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Artistas de la A a la Z

Las técnicas cerámicas

Las piezas cerámicas más antiguas que se han descubierto en el continente africano se remontan al VI milenio a.C., tal como demuestran ciertos fragmentos hallados en el desierto del Sahara.

Mwana Hiti (Museo de Etnologra AMPK, Ber-
lín). Figura de forma cilindrica y muy estiliza-
da, procedente de Tanzania, que representa a u-
na muchacha. Las utilizan las jóvenes durante 
su reclusión ritual antes de la ceremonia de ini-
ciación.
Pueden distinguirse entre dos tipos de objetos cerámicos: las esculturas y los utensilios de uso cotidiano. A pesar de estar fabricados con las mismas técnicas, éstos difieren radicalmente en cuanto a su funcionalidad y naturaleza. Mientras la escultura puede tener significación ritual o mágica, los elementos domésticos eran concebidos para resultar prácticos en el hogar. Estos últimos podían contener leche o grano, cerveza o miel, hierbas curativas e incluso las cenizas de los familiares fallecidos. Cada uno de ellos adaptaba su forma y aspecto externo a su funcionalidad precisa.

La cerámica africana antigua estaba habitualmente modelada por mujeres, ya que el acto de realización de este tipo de obras se encontraba íntimamente relacionado con los rituales de fertilidad y el proceso de creación de la vida. Sin embargo, y como se verá un poco más adelante, existen ciertas culturas en las que son los hombres quienes se ocupan de esta labor.

Los objetos cerámicos africanos tradicionales están modelados a mano, sin la utilización de la rueda de alfarero. Si bien en la actualidad ésta se halla presente en algunos centros productores, las técnicas ancestrales de manipulación y tratamiento de la arcilla siguen siendo las más expandidas en la mayor parte del continente, sin peligro de desaparecer próximamente. De hecho, trabajar el material a mano presenta más dificultad que hacerlo con la rueda de alfarero, por lo que los objetos realizados mediante esta técnica requerían mayor destreza que los hechos utilizando medios mecánicos.


Máscara yoruba (Museo de Arte Africano, Washington). El 
arte yoruba, fuertemente deudor del de lfé y Benin, desa-
rrolló numerosas representaciones de divinidades.
En la imagen se muestra una pieza que se caracteriza por su
reducido tamaño en comparación con otras como las de los 
baga de Guinea. Las máscaras africanas ofrecen un gran aba-
nico de representaciones, unas más "realistas" y otras de ca-
rácter eminentemente simbólico. También son muy variadas
sus dimensiones.

Taburete (Museo del Congo, Bruselas). Talla en madera procedente de Lubason-
gye (Congo). El trabajo de la madera presenta múltiples variaciones. sufriendo a 
menudo manipulaciones con pátina o barniz, que dan a las esculturas bellos ma-
tices, como se aprecia en la pieza de la imagen.

Como ya se ha avanzado, tanto los receptáculos como las esculturas cerámicas africanas se realizaban teniendo en cuenta las mismas técnicas, ya que normalmente una sola persona se encargaba de fabricar el material y de darle forma. El creador, una vez preparada la arcilla mezclando la tierra seleccionada con agua, colocaba una pequeña cantidad de ésta sobre un soporte, para realizar la base del objeto. Encima de la misma se iba construyendo el artefacto, a través de diferentes trozos que se modelaban con las manos de forma individual. Sin embargo, en determinadas regiones del continente, se usaban otras técnicas para construir los objetos. Las mujeres ashanti de Ghana, por ejemplo, los elaboraban a partir de una única porción de arcilla; al igual que los artistas cerámicos de Sokoto.

Panel de madera esculpida (Musée de I'Homme, Pa-
ris). Además de esculturas y máscaras de madera, los 
pueblos africanos trabajaron a menudo objetos del mo-
biliario, como las puertas y los pilares de los palacios 
reales.

        Generalmente, los objetos se dejaban secar al sol hasta que perdían toda la humedad. Entonces, se procedía a su cocción, para lo cual se colocaban sobre una capa de maleza, eran recubiertos con hierba y, finalmente, se prendían con fuego. Aunque la duración de la cocción variaba según las dimensiones de la pieza y las regiones donde se efectuaba, habitualmente ésta se prolongaba entre 15 minutos y un par de horas. Los hornos no empezaron a ser utilizados hasta el final de la sociedad tribal, por lo que hoy en día muchos pueblos africanos siguen elaborando sus objetos cerámicos con las técnicas ancestrales de sus antepasados.

        Los utensilios que se usaban para la fundición de estas piezas eran, por regla general, elementos sacados del entorno natural, como vainas, trozos de cuero y guijarros, e incluso pequeñas varillas de madera para efectuar las decoraciones del exterior antes de su secado. Después de éste, se podían realizar ornamentaciones con incisiones de cuchillos o incluso con pigmentos.

        Nigeria es uno de los lugares que alberga restos de cerámica de gran antigüedad, en especial procedentes de la cultura de Nok. Estos pueblos sobresalieron en las representaciones escultóricas de cabezas y partes del cuerpo, algunas de ellas de tamaño real, y se les puede considerar como precursores de este tipo de producción en el continente.

