Claude Monet (1840-1926)
representó el auténtico promotor de la nueva inquietud impresionista, a la que
siempre se mantuvo fiel, sin vacilaciones ni desmayos. Había nacido en París,
pero se crió en Le Havre, donde transcurrieron su infancia y adolescencia, y
donde, después de orientarse hacia el cultivo del dibujo caricaturesco, se
inició en la pintura al plein air junto
a un buen paisajista: Eugéne Boudin (1824-1898), que la practicaba especialmente en marinas y en escenas
de playa. Monet
pronto aplicaría también a sus lienzos juveniles el vigor luminoso que infundía
a sus acuarelas y óleos el holandés J. B. Jongkind (1818-1891), quien pintó
durante largas temporadas en Normandía. Boudin, aunque mucho mayor, se
incorporó después al grupo impresionista, al emplear, en muchos de sus cuadros,
la digitación lumínica que caracterizaba las producciones de los jóvenes
maestros que cultivaban esta expresión artística.
Un año después de su encuentro,
en 1858, con Boudin (que señaló el inicio de su práctica de la pintura), Monet
se había dirigido a París, en donde se sintió atraído por la pintura de Delacroix y por los paisajes de Corot
y Daubigny. Constant Troyon le aconsejó que tomase lecciones de Couture, el rígido maestro que
había tenido Manet;
pero Monet prefirió frecuentar la libre Académie
Suisse en la cual los jóvenes artistas practicaban ante los modelos sin
someterse a un profesor determinado. Allí encontró a Camille Pissarro, con quien concurrió a las reuniones que tenían lugar en la Brasserie des Martyrs, en la que Courbet
y sus seguidores discutían, acerca de materias artísticas, con clasicistas y
románticos.
En el puerto de Amberes de Boudin (Musée d'Orsay, París). Boudin era un apasionado de la luz, y él fue quien enseñó a Claude Monet a contemplar la naturaleza; sus cielos nubosos inagotablemente irisados le valieron el apelativo de "rey de los cielos". Llegó a afirmar que "tres golpes de pincel al natural valen más que dos días de trabajo de caballete".
Sin embargo, pronto tuvo Monet que abandonar aquel libre y efervescente aprendizaje parisiense para cumplir sus deberes militares en Argelia, cuyo ambiente no dejó de ejercer influencia en él; pero fue después de su licenciamiento, en 1862, cuando, al reanudar su contacto con Boudin, y en especial al pintar en Sainte-Adrésse (en donde entró en relación con el experto y directo paisajismo del holandés Jongkind), empezó a habituar su retina a una satisfactoria captación de lo que ante él se ofrecía.
En noviembre de aquel año se
hallaba de nuevo Monet en la capital de Francia, y en la Escuela de Bellas
Artes, en la “clase” de Charles Gleyre, conoció entonces a Renoir, a Sisley y a Bazille,
con quienes trabó entrañable amistad. Con estos amigos iba entonces a pintar en
el bosque de Fontainebleau, cerca de Barbizon. Después pintó también en la
costa normanda, residiendo en la granja de Saint-Siméon, cerca de Honfleur, y
puede afirmarse que por aquellos años su arte alcanzó ya madurez, lo que no
tardaría en traducirse en la ejecución de grandes obras dentro de la corriente
poscourbetiana que entonces Manet representaba. Son lienzos importantísimos,
que prueban la profundidad del talento de Monet, sobre todo en la ajustadísima
e inmediata evocación del ambiente al aire libre en que fueron pintados, a
través de una casi inverosímil capacidad de traducir los más variados matices. El
artista producía, durante una estancia en Ville d’Avray, en 1866, excepcionales
cuadros de figuras con paisaje, como el Almuerzo
al aire libre, que hoy se halla en el Museo Pushkin, en Moscú (sugerido por
el Déjeuner sur l’herbe, de Manet), y
el portentoso lienzo titulado Damas en el jardín, luminosísimo a causa de la
directa luz solar que lo inunda definiendo la riqueza de su cromatismo, obra
(en el Musée d’Orsay) para cuyas cuatro figuras femeninas posó Camille, la compañera
y después esposa del autor. Este lienzo de gran tamaño (que compró pagándolo a
plazos Bazille y después fue de Renoir, hasta volver a su autor) había sido
enviado por éste al Salón de 1867, en el que no fue aceptado por el jurado de
admisión.
