Punto al Arte: Francisco de Goya (1746-1828)

Francisco de Goya (1746-1828)



Goya y Lucientes, Francisco de (Fuendetodos, 30 de marzo 1746 - Burdeos, 16 de abril de 1828) Pintor y grabador español. 

Francisco de Goya y Lucientes nació circunstancialmente en el pueblo de Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Su padre tenía un taller de dorador en Zaragoza, donde habitualmente residía. En esa ciudad se formó Goya. Cursó sus primeras letras en la escuela del padre Joaquín y allí trabó amistad con Martín Zapater, amistad a la que sería fiel durante toda su vida, como lo atestigua una jugosa correspondencia, fantástica y rigurosa fuente de noticias relativas al gran pintor. Viendo su padre la fuerte inclinación por el arte que sentía el joven Goya, lo puso de aprendiz en el taller del pintor José Luzán. Las lecciones de éste y algunos ejemplos de González Velázquez y del aragonés Francisco Bayéu, que había de intervenir en su vida, no hicieron sino animar el genio innato de Goya, que, en realidad, fue un total autodidacto. Así lo prueban sus pinturas del Relicario de Fuendetodos (hacia 1762), hechas a los 16 años, con precoz e inusual destreza y tipología en buena parte original. Goya organiza sus primeras composiciones como una especie de arabesco que le sirve de base para disponer sobre él impactos luminosos, casi deslumbrantes, siguiendo en esto algo de la fórmula de Luzán.

Sacrificio a Vesta de Francisco de Goya y Lucientes (Colección particular, Barcelona). Pintado en Roma en 1771, ésta es una de las obras de juventud del artista, en la que ya se perfila la fuerza de su temperamento.

En 1763, y luego en 1766, Goya se presenta a dos concursos de la Academia de San Fernando en Madrid, fracasando en ambos. Es probable que entrara en relación con Francisco Bayeu ya con ocasión de su primer viaje a la capital. Éste fue un momento clave en la vida del joven aspirante a pintar porque tal rechazo comprometía seriamente su futuro económico, por lo menos el más inmediato. Los fracasos académicos le vedaron el disfrute de una pensión de estudios, que le hubieran hecho más llevadera la existencia, pero esto no le hizo renunciar al viaje a Roma, que él consideraba indispensable para continuar su formación. En 1771 se hallaba en la Ciudad Eterna, como se sabe por una carta suya fechada en Roma el 20 de abril de ese año. Tomó allí parte en un certamen convocado por la Academia de Parma; no ganó el premio, pero alcanzó seis votos y tuvo una referencia favorable en el acta del veredicto, lo que habría de compensar la frustración de un logro mayor. De este modo, la estancia en Italia fue muy productiva, pues entraría en contacto con el neoclasicismo, difundido por Vien. De esa etapa se conservan diversos cuadros sobre temas clásicos, obras de pequeño formato y forma monumental, y el retrato de Manuel Vargas Machuca, su primera obra conocida de uno de los géneros que más haría por su carrera.

⇦ La maja y los embozados de Goya (Museo del Prado, Madrid). Entre 1780 y 1790, el pintor se dedicó a realizar cartones para tapices con escenas de la vida cotidiana española, a las que les imprimía una visión amable y alegre.



Corto debió de ser su paso por Italia, ya que en octubre de 1771 estaba de nuevo en Zaragoza, donde se estableció como pintor independiente, ganándose una amplia y adicta clientela que en seguida reconoció en Goya sus habilidades pictóricas. El primer encargo importante que recibió el pintor se le adjudicó el21 de octubre de 1771 con la aceptación, por parte del Cabildo del Pilar, de su proyecto y presupuesto para la pintura del coro de la capilla de la Virgen, llamado" careto". En 1772 terminó esa decoración al fresco y en el mismo año o en el siguiente pintó su primer Autorretrato, obra magistral que inicia una serie comparable en calidad, aunque no es tan extensa, a la de Rembrandt. El 25 de julio contrajo matrimonio con Josefa Bayeu, hermana del pintor Francisco. Y ya en 1774 ejecutó su primer ciclo grandioso: la decoración mural de la Cartuja de Aula Dei (Zaragoza), una imponente obra en la que hay once composiciones de tema bíblico tratadas con una síntesis de cualidades que son ya típicamente goyesca: impulso barroco, serenidad neoclásica, simplificación de la técnica, logros originales en . luz y composición.

A finales de 1774, vivía en Madrid, residiendo por el momento en casa de su cuñado, Francisco Bayeu. Allí nació su primer hijo, en diciembre de 1775. Según declaración de Goya, en escrito de 1779, fue llamado por Antonio Rafael Mengs para que prestara su colaboración en obras de la corona. No debe descartarse, aunque los méritos artísticos de Goya le hacían merecedor de tal trabajo, el apoyo prestado a su cuñado por Francisco Bayeu, protector asimismo de su hermano Ramón. Goya fue empleado como pintor eventual en la obra de los cartones para tapices. Este trabajo, aunque ingrato por las limitaciones que imponía la técnica del tapiz, le permitió subsistir en la capital, lo que no era poco importante, donde al principio carecía de relaciones que le permitieran gozar de un fluido y seguro ritmo de encargos. Luchando contra esas limitaciones, contra la tutela protectora pero opresiva de su cuñado, Goya tardó un tiempo en imponer su personalidad, pero desde entonces -sobre todo desde su nombramiento de pintor del rey con sueldo fijo (i786)- inició una rápida carrera ascendente, que no puede extrañar, de un lado por el genio goyesco, de otro por la medianía de quienes le pudieron hacer· sombra: Maella, Castillo y los hermanos Bayeu. Hasta 1792 Goya seguiría pintando cartones para tapices, en grupos entregados con cierta discontinuidad, que señalan su progresiva victoria sobre las limitaciones técnicas y su maestría en el amable rococó que atraía a la corte

Pero es preciso retroceder para comentar esas fases: de 1777 es su cartón Maja y embozados, mucho más rico en matices y opulento en forma y color que los iniciales, pero todavía contenido por las "recetas" de los tapiceros. Que podía incluir temas dramáticos en los cartones lo muestra El ciego de la guitarra (1778), del que grabó un aguafuerte. Hay que comentar el hecho de que, al tener la oportunidad de trabajar para la real casa, Goya pudo conocer las magníficas colecciones de pintura que eran propiedad de los monarcas. Entre 1774 y 1779, por ejemplo, grabó obras de Velázquez, lo que prueba que sintió admiración por este artista de genio tan diferente al suyo. En esos años, Goya no se limitó a los cartones; pintó también cuadros de tema religioso y su tan conocido Autorretrato a contraluz.

El ciego de la guitarra de Goya (Museo del Prado, Madrid). Este cartón para tapiz de 1778 le trajo muchos problemas al artista, ya que tuvo que rectificarlo varias veces porque era demasiado grande y tenía muchas figuras, lo cual encarecía mucho el trabajo de los oficiales de tapicería. Estaba destinado al dormitorio de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo, donde el pintor trabajó durante muchos años.

En 1780, Goya recibe su primera compensación moral, a la que pudo no ser ajeno su cuñado Francisco Bayeu: el nombramiento como miembro numeraría de la Academia de San Fernando, cargo de gran importancia y que sin duda Goya viviría como uno de los momentos más relevantes de su carrera hasta ese momento. El 7 de mayo de ese año presentó, como pieza de recepción, un magnífico Crucifijo, en que se aprecian ciertas audacias técnicas de detalle en un concepto de magistral ejecución y por lo general académico, como no podía ser de otra manera en una obra que le" servía" para presentarse ante el resto de los miembros de la Academia. En 1780-1781, Goya retornó a Zaragoza para decorar al fresco una cúpula del Pilar. Sus audacias -libres linealismos, deformaciones-, aunque quizá también el éxito que ya acreditaba, le valieron la desaprobación de su cuñado Bayeu, director de la obra, y una querella con éste que duró tiempo y que los lazos familiares quizá contribuyeron a agravar más que a atenuar. Una vez que estuvo de regreso a la capital no tardó en recibir de la corona un importante encargo: la pintura de uno de los grandes altares para la basílica de San Francisco el Grande, con la imagen de San Bemardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón. Al parecer, el mencionado encargo se debió en parte a la intervención del patricio aragonés Juan Martín Goicoechea, amigo del ministro conde de Floridablanca y gran admirador de la pintura de Goya. En 1783, éste permite a Goya que pinte su retrato, con lo que inicia su galería de efigies de altos personajes de la corte en los que el pintor aragonés da muestras de su brillante maestría. El lienzo, sin embargo, fue recibido fríamente por el poderoso político y es evidente que en él hay ciertos desajustes, que llaman la atención en el conjunto de la obra del artista. Goya pasó, no cabe duda, por un largo período de relativa crisis desde su llegada a Madrid hasta unos 10 a 12 años más tarde. Pero 1783 fue un año importante para el pintor. Afirmó su amistad con Ventura Rodríguez, arquitecto del Pilar, y entró en conocimiento del infante don Luis de Barbón, hermano del rey. Esto le valió la ejecución de una serie de retratos de la pequeña corte del infante, terminados en 1784, tras los esbozos ejecutados en Arenas de San Pedro, en la residencia estival del príncipe. El 2 de diciembre de 1784 le nació su hijo Francisco Xavier, único que le sobreviviría. En 1785, Goya realizó una serie de retratos para el Banco de San Carlos, donde tenía sus ahorros.