        Además de la cultura de Nok, en Nigeria también es destacable la presencia de los lfé, cuya tradición cerámica es igualmente remarcable. Probablemente influenciados por el pueblo Nok, los Ifé produjeron también esculturas de gran naturalismo, tratándose de las dos únicas culturas africanas en haber construido figuras de seres humanos a tamaño natural.

Bote de cerámica (Museo Horniman, Londres). Realizada por la etnia yoruba de Nigeria, esta 
vasija se utiliza para guardar agua o el licor obtenido de la palmera.

        Ghana es una de las regiones productoras de cerámica, que destaca tanto por lo que se refiere a su producción ritual como a sus esculturas y otras piezas de uso doméstico. En esta región, las mujeres tenían prohibido realizar piezas cerámicas con formas antropomórficas o zoomorfas. De su elaboración y también de la ornamentación se ocupaban, entonces, los hombres. La leyenda cuenta que una mujer, después de haber modelado este tipo de obras, se quedó estéril, al haber confundido su rol de madre con el de alfarera.

        Los pueblos ashanti de Ghana se revelan como unos de los creadores más interesantes, expertos en la confección de los denominados abusua kuruwa. El término kuruwa significa utensilio para líquidos, elaborado por un hombre, y abusua quiere decir familia, o clan. Estos recipientes familiares, tienen una funcionalidad ritual ya que son usados durante las ceremonias que siguen a los entierros, para albergar los cabellos de los familiares vivos, y ser enterrados con sus restos, así como con otros objetos de características semejantes. Por otra parte, los ashanti son también especialistas en la realización de mogyemogye, o "mandíbulas", un receptáculo destinado a contener el vino usado en ciertas ceremonias de libación tribales. Este tipo de trabajos es especialmente bello y ornamental, siendo muy apreciado en la actualidad por los coleccionistas.

Figuritas Matakam (Colección privada). Estas dos vasijas huecas de terracota representan a un hombre y una mujer exageradamente caracterizados por sus atributos sexuales. La cultura matakam, de la que se conservan algunos vestigios tribales en las montañas de Camerún, sufre en la actualidad una progresiva extinción de sus tradiciones debido a la tremenda expansión de la civilización occidental. Anclada en las costumbres del neolítico. el estilo de vida Matakam se ha mantenido aislado del contacto del hombre blanco hasta los albores del siglo XX.

       La región central del continente africano, especialmente la actual República del Congo, es así mismo una de las zonas más interesantes por lo que respecta a la producción cerámica. Se trata de un área especialmente rica a nivel tipológico, como también lo es el noreste de África, cuyas piezas de uso doméstico destacan de entre el resto por su sencillez y delicadeza. Burundi es igualmente un país con una rica herencia cerámica, cuyo ejemplo más representativo podrían ser los utensilios en forma de pequeñas calabazas, tan sugestivas y sofisticadas que se han llegado a comparar con objetos decorativos japoneses.

        El caso de Uganda es especial, ya que en este país se han hallado un tipo de representaciones atípicas, sin parangón en el resto del continente. En el yacimiento de Luzira Hill, no muy lejos del Lago Victoria, se descubrió una serie de cabezas y torsos en terracota, de pequeño formato y de características formales muy peculiares. Aunque no se conoce todavía la fecha exacta de su realización, se cree que fueron elaboradas hace más de 400 años. Sin seguir criterios naturalistas, estas figuras de proporciones aleatorias transmiten, sin embargo, una gran fuerza expresiva.

Máscara funeraria ashanti (Colección privada). Procedente de Ghana, esta pie-
za de cerámica es una muestra de la orfebrería de carácter funerario que solían 
realizar los artesanos de la cultura ashanti. Estas esculturas de arcilla presenta-
ban unos rasgos muy naturalistas y se acostumbraban a enterrar junto a conos 
de tierra destinados a las tumbas de personajes ilustres.
En pueblos vecinos, dichos betilos también sirven como mojones de culto propi-
ciatorio de la fertilidad y la resurrección.

        Nigeria es otra de las zonas más interesantes por lo que se refiere a sus producciones cerámicas antiguas. La cultura yoruba, presente en la parte occidental del país, es conocida por haber fabricado recipientes para el culto a los dioses. Éstos se hallan en su mayoría bellamente ornamentados, sobre todo en el extremo suroeste de la región, cerca de la frontera de Benin. A diferencia de los ashanti, en los yoruba era la mujer quien modelaba la cerámica, y el hombre se dedicaba a las obras que requerían el trabajo con bronce fundido.

Vaso circular igbo (Colección privada). Este recipiente globular de terracota, probablemente realizada por artesanos nigerianos en el siglo X, presenta asideras en forma de cola de serpiente y una elaborada ornamentación incisa. De entre las 250 etnias que conforman el Estado de Nigeria, los pueblos del sureste engloban predominantemente la cultura igbo, cuyo amplio sector poblacional se convirtió al cristianismo con la llegada del hombre europeo.

