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Catedral Santa María de la Asunción de Coria


La catedral de Santa María de la Asunción se ubica en la ciudad de Coria, Extremadura, en España. Su construcción actual, ubicada donde se hallaban la antigua catedral visigoda, la mezquita mayor de la ciudad y la anterior iglesia-catedral románica, se inició en el año 1498, finalizando ésta 250 años más tarde, en torno a 1748. El terremoto de Lisboa ocurrido el 1 de noviembre de 1755 la dañó seriamente.

La catedral es de estilo gótico de transición, con importantes añadidos platerescos (según trazas de Pedro de Ybarra) y barrocos (torre-campanario diseñada por Manuel de Lara Churriguera). En su interior guarda una magnífica colección de pintura, escultura y orfebrería. Destaca el retablo mayor del siglo XVIII con tallas de Alejandro Carnicero, así como los sepulcros episcopales de Pedro Ximénez de Préxamo por Diego Copín de Holanda, y García de Galarza por Lucas Mitata. Se deben citar también el coro, con una sillería mudéjar de nogal de los siglos XV y XVI, cerrado por una verja protorrenacentista del siglo XVI. Destacan también la reja de la capilla mayor (siglos XVI y XVIII) y los retablos de las Reliquias (siglo XVIII) y San Pedro de Alcántara (siglo XVII).

Historia

Las primeras noticias que se tienen son las de una catedral visigoda, emplazada sobre el solar que ocupa la actual y de la que sólo se ha conservado una solería de mosaicos geométricos, soterrados en lo que hoy es la crujía sur del claustro. Se sabe que después fue convertida en mezquita y que tras la reconquista de Coria por Alfonso VII fue restituida la diócesis, en la persona del obispo Íñigo Navarrón.

Este edificio fue sustituido por una catedral románica, probablemente similar a la Catedral Vieja de Plasencia o a la de Salamanca. Se conservan un par de canecillos de la fábrica románica. A esta fábrica románica se le añadió un claustro mudéjar durante el siglo XIV, luego sustituido por el actual gótico, a mediados del siglo XV.

Es a finales del siglo XV, cuando el obispo Pedro Ximénez de Préxamo decide, por problemas de espacio, derribar la iglesia románica y comenzar a construir una nueva. La traza aprobada fue la presentada por Bartolomé de Pelayos en 1497. Esta traza, aunque luego modificada, será la que dará en esencia la forma al nuevo templo.


Puerta del Perdón

Puerta Norte o del Evangelio

Según la tesis doctoral de María del Carmen Sanabria Sierra bajo la dirección de Víctor Nieto Alcaide,​ la catedral podría tener su origen a mediados del siglo I: en la tesis se conjetura que podría haber sido el titulus, o lugar del primer templo cristiano, en razón de la existencia de un mosaico romano hallado en su claustro.

La mayor parte del conjunto fue terminada durante el siglo XVI, aunque durante la siguiente centuria serán necesarias diversas reformas por defectos de obra y de cimentación.

La iglesia se articula mediante una única nave dividida en cinco tramos de bóveda de crucería estrellada. Este fenómeno es compartido únicamente en España por las catedrales de Gerona y Ciudad Real. Presenta un crucero muy minimizado, con dos brazos en los que se articulan dos portadas, la norte, que da a la plaza de la Catedral, y la sur, que da al jardín. La portada principal ocupa los pies del templo. En cada tramo se abren dos ventanales, salvo en la capilla mayor, en la que existe un único óculo sobre el muro de la Epístola.

Cada tramo está delimitado por contrafuertes al exterior, lo cual, unido al pequeño tamaño de los ventanales, da al edificio un aspecto sólido. Todo el prímetro de la iglesia se remata con pináculos y una balaustrada añadidos en el siglo XVIII, que era transitable hasta la reforma de los tejados efectuada a mediados del siglo XX. La torre se adosa a la cabecera del templo. La actual viene a sustituir a una más antigua que se encontraba a los pies del templo y que fue derruida.

Capilla Mayor

La capilla mayor ocupa en primer tramo de la nave y presenta una planta cuadrada de 17 m. de lado. La pared del ábside queda cubierta en su totalidad por el enorme retablo mayor, realizado en 1747 y que sustituyó a otro anterior, seguramente del siglo XVI. Sus autores fueron fray José de la Santísima Trinidad y fray Juan de San Félix, frailes trinitarios del convento de Hervás. Se articula en tres calles y en dos alturas y ático. El programa iconográfico se desarrolla en función de las devociones del obispo José Francisco Magdaleno, que fue quien sufragó la obra. En la calle de la izquierda del espectador quedan San José y San Francisco de Paula, patronímicos del obispo. En la de la derecha encontramos a San Pedro de Alcántara y a Santa Teresa de Jesús, patrono de la ciudad y abogada de bautismo del prelado. En la calle central se dispone el manifestador del Santísimo Sacramento, rodeado por los cuatro evangelistas y rematado por una alegoría de la Fe triunfante. Sobre él encontramos la hornacina central del retablo, con la Asunción de la Virgen. Esta hornacina presenta un gran ventanal o "transparente" que atraviesa el muro del ábside para iluminar la escultura.

Remata el conjunto el grupo de la Sexta Angustia, con la Virgen sosteniendo a Cristo muerto al pie de la Cruz. Sobre él campea el escudo del donante de la obra. Todas las esculturas fueron realizadas en el mismo año que el retablo por Alejandro Carnicero y policromadas por Eugenio Piti.

Retablo del altar mayor y reja del presbiterio.

