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Artistas de la A a la Z

Escuela de Siena

 

Giovanni di Paolo, «Madonna dell'Umiltà», hacia 1442

La escuela de Siena o escuela sienesa agrupa al conjunto de pintores allí establecidos durante los primeros años del Trecento. Caracterizados por una metodología diferenciada de Giotto y de la escuela florentina, más inspirada en los modelos y la técnica a la «maniera greca», los sieneses también lograron formular el tema del espacio pictórico. En lo formal, se identifican por mostrarse ajenos a los problemas técnicos o de proporciones, que se manifestó en la estilización y el amaneramiento (‘manierismo’) de las figuras, así como en el uso de los fondos ornamentales dorados y una gama de colores subjetiva; todo ello proporcionaría un notable lirismo a las composiciones de esta escuela. Una visión amplia cubriría cuatro siglos de producción, entre 1251 y 1650, aunque concebida en su conjunto más como ámbito geográfico que como unidad de estilos o escuela propiamente dicha.

La ciudad de Siena tuvo su máximo esplendor entre finales del siglo xiii y la primera mitad del siglo xiv cuando constituyó una potencia política y económica que rivalizaba con Florencia. Siena fue siempre una ciudad gibelina, en contacto permanente tanto con las fuentes bizantinas del arte italiano, como con el estilo cortesano del otro lado de los Alpes, lo que modeló la sensibilidad para lo ornamental que caracteriza el arte de esta ciudad.

El taller de Duccio

En el año 1285, Duccio di Buoninsegna pintó la Madonna Rucellai, rodeada de ángeles, con cuyos gestos agraciados parece que sostengan el trono calado de la Virgen mientras la armonía cromática de sus vestidos rosado, verde y azul proporciona la nota de refinamiento que va más allá del icono bizantino que inspira el cuadro.

La obra más celebrada de Duccio (y única totalmente documentada como suya), ​ es la "Maestà" de la Catedral de Siena, donde retoma el tema bizantino de la Madonna entronizada rodeada de ángeles y santos dispuestos, en este caso, en series paralelas, horizontales y simétricas. El estudio individual de los [rostros de cada personaje y el gusto refinado expresado en la vestimenta ribeteada por una línea dorada, constituyen los elementos destacables de este cuadro.

Pero fue en las historias de la Pasión de Cristo de la parte posterior de la “Maestà” donde Duccio se plantea los temas de la perspectiva, de la arquitectura pintada y del paisaje de fondo o el espacio pictórico, mediante la propia disposición de los elementos y detalles en su relación con el ambiente como forma alternativa a la claridad espacial de los cuadros de Giotto. En la escena de La entrada de Jesús en Jerusalén (abajo a la izquierda) podemos ver como son las líneas oblicuas de la composición las que ordenan los temas: Jesús encima del asno, la multitud, la puerta de la muralla y los edificios polícromos de la ciudad al fondo. También vemos como en la escena de las Marías en el sepulcro (arriba, la segunda a la derecha), Duccio sitúa en primer plano las figuras, en las cuales el volumen de la ropa se resuelve con medias tintas, mientras que el fondo se resuelve con el tema recurrente de las montañas inclinadas para simular la perspectiva.

El taller de Simone Martini

El gusto por la línea, propio del gótico francés y de las miniaturas de la escuela de miniaturistas de París, fue un elemento esencial en la estética de Simone Martini, el segundo gran pintor de la escuela sienesa, quien asimismo fue el más reputado maestro en el dominio del color. En la "Maestà" del Ayuntamiento de Siena pintada al fresco en el año 1315, Martini abandona la rigidez de una composición en líneas horizontales para adoptar otra de personajes en movimiento que se acercan o se alejan produciendo un efecto de gran naturalidad. El baldaquino de seda y cintas que se mueven al viento, da la réplica a la asamblea humana que en forma de dos semicírculos rodea la Virgen, la cual ha abandonado también el hieratismo bizantino mostrando una actitud pensativa y dulce.

Las Historias de San Martín, pintadas por Simone Martini (1317) en la Iglesia inferior de San Francisco en Asís, muestran la asimilación del espacio pictórico en unas escenas con anécdotas muy detalladas, llenas de color en sus figuras perfectamente delineadas, igual que los elementos del fondo, por la línea omnipresente del pintor.

