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Artistas de la A a la Z

Arte negroafricano

Cuando se habla de arte negroafricano, hay que hacer la advertencia que éste queda limitado a las etnias que pueblan un área amplia y a la vez compacta del África Occidental y Central, cuyas fronteras están marcadas, por el norte, por el desierto del Sahara; por el este, por la cuenca de los Grandes Lagos, y por el sur, por el desierto del Kalahari.

Dicho en otras palabras, la plástica negroafricana procede exclusivamente de las cuencas de los ríos Níger y Congo.
Figurilla con tocado (Museo Etnológico, Barcelona).
Talla en madera procedente de Camerún, que sin duda
tiene una función ritual. Lo más destacable es la estili-
zación de sus rasgos faciales y el gran tocado que luce 
en la cabeza.

Dentro de las áreas mencionadas, prácticamente todas las tribus realizan esculturas de madera; fuera de ellas, únicamente se tallan objetos de carácter utilitario, para las actividades de cada día.

Dado que no existen diferencias raciales o lingüísticas que permitan establecer algún tipo de hipótesis acerca de la mencionada distribución, la única explicación posible reside en el género de vida de unos y otros pueblos. En efecto, el ámbito de los pueblos escultores corresponde a etnias sedentarias, de agricultores que viven agrupados en poblados.

Los pueblos que carecen de escultura (nilóticos, sudafricanos) son nó­madas, dedicados básicamente al pastoreo.

El arte afroportugués

Fuente: Texto extraído de Historial del Arte. Editorial Salvat

Los primeros pobladores

Es aceptado que África fue la cuna de la humanidad. Así pues desde el Paleolítico más antiguo ha habido existencia humana en el continente africano. Se cree también que los grandes avances se desarrollaron en el continente negro entre el 10000 y el 5000 a.C., momento en que se "domesticó" la agricultura en el curso del río Nilo. Sin embargo, todavía no se ha podido determinar si la agricultura se difundió desde Egipto al resto de África o se desarrolló independientemente en cada lugar.

Grabado rupestre, en la reserva natural de Ténéré (Sahara Central). Una jirafa y otros animales aparecen en estos grabados, lo cual indica que el Sahara prehistórico disfrutaba de un clima más húmedo.

El norte de África difería mucho del aspecto actual hacia el 5000 a.C. Una enorme parte de la población africana vivía en el actual desierto del Sahara, que en esos momentos estaba cubierto por ríos, lagos y amplias praderas y había una gran variedad de fauna y de flora. La desertización empezó hacia el 2500 a.C. a causa del cambio climático y la zona se despobló completamente hacia el 500 a.C. Los movimientos migratorios fueron muy frecuentes en toda África a partir de mediados del III milenio a.C. Los saharianos empezaron a moverse hacia el sur (el Sahel) y el este (valle del Nilo), llevándose consigo su cultura y mezclándose con los indígenas de las nuevas zonas que habitaron.

Elefante en el sitio arqueológico de Tadrart Acacus, desierto de Fezzán (Ubia). Este grabado rupestre de un elefante en plena carrera forma parte de un conjunto realizado entre 12.000 y 8.000 años a.C. por los pobladores de la zona del wadi Matendous, que en 1985 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Todos estos primitivos pobladores desarrollaron un arte rupestre que se extiende por todo el continente. Los restos artísticos del Sahara son los más interesantes y cuantiosos de los conservados, sin embargo se pueden apreciar otras muestras relevantes en otras regiones africanas.

Arquero, en los montes de Tassili N'Ajjer (Argelia). Pintura rupestre que forma parte 
de un conjunto hallado en estos montes saharianos. Si bien el hombre habitaba esta 
región desde unos 20.000 años a.C., las pinturas datan de entre 5.000 y 3.000 años 
a.C., época en que se produce la desertización. Las pinturas más antiguas representan 
a cazadores que se dedicaban a cazar búfalos, rinocerontes, elefantes y camellos.

En origen, la zona del Sahara era habitada por beréberes, negros y árabes. Después de una primera migración causada por las condiciones climáticas adversas, los pueblos negros tuvieron que dirigirse hacia el sur (el Sahel y la sabana) empujados por el expansionismo árabe-bereber. Sin embargo, la existencia de las tribus negras en el centro del desierto del Sahara se perpetuó gracias a las pinturas murales que ahí se han conservado: aparecen hombres negros y blancos y nos narran sus formas de vida, su experiencia ante lo desconocido y su supervivencia en un medio cada vez más hostil. Además de estas escenas más "costumbristas" aparecen símbolos mí­ticos, rituales religiosos y de fertilidad y conjuros contra lo sobrenatural. Es probable que en los abrigos rocosos en los que se encuentran todas estas pinturas se celebraran las reuniones de los jefes de los clanes y se realizaran diversos ceremoniales, que servirían de inspiración para su plasmación en la pintura.

