupan ha ganado casi todo el espacio mural. Los tres cuerpos en que están compuestas se corresponden con los mundos natural, humano y celestial. Las ventanas inferiores de la nave central se constituyeron con motivos naturalistas de especies vegetales de la región leonesa, como álamos y robles. Las ventanas del triforio representan motivos heráldicos de exuberante policromía. Es importante subrayar como atributo innovador de la catedral su claristorio o cuerpo alto de las ventanas, con vidrieras ojivales que representan imágenes de santos y profetas.

Las columnas del interior de la iglesia poseen capiteles naturalistas labrados con motivos vegetales, que dan cuenta del interés artístico por captar la naturaleza que se extendió desde el norte de Europa en el siglo Xll. Aunque no cuenta con una nave de altura excepcionalmente elevada, la espigada elegancía y la sobriedad de la decoración, desahogan el interior confiriéndole una sensación de altura.

El trascoro de alabastro de la catedral es un añadido renacentista llevado a cabo por Baltasar Gutiérrez y Esteban Jordán. Vale la pena destacar el retablo gótico del siglo XV que conserva el templo. Obra del artista Nicolás Francés, el políptico relata la vida de San Froilán, patrono de la diócesis de León, pintado al óleo sobre tabla y guarnecido con panes de oro.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La arquitectura en la Corona de Aragón

En los territorios de la Corona de Aragón el clima, más templado que el del centro de la Península, no exige las cubiertas de doble pendiente, y los monumentos se cubren con la azotea plana, rellenándose con mortero y cascotes las enjutas de las bóvedas. Los arbotantes se reducen a su más mínima expresión; se procura contrarrestar los empujes por medio de contrafuertes que quedan incorporados al interior del templo como muros de separación de las capillas. Todo esto da a los edificios de las regiones mediterráneas de la península un aspecto exterior algo pobre, pero, en cambio, al interior tienen una elegancia más serena, una simplicidad más estética, menos suntuaria, que los monumentos de la escuela castellana.

Lo que distingue sobre todo a la arquitectura gótica catalana de la del resto de Europa es su tendencia a crear amplios espacios equilibrados, como grandes salas, huyendo del esquema longitudinal de las iglesias-corredor, típico del gótico francés y castellano. De ahí las grandes anchuras de las naves centrales: frente a los 12 o 14 metros de luz, típicos del gótico francés, la Seu de Manresa tiene 18 y la catedral de Girona 23. A menudo las bóvedas se sustituyen por techumbres de madera sobre arcos diafragmas, que dividen la nave en tramos iguales. Finalmente, los trazados que se imitan y los métodos constructivos son los de las escuelas del Mediodía de Francia, con influjos del arte italiano; no hay en los territorios de la monarquía catalana-aragonesa ejemplos de trasplante de tipos góticos del norte de Francia, como son las catedrales de León, Burgos y Cuenca.


Monasterio de Sant Cugat del Vallés. La fachada almenada, del siglo XIV, refleja la disposición de la estructura interior de tres naves con sus rosetones, el central absolutamente extraordinario.  

Como monumentos de transición del período románico, hay que citar en primer lugar los ejecutados con arreglo a las tradiciones de la escuela cisterciense. La catedral de Lleida, obra maestra de este arte madurísimo, que recoge toda la experiencia de los últimos constructores románicos, con planta de tres naves, con crucero y cimborio; los pilares son ya compuestos, como presintiendo las bóvedas por arista que se impondrán en un futuro inmediato. Iniciada en 1203 por Pere Ça Coma, magister et fabricator, se construyó con tal rapidez que pudo ser consagrada en 1278. La fachada principal se abre dentro de un claustro que forma un nártex espaciosísimo, y este pórtico monumental de la iglesia debía de ser más agradable, porque, erigida la catedral en la cumbre de un monte, una de las alas del claustro tiene abiertas sus arcadas sobre la vertiente de la colina, que está cortada a pico y domina toda la llanura del Segre.