Pintor de la Corona

La carrera del artista ya no se detiene a partir de ese momento, basándose en el doble impulso de cargos y nuevos contratos personales. En 1785 es nombrado teniente de pintura de la Academia de San Fernando y conoce a los duques de Medinaceli y de Osuna, que serían buenos clientes suyos. El Duque de Osuna y la Duquesa de Osuna fueron pintados por Goya ese mismo año; el de la dama es uno de los grandes lienzos de la espléndida galería de retratos femeninos debidos al pintor.

⇦ Las floreras de Goya (Museo del Prado, Madrid). Cartón para tapiz pintado entre los años 1786 y 1787, en el que se mezclan un marcado interés por lo popular, típico de las postrimerías del rococó, con elementos nuevos, como la vivacidad del paisaje natural del fondo.



Ya indicamos que en 1786 Goya fue nombrado pintor del rey. Intensificó su producción de retratos y cartones para tapices, mostrando en éstos una maestría y soltura muy superiores a los de la década anterior, en los que no es difícil observar que el artista decide contener sus posibilidades. Destacan, en este apartado, Las floreras y La vendimia (1786), que son, posiblemente, el mejor exponente del arte del siglo XVIII en su culminación, con ese interés por lo popular propio de las postrimerías del estilo rococó en España.

En 1787, Goya pintó una serie de paramentos decorativos para "La Alameda" de los duques de Osuna, con temas anecdóticos y costumbristas. En 1788 realizó bocetos para algunos de los cartones de tapices que gozan de mayor fama mundial, como La pradera de San Isidro y La gallina ciega. Llegados a este momento, el artista ha trascendido el tema y ofrece una visión profunda de su tiempo a través de unas imágenes que parecen carecer de importancia.

La vendimia de Goya (Museo del Prado, Madrid). óleo sobre lienzo para un cartón de tapiz, de 1786, en el que el autor hace una alegoría del otoño, tal como lo hiciera con las demás estaciones. La pareja central, sentada en un cercado, celebra el momento de la recolección de la vid: él le ofrece un racimo a ella en presencia de una vendimiadora con un cesto en la cabeza rebosante de uvas. El esquema de la composición es piramidal, característico del estilo neoclásico.

Pero en este mismo período Goya vuelve a tratar el tema religioso con fuerza renovada. De 1787 son las tres soberbias pinturas para Santa Ana de Valladolid y de 1788 los dos grandes lienzos de la catedral de Valencia dedicados a san Francisco de Borja, de los que se conservan dibujos y bocetos preparatorios -que Goya siempre ejecutaba con profesional dedicación antes de las pinturas definitivas- y en los que se ve la transformación técnica que sigue el maestro. En cuanto al tema, en San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo se ven por vez primera los rostros demoníacos y bestiales que el artista reiterará en sus grabados, dibujos y pinturas de años más tarde. Fuera influencia de los grabados de magia, del arte popular o expresión directa de su trasfondo anímico, no hay duda de que la plasmación de esos tipos, que son la personificación de los terribles instintos, atrajo de modo creciente e imparable al artista. Obvio es recordar en este momento que la belleza pictórica es la belleza del cómo y no del qué, la de la pintura en sí y no la del asunto tratado. Y este apunte cobra su máximo grado de verdad con la obra del genial pintor aragonés. Don máximo de un artista es transfigurar lo horrible por la magia de sus pinceles y este don, si alguien lo poseyó por entero, fue Goya sin duda alguna.

La pradera de San Isidro de Goya (Museo del Prado, Madrid). Óleo que Carlos III le encomendó al artista en 1788 para realizar un tapiz destinado al dormitorio de las infantas en el palacio de El Pardo. El cartón de tapiz no se llegó a hacer debido a la muerte del rey. La diferencia con otros cartones es que, en lugar de escenas ideales, aquí Goya pintó un paisaje real, el de Madrid, cuyo perfil se vislumbra a lo lejos.

En 1789 falleció Carlos III, el rey progresista que tanto hiciera por su país, sucediéndole Carlos IV, monarca blando en cuyo reinado habrían de tener lugar hechos lamentables y funestos para la historia de España. Goya fue nombrado pintor de cámara, lo que significaba un ascenso respecto al cargo que había estado ocupando con el soberano anterior. Se aplicó concienzudamente a retratar a los nuevos monarcas: Carlos y María Luisa de Parma, pero la abundancia de efigies producida y ciertas desigualdades indican que algunas son, sin lugar a duda, obras de taller.

La familia del duque de Osuna de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1790, Goya realizó este admirable retrato de los duques con sus hijos.

Corral de locos de Goya (Museo del Prado, Madrid). La investigación de Desparmet Fitz-Gerald ha permitido identificar esta composición alucinante pintada sobre hojalata.

⇦ La Tirana de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Pintado entre 1790 y 1792, éste es el retrato de una famosa actriz llamada María del Rosario Fernández, a la que llamaban con este apodo por estar casada con el actor Francisco Castellanos, conocido como "el tirano". Además de la soberbia técnica en el tratamiento de los colores, Goya logra captar en profundidad la expresión altanera del personaje.



Algo más tarde, en 1790, Goya pintó un admirable retrato de La familia del duque de Osuna, obra de gran virtuosismo en su línea contenida. En 1791 y 1792 pinta nuevos retratos y sigue realizando cartones para tapices, destacando entre los primeros el del niño Cistué vestido de azul (1791) y entre los segundos el famoso Pelele, Los zancos y Las gigantillas (1792), obras de rico color que muestran el maravilloso Goya pintor de niños y temas gozosamente juveniles, otra de las innumerables facetas en las que el artista destacaba como pocos. Pero seguramente la más vigorosa pintura de esta fase, no fechada, es el retrato de la actriz La Tirana (1790-1792), interpretación soberbia de un altanero tipo femenino. perteneciente en esta ocasión al pueblo.

Pero cuando estaba pasando por un de sus mejores momentos profesionales llega el año 1793, que resulta ser dramático para Goya. Hallándose en Sevilla cayó enfermo de gravedad, acaso ya a finales de 1792. Una carta de Sebastián Martínez, amigo de Goya, a Zapater, de 29 de marzo de 1793, dice: "Goya sigue con lentitud, aunque algo mejorado". Le esperaba una larga convalecencia y, lo peor de todo, la triste carga de una total sordera que aumentó su propensión a lo dramático-fantástico, que ya había apuntado anteriormente, como hemos visto, sin perturbar por ello el menor de sus dones, ni su capacidad para recrearse en la más delicada belleza.

El incendio de Goya (Colección particular). Pintada en el dramático período que para él constituyeron los años 1793-1794, es una tela en la que el valor de la pincelada, la calidad de la superficie pictórica y la veracidad emotiva conseguida sin apoyarse en detalles anecdóticos, anticipan las características que tendrán obras muy posteriores.

Se desconoce la fecha del regreso de Goya a Madrid, pero sí se sabe que el 11 de julio de 1793 asistió a la sesión de la Academia de San Fernando. Sobre su estado de ánimo y trabajos está el testimonio de su carta de 4 de enero de 1794 a Bernardo de Iriarte, en la que dice: "Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males y para resarcir, en parte, los grandes dispendios que me han ocasionado, me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas y en que el capricho y la invención no tienen ensanche. He pensado remitirlas a la Academia para todos los fines que V. S. L conoce". Observemos con qué claridad ve Goya que las obras hechas por impulso propio permiten más libertad y son motivo de mayores hallazgos. Con todo, se sabe por su disputa con Bayeu, ya citada, que a veces se atrevía a lo imaginativo en obras de encargo. Fueron once los cuadros de "diversiones populares" que, presentados a la Academia, se celebraron "por su mérito y el de Goya". La investigación de X. Desparmet Fitz-Gerald ha permitido identificar uno de esos cuadros, el alucinante Corral de locos, pintado sobre hojalata. Este hecho, el formato y la afinidad estilística han permitido agrupar junto al Corral otras obras que debieron formar parte de los "cuadros de gabinete", como Cómicos ambulantes, El incendio, El naufragio, Bandidos asaltando un coche. Destaca por sus impresionantes valores de forma y contenido El incendio. La pincelada tiene un carácter despeinado y nervioso que crea un mundo de calidades y texturas -aspecto en que sobresale Goya que infunde suprema veracidad a la imagen eliminando lo anecdótico. Se cree que en esta misma época debió de pintar Goya la serie de cuadros de asuntos de brujería y fantásticos que vendió a los duques de Osuna en 1798, pues son obras de estilo muy afín a una del otro grupo.