      Los igbo, también pertenecientes a la actual Nigeria, conservan una tradición cerámica excepcionalmente variada, semejante a la de los pueblos del Congo. Sus piezas, de formas, colores, texturas y estilos muy diversos, se cuentan entre las más famosas de África, destacando entre ellas las concebidas para el culto a los antepasados.

Vaso circular zulu (Museo Horniman, Londres). En las ceremonias zulu la ingesta de bebidas alcohólicas y psicotrópicas tiene un destacado papel ritual. Este recipiente de cerámica pulida proveniente de Sudáfrica servía como ofrenda de líquidos para los dioses.

        Finalmente, cabe poner de relieve las piezas cerá micas de la Kabilia argelina. Los kabilios, pueblo de agricultores y reputados joyeros, son también famosos por sus producciones en cerámica, y especialmente por las decoraciones geométricas de sus piezas. La tradición cerámica kabilia es muy antigua, de hecho, se tiene constancia de la existencia de piezas fechadas en el siglo VII a. C. Sus influencias son variadas, pero residen sobre todo en los estilos neolíticos de las costas mediterráneas. Sin embargo, la rica tradición kabilia parece estar despareciendo debido a las presiones de la industrialización y al peso de la religión monoteísta.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

El estilo de Igbo Ukwu

En la región africana del bajo Níger, a mediados del siglo XX, se encontraron fortuitamente varios objetos de bronce así como una cámara funeraria perteneciente a quien se cree era un gran dirigente religioso de los igbo, enterrado alrededor del año 1000. Este descubrimiento debe atribuirse a la familia Anozie y por este motivo a los yacimientos se les puso el nombre de sus miembros (lsaiah, Jonah y Richard).

Vaso ritual koma (Colección privada). Caracterizada por su cuello estrecho y las figuritas de animales y an-
tropomórficas que la decoran, esta pieza de terracota procedente de Camerún es una buena muestra del es-
tilo decorativo de los pueblos del Africa oriental.

Tarro con busto zande (Museo Horniman, Londres). Este jarro de cerámica 
ornada con una figurilla antropomórfica es típico del arte elaborado en arcilla
por los pueblos más ancestrales del Congo zaireño. Aunque originariamente 
se cree que los privilegios del artesano estaban sólo destinados a las mujeres, 
se conoce que gran parte de la producción escultórica está representada por fi-
guras femeninas predominantemente en la región del este, ya que en el resto 
del país se sufrieron las destrucciones iconoclastas de los misioneros cristianos
que vieron en la imagen metafórica de la "madre naturaleza" un signo de herejía
y de erotismo primitivista.

La excavación del emplazamiento fue llevada a cabo por el arqueólogo Thurston Shaw quien, en este primer momento, desenterró los esqueletos de cinco individuos, que probablemente eran esclavos al servicio de su amo, cuyos restos se hallaron un metro por debajo. Acompañando los cuerpos se encontró una gran cantidad de objetos: artefactos de marfil y madera, fragmentos de tejidos, cuentas de cristal y coralina, cerámica, cuchillos y unos 25 utensilios de bronces y varios objetos metálicos para uso personal (brazaletes, abanico, etc.), confeccionados mediante la técnica de la cera perdida.

Altar (Patronato de los Museos Nacionales, Edimburgo). Pieza de la etnia  igbo, 
procedente de Nigeria, que tiene una función ceremonial. Está esculpida en arci-
lla y representa con gran realismo a cuatro personajes: el gobernante sosteniendo 
un cuerno para beber, sus dos esposas embarazadas y un niño con un gong.

Para obtener la datación de todas estas piezas, se utilizó la técnica del radiocarbono, resultando fechadas en torno al año 900 d. C.; mucho antes de los bronces de Ifé y de las esculturas del palacio del Oba, en Benin. Igualmente, las obras de Igbo Ukwu superan a las anteriormente citadas en la calidad del metal utilizado para su confección. Parece ser que el cobre empleado en Igbo contiene como mínimo de un 5% de estaño; todo esto no hace sino demostrar el alto grado de refinamiento y técnica de esta cultura a la hora de confeccionar sus obras.

Entre las piezas sacadas a la luz en Igbo Richard, cabe destacar un objeto de bronce, representando un cráneo de leopardo engarzado en una varilla metálica, probablemente de cobre. Este elemento se halló junto a los restos del personaje principal enterrado en este yacimiento, así como una estatua ecuestre de peculiar belleza.

Pieza de altar igbo (Museo Nacional de Escocia, Edimburgo). Dedicada al espiri-
tu Yam, esta pequeña escultura de terracota de 40 cm presenta un grupo compues-
to por una figura central de un gobernante bebiendo de un cuerno sagrado, flan-
queado por sus dos esposas, quienes exhiben con indisimulado orgullo su avanza-
do estado de gestación. Creado en el siglo XIX por artesanos nigerianos del pue-
blo de Osisa, se cree que esta pieza de alfarería decorada con barnices marrones 
probablemente sirvió como objeto de culto supersticioso.

