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Artistas de la A a la Z

Manuel Rivera (1927-1995)

Informalismo

Rivera Hernández, Manuel (Granada, 23 de abril de 1927 - Madrid, 2 de enero de 1995) fue un pintor español, miembro fundador del Grupo El Paso.

Trayectoria

Desde su infancia mostró gran disposición para la pintura y la escultura, por lo que su padre lo envió al taller del imaginero, Martín Simón, con el que aprende el oficio, trabajando la madera y el yeso. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde recibe clases de Joaquín Capulino y Gabriel Morcillo.

“Existe un testimonio que tiene valor casi de oráculo premonitorio. Con seis años, el Rivera niño realizó un dibujo escolar representando un ramillete de lilas. El motivo ecogía un recuerdo muy antiguo que permanecía varado en la memoria, anterior al uso de razón. No contento con aquella mímesis propia de un aprendiz, el niño agujereó el dibujo con una nube de orificios. Lo perforó desde el reverso hacia afuera como queriendo que desde el interior del dibujo aflorara una especie de secreto escondido. Ya por entonces había cristalizado en él la vocación plástica.

Jaime Brihuega. Removiendo el Azogue. Manuel Rivera en su cámara oscura”

Cuando Manuel solo tenía nueve años estalla la Guerra Civil española. Al poco de terminar el conflicto, fallece su madre, acontecimiento que marcará de forma irremediable su vida, y también su trayectoria, ya que su obra se tornaría melancólica e introspectiva. A los quince años, realizó su primer viaje a Madrid, quedando deslumbrado en su visita al Museo del Prado. En 1945, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, aquí conoció a la que sería su esposa, Mary Navarro. En 1947 fue nombrado profesor de esta Escuela y ese mismo año expuso su obra en la Asociación de la Prensa de Granada y también fue seleccionado para participar en la Primera Bienal de Arte Hispanoamericano de Madrid, dominando en esta época el arte figurativo.

En 1952 fundó el grupo la Abadía Azul en Granada. En 1953, el Instituto de la Cultura Hispánica, le invita a participar en el Curso internacional de Arte Abstracto celebrado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander. En el transcurso de las actividades que allí tuvieron lugar, Manuel tuvo la oportunidad de conocer a numerosos artistas y críticos de arte. Este curso va a suponer una inflexión en su carrera artística, comenzando a partir de entonces a adentrarse en el arte abstracto, que se materializa en sus series abstractas, como la que se titula "Albaicines". Su participación en las ediciones de la Bienal de Hispanoamérica refuerzan el peso de su nombre. En 1956, Rivera viaja a París donde toma contacto con el arte contemporáneo de su tiempo, a la vez que busca su propio lenguaje:

“Había intentado depurar los medios de expresión pictóricos hasta cercarlos al límite, desembocando en el exiguo lenguaje de la bicromía del blanco y negro. Según cuentan quienes entonces estuvieron junto a él, llegó a romper físicamente el lienzo, buscando que aquellos mensajes en blanco y negro se iluminaran desde la profindidad de un espacio tangible. ¿Era otra vez el niño que agujereaba el papel esperando un milagro? ¿Era el magnetismo de aquella dramática poesía que se iluminaba en los fotogramas del cine de Igmar Bergman? ¿Era esa anhelada esperiencia del 'a otro lado' que aparece como una desasosegante urgencia en los relatos de Kafka?...

Removiendo el Azogue. Manuel Rivera en su cámara oscura”

En este momento de su carrera, Rivera incorpora la tela metálica a sus obras como soporte artístico, primero sobre bastidores de madera y posteriormente de aluminio:

“Compré un rollo de tela metálica, lo llevé al estudio, lo contemplé durante días, y casi a ciegas comencé a trabajar sobre él. En ese momento comenzó mi aventura. Manuel Rivera. Testimonio recogido por Marisa Rivera Navarro.”