Pero es en el retablo de la Anunciación realizado conjuntamente con Lippo Memmi para la catedral de Siena (actualmente en la "Galleria degli Uffizi" de Florencia), donde se muestra con mayor claridad la asimilación de los ideales del arte gótico por los pintores de la escuela sienesa. Las formas delicadas, el aire lírico, la magneficencia de los vestidos y la belleza de los cuerpos delgados aproximan este retablo a la orfebrería gótica o al arte de las miniaturas. En este retablo, Martini va más allá del arte gótico y muestra cómo ha asimilado los descubrimientos de Giotto, cuando sobre el fondo dorado entre el ángel y la Virgen, existe el aire para moldear en esta ocasión el espacio arquitectónico.

Los tonos ocres que usaron Duccio, Martini, los hermanos Lorenzetti y otros pintores de la escuela sienesa quedaron asociados a la ciudad de Siena, en los colores así bautizados: el siena natural y el siena tostada, que se extraían de unos pigmentos de tierras de color procedentes de la campiña toscana.

Fuente: https://es.wikipedia.org/

Juan Manuel Blanes (1830-1901)



Blanes, Juan Manuel (Montevideo, 8 de junio de 1830 - Pisa, 15 de abril de 1901) Pintor uruguayo, uno de los más grandes artistas de su país. Siguió los cánones de la academia y practicó una pintura con temática historicista en la que reflejó con rigor documental acontecimientos de su tiempo, de ahí que recibiera el sobrenombre de Pintor de la Patria.

Biografía

Nacido en el seno de una familia modesta, desde muy temprano reveló su talento natural para el dibujo. Tras la Guerra Grande, abrió su primer taller en Montevideo, donde pintó numerosos retratos por encargo que le permitían subsistir.

Años después, se trasladó a Salto y, de ahí, a Entre Ríos, donde recibió un encargo del general Urquiza: pintar los cuadros de sus victorias militares. También pintó algunos retratos familiares y cuadros de temática religiosa.
Sus inquietudes artísticas, limitadas por el entorno y su falta de formación, le convencieron de la necesidad de viajar a Europa, por lo que solicitó al gobierno uruguayo una beca de estudios que le fue concedida en 1860. Gracias a ella, realizó el primero de una serie de viajes al viejo continente, en los que incluyó, con posterioridad, el Medio Oriente.

Su primer contacto con Europa tuvo lugar en Florencia, donde recibió enseñanzas del maestro Antonio Ciseri, pintor academicista que marcó definitivamente al joven Blanes.

En 1865, volvió a su ciudad natal, ya convertido en un pintor académico, y realizó, entre 1865 y 1879, algunos de sus grandes cuadros de tema histórico y de actualidad que le valieron fama, no solo en su país, sino también en Buenos Aires y Santiago de Chile.

Es de esta época la obra titulada Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires, cuadro pintado en 1871 que relata un episodio real, especialmente trágico, para el que utilizó una técnica de claroscuro. Ésta obtuvo un éxito excepcional cuando fue presentada en Buenos Aires y aún hoy conserva la adhesión del público popular. También pertenecen a este periodo el cuadro titulado La Paraguaya, de 1879, que forma parte de su serie de pinturas alegóricas y que simboliza la Guerra de la Triple Alianza. Con esta obra consiguió un inquietante ambiente, casi surrealista. Su pintura se caracteriza por el naturalismo de su dibujo y por una interpretación académica de la luz, en la que el color puro se hace visible al rodearlo de ocres y grises.

La obra de Blanes eleva la historia de su país a tema pictórico. Predecesor de lo que más tarde se llamó la pintura republicana, sus obras están realizadas con un gran rigor documental; para él, la pintura histórica requería un minucioso trabajo de documentación. Estudios sobre su correspondencia han revelado la existencia de cartas en las que solicita información precisa sobre los hechos que tiene que retratar.

Pero no sólo la pintura histórica es notable en el conjunto de la obra de Blanes. El paisajismo uruguayo debe mucho a este artista, aunque no recurre al tema como excusa para la pintura, sino que lo utiliza siempre como telón de fondo para los acontecimientos que relata su pintura. Un ejemplo de estos paisajes se encuentra en su cuadro Atardecer, fechado en 1875. En él, representa la figura de un gaucho, personaje mítico, rebelde y marginado que Blanes sitúa en un entorno natural teñido de romanticismo.

Entre su temática no puede olvidarse el retrato, que practicó admirablemente dentro de la estética académica y que le valió gran fama. Su retrato de Doña Carlota Ferreira, pintado en 1883, es considerado el retrato más famoso de la pintura uruguaya. Es una magnífica obra en la que el naturalismo supera lo estrictamente académico y en ella conviven la fidelidad a la figura con la sensualidad de las telas y la piel.

