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Artistas de la A a la Z

El estilo inglés de Gainsborough

Casi contemporáneo de Reynolds fue otro gran pintor inglés que tuvo una existencia en cierto modo paralela a la de Sir Josuah y como él fue también un gran retratista, pero que no se dedicó exclusivamente al retrato, sino que había iniciado su carrera artística más bien como pintor de paisajes. Este pintor fue Thomas Gainsborough (1727-1788), también nacido en el seno de una familia de la clase media, ya que nació en Sudbury (Suffolk), hijo de un comerciante en lanas. Era el más joven de una familia de nueve hijos, y su afición por tomar apuntes del paisaje que rodeaba su casa familiar decidió a su padre a enviarle a Londres para que aprendiera el arte del grabado con el ilustrador francés Hubert Gravelot, establecido a la sazón en la capital inglesa. Después continuó sus estudios en una academia particular de St. Martin's Lane. En 1745, de vuelta a su población natal, casó con Margaret Burr, hermana de un comisionista de su padre, y a los veinte años estableció su propio hogar en Ipswich, alternando su profesión de pintor con la gran afición que sentía por la música.  
 
⇨ Lady Howe de Thomas Gainsborough (The London County Council, Kenwood, Londres). La dama está representada con el traje que en aquella época usaban las damas para salir al campo. La misma brisa ligera que agita el fino delantal de muselina y el traje rosa parece acariciar los árboles del delicado paisaJe del fondo. Se trata de uno de los retratos más atractivos de la pintura del siglo XVIII.



En 1759 se trasladó a vivir a la ciudad balnearia de Bath, gran centro de la vida elegante, y allí, brilló, por fin, su buena estrella. Su estudio fue en seguida muy frecuentado por encumbrados clientes, en cuyas casas Gainsborough pudo admirar obras maestras de autores que hasta entonces sólo conocía a través de reproducciones grabadas, y así, también en él creció la admiración por Van Dyck.

Poco después de su llegada a Bath pintó uno de los retratos más atractivos de la escuela pictórica inglesa y quizá de toda la pintura europea del siglo XVIII: el retrato de Lady Howe. Solamente en Watteau se puede encontrar una sensibilidad más aguda y más poética. La posición de la dama y el fondo de paisa je recuerdan algo la influencia de Van Dyck, pero los tonos claros de esta obra y el ligero toque de pincel, propio de Gainsborough, la diferencian profundamente de los retratos del gran maestro del siglo anterior.


Retrato de las hijas del pintor de Thomas Gainsborough (Victoria and Albert Museum, Londres). En esta obra el pintor emplea unas tonalidades tiernas y un tipo de pincelada ligero y vaporoso, que parecen anunciar la pintura de Renoir.

Musidora de Thomas Gainsborough (Tate Gallery, Londres). El artista logra que la figura femenina aparezca impregnada de una sensualidad discreta y misteriosa, y de aquella gracia sin problemas y sin inquietudes que tanto gustaba al siglo XVIII. Musidora fue una actriz y realizadora teatral y cinematográfica de comienzos del siglo XX.

En 1774 fijó su domicilio en la ciudad de Londres, y al cabo de pocos meses era llamado a palacio. No menos de ocho retratos realizó de Jorge III -porque los soberanos ingleses de aquella época tenían la misma manía que sus súbditos por hacerse retratar-, y pintó también a la reina y a otros miembros de la real familia, así como a varios personajes de la política, la intelectualidad y el teatro. También él retrató a la misma Mrs. Siddons que había retratado Reynolds. Al crearse, en 1768, la Royal Academy, fue uno de sus 36 miembros fundadores, y desde entonces envió cuadros a las exposiciones anuales que la entidad celebraba; hasta que, en 1783, por disconformidad con la forma cómo habían sido colocados los cuadros que había mandado para ser exhibidos, los retiró, y ya no volvió a tomar parte en aquellas exposiciones.

A su muerte fue enterrado en Kew. He aquí algo de lo que pronunció Reynolds en tal ocasión. Son palabras que le honran y que demuestran que Sir Josuah era hombre clarividente: "Si algún día Inglaterra llega a ser tan fecunda en talentos, que podamos atrevernos a hablar de una escuela inglesa, el nombre de Gainsborough pasará entonces a la posteridad, como uno de los primeros de esta escuela".

Carreta del Mercado (The Market Cart) de Thomas Gainsborough (Tate Gallery, Londres). Pese a su éxito social como retratista, la pasión real de Gainsborough siempre fue la pintura de paisaje. En esta obra de 1786, la calidez de la atmósfera y la poesía irreal de la escena demuestran que el sentido moderno del paisaje fue la gran invención de los pintores ingleses del siglo XVIII.


Mucho más original que Reynolds, sus obras satisfacen con superioridad al espíritu moderno, el cual se muestra más exigente en caracterización que en belleza externa. Gainsborough supo darnos, de sus retratos, una impresión psicológica y cierto movimiento personal, que no hallamos en las "poses" académicas de Reynolds. Era, además, colorista admirable, quizá por haberse ejercitado, primeramente, en el paisaje. Sus retratos están pintados en claros y transparentes tonos, con una paleta en la que predominan el azul y el verde. Por la misma causa que acabamos de aducir, su pincelada es nerviosa y libre. En aquellos tiempos, que son los de la resurrección del arte clásico -que en arquitectura representaba el gran Robert Adam, y en pintura mitológica figuras de segunda fila, como la Kauffmann y otro extranjero interesante por su visión fantasmagórica, el suizo Füssli-, la importancia del color había quedado un poco relegada al olvido, y los ingleses pudieron volver a admirarlo a través de las obras de Gainsborough.

Siempre prefirió situar a sus personajes en ambientes naturales, que en Londres sabía evocar a la perfección, basándose en el recuerdo de los paisajes que pintara en su juventud. El retrato, en Londres, le había alejado de su género favorito, y en una ocasión, parece ser que exclamó: "Me piden retratos, y no soy más que paisajista". A veces, se complacía tomando apuntes en el parque urbano del Pall Mall, en las cercanías de su casa, con los grupos de paseantes.