El más importante de los objetos hallados en el yacimiento Igbo Isaiah, es un recipiente de bronce, consistente en un pie con decorado con motivos geométricos que sostiene un cuerpo en forma de vasija ornamentada por ondas entrecruzadas. Toda la pieza está envuelta por una red metálica que simula una cuerda. Se desconoce la funcionalidad exacta de este objeto, si bien se han lanzado varias hipótesis al respecto. De todos modos, parece evidente que no era para uso doméstico y tenía que tener una función ritual.
Máscara ikorodo igbo (Museum of Mankind. Londres). Este tipo 
de máscara funeraria de bronce representa el espíritu de una joven
doncella de rasgos finos y marcados tatuajes faciales en las meji-
llas y rodeando sus ojos modiglianescos.
El elaborado y sofisticado peinado remite simbólicamente a la edad
de la mujer. Los igbo consideraban estas máscaras como la encarna-
ción de un muerto que sigue ocupándose de sus descendientes direc-
tos. Su colocación ritual durante las fiestas agrícolas anuales es un 
presagio de prosperidad para toda la comunidad, beneficiándose de 
una buena cosecha rindiendo tributo a la juventud y la fecundidad.

En el yacimiento de Igbo Jonah, a parte de numerosos objetos de hierro, cobre y terracota, sobresalen excelentes utensilios cerámicos ornamentados con motivos geométricos y zoomorfos, cuya funcionalidad era con toda probabilidad ritual.

Si tenemos en cuenta la naturaleza del territorio del bajo Níger, sorprende la utilización de ciertos materiales presentes en las obras, tales como la cornalina, el cristal y el cobre. En el caso de los dos primeros, parecen proceder de la India, hecho que probaría la existencia de un intercambio entre las dos regiones, así como de rutas comerciales, ya en la época. Por otra parte, se ha discutido mucho sobre la procedencia del cobre usado para obtener el Ukwu. bronce con el que se realizaron las piezas Igbo.

Debemos especificar que en aquel momento se desconocía la existencia de depósitos de cobre en la región. Por consiguiente, el material tuvo que ser importado desde otro lugar, como podría ser las Montañas de Air (al norte de Igbo Ukwu), el Congo o las minas de Azelik y Marandet, en el actual Níger. De la misma manera, se han hallado peque­ ños depósitos de cobre cerca del poblado de Abakaliki.

Además del hecho de que el material procediera básicamente del exterior, otro hecho que pone en duda la realización de estas piezas por el pueblo Igbo Ukwu es el hecho de que no se han encontrado restos de una manufactura de fundición de bronce en el mismo sitio. Al respecto, se han barajado varias teorías que contemplan la posibilidad de que los bronces fueran importaciones, trabajos locales realizados por artesanos extranjeros o, simplemente, piezas locales sin relación alguna con la tipología habitual en el área.
Cuenco de bronce igbo. Los jarros y los recipientes de la cultura lgbo realizados en bronce son exquisitamente refinados y están decorados con unos elaborados detalles ornamentales. Algunos presentan también bajorrelieves muy naturalistas que erróneamente se creyeron inspiradas en las formas de la Grecia clásica y que aún hoy continúan produciéndose en algunas tradiciones artísticas africanas.

El descubrimiento de algunas piezas en emplazamientas relativamente alejados de Igbo Ukwu (delta del Níger y las inmediaciones del río Cross), ha puesto de manifiesto la enorme afinidad tanto técnica como estilística a las piezas anteriormente descritas. Esto no ha hecho más que añadir más interrogantes al misterioso origen de las obras de esta cultura del bajo Níger. ¿Es probable que se exportaran bronces, o hubo un taller itinerante conocedor del estilo, que viajó por la zona? La falta de nuevos hallazgos arqueológicos y de una prueba fehaciente de la existencia de una industria de fundición en la región no permiten, de momento, dar lma respuesta definitiva a todas las dudas que los bronces de Igbo Ukwu plantean.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

El estilo de Owo

        Owo fue una importante ciudad yoruba que se fundó, según la tradición, a inicios del siglo XIII. Emplazada a medio camino entre Ifé y Benin, Owo se situaba en el único camino practicable entre las dos ciudades. Por lo tanto, la afluencia de viajeros marcó claramente la personalidad de este lugar, el cual se vio influido por ambas culturas, hecho que no pasa desapercibido en su arte.
Amuleto funerario igbo. Junto a los hallazgos arqueológicos de Ifé y Benln, los descubrimientos de los yacimientos de Ukwu de las antiguas colonias igbo revelan la existencia de una desarrollada civilización que conocía a la perfección todos los secretos de la escultura en bronce durante los siglos ix y X. Los refinados objetos hallados en estas tierras nigerianas confirman sus adelantos artesa- nales en este campo.

 
        A inicios del siglo XX, poco después del descubrimiento de los objetos artísticos owo, se creía que provenían de Benin por la similitud en sus formas. Sin embargo, la fuerte personalidad que transmitían hizo que en dos exposiciones organizadas en el Reino Unido -en 1949 y en 1951- se contemplara la posibilidad de que era un estilo diferente, si bien participaba de la tradición Ifé y Benin.