⇦ Interior de la catedral de Barcelona. A pesar de que en ella intervinieron varios constructores que trabajaron durante siglo y medio, mantiene una unidad estilística, rota solamente por un añadido del siglo XIX que incorporó su fachada occidental y el cimborrio.  



La catedral de Tarragona es aún obra de tipo cisterciense sorprendida por el estilo gótico. El ábside, iniciado en 1171, es todavía un cascarón hemisférico, sin nervios; no hay tampoco girola, pero sí una torre octogonal en el crucero, característica de las grandes iglesias monásticas de la Orden del Cister. Los pilares tienen un robusto molduraje para recibir las bóvedas por arista de las naves. La nave mayor, que es mucho más alta que las dos laterales, como en las catedrales francesas y castellanas, está contrarrestada por unos contrafuertes rectangulares. El interior de la catedral -construido durante el siglo XIII- es de una sobriedad y sencillez de líneas que se avienen al genio del lugar; es obra verdaderamente clásica, aunque tenga formas medievales. La fachada es gótica, pero quedó sin terminar. Se ha dicho que la línea horizontal del remate del edificio desconcertó a los constructores, y por esto en la catedral de Tarragona se ve levantarse un frontón en la fachada, que es un simple muro triangular en el aire y no responde a un sistema de cubierta posterior, como si se hubiese pretendido aplicar una línea de fachada gótica francesa a la traza típicamente catalana de iglesias con azotea en lugar de tejado. Pero la realidad es que el coronamiento, a primera vista enigmático, de la catedral de Tarragona es un inicio de espadaña, tradicional en Cataluña, que aquí revestía el carácter monumental -y a la vez sencillo- de la de San Miguel de Lucca, en Italia. Su claustro plenamente cisterciense aún, recuerda al de la abadía de Fontfroide, en Provenza, de la cual dependían muchos monasterios de Cataluña. Los monjes del vecino monasterio de Santes Creus, sufragáneo de Fontfroide, pudieran haber dirigido la construcción.

La catedral de Girona reproduce en su presbiterio octogonal con nueve capillas radiales la fórmula de la catedral de Barcelona, pero a principios del siglo XV se proyectó transformar la planta de tres naves en una sola; ello dio lugar a la famosa controversia de 1416 que reunió en Gerona a los maestros más ilustres. Catedral de Tortosa. Esta vista permite apreciar el sector del ábside, con sus contrafuertes y arbotantes. La luz se filtra por los amplios ventanales que se abren en los muros entre los contrafuertes. Si bien en esta catedral construida sobre los vestigios de un templo romano prevalecen las trazas góticas, su fachada se acabó tardíamente en un marcado estilo barroco.   

Un caso típico de obra cisterciense que logró alcanzar la invasión de las formas góticas es la iglesia del monasterio de Sant Cugat del Valles, cercana a Barcelona. El ábside, el cimborio y las partes bajas del resto del monumento son aún las que corresponden a la pura obra cisterciense, pero al llegar a la fachada se aceptó el estilo nuevo, que imponía una gran puerta ojival con derrames y un gran rosetón calado encima.


Catedral de Tortosa. Esta vista permite apreciar el sector del ábside, con sus contrafuertes y arbotantes. La luz se filtra por los amplios ventanales que se abren en los muros entre los contrafuertes. Si bien en esta catedral construida sobre los vestigios de un templo romano prevalecen las trazas góticas, su fachada se acabó tardíamente en un marcado estilo barroco.   

Ya completamente gótico y del todo nacional es el monumento maravilloso de la catedral de Barcelona iniciada en 1298 y construida durante el siglo XIV. Tiene tres naves y giróla esbeltísima que parece inspirada en la de la catedral de Narbona, pero en todo lo demás las formas góticas están aplicadas con una intensa originalidad. El crucero es rudimentario y en los pequeños brazos que forman el transepto cargan dos robustas torres; el cimborio, en lugar de estar sobre el crucero, se halla a los pies de la iglesia, lo que constituye una novedad sin precedentes. Además resulta habilísima la disposición de las naves, la mayor casi de la misma altura que las dos laterales. Las capillas son bajas, pero encima de ellas corren unas galerías, que conforman como dos naves altas. Los contrafuertes son interiores, esto es, forman los muros divisorios de las capillas y de los espacios que van sobre las mismas, lo que permite dar gran elevación a las dos naves laterales y conseguir que el monumento tenga, en su interior, unidad extraordinaria.


