Es
aceptado que África fue la cuna de la humanidad. Así pues desde el Paleolítico más
antiguo ha habido existencia humana en el continente africano. Se cree también
que los grandes avances se desarrollaron en el continente negro entre el 10000
y el 5000 a .C.,
momento en que se "domesticó" la agricultura en el curso del río
Nilo. Sin embargo, todavía no se ha podido determinar si la agricultura se
difundió desde Egipto al resto de África o se desarrolló independientemente en
cada lugar.
El norte de África difería mucho del aspecto actual
hacia el 5000 a .C.
Una enorme parte de la población africana vivía en el actual desierto del
Sahara, que en esos momentos estaba cubierto por ríos, lagos y amplias praderas
y había una gran variedad de fauna y de flora. La desertización empezó hacia el
2500 a .C.
a causa del cambio climático y la zona se despobló completamente hacia el 500 a .C. Los movimientos
migratorios fueron muy frecuentes en toda África a partir de mediados del III
milenio a.C. Los saharianos empezaron a moverse hacia el sur (el Sahel) y el
este (valle del Nilo), llevándose consigo su cultura y mezclándose con los
indígenas de las nuevas zonas que habitaron.
Todos estos primitivos pobladores desarrollaron un
arte rupestre que se extiende por todo el continente. Los restos artísticos del
Sahara son los más interesantes y cuantiosos de los conservados, sin embargo se
pueden apreciar otras muestras relevantes en otras regiones africanas.
En origen, la zona del Sahara era habitada por
beréberes, negros y árabes. Después de una primera migración causada por las
condiciones climáticas adversas, los pueblos negros tuvieron que dirigirse
hacia el sur (el Sahel y la sabana) empujados por el expansionismo
árabe-bereber. Sin embargo, la existencia de las tribus negras en el centro del
desierto del Sahara se perpetuó gracias a las pinturas murales que ahí se han
conservado: aparecen hombres negros y blancos y nos narran sus formas de vida,
su experiencia ante lo desconocido y su supervivencia en un medio cada vez más
hostil. Además de estas escenas más "costumbristas" aparecen símbolos
míticos, rituales religiosos y de fertilidad y conjuros contra lo
sobrenatural. Es probable que en los abrigos rocosos en los que se encuentran
todas estas pinturas se celebraran las reuniones de los jefes de los clanes y
se realizaran diversos ceremoniales, que servirían de inspiración para su
plasmación en la pintura.
Este primer arte entronca perfectamente con el arte
negroafricano, por su cerrado simbolismo y sus convenciones, por lo cual no es
difícil pensar que pudiera haber sido su germen. Las pinturas rupestres
africanas se basan en los colores básicos, obtenidos de las tierras y las
plantas, como el rojo, el ocre, el blanco, el negro y el amarillo, incluyendo a
veces el azul y el verde. En la actualidad, todos estos colores están todavía
presentes en las máscaras y trajes de los bailarines rituales.
Del mismo modo, en esta pintura antigua, se
representan figuras humanas de grandes
proporciones junto a otras de menor tamaño. Esta "perspectiva
jerárquica" es habitual en el arte de las culturas antiguas y sigue siendo
corriente en el arte africano contemporáneo. Así en el arte africano, siempre
se dará preponderancia a la cabeza, como parte principal del cuerpo, igual que
el "rey" será representado de mayor tamaño que el resto de figuras.
Sin embargo, esto no quiere decir que el arte africano no haya evolucionado,
sino que sigue participando de un elemento prístino en el cual, el arte, la
religión y la experiencia humana son un todo imbricado.
Se conoció el arte rupestre africano mucho antes
que el arte prehistórico europeo. La primera noticia escrita sobre el africano
es de 1721, cuando un misionero portugués notificó a la Real Academia de
Historia de Lisboa que había visto pinturas en rocas y cuevas de Mozambique que
representaban a animales. Posteriormente, se habló de las pinturas bosquimanas
en el sur de África, en 1754. Cabe recordar que el primer descubrimiento de
arte rupestre europeo es de mediados del siglo XIX y que Altamira y Lascaux, se
encontraron en 1879 y 1940 respectivamente. Los grabados del norte de África
fueron descubiertos por militares franceses en el sur de Orán (Argelia) en
1847. Notificaron la existencia de dibujos en la roca de avestruces, toros,
elefantes, leones y seres humanos. Se supone que a raíz del conocimiento que se
tenía de este tipo de pintura africana y del descubrimiento del arte
prehistórico europeo, se multiplicaron las expediciones en búsqueda de este
arte por toda África. Así, en el primer tercio del siglo XX, se empezó a
trabajar en la zona del Tassili (Sahara argelino), copiando las pinturas y
catalogándolas, bajo la supervisión de Henri Lhote.
Pese a todo, el arte prehistórico europeo y el
africano no tienen mucho en común. El europeo se suele datar entre el 30000 y
el 10000 a .C.,
mientras que el africano es de entre el 8000 y el 6500 a .C., siendo un caso
más que excepcional la zona de Namibia donde se han encontrado muestras de
hacia el 26000 a .C.