        En 1971 se llevaron a cabo unas excavaciones en el sitio llamado Igbo Laja, lugar en el cual, según la tradición, los owo se establecieron por primera vez. En las prospecciones se encontraron varias esculturas de terracota que demuestran la relación estilística existente con las otras dos culturas, pero que evidencian que el pueblo owo supo dotar a su arte de más vitalidad y energía. Se cree que, por la situación y tamaño de estas pequeñas esculturas, el lugar donde fueron depositadas estas piezas era un santuario, ya que algunas de ellas volvieron a ser utilizadas en generaciones posteriores al momento en que dejaron de realizarse.

        Gracias a las técnicas de datación de radiocarbono se ha establecido que estas estatuillas fueron realizadas durante la segunda mitad del siglo XV, siendo contemporáneas de las obras de las culturas Ifé y Benin, aunque algunos autores consideran estas últimas algo anteriores cronológicamente.

        Como ya se ha comentado, estas esculturas se caracterizan por su pequeño tamaño, así como por presentar claros rasgos negroides: rostro ovalado con los labios, párpados y nariz muy marcados.

Fragmento de escultura owo. La cultura owo de las regiones del Congo produjo una importante obra escultórica similar en realismo a las piezas halladas en las excavaciones de Ifé. Aunque generalmente se tratara de vasijas antropomorfas con cabezas femeninas con cuernos de carnero, se descubrieron otras muchas estatuas que se colocaban en los altares para el sacrificio, y a las que se adoraban como presagio de las buenas cosechas y como protección para los difuntos.

         Otra de las grandes producciones artísticas del estilo de Owo son los marfiles. Hasta la exposición de 1951, la cual supuso un hito en el conocimiento y atribución de piezas negroafricanas, se creía que las piezas talladas en marfil provenían de los pueblos yoruba o benin. Se analizaron con más profundidad, tanto a nivel técnico como iconográfico, y se descubrió que un cierto número de ellos contenían unos símbolos en común que no aparecían en las otras piezas conocidas. Este hecho levantó sospechas que los marfiles pertenecían a la cultura owo.

        Las piezas elefantinas están magníficamente talladas a cincel creando relieves muy interesantes y de excepcional belleza. Entre los temas más habituales se encuentra un misterioso pájaro con alas en forma de serpiente y cabeza humana. También algunas figuras humanas con las extremidades inferiores en forma de reptil (serpiente, cocodrilo, etc.) que se autosujetan las piernas recordando a las sirenas medievales. Otros motivos decorativos son las representaciones de siluros en posición muy similar a la de las figuras humanas.
Vaso de marfil Owo (British Museum, Londres). La escultura que ciñe este elabo-
rado recipiente tallado entre los siglos XVII y XVIII muestra una procesión del 
olowo, rey del pueblo yoruba. Estas escenas solían reunir un grupo de varias figu-
ras humanas unidas por una pitón y a veces también por un cocodrilo de enormes 
dimensiones. Estas representaciones invocaban habilidades sobrenaturales para el 
monarca extraídas de las propias fuerzas de la naturaleza, combinando en una mis-
ma imagen contrastes entre elementos acuáticos y terrestres, y divinos y humanos.

          Otro aspecto del estilo de Owo que se ha tenido en cuenta a partir de la exposición británica de 1951 son los bronces que, hasta entonces, se habían atribuido a la cultura Benin. Se trata de varias piezas procedentes del antiguo reino de Nupe, las cuales fueron denominadas "bronces Tsoede" en referencia al fundador mítico de esta cultura. Son figuras de tamaño considerable (aproximadamente un metro de altura), ricamente ornamentadas y muy bien trabajadas. Como en las piezas de terracota, presentan claros rasgos negroides e, incluso, algunas de ellas, están representadas con escarificaciones faciales. Estas piezas tienen una temática muy concreta y, habitualmente, figuran a guerreros o monarcas, con el aparejo propio de su estamento social.

Estatua del rey Tsoede. Esta representación
del antiguo monarca del pueblo yoruba mues-
tra muchas de las características del arte owo.
Según cuenta la tradición, la creación del pri-
mer reino Nupe de la Confederación Bini, en el
Estado de Nigeria, se debe a este legendario
rey que en 1530 consiguió unir todos los peque-
ños grupos étnicos de la región, formando una
enorme dinastía que sobreviviría hasta el siglo
XVIII. Durante generaciones, una de las princi-
pales fuentes económicas de esta región fue el
comercio de su exquisita artesanía en cerámica,
vidrio y metal, como pone de manifiesto el ela-
borado retrato de Tsoede, detalladísimo y muy
realista.

         El cambio de atribución de estas obras se debe a estudios recientes que han desvelado la presencia de una iconografía genuina y muy similar a los marfiles y piezas de arcilla comentadas anteriormente, consistentes en la existencia de ciertos motivos zoomorfos en determinados atributos de las figuras. Estos son aves con alas en forma de serpiente, cabezas de carneros y pájaros, figuras femeninas sujetándose las piernas como siluros, entre otros.