Paisaje rocoso con Agar e Ismael de Thomas Gainsborough (National Museum and Gallery of Wales, Cardiff). Uno de los temas pintados por este artista fue el bíblico. Aquí se representa a Agar, la esclava egipcia de Abraham junto a su hijo Ismael habido con el patriarca, en su destierro tras ser expulsados por aquél. 

Gainsborough llevó una vida algo triste; una de sus dos hijas era deficiente mental, y el pintor llevaba en el alma el peso de tal desgracia.

La obra de Gainsborough como paisajista tuvo, sin duda, tanto valor como la de sus retratos, si no más. Fue el verdadero creador del paisaje inglés que Constable llevaría a una importancia que tuvo trascendencia europea.

Antes de él, la pintura inglesa de paisaje estaba en ciernes. Se había iniciado con las vistas londinenses de Samuel Scott, de imitación italiana (algo semejante a lo de Canaletto), y con los paisajes de Richard Wilson (1714-1782), quien en los seis años que pasó en Italia se había contagiado de las dulzuras pictóricas de Zuccarelli, antes de realizar paisajes más personales, como el que reproduce la puntiaguda cumbre del Cader Idris, con su pequeño estanque circular. Gainsborough, en cambio, tuvo del paisaje una versión personal y amplia, compleja, profundamente "poética". Así se revela, por ejemplo, en el lienzo de su juventud titulado Return from the Market, o simplemente The Market Cart, cuyo único elemento humano es el carruaje de un campesino que regresa de sus ventas y compras.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Otros retratistas

Otro retratista inglés, casi contemporáneo de los dos anteriores, fue George Romney (1734-1802). De estilo refinado, aunque bien es cierto que fríamente clásico, gozó de mucha celebridad en su época. Era hijo de un ebanista provinciano, casó joven, y durante años mantuvo una conducta perfectamente ejemplar. Sin embargo, impulsado por la ambición se trasladó a Londres, mientras que su esposa e hijo, a los que ya no volvería a ver sino incidentalmente, quedaban en la casa paterna.

Tras algunos años de dura lucha, visitó París y más tarde Roma, y efectuados estos viajes, decidió quedarse en Londres definitivamente, alquilando al efecto una casa en Cavendish Square, seguro de que iban a lloverle los encargos, y en efecto, éstos no se hicieron esperar.

Romney tenía gran habilidad en embellecer a sus retratadas, y esto le valió una gran clientela femenina. Estaba en el apogeo de su fama, pues no dejaban de lloverle los encargos y su posición económica y social era realmente envidiable, cuando se encendió en él su pasión por Emma Lyon, una muchacha que poseía gran habilidad en la "pose" artística. Romney la pintó en las más varias actitudes; la pasión que por ella sentía era una mezcla de amor y de admiración estética que se concentran en sus cuadros. Mientras tanto, la portentosa modelo (mujer inconsciente, o incapaz de valerse por sí misma) fue cedida -mediante ciertas compensaciones- por su amante, el caballero Grenville, a su tío Lord Hamilton, entonces embajador en Nápoles, quien finalmente acabó casándose con ella.

⇨ Retrato de Emma Lyon de George Romney (Victoria and Albert Museum, Londres). Gran especialista en el retrato, llegó a alcanzar una gran fama y a tener una gran clientela. Cuando estaba en la cúspide de su carrera quedó prendado de este personaje, a quien pintó en diferentes ocasiones por su hermosura y la elegancia para posar. Ella se convirtió en Lady Hamilton, la amante del Almirante Nelson, y el pintor, que no pudo olvidarla, se hundió en una intensa melancolía hasta su muerte.



Convertida en Lady Hamilton, Emma hubo de despertar todavía una nueva pasión. Se prendó de ella el almirante Nelson, y a través de esto ha ocupado cierto lugar de relieve en la historia universal. En cambio, el pintor que con tanta ardorosa pasión estética la retrató en incontables ocasiones, fue incapaz de olvidar sus encantos y moría sumido en la misantropía, en brazos de la misma esposa a la que dejó para labrarse una gran carrera.

El realismo de Hogarth y Reynolds

Hasta Wllliam Hogarth (1697 -1764) no hallamos a un gran artista auténticamente inglés que marque una impronta característica en la pintura de aquella nación.

En efecto, Hogarth, con su estilo franco y su visión realista, se desligó por completo de la tradición hasta entonces dominante en el retrato, y abrió, además, nuevas posibilidades a la pintura de género sobre sus asuntos satírico-morales, basados en la anécdota, y que antes de él no existía, por lo menos en una forma artística de alta calidad.


Matrimonio a la moda IV de William Hogarth (National Gallery, Londres). Cuadro que forma parte de una serie de seis, que el artista realizó con la intención de hacer una crítica mordaz a la burguesía y sus matrimonios de conveniencia. Llamado El tocador, la escena muestra a la condesa acompañada por varios visitantes y también aparece un escudo nobiliario contrastando con un chupete. La serie tuvo una gran difusión a través de unos grabados.

Hogarth era hijo de un impresor, y puede decirse que su formación no tuvo carácter académico; fue más bien un autodidacto. Se trata, pues, de un pintor de genio que basó su arte principalmente en la observación de los seres y en su modo de comportarse. Y por esto resulta tan vital.

Fue un temperamento combativo y desbordante. Sus primeras obras datan de alrededor de 1730, y poco posteriores son sus series tituladas The Harlot's Progress o ("Carrera de una prostituta", 1732), The Rake's Progress ("Carrera de un Perdido", 1735), que establecen su punto de vista respecto al papel moralizador que, en su sentir, quedaba reservado a la pintura.

A aquellas dos series añadió más tarde, en 1745, otra, la titulada Matrimonio a la moda, crítica acerca de las costumbres de despilfarro que se habían difundido en los jóvenes matrimonios de la clase pudiente.


