Punto al Arte: Impresionismo en España

Impresionismo en España

Niños en la playa, de Joaquín Sorolla.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el impresionismo tuvo en España varios seguidores en buena medida gracias a Carlos de Haes, belga que se afincó en España y se dedicó a enseñar pintura de paisajes en la Academia de San Fernando, promoviendo la reproducción fiel de la naturaleza en pequeño formato, en la tradición de Barbizon. Su influencia en la pintura paisajística española fue decisiva, y algunos de los más conocidos, como BerueteRegoyos, fueron alumnos suyos. No obstante, muchos españoles viajaron a estudiar pintura a Francia o Bélgica por esta época, de modo que su contacto con la pintura al aire libre fue directo.

Daría de Regoyos fue alumno de Haes en la Academia de San Fernando. Luego se trasladó a París y posteriormente a Bélgica, perfeccionándose como un genuino representante del impresionismo primero y el postimpresionismo después. Regoyos no se ciñó a una temática concreta y las escenas que pintó fueron tanto urbanas como rurales. Pintó mercados, procesiones, fiestas y calles, pero sus trabajos más destacados están entre sus paisajes, en los que analiza los efectos de la luz y, al contrario que sus colegas españoles, renuncia al negro optando por una coloración satinada y un fino manejo del pincel.

Puerto de Sóller, por Santiago Rusiñol.
En el caso de Beruete, la figura de Haes fue decisiva en su carrera como pintor, ya que él lo impulsó a dejar la política para dedicarse de lleno a la pintura. Como seguidor de Haes, Beruete pintó sobre todo paisajes, que se caracterizan por una pincelada vasta, pesada y dura. En sus cuadros destaca el colorido terroso, particularidad que lo incluye en la tradición española. Beruete manifestó gran interés por los maestros antiguos y fue historiador del arte. Además, tuvo numerosas amistades artísticas, entre las que cabe destacar al valenciano Joaquín Sorolla.

En la pintura regional valenciana predominaba la "instantaneidad", reflejada en un intenso tratamiento del color y una pincelada rápida y continua. Fue allí donde Sorolla se formó en la pintura al aire libre, pero su camino continuó por Roma hasta llegar a París. En Roma pintó sobre todo cuadros de género, bajo la influencia de la tradición realista de Domenico Morelli. Y ya en París fue parte de la constelación de Bastien-Lepage, correspondiendo a los gustos del público con sus temas parisinos.

Pero es a su regreso a Madrid cuando Sorolla se ocupa intensamente del efecto de la luz, optando por la representación de la vida popular española, sobre todo de la costa mediterránea -como en Playa de Valencia-. Sorolla capta la fuerte luz de su tierra y el quehacer de los pescadores, con una libertad de expresión poco frecuente en la pintura española de la época. Por lo que no es extraño que exista en Madrid un Museo dedicado a su obra, ni que al entrar en el siglo xx tuviera gran éxito internacional.

Otro pintor que destacó fue Ignacio Zuloaga, así como los catalanes Eliseu Meifrén, Nicolau Raurich, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Joaquín Sunyer, Isidre Nonell y Joaquim Trinxet, quienes contribuyeron a restituir al arte español el rango internacional y un carácter independiente, dos aspectos impulsados de manera decisiva por la escena artística catalana.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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