Pinturas rupestres bosquimanas, en el sur de África. Los bosquimanos han habitado el sur del continente desde hace 20.000 años y sus ancestros prehistóricos realizaron estas pinturas con escenas de caza.

Este primer arte entronca perfectamente con el arte negroafricano, por su cerrado simbolismo y sus convenciones, por lo cual no es difícil pensar que pudiera haber sido su germen. Las pinturas rupestres africanas se basan en los colores básicos, obtenidos de las tierras y las plantas, como el rojo, el ocre, el blanco, el negro y el amarillo, incluyendo a veces el azul y el verde. En la actualidad, todos estos colores están todavía presentes en las máscaras y trajes de los bailarines rituales.

Del mismo modo, en esta pintura antigua, se representan figuras humanas de grandes proporciones junto a otras de menor tamaño. Esta "perspectiva jerárquica" es habitual en el arte de las culturas antiguas y sigue siendo corriente en el arte africano contemporáneo. Así en el arte africano, siempre se dará preponderancia a la cabeza, como parte principal del cuerpo, igual que el "rey" será representado de mayor tamaño que el resto de figuras. Sin embargo, esto no quiere decir que el arte africano no haya evolucionado, sino que sigue participando de un elemento prístino en el cual, el arte, la religión y la experiencia humana son un todo imbricado.

Pinturas rupestres, en las colinas de Tsodilo (Botswana). Hace unos 35.000 años, los antepasados de los san habitaban estas colinas, en cuyas rocas se han hallado pinturas de hace unos 3.500 anos. Representan en su mayoría personas (bailarines) y animales (cebra, ballena, pingüino y rinoceronte) pintados en colores ocres y blancos.

Se conoció el arte rupestre africano mucho antes que el arte prehistórico europeo. La primera noticia escrita sobre el africano es de 1721, cuando un misionero portugués notificó a la Real Academia de Historia de Lisboa que había visto pinturas en rocas y cuevas de Mozambique que representaban a animales. Posteriormente, se habló de las pinturas bosquimanas en el sur de África, en 1754. Cabe recordar que el primer descubrimiento de arte rupestre europeo es de mediados del siglo XIX y que Altamira y Lascaux, se encontraron en 1879 y 1940 respectivamente. Los grabados del norte de África fueron descubiertos por militares franceses en el sur de Orán (Argelia) en 1847. Notificaron la existencia de dibujos en la roca de avestruces, toros, elefantes, leones y seres humanos. Se supone que a raíz del conocimiento que se tenía de este tipo de pintura africana y del descubrimiento del arte prehistórico europeo, se multiplicaron las expediciones en búsqueda de este arte por toda África. Así, en el primer tercio del siglo XX, se empezó a trabajar en la zona del Tassili (Sahara argelino), copiando las pinturas y catalogándolas, bajo la supervisión de Henri Lhote.

Pese a todo, el arte prehistórico europeo y el africano no tienen mucho en común. El europeo se suele datar entre el 30000 y el 10000 a.C., mientras que el africano es de entre el 8000 y el 6500 a.C., siendo un caso más que excepcional la zona de Namibia donde se han encontrado muestras de hacia el 26000 a.C. Otras diferencias entre ambos artes son la práctica inexistencia de escultura prehistórica en África, siendo muy común en Europa, así como la primacía del arte zoomórfico europeo frente al antropomórfico del continente africano.

Los restos más numerosos de pinturas y grabados se encuentran en la parte septentrional de África, en especial en la zona sahariana. Se han contabilizado entre 30.000 y 40.000 muestras de este arte. Se ha podido reconstruir parte de la historia sahariana a través de las pinturas que allí dejaron sus habitantes y se sabe que el Sahara era una zona muy fértil y plagada de animales que hoy ni es posible ni imaginar que hubieran estado ahí: elefantes, hipopótamos, rinocerontes y búfalos.

Pinturas rupestres de cazadores, en los montes Drakensberg (Suráfrica). Los antepasados de los san (bosquimanos) se dedicaban a decorar las cuevas que habitaban con escenas de caza, como en este caso, con cazadores en plena carrera y un leopardo a punto de atacar.