Participó en 1957 en la creación del grupo El Paso, un colectivo de artistas y críticos de gran relevancia que revolucionó el arte español de la posguerra y que supuso la introducción del informalismo en España, celebrándose en abril de 1957, la primera exposición del grupo en la Galería Bucholz de Madrid, en la que presenta sus telas metálicas, realizadas en un solo plano. Su integración en El Paso marcará su trayectoria de forma sustancial, empezando a ser conocido a nivel nacional e internacional. El artista granadino se muestra acorde con su grupo y muestra una doble condición, internacional y castiza. Apuesta por una abstracción cargada con tintes expresivos y concede gran importancia a la identidad abrupta de lo matérico.​

En 1959, realizó su primera exposición individual en Madrid, en las salas del Ateneo. En 1965, participó en la exposición Adquisiciones recientes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y expuso en diversas ciudades de Estados Unidos, así como de Marruecos y Sudáfrica.

A partir de este momento se produce una consolidación de la expresión plástica de Rivera. Ya desde 1956, el artista comienza a moverse dentro de la experimentación tangible de la materia. Las posibilidades de ofrecer un tacto real, significan la apropiación poética del espacio físico. Pero su lenguaje acapara también los principios básicos del movimiento y la luz dependiendo de cómo se sitúe el espectador frente a la obra.

Esto supone que quien contempla la obra deja de ser simplemente un observador, y se transforma en sujeto activo. Aquí radica un rasgo fundamental en la obra que produce Rivera a partir de este momento. En algo como lo que cifraba Delacroix, en una página de su diario de 1850, lo esencial del hecho artístico:

“Me he dicho cien veces que la pintura, la pintura material, no era más que el pretexto, un puente entre el espíritu del pintor y el del espectador”

En 1967 inició la que sería su segunda etapa pictórica, con la serie Papeles japoneses, en la que accedió a nuevos procedimientos técnicos, con una gran influencia del arte oriental y una intensificación del color. En 1985, realizó conjuntamente con el dramaturgo Antonio Gala y el músico Manolo Sanlúcar, El testamento andaluz, realizando una pintura y tres dibujos de cada una de las capitales andaluzas, en los que se recoge lo más significativo de cada una de ellas.

Influencias

En la obra de Rivera nos encontramos con referencias diversas. Podemos encontrar homenajes a artistas: Picasso, Juan Gris, Fray Angélico, Piero Della Francesca, Goya, Velázquez, Millares...

También hace alusiones a Johann Sebastian Bach, Vicente Escudero, Ingmar Bergman, Unamuno, Kafka, André Bretón, Federico García Lorca, Borges...

El mundo clásico también le sirve de base par dar nombre a muchas de sus obras: Polifemo, Parca, Marco Aurelio, Hermes, Venus, Príapo...

Incluso el universo religioso está presente en muchas de sus referencias argumentales: exvoto, relicario, tabernáculo, saeta, Herodes, púrpura, episcopal, cardenal, inquisidor, catedral, sacristía...

Formas de espiritualidad exóticas. Y por último cabe señalar las claves específicamente relacionadas con lo español: infanta Margarita, Conde Duque, esperpento, martinete, tauromaquia, capricho, espantajo, máscara...

Técnica y obras

Durante su periodo de formación las pinturas de Rivera son en su mayoría figurativas, no obstante, sus cuadros apuntaban a una ruptura con la forma tradicional, de la que pronto se distanciaría.

Como ya hemos mencionado anteriormente, la preocupación espacial y el tema de la luz, son temas a los que hace referencia a lo largo de su obra madura.

“Aparte de hacer una pintura más fresca y de mayo luminosidad, comencé a preocuparme por las transparencias. Subí a pintar a la Alhambra y cada tarde intentaba atrapar aquel finísimo polvo de oro, más preocupado por el aire que por los volúmenes​

Marisa Rivera Navarro. En busca de la luz y del espacio”

Al asistir en 1953 al Curso Internacional de arte abstracto, marcó un punto importante, ya que empezó a definir su forma de trabajar y recibió numerosas influencias. A finales de este año, aparece un espacio puro. Comienza a pintar con capas espesas de pintura creando formas que flotan.

