Páginas

Artistas de la A a la Z

Eungène Delacroix y el linaje de la pintura moderna


EUGENE DELACROIX
Y EL LINAJE DE LA PINTURA MODERNA

LA NATIONAL GALLERY DE LONDRES EXAMINA, A TRAVÉS DE UNA AMBICIOSA EXPOSICIÓN, EL LEGADO DE D ELACROIX EN LA PINTURA MODERNA Y EL SIGNIFICADO DE SU CRUCIAL INFLUENCIA EN LA OBRA DE LOS MÁS DESTACADOS PINTORES, DE MANETA KANDINSKI; MIENTRAS TANTO, EN PARÍS, EL MUSEO DELACROIX INDAGA EN EL INTERÉS DEL PINTOR POR EL ARTE GRIEGO Y ROMANO CARLOS G. NAVARRO

         UN CÉLEBRE historiador del arte, Alfred H. Barr. Jr. ( 1902-1981 ), fue el reconocido autor de un árbol genealógico del arte moderno cuya influencia ha sido determinante para comprender la cultura contemporánea. Barr, primer director del MoMA de Nueva York, la institución cultural más influyente del siglo XX, sintetizó en un sencillo diagrama el parentesco histórico del arte moderno con el pasado más glorioso de la historia de la pintura.

         El MoMA había nacido con la intención de prestigiar y hacer accesible el nuevo arte a un público que, en la década de los años treinta del siglo pasado, todavía se resistía a aceptarlo. Para ello llevó a cabo una valiosísima labor de selección y razonamiento de obras y artistas a través de un irrepetible programa de exposiciones que ha ofrecido durante décadas las claves necesarias para hacer comprender a la sociedad los discursos de la modernidad.

PATRIARCA DE LO MODERNO

         En su afán de legitimación, Barr asoció en ese significativo esquema, elaborado como un árbol genealógico, a los más importantes pintores modernos con algunos maestros pretéritos, cuidadosamente seleccionados como eslabones previos, de acuerdo al orden dado por la crítica tradicional, dotándoles con esa secuencia ficticia de una necesaria nobleza heredada que identificaba a los primeros modernos como parte de una larga estirpe artística. Se autorizaba así, desde la noción académica de tradición, la entrada definitiva del arte moderno en la historia de la cultura y, con ello, ocupaba legítimamente el lugar privilegiado que le había reservado la posteridad.

         En ese esquema, la más fecunda línea de creación contemporánea quedaba trazada a partir del maestro francés Eugene Delacroix (1798-1863). Barr fijó así una idea clave del imaginario contemporáneo: la condición de Delacroix-compartida con otros dos pintores franceses, lngres y Manet-como precursor del arte moderno, al tiempo que enlazaba a cada uno de ellos con grandes maestros de la tradición clásica de los siglos XVI y XVII – RubensRafael y Velázquez, respectivamente-, distinguiéndose de esta forma tres claras sagas modernas. El ascendente de Delacroix sobre las generaciones inmediatamente posteriores a la suya es por tanto un hecho reconocido, y su influencia no ha pasado en absoluto desapercibida para la crítica.

         La ambiciosa exposición que presenta ahora la National Gallery de Londres, organizada en colaboración con el Minneapolis lnstitute of Art, que ha sido su primera sede, se pregunta por la fecundidad real de esta asociación tradicional y por sus consecuencias plásticas más palpables hasta bien entrado el siglo XX, para, a partir de esta reflexión, explicar claramente los límites artísticos de esa genealogía ideal, valorando la recepción de la herencia artística de Delacroix más allá de su propio contexto histórico.

         En ella se exhiben más de 80 obras, de las que cerca de un tercio son pinturas del maestro francés, entre las que destacan las réplicas y bocetos de algunas de sus composiciones míticas, así como sus trabajos preparatorios, que contienen en realidad lo más maduro y audaz de su arte, lo que enlaza con el modo en que fue apreciado por los primeros modernos. El resto de las pinturas de la exposición inglesa se deben a grandes artistas de la modernidad, en las que puede percibirse de forma nítida el impacto de su obra a través de varias generaciones posteriores a la suya, hasta llegar a la de Henri Matisse.