A falta de disponer de u.na datación absoluta para todas estas muestras artísticas, Herni Lhote y Fabricio Mori, establecieron cuatro grandes períodos basados en los elementos más representativos de éstas, que plasman el tipo de vida de sus habitantes y la fauna que existía en cada época.

El primero de ellos es el llamado estilo "de los cazadores", que abarca desde el 7000 - 6000 al 4000 a.C., también llamado período Bubalus antiquus porque en él sólo se representan animales propios de cuando el Sahara era un territorio fértil, corno el bú­falo (de aquí el otro nombre del período), el elefante, el rinoceronte, el hipopótamo y la jirafa. Son grabados muy detallistas y naturalistas, normalmente de grandes dimensiones, y trabajados con profunda incisión, pulidos mediante abrasión. A parte de las representaciones zoomorfas cabe destacar la presencia de figuras humanas, siempre armadas y dispuestas para la caza.

Pintura del Sahara en estilo vacuno o "de los Pastores". La presencia de las pinturas. en lo que en la actualidad es un lugar desértico, indican un pasado húmedo.

El segundo estilo es el "de los pastores" (o vacuno), situado entre el 4000 y el 1500 a.C. Se caracteriza por representar bóvidos, además de los animales anteriormente citados, a excepción del búfalo, crucial en el período "de los cazadores". Las figuras son menos naturalistas, hechas con pigmentos negros, rojos y blanquecinos; desapareciendo en ellas la profusión de detalles y el gran tamaño, típicos de la época precedente.

En tercer lugar, hallamos, a partir del 1500 a.C., el llamado período "de los caballistas", el cual se encuentra a su vez subdividido en tres apartados: el del carro, el del jinete, y el del camello. Tal como su nombre indica, esta etapa se caracteriza por las representaciones de personajes montando animales, y se distingue por sus figuras sintéticas y estilizadas, además de por la introducción de elementos novedosos, como los animales domésticos.

Finalmente, la última etapa es la llamada "de los camelleros", que se inicia en los primeros siglos de nuestra era y abarca hasta el momento presente. Sus rasgos principales, tanto en grabado como en pintura, son la esquematización de las figuras, la representación de los animales propios del desierto y las reducidas dimensiones de los motivos.

Esta cronología permite ver que los grabados son anteriores a las pinturas. Cabe añadir que los artistas utilizaron pigmentos elaborados con elementos naturales, como por ejemplo el óxido de hierro, el óxido de zinc y el caolín. Para las tonalidades oscuras usaron huesos quemados o carbón vegetal. La gama cromática es principalmente de colores básicos cuyos aglutinantes eran leche, miel y clara de huevo.

Pintura parietal en el sitio arqueológico de Tadrart Acacus, desierto de Fezzán (Libia). Detalle del se halla en las paredes de la meseta de Tassili N'Ajjer, donde se aprecia con claridad un individuo sobre un conjunto de pinturas, que carro.

Como ya se ha apuntado, aparte de los ejemplos saharianos, se encuentran muestras de arte rupestre en el continente africano. En la región oriental cabe destacar los restos hallados en Tanzania, Uganda y Kenya, así como los de las regiones de Harar (Etiopía) y Darfur (Sudán). En estas zonas priman las representaciones animalísticas de pequeño tamaño y de escasa policromía. Su datación es difícil de establecer, aunque se cree que corresponden al período sahariano "de los camelleros".

Jirafa, en las colinas de Tsodilo (Botswana). Esta estilizada jirafa es un magnifico 
representante del arte rupestre del sur de África.

En la zona meridional hay centros importantes en Malawi y Zambia, que se caracterizan por sus dibujos crípticos y abstractos, así como por su antigüedad. Por otra parte, encontramos otros ejemplos en la zona más al sur del continente, destacando la cueva Apollo 11 (Namibia) datada alrededor del 26000 a.C. y la cueva Wonderwerk (Sudáfrica) del 8000 a.C.

Aparte del arte mural, se han conservado numerosos objetos de piedra, procedentes sobre todo de la zona sahariana, los más antiguos de los cuales son contemporáneos al Homo erectus.

El arte rupestre africano contempla, en definitiva, un lapso de tiempo considerable, de unos treinta mil años. La gran extensión de su cronología se debe, en parte, a la existencia aún hoy en día de poblaciones que siguen empleando las mismas técnicas y recursos parecidos a los que usaron sus antepasados, perpetuando, así, la historia de estas prácticas artísticas.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

El conjunto pictórico de Tassili



El conjunto pictórico del altiplano sahariano de Tassili, ubicado al nordeste de Ahaggar -norte de África- representa una muestra de arte parietal de gran importancia. Las pinturas más antiguas del conjunto fueron realizadas aproximadamente hacia 6000 a.C. y por las grandes similitudes que guardan, algunos investigadores han relacionado estas manifestaciones artísticas con las pinturas del Levante español.