En plena madurez


⇦ La duquesa de Alba de Goya (Colección Duque de Alba, Palacio de Liria, Madrid). Retrato del año 1795. Esta figura luminosa, con los extraordinarios toques rojos del cinturón y los pendientes, es probablemente la aludida en esta frase de Goya en una carta a su amigo Zapater: "Más te valía venirme a ayudar a pintar a la de Alba, que se metió en el estudio a que le pintase la cara, y se salió con ello; por cierto que me gusta más que pintar en lienzo, que también la he de retratar de cuerpo entero".



En 1795 surge por primera vez en la trayectoria goyesca el nombre de la duquesa de Alba, que tanta importancia habría de tener para la carrera del pintor. Se ha fantaseado en demasía sobre las relaciones del pintor y la duquesa, no siempre sobre hechos constatables sino por el mero deseo de novelar la vida de ambos personajes. Goya pudo estar enamorado de ella durante un tiempo (ciertos indicios, como se verá, permiten afirmarlo), pero de ello es, por lo menos, aventurado dar el paso de asegurar que hubo una relación amorosa entre ambos. A la vista de los datos objetivos que es posible manejar nada indica que la joven noble correspondiera al ya maduro pintor. Se conservan de su mano dos magistrales retratos de la duquesa de Alba, el que la presenta vestida de blanco con cinturón rojo (1795) y el que la muestra de negro (1797) con dos anillos en la mano: en uno de ellos se lee claramente el nombre de Alba y el de Goya en el otro. En este retrato aparecen, además, como trazadas en la arena del suelo," solo Goya", aunque la palabra" solo" fue recubierta de pintura por el propio artista. Por otra parte, en uno de los grabados de los Caprichos, a que más adelante se hará referencia, titulado Sueño de la mentira y la inconstancia, se ve a la duquesa con doble rostro y alas de mariposa. El origen de tales aguafuertes se halla en el álbum de dibujos que realizó Goya en Sanlúcar de Barrameda (1796), donde estuvo visitando a la duquesa de Alba. Quedan, de aquella visita, algunos croquis con la efigie de la duquesa y las de algunos miembros de su pequeña corte rural, que siempre la acompañaba. La duquesa no tardaría mucho en fallecer (1802) y, aun siendo innecesario, salimos al paso, negándola, de la morbosa leyenda que pretende que dicha dama fue el modelo de las famosas Majas desnuda y vestida, que como se verá serían ejecutadas algunos años más tarde.


La condesa de Chinchón de Goya (Colección Duque de Sueca, Madrid). Obra pintada en 1800, que representa a la entonces esposa de Godoy. Se trata de uno de los mejores retratos de Goya. El fondo oscuro de la tela y la supresión de todo elemento que pudiera distraer ayudan a subrayar la elegancia y delicadeza de esta exquisita figura femenina.

En todo caso, hay que retornar ahora a la pintura y los grabados. En 1795 realizó Goya una importante obra de tema religioso: los tres Lunetos de la Santa Cueva de Cádiz, que se apartan de la técnica minuciosa y" escultórica" de las pinturas de Santa Ana de Valladolid. En esta relevante obra trata las escenas con cierto estilo de boceto, lo que irá intensificando en adelante, aunque ocasionalmente, y se preocupa de acentuar la expresión humana de cada personaje. En 1797 se anunció la edición de los Caprichos, pero se publicaron dos años después, con 80 estampas precedidas de un Autorretrato al aguafuerte. Quince días después de la salida, cuando se habían vendido 27 ejemplares, la obra fue rápidamente retirada, posiblemente por miedo a la Inquisición. Goya, en realidad librepensador, tan satírico como dramático, tan poco anclado en los tabúes que mantenía salvajemente la Inquisición, se había permitido pasar los límites que, a fines del siglo XVIII, circundaban el arte. Sus Caprichos (puestos bajo el lema, en realidad, de que "el sueño de la razón engendra monstruos", frase que ha quedado ya para la Historia) presentaban seres humanos lindando con las bestias, visiones de patíbulo y de hechicería, amén de un mundo de majas y celestinas, chulos y mendigos. Incisivas y cortas frases epigrafían las estampas, aumentando su mordacidad y concretando más o menos la intención del artista, tan oscura y sibilina en algunas ocasiones que preconiza aspectos del surrealismo del siglo XX. Un atrevimiento que sitúa a un Goya definitivamente avanzado a su tiempo en el tratamiento de los temas y en su deseo de liberar al arte de convenciones.

Godoy de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Retrato de 1801 en que el militar aparece representado "a la manera heroica", como vencedor de la campaña que -en son de burla- los españoles llamaron Guerra de las naranjas.

El año 1798 es decisivo en el arte de Goya. Aparte de una serie de admirables retratos, decora al fresco la ermita de San Antonio de la Florida, refundiendo en su obra ímpetu y grandiosidad barroca, ciertos efectos de gracia rococó y un expresionismo"sui generis" con deformaciones y simplificaciones inauditas para la época, que hacen de esta maravilla pictórica un auténtico anti-Tiépolo. Presenta una serie de personajes en torno a una fingida baranda. Las brutales pinceladas se dejan en su aspecto inmediato y con mínimos contrastes de tono estructuran un rostro, un cuerpo, un gesto perfectamente definido. Lo más asombroso es cómo Goya sabe, en una misma pintura, hacer compatibles los desgarros con las más sutiles y refinadas bellezas ejecutadas con la técnica tradicional.


La maja desnuda y La maja vestida de Goya (Museo del Prado, Madrid) Pintadas hacia 1803-1806, se sabe que ambas obras figuraban el 1 de enero de  1808 en la colección de Godoy. El tema, excepcional en la pintura clásica española, motivó que entre 1814 y 1815 Gaya fuese sometido a proceso por la Inquisición como autor de estas telas.

En 1799 pinta retratos, entre ellos de los monarcas, siendo frecuente que se trasladara a La Granja, El Escorial o Aranjuez en su compañía. De ese año serán los retratos ecuestres de Carlos IV y María Luisa, de impresionante vigor. En 1800 pinta uno de los mejores retratos femeninos de su carrera, el de la Duquesa de Chinchón, esposa de Godoy, favorito de los monarcas. Terminado este retrato emprende una de sus pinturas más ambiciosas: la plasmación de la efigie del rey con todos sus familiares y para ello ejecuta, previamente, una serie de bocetos de los personajes aislados que cuentan entre sus mejores creaciones en el género retratístico. Cuando se ha adueñado de la psicología de todos ellos, pinta la tremenda Familia de Carlos IV (1800), que ahora puede parecer una sátira, por la vulgaridad o reticencia manifiesta de los retratados. Pero la pintura supera la iconografía. Una armonía de castaños y rojos sostenidos por amarillos blanquecinos y dorados convierte el grandioso lienzo en una de las mejores pinturas del arte español. En 1801 pinta a Godoy como general de la contienda con Portugal, es decir, dando al favorito un fondo de escena de guerra que no sirve sino para contrastar la blandura del turbio personaje político. Sigue pintando retratos, que le solicitan con insistencia desde hace años y que alterna siempre con obras de otros temas.

Doña Francisca Sabasa de García de Goya (National Gallery, Washington). Uno de los mejores retratos de Gaya, donde el "eterno femenino" aparece tratado aquí con un matiz de perceptible sensualidad.

Se ignora la fecha en que pintó Goya las dos famosísimas Majas, que son uno de los atractivos esenciales del Museo del Prado, pero, por el estilo, parecen ser de 1800-1805. Fueron propiedad de Godoy. La desnuda es uno de los pocos ejemplos del género en la pintura española anterior al siglo XIX -sólo pueden parangonarse con ella el desnudo de Velázquez y una figura desnuda de una composición de Alonso Cano-, pero tal vez la obra goyesca supera a éstas por la finura suprema de la ejecución y la perfecta transcripción de la nacarada calidad de la carne. La vestida, más voluptuosa, si cabe, por la opulencia de formas y la intensidad de la mirada, es una obra que atestigua la misma ejecución insuperable. De este mismo período son cinco estupendas tablas de la Academia de San Fernando: Procesión de disciplinantes, Casa de locos, Corrida de toros, Tribunal de la Inquisición y Entierro de la sardina. Vemos ante todo en los temas cómo se aclara la intención latente en Goya de satirizar, o poner en la picota, aspectos del carácter nacional, dando a la vez salida a los agitados instintos personales. Cuando se habla de un pintor anterior al siglo XIX no suele decirse que fue un" atormentado", pero hay sobrados indicios de que Goya lo fue, aunque su inmensa vitalidad, su sano sentido popular, contrarrestaban los dramas de su vida interior y su innata tendencia corrosiva. Deformaciones, trazos sueltos, borrones, reflejos, sugerencias mejor que estrictas representaciones aparecen en la técnica junto a las tradicionales veladuras y transparencias. Goya se da cuenta también del valor expresivo que posee el "inacabado" y deja trozos enteros sólo insinuados en Los disciplinantes. Pero tal vez la escena de la Inquisición sea la más lograda del grupo, por la intensidad contenida del ambiente y el perfecto equilibrio de todos sus elementos.