         Comisariada por Patrick Noon y Christopher Riopelle, conservadores del Minneapolis lnstitute of Art y de la National Gallery, respectivamente, la muestra se ordena en cuatro grandes secciones que abordan los aspectos fundamentales de esta noción genealógica del estilo y sus repercusiones inmediatas en el arte de finales del siglo XIX y principios del XX. La exposición comienza con una alusión al famoso Homenaje a Delacroix, de Henri Fantin-Latour (París, Museo de Orsay), en el que diez célebres pintores se reúnen en torno al retrato de Delacroix un año después de su muerte para rendirle justo tributo; por tanto, enlaza, convenientemente, con la reveladora exposición, dirigida por Christophe Leribault en París en 2011, en torno a esa icónica pintura que exploraba la reivindicación de Delacroix no solo por sus propios discípulos, sino por una égida de pintores y poetas independientes que, frente a las convenciones académicas, reconocían como referente al maestro, por su forma libre de concebir la pintura.

         A lo largo de su vida, la producción artística de Delacroix había dividido a la crítica debido a la consideración tan distinta que motivaron tanto su color como su técnica. Sin embargo, después de su muerte, y tras la publicación de sus diarios, el pintor fue revelado como un auténtico teórico del arte, lo que contribuyó notablemente a su apreciación como el ingrediente reconocible de la afirmación del estilo de las siguientes generaciones, que le encumbraron como a su mejor precursor. Inspirados por los argumentos más característicos de Delacroix, fueron estos los que determinaron decididamente el interés de los jóvenes artistas por sus obras.


MODELO DE PERFECCIÓN


Piedad (a partir de Delacroix),
por Vincent van Gogh, 1 889,
óleo sobrelienzo,
73 x 60,5 cm, Ámsterdam,
Van Gogh Museum

         Así, el primer ámbito de la exposición de Londres aborda el concepto mismo de emulación, mostrando el modo en que fue admirado y reconocido por otros artistas, que copiaron sus obras como las de los grandes maestros antiguos. Junto a los homenajes, como el de Fantin-Latour del National Museum de Gales o la Apoteosis de Delacroix, pintado por Cézanne, del Museo de Orsay, que explican por sí solos la sinceridad de su reconocimiento, hay ejemplos de copias de obras del pintor, como la realizada por Manet de su Barca de Dante (Museo de Bellas Artes de Lyon) o la de su Boda judía en Marruecos realizada por Renoir (Worcester Art Museum), o incluso la incorporada en el fondo de la Naturaleza muerta con un boceto de Delacroix, de Paul Gauguin (Estrasburgo, Museo de Arte Moderno), quien llegó a coleccionar -como también hiciera Degas- un buen número de obras del pintor romántico. Todas ellas reflejan la conciencia, como modelo de perfección, con la que contemplaron su ejemplo, y junto a la copia de Rubens realizada por el propio Delacroix, profundizan en la noción de linaje artístico heredado a la que alude el concepto principal de esta exposición.

ORIENTALISMO ROMÁNTICO

         Por otro lado, Delacroix es considerado como un descubridor para la modernidad del concepto de orientalismo. Su amor por el exotismo, interpretado como un escenario fuera de la norma, le llevó primero a imaginar y luego a conocer y repensar Oriente como un concepto genuinamente acuñado por la imaginación romántica. En pos de la autenticidad que emanaban sus pinturas, viajaron al norte de África –o incluso a España- un número casi infinito de artistas europeos que buscaron la experiencia de descubrir un paraíso lejano. Una de las claves de su fortuna crítica fue precisamente la recuperación por parte de los pintores modernos del orientalismo en clave teórica, para profundizar en cada una de suspropias propuestas artísticas.