Las ruinas del castillo de Rosemonde de Johan B. Jongkind (Musée d'Orsay, París). Con las pequeñas anécdotas humanas en el primer término -tema romántico- la luz baña todo el paisaje con una cálida e inédita reverberación. El título de la obra también muestra el gusto por temas románticos, dado que las ruinas fueron uno de los motivos más utilizados y representados durante la etapa del Romanticismo. Tanto Jongkind como Boudin no poseen aún la técnica impresionista, pero sí su espíritu.
Tras realizar este esfuerzo, Monet se halló (padre ya de un niño) en dificilísima situación económica, al extremo, según parece, de pensar incluso en el suicidio. Salvado de aquellas apremiantes circunstancias gracias a un admirador apellidado Gaudibert (de cuya esposa el pintor realizó un bello retrato, que se halla en el Musée d’Orsay), Monet volvió a recuperar sus bríos, y fue entonces, durante el verano de 1869, cuando pintando con Renoir el pintoresco tema de La Grenouillère, en Bougival, convinieron ambos en aplicar a sus obras la técnica que recibiría con posterioridad el nombre de “impresionismo”.
Los lienzos de ambos compañeros
realizados sobre aquel tema se conservan, y dos de ellos (uno de Monet, en el
Musée d’Orsay, y otro, de Renoir, en el Museo de Estocolmo) son especialmente
significativos; en el de Monet, la respuesta al estímulo de la realidad se
señala por el empleo de un lenguaje pictórico en el que los contrastes entre
las tonalidades claras y las oscuras prestan, a aquella animada escena al aire
libre, una intensidad que resalta tanto más ante el fondo (atenuadamente
matizado) de los árboles que se divisan en el lejano margen del río, tratados
como si los hubiera pintado Harpignies, en tanto que aquella versión del motif por Renoir constituye una
evocación sumamente armoniosa, de una matización suave y aterciopelada, como la
que se descubre en algunas de las composiciones florales que por entonces pintó
su autor; pero en ambos lienzos la eliminación de los volúmenes corporales, y
por decirlo así, de las formas definidas, así como la luminosidad espontánea
-cual si fuese empíricamente lograda-, atestiguan la aparición de un nuevo
método para transponer emotivamente, en pintura, la animación, momentánea y
efímera, de las escenas reproducidas.
Damas en el jardín de Claude Monet (Musée d'Orsay, París). En los "ateliers" triunfaba aún el arte enyesado de la historia cuando Monet descubre que las cosas están vivas, inmersas en la luz, vibrando en un reflejo inacabable. El resultado es esta obra pintada con pequeños toques de color, sin negro: el impresionismo había nacido.
Le Grenouillère de Claude Monet (Metropolitan Museum of Art Nueva York). En el Museo Nacional de Estocolmo se conserva una obra de Pierre-Auguste Renoir con el mismo título y la misma fecha. Es posible que ambos artistas pintaran juntos sendos cuadros. En las dos composiciones se abandonan las formas sólidas y se utiliza una pincelada suelta, vibrante, donde el protagonismo indiscutible es del agua.
De hecho, al contemplar ambas obras se asiste al nacimiento de la pintura impresionista, si bien en un estado en que tal pintura conserva todavía tonalidades intermedias, grises y parduscas, junto al realce de los contrastes que forman los blancos y azules intensos.
Damas en el jardín de Claude Monet (Musée d'Orsay, París). En los "ateliers" triunfaba aún el arte enyesado de la historia cuando Monet descubre que las cosas están vivas, inmersas en la luz, vibrando en un reflejo inacabable. El resultado es esta obra pintada con pequeños toques de color, sin negro: el impresionismo había nacido.
Le Grenouillère de Claude Monet (Metropolitan Museum of Art Nueva York). En el Museo Nacional de Estocolmo se conserva una obra de Pierre-Auguste Renoir con el mismo título y la misma fecha. Es posible que ambos artistas pintaran juntos sendos cuadros. En las dos composiciones se abandonan las formas sólidas y se utiliza una pincelada suelta, vibrante, donde el protagonismo indiscutible es del agua.