        Una vez estudiadas las piezas ha sido posible determinar que Owo, Ifé y Benin tuvieron sus propios estilos y técnicas, desarrollados de forma independiente, si bien es clara la influencia de los centros de Benin y de Ifé en el estilo de Owo. Cabe decir que tras la reasignación de piezas del curso bajo del río Níger, se ha considerado que Owo fue un centro artístico muy importante, equiparable al de otros lugares de la zona nigeriana, si bien es necesario realizar un estudio más profundo de las piezas para poder determinar con exactitud su pertenencia a esta cultura.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat


El arte afroportugués

El hijo de Juan I de Portugal, Enrique el Navegante, decidió que Portugal tenía que explorar las zonas recónditas de África, después de su victoria en la batalla de Ceuta (1415). A partir de entonces, y bajo su dirección, se iniciaron una serie de viajes de exploración, que culminaron con la circunnavegación del continente africano y el posterior establecimiento de colonias. En el año 1445 ya se había llegado al Cabo Verde, y en 1480 ya se conocía el golfo de Guinea. Con posterioridad se fue conociendo toda la costa africana hasta 1488, en que Bartolomé Dias dio la vuelta al Cabo de Buena Esperanza.

Máscara funeraria owo (Galería Entwistle, Londres). Hallada en el curso de unas excavaciones arqueológicas en Benin, esta máscara mortuoria de bronce realizada en 1650 presenta una cabeza de cabra, símbolo owo de la abundancia y la fertilidad. Se conocen otras representaciones femeninas de la diosa madre tocadas con un cuerno reticulado de carnero o arrollado en espiral y que respetan siempre las mismas proporciones anatómicas.

        Desde muy pronto los portugueses se establecieron en el golfo de Guinea, donde crearon numerosos fuertes y centros de comercio. El primero, y uno de los más importantes, fue la factoría fortificada de Sao Jorge da Mina (Elrnina, actualmente en Ghana) en el año 1482. En este lugar se comerciaba con los indígenas a cambio de esclavos, oro, marfil y especias. Desde este punto se entrará más tarde en contacto con el antiguo reino de Benin.
Estatua del rey N'Soyo. El realismo de esta escul-
tura angoleña manifiesta el posado orgulloso del
soberano, sentado en un pedestal manteniendo u-
na mirada soberbia al frente. El posterior empo-
brecimiento de su reinado se debió al comercio de 
esclavos que fomentaron los primeros portugueses 
que desembarcaron en el estuario del río Congo en
 1482.

        En ese mismo año, Diogo Cío llegó al estuario del río Congo (República Democrática del Congo) y remontando el curso alcanzó la capital del reino de los baKongo, Mbanza. El explorador portugués quedó sorprendido de la organización de ese estado, con el cual estableció rápidamente excelentes relaciones comerciales que beneficiaron a ambas partes. Fue tal el entendimiento, que el monarca baKongo se conyirtió al cristianismo en 1491 y, con él, muchos de sus seguidores. Desafortunadamente, esta cordialidad duró poco por la codicia portuguesa, y acabó en una guerra que destruyó el estado baKongo y propició que los kongoleses volvieran a su religión tradicional.

        Así pues, vemos que, a partir de las primeras incursiones portuguesas en África, el contacto europeo traerá consigo una profunda transformación de muchos aspectos de la vida social, cotidiana, religiosa, comercial y artística de los africanos. En este sentido, la influencia europea y cristiana en la zona de baKongo hizo que se adaptaran muchos de los antiguos objetos rituales, adquiriendo un nuevo sentido religioso. Como ejemplo podríamos mencionar el crucifijo, el cual adoptó formas artísticas africanas, y que, con la vuelta a los ritos ancestrales, obtuvo un sentido de fetiche.

        Fue en estas condiciones en las que, a partir del siglo XVI, el término fetisso, derivado del portugués feitiço, y que daría lugar a nuestro actual "fetiche", para nombrar a efigies y objetos supuestamente adorados por los nativos y con poderes mágicos.

        Asociado en principio con las ideas medievales en torno a la brujería y el control de la sexualidad femenina, el término acabó convirtiéndose en una palabra genérica para designar un tipo particular de objetos. La mayor parte de los objetos africanos llamados fetiches presentes en los museos fueron coleccionados entre 1870 y 1920. Los grupos de la cultura baKongo (oeste de la República Democrática del Congo) los denominan minkisi (plural) o nkisi (singular).

Minkisi (Colección Anspach, Nueva York). Denominación que reciben los fetiches entre los pueblos de cultura kongo del oeste de la República del Congo. Las efigies, como la que se reproduce aquí (1900), tenían por finalidad el ejercicio de algún tipo de poder, pero ese ejercicio no se podía llevar a cabo sin los materiales que la activaban o las personas que sabían cómo utilizarla.
 
Nkisi nkondi (Museo Barbier-Mueller, Ginebra). Fetiche mágico del siglo XIX procedente de Cabinda (Angola), realizado en madera con un pelamen de hierros. Tiene forma de perro de dos cabezas y sirve para contener los espíritus venidos de la tierra de los muertos. Su función es la de mediador entre la vida y la muerte.