Recibe una invitación de Luis González Robles para representar a España junto con Millares en la IV Bienal de São Paulo. Ahí comienza una lucha sin cuartel con el lienzo, en busca del espacio. Prescindió entonces del color refugiándose en el blanco y negro. Seguía pintando formas suspendidas, vacías (o llenas de espacio, según se mire). Llegó en su desesperación a romper el fondo del lienzo agujereándolo para poder ver a través de él, cortando la tela para dejar abierto un hueco. Trabaja sin descanso.

Sumido en una profunda crisis, descubre por fin como salir del material pictórico tradicional. A partir de 1956 se produce el encuentro con la tela metálica. La materia dejará atrás su protagonismo inicial para pasar a ser un mero vehículo de la expresión:

“A pesar de que mi obra suele clasificarse en el informalismo, dentro de la abstracción, yo nunca me he considerado un informalista puro, ni tampoco un pintor abstracto. No busco simplemente un equilibrio de formas y colores. Necesito algo más. Partir de una idea lírica o de un dolor, de una emoción.​

Marisa Rivera Navarro. En busca de la luz y del espacio”

La tela metálica acabaría desmaterializándose y deshaciéndose en brazos del aire, la luz y sus efectos. Comenzó a trabajar realizando obras sobre un solo plano, a modo de collage, mallas metálicas sujetas por un bastidor de hierro. Comprueba admirado que en este soporte tiene cabida el espacio y la luz. Pronto empieza a dejar espacios entre las telas metálicas, consiguiendo así ciertas vibraciones e irisaciones que fueron el principio de toda su producción posterior. Este hallazgo le permitirá trabajar más cerca de la luz y el espacio.

En São Paulo tienen una clamorosa aceptación, así que en 1958 es nuevamente seleccionado para la Bienal de Venecia. Llegaron entonces la fama creciente y el interés de los galeristas más importantes.

Fue una composición de la seria de "Metamorfosis", realizada en 1959, la primera obra realizada sobre un tablero de madera que sujetó las telas metálicas. El tablero servía de soporte para fijar las tramas. Sobre él, apoyaba unos pivotes de hierro que le servían de sujeción. Este soporte le acompañará siempre. En ocasiones las mallas metálicas también pueden colgar del bastidor. Su obra cobra un aspecto diferente en ausencia del tablero, el espacio se hace más corpóreo. Las telas metálicas que envía a a Bienal de Venecia, regresan ligeramente oxidadas por la humedad, lo que da pie a un encuentro fortuito con el color.

Desde la austeridad anterior, el color irá conquistando la sombras a partir de los sesenta. El pintor comenzará a utilizar el mismo sistema de veladuras que los pintores venecianos del siglo xvi. Y con la luz comenzó a formar grandes masas, que junto con el color creaban unas ondas y vibraciones de gran intensidad. Así su obra iba adquiriendo un carácter más constructivo, al superponer las mallas metálicas que iban creando volúmenes diversos en el espacio.

Nacían los primeros "Espejos" en 1964, espacios mágicos llenos de movimiento.

La investigación sobre los espacios físicos y espirituales, el universo metafísico, volvió a aparecer en 1974 a través de las imágenes y formas de los "Mandala", representación de las formas cósmicas e instrumentos de meditación. 

En 1977, rompe bruscamente con el lirismo anterior. Introdujo en las telas metálicas elementos que emplearía desde entonces, tales como collares erizados de puntas mortales, bocados de caballo, enganches herrumbrosos y alambradas zurciendo heridas.

A mediados de los ochenta se adentró en el periodo más escultórico de su producción. El juego de espacios se alejó del plano y los límites cobraron un nuevo sentido. Las formas adquirían tridimensionalidad saliendo fuera del tablero. Más adelante llevó a cabo el despliegue oscuro de los "Espejos heridos" y "Espejos rotos", catalogados en los últimos ochenta.

Manuel Rivera ha sido un artista en actividad experimental constante hasta sus últimos días. En 1994, probaba nuevas esculturas, realizando los "Transparentes". Surgían los tablex de colores desbocados. Creaba también la serie de los "Estorzuelos", formas aéreas pendientes de la superficie de unas cajas diáfanas.