De hecho, al contemplar ambas obras se asiste al nacimiento de la pintura impresionista, si bien en un estado en que tal pintura conserva todavía tonalidades intermedias, grises y parduscas, junto al realce de los contrastes que forman los blancos y azules intensos.
De 1870 data un documento
pictórico que muestra muy vivamente la amistad que ligaba entonces a Manet con
el grupo de sus jóvenes admiradores del Café Guerbois; es el cuadro de Bazille
titulado L’atelier, expuesto en el
Musée d’Orsay. Representa una visita de Manet al estudio que aquel pintor
compartía, en la calle de La Condamine, con algunos de sus más íntimos
compañeros. Figuran en este lienzo, con Renoir y Zola, el pianista y crítico
Maitre y el autor de la pintura, que con Monet muestra al visitante una obra
suya puesta en su caballete. La alta y desgarbada figura de Bazille, que en
esta obra aparece junto a aquel caballete de pintor, habría sido trazada por el
propio Manet en prueba de simpatía. Este cuadro es excepcionalmente valioso
como documento, porque el artista que lo concibió dejaría de existir al cabo de
pocos meses.
En efecto, Bazille murió en
combate a poco de iniciarse la guerra franco-prusiana, en Beaunela-Rolande.
Reunión de familia de Fréderic Bazille (Musée d'Orsay, París) Bazille murió a los 29 años, de un modo que se ha dado en llamar glorioso: en el campo de batalla. Cuatro años más tarde, en 1874, tenía lugar la primera exposición impresionista. Bazille ya no estaba. Dejó, sin embargo, un centenar de obras donde la preocupación por el color, la grave limpidez de la atmósfera que envuelve las figuras, la seriedad y el fervor con que el tema aparece tratado, prefiguran ya el nuevo arte. Bazille fue, entre el clasicismo y el impresionismo, un eslabón brillante y malogrado.
Jovencita con vestido rosa ante un paisaje de Frédenc Bazille (Musée d'Orsay, París). El artista afirmó que «quería poder dar a cada sujeto su peso, su volumen y no sólo apariencia>>. El paisaje que la figura femenina está contemplando de espaldas al espectador es el pueblo de Castelnau. La posición de la figura hace que el espectador se sienta atraído por su cabeza y a continuación fije la mirada hacia donde aquella la está dirigiendo, hacia el pueblo, coronado por el gran campanario de la iglesia.
Perteneciente a una familia de terratenientes de las cercanías de Montpellier, Bazille fue un pintor de sensibilidad exquisita, cuyas obras no son muy numerosas porque murió joven; las mejores se conservan en el Museo Fabre, de Montpellier, o en el Musée d’Orsay, como el retrato colectivo, al aire libre, titulado Reunión de familia, pulcro lienzo realizado según la tónica de lo que se llamó la peinture claire, y Jovencita con vestido rosa ante un paisaje. Es indudable que, de no haber muerto tempranamente, este maestro habría sido una figura muy significativa del impresionismo.
La guerra franco-prusiana
interrumpió inopinadamente, en julio de 1870, la actividad conjunta de aquellos
pintores, retrasando con ello, sin duda, la evolución de su arte, ya que el
grupo que habían entonces formado se desperdigó. Monet, que se hallaba en Le
Havre al estallar la guerra, dejó de incorporarse a filas, y lo propio hizo Cézanne,
quien abandonó París para esconderse en L’Estaque, en Provenza.
Regata en Argenteuil de Claude Monet (Musée d'Orsay, París). El agua ondulante que ha pintado Monet ocupa la mitad inferior del lienzo, en la que se refleja la otra mitad del cuadro, las embarcaciones y el paisaje de Argenteuil. Los tejados están pintados en un tono monocromático puro, y las velas de las barcas en un blanco purísimo que hace reflejar la luz del sol.