La marquesa de Santa Cruz de Goya (Museo del Prado, Madrid). En este retrato de 1805, el artista pintó a Joaquina TellezGirón, la esposa del marqués, personificando a la musa Euterpe. La joven de 21 años ya había sido pintada por el artista junto a sus padres, los duques de Osuna, cuando era una niña.

Parece probable que en la misma etapa pintara Goya -lo que es muy propio de su genio- obras enteramente distintas, casi convencionales, como son las alegorías del Comercio, la Industria y la Agricultura que realizó para el palacio de Godoy, cuyas erróneas y ambiciosas maniobras, unidas al sueño de dominación mundial de Napoleón, pronto llevarían a España al desastre.

Fray Pedro de Zaldivia luchando con el bandido Maragato de Goya (Art lnstitute of Chicago). Óleo sobre tabla de 1806 que forma parte de una serie de seis obras que el artista dedicó a la captura del Maragato.

Los años 1802-1806 son a la vez un período de grandes retratos, continuando los de años anteriores: El conde y la condesa de Fernán Núñez, el Marqués de San Adrián, Félix de Azara, y los asombrosos de Isabel Cobos de Porcel, uno de los tres o cuatro retratos femeninos mejores de toda la pintura española, y el de la señora Sabasa de García. Pinta también a la Marquesa de Santa Cruz personificando a Euterpe. Surge asimismo la serie de retratos originada por la boda del hijo del pintor, Xavier, que, en 1805 (año de la batalla de Trafalgar), se casa con Gumersinda Goicoechea. Al margen de otros retratos, completa la obra probable de 1806 la interesante serie de seis pequeñas tablas con la historia, en episodios, de Pedro de Zaldivia capturando al bandido Maragato (junio de 1806), que ratifica el interés de Goya por las secuencias de imágenes, lo que en parte le llevó al grabado.

Los desastres de la guerra

En 1807 comienza a fraguarse el drama de España. La insidiosa persistencia de Godoy, por un lado, y la política dominante de Napoleón, por otro, perfilan en este año el reparto de Portugal y dan lugar al nefasto tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807). Las tropas francesas habían entrado ya en España por la frontera vasca. En 1808 continuaba la disfrazada ocupación de la Península. Una reacción provoca el motín de Aranjuez (17 de marzo), que exige la abdicación de Carlos IV y el procesamiento de Godoy. Fernando VII entró en Madrid el 24 de marzo y, el 28 del mismo mes, la Academia encargó a Goya el retrato del nuevo rey, primero de los que haría del mismo. Los hechos se precipitaron. La intención de anexionar España al Imperio napoleónico no podía seguir ocultándose. Fernando VII seria forzado a abdicar, mientras que el pueblo se alzaba en su favor el 2 de mayo iniciando la larga guerra de "resistencia" contra el ocupante. José Bonaparte entró en España el 20 de julio, poco convencido de poder mantenerse. España pidió ayuda a Inglaterra J y las tropas inglesas, bajo el mando de Wellington, desembarcaron por el momento en Portugal. Los franceses sitian Zaragoza. Alternativas diversas, desde la victoria española de Bailén (22 de julio de 1808), dramas sangrientos, terribles crueldades, se suceden en la Península. En 1812 se reúnen las Cortes de Cádiz y promulgan una Constitución. Los generales de Napoleón -pues éste no puede venir a dirigir la guerra- van siendo desbordados por las tropas y el pueblo de España y por las disciplinad~ fuerzas inglesas, que además dominan enteramente el mar. El 11 de diciembre de 1813 Napoleón se vio obligado a pactar con su prisionero Fernando VII, firmando el tratado de Valençay por el que le reconoce de nuevo como rey de España, comprometiéndole a que perdonase a los" afrancesados". El 6 de enero de 1814 se constituye en Madrid un Consejo de Regencia y el 22 de marzo de ese año retorna a su capital Fernando VII "el Deseado", cuya política, tras una etapa de moderación, desembocará en un tremendo absolutismo y represión.

⇦ El Lazarillo de Tormes de Goya (Colección Marañón, Madrid). Llamado también El garrotillo, este cuadro fue pintado hacia 1808-1812. El tema se refiere a la enfermedad de la difteria y representa la desesperación de enfermo y familiares tratando de aliviar la asfixia provocada por la mortal enfermedad.



Obvio es decir que estos acontecimientos produjeron a Goya diversos trastornos. Como personaje ·preeminente, que no podía permanecer oculto, se vio forzado a" colaborar" con el invasor pintando un retrato con alegoría de José I. En segundo lugar, sus encargos disminuyeron. Tercero y principal, los terribles hechos que presenció, y que dibujaría del natural con frecuencia, tuvieron importante repercusión en su arte, aunque las grandes obras sobre hechos de guerra sólo pudo -como es lógico- hacerlas una vez terminada la guerra y la ocupación. Con todo, en esos años siguió pintando retratos y cuadros costumbristas, entre los que destaca El lazarillo de Tormes, asombroso estudio de expresión (1808-1812). En 1812 una nueva desgracia se agregó para el pintor a las de la guerra: el fallecimiento de la fiel y abnegada Josefa Bayeu, que tuvo lugar el 20 de junio de dicho año. Siendo su fortuna bienes gananciales, hubo de redactarse un inventario -que ha sido muy importante para la identificación de ciertas obras del artista-, inventario que fue elevado a escritura pública el 28 de octubre. Sin entrar en el detalle del reparto de bienes entre el pintor y su hijo, sí hay que señalar que los cuadros que pasaron a ser propiedad de éste (junto con la casa de la calle Valverde y la colección de grabados) fueron marcados con una X. De esos cuadros, algunos no se debían a Goya y por el citado inventario sabemos que Goya poseía dos obras de Tiépolo, 10 estampas de Rembrandt y un autorretrato de Velázquez, así como una cabeza debida a Correggio.


Fabricación de pólvora y balas en la sierra de Tardienta de Goya (Palacio de la Zarzuela, Madrid). Óleo sobre tabla fechado entre 1810 y 1814, en el que el artista pretende representar los esfuerzos de los españoles por vencer al poderoso ejército de Napoleón.

El gigante o El pánico de Goya (Museo del Prado, Madrid). En este cuadro, que marca el punto de partida de las Pinturas negras, se ha querido ver el simbolismo de un coloso que actúa de protector frente a las fuerzas napoleónicas, o bien, más probablemente, la amenaza del ejército invasor.

Entre los retratos pintados por Goya en esos años se cuentan las dos efigies de Antonia Zárate, la del niño Victor Guyé y el grupo del Duque de Wellington, de 1812. Entre las obras de tema costumbrista destacan La Maja y la Celestina, La Carta y Majas en el balcón. También pintó Goya en esos años una serie de obras sobre escenas de guerra, en pequeño formato, y varios lienzos de carácter dramático, como Prisioneros, El gigante, etc. En ese tiempo, Goya utiliza a veces un procedimiento especial que consiste en sustituir el pincel por una caña hendida en el extremo, que produce calidades de pasta pictórica muy distintas de las debidas al pincel Estas obras y otras figuran en el inventario antes mencionado y ostentan la sigla X (Xavier Goya). En 1812-1813 Goya grabó su segunda serie de aguafuertes, Los desastres de la guerra, de dinámico estilo y realismo feroz, con representaciones de suplicios y de calamidades de todo género. De 1813 no se sabe ningún cuadro, aunque pudo pintar entonces las dos escenas de guerra que tratan el tema de La fabricación de pólvora y de balas en la sierra de Tardienta.

El Dos de Mayo de 1808 en Madrid de Goya (Museo del Prado, Madrid). Obra de 1814 en la que el pintor evoca la gloriosa jornada de 1808, cuando el pueblo de Madrid se lanzó valientemente sobre el cuerpo de caballería de mamelucos, mercenarios al servicio de Francia, en la Puerta del Sol; aunque también hay quien sitúa la escena cerca del Palacio Real.

Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya (Museo del Prado, Madrid). Escena de 1808 pintada por Goya en 1814. Es una de las cumbres en las que la pintura mundial ha expresado de manera más conmovedora y patética la violencia. La luz proyectada en la misma dirección en que apuntan los fusiles descubre la tremenda escena de la muerte inevitable, sobre la sangre ya vertida.