Capilla de la Inmaculada

Situada en la base de la torre y de planta cuadrada, es una de las capillas más antiguas de la catedral. Originalmente propiedad de la familia Maldonado, cuyo escudo se puede ver en la pared exterior de capilla, que la tenía como panteón familiar. Existía ya en la catedral románica. A pesar de todo esto, ha llegado a nuestros días con un aspecto muy modificado. En primer lugar, fue modificada por Pedro de Ibarra para servir de basamento a la torre, el cual le dio la bóveda de crucería simple que ha llegado hasta nuestros días. Durante el siglo XVIII se le añade el actual recubrimiento de estuco y se policroma la bóveda. Se construye retablo central, obra rococó con cuatro estípites y una única hornacina, que cobija una imagen decimonónica de la Inmaculada Concepción. Se remata con un tondo en el que aparece un jarrón de azucenas, sello del Cabildo y atributo mariano.

En las paredes laterales encontramos dos retablos de estuco neoplaterescos, realizados por los hermanos Picazo en 1880. El de la izquierda cobija una escultura de San Francisco de Borja como abogado contra los terremotos (probablemente comprada tras el terremoto de Lisboa de 1755, que afectó a la catedral) y el de la derecha cobija un Sagrado Corazón de Jesús, probablemente de finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX se retiraron y perdieron los sepulcros góticos de la familia Maldonado para enterrar al obispo Ramón Peris Mencheta, cuya lápida se puede ver hoy en el centro de la capilla.


Capilla del Beato Spínola

Ocupa el brazo sur del crucero, bajo el llamado Órgano Chico. Tradicionalmente se conocía como Capilla de la Anunciación, pero tras la beatificación de Marcelo Spínola en 1992 cambió de advocación. Es de arquitectura sencilla, cubierta con bóveda de cañón con arcos fajones, como todas las estancias del ala sur del templo. Contiene dos retablos enfrentados. El de la derecha, rococó, acoge un lienzo de la Anunciación obra de José de Mera del siglo XVIII. Además, En la predela hay una tabla con un Ecce Homo entre la Virgen y San Juan con características flamencas, del siglo XVI.

En retablo de la izquierda es el dedicado al Beato Spínola. Anteriormente estuvo dedicado a Santa Catalina de Alejandría, cuya escultura pasó al museo. Se trata de un retablillo barroco, con columnillas salomónicas, que enmarcan un retrato del que fuera obispo de Coria entre 1886 y 1887, pintado por Francisco Gil Japón.


Capilla de las Reliquias

Situada a los pies del templo, fue durante muchos siglos el espacio predilecto del Cabildo, en el que se reunían en muchas ocasiones. El aspecto que ofrece hoy en día se debe a una reforma efectuada en 1783 que la renovó plenamente. Se cubre con una cúpula sobre pechinas decorada con cartelas con símbolos pasionistas. Se conecta con la nave mediante un gran arco de medio punto cerrado por una suntuosa reja dieciochesca. Alberga tres retablos. El mayor se concibe como un gran armario para albergar la colección de reliquias de la catedral. Se organiza en tres calles y ático, presidido este último por una imagen de San Joaquín.

En los laterales se situaban dos retablos gemelos, uno de los cuales fue desmontado para abrir el arco mudéjar que conecta la capilla con el claustro. En el que todavía permanece se puede observar una imagen de San Sebastián obra de José Salvador Carmona de 1777, escoltado por un San Antonio de Padua y un San Vicente Ferrer de factura mucho más tosca. Les hacían frente, en el retablo desmontado, un San Pedro de Verona (advocación original de la capilla) escoltado por San Francisco y Santo Domingo de Guzmán, hoy en el museo.


Coro y trascoro

La sillería coral supone un bello conjunto de estilo mudéjar, realizado en dos fases diferentes. Se compone de 71 sillas (43 altas y 28 bajas) y un banco, realizadas en madera de nogal. El mueble procede en parte de la antigua catedral románica, realizado en 1489, muy poco antes de comenzar la obra nueva. Sabemos que ocupaba toda la nave central de la vieja construcción. La obra original corresponde al frontal y a los medios laterales. Será cuando se instale en la nueva construcción cuando se complete (1514) de mano del tallista Martín de Ayala. En 1560 se le añadirá una crestería con estatuillas de santos, obra de Francisco Pérez.

La silla episcopal ocupa el centro del tramo frontal, escoltada por la silla del deán (que alberga la inscripción que data la obra) y la del chantre. Se decora con un Salvador de pie, sosteniendo el mundo con una mano y bendiciendo con la otra. Se cubre con un doselete de estilo gótico. El resto de sillas, tanto las antiguas como las de la ampliación de Ayala con paños geométricos mudéjares, todos diferentes. Rematan el conjunto en los extremos los sitiales destinados a los duques de Alba, señores de la ciudad, que se encuentran a la misma altura que el del obispo. En el centro del conjunto se encuentra un facistol barroco.

El muro que cierra el coro es una obra renacentista de Michel de Villarreal, realizado durante la primera mitad del siglo XVI y sufragado por el deán Gaspar de Bardales. Lo cierra una magnífica reja, realizada por el maestro Hugo de Ras y decorada con el escudo del obispo Juan Ortega Bravo de Laguna en el cuerpo central. Escoltando la reja se encuentran dos ménsulas decoradas con putti y con el escudo del Cabildo. Originalmente servían como reclinatorio de los duques de Alba (cuyos sitiales se sitúan detrás de ellas), hasta que en el s. XVIII se decidió ocuparlas con sendas esculturas de Moisés y David.

El muro contempla dos puertecillas laterales adinteladas, rematadas con el escudo capitular. En el trascoro presenta una tribuna para músicos, debajo de la cual se sitúa un ratablillo barroco con la Virgen del Rosario. Escoltan el retablo cuatro esculturas pétreas de San Pedro, San Pablo, San Andrés y Santiago el Mayor, en ménsulas y bajo doseletes. Sobre el retablo se encuentra el escudo del deán Bardales, donante de la obra.
 