         A lo largo de la amplia sección dedicada a este aspecto pueden verse, mezcladas con algunas de las más bellas pinturas orientalistas debidas a Delacroix, las composiciones de Cézanne, Eugene Fromentin, Pierre-Auguste Renoir, Théodore Chassériau o Frédéric Bazille; todos ellos supieron capturar devotamente los motivos acuñados previamente por el maestro. Pero el empleo de esos motivos dados para la reflexión puramente pictórica queda en la exposición brillantemente asociado a la relación que mantuvo la pintura moderna no solo con la experiencia del viaje a Oriente o su conceptuación literaria, sino sobre todo con la forma en que los artistas modernos recibieron los argumentos narrativos propios de la tradición académica, con los que Delacroix había convivido.

         Destaca particularmente en el contexto de la exposición el papel concedido por uno y por los otros al arte religioso, que asume el protagonismo principal de la tercera sección de la exposición. A partir del tratamiento de Delacroix de las imágenes icónicas de la tradición cristiana, la exposición lo relaciona con el interés de algunos de los modernos por esos mismos conceptos, ya en clave de contemplación estrictamente plástica. Así, Gustave MoreauOdilon RedonVan Gogh o Gauguin demostraron un interés sincero por interpretar esos mismos argumentos académicos, a menudo religiosos pero también históricos o literarios, a partir de Delacroix, como un camino de libertad hacia sus propias búsquedas personales.

         El último tramo de la exposición culmina con la valoración del maestro como un precursor de la modernidad, desde lo formal, en pos de la idea de relativización del argumento, para ofrecer así el más hondo calado de su ejemplo a través de su posteridad artística. La liberación del colorido y de la pincelada fueron decisivas para la aceptación del gusto moderno, pero también lo fue que la observación de la naturaleza y la renuncia a los asuntos tradicionales se trataran con la misma gravedad que la tradición académica. Para Delacroix, "todos los temas se vuelven buenos por mérito del autor". De hecho, escribiría una valiosa admonición en ese sentido: " ¡Oh. joven artista!, ¿esperas un tema? Todo es tema, el tema eres tú mismo, son tus impresiones, tus emociones frente a la naturaleza. Dentro de ti es donde debes mirar, y no a tu alrededor". Liberados así de la dictadura de los argumentos poéticos impuestos por la Academia, los artistas modernos se enfrentaron, guiados por Delacroix, a la prosa del natural. De hecho, la exposición concluye con un conjunto de obras que se refieren a argumentos de la naturaleza, entre los que destacan las pinturas de floreros y los paisajes. Obras como Un jarrón de flores, de Gauguin, Estudio para una improvisación,  de Kandinski, o dos pequeños estudios de Matisse, uno para Calma, lujo y voluptuosidad y otro llamado La japonesa, toman el relevo plástico al maestro francés. En ellas se asumen sus propósitos coloristas y libres y completan, finalmente, su mensaje de independencia artística.

         Paradójicamente, el Museo de Delacroix de París exhibió hasta fina les de marzo de este año una pequeña pero muy pertinente e interesante exposición que plantea, sin pretensiones, el sincero interés que acercó al maestro francés al mundo de la Antigüedad y que supone el contrapunto a la muestra londinense, con la que ha coincidido algún tiempo.

         La exposición francesa estaba centrada en la génesis y en el significado de la decoración que desplegó en su atelier parisino de la rue de Fürstenberg. Ese decorado estaba compuesto básicamente de altorrelieves vaciados de escogidas esculturas antiguas, y se han expuesto además algunos de sus dibujos de estudio de antigüedades griegas y romanas y varias pinturas. Todo ello deja al descubierto el aprecio y la sensibilidad de Delacroix hacia el mundo antiguo, lo que permite junto a la exposición de la National Gallery, una reflexión sobre la compleja noción de genealogía asociada a la aparición del gusto moderno. Delacroix, ferviente admirador de las antigüedades griegas y romanas, que pudo estudiar en el Louvre desde su juventud, contempló de ellas precisamente lo que tenían de audaces y poco convencionales, interesándose no tanto por los aspectos clásicos a los que venían asociándose, sino más bien por explorar sus límites formales y sus formas más transgresoras, como si reconociera lo anticlásico como un componente inmarcesible de la cultura.