“Nunca he pasado de lo experimental. Mi vida como hombre y como artista siempre fue la búsqueda.”

Jaime Brihuela en su texto "Removiendo el azogue", sintetiza en la siguiente tipología de recursos sintáctico semánticos, los instrumentos del lenguaje visual de los cuales dispone el artista:

  • Emprende operaciones puramente constructivas, que unas veces equilibran líneas rectas sobre presupuestos compositivos ortogonales, mientras que otras se entregan a la acritud crispada de las diagonales y los ángulos agudos.
  • Acomete la confección de elementos oo líneas de orientación visual curvos, buscando sintonías dramáticas, referencias biomórficas, connotaciones sensuales.
  • Construye trampantojos de profundidades y transparencias. O bien destruye el asiento visual del "concepto" de fondo mediante agujeros, brechas, oquedades, incluso virtuales sugestiones del abismo.
  • Ante la pupila del espectador, convertido en un sujeto agente que modifica conscientemente su punto de vista, sugiere aguas, irisaciones, movimientos envolventes, incluso palpitaciones rítmicas.
  • Busca equilibrios, tensiones o energías desencadenadas o cruelmente reprimidas por la evidencia icónica de clavos, ligaduras o tensores. Incluso enfatiza todo esto mediante el ensamblaje del ready-made asociable a universos de violencia y crueldad.
  • Deja entrever connotaciones metonímicas de seres, monstruos, regazos, pellejos, esqueletos, órganos despedazados, sexos... desplegando un contexto de resonaciones figurativas.
  • Edifica ámbitos de significación de carácter empático, asociables a nociones como placidez, ensoñación, meditación, esfuerzo, dolor, alaridos de angustia.
Fuente: https://es.wikipedia.org/

Galería
Metamorphosis, 1959


Metamorphosis, 1960

Edgar Degas (1834-1917)



Degas, Edgar (París, 19 de julio de 1834 - 27 de septiembre de 1917) Pintor francés.

Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Paris y en el clasicismo de lngres, determinante de su rigor en el dibujo y en la construcción de sus cuadros, que le caracterizaría toda la vida. Pese a haber participado, entre 1874 y 1886, en las exposiciones del grupo impresionista, se diferencia de éste profundamente; se desinteresa del paisaje, centra su atención en las figuras humanas y practica un tipo de composición en el que las formas dibujadas son el elemento fundamental. Coincide, sin embargo, con los impresionistas en su preocupación por la verdad del1nstante, en su ruptura con el academicismo vacío de problemas. Pero el instante captado por los impresionistas es el instante de la luz, el que revela la instantánea fotográfica, mientras que el instante de Degas es el del movimiento, que no queda aislado en el tiempo, sino que en un mismo cuadro capta momentos sucesivos, acercándose con ello a la visión cinematográfica; en este sentido, parece haber llegado, como Cézanne, mucho más lejos que los impresionistas. La serie de sus bailarinas y las escenas de ballet, en las que el color brillante anima la superficie de los cuerpos, constituye uno de los conjuntos pictóricos más extraordinarios de finales del s. XIX. Además del óleo, utilizó frecuentemente el pastel. Cultivó asimismo el grabado, y en la última etapa de su carrera se dedicó a modelar con cera desnudos femeninos.

Degas, más allá del impresionismo

Probablemente, si el parisiense Edgar Degas (más propiamente, Hilaire-Germain-Edgar de Gas; 1834-1917) no empleó la técnica pictórica de sus amigos los impresionistas (cuyos afanes en gran parte compartió) fue porque vio que aquella innovación, al representar la luz mediante la disociación del color, acarreaba la abolición de las sombras y líneas que forman el diseño de la figura, y él era un enamorado de la figura humana en la varia multiplicidad de sus actitudes.