Sillería del coro

Trascoro

Sacristías

El conjunto cuenta con dos sacristías: la llamada de canónigos o mayor y la de beneficiados o menor. La construcción de ambas corresponde al siglo XVII, un período muy dificultoso en la historia constructiva del edificio, puesto el Cabildo que tuvo que hacer frente a la finalización del conjunto, al mismo tiempo que se afanaban en afianzar toda la obra del siglo XVI, que tenía muchos problemas estructurales. Se realizaron varios proyectos para la sacristía y el Sagrario, que finalmente no se llevaron a cabo. Las estancias que han llegado a nuestros días son de factura muy discreta, que disuena con las magnitudes del templo. Quizás las dificultades del período obligaran a realizar soluciones más económicas.

La sacristía mayor se sitúa junto a la capilla mayor, con acceso sobre el costado de la Epístola. Se accede a través de una antesacristía en la que se encuentra el lavabo de los canónigos, labrado en mármol rosa portugués, con dos delfines entrelazados. Esta estancia se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones, igual que la contigua. Las paredes se decoran con tres lienzos: un San Luis obispo, un retrato del obispo Dionisio Moreno Barrios y un retrato de Benedicto XV.

La sacristía propiamente dicha es un espacio casi cuadrado, con suelo ajedrezado en granito y pizarra. Contiene una cajonera barroca que ocupa todo un costado de la estancia. Sobre ella, una crestería dorada y unas gradillas sostienen un crucificado neoclásico del siglo XVIII. Las paredes se decoran con diversos lienzos, entre los que podemos destacar una Virgen del Rosario y un Santo Tomás de Aquino.

La sacristía de beneficiados es un espacio de factura más humilde, situado a los pies del templo, también sobre el muro de la Epístola. Más amplia que la anterior, pero de menos altura. Se cubre con un artesonado de madera y posee una cajonera igualmente artística. Sobre una de las paredes se sitúa un retablillo procedente de la capilla de las Reliquias, reubicado aquí. Se encuentra decorada con diversas piezas del ajuar catedralicio, enmarcadas sobre las paredes estucadas con frescos ornamentales.

Claustro y museo catedralicio

El claustro es una obra gótica del siglo XV que vino a sustituir a uno del siglo anterior, realizado en ladrillo y estilo mudéjar, del que se conservan algunos arcos. De planta cuadrada, se articula en cuatro crujías de tres vanos cada una, cubiertas con bóveda de crucería simple. La crujía sur se ve rota en su tramo central por un contrafuerte que se abre en arco de medio punto, realizado en el siglo XVIII. Se decora con cuatro retablillos, uno en cada una de las esquinas de las crujías:

  • San Antonio Abad: retablo barroco de aire portugués del siglo XVII que cobija una imagen del santo en madera policromada.
  • San Benito de Nursia: retablillo rococó con una imagen del santo titular.
  • San Luis obispo: alberga una talla de José Salvador Carmona de 1777.
  • Virgen del Pilar: alberga una escultura de mármol de la devoción zaragozana. En el ático presenta un lienzo con la escena de Pentecostés.

Órganos

El templo posee dos órganos monumentales situados en sendas tribunas sobre el segundo tramo de la nave, que correspondería al crucero.

Órgano grande

Fuente: es.wikipedia.org

Castillo de Enrique II (Ciudad Rodrigo)


Es una fortaleza del siglo XIV situada en Ciudad Rodrigo, provincia de Salamanca.

A pesar de que se le conoce con el nombre de otro monarca, fue Fernando II de León quien mandó construir el castillo original sobre una fortificación primitiva de la villa. En 1372, sería de nuevo reconstruido, esta vez por Enrique II de Trastámara, quien contrató al arquitecto zamorano Lope Arias Jenízaro. En una placa sobre el arco de entrada al recinto, figura una placa conmemorativa de la fecha de su construcción: el 1 de junio de 1372.

La fortaleza se desarrolla en torno a la torre del homenaje, una torre cuadrada de 17 metros de lado. En torno a esta torre, se desarrolla un muro con dos pequeñas torres cuadradas en sus extremos. La torre del homenaje cuenta con dos pisos.

A finales del siglo XV, durante el reinado de Fernando III, se llevó a cabo la construcción de unas murallas urbanas de mano del arquitecto gallego Juan de Cabrera. También se añadió un segundo perímetro amurallado oval en torno a la ciudad, con una longitud total superior a los dos kilómetros.

Desde el 3 de octubre de 1929 funciona como Parador Nacional.



Fuente: es.wikipedia.org


Capilla de Cerralbo (Ciudad Rodrigo)



Levantada en el siglo XVI "para hacer sombra a la catedral" como panteón funerario de la familia Pacheco por el cardenal Francisco Pacheco de Toledo, embajador en Roma, virrey de Nápoles y arzobispo de Burgos, como un gran mausoleo, muy cerca de la catedral, tras la negativa del Cabildo catedralicio a conceder el permiso necesario para llevar a cabo su idea original de construir una capilla en la girola de la seo al modo de la Capilla de los Condestables de la Catedral de Burgos, derribando parte de la capilla mayor para ello.

Se trata de un templo de estilo herreriano, obra del arquitecto Juan de Valencia y el maestro de obras y cantero Juan Ribero de Rada, aunque existen muchas dudas sobre quiénes intervinieron en su diseño y construcción y los años que transcurrieron desde el comienzo de su construcción hasta su consagración en 1685. Las obras comenzaron en 1585, con cantería procedente de Fuenteguinaldo.

Retablo del altar mayor de Alonso de Balbás. 
De planta de cruz latina, con cúpula y linterna en el crucero, presenta una curiosa orientación de la nave principal en el eje norte-sur, contrario a la orientación canónica en los templos cristianos. En el interior, la nave se divide en cuatro tramos, el oeste con pórtico y tribuna hacia el presbiterio, con capillas a ambos lados, una de las cuales acoge el mausoleo de los marqueses de Cerralbo con la estatua orante del último Marqués y el frontal de altar de la capilla del lado del evangelio, obras del escultor Mariano Benlliure.

