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Ritos funerarios y dioses

Como pasaba en otros aspectos de la vida de los íberos, en la religión es fácilmente detectable también el peso de otras culturas, dando a ello un sincretismo en el panteón divino de este pueblo. De esta manera, asimilaron cultos fenicios, cartagineses o griegos, y entre los dioses que adoraban se pueden destacar a Astarté-Tanit, Baal, Moloch-Melkart, Pothnia T heron, así como el culto al toro y a la paloma.

Pero sin lugar a dudas, de entre todas las diferentes ceremonias religiosas, la funeraria era la que ocupaba un lugar más destacado. Parece ser que los íberos se preocuparon mucho por la continuación de la vida en el más allá, intentando perpetuar en sus tumbas la misma estructura social. Prueba de este interés ultraterrenal es que algunas de las mejores muestras de arquitectura y escultura íberas se dan en este campo, especialmente en la zona sur.

Si bien recurrieron a la inhumación -parece que sólo lo aplicaron para los nonatos-, generalmente prefirieron la incineración, siempre con el simbolismo de la purificación del cuerpo a través del fuego.

El rito se componía de los siguientes pasos. En primer lugar, se ataviaba al difunto con sus mejores galas, así como con los objetos de más valor sentimental, personal y económico (que constituían el ajuar) para indicar tanto la clase social como la profesión u oficio que desempeñaba. Así, si además hay presencia de armas -a veces aparecen como dobladas, queriendo dar a entender que "mueren" con su amo-, se deduce que perteneció a un guerrero; si hay utensilios agrícolas, se está en presencia de la tumba de un campesino.

Este momento del rito se conoce con el nombre de prothesis (ritos predeposicionales).

Acto seguido, de su casa se le trasladaba en procesión pasta la necrópolis, donde tenía lugar la incineración en una pira (ustrina), de la que después se apagarían las brasas y se introducirían en una urna una selección de los huesos del muerto así como sus cenizas. Este recipiente se introducía en un hoyo realizado en el terreno.

A continuación se honraba la memoria del difunto con un banquete funerario; y en los días sigui entes, depositando frutos u otras ofrendas en los enterramientos, o libaciones que a veces se realizaban a través de un agujero realizado a la tumba.

Durante todo este proceso, obviamente se empleaban utensilios rituales tales como pebeteros para quemar perfumes, jarros de bronce y vasos cerámicos, o pequeños braseros.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

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