Degas nació en una familia rica y culta; su padre, que se hallaba al frente de un negocio bancario, era aficionado al arte, en especial a la música, y había nacido en Nápoles, hijo de un banquero francés allí emigrado. En cuanto a su madre, pertenecía a una vieja familia francesa de Nueva Orleans. Hijo primogénito de aquel matrimonio, después del estudio del baccalauréat empezó el de la carrera de Leyes, que pronto abandonó en pos de su afición por el dibujo, la pintura y el arte del grabado.

En 1854 fue alumno de Louis Lamothe, discípulo de Ingres, y un año después frecuentó con irregularidad la Escuela de Bellas Artes. Sin embargo, su auténtica formación (paralela a la de Manet) se basó, en gran parte, en sus asiduas visitas al Louvre y en los resultados de los viajes que entre 1854 y 1859 realizó a Italia (a Nápoles y Roma, y sobre todo a Florencia, donde una hermana de su padre estaba casada con el barón Bellelli).

⇨ Hilaire René de Gas (Musée d'Orsay, París) fue abuelo de Degas que, si bien simplificó su apellido, no dejó de ser nieto e hijo de banqueros. Su brillante posición social le permitió frecuentar la mejor sociedad de su época, pero quizá le impidió participar plenamente en su aventura pictórica.   




Buen conocedor de Giotto y de los cuatrocentistas florentinos y admirador de Ingres (a quien conoció personalmente), reveló precoz madurez, como lo demuestran dos obras de retrato que ahora se admiran en el Musée d’Orsay: su Autorretrato (1855) y el gran lienzo Retrato de la familia Bellelli, empezado en Florencia en 1857 y terminado en 1860 en París.

A partir de este último año, emulando a Ingres o a Delacroix, realizó, con gran dominio de la composición, cinco notables lienzos de asuntos históricos: Las muchachas espartanas provocando a la lucha a sus compañeros (Galería Nacional, Londres), La hija de Jefté (Smith College, Massachusetts), Semíramis dirigiendo la construcción de una ciudad y Desventuras de la ciudad de Orleans (Musée d’Orsay).

César (1921-1998)



César, César Baldaccini, llamado (Marsella, 1 de enero de 1921 - 6 de diciembre de París, 1998) Escultor francés.

Biografía

Nació de padre italianos de clase trabajadora en el barrio de la Belle-de-Mai, en Marsella. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Marsella entre 1935 y 1939 y luego en la de París (1943-1948). Comenzó a hacer esculturas soldando restos de metal en 1952. Se ganó un nombre con esculturas de insectos, varias clases de animales y desnudos. Su primera exposición individual se celebró en la Galería Lucien Durand de París en 1954.

Se casó con Rosine y tuvieron una hija, Anna. Falleció en París en diciembre de 1998. Después de su muerte hubo una amplia disputa sobre su testamento entre su viuda e hija, por un lado, y Stéphanie Busuttil, su compañera al tiempo de su muerte, por otro.


Obra comentada


Galería
Desnudo, 1948

Sin título, 1952

Edgar Degas. Japonismo.

Madame Camus con un abanico, 1870.
Impresionismo

Edgar Degas. Realismo.

Retrato de Rene De Gas, 1855

Retrato de Rene-Hillaire De Gas, 1857

Una mujer mendiga romana, 1857

La familia Belleli, 1862

Retrato de Madame Edmondo Morbilli, 1865

Retrato de una mujer, 1866

Josephine Gaujean, 1868

Stuart Davis (1894-1964)


Davis, Stuart (Filadelfia, 7 de diciembre de 1894 - Nueva York, 24 de junio de 1964) Pintor estadounidense. 

Biografía

Davis nació en Filadelfia, siendo hijo de Edward Wyatt Davis y Helen Stuart Davis. Ambos trabajaban en el área artística; su padre era editor artístico del Philadelphia Press mientras que su madre era escultora. Davis estudió pintura y arte bajo la tutela de Robert Henri, el líder de la Escuela Ashcan.

