La cultura ibérica nació como fruto de la
conjunción de tradiciones propias de los habitantes de la costa mediterránea de
la península Ibérica ,
y de la influencia ejercida sobre ellos por una serie de pueblos del
Mediterráneo oriental, principalmente. Fenicios, cartagineses y griegos les
aportaron conocimientos técnicos y parte de su cultura, y colonizaron las
tierras bañadas por el mar con la pretensión de dominar las rutas del metal.
Así pues, la cultura ibérica es el resultado de una síntesis de la cultura
propiamente indígena y de la aportada por estos tres pueblos con ansia de
expansión y crecimiento.
Los
pueblos colonizadores se extendieron por la costa oriental de la Península
durante el I milenio a.C., y trajeron consigo tres fenómenos importantes para
el desarrollo posterior de la cultura ibérica: en primer lugar, introdujeron el
uso del hierro como metal básico de trabajo; en segundo lugar, convirtieron la
Península en un enclave de gran importancia dentro de los circuitos comerciales
del Mediterráneo, y, por último, iniciaron lo que podría denominarse
"historia escrita", con las primeras noticias ya no tan sólo orales o
legendarias sobre las tierras y los pueblos hispánicos.
Los
autores griegos y romanos se ocuparon de definir la situación hispánica con que
se encontraron a su llegada, así como de investigar los vestigios de los
pueblos antiguos de esta zona. Así pues, a través de ellos se ha tenido
conocimiento de que la
antigua Península era un compendio de pueblos independientes,
algunos de ellos sometidos por algún espacio de tiempo a los cartagineses, y
visitados o colonizados por fenicios y griegos.
⇨ Dama
oferente (Museo Arqueológico Nacional, Madrid), procedente del cerro de los
Santos, Montealegre del Castillo, Albacete. En este taller escultórico se han
encontrado ejemplos de damas sedentes y damas oferentes en pie, como en este
caso. Ésta aparece con la vestimenta típica ibérica, compuesta de varias
túnicas de tela fina superpuestas, que se abrochan con pasadores o fíbulas, un
fino velo y un grueso manto que cae de la cabeza a los pies formando diversos
pliegues, que el artista ha sabido reproducir con gran solvencia.
La colonización fenicia fue exclusivamente comercial y estableció
factorías a ambos lados del estrecho de Gibraltar. Los fenicios pretendían
monopolizar uno de los puntos estratégicos de la ruta de los metales (estaño y
cobre) y explotar directamente la zona minera del sur de la Península. La
factoría o enclave más importante creado por los fenicios fue Gádir, fundada,
según la tradición literaria, hacia el año 1100 a .C., pero sólo
corroborada arqueológicamente desde el siglo VII a.C.
La colonización griega pretendía también el acercamiento a la ruta de
los metales, y, siguiendo la prehistórica ruta de las islas (Sicilia, Cerdeña y
Baleares), los griegos se establecieron, a partir de los siglos VIII y VII, en
Hemeroscopión, Akra Leuke, Mainake e incluso en el Atlántico, en Portus
Menusius, junto a Gádir. El viaje del marino Colaios de Samos hace el relato
del contacto establecido con el centro minero de Río Tinto y Sierra Morena.
Cuando, en el siglo VII a.C., la metrópoli fenicia de Tiro cayó bajo el dominio
asirio, la colonia de Cartago tomó el relevo, y entonces se produjo un
enfrentamiento entre cartagineses y griegos (combate de Alaia, 535 a .C.) que dio como
resultado el dominio de los cartagineses sobre el estrecho de Gibraltar y sobre
la ruta de los metales. Los vencedores cerraron el paso hacia el sur a los
griegos desde su base militar de Ibiza. Una segunda colonización griega tuvo
lugar hacia el 500 a .C.,
pero solamente en el noreste de la Península, y fundaron su primera colonia de
poblamiento: Emporion, estrechamente dependiente de la gran colonia focense de
Massalia (Marsella).
La colonización cartaginesa se extendió bajo dos formas decisivas: en
una primera etapa, como incursión comercial (desde el siglo VII a.C.)
continuadora de la fenicia; la segunda etapa fue ya militar (finales del siglo
m a.C.) y coincidió con el desarrollo de las luchas contra Roma (Guerras
Púnicas). El partido militarista, mercantil y colonialista de los Barca
decidió, tras el fracaso de la I Guerra Púnica , ocupar la Península en busca de
numerario (plata) para pagar sus ejércitos, de mercenarios para éstos y de
bases para acciones fuhrras (Cartago Nova).
⇦ Urna cineraria (Museo Arqueológico, Barcelona). Procedente de la necrópolis de Oliva, en Valencia. El ritual funerario ibérico consistía en la cremación del difunto en una pira. El cadáver se quemaba vestido y con otros objetos personales, como armas o joyas, y luego se colocaban las cenizas en una urna cineraria, la cual se depositaba en su tumba.
Estos pueblos, que actuaron casi exclusivamente en la zona costera
mediterránea, introdujeron entre los indígenas nuevos cultivos, como la vid y
el olivo, perfeccionaron el uso del hierro, les enseñaron nuevas técnicas para
la minería y de aprovechamiento de las salinas e iniciaron la industria de la
salazón del pescado, el torno de alfarero, el uso de formas mercantiles
monetarias, nuevos conceptos urbanísticos, tipos de escritura y formas
culturales. Como consecuencia de ello, los pueblos indígenas de la costa
evolucionarían más rápidamente hacia formas económico-culturales más avanzadas,
dentro de una inicial economía monetaria del mercado, que los pueblos del
interior.
Dentro del mosaico de pueblos independientes anteriores a las
colonizaciones, se puede definir lo ibérico como un fenómeno cultural,
desarrollado entre los pueblos descendientes de los pobladores neolíticos de la
costa mediterránea, que hablaban variantes de una lengua preindoeuropea y
estaban en constante contacto con los pueblos colonizadores. Lo ibérico
convivía física y temporalmente con la cultura céltica, establecida en los
valles del Duero, Jalón y Ebro, gentes de habla indoeuropea e introductores del
hierro y del sistema funerario de incineración.
Los íberos basaron su infraestructura económica en una agricultura de
cereales, vid y olivo, una ganadería secundaria o complementaria y un comercio
extraordinariamente importante de metales (40.000 trabajadores, según Plinio,
en las minas de Cartagena). El hombre ibérico se agrupaba en pequeñas ciudades,
que se convertirían en los nuevos núcleos económicos de vital importancia para
el desarrollo de su cultura. En las ciudades se utilizó la moneda griega o
fenicia hasta el siglo III a.C., cuando ellos mismos acuñaron su propia moneda
de cambio.
La tierra de cultivo a menudo era comunal, aunque ya existía la
propiedad privada y posiblemente los primeros latifundios.
El
ibérico era un ser libre que utilizaba mano de obra esclava para los trabajos
más arduos. Así pues, poco a poco apareció una "burguesía"
comerciante y artesana que se enriquecería de toda esta estructura compleja de
relaciones entre pueblos y, sobre todo, del carácter comerciante heredado de
los griegos.
Fuente: Historia del
Arte. Editorial Salvat.
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