Juan Manuel Blanes murió en Italia, en 1901.


Obra
Avanzada, 1851

Ceremonia en la capilla de un convento, 1853

François de Cuvilliés (1695-1768)

Rococó

Cuvilliés, François de (Soignies, Hainaut, 23 de octubre de 1695 - Munich, 14 de abril de 1768) Arquitecto alemán nacido en Francia. 

Biografía

Se formó en La gomera con Jacques François Blondel e intentó adaptar el rococó francés a la estética alemana del siglo XVIII.

De sus obras destaca el Pabellón de Amalienburg en Nymphenburg (1734-1739). Reconocido como uno de los maestros del rococó bávaro, prueba de ello la joya rococó del teatro de la corte en la Residencia de Múnich, llamado en su honor Teatro de Cuvilliés.

Su estilo ornamental y rico en motivos vegetales se difundió por gran parte de Europa gracias a una serie de estampas que fueron publicadas en 1738.


Obra comentada


Obra
Pabellón de los Palacios de Augustusburg
 y Falkenlust en Brühl, 1729

Pabellón de caza Amalienburg en Nymphenburg, 1734

Teatro de la Residenz, de François Cuvilliés, Munich

 

El palco central, destinado al príncipe, impuso al teatro la planta ovalada, puesto que al exhibirse públicamente debía resaltar con tanta importancia como la propia representación, considerándose a partir de entonces a los espectadores como actores refinados que observan asimismo el escenario de la vida Real. Construido entre 1751 y 1753, Cuvilliés ordenó una decoración similar al del parisino Hotel de Soubise, llevada aquí a la exageración y alejándose mucho de la contención francesa. Las columnas que sostienen el palco, por ejemplo, imitan las formas de unas palmeras que se inclinan con el viento que presuntamente provendría de la boca del escenario. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

William Kent (1685-1748)

 


Kent, William (Bridlington, 1685 – Londres, 12 de abril de 1748) fue un arquitecto, interiorista y paisajista inglés, y uno de los creadores del jardín inglés,​ de estilo orgánico y natural, en contraposición al hasta entonces imperante jardín francés, caracterizado por los diseños geométricos.

Dedicado inicialmente a la pintura, trabó amistad con Richard Boyle, tercer conde de Burlington, quien le atrajo hacia el terreno de la arquitectura.​ Durante su estancia en Italia conoció la obra de Andrea Palladio, y a su regreso a Inglaterra sus proyectos le convertirían en el principal impulsor del estilo neopalladiano,​ editando en 1724 los dibujos del también famoso arquitecto palladiano Íñigo Jones. Kent fue también fue un destacado diseñador de muebles.

Los jardines de Kent se caracterizan por unos trazados orgánicos salpicados por pequeños elementos arquitectónicos dispersos, tales como puentes y templetes.


Galería
National Trust Stowe, 1683

Antoine Coypel (1661-1722)



Coypel, Antoine (París, 11 de abril de 1661 - 7 de enero de 1722) fue un pintor barroco francés, nacido y muerto en París.

Biografía

Miembro de una familia de artistas, era hijo de Noël Coypel, con quien se formó. Con solo once años acompañó a su padre cuando este fue nombrado director de la Academia francesa en Roma, dando pronto muestras de su capacitación para la pintura y recibiendo incluso las alabanzas de Gianlorenzo Bernini. Pasó tres años en Roma y uno más en el norte de Italia, estudiando la pintura de Correggio y los maestros venecianos, antes de regresar a Francia en 1676.​

El cruce de las influencias recibidas en Italia con el academicismo imperante en Francia, al estilo clasicista de Nicolas Poussin, hará de Coypel un pintor ecléctico, aunque siempre con cierta tendencia al colorismo, como se advierte en Luis XIV descansando después de la paz de Nimega, composición alegórica típica de la época presentada en 1681 con motivo de su aceptación en la Real Academia de Pintura y Escultura.​ El 1685 se convirtió en el pintor oficial de la casa de Orléans.

Esa inclinación al colorismo le llevará en la década de 1690 a aproximarse a la obra de Rubens, de la que el Demócrito de 1692 (Museo del Louvre) es, en opinión de Anthony Blunt, poco más que un «pastiche».