Solicitantes de votos en las elecciones de 1754 de William Hogarth (Soane Museum, Londres) A este pintor lo que más le importaba era la efectividad moral de su sátira. Su prodigiosa memoria visual le permitió poblar sus cuadros con centenares de tipos humanos distintos. Su obra refleja exactamente el marco social que describen las novelas de Henry Fielding (La historia del expósito Tom Jones, etc.).
Tales obras constituían, según expresión de su autor, una "comedia pintada", algo de significación muy distinta a la de las intencionadas y crudísimas escenas caricaturescas que dibujaron después Thomas Rowlandson (1756-1827) y otros autores. El sentido moral rehúye, en todas esas producciones pictóricas de Hogarth, la envoltura de una expresión que no sea meramente aleccionadora. Sus cuadros presentan al espectador escenas reales, evocadas con tal vigor, que su efecto es inmediato, según era el propósito del autor. En cierto modo, la pintura de Hogarth es comparable al estilo directo de la prosa satírica de Sterne. 

Además de tales lienzos, ejecutó Hogarth importantes retratos y estudios. Su obra más emotiva y vibrante pertenece a esta clase y tiene todo el frescor de un afortunado esbozo. Se trata de la Vendedora de camarones (Galería Nacional, Londres).


Vendedora de camarones de William Hogarth (National Gallery, Londres). La magia de sus pinceladas podía retratar tanto a los nobles y burgueses adinerados como a una sencilla joven de pueblo como ésta. La franqueza de su sonrisa es lo que el pintor ha sabido reflejar.

Hogarth, con su energía un poco brutal, dio, pues, el ímpetu decisivo a la nueva escuela inglesa del siglo XVIII. Era un hombre batallador que arremetió en sus escritos contra "las pinturas negras, oscuras", contra los "Cristos muertos, Sagradas Familias, Vírgenes y otras desgracias que los anticuarios nos prodigan, a nosotros, los pobres ingleses, apoyándose en los grandes nombres de los maestros italianos".

Porque Hogarth, que -según él mismo declaró- no quiso ser un "fabricante de retratos", sino un pintor de ellos y de otras cosas, dejó escrito un agudo Análisis de la Belleza; mas fue en sus lienzos de técnica fogosa, y en sus grabados, donde revela su verdadera actitud. Era un observador penetrante; su ya citada vendedora callejera entreabre los labios para lanzar el grito de shrimps (camarones), que es una palabra inglesa que suena musicalmente.


Lord George Graham en su camarote de William Hogarth (Museo Marítimo, Londres). Fue el pintor que logró subvertir el arte inglés oficial, derivado de Van Dyck. Sus colores frescos y sus pinceladas amplias y fluidas explican prácticamente estas ideas que él mismo escribió: "En vez de cargarme la memoria con reglas anticuadas y de cansarme los ojos copiando cuadros secos y deteriorados, siempre me ha parecido que copiar la naturaleza era el camino más corto y seguro para adquirir conocimiento de mi arte".

Sin embargo, a pesar de la ducha fría y vigorizante que significó el naturalismo de Hogarth, la escuela inglesa se debió basar principalmente en el retrato y volver, con Reynolds, a los elegantes senderos ya señalados por Van Dyck. Aunque no cabe mayor contraste entre dos hombres y sus obras, que el que existe entre la personalidad de Hogarth y la de Reynolds, éste fue, pues, en cierto modo, el heredero del prestigio de William Hogarth como autor de retratos. Joshua Reynolds (1723-1792), nacido en Plympton, cerca de Plymouth, hijo de un maestro de escuela, logró dotar a la pintura de su patria de un modo de expresión completamente inglés, aunque basado en la experiencia acumulada durante siglos en las más brillantes escuelas. Extrajo mucho más provechosas lecciones del arte de Hogarth que del propio profesor con quien se había formado, un oscuro pintor, Thomas Hudson, y protegido por varios amigos ricos, embarcó para Italia, donde permaneció tres años. Así, pudo conocer bien al Tiziano, a Rafael, a los maestros de la escuela de Bolonia, y además a Miguel Ángel, que fue su ídolo. Al final de su vida, colmado de honores, cuando tuvo que despedirse de la presidencia de la Royal Academy, quiso que el último nombre que pronunciara en aquella institución fundada a instigación suya (y que tan largamente había presidido), fuese el del gran genio toscano: "Siento una especie de admiración de mí mismo -dijo-, al saberme capaz de percibir aquellas sensaciones que Miguel Ángel se proponía despertar con sus pinturas. No sin vanidad, pues, expreso mi admiración por aquel artista realmente divino". 

La edad de la inocencia de Joshua Reynolds (Tate Gallery, Londres). El enorme prestigio de que gozó en vida este artista no le impidió realizar -aparte de sus retratos enfáticos y aparatosos- algunos cuadros, cuyo tema le interesaba por motivos puramente personales. Así, sus escasos desnudos y sus retratos infantiles están impregnados de sentimentalismo como esta obra.

Pero la vida que hubo de llevar Reynolds fue muy opuesta a la de Miguel Ángel. A su regreso a Londres, pronto se puso de moda como retratista entre los miembros de la nobleza, y fue, asimismo, artista solicitado por la corte. Ennoblecido en 1769, sir Joshua -como se le llamó desde entonces familiarmente, en Londres-vivía lujosamente en su casa de Leicester Square, con criados de librea galoneada de plata, y paseaba en una carroza dorada que le servía de reclamo.

De año en año aumentaba sus tarifas: por pintar una cabeza llegó a cobrar 20 guineas, y 150 por una pintura de cuerpo entero, cantidades entonces exorbitantes. Pero, a pesar de tales vanidades, conservó siempre lozano su espíritu y su nobleza de carácter.


⇦ Mrs. Siddons de Joshua Reynolds (Dulwich Picture Gallery, Londres). Entre los diversos personajes importantes que fueron pintados por sir Joshua Reynolds, estuvo esta gran actriz, que aquí aparece como la "Musa trágica", en el cuadro pintado en 1789.