Durante la Guerra de la Independencia, en siglo XIX, fue utilizada como polvorín del ejército francés, estallando en 1818 y sufriendo graves desperfectos. La linterna de la cúpula tuvo que ser íntegramente reconstruida en 1889 como consecuencia de ello.

Iglesia parroquial de "El Sagrario de la Catedral" desde finales del siglo XIX, cuando la familia la cedió a la Diócesis. Varias pérdidas artísticas se produjeron en esa donación, aunque aún alberga piezas importantes, como el retablo, en madera de nogal, obra del ensamblador mirobrigense Alonso de Balbás, con un extraordinario tabernáculo, o el óleo de La Inmaculada del sevillano Domingo Martínez.


Vista de Capilla de Cerralbo
(Ciudad Rodrigo, Salamanca)

Fuente: es.wikipedia.org

Escultura del siglo XX

Periódicamente, la modelo que posó para Maillol durante diez años hasta la muerte del artista en 1944 acudía a los jardines de lasTullerías, donde estaban dispuestas sobre los céspedes dieciocho obras del maestro, para sacar brillo con un producto de limpieza a sus propias formas en bronce expuestas a la intemperie y a los agravios de las palomas. "Me siento totalmente desnuda -explica-; tengo la impresión de quedar manchada yo misma. Esto me da escalofríos".

La sirena de Henri Laurens. Esta
obra de 1944 es de la época en
que, abandonado el cubismo, adop-
ta las líneas curvas y los volúme-
nes planos, y el desnudo femenino
se convierte en su tema favorito. 
La admiradora de Maillol se identifica con el modelo esculpido. Esta reacción ilustra esa asimilación del bronce a la carne, esa concepción antropomórfica y más o menos estrictamente imitativa de la escultura que todavía predominaba en los talleres más importantes de principios de siglo.

A este respecto, el propósito al que obedecía Maillol al esculpir sus Venus y sus Floras, el Verano o las Tres Gracias, no se aparta en lo fundamental del de Praxíteles cuando modelaba su Afrodita; y, por imponente y dinámica que sea, su Acción encadenada (monumento a Augusto Blanqui) es más bien un retroceso, en cuanto a audacia, respecto a los Esclavos de Miguel Ángel.

Ya no es ése el caso de Bourdelle, que nace el mismo año que Maillol (1861) y que magnifica a Mickiewicz, transfigura la Minerva vestida y disloca en veintiún bustos y máscaras sucesivos, cada vez con mayor gravedad, el rostro de Beethoven. Tampoco es ya ése el caso de Rodin, cuyo prodigioso Balzac hubo de esperar más de cuarenta años a su instalación en una esquina de Montparnasse.



⇦ Rostro de Beethoven de Antaine Bourdelle (Museo del Ermitage, San Petersburgo). Obra realizada en bronce en 1901, que demuestra la línea vanguardista de este escultor, discípulo de Rodin y, a su vez, maestro de grandes artistas como Giacometti y Maillol. 



Así, desde las lejanas épocas en que el hombre encontró, de manos del escultor, su primera réplica de mármol o de bronce con parecido, la más "plástica" de las artes ha evolucionado en el sentido de un creciente atrevimiento interpretativo. Pero esto no ha sido sin conflictos ni vueltas atrás.

¿Qué transformaciones y afrentas no habrán sufrido, en medio siglo, los rasgos humanos y la apariencia de las cosas, primero con el modelado nervioso de las figurillas satíricas de Daumier y luego bajo la mano todavía más exaltada de Rosso? De Turín y formado en parte en París, Medardo Rosso fue el iniciador de una técnica de lo "inacabado", que pretendía "hacer olvidar la materia" en provecho de una especie de disolución del motivo en la luz.


Ataques dirigidos contra la escultura en nombre de la interpretación, los ha conocido la realidad hasta de las manos que hubieran podido suponerse menos inclinadas a violentarla, por ejemplo de las del más apolíneo de los pintores, del autor de Luxe, calme et volupté, Matisse, quien, habiendo dejado de lado en sus cuadros el volumen, parece ostentarlo con tanta mayor insolencia y sentido de lo elemental cuando se expresa en el espacio real.

Las tres Gracias de Aristide Maillol (Tate Modern, Londres). Obra representativa del arte del autor en el que la gravedad, la ordenación de los volúmenes, el ritmo ondulante de las posturas y la robustez de los cuerpos femeninos contribuyen a dar a sus figuras un aire de rusticidad, dignamente asumida, que humaniza su intemporal perfección.  

Esta reducción a lo esencial debe relacionarse con el interés de Matisse por las artes arcaicas y primitivas: él fue uno de los primeros en difundir el gusto por ellas. Sus dos Negras de 1908, de una rudeza de expresión sorprendente, coinciden con el principio de su colección africana y de Oceanía, iniciada dos años antes con la compra de su primera máscara negra.

Carne altrui de Medardo Rosso (Galerie de France, París). Con su obra, este artista desafió la estrechez de miras de los escultores de su generación y abrió el camino a la experimentación escultórica del siglo XX. Una buena muestra de ello es esta escultura de 1883. 


⇨ Jeannette IV de Henri Matisse (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Matisse consideraba que la escultura estaba supeditada a la pintura y se dedicaba a esculpir cuando creía que se le habían agotado las ideas para pintar. Su mayor producción escultórica son las series, como la de Jeannette, que se compone de seis obras realizadas en bronce. 