            Las efigies de ese tipo, algunas realmente impresionantes, tenían como finalidad originariamente el ejercicio de algún tipo de poder (curación, castigo, adivinación, control social ...), pero ese poder no podía ejercerse sin los materiales que lo activan y las personas que saben cómo usarlo. Por una parte, el nkisi no es autónomo (la idea de sus propiedades mágicas es absolutamente simplista). Y por otra, tampoco representa ningún ser o entidad no material. Es como un dispositivo, un desencadenante de una serie de operaciones que van más allá de la efigie y requieren la incorporación de otros elementos: espejos, cristales, clavos, cabellos, ungüentos, sangre sacrificial. La diferencia entre éstos y las figuras de antepasados no es formal sino más bien funcional. Algunos son fácilmente reconocibles porque llevan clavos y un relicario en el ombligo (parte del cuerpo que se relaciona al origen de la vida y fuente de energía).

        Su poder dependía, además, de las reglas de abstinencia sexual y alimenticia que imponía a su propietario y a quienes se convertían en sus clientes. Si esas reglas se rompían, el nkisi quedaba profanado y volvía al estatus de un objeto inservible hasta que hubiera sido reconstituido con los rituales necesarios.

        Algunos autores han querido ver en estos objetos la influencia que tuvieron los baKongo durante el período de dominación portugués, ya que creen que se inspirarían en las imágenes de santos y mártires cristianos para la realización de dichas piezas.

Cajita tallada de marfil (Museo de la Universidad de Pensilvania, Filadelfia). Pieza procedente de Benin. El marfil fue un material menos utilizado que la madera o el bronce entre los pueblos primitivos. Su dureza y las dificultades que implica su talla llevaron a su menor difusión respecto a otros materiales. La realeza bini reunió un gran número de brazaletes, máscaras y pendientes de marfil, trabajados por una cofradía de artesanos agrupados bajo su poder. Los europeos apreciaron enormemente los objetos de marfil, llegando a poseer auténticas colecciones.

        De todos modos, lo que más sorprendió y sedujo a los europeos fueron las piezas talladas en marfil. Desde los primeros contactos, los artefactos elefantinos fueron llevados desde la costa de África occidental hacia Europa, donde fueron muy apreciados y, por consiguiente, se transformaron en uno de los objetos más demandados en el comercio afroportugués durante los siglos XV y XVI. Esta demanda se convirtió en una espiral infinita: cuanto más crecía el comercio portugués, más aumentaba la demanda de marfiles, cosa que propició que los líderes africanos empezaran a controlar muy severamente su distribución.

        Inicialmente, estas piezas tuvieron la consideración de regalos para los patronos que habían financiado los viajes a África, los cuales las guardaban en los gabinetes de curiosidades junto a otras obras "exóticas" de alrededor del mundo. Así se mostraban junto a cuernos, conchas, plumas y piedras entre otros objetos varios.
Tapa de salero (British Museum, Londres). Pieza de 1550, tallada en marfil con la 
forma de un barco portugués. En la época de la colonización europea de África era 
muy habitual la elaboración de objetos de este tipo por artesanos africanos, para satis-
facer las necesidades de los colonizadores. 

        Una vez su fama se extendió por los círculos de nobles y curiosos de Europa, se empezaron a encargar obras. Los realizadores principales de dichos utensilios fueron los artesanos Sapi y Sherbro de Sierra Leona y los del reino de Benin.

        Las condiciones de patronazgo de estos artesanos africanos eran las mismas que las de sus homólogos europeos del mismo período. Los patronos encargaban las obras detallando muy específicamente sus deseos y las condiciones de la ejecución. A veces, incluso, se llevaron modelos, y en muchas ocasiones se emplearon esbozos para que los talladores africanos representaran lo que el comitente deseaba.
Salero (Museo de Copenhague). Procedente de 
Benin, esta pieza tallada en marfil del siglo XVI 
es un ejemplo del arte afroportugués que floreció
durante la época colonial.


        La función y organización de los artesanos era idéntica a la europea. En una sociedad prácticamente analfabeta, las imágenes servían a todas luces como sistema de enseñanza y se empleaban para educar en el conocimiento, las creencias y las normas. Los artistas de Benin y los Sapi y Sherbro se establecían en torno a talleres y aprendían de un maestro. Sin embargo, a diferencia de Europa, el maestrazgo africano era más complicado, pues no se realizaba un objeto en sí, sino que detrás de la materia había toda una significación religiosa y ritual que había de mantenerse y saber transmitir. Por el número de objetos conservados, se cree que no hubo más de cuarenta talleres entre ambas zonas.

        Así pues, el arte afroportugués ensamblará las concepciones estéticas africanas y europeas. De Europa tomará la idea de la escena narrativa y el uso de la profundidad, y de África adquirirá la articulación geométrica y el diseño de amplias líneas. Entre los objetos más usuales, se encuentran los recipientes para condimentos y como servicios de mesa. Puede decirse que los saleros, de manera muy somera, representan la unión entre ambas culturas: el objeto redondeado, que recuerda a la calabaza, empleada todavía hoy en África como receptáculo e instrumento musical, sería la vertiente africana, y el uso como salero, la europea.