Era un hombre sociable. En su casa se reunían los más finos ingenios de la capital, como el doctor Johnson, el actor Garrick, las actrices Nelly O'Brien -de quien realizó un magistral retrato, que está ahora en la Colección Wallace, de Londres-, Mrs. Siddons, Mrs. Robinson, la pintora neoclásica Angélica Kauffmann. Trabajó incansablemente, hasta que habiendo perdido la visión de un ojo, en sus últimos años tuvo que abandonar los pinceles.

Cuando se le eligió para la presidencia de la Royal Academy demostró poseer un temperamento apacible y ecuánime. Su carácter fue típicamente inglés. Murió soltero, y se le enterró en la catedral de San Pablo, junto a la tumba donde reposan los restos de Wren, el arquitecto del templo.

Además de ser un gran pintor, Reynolds es interesante como tratadista. Sus discursos (en número de quince), por él pronunciados anualmente en ocasión de las inauguraciones de curso de la Academia, están llenos de consejos apreciables, fruto de su mucha experiencia y de sus meditaciones. También, pues, en este sentido es justo tenerle por fundador de toda una escuela pictórica.


Miss Nelly O'Brien de Joshua Reynolds (Wallace Collection, Londres). Especializado en el retratos, llegó a realizar unos dos mil, se dice que llegó a tener seis personas posando simultáneamente en su taller. Uno de los más conocidos es el que se reproduce aquí, realizado entre 1762 y 1764.

Predicó, sobre todo, el culto de la elevación en arte, aunque sus obras de pintor, a excepción de algunos retratos idealizados (como el de la actriz Mrs. Siddons personificando a la Musa Trágica), representan, en general, a mujeres frívolas o poco ejemplares desde el punto de vista de elevación espiritual. Mas aquellas inglesas aparecen, en verdad, a menudo envueltas en un ambiente de alguna grandeza; los fondos de sus retratos son grandes cortinajes, o retazos de un entrevisto paisaje idílico; a veces, tales jóvenes damas acarician un caballo o apoyan su cuerpo en un pedestal de mármol antiguo, o aparecen junto a una fuente. Así pues, Sir Joshua no era un farsante, que predicase a sus alumnos de la Academia el gran estilo y se conformase, él mismo, pintando retratos absolutamente veristas. No; el buen Reynolds hubo de realizar, sin duda, en tales obras, más de un verdadero milagro; porque hay que recordar cómo solía ser el espíritu de las beldades inglesas del siglo XVIII y comienzos del XIX, muy terre à terre. Las cartas de Byron, por ejemplo, nos informan respecto a cuán descorazonadora era su perversión estética, y bien poco "heroico femenino" debía de circular a la sazón por los salones de la gran sociedad de Londres, para poder alimentar el gran estilo que Reynolds propugnaba.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La pintura de paisaje: Constable, Turner

La pintura de paisaje adquiere, durante las décadas finales del siglo XVIII, una gran importancia. Hay que citar al escocés Nasmyth (1758-1840), a Thomas Baker (1769-1847), a John Crome, apodado Old Crome (1768-1821), buen intérprete del paisaje de la comarca de Norfolk, y que durante su única salida de la isla, un viaje realizado a París, pintó su célebre lienzo sobre un tema urbano: Bulevard des Italiens; y, también, por el interés de su producción acuarelística, a su discípulo John Sell Cotman (1782-1842).

Pero hecho ya este breve repaso a la lista de pintares de paisaje hay que referirse a otra gran figura de la pintura de Inglaterra y que fue también ex el usivamente paisajista. Se trata de John Constable (1776-1837). Nacido en Suffolk, como Rembrandt, fue hijo de un molinero, y se crió en plena campiña. Su vida no ofrece más dramatismo ni reseñables tramas que justifiquen una novela que las corrientes de la existencia de la mayoría de los mortales. Dibujante y pintor instintivo, a los veintiún años de edad tuvo que abandonar su afición para ayudar a su padre, y hasta 1800 no logró, por fin, ingresar como alumno en la Royal Academy, que sistemáticamente, después, rechazaba sus propuestas de ingresar en su seno en calidad de miembro, hasta que, finalmente, en 1829 le concedió este honor. Si hubo romanticismo en su vida, ello consistió en sus contrariedades amorosas, ya que prendado de una joven, nieta de un párroco evangélico, hombre opulento y de carácter difícil, éste se opuso tenazmente a que se realizase aquella unión, hasta que por fin la muchacha, María Bicknell, decidió, a pesar de ello, casarse con el pintor; le dio varios hijos, y murió algunos años después tísica.

El vado de John Constable (National Gallery, Londres). Los efectos atmosféricos, como las manchas de sol filtrándose a través de un cielo nuboso, y los prodigiosos reflejos del agua hacen de su autor uno de los precursores del impresionismo.

Constable admiraba a Ruysdael, a Claudio Lorena y Gainsborough, pero admiraba sobre todo a la Naturaleza, a la que había estudiado profundamente desde los años de su niñez en su Suffolk natal. Debido a sus antecedentes familiares, conocía profundamente el secreto de las nubes y de su formación y despliegue en el cielo, y por ende los secretos de sus efectos de luz y sombra, y llegó a formular, a ese respecto, una teoría propia, a la que dio el nombre de Claroscuro de la Naturaleza, cuyo principio básico es el axioma de que en la "Naturaleza la línea no existe". Es ya una tesis pictórica típica del siglo XIX, a la que se conformarán los pintores franceses de la escuela de Barbizon y, con los impresionistas, los puntillistas. En esencia, John Constable fue más pintor realista que romántico; por esto prescindió, en sus paisajes, de todos aquellos elementos ajenos al aspecto natural y que incluso en los autores por él más admirados intervienen convencionalmente en la concepción del cuadro. Buscaba, esto sí, el ritmo compositivo a través de largos estudios y meditadas contemplaciones, y a través de repetidos esbozos del tema por él elegido.

Atardecer en el río Norwich de John Crome (Norwich Castle Museum, Norfolk). Pintor naturalista que representó con intenso realismo los paisajes de su zona de origen, donde vivió siempre. Intentaba y, por cierto lo lograba, hacer una interpretación personal de su entorno y transmitir la admiración que sentía por los bosques y la campiña inglesa. En este aspecto se lo puede considerar un antecesor de Constable.