         (Fuente: Revista “Descubrir el Arte”, Mayo 2016, nº 207)

Philibert-Louis Debucourt (1755-1832)




Debucourt, Philibert-Louis (París, 13 de febrero de 1755 - Belleville, 22 de septiembre de 1832) Pintor y grabador francés. 

Biografía

Debucourt, nació en París en 1755, y se convirtió en alumno de Vien. Ejecutó algunos platos en entresuelo, como la familia Heureusela Benediction de la mariée y el Cruche cassée, según sus propios diseños. La mayor parte de su trabajo fue, sin embargo, en aguatinta. Se convirtió en el fabricante líder de impresiones en color de varias placas, combinando lavados de aguatinta con grabado de líneas. Utilizó una serie de técnicas diferentes, pero la mayoría incluía tres placas de color y una cuarta placa clave, delineando el diseño en negro.

El suegro de Debucourt fue el escultor Louis-Philippe Mouchy. En el contrato de matrimonio, Mouchy ofreció generosamente proporcionar un apartamento de tres habitaciones en el Louvre, donde Debucourt vivió durante doce años y medio. La dirección de este apartamento a menudo aparece en sus huellas. Parte de su trabajo fue satírico, como La promenade publique, una aguatinta de 1792 que muestra una multitud en los jardines del Palais-Royal. Además del trabajo de sus propios diseños, hizo aguatintas después de Carle Vernet, incluido el Caballo Asustado por un León, el Caballo Asustado por el Rayo y el Cazador Desviado.

Debucourt fue asistido durante algunos años por su alumno y sobrino, Jean-Pierre-Marie Jazet. Murió en Belleville en 1832.


Más obras
El menú de la novia, 1786


Los dos besos, 1786

Quentin de la Tour (1704-1788)



De la Tour, Maurice Quentin (Saint-Quentin, 5 de septiembre de 1704 - ibídem, 17 de febrero de 1788) fue un retratista rococó francés, que trabajó principalmente con la técnica de la pintura al pastel. Dentro de sus clientes más afamados se encuentran Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Luis XV y Madame de Pompadour.

Huyendo de la pobreza, Quentin La Tour llega a los quince años a París, donde realizó su aprendizaje con un grabador y, más tarde, con el pintor Jacques-Jean Spöede. Siguiendo los consejos de un embajador inglés, se dirigió a Inglaterra, donde se sintió vivamente impresionado por los retratos de Van Dyck. Tras su regreso a París, se consagró a la pintura al pastel, probablemente influido por Rosalba Carriera, que se encontraba en la capital francesa en los años 1720-1721. Después de algunos experimentos técnicos fallidos, consiguió tal perfección que desbancó a todos sus competidores, incluido Jean-Baptiste Peronneau -su digno rival-, en los favores de la corte versallesca. En 1735, pintó el retrato de Voltaire al pastel, lo que le garantizó un gran renombre, es entonces cuando se le apodó "el príncipe de los pastelistas".

De la Tour era un perfeccionista y empleaba mucho tiempo en la ejecución de sus obras, de tal modo que la Academia tuvo que esperar nueve años su trabajo de admisión. Su Retrato de Madame de Pompadour (Museo del Louvre, París) y el del Presidente de Rieux (Getty Center, Los Ángeles) constituyen algunos de los escasos retratos de cuerpo entero ejecutados al pastel. La Tour supo plasmar en los retratos de sus modelos con singular vivacidad no sólo el aspecto físico, sino los rasgos característicos de su personalidad. En 1750 fue nombrado consejero de la Real Academia de Pintura y Escultura de Luis XV. Se desconoce si trabajó en sus inicios la pintura al óleo, dado que sólo se han conservado sus pasteles.

