Edouard Manet, clasicista e impresionista
Alrededor de 1860, cuando apenas algunas obras de Courbet empezaban (entre escándalos) a ser apreciadas, con Manet comenzaba, en aquel proceso de liberación de la pintura de sus antiguas trabas, una etapa decisiva, aunque habían de transcurrir muchos lustros para que en su mayoría los críticos y aficionados (sin tener en cuenta al gran público o los maestros consagrados, árbitros de la admisión de las obras presentadas a los Salons ) estuvieran en condiciones de aquilatar la excelencia, dentro de un espíritu de auténtica modernidad, que aportaron Manet, y con él Degas y sus amigos del grupo impresionista. Edouard Manet, en esa ardua lucha, fue ciertamente un paladín cuya significación es tanto más singular cuanto que su comportamiento (a diferencia de lo que ocurrió en la actuación “llamativa” de Courbet) careció de un deliberado propósito de afirmación egocentrista. En cierto modo, fue un campeón a pesar suyo. En las condiciones en que tuvo que desenvolverse fue u...