Todo esto fue producto de su propia sensibilidad, enriquecida por un cúmulo de experiencias y que quizá hubiera evolucionado de forma bien diferente, quién sabe si mejor o peor, si en lugar de haber sido en sus años más jóvenes autodidacto hubiera seguido los pasos más convencionales que marcan los estudios académicos. Su aportación al arte europeo de la pintura fue, pues, muy positiva, y consistió en la libertad de observar e interpretar los valores de la iluminación natural según una escala de color mucho más exacta y armónica que en todos los paisajistas que le habían precedido. Sus paisajes y apuntes de marina son siempre muy densos y de técnica muy empastada. Variando la costumbre que prevalecía en Inglaterra, daba a sus lienzos -como Goya- una preparación roja pardusca, en lugar de cubrirlos de una preparación gris. El Carro de Heno, varias Vistas de la Catedral de Salisbury y del Valle de Dedham, así como otros inspirados en el río S tour, con sus pequeños puentes, las presas y molinos de sus márgenes, son sus obras mejores y algunas de las más relevantes del siglo.

Catedral de Salisbury de John Constable (Victoria and Albert Museum). El autor solía pintar los paisajes del condado de Suffolk que captaba mediante unos bocetos al aire libre para luego convertirlos en un cuadro dentro de su taller. El tema de esta obra lo repitió varias veces para captar los distintos momentos atmosféricos que ambientaban la catedral. En este caso, los árboles enmarcan la torre formando un arco ojival y presentan a la naturaleza como una arquitectura vegetal.

Y es que el éxito de Constable trascendió los límites de las Islas Británicas. Introducidos en Francia algunos de sus cuadros gracias a dos marchantes de París, obtuvo la Medalla de Oro en el Salón parisiense en 1825, y su relación con la pintura francesa de su época fue directa, semejante a como ocurrió con Bonington.

Lluvia, vapor y velocidad de William Turner (National Gallery, Londres). Este famosísimo cuadro fue pintado en 1844 y es probablemente el primer cuadro de la historia en la que aparece un tren. En este caso se trata, según identificación del propio Turner, del Great Westem Railway. Pero el protagonista real es la luz vista a través de la lluvia. Se trata de una pintura casi abstracta, que se anticipa un siglo a las obras en las que la materia pictórica y el color crearán una atmósfera evanescente de un encanto casi mágico.

Por su parte, Joseph Mallord William Turner (17751851) fue otro gran estudioso en los fenómenos luminosos del cielo, pero con un propósito muy diferente al de C3onstable, por lo que ambos son, de forma complementaria, sin competir en una exacta concepción estilística, dos de los grandes paisajistas de su época. Discípulo de Cozens, y dedicado al principio a la acuarela, pensó en sus iniciales tanteas en el mundo de la pintura especializarse en la ilustración, oficio de gran importancia en ese tiempo. Sin embargo, le estaba reservado un destino de gran importancia: el papel de dar, del paisaje, una de las versiones más personalmente románticas que han existido en el Arte. Muy joven todavía, anduvo por su patria; después, en 1819, viajó por Francia, Suiza, el Valle del Rin e Italia, y a Italia volvió de nuevo en 1829 y en 1840. Fue un hombre de personalidad extraña, huidiza, que en sus últimos años vivió solo, y vino a morir, desconocido, bajo nombre supuesto, en una casucha junto al Támesis, atesorando la mayor parte de sus estudios, que anhelaba legar a su patria. Fue siempre un apasionado de los cielos crepusculares y de los efectos maravillosos de la luz solar filtrándose a través de la niebla londinense. A tales temas dedicó incontables acuarelas; pero, sus más importantes producciones fueron pintorescas vistas panorámicas italianas, concebidas en una atmósfera de ensueño y por las que misteriosamente se difunde una luz fría, entre amarillenta y plateada. Sus estudios se conservan hoy, en su mayor parte, en la Tate Britain de Londres, y su obra maestra (en la National Gallery) es una marina pintada con un rutilante cielo de ocaso que representa a una vieja nave de guerra, el Temeraire, en el momento de ser remolcada a su último fondeadero. Jamás pintor alguno se sintió inmerso como él, por irresistible vocación, en un solitario ensueño de indefinibles maravillas.

Ulises burlándose de Polifemo de William Turner (National Gallery, Londres). Después de una de sus estancias en Italia, el artista regresó a Londres en 1829, para realizar este cuadro basado en el relato homérico. La utilización de colores más claros revela la influencia que ejerció en él la contemplación de los pintores renacentistas italianos.

Por otro lado, cabe señalar que la datación de las obras de Turner plantea graves problemas a los estudiosos del Arte, puesto que las únicas indicaciones del autor son citas de su libro Fallacies of Hope, y ello sólo en algunas ocasiones. De todas formas, es posible observar el desarrollo de su estilo desde el preciso dibujo arquitectónico de los paisajes más antiguos, pasando por la romántica atmósfera vibrante de su madurez, hasta sus últimas obras que aparecen como extrañas visiones en las que la luz y el color se compenetran en un mundo etéreo de reflejos infinitos. De este modo, se tiene una visión general de las grandes etapas artísticas de Turner aunque es poco menos que un juego de azar, en muchos casos, arriesgar una fecha a muchas de sus obras. Su arte es básicamente épico porque, como queda patente en sus pinturas, identificó siempre su lucha personal con la vida de la humanidad en general. Ello explica que el aspecto vago y etéreo de sus últimas visiones se haga cada vez más abstracto, porque la meta fijada se hace cada vez más difícilmente alcanzable en la realidad.

Al igual que a Turner, hay que considerar a Richard Parkes Bonington (1802-1828), como a un autor plenamente romántico. Residió en Francia la mayor parte de su corta vida, y sus obras son ciertamente un enlace entre la escuela pictórica de su país y la romántica francesa.