Sin ninguna duda, la Escultura del siglo XX debe tanto de su liberación abiertas actitudes clave o intuiciones decisivas de algunos artistas conocidos sobre todo como pintores, como a las búsquedas concertadas de los "escultores de profesión" que las realizaban al mismo tiempo. Se incluye Boccioni entre los primeros al inventar desde 1911 su principio de la "interpenetración de planos" y su noción de "forma-fuerza"para llevarlos a la práctica en su Desarrollo de una botella y en sus Formas únicas de la continuidad en el espacio (1913). Y, sobre todo, Picasso, al modelar con mano férrea su Cabeza de mujer de 1909, que anunciaba ya la oleada del futurismo, o al adelantarse en medio siglo al cinismo del "pop art"en su Vaso de ajenjo de bronce pintado (1914) y a todo un vocabulario abstracto de los años cincuenta en sus Construcciones con hilo metálico de 1928. Y Picasso, de nuevo, al colaborar con González para metamorfo-sear dos ensaladeras en figura femenina (1931), o al obtener su célebre Cabeza de toro del acoplamiento de un sillín y de un manillar de bicicleta (1943).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Expresionismo abstracto

Al tratar del expresionismo se ha visto que nace como una reacción contra el lenguaje del impresionismo, movimiento al que se considera una banalidad por lo superficial de sus representaciones. Como se verá seguidamente, tras la II Guerra Mundial iba a cobrar definitivo protagonismo un país, Estados Unidos, que ya se había dejado seducir por las vanguardias artísticas de principios de siglo pero que todavía parecía no confiar completamente en sus propias posibilidades.

Elegía a la República española de Robert Mother-

well (Museum of Modern Art, Nueva York). La o-
bra de Motherwell, que fue primero historiador 
del arte interesado por el automatismo surrealis-
ta, surgió precisamente hacia 1943 con sus expe-
rimentos de "collage". Del surrealismo se inclina 
hacia la abstracción. En esta ocasión, con una su-
perficie casi monocroma, se sirve de un tema ex-
traído de la realidad inmediata.
Con la crisis económica de los años veinte y la política aislacionista había comenzado un período sombrío para la pintura americana. Se observaba en todas partes cierto retorno al realismo tradicionalista y agrario, reivindicativo y social. La II Guerra Mundial había de dar a Estados Unidos el pleno sentido de su madurez artística. Y el público americano descubre una escuela nacional cuyos métodos le iluminan extrañamente sobre sí mismo. Se descubre, con sorpresa y reticencia al principio, el "arte americano". El expresionismo abstracto permite apreciar la amplitud de la contribución de la generación estadounidense de 1945 al momento de auge de un lenguaje no figurativo internacional basado en el desencadenamiento de la autonomía afectiva del individuo, la libertad de la escritura y el espontaneísmo del vocabulario pictórico. Como se ha señalado, las circunstancias del nacimiento de este movimiento están vinculadas a la intervención de un fenómeno capital en la historia del arte contemporáneo: el inicio de la participación real de los Estados Unidos en la vida artística internacional y el advenimiento de la hegemonía cultural neoyorquina.

Paralelamente a la difusión del expresionismo abstracto en Estados Unidos, iba a surgir en Europa el informalismo, un movimiento de gran envergadura que habría de prolongarse hasta la década de 1960 y que echará raíces en las tradicionales capitales del arte del Viejo Continente, como París, y que será de gran relevancia en España, donde tendrá sus focos en Madrid y Barcelona.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El expresionismo abstracto estadounidense

¿En qué momento se puede situar razonablemente el principio de la participación efectiva de los Estados Unidos en los destinos del arte moderno? En 1913. En este año se celebró en Nueva York, y más tarde en Chicago y en Boston, la famosa exposición del Armory Show, que provocó un escándalo sin precedentes en ese país.

En 1915, Marcel Duchamp llega a Nueva York. Es calurosamente acogido en la galería 291, del fotógrafo Alfred Stieglitz, infatigable artífice de la transformación del ambiente artístico de Estados Unidos. Con el grupo Stieglitz, Picabia, llegado también a Nueva York en 1915, el fotógrafo Man Ray y el boxeador e intelectual Arthur Gravan, Duchamp organiza las primeras manifestaciones predadaístas. Pero, en el año 1923, Marcel Duchamp, que había permanecido en América, abandona la pintura para dedicarse al juego del ajedrez y Nueva York cae de nuevo en el letargo.


Sin título de Franz Kline (Colección particular). Realizada en 1959, su pintura acusa la influencia del arte oriental y del ideograma; pero las teorías sobre la abstracción, marcaron su evolución. A una primera etapa expresionista y de progresiva esquematización le siguió un expresionismo abstracto. Su obra se caracteriza por grandes dimensiones cubiertas de brochazos bruscos, con gran sentido del movimiento. A partir de 1957 volvió a utilizar el color (en el anterior período pintó en negro y blanco) y añadió efectos espaciales, que cargaron de complejidad su pintura. Su influencia fue enorme, especialmente en Europa. 

Pero ya algo ha cambiado. Nuevos pintores disfrutan de éxito comercial; es el caso de Stieglitz, John Marin y Charles Demuth, así como Arthur Dove, Marsden Hartley y Georgia O'Keeffe. Otros pintores "auténticamente" estadounidenses se imponen también: HopperWeber, Davis. Y se perpetúa en Norteamérica cierta disponibilidad ante las manifestaciones más extremistas de la vanguardia europea, y especialmente hacia el surrealismo, heredero de Dada.

En 1940, la llegada de los surrealistas refugiados de guerra constituirá el impulso fundamental para las vanguardias neoyorquinas. Jóvenes artistas aislados, aún desconocidos, fueron profundamente influidos por Max Ernst, André Bretón, MassonMatta. Es redescubierto el mensaje de Marcel Duchamp. Aunque permanecen en Europa, los antiguos valores consagrados, Picasso, ArpMiró, vuelven con todos los honores.


Rapsodia azul de Hans Hofmann (Fogg Art Museum, Harvard). Pintado en 1963. Hoffman fue un excelente maestro y un notable teórico que formó a la joven generación del expresionismo abstracto estadounidense. Con las influencias del fauvismo, del cubismo y del expresionismo alemán, la gran variedad de su temática le lleva del romanticismo lírico hasta la exacta geometría. Aquí lo que importa no es tanto la pintura como el acto mismo de pintar. 