Protegido del Gran Delfín, de Monsieur y de su hijo el duque de Chartres, en 1700 intervino en la decoración del castillo de Meudon con una serie de paneles dedicados a la historia de Cupido y Psique. Con el mismo estilo ampuloso y teatral, pero dando la espalda a Rubens para acercarse al barroco romano de Baciccio, pintó en 1708 el techo de la capilla del Palacio de Versalles, la más plenamente barroca de las decoraciones francesas de la época.3​ Otra obra destacada, realizada a partir de 1702 y solo parcialmente conservada, fueron los paneles de gran tamaño sobre el tema de La Eneida, hechos para adornar la gran galería del Palais-Royal en París, por encargo del duque de Orleans.​

El Museo del Prado de Madrid conserva una monumental y colorista Susana acusada ante el tribunal de su mano, muy representativa de su estilo y considerada una de sus obras más importantes.



Más obras

Autorretrato con su hijo Charles-Antoine, 1697

Cupido muestra a Venus dormida

El embajador marroquí y su comitiva en la
comedia italiana de París en febrero, 1682

La expulsión de Thalia

La muerte de Dido

Obra Joven hombre negro sosteniendo una cesta
de frutas y una niña acariciando a un perro

Perseo y Andrómeda

Susana y los viejos

Frank Lloyd Wright (1869-1959)



Wright, Frank Lloyd (Richland Center, Wisconsin, 8 de junio de 1869 - Phoenix, 9 de abril de 1959) Arquitecto estadounidense. Fue el máximo representante de la arquitectura orgánica. Se formó en la Facultad de Ingenieros de la Univ. de Wisconsin, y de allí pasó a Chicago, donde trabajó por espacio de seis años en la firma Adler y Sullivan. Hacia 1890 comenzó su creación personal con el Unity Temple (lllinois), el Larkin Building (Buffalo) y una serie de casas de campo, en los que denotó un especial cu idado en la distribución de volúmenes y la continuidad espacial del edificio en el exterior. Desde 1914 hizo repetidos viajes al Japón y construyó en Tokyo el Hotel Imperial (19 19); a continuación edificó en Hollywood la casa Barnsdall (1920) y la casa Millard (1923), inspiradas en motivos arquitectónicos mayas. Fijó definitivamente su estudio y residencia en la finca que construyó a tal efecto en pleno desierto de Phoenix, Arizona, llamada Taliezin West (1938-59), en la que logró una integración absoluta del edificio en el paisaje. De este período de su vida datan sus más logradas obras: el centro administrativo de la empresa de productos químicos Johnson Wax (Wisconsin, 1936-39), la casa Kaufmann (Pensilvania, 1936-37), el Southern Florida College (1938-59), la Unitarian Church (Madison, 1947), la tienda Morris (San Francisco, 1948-49) y el Museo Guggenheim (Nueva York, 1946-59).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte ibérico

La cultura ibérica nació como fruto de la conjunción de tradiciones propias de los habitantes de la costa mediterránea de la península Ibérica, y de la influencia ejercida sobre ellos por una serie de pueblos del Mediterráneo oriental, principalmente. Fenicios, cartagineses y griegos les aportaron conocimientos técnicos y parte de su cultura, y colonizaron las tierras bañadas por el mar con la pretensión de dominar las rutas del metal. Así pues, la cultura ibérica es el resultado de una síntesis de la cultura propiamente indígena y de la aportada por estos tres pueblos con ansia de expansión y crecimiento.

Cerámica (Museo de Prehisto-
ria, Valencia). Detalle de una
pieza procedente del cerro de
San Miguel, en Llíria (Valencia).
En época prerromana existió
una importante ciudad que se
identifica con Edeta y en la que,
desde 1933 se han realizado ex-
cavaciones que han permitido nu-
merosos hallazgos como éste.
Los pueblos colonizadores se extendieron por la costa oriental de la Península durante el I milenio a.C., y trajeron consigo tres fenómenos importantes para el desarrollo posterior de la cultura ibérica: en primer lugar, introdujeron el uso del hierro como metal básico de trabajo; en segundo lugar, convirtieron la Península en un enclave de gran importancia dentro de los circuitos comerciales del Mediterráneo, y, por último, iniciaron lo que podría denominarse "historia escrita", con las primeras noticias ya no tan sólo orales o legendarias sobre las tierras y los pueblos hispánicos.

