En todas esas virtudes le igualó
Pierre-Auguste Renoir (1841-1919), nacido en Limoges, en el seno de una familia
numerosa y de muy modesta condición. El padre de este futuro extraordinario
artista trabajaba para un sastre, y con el fin de mejorar de situación, en 1845
se había trasladado con toda la familia a París.
Pierre-Auguste era el penúltimo
de los cinco hijos de aquella familia, un mozalbete alegre, pero de carácter
muy formal, el cual a los trece años hubo de buscarse empleo, ya que en los
hogares como el que tuvo Renoir en su infancia y adolescencia todos deben
contribuir a aliviar y hacer menos penoso el esfuerzo paterno.
El chico parecía mostrar buena
disposición para la música, pero como también demostraba tener mucha afición a
hacer dibujos, se le empleó en un taller de pintura de porcelanas.
Hay muchas y buenas biografías de
Renoir, especialmente el gran volumen que publicó su íntimo amigo Georges
Riviére.
⇦ Lise con sombrilla de Pierre-Auguste Renoir (Folkwanmuseum, Essen). En Marlotte, el pueblo donde se aloja en 1865, Renoir conoce a Courbet y se une a Lise Tréhot, su compañera y modelo favorita hasta 1872. Lise está ataviada con un elegante vestido blanco que tiene como contrapunto el largo lazo de raso negro que le envuelve la cintura y cuelga hasta el suelo. La sombrilla, como el lazo, es de color negro, contrastando con el pequeño sombrero de color claro.
Hay muchas y buenas biografías de Renoir, especialmente el gran volumen que publicó su íntimo amigo Georges Rivière. Renoir era afable, un alma diamantina, aunque en sus últimos años con los achaques se tornó algo huraño. Fue un hombre extraordinario que, como Monet y como Cézanne, en su madurez gustaba de explicar las cosas de su mocedad. En lo referente a su profesión de pintor de porcelanas, le contaba a Ambroise Vollard lo siguiente: “Mi cometido consistía en diseminar sobre el fondo blanco de los ejemplares que decoraba pequeños ramilletes que se me pagaban a razón de cinco sous la docena. Cuando se trataba de adornar grandes piezas, los ramitos eran mayores. Esto suponía un aumento del precio -mínimo, en verdad, porque el dueño del negocio era de la opinión que, en interés de sus propios “artistas”, había que guardarse de “cubrirlos de oro”-. Todas esas piezas de vajilla se destinaban a los países de Oriente. Añadiré que el patrono no descuidaba de poner en ellas la marca oficial de la manufactura de Sèvres”.
Cuando Renoir contaba diecisiete
años, el nuevo método mecánico de adorno de las porcelanas arruinó la profesión
que practicaba, y entonces se dedicó a pintar abanicos: “Cuántas veces -dijo en
sus confidencias- copié el Embarquement
pour Cythère”. Pero poco después se tuvo que dedicar a pintar estores (de
una clase de la que se hacía aplicación, en las misiones, a modo de lienzos para
cubrir las ventanas de las pequeñas iglesias tropicales). Renoir se mostró tan
activo en este menester, que, al cabo, logró hacerse con algunos ahorros, y
dejó entonces aquella ocupación para asistir (desde 1862 a 1864) a las clases
de la École des Beaux-Arts, en el
estudio del pintor Gleyre, que es donde conoció a sus amigos.
El columpio de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París). Tenía Renoir veintidós años cuando Gleyre -el de la academia maloliente, según opinión de Monet- le reprochó que "pintaba para divertirse". Renoir respondió que "naturalmente", y que "si el pintar no le hubiera divertido, nunca habría pintado" . Esta respuesta nos da la medida del alegre, cálido, humanismo de Renoir, que define muy exactamente su meta en esta frase: "la tierra, paraíso de los dioses: esto es lo que quiero pintar". Y nunca se traicionó: su pintura es una fiesta perpetua donde los hombres -es decir, los dioses- se complacen en los pequeños paraísos que Renoir recrea con sus ojos, los cuales permiten descubrir la belleza allí donde nadie la ve. Esta obra pintada en 1876, en el selvático jardín de su estudio en Mormartre, es uno de esos pequeños paraísos y, también, una de las grandes obras del arte impresionista.