Mujer II de Willem de Kooning (Museum of Modern Art, Nueva York). El autor llegó de Países Bajos a Estados Unidos en 1926 y se convirtió en una figura clave del expresionismo abstracto. Su serie Mujeres, que fue pintada en 1952, se encuentra entre sus mejores aportaciones y representa el paso a la abstracción total. De colores violentos y con un grueso empaste, la referencia al mundo real indica que no se ha llegado aún a la abstracción completa.

Para estos jóvenes pintores estadounidenses, la lección del surrealismo es doble. El surrealismo implica un cambio radical en la naturaleza y la esencia del acto de pintar y el gesto pictórico se convierte en emanación del puro automatismo psíquico. Por otro lado, el surrealismo entroncaba en este sentido con el existencialismo kierkegaardiano o sartriano por la exaltación del individualismo y la afirmación de la angustia de ser.

Estos jóvenes artistas nuevos encontraron en la ciudad de Nueva York, a partir de 1942, su principal apoyo en la persona de Peggy Guggenheim, directora de la galería Art ofthis Century. De 1942 a 1947, esta galería fue el verdadero centro de la vanguardia pictórica neoyorquina. Los jóvenes desconocidos de entonces, Baziotes, Rothko, Still, Motherwell, y, por encima de todo, Pollockk, expusieron en ella cuando se encontraban aún lejos de la madurez de su estilo. A partir de 1948, nuevos elementos de importancia se unen a este primer núcleo neoyorquino, cambiando así la orientación de su actividad: Willem de KooningFranz Kline, Philip Guston, Bradley Walker Tomlin. “El movimiento” ha nacido.


Gaceta de policía de Willem de Kooning (Colección particular). Pintado en 1955, en esta obra encontramos los puntos que conforman su arte: fuerza expresiva, una relación directa entre las formas, los fondos y las figuras, y en el período que va de los años 1940 a 1955, una realización agresiva donde el pincel dejaba salpicaduras de color, evolucionando a un estilo más abstracto. Fue uno de los autores más característicos de la Action Painting, con gran influencia en la segunda generación de artistas expresionistas abstractos. 

⇨ Cama de Robert Rauschenberg (Galería Leo Castelli, Nueva York). El autor se formó en el ámbito de la cultura expresionista abstracta pero dio origen a una nueva figuración, inspirada en la realidad cotidiana, humana y violenta, de las ciudades de Estados Unidos.



Pero la cristalización de este fenómeno en Nueva York en torno a un movimiento de esencia neodadaísta, postsurrealista y existencialista no debe hacer olvidar la existencia de otros factores también determinantes con relación a las realidades de la época, y que, por su interacción, contribuyeron a crear la complejidad de la situación incluida en el concepto de expresionismo abstracto.

El expresionismo germánico fue aclimatado en Estados Unidos por un artista alemán de formación muniquesa, Hans Hofmann, que llegó al país en 1930. Hofmann fundará en 1934 una escuela propia que ejercerá considerable influencia sobre la pintura joven en general y más especialmente sobre personalidades como Pollock. Para sus alumnos, Hofmann asimiló el expresionismo europeo y extrajo de él la filosofía esencial. Pero fue otro emigrado europeo, Willem de Kooning (Rotterdam, 1904-Nueva York, 1997), quien, en el plano más puramente plástico, había de asumir el papel de maestro neoyorquino del expresionismo abstracto. Dos influencias dialécticamente opuestas dan base a su personalidad: el expresionismo holandés y flamenco, caracterizado por la dureza y acidez de los colores, así como por la violencia emotiva del gesto y el neoplasticismo, del que ha conservado el sentido del rigor en la composición y la necesidad de dar a su gesto una estructura arquitectónica.


El algodoncillo del año de Arshile Gorky (Museo de Artes Decorativas, París). Pintado en 1944 por este autor de origen armenio que marca la transición entre el surrealismo y el expresionismo abstracto estadounidense. Las formas orgánicas repetidas en su obra, tanto podrían sugerir un extraño paisaje poblado de insectos como una visión microscópica. Pueden hallarse aquí elementos inspirados en las aportaciones de Kandinsky, Picasso y Miró, pero su lenguaje se basa especialmente en la mancha plana de color, estructurado siempre por el tono dominante del fondo.

De Kooning se estableció en Estados Unidos en 1926. No se adherirá al movimiento neoyorquino hasta 1948 y se convierte entonces en uno de los maestros. Sus mejores obras se sitúan entre 1950 y 1952, especialmente en la serie Mujeres.

Hofmann y De Kooning contribuyeron a la aceleración de la corriente neoexpresionista neoyorquina. El éxito de esta pintura fue rápido entre los jóvenes pintores, las adquisiciones técnicas fueron llevadas al pináculo, hasta el punto de originar un verdadero academicismo de la action painting, basado en la violencia del gesto y en un gigantismo de los formatos.

De todos modos, la superación del academicismo no llegó a realizarse. Robert Rauschenberg supo sacar experiencia de aquella situación de agotamiento del gesto, lo cual le llevó a introducir el objeto encontrado (el ready-made heredado de Duchamp) en su pintura expresionista, con el fin de compensar su desgaste expresivo. Sus combine-paintings anuncian así el pop-art, el segundo estilo totalmente americano de la posguerra.

Al mismo tiempo que el action painting, y paralelamente, se había desarrollado en Nueva York una corriente expresionista formalmente más próxima a la ortodoxia surrealista. Arshile Gorky constituye su personalidad más representativa. Las influencias combinadas de Picasso, Léger y sobre todo Miró le orientan poco a poco hacia una abstracción simbólica y formal. La pintura iniciada por Gorky y profundizada a continuación por sus seguidores más o menos directos, Baziotes y Gottlieb, sigue siendo muy intelectual. Es una pintura de ambiente que busca efectos de perturbación y de misterio.