Después de la rendición de Napoleón III en Sedan, Monet se trasladó a Londres, en donde ya se hallaban Pissarro y Sisley. También se encontraba entonces en la capital británica el paisajista Daubigny, de más edad que ellos, y a través de él entró entonces Monet en relación con el joven y activo marchante Durand-Ruel, lo que resultaría decisivamente beneficioso para el pintor y para la mayoría de sus amigos. Monet pintó entonces en Londres algunos lienzos de paisajes del Támesis y del Hyde Park, y en el verano de 1871 pasó a Holanda, en donde ejecutó, entre otros cuadros, el titulado Molino en Harlem (Musée d’Orsay), con un gran campo de rojos tulipanes. Después regresó a Francia y fijó su residencia en Argenteuil, junto a París, a orillas del Sena, y permanecería allí seis años, no sin realizar algunas escapadas a Normandía y a París.
Después de la rendición de Napoleón III en Sedan, Monet se trasladó a Londres, en donde ya se hallaban Pissarro y Sisley. También se encontraba entonces en la capital británica el paisajista Daubigny, de más edad que ellos, y a través de él entró entonces Monet en relación con el joven y activo marchante Durand-Ruel, lo que resultaría decisivamente beneficioso para el pintor y para la mayoría de sus amigos. Monet pintó entonces en Londres algunos lienzos de paisajes del Támesis y del Hyde Park, y en el verano de 1871 pasó a Holanda, en donde ejecutó, entre otros cuadros, el titulado Molino en Harlem (Musée d’Orsay), con un gran campo de rojos tulipanes. Después regresó a Francia y fijó su residencia en Argenteuil, junto a París, a orillas del Sena, y permanecería allí seis años, no sin realizar algunas escapadas a Normandía y a París.
Esta prolongada estancia de Monet
en Argenteuil, acompañado, en 1872 y 1874, por Renoir, Caillebotte
y Pissarro, fue sumamente fructífera para la fijación definitiva de las normas
del impresionismo. De casi todos los que adoptaron aquella técnica pictórica
(sobre todo de los citados y del finísimo pintor que fue Sisley) se conservan
espléndidas vistas fluviales pintadas entonces; pero fue el jefe de aquella
escuela, Monet, quien más se distinguió entonces en tal actividad. Pintaba a
menudo instalado en las mismas aguas del Sena, a bordo de un bote convertido en
una especie de estudio flotante, tal como lo representó Manet en uno de sus
lienzos, que a veces, en 1873, fue a pintar, desde Gennevilliers, donde
veraneaba, con aquellos amigos suyos. Entre las obras que durante este período
Monet produjo sobresale Las barcas,
regatas en Argenteuil, en 1872 (Musée d’Orsay), lienzo de inmarcesible
frescor, realizado prescindiendo del color negro y en el que la brillante
iluminación no irradia del cielo o de la atmósfera, sino de las blancas velas
izadas en los pequeños balandros que en la obra figuran y de sus prolongados
reflejos en la ondulada superficie de las aguas del río.
Gabarras bajo la nieve de Claude Monet (Museo Bonnat, Bayona). En este cuadro de 1895 Monet recrea un paisaje invernal, donde todo está matizado por la fría atmósfera y el agua del mar que, a diferencia de Regata en Argenteuil, no muestra ningún tipo de reverberación. Las chimeneas del fondo, sacando todo el humo al exterior, enfatizan la sensación de pesimismo que impregna la obra.
Los alisadores de parquet de Gustave Caillebotte (Musée d'Orsay, París). Es una obra de 1875 aunque no fue hasta el año siguiente cuando se la pudo ver expuesta en una colectiva de los artistas impresionistas. Causó gran revuelo entre el público y no gustó por su realismo. Caillebotte retrata tres hombres fornidos lijando el parquet de una casa, con el torso desnudo y los músculos de los brazos en tensión, un tema que no era del agrado de los adinerados compradores para decorar una estancia de sus casas.
Más adelante se continuará reseñando la larga y siempre altamente fructífera carrera de Monet. A continuación, se hace un inciso para informar cómo el grupo de artistas que él de hecho acaudillaba resolvió darse a conocer mediante la celebración de exposiciones colectivas.
Gabarras bajo la nieve de Claude Monet (Museo Bonnat, Bayona). En este cuadro de 1895 Monet recrea un paisaje invernal, donde todo está matizado por la fría atmósfera y el agua del mar que, a diferencia de Regata en Argenteuil, no muestra ningún tipo de reverberación. Las chimeneas del fondo, sacando todo el humo al exterior, enfatizan la sensación de pesimismo que impregna la obra.