Santa María del Mar. Localizada en un barrio de armadores y marineros de Barcelona, cuando en el siglo XIV Cataluña era un poderoso estado mediterráneo, responde al tipo más puro de gótico catalán. Paredes lisas, amplitud espacial y grandeza arquitectónica con el mínimo posible de elementos. 

Caracteriza mucho al edificio su iluminación especial: la luz penetra a través de las capillas y galerías y aun tiene que filtrarse por las columnas antes de llegar al suelo. ¡Qué diferencia del efecto de luminosidad directa de la catedral de León! La penumbra en que queda sumida la de Barcelona no es la fría y homogénea media luz de las catedrales del Norte, envueltas siempre en nieblas: es la deseada oscuridad del país del sol, cuyos rayos se tamizan con celosías. Por su ambiente y coloración especial, la catedral de Barcelona constituye el mayor contraste con las catedrales castellanas, donde hay excesiva iluminación, a consecuencia de haberse empleado en el clima local un sistema de ventanales que correspondía únicamente a los países del Norte. Los constructores de la catedral de Barcelona se llaman Riquer, Fabré, Bertrán, Roquer, Franch, Sola, Gual, Escuder…, uno después del otro, todos nombres catalanes o catalanizados hasta hacer perder la pista de su origen forastero, si lo tuvieron.



Catedral de Palma de Mallorca. Representa la última etapa de la evolución de los templos góticos catalanes. Fue comenzada a principios del siglo XIV y sus enormes proporciones, sus altas bóvedas sobre pilares octogonales, exigieron ese despliegue de contrafuertes exteriores que le dan su aspecto de gigantesco crustáceo.  

Las catedrales francesas al lado de la de Barcelona parecen obras académicas, exhibiendo fría amabilidad; las catedrales castellanas parecen orgullosas de pompa imperial; la de Barcelona austera, mística, diríase que quiere renunciar hasta a su belleza, ¡y es precisamente por esto que es tan bella! Imitada en otro monumento catalán, la Seo de Manresa, esta hijuela carece ya de la vibración moral que se nota en la catedral barcelonesa. En la propia Barcelona, la gran basílica de Santa María del Mar, obra de Berenguer de Montagut, es otro edificio lleno de espiritualidad. Comenzada en 1329, es quizá la obra que expone con mayor pureza las características del gótico catalán: al exterior, preferencia por las superficies lisas, predominio de los espacios llenos sobre los vacíos, y azotea plana sin tejados; en el interior, una esplendorosa sala de tres naves de casi igual altura, que domina el espacio horizontal y no sólo verticalmente como en las iglesias-corredor del gótico continental. 


⇨ Catedral de Palma. En su interior, los cristales de colores de sus amplios ventanales filtran la potente luz de la isla. Se completó en 1529 e intervino en su construcción el famoso maestro Guillem Sagrera. Merece una mención especial el Portal de Migdia o del Mirador, gran ejemplo de iconografía gótica. En el siglo XIX Antoni Gaudí y Josep Maria Jujol intervinieron tanto en el interior como en el exterior del templo. 



La catedral de Girona tiene un ábside con giróla muy parecido, aunque en escala menor, al de la catedral de Barcelona. Evidentemente los canónigos de Girona se proponían hacer, en tamaño menor, un edificio igual a la catedral de Barcelona, pero se encontraron con que la iglesia hubiera sido una reducción enana de aquélla. El arquitecto director, que a comienzos del siglo XV era un tal Guillem Bofill, mostrase partidario de no continuar la construcción de las tres naves que estaban anunciadas en el ábside, sino de cubrir toda la anchura de la planta con una sola bóveda que debería tener nada menos que 23 metros de ancho por 34 de alto y 50 de largo. El Cabildo antes de aceptar las proposiciones de Bofill, convocó en 1416 un congreso de los más reputados arquitectos del país, al que asistieron también algunos del sur de Francia. Cinco arquitectos fueron partidarios del plan de Bofill y siete del proyecto antiguo de tres naves, que no ofrecía novedad ni peligro; pero el Cabildo y el Obispo, a pesar de la opinión de la mayoría, se decidieron a ejecutar lo más atrevido, que era lo que proponía Bofill.