Por encima de la tierra de Mark Tobey (Instituto de Arte, Chicago). Aunque su estilo es una síntesis de los mundos oriental y occidental, evoluciona hacia la abstracción. Convertido a la fe Bahai, que predica la unidad de toda la humanidad, a modo de realidad indivisible que no deja lugar a la multiplicidad, Tobey afirma que por encima de todo, en la pintura le interesa el espacio, no como vacío, sino como un enorme almacén de energía.

En general, se tiende a considerar el desarrollo del expresionismo abstracto en los Estados Unidos como un fenómeno típicamente neoyorquino. Ello equivale a olvidar la importancia capital que adquirieron en este movimiento por lo menos durante el período comprendido entre 1945 y 1950 dos centros de la costa americana del Pacífico: Seattle y San Francisco.

Mark Tobey (18901976) es el gran hombre de Seattle, donde fijó su residencia en 1923, después de haber viajado a Europa y a Extremo Oriente (a China, entre otros países). Las influencias del Extremo Oriente fueron decisivas en la evolución de Tobey, que encontrará su escritura a principios de los años cuarenta. Las white writings (escrituras blancas) son conjuntos caligráficos constituidos por la adición de elementos lineales infinitesimales cuya acumulación provoca impresionantes efectos de cohesión y de densidad espaciales. Extraídos primero de temas figurativos urbanos (estudios de multitudes, iluminación nocturna de ciudades), estas composiciones evolucionaron rápidamente hacia una total abstracción y una integración cósmica del espacio pictórico. En 1957, Tobey regresó voluntariamente a la sobriedad del gesto caligráfico puro en su serie de los Space Rituals (pintura Kuni, en tinta sobre seda). Luego volvió a sus procedimientos habituales de escritura.


Sin título de Mark Tobey (Colección particular). Pese a que las obras más conocidas del autor son las que conforman las white writigs (trama de líneas blancas sobre fondo oscuro) renunciará a ellas para adoptar un estilo oscuro que profundizará hasta 1953, año en el que resurgirá el blanco como predominante. Puede observarse cómo el autor lleva a cabo en sus obras la tarea de exploración, un arte de expresión descubierto recientemente, influenciado por la mística oriental, que le permite ser flexible en sus composiciones.

La actitud de Tobey es especialmente interesante en la medida en que tiende a la síntesis de las culturas de Europa y de Oriente. Además, su influencia fue grande, y no limitada a sus conciudadanos de Seattle más dotados, Morris Graves y Callahan.

Por otro lado, la situación de San Francisco hacia 1945 no podía ser más privilegiada. El esfuerzo americano de guerra desplazó hacia el Oeste a un número considerable de habitantes del Este y de la costa atlántica de los Estados Unidos. La llegada de Clifford Still, en 1947, inició el movimiento pictórico. Practicó en sus comienzos en su Dakota del Norte un expresionismo violento que después habría de afirmar durante su estancia en la costa del Pacífico. Además, su actividad docente en la California School of Fine Arts tuvo una resonancia considerable.


Conversación de Kenneth L. Callahan (Brooklyn Museum of Art, Nueva York). Callahan fue uno de los artistas más dotados del expresionismo abstracto. En esta obra pintada en 1945, el trabajo del autor se desarrolla con amplios brochazos, influido por la naturaleza. Montañas, rocas, playas, mar, caballos e insectos eran sujetos comunes en sus obras. Los tonos tierra dominan su pintura, salpicados de colores vivos.

Clifford Still no podía ser considerado en aquella época como un pintor neoyorquino, pues sólo había vivido en la metrópoli una breve temporada en 1946. En cambio, el segundo elemento impulsor del clima de San Francisco, Mark Rothko, emigrante ruso llegado a Estados Unidos a la edad de diez años, había fijado su residencia en Nueva York en 1926, después de pasar su juventud en Portland, en Oregón. Rothko enseñó en la California School of Fine Arts en dos ocasiones, en los cursos de verano de 1947 y 1949. Estas estancias en California tuvieron para él importancia decisiva, y determinaron la orientación futura de su actividad.

Rothko, alumno de Max Weber en la Art Students League en 1926, practicó durante el primer período de su carrera un expresionismo de cariz muy europeo. San Francisco producirá en él el choque decisivo, el encuentro con la filosofía del Extremo Oriente, el rechazo de todo intelectualismo en la elaboración plástica. Rothko se libera de un embarazoso lastre de signos y de formas y busca atmósferas de elevada espiritualidad. Aparecen entonces los primeros lienzos característicos de un estilo nuevo: superposición de largas bandas de colores, liberadas de todo grafismo, que juegan entre ellas por los valores respectivos de sus tonos, ácidos o cálidos, y la imprecisión relativa de sus contornos. Las últimas obras que realizó antes de su muerte, para la capilla ecuménica de Houston, en Texas, exaltan esta culminación espiritual: la “Rothko Chapel", en el marco del Texas Institute of Religión and Human Development, fue inaugurada el 27 de febrero de 1971.


Sin título de Clifford Still (Marlborough lnternational Fine Art, Nueva York). Realizada en 1959. El autor fue en un principio profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Francisco y, como Motherwell, pasó de la teoría a la práctica. Prefirió telas de gran tamaño, y en esas grandes superficies de color rojo, ocre, amarillo y negro perfila unas formas desgarradas y rugosas, que parecen que vayan más allá de los límites del cuadro. Fue uno de los más activos definidores del expresionismo abstracto estadounidense. 


Vir heroicus sublimis de Barnet Newman (Museum of Modern Art, Nueva York). Tras la 11 Guerra Mundial el autor abordó la pintura con una depurada abstracción. Las líneas verticales (una o dos) traspasan grandes superficies de un solo color, en lo que sería sus composiciones más representativas. Con ellas divide en campos análogos las composiciones rectangulares. De gran contenido místico, buscaba impactar y atrapar al espectador.
La partida de Still para Nueva York en 1950 inicia la decadencia de San Francisco. En Seattle, Tobey se encierra en su soledad provinciana. Graves se sume en una imaginería japonizante de mala ley. Se puede decir que la época del Pacífico ha concluido. Pero este intermedio tendrá importantes consecuencias. El germen lanzado no iba a tardar en florecer. En 1950, Franz Kline inaugura sus caligrafías gigantes en blanco y negro que dan espléndido testimonio de una síntesis muy personal entre el gesto expresionista y la escritura japonesa.