Las representaciones muestran, básicamente, especies de animales salvajes oriundos de la región antes de que ésta se convirtiera en un desierto. Aparecen elefantes, búfalos, jirafas y animales domésticos de pastoreo. Se trata, aparentemente, de verdaderas composiciones, escenas narrativas donde se describe la vida y costumbres de cazadores y pastores.

En las representaciones se puede advertir la clara delineación de las siluetas, que se encuentran rellenas de colores en gamas de ocres, y la yuxtaposición de las figuras que componen el argumento de los frescos. Paulatinamente, con la incorporación al sedentarismo y la consiguiente transformación cultural de las sociedades humanas en pinturas datadas en el IV milenio a.C. las escenas de caza comienzan a ser sustituidas por representaciones de pastoreo protagonizadas por rebaños de bóvidos. En este proceso. los rasgos pictóricos son más fieles a la realidad. Luego comenzarán a simplificarse hasta una completa esquematización durante elll milenio a.C.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Descubrimiento del arte negroafricano

La plástica negroafricana fue conocida en Europa al iniciarse los primeros imperios coloniales. Fueron los navegantes portugueses, que a mediados del siglo XV contorneaban las costas occidentales de África, los primeros que entraron en contacto con los pequeños reinos de tipo feudal que existían en los territorios correspondientes a las actuales repúblicas de Nigeria y Congo.

Más tarde, en los siglos XVI a XVIII, siguieron aquellas rutas comerciantes holandeses, ingleses y franceses, cuyo objetivo principal, en sus incursiones por territorio africano, era la adquisición de oro, marfil y, especialmente, esclavos.

Pintura con figuras humanas (Museo de Dar es Salaam). Fechada en el año 1200 a.C., esta escena parecería representar las actuaciones de los chamanes.

Ya en el siglo XIX, África fue el principal objetivo de los países colonizadores europeos, y los ejércitos belgas, franceses, alemanes y, claro está, ingleses, rivalizaron en el reparto y conquista del territorio africano.

Tallas africanas, especialmente de marfil y bronce, fueron trasladadas a Europa desde mediados del siglo XV, pero en ningún caso fueron consideradas como objetos de interés artístico, sino como meras "curiosidades”, producto de culturas inferiores, propias de pueblos "primitivos” y "salvajes”.

Realmente, las tallas y las máscaras negroafricanas no recibieron la consideración del mundo occidental, desde el punto de vista estético, hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX, la vanguardia artística europea del postimpresionismo francés (fauves y cubistas) y los expresionistas alemanes (de los grupos Die Brücke y Der Blaue Reiter) creyeron ver, en las esculturas procedentes del África negra y de Oceanía, la respuesta a los interrogantes que ellos se planteaban acerca de la validez de las antiguas tradiciones artísticas de Occidente, que consideraban caducas y periclitadas. Encontraron, pues, en el denominado" arte de los pueblos primitivos", africanos y oceánicos, que prescindía totalmente de cánones, que rehuía de la imitación y la descripción, el paradigma de la libertad expresiva del artista.
Figurillas de antepasados (Colección particular, Milán). Tallas de ma-
dera procedentes de Costa de Marfil. Piezas características del arte bau-
lé, que aplica el refinado estilo de la orfebrería al trabajo de la madera.

A partir de la primera década del siglo XX, el interés por las manifestaciones artísticas africanas se difundió con extraordinaria rapidez, iniciándose una verdadera carrera por adquirir ejemplares representativos del arte de las diferentes etnias del continente africano. Pronto se reunieron en Europa y América grandes colecciones que no sólo enriquecieron los museos en los que se exhiben las producciones artísticas de las antiguas civilizaciones de la humanidad, como son el British Museum o los museos de Berlín, sino que se integraron también en riquísimas colecciones particulares.
Maternidad (Museo Real del África Central, Ter-
vuren). En el arte mbala, las tallas en madera que 
representan a personas se llaman pindi. Las escul-
turas femeninas (wenyi) están asociadas a la ma-
ternidad y siempre llevan un niño que está tallado 
con gran detalle.