Davis fue uno de los pintores más jóvenes que participó en la Exposición Internacional de Arte Moderno de 1913. Allí pudo apreciar las obras de Vincent van Gogh y Pablo Picasso, lo que lo llevó a convertirse en uno de los principales exponentes del cubismo y modernismo estadounidense.

Davis fue representado por Edith Gregor Halpert de la Downtown Gallery en Nueva York. Es conocido por sus pinturas hard-edge, así como por sus bodegones y paisajes. Davis era alcohólico y murió de un accidente cerebrovascular en Nueva York en 1964, a los 71 años.


Galería


Cubismo
Lucky Strike, 1921

Árbol y urna, 1921

Steeple y la calle, 1922

Edison Mazda, 1924

Percolador, 1927

Batidor de huevo No. 4, 1928

Costa de Nueva York, 1938

Seine Cart, 1939

Hot Still-Scape for Six Colors - 7th Avenue Style, 1940

Report from Rockport, 1940

G & W, 1944
Algo en la bola 9, 1954


Stuart Davis. Pop Art.

Visa, 1951

The Mellow Pad, 1951

Owh! en San Pao, 1951

Cubismo colonial, 1951

Raptado en Rappaport, 1952

Blips and Ifs, 1964

Stuart Davis. Realismo americano.

Garaje n. ° 1, 1917

 

Murillo (1617-1682)



Murillo, Bartolomé Esteban (Sevilla, 1 de enero de 1617 - 3 de abril de 1682) Pintor español. Es un excelente representante del barroco de la escuela sevillana. Conoció las obras de Ribera, Roelas, Zurbarán y de los maestros flamencos y venecianos de la época, cuyos cuadros abundaban en Sevilla. En 1645 consiguió el primer éxito con sus once cuadros para el convento de franciscanos de Sevilla, que reflejan influencias de Ribera, Velázquez y Zurbarán; a este grupo pertenece el San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres (Academia de San Fernando, Madrid), falto aún de la delicadeza vaporosa de sus obras más avanzadas; e-­ cambio, en otra de estas pinturas, La corona de los ángeles (Museo del Louvrel, la personalidad de Murillo se muestra ya formada, la composición se hace más libre y la luz más cálida. A este primer período, en el que en su pintura todavía aparece la influencia del claroscurismo de Zurbarán, pertenecen obras como La Sagrada Familia del pajarito (Museo del Prado), La Virgen del Rosario (Museo del Prado), o las representaciones de niños como Niños comiendo fruta (Pinacoteca de Munich) y Niño mendigo (Museo del Louvre). Los fondos de estas pinturas son oscuros, casi sin detalles, y las figuras, amables y bellas, destacan plenas de vivacidad.

Hacia 1650 se inicia su período de plenitud, en el que destaca su dedicación al tema de la Inmaculada Concepción de María, muy apreciado por la religiosidad española de la época, y con el que Murillo lograría gran fama: la Inmaculada Concepción del Museo de Sevilla, llamada "la grande" por las dimensiones del cuadro (4,32 x 2,92 m), la Inmaculada Concepción de Soult (Museo del Prado) y la Inmaculada Concepción de Aranjuez (Museo del Prado). Las excelentes representaciones de carácter religioso, incluso las de santos mártires, carecen del tremendismo de Ribera o del misticismo de Zurbarán; son retratos de gentes de su entorno, vestidos a la usanza de la época y enmarcados en ambientes apacibles: Santas Justa y Rutina y San Leandro y San Buenaventura (ambos en el Museo de Sevilla). Entre 1660 y 1670 realizó una serie de pinturas para la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla en las que logró hermosos efectos lumínicos, que subrayan el realismo de lo cotidiano y recuerdan las pinturas de tema bíblico de Rembrandt; de estos cuadros, que tienen por tema la fundación de Santa María la Mayor de Roma, cabe citar El sueño del Patricio y El Patricio revela su sueño al Pontífice, (ambas en el Museo del Prado).