Hombre dotado de una viva inteligencia, gran caseur, fundó en Saint-Quentin, su ciudad natal, una escuela de dibujo, con becas de viaje para estímulo de jóvenes artistas, y en 1783 (antes de que su razón quedase obnubilada) protegió la Academia de Ciencias, Arte y Letras de Amiens. Lamentablemente para la Historia del arte, al morir loco y en soledad, su exclusivo método de fijación del pastel se ha perdido para siempre.

Fuente: Texto extraido de www.mcnbiografias.com

Obra comentada

Autorretrato



Más obras
Autorretrato, 1737


Abad Jean-Jacques Huber, 1742

Autorretrato de Quentin de la Tour

 

La mirada del pintor parece que busca establecer contacto con el espectador. La sonrisa cómplice y su naturalidad contrastan con el envaramiento de los retratos del siglo XVIII.

(Museo de Picardía, Amiens)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Jacques-Louis David (1748-1825)



David, Jacques-Louis (París, 30 de agosto de 1748 - 29 de diciembre de 1825). Pintor francés, uno de los máximos exponentes del neoclasicismo. Influido por las teorías de Lessing y de Winckelmann, y por sus dos viajes a Italia (1775-80 y 1785), desarrolló una extensa producción de cuadros de historia y mitología clásicas, caracterizados por su frialdad monumentalista. Participó políticamente en la Revolución francesa (miembro de la Convención y del Club de los Jacobinos) y se convirtió en el ordenador y decorador de las grandes ceremonias republicanas y en el pintor oficial de los acontecimientos revolucionarios (Marat asesinado, El juramento del Juego de Pelota). Encarcelado por la reacción termidoriana, volvió a convertirse en pintor oficial durante el Imperio napoleónico (Coronación de Napoleón, Distribución de las Águilas). Murió exiliado en Bélgica, en donde se había refugiado a la caída del Imperio. Más interesantes artísticamente que sus cuadros de historia son sus retratos (Madame Récamier, Madame Sériziat), en los que su realismo académico logra que se haga transparente la psicología del personaje.

El pintor revolucionario que fue amigo después de Napoleón. David nació en París en 1748; fue discípulo de la Academia y obtuvo, tras cuatro tentativas infructuosas, el premio de Roma, donde residió cuatro años, participando allí en los ideales del movimiento de reacción neoclásica. Vuelto a París en 1784, expuso su cuadro El Juramento de los Horacios, lienzo en que aparecen los animosos jóvenes romanos que juran ofrecer sus vidas en sacrificio patriótico. El tema y la ejecutoria no podían encajar mejor con los gustos de la época. Todos los detalles quieren ser apropiados a la antigüedad, pero en éste, como en sus otros cuadros, no carece David de inspiración.

Con esta obra el artista reivindicó, en realidad, los derechos de la moderna pintura de Historia, del mismo modo que Greuze había reivindicado la pintura de temas de elevación moral a través de la exaltación de los sentimientos nobles, o del mismo modo que Hogarth quiso reivindicar la pintura de sátira social con propósitos moralizadores.

Safo y Phaon de Jacques-Louis David


Safo y Phaon es una pintura neoclásica de 1809 del pintor francés Jacques-Louis David de Cupido, Safo y su amante Phaon. Fue encargado por el Príncipe Nikolai Yusupov para su Palacio Moika y ahora es la única pintura de David en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.

Safo se muestra sentado en una silla al pie de una cama en una habitación de decoración clásica con columnas, un suelo de mármol y una vista de un paisaje rural en el exterior (con los pájaros de Venus, palomas, sentado en la puerta). Phaon se para detrás de la silla sosteniendo una lanza y una reverencia. Sobre su rodilla hay un rollo con algunos de sus versos en alabanza a Phaon y Cupido se arrodilla frente a ella, sosteniendo su lira, que trata de tocar con la mano derecha mientras inclina la cabeza hacia atrás para dejar que Phaon acune su cabeza en su brazo izquierdo.