        En estos receptáculos se combinan a la perfección ambas culturas. Encontramos representaciones de guerreros africanos, militares europeos, escenas bíblicas, diseños geométricos y animales fantásticos, entre muchos otros, que describen todo aquello que los patrones encomendaban a los artesanos. Algunos autores han apuntado también la posibilidad de que existieran diseños estándares y que podían ser vendidos sin encargo previo, ya que se han conservado cuatro saleros prácticamente idénticos, cuando lo normal en un servicio de mesa son dos.

        Durante mucho tiempo estas piezas fueron totalmente ignoradas por considerarlas propias de los gabinetes de curiosidades. Hasta los trabajos de William Fagg y Ezio Basanni, no se sacó a relucir la importancia de esta tipología artística, porque tampoco se veía un estilo definido al que afiliar estas obras. Tras compararlas con detenimiento con las piezas de los pueblos Sherbro y de Benin, estos estudiosos se dieron cuenta de que eran piezas de técnica netamente africana, pero adulteradas por la temática y la funcionalidad europeas.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Del Neolítico a las primeras sociedades

Mientras el arte del Paleolítico constituye la representación naturalista de la realidad, el arte del Neolítico constituye el primer cambio de estilo en las formas de representación. El artista de este período recurre a los primeros signos ideográficos, a formas geométricas convencionales y esquemáticas, que tienden a fijar conceptos e ideas. Dicho de otro modo, a indicar la sustancia de las cosas antes que las cosas mismas, es decir, la creación de los símbolos en el contexto de un grupo humano que se sedentariza.

Simples líneas rectas y círculos bastan para las representaciones de la figura humana o la elevación de menhires para fijar en el mundo la imagen abstracta de los muertos. Las creaciones abstractas del Neolítico aparecen entonces como formas de madurez de la conciencia estética del hombre prehistórico.


Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Domesticación de plantas y animales

Al término de la Era Glaciar sucedió una expansión progresiva de bosques sobre las grandes estepas provocando la emigración y la extinción de algunos animales. En muchos casos se trató de especies que constituían parte esencial de la dieta alimenticia del hombre. Los grupos humanos, hasta entonces cazadores-recolectores, debieron sumarse a la transformación para alcanzar la subsistencia. Los hombres se diseminarán "entonces en grupos reducidos, apareciendo de esta forma los primeros asentamientos estacionarios. Ciertas teorías señalan que en su continuo ir y venir, los cazadores que arrojaban las semillas de los frutos consumidos pudieron ver que, en condiciones apropiadas, estas generaban nuevas plantas. El resultado de esta transformación es el comienzo del Neolítico.

Excavaciones de la antigua ciudad de Jericó (Palestina). Jericó, en el valle del Jordán, es la ciudad más antigua conocida por los arqueólogos.

El término Neolítico, acuñado por el naturalista británico John Lubbock en 1865, deriva del griego, neo 'nuevo'- Zithos 'piedra', y hace referencia a la capacidad humana de pulimentar la piedra, en contraste con la talla de la misma, propia del Paleolítico. La aplicación de esta nueva actividad interactuó con una serie de características que provocarían un cambio radical en las formas de cultura humana; una de ellas representa un fenómeno que ha impulsado a numerosos especialistas a considerar una "Revolución neolítica": la domesticación de plantas y animales.

El acontecimiento, sin embargo, se extendió de manera gradual. El origen de la agricultura, que implica la domesticación de plantas y animales, se encuentra representado fundamentalmente por una tendencia al sedentarismo y fue la necesidad de los grupos humanos cazadores-recolectores la que impulsó el cambio. La prueba radica en que la agricultura como tal es una actividad que demanda mayor dedicación y horas de trabajo que la caza y menor previsión en razón de los avatares agrícolas.

Yacimiento arqueológico de Catal Hüyük, en Anatolia Oriental (Turquía). Uno de los yacimientos más importantes. junto al de Hacilar, del Neolítico durante el VI milenio. Fue descubierto a finales de la década de 1950 y fue excavado por James Mellaart entre 1961 y 1965. El sitio se hizo famoso internacionalmente debido a la gran ocupación neolítica y a la densa representación hallada, así como por las pinturas espectaculares de sus paredes.

 De esta manera, la naturaleza pasó de ser un simple hábitat a un conjunto de recursos económicos que debían ser gestionados por el hombre. Aunque el cambio se materializó en diversas partes del mundo, estudios arqueológicos han determinado la aparición, hace aproximadamente diez mil años, de los primeros asentamientos permanentes en Oriente Próximo, en el área conocida como el "Creciente Fértil", desde Palestina (Jericó), pasando por el sur de Turquía (Catal Hüyük), hasta la Mesopotamia y el golfo Pérsico.

En cuanto a la ganadería, en principio se habría limitado a un control de los recursos animales, protegiendo la fauna de otros depredadores y cazando selectivamente. Pero sólo se podrá hablar de ganadería cuando se comience a criar al animal: controlando su reproducción y cuidándoles durante el invierno.

En este período se produce una serie de descubrimientos técnicos, propiciados por la nueva economía: la cerámica para guardar los granos se transformará en la primera expresión artística del Neolítico, el pulimento aplicado a un nuevo tipo de hacha y una renovación general del utillaje, entre los que luego se encontrarán mangos o morteros utilizados en la molienda de vegetales para elaborar harina.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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