Muralla oeste de Ullastret (Gerona). El poblado prerromano del Puig de Sant Andreu de Ullastret posee la muralla de época ibérica mayor y mejor conservada de toda Cataluña. Hasta el momento se han descubierto 930 m de muralla. Originariamente la muralla cerraba un recinto de forma triangular, en cuyo perímetro se pueden observar hasta seis torres. Se accedía a la parte superior de la muralla mediante las escaleras helicoidales del interior de las torres.
Los autores griegos y romanos se ocuparon de definir la situación hispánica con que se encontraron a su llegada, así como de investigar los vestigios de los pueblos antiguos de esta zona. Así pues, a través de ellos se ha tenido conocimiento de que la antigua Península era un compendio de pueblos independientes, algunos de ellos sometidos por algún espacio de tiempo a los cartagineses, y visitados o colonizados por fenicios y griegos.

 Dama oferente (Museo Arqueológico Nacional, Madrid), procedente del cerro de los Santos, Montealegre del Castillo, Albacete. En este taller escultórico se han encontrado ejemplos de damas sedentes y damas oferentes en pie, como en este caso. Ésta aparece con la vestimenta típica ibérica, compuesta de varias túnicas de tela fina superpuestas, que se abrochan con pasadores o fíbulas, un fino velo y un grueso manto que cae de la cabeza a los pies formando diversos pliegues, que el artista ha sabido reproducir con gran solvencia.



La colonización fenicia fue exclusivamente comercial y estableció factorías a ambos lados del estrecho de Gibraltar. Los fenicios pretendían monopolizar uno de los puntos estratégicos de la ruta de los metales (estaño y cobre) y explotar directamente la zona minera del sur de la Península. La factoría o enclave más importante creado por los fenicios fue Gádir, fundada, según la tradición literaria, hacia el año 1100 a.C., pero sólo corroborada arqueológicamente desde el siglo VII a.C.


Figurilla (Museo Arqueológico, Barcelona). És-

ta procede del Santuario de la Luz, Murcia.

Normalmente estas figurillas son exvotos, y se

representan en actitud de oración u oferente.

Algunas visten túnicas cortas a las que remar-

can con un amplio cinturón; el detalle del ca-
bello ceñido con una cinta y la forma del pecho
transmiten la idea de una representación votiva
de una mujer guerrera. 
La colonización griega pretendía también el acercamiento a la ruta de los metales, y, siguiendo la prehistórica ruta de las islas (Sicilia, Cerdeña y Baleares), los griegos se establecieron, a partir de los siglos VIII y VII, en Hemeroscopión, Akra Leuke, Mainake e incluso en el Atlántico, en Portus Menusius, junto a Gádir. El viaje del marino Colaios de Samos hace el relato del contacto establecido con el centro minero de Río Tinto y Sierra Morena. Cuando, en el siglo VII a.C., la metrópoli fenicia de Tiro cayó bajo el dominio asirio, la colonia de Cartago tomó el relevo, y entonces se produjo un enfrentamiento entre cartagineses y griegos (combate de Alaia, 535 a.C.) que dio como resultado el dominio de los cartagineses sobre el estrecho de Gibraltar y sobre la ruta de los metales. Los vencedores cerraron el paso hacia el sur a los griegos desde su base militar de Ibiza. Una segunda colonización griega tuvo lugar hacia el 500 a.C., pero solamente en el noreste de la Península, y fundaron su primera colonia de poblamiento: Emporion, estrechamente dependiente de la gran colonia focense de Massalia (Marsella).

La colonización cartaginesa se extendió bajo dos formas decisivas: en una primera etapa, como incursión comercial (desde el siglo VII a.C.) continuadora de la fenicia; la segunda etapa fue ya militar (finales del siglo m a.C.) y coincidió con el desarrollo de las luchas contra Roma (Guerras Púnicas). El partido militarista, mercantil y colonialista de los Barca decidió, tras el fracaso de la I Guerra Púnica, ocupar la Península en busca de numerario (plata) para pagar sus ejércitos, de mercenarios para éstos y de bases para acciones fuhrras (Cartago Nova).

Urna cineraria (Museo Arqueológico, Barcelona). Procedente de la necrópolis de Oliva, en Valencia. El ritual funerario ibérico consistía en la cremación del difunto en una pira. El cadáver se quemaba vestido y con otros objetos personales, como armas o joyas, y luego se colocaban las cenizas en una urna cineraria, la cual se depositaba en su tumba. 