Los alisadores de parquet de Gustave Caillebotte (Musée d'Orsay, París). Es una obra de 1875 aunque no fue hasta el año siguiente cuando se la pudo ver expuesta en una colectiva de los artistas impresionistas. Causó gran revuelo entre el público y no gustó por su realismo. Caillebotte retrata tres hombres fornidos lijando el parquet de una casa, con el torso desnudo y los músculos de los brazos en tensión, un tema que no era del agrado de los adinerados compradores para decorar una estancia de sus casas.
Más adelante se continuará reseñando la larga y siempre altamente fructífera carrera de Monet. A continuación, se hace un inciso para informar cómo el grupo de artistas que él de hecho acaudillaba resolvió darse a conocer mediante la celebración de exposiciones colectivas.
El núcleo originario de aquel
conjunto de jóvenes maestros quedó formado (después de la muerte de Bazille)
por Monet, Renoir, Sisley, Pissarro y Cézanne, quien, tratando de amoldarse
(guiado por Pissarro) a la tónica estilística de sus amigos, participó al
principio en sus manifestaciones públicas. Degas,
a pesar de emplear en sus pinturas otra técnica más apropiada a su estricto
estilo realista, fue, por así decir, el principal organizador de tales
exhibiciones y participó en las seis primeras celebradas. En cuanto a Renoir,
que había sido uno de los creadores del impresionismo, ya veremos que, al cabo
de unos años, prescindió de aplicar aquel método a sus pinturas y de mandar
cuadros a las exposiciones que los impresionistas siguieron celebrando.
Cazando mariposas de Berthe Morisot (Musée d'Orsay, París). Morisot, que era hija de un culto e inteligente prefecto, expuso sus obras en los salones oficiales de arte antes de vincularse al círculo de los pintores impresionistas. Sobre todo tuvo contacto con Edouard Manet, con cuyo hermano Eugéne acabó casándose. La influencia impresionista está presente en la pincelada suelta y los colores vibrantes.
Hortensia de Berthe Morisot (Musée d'Orsay, París). La pintora mostró sus obras en todas las exposiciones organizadas por los impresionistas, excepto en la de 1879. Poco a poco se aleja de las formas propias del impresionismo para dedicarse a una pintura más personal, donde ejecuta grandes manchas de color, elásticas y suntuosas.
Otros pintores que permanecieron
siempre fieles a la técnica del impresionismo fueron, además de Sisley, Armand
Guillaumin (1841-1927) y Gustave Caillebotte (1848-1894). También la emplearía
el puertorriqueño Francisco Oller (1833-1917), y más tarde otros impresionistas
de segunda fila, como Maufra y Loiseau.
Al impresionismo se unió desde
sus comienzos Berthe Morisot, pintora nacida en Bourges pero formada en París (1841-1895). Había
tomado algunas lecciones del ya anciano Corot, y en 1874 casó con el hermano de
Manet. Fue artista elegante y de fuerte personalidad, aunque influida por el
arte de su cuñado y por el de Renoir. Como impresionista cabe también
considerar a la americana Mary Cassatt,
de Filadelfia, que, relacionada con Degas, pintó durante mucho tiempo en París,
dentro de aquel ambiente.
Paseo en barca de Mary Cassatt. Esta pintora estadounidense fue un enlace entre el mundo artístico de París y el de Nueva York. El misógino Degas hace una excepción y la incita a tomar parte en el primer Salón impresionista. En medio de los arrebatados genios que la rodean, Mary Cassatt conserva una personalidad propia. Huye del formulismo y deja escapar libremente su tierna inspiración, en telas como la que comentamos, donde la pincelada gruesa y limpia, la gracia precisa del trazo -aprendida de los japoneses- convierten la trivial escena en un cuadro v1goroso, pleno de atractivos.
Impresión: amanecer de Claude Monet (Musée Marmontan Monet, París). En esta obra el artista pretendía reflejar lo cambiante de un mundo inestable, resultado de estar inmerso en una atmósfera en continuo movimiento; con este fin representó la bola de fuego del sol en el momento de elevarse en el horizonte y enviar sus rayos a través de la nubes para que se reflejaran en las tranquilas aguas del puerto.