Fuente: en.wikipedia.org

Gérard David (h.1460-1523)



David, Gérard (Oudewater, Holanda h.1460 - Brujas, Bélgica, 13 de agosto de 1523) Pintor flamenco, dentro de la pintura gótica.

Biografía

Nació en Oudewater, hoy ubicado en Utrecht. La mayor parte de su carrera tuvo lugar en Brujas, donde formaba parte del gremio de los pintores. A la muerte de Hans Memling en 1494, David se convirtió en el principal pintor de Brujas.

A principios de los años 1860, David fue rescatado del olvido por W. J. H. Weale, cuyas investigaciones en los archivos de Brujas aportaron muchos datos de la vida del pintor. Hoy existe evidencia documental de lo siguiente: David marchó a Brujas en 1483, presumiblemente desde Haarlem, donde había formado su primer estilo con Albert van Oudewater; se unió a la cofradía de san Lucas en Brujas en 1484 y se convirtió en su decano en 1501; en 1496 se casó con Cornelia Cnoop, hija del decano de la cofradía de los orfebres; se convirtió en uno de los ciudadanos prominentes de la ciudad; falleció el 13 de agosto de 1523 y fue enterrado en la Iglesia de Nuestra Señora en Brujas.

Obra

En su etapa inicial, David siguió a artistas de Haarlem como Dirk Bouts, Ouwater y Geertgen tot Sint Jans, aunque ya había evidenciado su poder superior como colorista. A esta primera época pertenece el San Juan de la colección Kaufmann en Berlín y el San Jerónimo Saltings. En Brujas estudió y copió obras maestras de los hermanos Hubert y Jan Van EyckRogier van der Weyden, y Hugo van der Goes. Aquí cayó directamente bajo la influencia de Memling, el maestro a quien siguió más de cerca. Fue de él de quien David adquirió una solemnidad de tratamiento, mayor realismo en la representación de la forma humana y un arreglo ordenado de las figuras.

Otro maestro le influiría más tarde en su vida, cuando en 1515 visitó Amberes y quedó impresionado con la obra de Quentin Massys, que había introducido una mayor vitalidad e intimidad en la concepción de los temas sagrados. La Pietà de David en la National Gallery de Londres, y el Descendimiento de la Cruz en la colección Cavallo París (Guildhall, 1906), fueron pintadas por esta influencia y destacan por su sentido de movimiento dramático. Pero las obras en las que se basa la fama de David de manera más segura son los grandes retablos que pintó antes de su visita a Amberes: Los desposorios místicos de Santa Catalina, en la National Gallery; el tríptico de la Virgen entronizada con santos de la colección Brignole-Sale en Génova; la Anunciación de la colección Sigmaringen; y sobre todo, la Virgen con Ángeles y Santos, que pintó sin pedir retribución para las monjas carmelitas de Sion en Brujas, y que hoy en día se encuentra en el museo de Ruan.

Sólo unas pocas obras quedaron en Brujas: El Juicio de CambisesEl despellejamiento de Sisamnes, y el Bautismo de Cristo en el museo de la ciudad, y la Transfiguración en la iglesia de Nuestra Señora. El resto se encuentran dispersos por todo el mundo, y esto puede deberse al olvido en que cayó su nombre; esto, y el hecho de que, a pesar de toda la belleza y lo conmovedora que es su obra, no aporta nada nuevo a la historia del arte. Incluso en su mejor obra sólo aporta nuevas variaciones del arte de sus predecesores y de sus contemporáneos. Su rango entre los maestros fue renovado, sin embargo, cuando un considerable número de sus pinturas se juntaron en Brujas para una exposición en 1902 de los pintores flamencos primitivos.