Bal au Moulin de la Galette de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París). Un café frecuentado por artistas y modistillas, agradó tanto a Renoir que alquiló un taller en el 72 de la rue Cortot, al lado mismo del "Moulin". Es una obra espléndida no sólo por la pintura, sino porque ofrece muy clara idea de cómo Renoir pensaba que valía la pena vivir.
La primera influencia que recibió Renoir al abandonar el estudio de Gleyre fue la de Daubigny, a quien había conocido (así como a Díaz de la Peña) yendo a pintar en el bosque de Fontainebleau. Pero ya desde 1866 es la influencia de Courbet la que domina en sus obras de aquellos años, según lo atestigua especialmente una Diana Cazadora, que no fue aceptada en el Salón de 1867. Su primer éxito lo obtuvo al año siguiente, con el lienzo titulado Lise (hoy en el Museo de Essen), cuadro que representa a una jovencita elegantemente ataviada y con una sombrilla, lo que se presta a sacar delicados efectos aterciopelados de la luz solar. De 1868 data otra espléndida creación de Renoir, que sorprende por su madurez en un pintor entonces aún muy joven; es el Retrato del pintor Sisley con su esposa (Museo de Colonia). Después vendrían los lienzos que pintó con Monet en Bougival, los cuales confirman el extraordinario talento de quien supo captar con tan hábil seguridad el movedizo tema al aire libre en ellos tratado.
En 1870, Renoir hubo de
incorporarse al ejército, en Burdeos, en un regimiento de caballería que no
llegó a entrar en combate, y pintó entonces los retratos de su capitán y el de
su esposa (el del Capitán Darras se
halla en Dresde, y el de su señora en una colección de Nueva York). Al regresar
a París, terminada la guerra franco-prusiana, pintó otros retratos y escenas
íntimas, como El almuerzo (que hoy se
halla en la Fundación Barnes, de Merion, Filadelfia), de 1872, obras que acusan
fuerte personalidad.
Torso de muchacha desnuda al sol de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París) Renoir sintió gran debilidad -no sólo pictórica, parece- por el cuerpo de la mujer. "Sea Venus o Niní, uno no puede concebir nada mejor", decía. La mujer retratada en esta obra es Niní. Después Renoir fue a ltalia y decidió "que no sabía dibujar ni pintar".
Primera salida de Pierre-Auguste Renoir (National Gallery, Londres). También recibe el título de Caféconcierto. Es una obra de 1876, que muestra un fragmento de un palco en el que destaca el delicado perfil de una muchacha, en un encuadre muy fotográfico. "Tratar un sujeto por sus colores y no por sí mismo, es lo que distingue a los impresionistas a los demás pintores" afirmaba Goerges Riviere en 1877. Renoir era amigo de músicos y frecuentaba el Conservatorio y la Ópera.
Torso de muchacha desnuda al sol de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París) Renoir sintió gran debilidad -no sólo pictórica, parece- por el cuerpo de la mujer. "Sea Venus o Niní, uno no puede concebir nada mejor", decía. La mujer retratada en esta obra es Niní. Después Renoir fue a ltalia y decidió "que no sabía dibujar ni pintar".
Primera salida de Pierre-Auguste Renoir (National Gallery, Londres). También recibe el título de Caféconcierto. Es una obra de 1876, que muestra un fragmento de un palco en el que destaca el delicado perfil de una muchacha, en un encuadre muy fotográfico. "Tratar un sujeto por sus colores y no por sí mismo, es lo que distingue a los impresionistas a los demás pintores" afirmaba Goerges Riviere en 1877. Renoir era amigo de músicos y frecuentaba el Conservatorio y la Ópera.