En 1874 celebraron todos estos pintores su primera exposición colectiva (entre el 15 de abril y el 15 de mayo de dicho año), en una sala que el fotógrafo Nadar (uno de los antiguos contertulios del Café Guerbois) poseía en el Boulevard des Capucines. A fin de hacer posible esta exposición y sufragar sus gastos, se había constituido una Société Anonyme des Peintres, Sculpteurs et Graveurs, cuyos componentes eran, Monet, Pissarro, Sisley, Degas, Renoir, Cézanne, Guillaumin y Berthe Morisot. Fueron 30 los concurrentes a esta exposición (contando, además de los socios fundadores, con los simpatizantes). A ella envió Monet doce lienzos, uno de los cuales, titulado Impression, Soleil levant (que ahora se halla, en París, en el pequeño Museo Marmontan Monet), representa una salida del sol en el mar, con el surgente disco solar y sus enrojecidos rayos filtrándose entre brumas y reflejándose en las aguas. La obra llamó la atención de los visitantes porque se la juzgó por demás atrevida e inextricable, y en el comentario que de ella hizo el crítico Leroy, de la revista Charivari, inventó el remoquete de “impresionista” para designar a quienes habían tenido la osadía de exponer ante el público las obras exhibidas en aquella ocasión.
Paseo en barca de Mary Cassatt. Esta pintora estadounidense fue un enlace entre el mundo artístico de París y el de Nueva York. El misógino Degas hace una excepción y la incita a tomar parte en el primer Salón impresionista. En medio de los arrebatados genios que la rodean, Mary Cassatt conserva una personalidad propia. Huye del formulismo y deja escapar libremente su tierna inspiración, en telas como la que comentamos, donde la pincelada gruesa y limpia, la gracia precisa del trazo -aprendida de los japoneses- convierten la trivial escena en un cuadro v1goroso, pleno de atractivos.
Impresión: amanecer de Claude Monet (Musée Marmontan Monet, París). En esta obra el artista pretendía reflejar lo cambiante de un mundo inestable, resultado de estar inmerso en una atmósfera en continuo movimiento; con este fin representó la bola de fuego del sol en el momento de elevarse en el horizonte y enviar sus rayos a través de la nubes para que se reflejaran en las tranquilas aguas del puerto.
En 1874 celebraron todos estos pintores su primera exposición colectiva (entre el 15 de abril y el 15 de mayo de dicho año), en una sala que el fotógrafo Nadar (uno de los antiguos contertulios del Café Guerbois) poseía en el Boulevard des Capucines. A fin de hacer posible esta exposición y sufragar sus gastos, se había constituido una Société Anonyme des Peintres, Sculpteurs et Graveurs, cuyos componentes eran, Monet, Pissarro, Sisley, Degas, Renoir, Cézanne, Guillaumin y Berthe Morisot. Fueron 30 los concurrentes a esta exposición (contando, además de los socios fundadores, con los simpatizantes). A ella envió Monet doce lienzos, uno de los cuales, titulado Impression, Soleil levant (que ahora se halla, en París, en el pequeño Museo Marmontan Monet), representa una salida del sol en el mar, con el surgente disco solar y sus enrojecidos rayos filtrándose entre brumas y reflejándose en las aguas. La obra llamó la atención de los visitantes porque se la juzgó por demás atrevida e inextricable, y en el comentario que de ella hizo el crítico Leroy, de la revista Charivari, inventó el remoquete de “impresionista” para designar a quienes habían tenido la osadía de exponer ante el público las obras exhibidas en aquella ocasión.
Así nació el término
“impresionista”, que, a pesar de su intención denigrante, fue aceptado por los
artistas que formaban el grupo de Monet y sus amigos. Por lo demás, esta primera
exhibición constituyó económicamente un tremendo fracaso, del que no se
pudieron recuperar ni mediante una subasta de obras suyas que celebraron poco
después en el Hôtel Drouot.