Entre 1670 y 1674 pintó para la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla una serie capital de grandes cuadros: San Juan de Dios; Santa Isabel de Hungría; Milagro de los panes y los peces, entre otros. Murillo fue un gran retratista, sus personajes no lucen los ricos atuendos cortesanos, pertenecen a la aristocracia sevillana o son miembros de la clerecía, y el artista los representa en actitudes de elegante dignidad. Una de las facetas más interesantes de Murillo la constituye la pintura de género, estampas de fuerte naturalismo por las que desfilan una galería de pícaros, mendigos y pilluelos, protagonistas de la novela picaresca española del s. XVII: Pícaros comiendo melón, Los niños fruteros (ambos en la Pinacoteca de Munich), Mendigo (Museo del Louvre), entre otros.

Murillo, el pintor de las Inmaculadas 


Bartolomé Esteban Murillo era bastante más joven que Alonso Cano, Zurbarán y Velázquez. Nacido en Sevilla el año 1617, pasó allí su juventud oscuramente, pintando cuadros de asuntos piadosos, de los cuales se hacía gran exportación a América. Estaba cansado de esta labor rutinaria, cuando pasó por Sevilla el pintor Pedro Moya, quien venía de Londres, donde había conocido a Van Dyck. El joven Murillo vio las copias que traía Moya, oyó sus elogios, y excitado por el entusiasmo de aquel hombre, decidió marchar también a Londres a estudiar con tan grandes maestros.

Por el camino hizo estancia en Madrid y fue presentado como paisano a Velázquez. Ocurría esto en 1643; Murillo tenía veinticinco años, mientras Velázquez era ya el pintor áulico famoso. Sus visitas al Alcázar de Madrid y El Escorial, repletos de pinturas, fueron para Murillo una revelación. Pasó dos años en Madrid y al volver a Sevilla, su temperamento y estilo estaban formados. Su reputación en la ciudad que le vio nacer se hizo indiscutible, y en 1658 casaba con doña Beatriz de Cabrera, noble señora de la villa de Pilas. No se movió más de Sevilla, pintando sin cesar sus tiernos asuntos religiosos, no siempre en tono dulzón, antes bien demostrando a veces un magistral dominio del claroscuro; Niños, Vírgenes, sus Inmaculadas, sus Sagradas Familias, etc

Inmaculada Concepción de Murillo (Museo del Prado, Madrid). Llamada La Niña, en este caso es posible que se inspirara en alguna adolescente sevillana, menuda y graciosa. Entre los dos tipos oscila la numerosa serie de Inmaculadas que Murillo comenzó a pintar hacia 1650 y prosiguió hasta su muerte, constituyendo uno de los aspectos más populares de su obra. 

Este Correggio español es menos sensual en los tonos, en las gamas vivas de la carne; en cambio, es más familiar. Cuando quiere pintar grandes composiciones, como los dos lienzos del Prado que representan la Fundación de la iglesia de Santa María la Mayoren Roma, y Santa Isabel de Hungría o la Imposición de la casulla a San Ildefonso, su fe no le impide pintar pilluelos con sin igual realismo o interpretar asuntos netamente picarescos. Murillo recibió un día el encargo de pintar el altar para el convento de Capuchinos de Cádiz; se cayó del andamio y fue llevado a Sevilla, donde murió en el año 1682.

Jean Carzou (1907-2000)



Carzou, Jean (Alepo, Siria, 1 de enero de 1907 - Périgueux, Dordoña, 17 de agosto de 2000) Pintor y dibujante francés. Su arte, de corte clásico, cobra originalidad por la mezcla sugestiva de la finura y delicadeza del trazo y la presencia de elementos dramáticos e incluso alucinantes. Destacan sus obras sobre Venecia, paisajes donde lo real se funde con lo poético. Realizó numerosas escenografías para teatro y ópera e ilustró libros de Camus, Audiberti, Mauriac, Hemingway, etc. Cuenta con un museo dedicado a su obra en la población francesa de Vence.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat  

Obra
Erótico, 1932

Desnudo surrealista frente a la ventana, 1940

Gustave Courbet (1819-1877)




Courbet, Gustave (Ornans, 10 de junio de 1819 - La Tour de Peilz, Suiza, 31 de diciembre de 1877) Pintor francés.