Otras diferencias entre ambos artes son la práctica inexistencia de escultura
prehistórica en África, siendo muy común en Europa, así como la primacía del
arte zoomórfico europeo frente al antropomórfico del continente africano.
Los restos más numerosos de pinturas y grabados se
encuentran en la parte septentrional de África, en especial en la zona
sahariana. Se han contabilizado entre 30.000 y 40.000 muestras de este arte. Se
ha podido reconstruir parte de la historia sahariana a través de las pinturas
que allí dejaron sus habitantes y se sabe que el Sahara era una zona muy fértil
y plagada de animales que hoy ni es posible ni imaginar que hubieran estado ahí:
elefantes, hipopótamos, rinocerontes y búfalos.
A falta de disponer de u.na datación absoluta para
todas estas muestras artísticas, Herni Lhote y Fabricio Mori, establecieron
cuatro grandes períodos basados en los elementos más representativos de éstas,
que plasman el tipo de vida de sus habitantes y la fauna que existía en cada
época.
El primero de ellos es el llamado estilo "de
los cazadores", que abarca desde el 7000 - 6000 al 4000 a .C., también llamado
período Bubalus antiquus porque en él
sólo se representan animales propios de cuando el Sahara era un territorio
fértil, corno el búfalo (de aquí el otro nombre del período), el elefante, el
rinoceronte, el hipopótamo y la
jirafa. Son grabados muy detallistas y naturalistas,
normalmente de grandes dimensiones, y trabajados con profunda incisión, pulidos
mediante abrasión. A parte de las representaciones zoomorfas cabe destacar la
presencia de figuras humanas, siempre armadas y dispuestas para la caza.
Pintura del Sahara en estilo
vacuno o "de los Pastores". La presencia de
las pinturas. en lo que en la actualidad es un lugar desértico, indican un
pasado húmedo. |
El segundo estilo es el "de los pastores"
(o vacuno), situado entre el 4000 y el 1500 a .C. Se caracteriza por representar
bóvidos, además de los animales anteriormente citados, a excepción del búfalo,
crucial en el período "de los cazadores". Las figuras son menos
naturalistas, hechas con pigmentos negros, rojos y blanquecinos; desapareciendo
en ellas la profusión de detalles y el gran tamaño, típicos de la época
precedente.
En tercer lugar, hallamos, a partir del 1500 a .C., el llamado
período "de los caballistas", el cual se encuentra a su vez
subdividido en tres apartados: el del carro, el del jinete, y el del camello.
Tal como su nombre indica, esta etapa se caracteriza por las representaciones
de personajes montando animales, y se distingue por sus figuras sintéticas y
estilizadas, además de por la introducción de elementos novedosos, como los
animales domésticos.
Finalmente, la última etapa es la llamada "de
los camelleros", que se inicia en los primeros siglos de nuestra era y
abarca hasta el momento presente. Sus rasgos principales, tanto en grabado como
en pintura, son la esquematización de las figuras, la representación de los
animales propios del desierto y las reducidas dimensiones de los motivos.
Esta cronología permite ver que los grabados son
anteriores a las pinturas. Cabe añadir que los artistas utilizaron pigmentos
elaborados con elementos naturales, como por ejemplo el óxido de hierro, el
óxido de zinc y el caolín. Para las tonalidades oscuras usaron huesos quemados
o carbón vegetal. La gama cromática es principalmente de colores básicos cuyos
aglutinantes eran leche, miel y clara de huevo.
Como ya se ha apuntado, aparte de los ejemplos
saharianos, se encuentran muestras de arte rupestre en el continente africano.
En la región oriental cabe destacar los restos hallados en Tanzania, Uganda y
Kenya, así como los de las regiones de Harar (Etiopía) y Darfur (Sudán). En
estas zonas priman las representaciones animalísticas de pequeño tamaño y de
escasa policromía. Su datación es difícil de establecer, aunque se cree que
corresponden al período sahariano "de los camelleros".
Jirafa, en las colinas de Tsodilo
(Botswana). Esta estilizada jirafa es un magnifico representante del arte
rupestre del sur de África. |
En la zona meridional hay centros importantes en
Malawi y Zambia, que se caracterizan por sus dibujos crípticos y abstractos,
así como por su antigüedad. Por otra parte, encontramos otros ejemplos en la
zona más al sur del continente, destacando la cueva Apollo 11
(Namibia) datada alrededor del 26000
a .C. y la cueva Wonderwerk (Sudáfrica) del 8000 a .C.
Aparte del arte mural, se han conservado numerosos
objetos de piedra, procedentes sobre todo de la zona sahariana, los más
antiguos de los cuales son contemporáneos al Homo erectus.
El arte rupestre africano contempla, en definitiva,
un lapso de tiempo considerable, de unos treinta mil años. La gran extensión de
su cronología se debe, en parte, a la existencia aún hoy en día de poblaciones
que siguen empleando las mismas técnicas y recursos parecidos a los que usaron
sus antepasados, perpetuando, así, la historia de estas prácticas artísticas.
Fuente:
Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat
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