El "Temerario" remolcado a su último fondeadero de William Turner (National Gallery, Londres). Fragmento de este cuadro considerado por muchos la obra maestra de este artista, constituye una muestra excelente de las calidades etéreas y de la tempestuosa fantasía de la segunda época de Turner. Un navío de formas gloriosas y altivas, tan pálido como su propio fantasma e iluminado por el sol poniente, es conducido a la muerte por un oscuro y vulgar remolcador.

Pintó acuarelas que son pequeñas obras maestras de límpida factura, y en algunas de sus evocaciones históricas, así como en sus escasos óleos sobre temas de paisaje francés, se adivina cuán lejos habría llegado, en su dirección romántica, la obra de este pintor muerto prematuramente.

Otro aspecto que se debe señalar en este breve resumen de la escuela inglesa de pintura iniciada durante el siglo XVIII, es el representado por William Blake (1757 -1827), figura que sobrepasa cualquier etiqueta y cuyo interés excede el meramente artístico. Blake fue poeta, dibujante, ilustrador, grabador y pintor y, además, su concepción del arte y de la vida influyó a no pocos y variopintos artistas de los siglos XIX y XX y continúa siendo un personaje de referencia en la actualidad. Como artista plástico y como escritor fue un caso parecido al del suizo Heinrich Füssli o Fuseli (17 41-1825), su contemporáneo, radicado en Londres y como él dedicado a las representaciones fantasmagóricas. En cierto modo Blake parte del arte del dibujante neoclásico Flaxman; pero se distingue de esta clara dirección de neoclasicismo por su contenido místico, misterioso, y su gran potencia imaginativa, que llegó a adquirir auténtica grandeza.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Jorge III, el rey destituido


Jorge III ascendió al trono de Inglaterra en una época especialmente complicada para Europa, cuando se estaba gestando la futura Revolución francesa que habría de suponer el principio del fin de la Europa de los absolutismos. Nieto de Jorge II, su reinado se caracterizará por un intento de recuperar parte del poder que los monarcas predecesores habían ido cediendo al Parlamento, uno de los más fuertes de todo el Viejo Continente, y por la pérdida de las colonias de Norteamérica, debido, entre otros motivos, a su falta de tacto para tratar los problemas que habían surgido en las posesiones allende los mares.

Como ya hemos señalado, Jorge III tenía gran inclinación por ser retratado a poder ser por los mejores pintores de su tiempo. Ello es una muestra de su deseo de convertirse en un monarca que si bien no era absolutista como sus "colegas" franceses sí que estaba dispuesto a ejercer su soberanía de forma muy personal. Para ello, creó un nuevo partido, los Amigos del Rey, que, como su nombre indica, había de serle especialmente afín y le ayudaría a anular, en cierto modo, al potente partido los tories.

Otro síntoma de su deseo de acumular en sus manos el máximo de poder es su clara desidia por los asuntos europeos, pues toda su política estaba centrada en controlar los asuntos internos que amenazaban su autoridad. Por todo lo dicho, sorprende que un rey que quiso mantener un rígido control se enajenara mentalmente y finalmente fuera destituido, justo un año antes del estallido de la Revolución francesa.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Agostino Carracci (1557-1602)


Carracci o Caracci, Agostino (Bolonia, 16 de agosto de 1557 - Parma, 22 de marzo de 1602) Pintor y grabador italiano de transición entre el Manierismo y el naciente Barroco. Seguía como ideal la naturaleza, y fue, con sus parientes Annibale y Ludovico, el fundador de una escuela que buscaba una visión más particularizada de ésta, y en cierto modo rival al estilo preconizado por Caravaggio. Este estilo pictórico, que encontró gran eco en el ambiente religioso de la Contrarreforma, se denomina clasicismo boloñés.

Biografía

Carracci nació y se formó en el ambiente manierista de Bolonia, especialmente con el arquitecto y tallista Domenico Tibaldi. Hizo viajes de estudios a Venecia en 1582, y a Parma entre 1586 y 1587, volviendo a Venecia entre 1587 y 1589; su vida y actividad posteriores se centraron no obstante en su ciudad natal.

Sus modelos pictóricos fueron, entre otros, Federico BarocciTintoretto, Antonio Campi y Correggio, de cuyas obras famosas hizo copias. Colaboró con sus parientes Ludovico y Annibale en los frescos del Palazzo Fava, realizados en 1584 y en el Palazzo Magnani, entre 1590 y 1592; de este año es también la Comunión de san Jerónimo, en la actualidad conservada en la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, y considerada su obra maestra.

Con su hermano Annibale fundó la Academia de los Encaminados o de los Deseosos, propugnando un estilo opuesto al Manierismo que no tardará en imponerse a pesar de las críticas por parte de los ambientes manieristas de Bolonia.


Obra comentadas


Más obras

Santa Catalina, desde el episodio
'La mujer Santa', 1575-1578

Santa Lucía, desde el episodio
'La mujer Santa', 1575-1578

Triunfo de Baco y Ariadna de Annibale y Agostino Carracci


Fresco pintado por los hermanos Carracci, de los cuales Agostino fue el más fecundo y hábil. Una de sus cualidades es el sentimiento del paisaje, inspirado por la escuela veneciana, en especial por Tiziano. El tema mitológico está narrado con fogosa fantasía barroca, con un espíritu nuevo, plenamente alejado de la fría lucidez de los manieristas.

(Palacio Farnesio, Roma)

Texto extraído de: Historia del Arte. Editorial Salvat 

José Benito Churriguera (1665-1725)



Churriguera Ocaña, José Benito (Madrid, 21 de marzo de 1665 – 2 de marzo de 1725) fue un arquitecto y retablista barroco español, miembro de una familia de artistas de la que es recordado como el más destacado. Su influencia, junto con el trabajo de sus hermanos Alberto y Joaquín, definió el llamado estilo churrigueresco, caracterizado por la abundancia y protagonismo de la decoración.

Nació en Madrid, en el barrio castizo de Embajadores, en 1665, hijo de José Simón de Churriguera, ensamblador y retablista oriundo de Barcelona, establecido en Madrid donde contrajo matrimonio en 1665 con la madrileña María de Ocaña. Tuvo siete hijos de dicho matrimonio, siendo el primogénito José Benito.