Sus primeros estudios de pintura los realizó con Ch. A. Flajoulot, un enamorado de David, lo que hizo que el joven Courbet se sintiera atraído por el romanticismo. En 1839 se trasladó a París para iniciar la carrera de derecho, que abandonó para dedicarse a la pintura. Sus frecuentes visitas al Louvre le pusieron en contacto con los grandes pintores españoles, holandeses y flamencos, sin sentirse atraído por la pintura italiana, como entonces solía ocurrir a los artistas. Entre 1844 y 1847 se produjo la evolución de su pintura hacia el realismo y su consiguiente ruptura con toda la tradición romántica. En 1855 se había colocado ya al frente de la escuela realista francesa. Fue diputado de la Commune de París, lo que le valió seis meses de cárcel en 1871 . En su obra cristalizó el sentimiento popular inquieto de su época, y a través de ella el pintor contribuyó a difundir, con vigor expresivo, originalidad y riqueza de matices, los nuevos enfoques del arte, la vida y la sociedad que habían de cambiar sustancialmente la Europa de su tiempo. De su vasta producción, que incluye numerosas obras maestras, sobresalen: Picapedreros, Entierro en Ornans, El estudio del pintor, Buenos días, señor Courbet, Retrato de Proudhon y su familia y La siesta.

El realismo de Courbet

Gustave Courbet (1819-1877) nació en Ornans (Doubs), en el Franco Condado, hijo de un rico hacendado. Fue Courbet hombre de temperamento exuberante y de ideas avanzadas, y con una decidida vocación por la pintura. Su padre hubiera querido hacer de él, primero un polytechnicien, luego un abogado (y con esta intención le envió a París); pero tuvo que resignarse a que su hijo se dedicara a la pintura, sin lograr, empero, que en la Escuela de Bellas Artes entrara en los estudios de los profesores entonces más reputados entre la burguesía francesa. En gran parte, pues, fue un autodidacto, que aprendió con RembrandtF. HalsVan Dyck y Velázquez, a los que estudió (y a veces copió) en el Museo del Louvre.

En 1846, con su amigo, el crítico Champfleury, y con otro gran amigo suyo, Max Bouchon, después “de haber discutido los errores de los románticos y de los clasicistas “-son sus propias palabras- decidió “alzar el pendón” de una nueva escuela, para la que se encontró el nombre de Arte Realista.

El Autorretrato con un perro negro (Museo del Petit Palais, París) fue pintado por Courbet. en 1842, a los 23 años de edad, en una época en que -recién llegado a París- recurría casi exclusivamente a sí mismo como modelo. Ya desde este momento, se aprecia que el pintor será un gran colorista, dominador de la técnica llamada "de las sombras luminosas".

Al Salón de 1847 presentó su autorretrato titulado L’homme á la pipe, que fue rechazado; después viajó por Holanda, y aunque intervino en la Revolución de 1848, se abstuvo de tomar parte en los hechos sangrientos acontecidos durante el mes de junio de aquel año.

En su estudio de la Rué de Hautefeuille se reúne ya por aquel entonces con sus amigos; éstos son, además de los citados, un pintor hoy injustamente olvidado, François Bonvin, Baudelaire, Murger, el de la Bohéme, y el soñador teórico de la Revolución Social, Fierre-Joseph Proudhon.

El Salón de 1849 -en una época plenamente revolucionaría- ofreció la gran ocasión a Courbet, porque se decidió que el jurado de admisión lo constituirían los propios artistas. A él envió cuadros de importancia; pero la tempestad estalló en torno a su nombre y sus obras en el Salón del año siguiente. Envió pinturas tan importantes como su retrato de Berlioz (que el retratado se había negado a admitir), los Canteros (lienzo hoy destruido, antes en el Museo de Dresde) y el enorme lienzo Entierro en Ornans (ahora en el Musée d’Orsay). Estas dos últimas pinturas escandalizaron a la crítica y al público por sus asuntos, que se juzgaron inadmisibles.

Punto al Arte