Su arte, con el apoyo de
Durand-Ruel y el de su rico amigo Caillebotte,
empezaba a ser valorado, lo que para él significó alcanzar un relativo sosiego
que favoreció el regular desarrollo de su carrera pictórica. Pintó ya paisajes,
que siempre alternó con cuadros de figuras. En 1874 envió a la primera exposición
de los impresionistas, entre otras obras, la titulada El palco (ahora en el Instituto Courtauld, de Londres), y en 1876
pintaba varios lienzos que merecen ser considerados entre las mejores
realizaciones de su período puramente impresionista y que denotan serena
sensualidad, una suerte de tranquilo sentido de los goces de la vida. Hay que
citar, entre ellas: Muchacha leyendo
(del Musée d’Orsay), el magnífico desnudo Anna
(del Ermitage de San Petersburgo), el retrato de Victor Choquet, en la colección suiza Reinhart. Y también en el
d’Orsay otras tres obras maestras famosísimas: La Balançoire, el Bal au
Moulin de la Galette y Torso de
muchacha desnuda al sol.
Tras la ejecución de estas
últimas muestras de su pintura al plein
air, se dedicó con alguna frecuencia a evocar la atmósfera de interiores,
como en el lienzo de la Première sortie
(de la National Gallery de Londres). Aquella escena reproduce la sutil emoción
de una joven al asistir al teatro en su “puesta de largo”, tema burgués tratado
técnicamente con una libertad que recuerda, en un óleo, una transparencia más
propia del pastel.
Madame Charpentier con sus hijos de Pierre-Auguste Renoir (Metropolitan Museum of Art, Nueva York). El artista presentó esta composicón en el salón de 1879 donde obtuvo un gran éxito. Marguerite Charpentier era la esposa de un conocido galerista y editor. A partir de 1876 Renoir entró en contacto con esta familia que le acogió en su exclusivo salón parisiense y contactó con algunos ricos coleccionistas que con sus encargos pusieron fin a la precaria situación económica que vivía.
⇦ Retrato de Mme. Charpentier de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París). En este cuadro Renoir presenta un retrato de Marguerite Charpentier, un rostro conseguido por transparencia como los últimos Velázquez. En cierto modo, este cuadro también es fiel reflejo del alma diáfana y la mirada limpia del pintor.
Madame Charpentier con sus hijos de Pierre-Auguste Renoir (Metropolitan Museum of Art, Nueva York). El artista presentó esta composicón en el salón de 1879 donde obtuvo un gran éxito. Marguerite Charpentier era la esposa de un conocido galerista y editor. A partir de 1876 Renoir entró en contacto con esta familia que le acogió en su exclusivo salón parisiense y contactó con algunos ricos coleccionistas que con sus encargos pusieron fin a la precaria situación económica que vivía.
⇦ Retrato de Mme. Charpentier de Pierre-Auguste Renoir (Musée d'Orsay, París). En este cuadro Renoir presenta un retrato de Marguerite Charpentier, un rostro conseguido por transparencia como los últimos Velázquez. En cierto modo, este cuadro también es fiel reflejo del alma diáfana y la mirada limpia del pintor.
De 1877 datan sus dos retratos de la actriz Jeanne Samary (uno, de cuerpo entero, en la Comedia Francesa; el otro, en el Ermitage) y del siguiente año, el gran lienzo de Madame Charpentier con sus hijas (del Museo Metropolitano), obra concebida según todas las convenciones propias del retrato burgués lujoso, pero llena de detalles magistrales. No por ello había abandonado Renoir su anterior inclinación a evocar escenas al aire libre; así, pintó, por ejemplo, El almuerzo de los remeros, en 1880, que se conserva en el Phillips Memorial, de Washington.
Plasta 1879 había tomado parte en
todas las exposiciones celebradas por el grupo de sus camaradas; pero desde
aquel año (sin que ello enturbiase su intimidad con ellos) expuso en el Salon oficial, y a partir de 1880 fue
apartándose cada vez más del empleo de la técnica del impresionismo.
Los paraguas de Pierre-Auguste Renoir (National Gallery, Londres). Obra de un marcado japonesismo, realizada entre 1881 y 1885. La tonalidad general resulta fría y se ha visto cierta influencia de lngres en la figura femenina de la izquierda, aunque también puede observarse en el grupo de paraguas elementos pictóricos que contrastan con los recursos aplicados en las figuras de primer plano.
Jovencitas al piano de Pierre-Auguste Renoir (Museo de I'Orangerie) La producción de los años noventa está marcada por una suavidad en las formas, con predominio de las líneas sinuosas, una paleta mucho más dulce y numerosos colores pasteles. Son cuadros amables de muchachas ante un piano, del que se conocen varias versiones, o de jóvenes en un bucólico entorno campestre. Estos cuadros se vendían fácilmente en el mercado artístico de la época ya que eran del gusto de los coleccionistas burgueses.