El interés por el arte negroafricano corría paralelo con el desarrollo e intensificación de la colonización de África por parte de los Estados europeos y de la consiguiente penetración de la cultura occidental en aquel continente, con todas sus ventajas y, asimismo, con todos sus inconvenientes. La actuación de misioneros y colonos pronto operó cambios profundos en el sistema de creencias y en la propia filosofía de la vida de los indígenas africanos, basada en el temor al poder de los espíritus y en la eficacia de la magia y de los ritos para propiciar y dominar aquel poder. Dado que el arte negroafricano, como se verá más tarde, estaba estrechamente conectado con esa cultura mágico-religiosa, a medida que han ido desapareciendo aquellas creencias, el arte, a su vez, falto de la savia que lo nutre, ha ido extinguiéndose, y en los últimos lustros las tallas africanas son una mera repetición de las que todavía estaban en plena vigencia en las décadas de 1950 y 1960.

Esta transformación se operó de un modo automático y no siempre por la actuación deliberada del "invasor", deseoso de extirpar un sistema de ideas que consideraba inmoral y pernicioso, sino simplemente por la introducción entre las poblaciones africanas de nuevos materiales y herramientas, de un sistema educativo que incluía el aprendizaje de la lengua y la cultura de los colonizadores, y sobre todo, por el sentimiento surgido entre los mismos indígenas, al abandonar su "primitivo" pasado, y aculturizarse, de desprecio hacia sus antiguas creencias. Y como las esculturas dedicadas al culto a los antepasados y las máscaras rituales estaban íntimamente unidas a tales creencias, fueron consideradas como testigos desafortunados de aquel pasado, y las mismas personas que las habían creado las desecharon, destruyeron o, en el mejor de los casos, obtuvieron una pingüe ganancia vendiéndolas a los blancos.

Hay que tener en cuenta que el sistema de valores africano no consideraba aquellas piezas, como hace la cultura occidental, por su interés estético o histórico, sino simplemente como un vehículo o instrumento de su sistema de creencias; por tanto, abandonado el sistema, el instrumento dejaba de tener validez.
Recepción de un europeo. Talla realizada por los yoruba 
que habitan en la actual Nigeria, en la que se representan 
escenas de la llegada de un europeo. Este tema, que los 
africanos siempre han visto como un principio de civiliza-
ción, ha desarrollado su inspiración artística.
Estatuillas de la fecundidad (Museo de Artes Africanos y Oceánicos, París). Llama-
dos akua ba, estos amuletos que llevan las mujeres son piezas exclusivas de la cul-
tura ashanti y su forma no se halla en otras manifestaciones artísticas negroafrica-
nas. Se ha observado una cierta vinculación entre los akua ba y los espejosegipcios 
del Imperio Nuevo.

Otra causa de la desaparición de magníficas tallas africanas, que es necesario considerar, es el propio material en el que más corrientemente se expresó la plástica africana, la madera, que en su medio ambiente original se encuentra amenazada por los factores ambientales de calor, y sobre todo de humedad, y también por roedores e insectos xilófagos, por lo que las tallas, incluso las elaboradas con maderas muy duras, no sobreviven largo tiempo.

Elefantes de oro (Museum of Mankind, Londres). Pieza de orfebrería de la cultura ashanti datada en el siglo XVIII. La importancia del arte ashanti radica en estos pequeños objetos de oro, en este caso de carácter ornamental, trabajados con la técnica de la cera perdida.

Paradójicamente, las tallas africanas más antiguas son las conservadas en museos europeos. Lo mismo sucede con piezas esculpidas en otros materiales, como el marfil, tan apreciado en Europa, y que en cambio en la propia África se utiliza muy raramente y sólo en objetos suntuarios usados por los reyes de los pequeños estados feudales. Precisamente, de este material son las piezas más antiguas procedentes del África negra que se conservan en Europa, hechas por encargo de los propios europeos y con temas de inspiración también europea. Se trata de copas, saleros, cucharas, trompas y colmillos de elefante cubiertos de escenas en relieve y también de crucifijos y cálices. Las escasas esculturas de madera que se conservan de los primeros siglos de contacto entre Europa y África carecen de documentación y a veces tan sólo se conoce de ellas el lugar de origen.

La inicial aproximación admirativa, por parte de los artistas de las vanguardias europeas, al arte negroafricano fue seguida, en el período entre las dos guerras mundiales, y de modo progresivo, por el interés del mundo científico por descubrir el significado que aquellos objetos tenían para las sociedades que los habían creado. Se promovieron entonces numerosas expediciones constituidas por antropó­logos, sociólogos, arqueólogos e investigadores del arte, para el estudio en profundidad de la compleja y plural cultura de las etnias negroafricanas.
Talla de marfíl (Colección privada). Detalle de una talla re-
alizada sobre un colmillo de elefante por un artista congole-
ño del siglo XIX. Procede de la antigua ciudad de Loango, 
cerca de la desembocadura del río Congo.