Legado

Al tiempo de la muerte de David, la gloria de Brujas y sus pintores estaba decayendo: Amberes se había convertido en líder en el arte, la política y el comercio. De los alumnos de David en Brujas, sólo Isenbrant, A. Cornelis y Ambrosius Benson alcanzaron renombre. Entre otros pintores flamencos, Joachim Patinir y Jan Mabuse estuvieron, hasta cierto punto, influidos por él. Francisco Henriques fue un discípulo que emigró a Portugal alcanzando cierto renombre.

Eberhard Freiherr von Bodenhausen publicó en 1905 una monografía muy completa sobre Gerard David y su escuela (Múnich, F. Bruckmann), junto a un catálogo razonado de sus obras, que, después de un cuidadoso análisis, se reducen a un total de 43.


Obra comentada


Más obras
Cristo clavado en la Cruz, 1481

Los soldados romanos y jueces judíos
(izquierda del tríptico de la Crucifixión), 1481

Descanso en la huida a Egipto de Gérard David

 

En esta nueva versión del tema del Descanso, el pintor flamenco muestra la dulzura de la imagen de María amantando al niño. 

(Museo Metropolitano, Nueva York). 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Honoré Daumier (1808-1879)



Daumier, Honoré (Marsella, 1808-Valmondois, 1879) Dibujante, pintor, litógrafo y escultor francés, autodidacta. 

Es especialmente famoso por su serie de 4.000 litografías publicadas hasta 1872 en diversas revistas satíricas. El conjunto, que forma un fresco gigantesco de la sociedad de su tiempo, puede ser comparado al gran ciclo novelístico de su contemporáneo Balzac. Al mérito artístico de su trazo vigoroso y expresivo se une el valor histórico de documentación sobre todos los ambientes de su tiempo. Algunas de sus caricaturas le valieron persecuciones judiciales (seis meses de prisión en 1831 por Gargantúa, caricatura de Luis Felipe). A partir de 1848 se dedicó a la pintura, con temas análogos, en cuadros de colorido cálido y grandes masas de un sombrío patetismo. Su obra pictórica no fue conocida hasta 1878, y puede considerársele uno de los precedentes inmediatos del impresionismo. 

Los personajes de Daumier

Honoré Daumier (1808-1879) nació en Marsella, hijo de un vidriero pobre, que con los suyos se trasladó a París en 1814; mas para el arte de la caricatura -en el que no se le reconoce rival-, puede decirse que Daumier es hijo de la Revolución de Julio de 1830. Siempre había sido un gran observador, con una fuerte vocación por el esbozo rápido, incluso mientras desempeñó varios oscuros empleos, durante su adolescencia. Después su padre le colocó de asistente del pintor y arqueólogo Alexandre Lenoir, hombre de vasta cultura artística, de quien Daumier aprendió mucho. En el año 1828 entró a estudiar en la Academia, y en 1830 iniciaba su larga carrera de ilustrador en Silhouette, de donde pasó en el año 1831 al periódico Caricature, fundado por el ferviente republicano Charles Philipon, para el que dibujaron también G. Doré y J. Gérard (alias Grandvillé). Hombre de ideas radicales, alternó siempre la caricatura política con la de costumbres, y en 1833 una serie de litografías suyas contra Luis Felipe le valió un encarcelamiento. Poco después modeló en barro una serie de bustos de caricatura política (Thiers, Guizot, el mismo rey Luis Felipe, etc.), de la que modernamente se ha hecho una emisión en bronce. Prohibida la revista Caricature en 1835, colaboró desde entonces en Charivari, mientras continuaba publicando importantes series litográficas, en las que creó algunos tipos sociales imperecederos, como Robert Macaire, personificación del arrivista sin escrúpulos de la época. Otras series tratan de diversos temas sociales: Baigneurs, Les Papas, Les Bons Bourgueois, Les Gens de Justice, etc. Toda esta vasta producción presenta -aparte su contenido satírico- muchos aspectos de ternura.