⇦ El Miquelet, famoso campanario octogonal que se levanta junto a la fachada de la catedral de Valencia. Fue construido entre 1381 y 1424 por Andreu Julia, Josep Franch y Martí Llobet Mide 50,85 m. 



Así resultó que la catedral de Gerona tiene la nave gótica más ancha que jamás haya sido cubierta con bóveda de piedra. El maestro Bofill resolvió asimismo el difícil problema de unir una nave única a un ábside triple, y encima de los arcos con que terminan las naves del presbiterio abrió tres rosetones, para aligerar el muro liso que debía inscribirse entre arcos.

La catedral de Tortosa, por la parte anterior de sus naves, recuerda a la de Barcelona. Tiene también girola, y las capillas del ábside, en lugar de estar separadas entre sí por un muro, lo están por un simple calado de piedra, lo que forma un transparente de luces muy hermoso. Por fuera tiene también originales arbotantes, que se apoyan sobre torrecillas octogonales, y especialmente en el ábside, que es donde se acercan más unos a otros, producen un efecto sumamente original.


En Palma de Mallorca, la catedral, empezada por Jaime II, emplea todos los recursos del arte gótico. Las columnas que separan las tres naves son altas y ligeras; hoy, que se ha quitado el coro que ocupaba el centro de la iglesia, se las puede ver cómo se lanzan atrevidamente a la extraordinaria altura de 44 metros en la nave central, superior a las más altas naves centrales europeas (Chartres, 32; Reims, 38; Amiens, 43). Las capillas son bajas y carecen de las galerías altas, que permiten en la catedral de Barcelona establecer los contrafuertes interiores, debiendo, por lo tanto, en la de Palma de Mallorca, aparecer al exterior. La mayor novedad que presenta esta catedral es el ábside, que cierra en línea recta y del que avanza sólo una espaciosa capilla rectangular, de todo el ancho de la nave mayor. Esta capilla, sin embargo, no tiene la altura de la nave, pues es más baja y deja espacio encima para un rosetón colosal que ilumina la iglesia por la cabecera. En el fondo de esta capilla mayor hay aún como una especie de absidiola o capilla, llamada también de la Trinidad, muy iluminada, que se halla a un nivel más alto que la iglesia, santuario inaccesible como el Misterio que cobija.


Catedral de Valencia. La Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, de fuerte influencia francesa, muestra una decoración gótica con numerosas tracerías, esculturas -originalmente policromadas- y un gran rosetón en la parte superior. Su autor fue probablemente el maestro Nicolás de Ancona o Autun, arquitecto por entonces, principios del siglo XIV, de la catedral. 

La catedral de Valencia -como la de Palma de Mallorca- entra en el grupo de las iglesias catalanas, y aunque estuvo muy desfigurada en su interior por aditamentos barrocos, se puede ver hoy clara su estructura de tres naves con giróla y crucero reducido. Acaso lo más característico de la catedral de Valencia sea hoy su exterior, que ha conservado muchas partes góticas. El campanario, llamado el Miquelet, es una torre octogonal con sólo ventanas y pinaculillos que decoran su cuerpo alto, que fue el modo como enriqueció sus campanarios el gótico mediterráneo. Las torres campanarios de Cataluña, de silueta rectilínea, prismáticas y compactas, son capaces de tanta belleza como las agudas flechas de las catedrales francesas. También en Barcelona, la catedral tiene dos robustos campanarios octogonales en el crucero; hay otro en la capilla real de Santa Águeda; dos en Santa María del Mar; otro en la iglesia de Santa María del Pino; otro bellísimo, puramente poliédrico, en el templo, de puro estilo catalán, del monasterio de Pedralbes, retirado del centro de la ciudad.