Esta influencia se hace sentir de manera más intensa aún sobre los pintores que siguieron sensibles a la referencia neoconstructivista o a la herencia de Mondrian. La influencia de Still en el más grande de los espaciocoloristas estadounidenses, Barnett Newman (muerto en 1970) es evidente. Tomlin se esfuerza por flexibilizar sus estructuras y comunicarles una vibración interior. Y Guston representa bien la introducción en Nueva York de este clima nuevo. Su técnica del all over evoluciona: su gesto, un toque impresionista muy ensanchado y despojado de toda vehemencia, se diluye en formas flexibles en un espacio de tensiones y valores cromáticos muy equilibrados.

Número 22 de Mark Rothko (Museum of Modern Art, Nueva York). Fechada en 1949, es una de las telas más logradas del autor, el mayor representante del expresionismo abstracto estadounidense. Es una de las obras más perfectas en la que experimenta con una paleta de profundo colorido y luminosidad.  


Pintura de Mark Rothko (Museum of Fine Arts, Houston). Realizada en 1961, se basa en la sensualidad del color, distribuido de una forma sugerente. El color es el tema dominante en la obra de Rothko, uno de los más célebres nombres de la pintura estadounidense. Sus grandes superficies configuran una pintura contemplativa que ha influido en la abstracción internacional. Él mismo afirmaba que pintaba telas enormes para poder englobar al espectador de modo total.

Tal es el contexto histórico en el que se desarrolló la figura culminante del expresionismo abstracto, la personalidad más importante de la pintura norteamericana: Jackson Pollock.

Pollock murió en un accidente de automóvil en 1956, a la edad de cuarenta y cuatro años. Su muerte prematura y el recuerdo de una vida vivida con la máxima intensidad han hecho de él una especie de James Dean para intelectuales adultos. Dejó una obra limitada, tanto en cantidad como en calidad, pero con momentos culminan es extraordinarios. Su etapa de madurez abarca unos siete años, de 1946 a 1953, con un período excepcional de tres años (1947-1950), el período del drip y de las composiciones monumentales con pintura de aluminio.


Fuera del lienzo: Número 7 de Jackson Pollock (Tate Collection, Londres). Obra de 1949. Se cree que no es una composición tan lograda como las anteriores, y que el autor mezcló en exceso las capas de color, creando luego unos motivos que escarban la pintura y que la justifican. A partir de 1952 Pollock abandona estos procedimientos y regresa al virtuosismo de sus primeras composiciones, con figuraciones en blanco y negro. 



Antes y después no hubo nada o muy poco. La carrera de Pollock hace que su obra constituya a la vez un resumen y una trascendental superación de la pintura estadounidense de las décadas de 1940 y 1950. Nacido en Cody, en Wyoming, es un hombre del Oeste. Allí pasará su infancia y vivirá en repetidas ocasiones antes de instalarse definitivamente en Nueva York. Su verdadera formación artística se inicia a los diecisiete años, cuando comienza a asistir a la Art Students League. Su maestro es Thomas Benton, que aparece hoy como uno de los precursores históricos del sharp-focus y del hiperrealismo americano. Le atrae también el romántico "mágico" Ryder. Paradójicamente, el new american painter number one comienza su carrera bajo el signo de un doble manierismo provinciano. Simples ejercicios de estilos. Atraído un momento por la brutalidad del expresionismo mural mexicano, extrae del Picasso de "Guernica", más tarde se mezclan los arabescos del automatismo surrealista, la evocación de visiones simbolistas a lo Max Ernst, Masson o Miró, y las influencias notables del sonriente expresionismo de un Hofmann. Es la época inverosímil de la Loba (1943) y de los Totems. Habrá que esperar hasta 1946 para que Pollock se libere de esas embarazosas superestructuras imaginativas y de ese vocabulario heteróclito. Inicia magistralmente en 1947, con obras como la Catedral, la técnica que habría de hacerle célebre en el mundo entero, el drip, es decir, la aplicación directa de la pintura al esmalte sobre el lienzo colocado horizontalmente en el suelo.



Forma libre por Jackson Pollock (Museum of Modern Art, Nueva York) Pintado en 1946, su automatismo ya es violento y gestual, y la inextricable red de hilos de color crea un ritmo extraordinario. Llena la tela de colores aplicando la pintura directamente del tubo (mediante la técnica del "dripping" o chorreo), bien lanzándola o dejándola gotear encima del lienzo.

Este método inmediato y directo, sin la mediación de los instrumentos tradicionales, correspondía perfectamente a las exigencias metafísicas de Pollock, a su deseo ardiente de agotar el acto de pintar. El artista sentía al máximo la mística del azar. Quiso y se atrevió a ir cada vez más lejos, llevando su obra a una escala monumental. El espacio en Pollock se ordena en una red inextricable de manchas, de salpicaduras y de chorreados, notable por su cohesión y su ritmo. Esta organicidad en profundidad, esta rigurosa distribución de la materia en densidad agota la vehemencia del gesto y controlan su aparente anarquía. El espectador queda confundido ante tales logros, que tienen algo de milagroso. No es posible, por desgracia, llevar toda una vida, de hombre y de artista, a ese nivel constante. A partir de 1951, la producción de Pollock se hace desigual y, a partir de 1953, asistimos a un descenso general de su vitalidad, a un retorno a actitudes y técnicas más convencionales, al abandono del drip: durante mucho tiempo constituirá un interrogante las direcciones que habría tomado una obra tal si no hubiese sido brutalmente interrumpida en un momento tan crítico.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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