Punto al Arte: Masson André
Mostrando entradas con la etiqueta Masson André. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Masson André. Mostrar todas las entradas

André Masson (1896-1987)



Masson, André (Balagny, 4 de Enero de 1896 – París, 28 de octubre de 1987). Pintor e ilustrador francés. Vinculado al surrealismo, destaca por sus metamorfosis, su tratamiento poético del mundo de los sueños y su fino erotismo. Terminados sus estudios en Bruselas, pasó a París, donde conoció a Juan Gris y a Joan Miró. En 1924 firmó el Manifeste du surréalisme. Sus obras de esta primera época se caracterizan por la opacidad del fondo y el simbolismo erótico. Pasó a Cataluña (pintura de insectos y escenas taurinas muy estilizadas) y al iniciarse la guerra civil española su obra reflejó una viva preocupación por la realidad, actitud que se repitió posteriormente con motivo de la guerra de Argelia. En la década de 1940 se trasladó a EE.UU., se interesó por los problemas raciales negros y tuvo amplia resonancia en los medios artísticos estadounidenses. Terminada la 11 Guerra Mundial, se instaló en Aix-en-Provence.

André Masson, con sus amigos Antonin Artaud, Michel Leiris, Georges Limbour y Roland Tual, entró en el surrealismo aproximadamente al mismo tiempo que aparecía el Manifiesto de André Bretón. A decir verdad, Limbour había ya participado en las reuniones del grupo en la época de los "sueños" y mantenía informados a sus amigos de las sesiones reveladoras a las que había asistido. Masson tenía por vecino, en su estudio de la calle Blomet, al catalán Joan Miró, y más allá, en la misma calle, vivían juntos, en una especie de cochera situada en el fondo de un patio, Robert Desnos y Georges Malkine. Masson, a quien un obús había desgarrado el pecho en el Chemin des Dames, arrastraba con él una insaciable virulencia contra la condición humana, a la que se oponía una visión casi extática de una posible reconciliación entre el hombre y el universo. Las primeras pinturas de Masson que vio Bretón, los Cuatro elementos, y las Constelaciones, eran herméticas y densas como cartas de tarot y, al mismo tiempo, denotaban el estremecimiento de toda la sensibilidad angustiada de un hombre vulnerable a los raptos de misticismo. Del mismo modo que con los Champs magnétiques Bretón y Soupault habían alcanzado una aceleración de la velocidad de escritura que les permitía abolir los controles, también Masson, con los “dibujos automáticos" que están reproducidos en la Révolution Surréaliste, se había impuesto una tal rapidez de dibujo que se podía decir que la imagen nacía de su lápiz o de su pluma sin que ni siquiera fuera consciente de ello. Esta capacidad de distensión y de disparo de la grafía, semejante a una flecha o a un cohete, se da en todas las fases de su obra y constituye, si así puede decirse, la estampilla por la que puede ser inmediatamente identificada. Las Matanzas, los Sacrificios, las Metamorfosis y los Laberintos se presentan como otras tantas constantes que revelan las preocupaciones metafísicas del artista. La esencia de los grandes mitos griegos, Eros, Tánatos y Dionisos, recobra en su obra una nueva vida, y pocos artistas habrán llevado tan lejos como él, y con tanta pasión, la búsqueda enfebrecida de las "correspondencias". A este respecto, hay una correlación entre la obra de André Masson y la de Max Ernst. Este ha cantado igualmente las Bodas químicas y los Dioses oscuros, así como las Selvas y soles, repletas de gran melancolía y grandes esperanzas románticas.

Los caballos de Diomedes de André Masson (Espacio Carole Brimaud, París). Pintor de lo trágico, en 1933 realiza esta obra que representa el mito de las yeguas de Diomedes que devoraban hombres. 

Punto al Arte