Esta etapa, realmente positiva y fructífera, fue interrumpida por la II Guerra Mundial, tras la cual las naciones europeas, concienciadas de los errores cometidos por un imperialismo sin escrúpulos, iniciaron el proceso de descolonización de los territorios africanos. Este proceso, complejo y difícil, plagado de conflictos políticos, económicos y sociales, ha sumido a las sociedades negroafricanas en un profundo desconcierto, en gran parte debido a la imposición, por parte de los colonizadores, de esquemas culturales que eran ajenos a las etnias africanas y por la destrucción de los suyos.

Colgante de oro (Museo de Abidjan) . Pieza que representa una cara humana, realizada por los akan, grupo etnolingüístico de la zona de Costa de Marfil.

Entre los muchos daños que esa situación ha determinado se halla también la lenta desaparición de las raíces de las que se alimentaba el arte autóctono.

No obstante, con toda seguridad, surgirán en un futuro inmediato nuevos artistas que lograrán aunar la antigua plástica con las nuevas corrientes culturales que van surgiendo en los modernos países del África negra.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Desarrollo histórico del arte negroafricano

Aunque poco conocido, el arte negroafricano abarca un período extenso, de casi 30.000 años. Las primeras muestras conservadas son de hacia el 26000 a.C. y consisten en pinturas y grabados rupestres en la zona de Namibia. No se descarta que en futuras excavaciones y exploraciones se encuentren vestigios anteriores ya que el género humano se originó en este continente.

Cabeza Jemaa (Comisión Nacional de Monumentos, Lagos). Fechada hacia el año 500 
a.C.,  esta escultura realizada en terracota por la cultura Nok procede del yacimiento ar-
queológico de Jemaa, que está en el estado de Kaduna (Nigeria).

En la zona del Sahara existen numerosos ejemplares también de arte muy antiguo, de la época neolítica, si bien de un momento más reciente que el de África meridional. Se trata también de pinturas y grabados de entre el 8000 a.C. y el siglo I d. C. En este mismo lapso histórico en la zona alta del río Nilo se desarrolló, entre el 8000 a.C. y el 500 d. C., el reino negro de Nubia (actual Sudán), con interesantes manifestaciones artísticas. A partir de los primeros contactos con el mundo egipcio, en torno al 2000 a.C., empezaron a trabajar materiales nobles, de los cuales nos han llegado algunas piezas.

Desde mediados del I milenio a.C. las poblaciones saharianas se expandieron hacia el sur y se tienen muestras de su presencia en la cuenca del río Níger. Destaca la ciudad de Djenné, con su gran mezquita, que fue fundada entorno el 250 a.C. y que se desarrolló gracias al comercio hasta llegar a su mayor expansión en el850 d.C.

Entre el 500 a.C. y el 200 d.C. se desarrolló en la zona media del río Níger la cultura Nok. El nacimiento de este pueblo sigue siendo un misterio, igual que el significado de sus esculturas. Un poco más al sur y en torno al año 350 a.C. se tienen las primeras muestras de la cultura Ifé, la cual desarrolló magníficas cabezas en bronce y terracota, que demuestran la perfección de los artesanos en el momento de usar la técnica de la cera perdida en tan remota época.

Pirámides de Meroe, en la margen derecha del Nilo (Sudán septentrional). Hace 1.200 años, en esta zona se desarrolló el reino de Meroe, que alcanzó gran importancia durante la XXV dinastía egipcia. En la necrópolis hay unas 50 pirámides y, a pesar de ser más pequeñas que las egipcias, las pirámides de Meroe tienen un estilo distintivo y elegante. 

Poco se conoce de lo que sucedió en África hasta el año 500 d.C. Se sabe, sin embargo, que en el sur del continente se seguían pintando y grabando rocas y cuevas. Sin embargo también se han encontrado los restos de siete esculturas en un yacimiento cercano a Pretoria (Sudáfrica). Están realizadas en loza y, según los datos de la datación por radiocarbono, fueron enterradas en torno al año 500, lo que las convierte en las piezas escultóricas más antiguas del hemisferio sur africano.

En Etiopía, entre el siglo I y VII, se desarrolló el reino cristiano de Axum. En este estado se originó un arte sacro cristiano. Cabe señalar, por su monumentalidad, las estelas funerarias de unos 20 metros de altura que se erigieron cerca de la ciudad de Yeha, con motivo de la muerte de personajes de la elite política y religiosa.