Monumento sepulcral de Pozo Moro (Museo Arqueológico Nacional, Madrid). Este monumento fue descubierto en 1970. Tendría unos diez metros de altura y se alzaba sobre una base con tres escalones. En cada esquina hay esculpido un león, que sujeta la estructura de la torre. Presenta, además, algunos relieves mitológicos con representaciones de divinidades maléficas. Todos los elementos encontrados en Pozo Moro señalan la influencia que los pueblos fenicios transmitieron a la cultura ibérica. 

Estos pueblos, que actuaron casi exclusivamente en la zona costera mediterránea, introdujeron entre los indígenas nuevos cultivos, como la vid y el olivo, perfeccionaron el uso del hierro, les enseñaron nuevas técnicas para la minería y de aprovechamiento de las salinas e iniciaron la industria de la salazón del pescado, el torno de alfarero, el uso de formas mercantiles monetarias, nuevos conceptos urbanísticos, tipos de escritura y formas culturales. Como consecuencia de ello, los pueblos indígenas de la costa evolucionarían más rápidamente hacia formas económico-culturales más avanzadas, dentro de una inicial economía monetaria del mercado, que los pueblos del interior.

Dentro del mosaico de pueblos independientes anteriores a las colonizaciones, se puede definir lo ibérico como un fenómeno cultural, desarrollado entre los pueblos descendientes de los pobladores neolíticos de la costa mediterránea, que hablaban variantes de una lengua preindoeuropea y estaban en constante contacto con los pueblos colonizadores. Lo ibérico convivía física y temporalmente con la cultura céltica, establecida en los valles del Duero, Jalón y Ebro, gentes de habla indoeuropea e introductores del hierro y del sistema funerario de incineración.

Los íberos basaron su infraestructura económica en una agricultura de cereales, vid y olivo, una ganadería secundaria o complementaria y un comercio extraordinariamente importante de metales (40.000 trabajadores, según Plinio, en las minas de Cartagena). El hombre ibérico se agrupaba en pequeñas ciudades, que se convertirían en los nuevos núcleos económicos de vital importancia para el desarrollo de su cultura. En las ciudades se utilizó la moneda griega o fenicia hasta el siglo III a.C., cuando ellos mismos acuñaron su propia moneda de cambio.
  
La tierra de cultivo a menudo era comunal, aunque ya existía la propiedad privada y posiblemente los primeros latifundios.

El ibérico era un ser libre que utilizaba mano de obra esclava para los trabajos más arduos. Así pues, poco a poco apareció una "burguesía" comerciante y artesana que se enriquecería de toda esta estructura compleja de relaciones entre pueblos y, sobre todo, del carácter comerciante heredado de los griegos.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Ritos funerarios y dioses

Como pasaba en otros aspectos de la vida de los íberos, en la religión es fácilmente detectable también el peso de otras culturas, dando a ello un sincretismo en el panteón divino de este pueblo. De esta manera, asimilaron cultos fenicios, cartagineses o griegos, y entre los dioses que adoraban se pueden destacar a Astarté-Tanit, Baal, Moloch-Melkart, Pothnia T heron, así como el culto al toro y a la paloma.

Pero sin lugar a dudas, de entre todas las diferentes ceremonias religiosas, la funeraria era la que ocupaba un lugar más destacado. Parece ser que los íberos se preocuparon mucho por la continuación de la vida en el más allá, intentando perpetuar en sus tumbas la misma estructura social. Prueba de este interés ultraterrenal es que algunas de las mejores muestras de arquitectura y escultura íberas se dan en este campo, especialmente en la zona sur.

Si bien recurrieron a la inhumación -parece que sólo lo aplicaron para los nonatos-, generalmente prefirieron la incineración, siempre con el simbolismo de la purificación del cuerpo a través del fuego.

El rito se componía de los siguientes pasos. En primer lugar, se ataviaba al difunto con sus mejores galas, así como con los objetos de más valor sentimental, personal y económico (que constituían el ajuar) para indicar tanto la clase social como la profesión u oficio que desempeñaba. Así, si además hay presencia de armas -a veces aparecen como dobladas, queriendo dar a entender que "mueren" con su amo-, se deduce que perteneció a un guerrero; si hay utensilios agrícolas, se está en presencia de la tumba de un campesino.

Este momento del rito se conoce con el nombre de prothesis (ritos predeposicionales).

Acto seguido, de su casa se le trasladaba en procesión pasta la necrópolis, donde tenía lugar la incineración en una pira (ustrina), de la que después se apagarían las brasas y se introducirían en una urna una selección de los huesos del muerto así como sus cenizas. Este recipiente se introducía en un hoyo realizado en el terreno.