Este proceso de modificación de su pintura fue apresurado por su visita a Italia y por la lectura del viejo tratado medieval Il libro dell’arte, de Cennino Cennini. A partir de 1883 inauguró, pues, su estilo “linear”, que estableció en sus pinturas una estricta subordinación del colorido al dibujo. De tal época (poco antes de 1885) es su lienzo Los paraguas (Galería Nacional de Londres), cuadro complejo, cuya difícil composición no anula aquella gracia de simpatía humana que se halla en todas las obras de este autor.
Los paraguas de Pierre-Auguste Renoir (National Gallery, Londres). Obra de un marcado japonesismo, realizada entre 1881 y 1885. La tonalidad general resulta fría y se ha visto cierta influencia de lngres en la figura femenina de la izquierda, aunque también puede observarse en el grupo de paraguas elementos pictóricos que contrastan con los recursos aplicados en las figuras de primer plano.
Jovencitas al piano de Pierre-Auguste Renoir (Museo de I'Orangerie) La producción de los años noventa está marcada por una suavidad en las formas, con predominio de las líneas sinuosas, una paleta mucho más dulce y numerosos colores pasteles. Son cuadros amables de muchachas ante un piano, del que se conocen varias versiones, o de jóvenes en un bucólico entorno campestre. Estos cuadros se vendían fácilmente en el mercado artístico de la época ya que eran del gusto de los coleccionistas burgueses.
Este proceso de modificación de su pintura fue apresurado por su visita a Italia y por la lectura del viejo tratado medieval Il libro dell’arte, de Cennino Cennini. A partir de 1883 inauguró, pues, su estilo “linear”, que estableció en sus pinturas una estricta subordinación del colorido al dibujo. De tal época (poco antes de 1885) es su lienzo Los paraguas (Galería Nacional de Londres), cuadro complejo, cuya difícil composición no anula aquella gracia de simpatía humana que se halla en todas las obras de este autor.
En aquellos años estuvo en
relación con Cézanne, que ya vivía retirado en Provenza. Desde 1882 hasta 1889
pasó tres largas temporadas junto a él, y así como había viajado por Argelia e
Italia (en 1881 y 1882), estuvo entre 1891 y 1892 en España, donde se le
despertó una gran admiración, sobre todo, por los retratos femeninos de Velázquez.
De 1893 data su pintura de tonos “nacarados” en figuras femeninas,
principalmente en desnudos, y en escenas propias de la intimidad familiar: Jovencitas al piano (Musée d’Orsay), Una tarde en Wargemont (Galería
Nacional, Berlín), etc.
Paisaje cerca de Mentan (detalle) de Pierre-Auguste Renoir (Fine Arts Museum, Boston). En 1899 Renoir sintió los efectos de un reumatismo deformante que, a pesar de una operación, le paralizó totalmente, hasta el punto de que tenían que atarle los pincel les a los dedos para poder pintar. Pasó estos últimos y tristes años en Cagnes-sur-Mer, donde compró una casa y una pizca de tierra, tratando de atrapar la luz rosada filtrándose por entre la plata gris de los olivos o la alegría báquica de unas carnes rollizas y sonrosadas de mujer.
Desde 1899 estuvo afectado de
reumatismo deformante, lo que le obligó a buscar el sol del Midi, durante el
invierno, generalmente en la localidad de Cagnes, donde fijó en sus últimos
veinte años su residencia habitual. El reumatismo le atacó cruelmente brazos y
piernas; se le tuvo que operar, y desde 1912, para proseguir su trabajo, le
tenían que atar el pincel entre los dedos anquilosados. Las obras de sus años
finales son naturalezas muertas o desnudos femeninos opulentos y de carnes
rojizas (como las Grandes Baigneuses,
del Museo de Estocolmo). Durante el verano de 1919 se hizo transportar a París,
para ver sus obras colgadas en el Louvre, y decir “adiós” al gran lienzo de Las Bodas de Caná del Veronese,
una de las pinturas que siempre había admirado más. Murió en Cagnes pocos meses
después.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.