A partir del año 500 hay que diferenciar el arte africano según la zona de su producción, distinguiendo así dos grandes centros: África occidental y África suroriental. En la zona occidental aparecieron diversos reinos que se enriquecieron por el comercio transahariano entre los pueblos del norte y los del sur del desierto. El primero de estos reinos en surgir fue el de Sonninké, en Ghana, y se convirtió en uno de los centros principales.

Estelas funerarias en Aksum (Etiopfa). Estos monumentos fueron realizados durante la é-
poca aksumita (siglos III-VII) y se conservan un centenar de obeliscos de sección rectangu-
lar que pueden medir 24 metros como el que se reproduce aquí.

Entre el 500 y el 800 se desarrolló enormemente la ciudad de Djenné, que junto a la civilización previa de los Nok, fueron uno de los primeros en dominar la técnica del hierro, y entre el siglo X y XV, elaboraron magníficas piezas de terracota. Desgraciadamente, las excavaciones no profesionales han expoliado muchos de estos testimonios y hoy poco se puede descubrir acerca de su significado. Sin embargo las pocas investigaciones profesionales han revelado que eran objetos ceremoniales que eran enterrados junto a otros objetos rituales.

A partir del siglo VI, surgió en Ghana el reino de Kumbi Saleh, donde se construyó una fascinante mezquita de piedra alrededor del siglo X y fue una de las primeras en erigirse al sur del desierto del Sahara.

En la costa guineana siguió desarrollándose la cultura lfé y su magnífico arte, prolongándose ambos hasta el presente. En torno al siglo IX, en la zona del curso bajo del Níger encontramos las muestras de bronces Igbo Ukwu, que han suscitado muchos interrogantes por el hecho que en la zona no se encuentra el cobre necesario para realizar la aleación de bronce.

Hombre sentado (Galerfa Entwistle, Londres). Procedente de Mopti, en la región 
central de Mali, esta escultura de terracota data del año 1400 y representa a un 
hombre de edad madura, sentado con los brazos cruzados y apoyados en las rodi-
llas, en una actitud pensativa. 

La zona suroriental del continente continúa ofreciendo durante el I milenio a.C. muestras de arte rupestre. Sin embargo a partir del siglo Vlll, empieza a desarrollarse el comercio árabe en la costa oriental y prosperará de manera inaudita el mundo swahili. Entre los productos principales estaban el oro y el marfil, así como las primeras acuñaciones monetarias en cobre.

A partir del año 1000, las zonas más occidentales del continente empezaron a prosperar gracias al comercio transahariano. Se desarrollaron diversos imperios, entre los que destacan los de Malí y Songhai. Las muestras artísticas de este período consisten en objetos y figuras de terracota deliciosamente trabajadas, así como en tallas de madera que representan a divinidades de la cosmogonía Dogon.

Ruinas del Gran Zimbabwe. Restos de lo que fue una importante ciudad, núcleo de una poderosa civilización conocida como Imperio Monopotama, que ocupaba áreas de Zimbabwe y de Mozambique. En este sitio arqueológico se halló el Pájaro de Zimbabwe, que es el emblema del país.

Figura masculina (Comisión Nacional de Monumentos, Lagos). Escultura en 
esteatita realizada entre los siglos XII y XV, que representa a un hombre senta-
do, procedente de Nigeria.

La zona del golfo de Guinea y del río Níger siguió con su producción de excelentes figuritas de terracota así como de piezas de bronce que, seguramente, empezaron a exportar con el incipiente comercio.

Tambor (Museo de Arte Africano, Washington).
La característica de este tambor es la base ta-
llada en madera que representa una figura
humana. Procedente de Nigeria, esta pieza pre-
senta todos los elementos típicos del arte yo-
ruba: rasgos estilizados, rostro de perfil conve-
xo y ojos abultados.

En África suroriental surgió con fuerza el reino de Mapungubwe, en el río Limpopo. Esta zona era rica en oro y marfil y exportaron estos materiales al país swahili a cambio de cristal, telas y especias chinas. Los artistas mapungubwe fueron excelsos en el trabajo del metal, especialmente el oro, y entre sus piezas destacan los rinocerontes de plata sobredorada. Este emplazamiento fue abandonado con la aparición, en el siglo XIII, del Gran Zimbabwe. Los restos arquitectónicos de la capital son impresionantes por sus dimensiones, y sus murallas alcanzan los 10 metros de altura. Parece ser que los zimbabwenses fueron mejores arquitectos que artesanos, pues no nos ha llegado ninguna muestra de arte excepto unos pájaros antropomorfos de piedra, que en el año 1980 fueron adoptados como símbolo nacional de Zimbabwe.