Se formó en el taller de su padre, y a la muerte de éste en 1679, en el de José Ratés, abuelo adoptivo. En 1690, el rey Carlos II lo designó como uno de los arquitectos de la corte, si bien no recibió salario hasta 1696. En 1702 el rey Felipe V nombró arquitecto jefe a Teodoro Ardemans, y poco tiempo después, Churriguera fue acusado de insubordinación y presunción, perdiendo el patrocinio real.

Una de las primeras obras que le hicieron famoso fue el retablo de la capilla del Sagrario en la Catedral de Segovia, construido en 1689, que le valió, en 1690, la designación como arquitecto de la catedral.

Con el retablo de la iglesia del convento de San Esteban, en Salamanca, de 1692 la obra del artista se consolidó, generando admiración y también críticas.

Si bien Churriguera permaneció el resto de su vida residiendo y trabajando principalmente en la región madrileña, el puesto en Salamanca permitió la obtención de otros muchos encargos para sus hermanos y al menos para uno de sus hijos.

Una de las obras artísticas que también le valió la atención pública fue el catafalco para la primera esposa de Carlos II, María Luisa de Orleans, fallecida en 1689, que fue erigido temporalmente en la Iglesia de la Encarnación de Madrid.

A principios del siglo XVIII (1709-1713), fue uno de los primeros arquitectos en proyectar completa una población en la península: la localidad de Nuevo Baztán por encargo de Juan de Goyeneche y Gastón, para alojamiento de los obreros de la fábrica de vidrios que éste fundó en el lugar.

Al fallecimiento del artista, en 1725, su hermano Alberto completó el Palacio de Goyeneche.

El sentido teatral y ornamentado de sus obras fue criticado por los puristas, pero se convirtió en un estilo popular, y se difundió por España, México y otras capitales latinoamericanas.

Tuvo dos hijos también arquitectos, Nicolás y Jerónimo Churriguera.


Obra comentada


Galería
Retablo mayor de la capilla del Sagrario de la Catedral de Segovia, 1686

Retablo mayor de la iglesia de San Esteban, en Fuenlabrada, 1692

Retablo de la iglesia de San Esteban de José de Churriguera

 

Realizado en 1693, Es una pieza magna que resume el barroco hispano con su horror a la lógica clásica, el gusto por la profusión de adorno y los dorados, el ritmo dinámico de las formas curvadas y el expresionismo a ultranza de la escultura, que se integra a modo de pintura en relieve.

Salamanca

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

John Singer Sargent (1856-1925)



Sargent, John Singer (Florencia, 12 de enero de 1856 - Londres, 14 de abril de 1925) Pintor estadounidense, considerado el "retratista de más éxito de su generación".​ Durante su carrera, realizó cerca de 900 pinturas al óleo y más de 2.000 acuarelas, así como innumerables bocetos y dibujos al carboncillo. Su obra documenta sus viajes a lo largo del mundo, desde Venecia al Tirol, Corfú, Oriente Próximo, Montana, Maine y Florida.

Sus padres eran estadounidenses, pero él se formó en París antes de trasladarse a Londres. Sargent disfrutó del aplauso internacional como retratista, aunque no sin cierta controversia y alguna reserva crítica. Desde el principio, su trabajo se caracterizó por una destacable habilidad técnica, particularmente su facilidad para el dibujo con el pincel, que en años posteriores generó tanto admiración como críticas por una supuesta superficialidad. Sus retratos de encargo se enmarcaban dentro de un estilo clasicista, mientras que sus estudios informales y bocetos mostraban una cierta cercanía con el impresionismo. En los últimos años de su vida, Sargent se expresó ambivalente en relación con las restricciones formales del retrato, dedicando gran parte de su esfuerzo a la pintura mural y al aire libre. Vivió la mayor parte de su vida en Europa.

Biografía

Antes del nacimiento de Sargent, FitzWilliam, su padre, (n. 1820, Gloucester, Massachusetts) fue cirujano ocular en el Hospital Wills Eye (Filadelfia) durante el periodo 1844–1854. Después de que el hermano mayor de John muriera a la edad de dos años, su madre Mary (de soltera Singer) sufrió una crisis nerviosa, y la pareja decidió marcharse para recuperarse. Fueron nómadas expatriados durante el resto de su vida.​ Con residencia habitual en París, los padres de Sargent se desplazaban regularmente según la estación del año a alojamientos en la costa y la montaña de Francia, Alemania, Italia y Suiza. Estando Mary embarazada, se detuvieron en Florencia debido a una epidemia de cólera. John Singer Sargent nació allí en 1856. Un año más tarde nació su hermana Mary. Después de su nacimiento, muy a su pesar, FitzWilliam renunció a su puesto en Filadelfia y aceptó las súplicas de su esposa para permanecer en el extranjero.​ Vivieron modestamente, gracias a una pequeña herencia y a sus ahorros, llevando una vida tranquila junto a sus hijos. Evitaron, generalmente, actos sociales y a otros estadounidenses, excepto a sus amigos del mundo del arte. Estando en el extranjero nacieron cuatro hijos más, de los cuales solo dos sobrevivieron más allá de la infancia.

Aunque su padre era un paciente profesor de asignaturas básicas, el joven Sargent era un niño inquieto, más interesado en actividades al aire libre que en sus estudios. Su padre escribió "es todo un observador de la naturaleza". Su madre estaba bastante convencida de que viajar a lo largo de Europa, visitando museos e iglesias, daría al joven Sargent una educación satisfactoria. Diversos intentos de escolarizarlo formalmente terminaron en fracaso, debido principalmente a su vida itinerante. La madre de Sargent era una artista aficionada y su padre un diestro dibujante médico.​ Pronto, ella le proporcionó cuadernos de dibujo y le animó a que dibujara las excursiones que realizara. El joven Sargent trabajó con cuidado en sus dibujos, copiando con entusiasmo imágenes de embarcaciones del semanario ilustrado The Illustrated London News y realizando detallados bocetos de paisajes.​ FitzWilliam tuvo esperanzas en que el interés de su hijo en las embarcaciones y el mar le llevara a una carrera profesional en el sector naval.