Teatro francés (National Gallery of Art, Washington), de Honoré Daumier. La vida del teatro fue uno de los ejes temáticos de la pintura realista de Daumier, quien no sólo trató la acción de los actores, sino también las actitudes del público. En algunos casos, como en este cuadro, el pintor juega con maestría con los altos contrastes de luz, los claroscuros y la penumbra que rodean a los espectadores para recrear el estado anímico a través de los gestos y las expresiones, muchas veces distorsionadas y caricaturescas, de los rostros.  

Vincenzo Danti (1530-1576)



Danti, Vincenzo (Perugia, 1530 - 1576)  Escultor renacentista italiano activo en la corte de los Médicis durante el cinquecento.

Biografía

Su padre era arquitecto y orfebre, por lo que Vicenzo empezó a interesarse en el taller de su padre en Perugia, por el dibujo y la orfebrería. En 1545 fue a Roma y empezó a estudiar escultura, en 1553 logró obtener un encargo para la realización de una estatua de bronce del papa Julio III, que fue colocada en el exterior de la Catedral de Perugia. Las grandes esculturas en bronce durante ese tiempo eran escasas por lo que se cree que el bronce de Danti se basó en uno de Julio III, realizado por Miguel Ángel (ahora perdido).

En 1557 se trasladó a Florencia y en 1559 hizo un relieve de bronce que representaba a Moisés y la serpiente de bronce. Esto fue influenciado por los relieves de bronce de Donatello, que seguramente vio en su estancia en esa ciudad.

Aunque la competencia en 1560 por la Fuente de Neptuno (Florencia) fue principalmente entre los dos escultores más establecidos, Bartolomeo Ammannati y Cellini, Danti también trató de demostrar su valor. En 1561 talló El Honor triunfa sobre la mentira, una estatua «en ronda» (para ver desde todos los ángulos). El mármol para esta estatua fue comprado por su mecenas Sforza Danti Almeni para probar su habilidad. La estatua fue tallada en un sólo bloque de mármol, que mostró gran destreza por su parte.

En 1567 empezó a escribir un libro sobre las reglas del orden y la proporción en la arquitectura, lo hizo con la intención de escribir quince tomos, pero al final sólo hizo uno.​ En 1569-1571 creó la que probablemente sea su obra más famosa, La decapitación de San Juan Bautista. Se colocó encima de la puerta de bronce de la entrada sur del Baptisterio de San Juan (Florencia). Esta obra de bronce muestra al Bautista, en el centro, de rodillas esperando la espada del verdugo con Salomé a la izquierda. En 1568-1572 mantuvo la nueva tradición de Miguel Ángel de representar a los hombres contemporáneos con antiguas armaduras (Capilla de los Medici), cuando talló a Cosimo de Médici como Augusto. Esta fue encargada por los Uffizi en Florencia, donde permaneció hasta su sustitución por otra estatua de Cosimo (miembro de la poderosa familia Médici) por Giambologna. En 1575 regresó a Perugia donde murió en 1576.


Galería
Papa Julio III, 1555

Moisés y la serpiente de bronce, 1559

Bernardo Daddi (h.1280-1348)

 


Daddi, Bernardo (h.1280 - m. Florencia, 1348) Pintor florentino. En un primer período buscó los efectos de profundidad, perspectiva y sombreado corpóreo, pero luego tendió a abandonar este plasticismo, nacido del influjo de Giotto, para complacerse en el arabesco plano de la escuela sienesa. Pintó frescos en Santa Croce y en el Orsanmichele, en Florencia. Entre sus obras más conocidas cabe destacar los trípticos de Ognissanti y de San Pancrazio (ambos en los Uffizi), una Madona (en el altar de Bigallo) y la Virgen con el Niño (en el Orsanmichele). Fue notable la influencia que ejerció en otros pintores florentinos.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra comentada


Galería
Natividad de Cristo, 1325

Tríptico, 1333

Punto al Arte