En cambio, 1814 fue rico en grandes realizaciones, que cuentan entre las más profundamente significativas aportadas por el pintor. En enero de ese año se ofreció al Consejo de Regencia para pintar"las más notables y heroicas hazañas" de la guerra. Tendría en la mente un vasto plan pictórico, una versión a gran escala de los puntos culminantes de la epopeya grabada ya en la serie de los Desastres. El resultado de la petición de Goya a la Regencia se concretó en dos de las obras esenciales de la historia de la pintura española y universal, El dos de mayo y Los fusilamientos de la Moncloa. Del primero se conservan dos bocetos que, con la pintura definitiva, muestran la evolución de la composición en la mente del artista. Obra romántica por el color, el movimiento, el ímpetu. La escena aparece tomada muy de cerca y centrada en personajes principales. La técnica es muy pictórica y fundida, trabando tono y color, y comunicando el sentimiento de lo inmediato, de lo verdadero.

El general José de Palafox de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1808, el heroico general defensor de Zaragoza contra la invasión napoleónica llama a Goya para que pinte las ruinas de la ciudad, después del primer sitio a que fue sometida. Más tarde, en 1814, el artista hace el retrato ecuestre de Palafox que se reproduce aquí.

Los fusilamientos de la Moncloa es una obra más concreta y contrastada, menos matizada, más vigorosa. Caracteriza este lienzo el empleo de una solución granulosa que produce una textura arenosa y mate. Se mantiene la imprimación rosada que Goya usó desde sus comienzos y que, a partir del siguiente año, sustituiría por preparación negra. Muy conscientemente, en los Fusilamientos Goya disminuyó la gama cromática esencialmente al ocre de la tierra y de algunos trajes, el negro del cielo nocturno, el blanco de las camisas de los fusilados y el rojo de la sangre, pocas veces tan verdadero, tan eficiente, como en este cuadro que es un grito de protesta. La simplificación relativa de la forma apoya la unidad del efecto. Durante este año, su cargo de pintor de cámara le obligó a pintar retratos de Fernando VII, por quien, evidentemente, no sentía ninguna simpatía. También pintó a Palafox a caballo.

⇦ Autorretrato de Goya (Museo del Prado, Madrid). Obra de 1815 que firmó con la inscripción "Fr. Goya. Aragonés. Por él mismo". El agudo psicólogo que era Goya sintió, a través de toda su vida, la atracción por el análisis de las variaciones de su propio rostro en circunstancias y edades distintas, lo que ha significado una impresionante serie de autorretratos.



El año 1815 fue de gran actividad retratística. Destaca la estupenda efigie del Duque de San Carlos, en tres retratos (estudio de la cabeza, retrato de cuerpo entero y reducción del mismo). Parecen del mismo momento tres vigorosos Autorretratos, uno de ellos fechado en 1815, y son de ese año el impresionante grupo de efigies. Ignacio Omulryan, Miguel de Lardizábal, José Munarriz y Miguel Femández. La imprimación negra da un nuevo "carácter" al color que sobre ella se superpone. También en 1815 comenzó a grabar Goya las planchas de su tercera serie de aguafuertes, la famosa Tauromaquia, sobre el tema que apasionó tanto al artista del que se ha dicho que en su juventud, eventualmente, toreó. El anuncio de la publicación de esta serie es de 28 de octubre de 1816, pero La Tauromaquia no se publicó entonces. Las planchas pasaron a la Academia años después de la muerte del artista y la primera edición sólo vio la luz en 1855 (33 láminas). Como de otras series, se conservan dibujos preparatorios, mucho más libres y "barrocos" que los grabados correspondientes. Se busca el interés plástico de masas informes y la acumulación expresionista de contrastes. Esto y otros factores que se han citado en las páginas anteriores permiten comprender que Goya es el verdadero umbral del arte contemporáneo. Sigue Goya pintando retratos en esos años, cual el del Empecinado, la Mujer sentada del Museo del Louvre, de parecida fecha o algo posterior. Se supone de 1815 el extraordinario cuadro de gran formato La Junta de Filipinas, que obliga al artista a plasmar un amplio espacio vacío, interior, con muchos personajes, cada uno de los cuales es un impresionante acierto de dibujo, tono y color.

Santa Justa y Santa Rufina de Goya (Catedral de Sevilla). Las mártires patronas de esta ciudad son una de las pocas obras que se sepa que pintó Goya en el año 1817 por encargo del Cabildo Catedralicio. El artista preparó varios bocetos para asegurarse la aceptación del proyecto.

En 1817 siguen los retratos, pero destaca una obra de tema religioso tratada más como estampa naturalista de devoción popular, y como gran pintura, que con efusión mística. Se trata del lienzo de las Santas Justa y Rufina, para la catedral de Sevilla, del que se conserva boceto.

Posterior al inventario de 1812, Goya volvió eventualmente al empleo de la espátula de caña. Aparece en algún cuadro de fecha indeterminada y tema costumbrista que ha de enclavarse entre los años 1812 y 1818. Así en Feria, donde la espátula actúa preferentemente en primer término. Los colores se mezclan o yuxtaponen en su punto justo. En algunos casos, la síntesis cromática se produce en la retina del observador, lo que anticipa la técnica de los impresionistas. También vemos la misma técnica en El lanzamiento de barra y en dos versiones diferentes de Procesión de disciplinantes.

La Quinta del Sordo

El 27 de febrero de 1819 se inicia una nueva -y por desgracia breve- etapa de la vida de Goya, que contaba a la sazón 73 años. Adquiere en las afueras de Madrid, cerca del puente de Toledo, una casa de campo que sería bautizada con el poco caritativo nombre de "La Quinta del Sordo". La inmortalizarían las llamadas "pinturas negras" (1821-1822) que hizo para decorarla y de las que más adelante se tratará. Pero, volviendo a 1819; en ese año Goya pintó la que tal vez es su única obra religiosa animada de profundo misticismo (a la vez que sumida en cierta deformación expresionista): La última comunión de San José de Calasanz, pintura destinada a la iglesia de San Antón de Madrid. Su unción es extrema, con blancos y rojos que exaltan el negro dominante. La Oración en el huerto es acaso más dramática que mística, pero no se podría decir que carece de impulso religioso.

Aquelarre de Goya (Museo Lázaro Galdiano, Madrid). Un detalle de la composición de la obra pintada después de la grave enfermedad que dejó a Goya totalmente sordo. El lienzo procede de un mural que el artista pintó en una pared de la "Quinta del Sordo" y que forma parte de una serie de catorce obras llamadas Pinturas Negras, que en 1873 fueron pasadas a lienzo por el restaurador del Museo del Prado Salvador Martínez Cubells.

⇦ Dama del abanico de Goya (Musée du Louvre, París). Esta obra es una de las creaciones más vibrantes de Goya en el campo del retrato femenino, una temática muy trabajada por este pintor.

En 1819 Goya estuvo gravemente enfermo. Se pintó con el doctor Arrieta, su médico. En la convalecencia se ocuparía trabajando en la serie de Los Disparates, que tenía entre manos y dejó sin acabar. Estas planchas pasaron a la Academia, que publicó la serie en 1864. Por el tema, se acercan a Los Caprichos, con menos anecdotismo y franca penetración en la irrealidad en alguna estampa. Por la técnica derivan de La Tauromaquia, si bien el claroscuro es más neto e intenso. Por ese tiempo, Goya empezó asimismo a trabajar en litografías, procedimiento descubierto por Senefelder en 1796 y que desempeñaría tan importante papel en la ilustración durante el período romántico. Goya realizó sus primeros ensayos litográficos en 1819, en el taller madrileño de J. Cardano. Uno de sus primeros intentos debe ser la imagen de una Vieja hilando. En el ensayo litográfico de la Escena infernal volvemos a ver a Goya dentro de su temática preferida, con elementos muy trabajados entre sí que equilibran el dinamismo de las figuras principales. Existe un magnífico dibujo preparatorio de esta litografía.

La última comunión de San José de Calasanz de Goya (Escuelas Pías de Madrid). Óleo sobre lienzo de 1819, realizado por encargo de las Escuelas Pías de San Antón para decorar un altar lateral de su iglesia. En él se representa al santo poco antes de morir, recibiendo la Sagrada Forma de manos de un sacerdote. La luz que ilumina a los personajes contrasta con el fondo oscuro del cuadro.