Algo del estilo catalán se infiltró en la Seo de Zaragoza, modificada varias veces dentro del mismo período gótico, hasta que llegó a ser de planta casi cuadrada, de cinco naves con bóvedas estrelladas. Contiene, además, una hermosa capilla de factura mudéjar aragonesa. Algunas influencias del arte gótico levantino se advierten también en el reino de Murcia.

La mayoría de catedrales de los territorios de la Corona catalano-aragonesa tienen claustro; el clima era favorable para estos patios abiertos al pueblo, a la sombra de las iglesias. Los de las catedrales de Lleida y Tarragona son de estilo cisterciense, el de aquélla con el aditamento de grandes ventanales con calados de piedra que dan al exterior; el de Girona es bastante más antiguo que la catedral actual, y de estilo románico. El claustro de la catedral de Barcelona, tan armónico con la iglesia, es, en cambio, posterior; su templete con la fuente de San Jorge, recuerdo de los claustros monacales, donde había el lavamanos delante del refectorio, es obra de mediados del siglo XV y tiene ya bóveda estrellada.

Catedral de Vic. Vista del hermoso claustro, obra de Ramon Despuig, Bartomeu Ladernosa y Antoni Valls, quienes lo edificaron sobre un claustro románico que mandó construir el abad Oliva. Se realizaron unas bellas arquerías con tracerías góticas y finas columnas que en el siglo XIX se reconstruyeron en parte.  
La catedral de Vic conserva otro claustro suntuoso, con las arcadas de calados de piedra, y así es también el del monasterio de Santes Creus (Tarragona), construido entre 1332 y 1341, por un maestro de obras inglés: Reinard Fonoyll, que se cree que realizó la primera construcción flamígera de la Península al esculpir las tracerías de piedra que llenan los arcos de dos de sus alas.

Barcelona, que era como una pequeña república dentro de la Corona de Aragón, necesitaba un vasto edificio para las deliberaciones de su Consejo, para su administración y gobierno, como los palacios municipales de las ciudades italianas. El palacio municipal o Casa de la Ciudad, en Barcelona, se halla hoy muy deformado; sin embargo conserva aún la fachada de Arnau Bargués, la mitad del patio antiguo o claustro y el salón de reuniones del Consejo (Consell de Cent). La indispensable capilla del Consejo, que se encuentra siempre en los palacios municipales italianos de Siena, Florencia y Perugia, fue instalada, como capilla de San Miguel, en el mismo barrio de la ciudad.


El monasterio cisterciense de Santes Creus es obra del siglo XIII, mas para la construcción del claustro fue contratado Reinard Fonoyll, escultor inglés o "anglicus lapicida". La fotografía muestra. además del campanario antiguo y del cimborrio, el trabajo de tracería de los arcos del claustro, con rosas treboladas y polilobuladas, primeras muestras de un gótico flamígero que no había de tener continuidad en la arquitectura catalana posterior.  

Más tarde, cerca del palacio del Consejo Municipal, se construyó en Barcelona el edificio de la Generalitat de Catalunya. Este palacio, que fue comenzado en los últimos años del siglo XIV, conserva todavía la fachada, el primer patio para la escalera monumental, rodeado de finísimas arquerías, obra de Marc Safont, alrededor del cual se desarrollan las dependencias. Tiene aún la capilla, que es gótica flamígera en la fachada, mientras que el interior es ya del Renacimiento.

Como edificios públicos tendrían que citarse los hospitales, verdaderamente espléndidos en la época gótica. El de Barcelona, con sus altísimas salas, cubiertas por medio de arcos diafragma que sostienen tramos de vigas, continuó prestando buenos servicios hasta principios del siglo XX, a pesar de haberse multiplicado la población. En Gerona se conserva todavía en perfecto estado la bella fachada del hospital, denominado la Almoina, cuya gran puerta de medio punto está adornada con escudos y esculturas.