A continuación se honraba la memoria del difunto con un banquete funerario; y en los días sigui entes, depositando frutos u otras ofrendas en los enterramientos, o libaciones que a veces se realizaban a través de un agujero realizado a la tumba.

Durante todo este proceso, obviamente se empleaban utensilios rituales tales como pebeteros para quemar perfumes, jarros de bronce y vasos cerámicos, o pequeños braseros.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

Flaminio Ponzio (1560-1613)

Barroco

Ponzio, Flaminio (Viggi, 5 de abril de 1560 - Roma, 6 de julio de 1613) Arquitecto italiano. 

Discípulo y continuador de la obra de Fontana, incorporó el nuevo tipo de decoración barroca que comenzaba a florecer en Roma, en la que representa el momento de transición de la arquitectura renacentista a la barroca. TrabaJÓ en Frascati (Villa Torlonia) en colaboración con Fontana y Maderno, pero la mayor parte de su producción se halla en Roma: fachada del Palacio Sciarra-Colonna, plenamente renacentista; Cappella Paolina (1605-11 ), en Santa Maria Maggiore, y reconstrucción de la Capilla Sixtina.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El estilo inglés de Gainsborough

Casi contemporáneo de Reynolds fue otro gran pintor inglés que tuvo una existencia en cierto modo paralela a la de Sir Josuah y como él fue también un gran retratista, pero que no se dedicó exclusivamente al retrato, sino que había iniciado su carrera artística más bien como pintor de paisajes. Este pintor fue Thomas Gainsborough (1727-1788), también nacido en el seno de una familia de la clase media, ya que nació en Sudbury (Suffolk), hijo de un comerciante en lanas. Era el más joven de una familia de nueve hijos, y su afición por tomar apuntes del paisaje que rodeaba su casa familiar decidió a su padre a enviarle a Londres para que aprendiera el arte del grabado con el ilustrador francés Hubert Gravelot, establecido a la sazón en la capital inglesa. Después continuó sus estudios en una academia particular de St. Martin's Lane. En 1745, de vuelta a su población natal, casó con Margaret Burr, hermana de un comisionista de su padre, y a los veinte años estableció su propio hogar en Ipswich, alternando su profesión de pintor con la gran afición que sentía por la música.  
 
⇨ Lady Howe de Thomas Gainsborough (The London County Council, Kenwood, Londres). La dama está representada con el traje que en aquella época usaban las damas para salir al campo. La misma brisa ligera que agita el fino delantal de muselina y el traje rosa parece acariciar los árboles del delicado paisaJe del fondo. Se trata de uno de los retratos más atractivos de la pintura del siglo XVIII.



En 1759 se trasladó a vivir a la ciudad balnearia de Bath, gran centro de la vida elegante, y allí, brilló, por fin, su buena estrella. Su estudio fue en seguida muy frecuentado por encumbrados clientes, en cuyas casas Gainsborough pudo admirar obras maestras de autores que hasta entonces sólo conocía a través de reproducciones grabadas, y así, también en él creció la admiración por Van Dyck.

Poco después de su llegada a Bath pintó uno de los retratos más atractivos de la escuela pictórica inglesa y quizá de toda la pintura europea del siglo XVIII: el retrato de Lady Howe. Solamente en Watteau se puede encontrar una sensibilidad más aguda y más poética. La posición de la dama y el fondo de paisa je recuerdan algo la influencia de Van Dyck, pero los tonos claros de esta obra y el ligero toque de pincel, propio de Gainsborough, la diferencian profundamente de los retratos del gran maestro del siglo anterior.


Retrato de las hijas del pintor de Thomas Gainsborough (Victoria and Albert Museum, Londres). En esta obra el pintor emplea unas tonalidades tiernas y un tipo de pincelada ligero y vaporoso, que parecen anunciar la pintura de Renoir.

Musidora de Thomas Gainsborough (Tate Gallery, Londres). El artista logra que la figura femenina aparezca impregnada de una sensualidad discreta y misteriosa, y de aquella gracia sin problemas y sin inquietudes que tanto gustaba al siglo XVIII. Musidora fue una actriz y realizadora teatral y cinematográfica de comienzos del siglo XX.