En 1821-1822, como dijimos, Goya se dedicó sobre todo a pintar para sí mismo. Aquella corriente secundaria de su arte, que se fue a lo largo del tiempo plasmando en detalles de obras de encargo o en obras como las realizadas para ocupar la "imaginación mortificada" en las que "el capricho y la invención" podían tener amplio y libre desarrollo, se convierte de pronto en el motivo esencial de un magno grupo de pinturas a gran formato, precedidas de respectivos y extraordinarios bocetos, en las que los temas mitológicos, de brujería o de expansión brutal de los instintos iban a tener entera justificación técnica y estética. Lo que antes era tratado con incisividad o anecdotismo, ahora adquiere plena monumentalidad que parece justificar ese mundo infernal y terrible. Parece evidente, o posible al menos, que las experiencias objetivas de la guerra, las crueldades presenciadas o sabidas, aparte de las represiones y castigos de todo género que en aquel tiempo eran moneda corriente, confirmaron en el pintor lo que ya era una predisposición originaria y subjetiva. De ahí el carácter paradójicamente terrible y majestuoso, a la vez, de las"pinturas negras", el efecto de algo definitivo y verdadero que producen, al extremo de que podrían ser consideradas como la culminación de toda la obra goyesca. Es digno de subrayarse que Goya, como muy pocos artistas de este mundo, logró las más convincentes y personales realizaciones de su carrera en su etapa de madurez y de vejez. Pintó San Antonio de la Florida en 1798, a los 52 años; el Dos de mayo y los Fusilamientos en 1814, a los 68, y el ciclo de las "pinturas negras" en 1821-1822, a los 75-76. Y aún le aguardaban seis años más de plena claridad mental.

⇦ Saturno devorando a sus hijos de Goya (Museo del Prado, Madrid). Es la más horrible entre las catorce composiciones que llenaban dos salas de la llamada "Quinta del Sordo". Estas Pinturas negras fueron realizadas entre 1821 y 1822 y, aunque no en todas ellas figuran temas diabólicos o de brujería, es una característica del conjunto la tendencia hacia lo fantasmagórico y sombrío.



Queda por hablar del ámbito de las "pinturas negras". En realidad, esta denominación se acepta por costumbre y por el dominante matiz oscuro, pero en las obras hay tonos pardos y grises, ocres, azules, almagre, rojos, carmines y ligeros toques de verde. Son catorce composiciones que integran de una a muchas figuras, todas ellas vistas desde un ángulo psicológico extraño, dramático e irracional. Son las siguientes: una figura de mujer apoyada en una gran roca, tradicionalmente identificada con Leocadia Zorrilla, compañera del pintor en sus años finales; El gran cabrón, Judith, Saturno, Romería de San Isidro, Dos viejos, Dos brujos, Atropas, Dos forasteros, La lectura, El tonto del pueblo, El Santo Oficio, Asmodea y Perro. Modelado abrupto, uso de huellas y grumos discontinuos, imprimación negra, expresionismo, deformación, faces malignas y terribles definen, en conjunto, las pinturas. Algunas apilan gran número de personajes en que destacan las cabezas, con ojos de brillante mirada animal. Destacan Saturno, que aparece devorando el cuerpo de uno de sus hijos, con sangre cayéndole de la boca, y Dos forasteros, que, en realidad, es un brutal duelo a garrotazos en medio de un dramático paisaje. Destacan porque son las que mayormente sintetizan el sentido de lo terrible que inspira el conjunto.

Dos forasteros de Goya (Museo del Prado, Madrid). También llamada Lucha a garrotazos, ésta es otra de las pinturas de la "Quinta del Sordo", en la que dos hombres, enterrados hasta las rodillas en el lodo, se pelean encarnizadamente sin poder moverse para esquivar los golpes del contrincante.

La única pintura fechada en 1823 es el admirable retrato de Ramón Satué, de concepto naturalista anterior al carácter que predomina en las pinturas de la Quinta del Sordo.

Años de exilio


Pronto dejaría Goya su recientemente adquirida casa de campo. La represión absolutista de Fernando VII hizo que alimentara temores a causa de sus contactos obligados en la época de la ocupación francesa y de su conocida simpatía por las ideas liberales y progresistas. Tras una corta etapa en la que se refugió en casa del doctor Duaso, al que pintó, decidió exiliarse a Francia y en 1824 marchó a Burdeos, donde estuvo sólo tres días y siguió hacia París, antes del27 de junio del citado año. En la capital de Francia estuvo sólo unos meses, viviendo en el aislamiento, pintando algunos óleos y dibujando a pluma temas caprichosos. Es preciso recordar que en sus últimos tiempos de Madrid había realizado dibujos que denotan tanto inquietudes psicológicas por su seguridad personal como preocupaciones sociales.

Pero el exilio para un artista de 78 años representaba una tremenda prueba y una difícil adaptación. Desengañado de París, en septiembre de 1824 se estableció en Burdeos, centro de los exiliados españoles donde tenía varios amigos, entre ellos Moratín, a quien retrató. En esa ciudad se le reunieron Leocadia Zorrilla y los hijos de ésta, Guillermo y Rosario Weiss. La niña, aficionada a la pintura, contribuyó a alegrar los últimos años del anciano artista, que le daba lecciones. Pero nada podía aniquilar el vigoroso temperamento de luchador de Goya. En 1825 trabajó de nuevo en litografías, de las que destacan las llamadas Los toros de Burdeos, relacionadas con cuatro estupendos óleos de la misma temática, en especial por lo que se refiere a dos de ellos. En el mismo año -como se sabe por una carta del20 de diciembre de 1825, dirigida a Joaquín M. a Ferrer-Goya trabajó en miniaturas sobre marfil, pintadas a la aguada, de temas muy variados y distintas técnicas. Se conserva una buena serie de estas originales miniaturas.

En 1826, Goya realizó un viaje a Madrid, obteniendo la jubilación. La única pintura suya de ese año es el retrato del banquero Santiago Calós, obra interesante por su recia expresividad y sobriedad. En 1827 pintó el retrato de Muguiro y dos impresionantes cabezas de Un monje y Una monja, en las que se entretuvo en trabajar bellos e intencionados contrastes de texturas. En ese año realizó Goya un segundo viaje a Madrid, ciudad donde pintó un retrato de su nieto Mariano, obra en la que campea un neto estilo romántico con valoración evidente del claroscuro y del naturalismo.

La lechera de Burdeos de  Goya (Museo del Prado, Madrid). Pintada hacia 1827, cuando el artista contaba ya 81 años, es una de las últimas obras del genial artista. La seguridad de estilo, que adelanta en medio siglo la evolución de la pintura, confirma la frase que por entonces escribiera su amigo Moratín: "Goya está muy arrogantillo y pinta que se las pela, sin corregir jamás nada de lo que pinta".

Es opinión unánime considerar como las últimas obras de Goya la famosa Lechera de Burdeos y el retrato -que gratuitamente se considera inacabado de José Pío de Molina (ambas de 1827). La efigie de la lechera invita a considerarla como el" canto del cisne" del gran artista de la belleza femenina. La luz que envuelve la cabeza de la muchacha en torno a la hermosa figura inclinada muestra tanta inspiración cromática como resulta original la resolución de cada pormenor de la figura. En cuanto al retrato de Pío de Molina, es una dramática efigie tratada con nerviosa técnica.

La obra de Goya se cierra con los impresionantes dibujos realizados en Burdeos en 1824-1827. Se entremezcla en ellos algún tema alegórico cual el del viejo barbudo con la leyenda Aún aprendo, que tal vez el pintor escribió pensando en él mismo, en su inquietud continua. No es exagerado afirmar que estos dibujos -entre los cuales aparece una acuarela, la única conocida de Goya- muestran todavía un avance en la obra del maestro, superando a veces por su síntesis la circunstancia de época y estilo. Típicamente goyescas son las representaciones de encapuchados y procesiones o El castigo. Muestra aún Goya su ironía denominando Sucesos campestres un dibujo en el que aparece un hombre ahorcado de la rama de un árbol; junto a él pasan otros con animales sobre los hombros. ¡Qué alusión al mundo de venganzas y pasiones desatadas de los hombres, a los que tan bien conoció y plasmó!

Es improbable que Goya pintara en 1828. Hay una carta de 17 de enero de ese año, dirigida a su hijo, a la que debió de seguir una grave crisis de salud. Su nuera y su nieto decidieron ir a Burdeos. Mariano y su madre llegaron a la ciudad citada el28 de marzo. Goya se encontraba muy mal. El 2 de abril quedó sin habla y medio paralizado. Falleció en la noche del 15 al 16 y fue sepultado en un pequeño panteón del cementerio de Burdeos. El 29 de noviembre de 1919, sus restos, mezclados con los de otro español refugiado, enterrado en el mismo panteón, se trasladaron a España, recibiendo sepultura en la ermita de San Antonio de la Florida. En 1927, el que fuera primer sepulcro de Goya fue llevado a Zaragoza, donde se conserva.