Detalle del Ayuntamiento de Barcelona. Esta fachada fue acabada en el año 1402 bajo la dirección del maestro Arnau Bagués. Al derruir la Iglesia de Sant Jaume se construyó la actual fachada y se trasladó la gótica a uno de los laterales del Ayuntamiento, que se tuvo que torcer porque no encajaba completa.

Palacio de la Generalidad de Barcelona. Obra maestra de finales del siglo XIV que responde al tipo de edificio civil mediterráneo con patio central. Los medallones flamígeros, que decoran la escalera y el patio, fueron realizados por el "mestre de cases" Marc Safont en 1425. Vista del patio de honor y escalinata del palacio. 
En Barcelona, los reyes de Aragón tenían dos grandes palacios, de los cuales se han conservado algunos restos y románticos dibujos. El uno, cerca de la muralla, que fue residencia del vizconde y después de los templarios, se denominaba Palau Menor. Estaba formado por una serie de salas que ocupaban los tres lados de un patio al que daba ingreso una puerta entre dos torres. Del otro palacio, llamado Palau Major, que estaba cerca de la catedral, se conservan únicamente la puerta, la Capilla Real y el Tinell, o salón de recepciones, que desde el siglo XVIII hasta 1936 alojó en su seno toda una iglesia de yeso y mampostería, la de Santa Clara.


Se carece en la España gótica de recintos amurallados tan completos como los de Aviñón o de Aigues-Mortes, en Francia; pero, en cambio, sí hay entradas monumentales, como, por ejemplo, la llamada Puerta Real, de Poblet, y las dos grandiosas puertas que se conservan en Valencia.

Este tipo de una puerta flanqueada de torres aparece ya, antes, en el recinto de Carcasona; pero en la época gótica las torres alcanzan un desarrollo colosal; así las de la Puerta de Serranos, en Valencia, por detrás son abiertas, viéndose las escaleras que sirven de acceso a los diferentes pisos de la construcción. Cuando bastaba la torre aislada, servía al mismo tiempo de entrada, como la que se encuentra en Montblanc (Tarragona) y en la pequeña villa de Centelles (Barcelona).


⇦ Puerta de Serranos de Pere Balaguer, Valencia. Célebre acceso principal a la ciudad, que se inspiró en la puerta monumental de Poblet. Se realizó entre 1392 y 1398 y originalmente formó parte del sistema defensivo de Valencia, aunque por su belleza parece un arco triunfal. 

En Cataluña, los castillos tienen muchas veces sus construccio-nes góticas aña-didas a una plan-ta románica más antigua y se ha-llan hoy día casi todos en ruinas. El de Gardeny, cerca de Lleida, de los templarios, conserva aún sus salas aboveda-das. Los castillos de Peralada, de la antigua casa de Rocabertí, y el de Requesens son todavía habitables.


Castillo de Bellver de Pere Salvá, Palma de Mallorca. Fue Jaume II quien mandó construir este castillo, cuyo patio de armas es una singular construcción de planta circular realizada entre 1309 y 1314. Tiene dos órdenes de arcos, en la parte inferior son de medio punto y en la parte superior son apuntados. La Torre del Homenaje asoma al fondo. 

En Mallorca el enorme reducto fortificado de Pollensa encierra sólo ruinas, pero el castillo real de Bellver, en Palma, está casi en perfecto estado de conservación. Fue construido por el arquitecto Pere Salva, durante el reinado de Jaime II de Mallorca, sobre una colina cubierta de pinos, a la entrada del puerto. Es, realmente, un Bellver o Belvedere. De su planta circular, con un gran patio también circular, alrededor del cual corren los dos pisos de un claustro, tan sólo se destaca un torreón cilíndrico, que defiende la entrada. Del mismo tipo, aunque ya de planta rectangular y patio muy vasto, es el Palacio Real de Perpiñán, obra levantada por los reyes de Mallorca, de quienes dependió el Rosellón por testamento de Jaime I. En Perpiñán subsiste otro curioso edificio llamado el Castellet, que no es más que una parte de las murallas, con una torre octogonal avanzando a un lado y un pequeño fuerte en el otro lado.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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