En 1774 fijó su domicilio en la ciudad de Londres, y al cabo de pocos meses era llamado a palacio. No menos de ocho retratos realizó de Jorge III -porque los soberanos ingleses de aquella época tenían la misma manía que sus súbditos por hacerse retratar-, y pintó también a la reina y a otros miembros de la real familia, así como a varios personajes de la política, la intelectualidad y el teatro. También él retrató a la misma Mrs. Siddons que había retratado Reynolds. Al crearse, en 1768, la Royal Academy, fue uno de sus 36 miembros fundadores, y desde entonces envió cuadros a las exposiciones anuales que la entidad celebraba; hasta que, en 1783, por disconformidad con la forma cómo habían sido colocados los cuadros que había mandado para ser exhibidos, los retiró, y ya no volvió a tomar parte en aquellas exposiciones.

A su muerte fue enterrado en Kew. He aquí algo de lo que pronunció Reynolds en tal ocasión. Son palabras que le honran y que demuestran que Sir Josuah era hombre clarividente: "Si algún día Inglaterra llega a ser tan fecunda en talentos, que podamos atrevernos a hablar de una escuela inglesa, el nombre de Gainsborough pasará entonces a la posteridad, como uno de los primeros de esta escuela".

Carreta del Mercado (The Market Cart) de Thomas Gainsborough (Tate Gallery, Londres). Pese a su éxito social como retratista, la pasión real de Gainsborough siempre fue la pintura de paisaje. En esta obra de 1786, la calidez de la atmósfera y la poesía irreal de la escena demuestran que el sentido moderno del paisaje fue la gran invención de los pintores ingleses del siglo XVIII.


Mucho más original que Reynolds, sus obras satisfacen con superioridad al espíritu moderno, el cual se muestra más exigente en caracterización que en belleza externa. Gainsborough supo darnos, de sus retratos, una impresión psicológica y cierto movimiento personal, que no hallamos en las "poses" académicas de Reynolds. Era, además, colorista admirable, quizá por haberse ejercitado, primeramente, en el paisaje. Sus retratos están pintados en claros y transparentes tonos, con una paleta en la que predominan el azul y el verde. Por la misma causa que acabamos de aducir, su pincelada es nerviosa y libre. En aquellos tiempos, que son los de la resurrección del arte clásico -que en arquitectura representaba el gran Robert Adam, y en pintura mitológica figuras de segunda fila, como la Kauffmann y otro extranjero interesante por su visión fantasmagórica, el suizo Füssli-, la importancia del color había quedado un poco relegada al olvido, y los ingleses pudieron volver a admirarlo a través de las obras de Gainsborough.

Siempre prefirió situar a sus personajes en ambientes naturales, que en Londres sabía evocar a la perfección, basándose en el recuerdo de los paisajes que pintara en su juventud. El retrato, en Londres, le había alejado de su género favorito, y en una ocasión, parece ser que exclamó: "Me piden retratos, y no soy más que paisajista". A veces, se complacía tomando apuntes en el parque urbano del Pall Mall, en las cercanías de su casa, con los grupos de paseantes.

Paisaje rocoso con Agar e Ismael de Thomas Gainsborough (National Museum and Gallery of Wales, Cardiff). Uno de los temas pintados por este artista fue el bíblico. Aquí se representa a Agar, la esclava egipcia de Abraham junto a su hijo Ismael habido con el patriarca, en su destierro tras ser expulsados por aquél. 

Gainsborough llevó una vida algo triste; una de sus dos hijas era deficiente mental, y el pintor llevaba en el alma el peso de tal desgracia.

La obra de Gainsborough como paisajista tuvo, sin duda, tanto valor como la de sus retratos, si no más. Fue el verdadero creador del paisaje inglés que Constable llevaría a una importancia que tuvo trascendencia europea.

Antes de él, la pintura inglesa de paisaje estaba en ciernes. Se había iniciado con las vistas londinenses de Samuel Scott, de imitación italiana (algo semejante a lo de Canaletto), y con los paisajes de Richard Wilson (1714-1782), quien en los seis años que pasó en Italia se había contagiado de las dulzuras pictóricas de Zuccarelli, antes de realizar paisajes más personales, como el que reproduce la puntiaguda cumbre del Cader Idris, con su pequeño estanque circular. Gainsborough, en cambio, tuvo del paisaje una versión personal y amplia, compleja, profundamente "poética". Así se revela, por ejemplo, en el lienzo de su juventud titulado Return from the Market, o simplemente The Market Cart, cuyo único elemento humano es el carruaje de un campesino que regresa de sus ventas y compras.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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