A partir del siglo XIII se desarrolló en la zona del río Níger el reino de Benin cuyas piezas metálicas son de gran importancia. En la misma zona se han conservado muestras artísticas de los Yoruba y sus diversas etnias. Entre el 1400 y 1600 lo más interesante de la parte occidental de África son las tallas de madera de los Dogon. En este momento también en la zona del golfo de Guinea, debido a la llegada de los europeos y con el comercio intercontinental, surgirá el llamado arte afroportugués, que consiste en la elaboración de piezas africanas con temática europea, principalmente en marfil.

Puerta esculpida (Colección privada). Hoja de una puerta datada en 1850, que pre-
senta unos relieves con temas cosmogónicos. La pieza procede de Mali y fue realiza-
da por la etnia Dogon.

Después de esta breve historia de la evolución del arte africano, sólo cabe decir que la zona noroccidental del continente ha sido mucho más rica en muestras artísticas que el área suroriental. El arte africano es, por encima de todo, ritual, y su función no es la del arte por el arte, sino que participa íntimamente de la vida y de las creencias de los pueblos. Sus técnicas no han evolucionado excesivamente desde los orígenes y se siguen empleando las más primitivas. Tampoco se han desarrollado sus formas, porque al participar de esta idea de ceremonia, ha de tener un significado estricto y no puede variar, porque el arte africano es mucho más que un objeto, es todo un mundo.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

La Dama Blanca de Brandberg


Se trata de una pintura rupestre hallada en 1918 al sudeste de África, en Namibia. La obra está datada entre los años 1000 al 650 a.C., y su nombre es fruto de la errónea interpretación que su descubridor, el topógrafo alemán Reinhard Maack, difundió entre los investigadores. Y es que esta figura no es de color blanco. Luego, la figura fue considerada durante años por Abbé Henri Brueil como una mujer europea. La fama de Brueil como experto en arte prehistórico europeo y como pionero en arte namibio elevó a la categoría de cierta esta interpretación durante mucho tiempo.

Además, con el nombre de Brandberg se hace referencia en Namibia a una montaña que ya se ha hecho famosa en el mundo entero por los tesoros artísticos que alberga. De este modo, ha pasado a tener prácticamente la misma categoría en la Historia del Arte que otros yacimientos, como las cuevas de Altamira a las de Lascaux. Esta montaña, cuyo nombre traducido sería algo así como "montaña ardiente", es el techo de Namibia, pues mide 2.606 m sobre el nivel del mar. En ella se conservan un buen número de pinturas, entre las cuales la más famosa es, sin lugar a dudas, la Dama Blanca, que forman parte del patrimonio artístico de un país que cuenta con un buen número de obras de arte prehistóricas, algunas de las cuales son muchísimo más antiguas que esta Dama Blanca de Brandberg.

No fue hasta finales del siglo XIX cuando los exploradores europeos empezaron a percatarse de la multitud de representaciones artísticas antiguas que abrigan las montañas del país. A diferencia de lo que se da como regla general en el Europa, donde las obras de arte rupestre hay que buscarlas en el interior de las cuevas, en Namibia, y en la montaña de Brandberg, muchas de las pinturas se hallan en el exterior, en las partes más elevadas, algo resguardas de las inclemencias del tiempo.


Precisamente, la representación con la que se encontró Reinhard Maack no se encuentra, hablando con exactitud, en una cueva. La Dama Blanca está en una cornisa de la montaña, protegida por una pared de roca. Maack realizó este descubrimiento en enero del año 1918 y fue él el responsable de la denominación errónea con la que parece haberse quedado definitivamente esta figura.

Con posterioridad, Brueil creyó encontrar en la representación motivos mediterráneos, atribuyendo su realización a navegantes griegos, y en su figura central una delicada mujer occidental, de piel blanca. Más tarde se contempló como idea más factible el que se trate de una cazadora. Una cazadora de gran fuerza dinámica, vestida con leotardo blanco o con las piernas embadurnadas de blanco y portando arco, flechas y una flor. La mujer aparece en el centro de la escena, rodeada por un cortejo de múltiples personajes más pequeños que ella incluyendo animales, lo cual puede denotar su categoría. Asimismo, cabe señalar que existen otras representaciones de similares características compositivas, como la Dama Blanca de Damaraland y la Dama Blanca de Auanrhet.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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