Poco se puede agregar a cuanto se ha dicho respecto a las relevantes cualidades del artista. Pero sí hay que añadir, sin duda, por su grandeza y su carácter, por su sentido de recapitulación final de toda la pintura que pudiera llamarse "tradicional", ha sido norma de muchos historiadores del arte cerrar en Goya la parte dedicada a la pintura. El arte del siglo XIX, aun siendo muy distinto de los continuos experimentos realizados desde las primeras décadas del XX, es ya un arte de especialistas; puede decirse que Goya es el último pintor del mundo que todavía tiene la riqueza de cualidades de los supremos maestros que desde finales del cuatrocientos crearon la pintura moderna.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra comentada


Galería


Le motín de Esquilache, 1766-1767

Triple generación, 1759-1769

Anibal vencedor contempla Italia desde los Alpes, 1771

El sacrificio a Pan, 1771

El Sacrificio a Vesta, 1771

El entierro de Cristo, 1770-1772

El rapto de Europa, 1772

La Adoración del Nombre del Señor, 1772

Nacimiento de la Virgen, 1772

La circuncisión, 1774

Autorretrato, 1775


La caza de la codorniz o La partida de caza, 1775

Picnic en la ribera del Manzanares, 1776

Picnic en la ribera del Manzanares, 1776

El baile a orillas del Manzanares, 1777

El Quitasol, 1777

La lucha en la Venta Nueva, 1777

Paseo por Andalucía o
La Maja y los embozados, 1777

El guitarrista ciego, 1778

La cometa, 1777-1778

El cacharrero, 1779

El columpio, 1779

La Feria de Madrid, 1779

Los militares y la señora, 1778-1779

Muchachos jugando a soldados, 1779

Cristo crucificado, 1780

La novillada, 1780

La Sagrada Familia, 1780

Autorretrato, 1783

El conde de Floridablanca, 1783

Retrato de María Teresa de Vallabriga a caballo, 1783

Retrato de María Teresa Vallabriga y de Borbón, 1783 

San Bernardino de Siena predicando
ante Alfonso V de Aragón, 1782-1783

La familia del Infante Don Luis, 1784

Verano, o la cosecha, 1786

Esposa de Juan Agustín Ceán Bermúdez, 1785

La Anunciación, 1785

La Anunciación, 1785

La letra con sangre entra o Escena de escuela, 1785

La Marquesa de Pontejos, 1786

Los niños con mastín, 1786

Mariana Marquesa de Pontejos, 1786

Una mujer y dos niños
junto a una fuente, 1786

Verano, o la cosecha, 1786

Boceto para la muerte de San José, 1787

Don Manuel Osorio Manrique de Zuniga, 1787

El albañil herido, 1786-1787

El columpio, 1787

La caída o el accidente, 1787

La cucaña, 1786-1787

La tormenta de nieve (invierno), 1786-1787

Otoño, o La cosecha de uva, 1786-1787

Procesión del pueblo, 1786-1787

Salteadores de caminos
atacar a un coche, 1786-1787

Carlos III, 1786-1788

El duque de Osuna y su familia, 1788

El día en el campo, 1788

El Prendimiento de Cristo, 1788

Francisco de Cabarrús, 1788

La Pradera de San Isidro en su día de fiesta, 1788

Peregrinación a la Iglesia de San Isidro, 1788

Retrato ecuestre de María Luisa de Parma, 1788

Gallina ciega, 1788-1789

María Luisa de Parma llevando baúles, 1789

Reina María Luisa, 1789

Retrato de Carlos IV de España, 1789

Sábado de brujas, 1789

Don Pedro, duque de Osuna, 1790


El agarrotado, 1790


El pelele, 1791-1792


Jugando en el Giants, 1791-1792


La boda, 1791-1792


Sebastián Martínez, 1792


Ataque contra un coche, 1793


Cómicos ambulantes, 1793


Dona Tadea Arias de Enriquez, 1793


Picador capturados por el Toro, 1793


Procesión de flagelantes, 1793


Retrato de la condesa del Carpio,
marquesa de la Solana, 1793


El naufragio, 1793-1794


El patio de una casa de locos, 1794


Fuego en la Noche, 1793-1794


Robo, 1794


Autorretrato en el estudio, 1790-1795


Autorretrato, 1790-1795


Autorretrato, 1790-1795


Autorretrato, 1790-1795


Duque de Alba, 1795


Duquesa de Alba, la Duquesa Blanca, 1795


Francisco Bayeu, 1795


La duquesa de Alba y su dueña, 1795


Pedro Romero, 1795


Retrato de la señora berma sezne Kepmesa, 1795


San Francisco de Borja ayudando
a un moribundo impenitente, 1795


La duquesa de Alba atusándose el pelo, 1796


Brujas a bolar, 1797


Cantan para el compositor, 1796-1797


Conjuro, 1797


El columpio, 1797


Joven desnuda mirándose al espejo, 1796-1797


Juan Antonio Meléndez Valdés, 1797


La duquesa de Alba, 1797


Mariana Waldstein,
marquesa de Santa Cruz Novena, 1797


Martín Zapater, 1797


Mujer maltratada con un bastón, 1796-1797


Pareja con sombrilla en el paseo, 1796-1797


San Gregorio el Grande, 1797


Asensio Juliá, 1798


Don Andres del Peral, 1798


El milagro de San Antonio, 1798


El Prendimiento de Cristo, 1798


Están calientes, 1797-1798


Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798


La lámpara del Diablo, 1798


Las brujas en el aire, 1797-1798


Retrato de Fernando Guillemardet, 1798


Retrato del artista Julio Asensio, 1798


A caza de dientes, 1799


Aguarda que te unten, 1799


Ahora se están sentando así, 1799


Allá va eso, 1799


Antiguo mendigo con una Maja, 1797-1799


Aquellos polbos, 1799


Asla su abuelo, 1799


Autorretrato, 1799


Bellos consejos, 1799


Bien tirada está, 1799


Bravissimo, 1799


Buen Viage, 1799


Chitón, 1799


Corrección, 1799


Despacha, que dispiertan, 1799


Devota profesion, 1799


Dios perdona; era su madre, 1799


Duendecitos, 1799


El amor y la muerte, 1799


El conde palatino, 1799


El de la rollona, 1799


El rey Carlos IV en traje de caza, 1799


El si pronuncian y la mano alargan
al primero que llega, 1799


El sueño de la razón produce monstruos, 1799


El Vergonzoso, 1799


Ensayos, 1799


Esto si que es leer, 1799


Está um ... Pues, como digo.
Eh! Cuidado si no ..., 1799


Hasta la muerte, 1799


Hilan delgado, 1799


La filiacion, 1799


La Tirana, 1799


Las aves del mismo plumaje, 1799


Las Chinchillas, 1799


Las rinde el sueño, 1799


Le descañona, 1799


Linda maestra, 1799


Lo que puede un sastre!, 1799


Mala noche, 1799


Mejor es holgar, 1799


¡Miren que grabes!, 1799


Muchacha escuchando una guitarra, 1797-1799


Muchachos al avío, 1799


Mucho hay que chupar, 1799


Nadie nos ha visto, 1799


Nadie se conoce, 1799


Ni así la distingue, 1799


Ni más ni menos, 1799


No grites, tonta, 1799


No te escaparas, 1799


Nohubo remedio, 1799


Obsequio a el maestro, 1799


Pobrecitas, 1799


Por que fue sensible, 1799


¡Qual la descañonan!, 1799


Que se la llevaron, 1799


¡Qué pico de oro!, 1799


¡Qué sacrifico!, 1799


¡Qué viene el cuco!, 1799


Reina María Luisa con mantilla, 1799


Retrato de Leandro Fernandez de Moratin, 1799


Ruega por ella, 1799


San Ambrosio, 1796-1799


San Gregorio, 1796-1799


Se repulen, 1799


Si amanece; nos vamos, 1799


Si quebró el cántaro, 1799


Sopla, 1799


Subir y bajar, 1799


Todos caerán, 1799


Trágala perro, 1799


Tu que no puedes, 1799


Tántalo, 1799


U aun no se van, 1799


Unos a otros, 1799


Volaverunt, 1799


Y su casa está en llamas, 1799


Ya es hora, 1799


Ya van desplumados, 1799


¿De qué mal morirá?, 1799


¿Dónde va mamá?, 1799


¿Le repulen?, 1799


¿No hay quien nos desate?, 1799


¿Porqué esconderlos?, 1799


¿Quién lo creyera?, 1799


¿Quién más vendido?, 1799


¿Si sabrá más el discípulo?, 1799


¿Soplones?, 1799


Bandido pelando una mujer, 1798-1800


Bandolero asesinando a una mujer, 1798-1800


Boceto de la Verdad rescatado por Hora,
fue testigo de la Historia, 1797-1800


Cardenal Luis Maria de Borbon
y Vallabriga, 1798-1800


Cardenal Luis Maria de Borbon
y Vallabriga, 1800


Carlos IV de España y su familia, 1800


El Conde de Tajo, 1800


El sueño, 1800


Fray Juan Fernández de Rojas, 1800


La Maja desnuda, 1800


La Maja vestida, 1800


Plaga en el hospital, 1798-1800


Retrato de la condesa de Chinchón, 1797-1800


Retrato de María Teresa de Ballabriga,
condesa de Chinchón, 1800


Vagabundos en reposo en una cueva, 1798-1800


Autorretrato con gafas, 1801


Manuel Godoy, Duque de Alcudia, 'Príncipe de la Paz', 1801


Retrato de don José Queraltó, 1802


Conde Núñez Fernando VII, 1803


Doña María Tomasa Palafox, La Marquesa de
Villafranca pintando a su marido, 1804


Antonia Zárate, 1805


Bildzyklus, 1805


Doña Teresa Sureda, 1805


Josefa Bayeu, 1805


Mujer con abanico, 1805


Retrato de la Joaquina, nacida Alfonso Téllez Girón y Pimentel,
10 ª Marquesa de Santa Cruz como la musa, Euterpe, 1805