Iglesia de Vétheuil de Claude Monet (Musée d'Orsay, París). La vocación de Monet fue siempre el paisaje. Ello le llevó a instalarse en Argenteuil primero (1872) y en Vétheuil después (1878), año en el que pintó esta iglesia. Vétheuil es una pequeña población emplazada en un meandro del Sena situado a setenta kilómetros de París, en dirección a Ruán. En la casa que vivían Monet y su esposa Camille, gravemente enferma, también residían Ernest Hoschedé y su esposa Alice, de la que el pintor se había enamorado, y sus hijos.
El estanque con nenúfares de Claude Monet (National Gallery Londres). Este cuadro de 1899 ilustra una parte de su jardín, concretamente el estanque de los nenúfares con el puente japonés al fondo. Monet realizó numerosas telas con este tema, como Las ninfeas (Musée Marmottan Monet, París) o Puente Japonés (Museum of Art, Minneapolis) en los que el protagonista indiscutible es el jardín. Lo que el artista buscaba representar era los cambios de la luz a diferentes horas del día, como en las series de la Catedral de Ruán o en la de los almiares.
Los impresionistas celebraron en
París, entre 1876 y 1886 otras siete exposiciones colectivas, que en su mayoría
sólo obtuvieron éxitos “de escándalo”. La séptima y octava fueron ya
organizadas por el marchante Durand-Ruel, único sostén con que contó el grupo
de pintores.
Monet (cuya etapa juvenil se ha
tratado antes) era, en el momento de la eclosión de la pintura impresionista,
la figura más descollante de aquel grupo progresista. Sólo una larga y sosegada
contemplación de sus obras puede dar idea de lo mucho que significa su pintura.
En 1876 y 1877 realizó una serie de interpretaciones pictóricas de la Gare Saint-Lazare (las mejores, en el
Musée d’Orsay, en París, y en el Art Institute de Chicago); después fijó su
residencia en Vétheuil, y más tarde en Poissy, y finalmente, a partir de 1883,
se estableció en una casa de Giverny (en el Eure), que compró en 1891 y rodeó
de un parque con el célebre Le Bassin Aux
Nymphéas, que el pintor trató como tema de grandes y variados estudios
durante sus últimos años.
Álamos a la orilla del Epte de Claude Monet (National Gallery, Londres). En 1890 Monet quedó fascinando por el grupo de árboles que mostró en su cuadro. Cuando supo que iban a ser talados pagó al propietario una gran suma de dinero para que retrasara todo lo posible el corte de los álamos hasta que pudiera concluir la serie que estaba realizando de todos ellos, cosa que ocurrió en 1891. En estos cuadros Monet busca el valor individualizado y puro de la forma de los árboles, centrándose en la dirección vertical, desnuda, de sus troncos.
Álamos a la orilla del Epte de Claude Monet (National Gallery, Londres). En 1890 Monet quedó fascinando por el grupo de árboles que mostró en su cuadro. Cuando supo que iban a ser talados pagó al propietario una gran suma de dinero para que retrasara todo lo posible el corte de los álamos hasta que pudiera concluir la serie que estaba realizando de todos ellos, cosa que ocurrió en 1891. En estos cuadros Monet busca el valor individualizado y puro de la forma de los árboles, centrándose en la dirección vertical, desnuda, de sus troncos.
En aquella finca permaneció
siempre, salvo durante los viajes activos que realizó a Londres, Noruega o
Venecia.
De 1892 datan sus lienzos que
reproducen los álamos al borde del río Epte, nimbados de cegadora y vaporosa
luz (quizás el mejor esté en el Museo de Edimburgo) y sus distintas e
importantes versiones de la fachada de la catedral de Rúan, en las que, con
técnica pastosa y compacta, logró captar las variaciones tonales y luminosas
que, según las horas del día, experimenta el exterior de aquella catedral
gótica. En su vejez llevó una vida solitaria y retirada (su segunda esposa
murió en 1911 y su hijo primogénito cayó en la guerra de 1914). Desde entonces
recibía muy pocas visitas, en las que se contaron las de su gran amigo de
siempre, Georges Clemenceau.
Corpulento, a pesar de su
imponente barba de patriarca, Monet no fue un idealista soñador, sino hombre
muy pragmático, generoso, sincero, un trabajador infatigable, lleno de fe en su
labor y con el pleno sentido de su responsabilidad.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.