A los trece años de edad, su madre escribió de John que "dibuja muy bien y tiene un ojo extraordinariamente rápido y correcto. Si pudiéramos permitirnos el darle lecciones realmente buenas, pronto sería un pequeño artista."​ A los trece recibió lecciones de acuarela de Carl Welsch, un paisajista alemán.​ Aunque su educación distó mucho de ser completa, Sargent creció hasta convertirse en un joven culto y cosmopolita, experto en arte, música y literatura.​ Hablaba con facilidad francés, italiano y alemán. A los diecisiete fue descrito como "terco, curioso, resuelto y fuerte" (por su madre) pero tímido, generoso y modesto (por su padre).​ Tenía conocimiento de primera mano de muchos de los grandes maestros, escribiendo en 1874 que "en Venecia he aprendido a admirar inmensamente a Tintoretto y a considerarlo quizás solo por detrás de Miguel Ángel y Tiziano."

Formación

El intento de Sargent de estudiar en la Academia de Florencia no tuvo éxito, debido a que ésta estaba reorganizándose por entonces; así, tras regresar a París desde Florencia, comenzó estudios de arte con Carolus-Duran. El joven retratista francés, que había tenido una meteórica ascensión, era conocido por su técnica enérgica y su modernos métodos de enseñanza, y su influencia fue clave en Sargent durante el periodo 1874-1878.

En 1874, en su primer intento, Sargent aprobó el riguroso examen de ingreso a la École des Beaux-Arts, la principal escuela de arte de Francia. Recibió clases de dibujo, incluyendo anatomía y perspectiva, ganando un segundo premio, de plata.​ Además, dedicó mucho tiempo al estudio por su cuenta, dibujando en museos y pintando en un estudio que compartía con James Carroll Beckwith. Este llegó a ser tanto un gran amigo como su principal conexión con artistas estadounidenses.​ Sargent también recibió clases de Léon Bonnat.​

El taller de Carolus-Duran era progresista, prescindiendo del tradicional enfoque académico, que requería un dibujo cuidadoso de base, en favor del método alla prima, trabajando directamente sobre el lienzo con el pincel, tal y como hiciera Diego Velázquez. Este enfoque se apoya en la correcta ubicación de tonos de pintura,​ al tiempo que permite florituras espontáneas de color no sujetas a ningún dibujo de base. Esta aproximación era marcadamente diferente al método tradicional del estudio de Jean Léon Gérôme, donde habían estudiado los estadounidenses Thomas Eakins y Julian Alden Weir.

Sargent se convirtió rápidamente en el estudiante estrella. Weir, que conoció a Sargent en 1874, dijo de él que era "uno de los compañeros con más talento con que he coincidido; sus dibujos son como los de los viejos maestros, y su color es también magnífico."​ El dominio del francés de Sargent y su talento lo llevaron a ser popular y admirado. A través de su amistad con Paul César Helleu, Sargent conoció a personalidades del mundo del arte, entre las que se encontraban DegasRodinMonet y Whistler.

En estos años, el principal interés de Sargent se centró en los paisajes, no en el retrato, como evidencian sus voluminosos libros de dibujos llenos de montañas, marinas y edificios.​ La experiencia de Carolus-Duran en el retrato finalmente influenció a Sargent en dicha dirección. Los encargos de pinturas históricas eran, por aquel entonces, considerados más prestigiosos, pero más difíciles de conseguir. Los retratos, por el contrario, eran la mejor forma de crearse una carrera en el mundo del arte, consiguiendo ser exhibido en el Salón de París, y ganarse la vida.

El primer gran retrato de Sargent fue el de su amiga Fanny Watts en 1877, así como su primera presencia en el Salón. Su extremadamente bien dibujada pose llamó la atención.18​ Su segunda obra en el Salón fue Los recolectores de ostras de Cançale, una pintura impresionista, de la cual hizo dos copias, una de las cuales fue enviada a los Estados Unidos, recibiendo ambas críticas favorables.​

Comienzo de carrera profesional

En 1879, con 23 años, Sargent pintó un retrato de su maestro, Carolus-Duran con el que logró la aprobación del público, anunciando la dirección que tomarían sus obras de madurez. Su exposición en el Salón de París fue tanto un homenaje a su maestro como un anuncio para el encargo de retratos.​ Henry James escribió de la obra inicial de Sargent que el artista ofrecía "el ligeramente 'único' espectáculo de un talento que al inicio de su carrera no tiene nada más que aprender."

Después de abandonar el estudio de Carolus-Duran, Sargent visitó España. Allí estudió la obra de Velázquez con pasión, absorbiendo la técnica del maestro, al tiempo que tomó ideas para sus trabajos futuros.​ Encantado por la música y el baile español, este viaje volvió a despertar su propio talento para la música - que era casi igual a su talento para el arte -, expresándolo visualmente en su temprana obra maestra El jaleo (1882). La música continuaría jugando un papel importante en su vida social, siendo un diestro acompañante de músicos tanto aficionados como profesionales. Sargent se convirtió en un ferviente defensor de compositores modernos, especialmente Gabriel Fauré.​ Sus viajes a Italia dieron lugar a bocetos e ideas para diversas pinturas de escenas callejeras venecianas, que capturaron gestos y posturas que serían útiles para retratos posteriores.

Tras su regreso, Sargent no tardó en recibir diversos pedidos de retratos; su carrera estaba lanzada. Inmediatamente demostró la concentración y energía que le permitieron pintar con la constancia de un obrero durante los siguientes veinticinco años. Rellenó los intervalos entre pedidos con múltiples retratos de amigos y colegas. Sus modales, dominio del francés y nivel lo hicieron destacar entre los nuevos retratistas, expandiendo rápidamente su fama y prestigio. Su confianza le hizo establecer elevadas tarifas por su obra y le permitió rechazar clientes.


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