Bartolomé Suerda, 1804-1806


Retrato de Isabel Lobo
Velasco de Porcel, 1806


Retrato de Mocarte Pedro, un cantor
de la Catedral de Toledo, 1806


Retrato de Jose Antonio,
Marques Caballero Kepmesa, 1807


Retrato del actor Isidro Meiquez, 1807


La Librería de la esposa, 1805-1808


Majas en el balcón, 1808


Sabasa Francisca y García, 1804-1808


Alegoría de la Ciudad de Madrid, 1810


Compartir la vieja, 1810


Doña Narcisa Baranana de Goicoechea, 1810


Estragos de la guerra, 1810


Retrato de Víctor Guye, 1810


Tristes presentimientos de lo que está por venir, 1810


La actriz Antonia Zárate, 1810-1811


Aguadora, 1808 - 1812


El afilador,  1808 - 1812


El coloso,  1808 - 1812


Escena de guerra,  1810 - 1812


Escena de la violación y asesinato,  1808 - 1812


Juan Antonio Llorente,  1810 - 1812


Los pájaros muertos,  1808 - 1812


Maja y celestina en el balcón,  1808 - 1812


Manuel Silvela,  1809 - 1812


Naturaleza muerta con costillas  y cabeza de cordero,  1810 - 1812


Naturaleza muerta tres filetes de salmón,  1808 - 1812


Naturaleza muerta, pavo desplumado y pan con pescado,  1808 - 1812


Pavo muerto,  1808 - 1812


Prisionero encadenado, 1806 - 1812


Quéjate al tiempo, 1802 - 1812


Pepito Costa y Bonells, 1813


Ejecución de los Defensores de Madrid, 03 de mayo de 1808, 1814


El Duque de Wellington, 1812 - 1814


El Entierro de la Sardina (Corpus Christi
Festival el miércoles de Ceniza), 1812 - 1814


El manicomio, 1814


Fernando VII, 1814


Fernando VII, 1814


General José de Palafox, 1814


Grande Bazana! Con Muertos, 1812 - 1814


La segunda de mayo de 1808- El ataque de los mamelucos, 1814


Murio la verdad, 1810 - 1814


Ni por esas, 1812 - 1814


Polvo de la fábrica en la Sierra, 1814


Populacho, 1812 - 1814


Retrato de Fernando VII, 1814


Retrato de Mariano Goya, 1812 - 1814


Retrato, se cree que Josefa Bayeu
(si no Leocadia Weiss), 1798 - 1814


Una corrida de toros del pueblo, 1812 - 1814


Una escena de la prisión, 1808 - 1814


Verdad rescatada por hora,
fue testigo de la Historia, 1812 - 1814


Y no hay remedio, 1812 - 1814


¿Qué valor?, 1812 - 1814


¿Si resucitara?, 1810 - 1814


¿Qué valor, 1812 - 1814


Autorretrato, 1815


Autorretrato, 1815


Carretadas al cementerio, 1812 - 1815


Duque de San Carlos, 1815


El cautiverio es tan bárbaro
como la delincuencia, 1815


Esto es peor, 1812 - 1815


Gumersinda Goicoechea, de Goya nuera, 1815


Junta de Filipinas, 1815


Lo mismo, 1810 - 1815


Lo peor es pedir, 1812 - 1815


¿Qué más se puede hacer?, 1812 - 1815


La valentía de Martincho en el Anillo de Saragassa, 1815 - 1816


Retrato de Don Francisco
de Borja Téllez Girón, 1816


Desafortunados eventos en los asientos
delanteros de la plaza de Madrid, 1815 - 1816


El Gazul Morisco es el primero en torear con una lanza, 1815 - 1816


La fragua, 1812 - 1816


La velocidad y el atrevimiento de
Juanito Apiñani la plaza de Madrid, 1851 - 1816


Cristo en el Monte de los Olivos, 1819


Don Juan Antonio Cuervo, 1819


El Lazarillo de Tormes, 1819


La última comunión de
San José de Calasanz, 1819


Las jóvenes o la carta , 1812 - 1819


Tres hombres de excavación , 1819


Tribunal de la Inquisición o
Auto de fe de la Inquisición, 1812-1819


El cantor ciego, c.1820


El tiempo de las viejas, 1820


Goya atendido por el doctor Arrieta,
1820


Nada. El evento contará, 1815 - 1820


Puede romper la cuerda, 1815 - 1820


Tio Paquete , c.1820


Tubercio Pérez Cuervo, 1820


Viejo columpiándose, c.1820


Infante don Sebastián Gabriel
de Borbón y Braganza , 1822


Asmodea, 1820 - 1823


Atropos (Las Parcas), 1820 - 1823


Bobalicón, 1816 - 1823


Disparate de carnaval, 1816 - 1823


Disparate fúnebre, 1816 - 1823


Don Ramón Satué, 1823


Dos monjes, 1821 - 1823


Duelo a garrotazos, 1820 - 1823


Furia absurda, 1816 - 1823


Hombres leyendo, 1819-1823


Judith y Holofernes, 1820-1823


La lealtad, 1816 - 1823


La romería de San Isidro, 1820 - 1823


Leocadia, 1819 - 1823


Llevar a una mujer campesina, c.1812 - c.1823


Lluvia de toros o Disparate de toritos, 1816 - 1823


Los ensacados, 1816 - 1823


Modo de volar, 1816 - 1823


Mujeres riendo, 1819 - 1823


Otras leyes por el pueblo o Disparate de bestia, 1816 - 1823


Peregrinación a la fuente de San Isidro, 1820 - 1823


Saturno devorando a su hijo,
1819 - 1823


Una reina de circo o Disparate puntual, 1816 - 1823


Viejas comiendo sopa , 1819 - 1823


¿Quién puede pensar en él?, 1814 - 1823


Autorretrato, 1824


El arrepentimiento de San Pedro, c.1820 - c.1824


El monje, c.1820 - c.1824


Poeta Moratín, 1824


Retrato de Javier Goya, hijo del artista, 1824


Semana Santa en España en el pasado,
1820 - 1824


Diversión de España , 1825


Plaza partida , 1825


Naturaleza muerta con frutas, botellas, panes, 1824 - 1826


Juan Bautista de Muguiro, 1827


La lechera de Burdeos , 1825 - 1827


Aún aprendo , c.1824 - c.1828


Fantasma bailando con castañuelas,
c.1824 - c.1828


Loco tras las rejas, 1824 - 1828


Serpiente de 4 bares en Bordeaux,
c.1824 - c.1828


Anibal vencedor contempla Italia desde los Alpes


Autorretrato


Bildzyklus


Brujas a volar


Cardinal Luis Maria de Borbon y
Vallabriga


Coloso


Conjuro


Contra el bien general


Corrida


Desordenado


Después lo verás


Disparate femenino


Disparate ridículo


Disparate volador


Don Pedro, duque de Osuna


Dos viejos amigos bailando


Duque de Alba


El columpio


El Conde de Tajo


El Duque de Wellington


El famoso Americano, Mariano Ceballos


El Gran Macho Cabrío o brujas sábado


El perro


El sacrificio de Vesta


El sueño

Escena de una corrida de toros

José Pio de Molina


Juan Martin Diaz, El Empecinado

La circuncisión


La esposa del librero


La letra con sangre entra o Escena de escuela

La pareja mal emparejada

Le motin de Esquilache


Los militares y la señora 


Los niños con mastín

Majas en el balcón


Mariana Waldstein, marquesa
de Santa Cruz Novena


Mariano Goya


Mujer con abanico

Escena de prisión

Reina María Luisa


Retrato de Actor Isidro Meiquez


Retrato de Jose Antonio,
Marques Caballero Kepmesa


Retrato de la señora berma
sezne Kepmesa


Retrato de María Teresa de Ballabriga,
condesa de Chinchón


Retrato de María Teresa Vallabriga y de Borbón


Retrato de Mocarte Pedro, un cantor
de la Catedral de Toledo


Retrato de Víctor Guye


Retrato del Artista Julio Asensio


Retrato del torero Pedro Romero

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario.

Punto al Arte