Punto al Arte: La cerámica

La cerámica

Actualmente, la cerámica es considerada como una de las artes menores, aunque hay que recordar que grandes maestros de la pintura moderna, como Picasso, la usaron en no pocas ocasiones.

En la prehistoria, y durante mucho tiempo, la cerámica ha constituido el fósil director más importante para reconocer grupos culturales en el tiempo y en el espacio. A menudo, las culturas prehistóricas tienen como denominación un tipo determinado de cerámica, como por ejemplo la cultura de la Cerámica de Bandas.

La importancia que se ha otorgado a esta expresión cultural se debe a que es una materia prácticamente indestructible; es cierto que una vasija de barro se rompe con facilidad, pero siempre queda un trozo, y para el prehistoriador puede contener una información preciosa.
Casco de bronce estampado (Museo de Saint-
Germain-en-Laye). Uno de los más bellos de
la Edad del Bronce. En su forma inicial los cas-
cos fueron hemisféricos o bien ovoides, siendo
los de cuero un antecedente de los de metal,
y perfeccionándose con el tiempo las formas
sencillas y originales.

La cerámica, hecha a partir de una materia prima tan poco excepcional como la arcilla," se inventa" con una finalidad utilitaria: sirve como contenedor para guardar líquidos o sólidos, para cocinar, para comer y beber. Es un rasgo cultural propio de sociedades sedentarias y agrícolas, aunque se sabe que hubo comunidades no neolíticas que sí usaron cerámica.

A pesar de su carácter eminentemente utilitario, desde el primer momento la cerámica ha sido objeto de decoración y para muchos grupos culturales, y durante mucho tiempo, el único medio de expresión artística que ha llegado hasta el presente. Cuando se ha modelado un recipiente, tras dejarlo secar y antes de proceder a la cocción en un horno, la superficie es consistente pero todavía suficientemente blanda como para proceder a su decoración mediante diferentes técnicas: impresión, incisión, escisión, aplicaciones en relieve; también se puede decorar pintando su superficie antes o después de la cocción. Por lo general, la cerámica decorada suele ser minoritaria en los yacimientos y de buena calidad en relación al resto de la cerámica de uso común. Hasta que aparece el tomo, se acepta que la cerámica es una actividad femenina, conservadora en la repetición de formas y patrones decorativos, y expresión, por tanto, de la idiosincrasia del grupo.

No siempre la decoración responde a una finalidad exclusivamente estética. A veces se usa para expresar una simbología que algunos califican de religiosa, como ocurre con algunas cerámicas de Los Millares que repiten los temas a que ya antes se ha aludido al hablar de los ídolos de marfil.

Aunque cada grupo o área geográfica suele identificarse por estilos cerámicos propios, a veces hay tipos muy similares en cuanto a forma y decoración que tienen una amplia distribución geográfica y traspasan fronteras culturales. Un buen ejemplo de ello es la cerámica campaniforme, el llamado estilo marítimo o internacional, que se encuentra desde Europa central hasta el Atlántico y desde el norte del continente hasta el Mediterráneo. Esto ocurre a finales del III milenio, a partir del 2200 a.C., cuando las diferentes regiones europeas son cada vez menos autosuficientes como consecuencia de la necesidad de abastecerse de materias primas de calidad, como obsidiana, ámbar, calaíta y, sobre todo, metales. Se van marcando unas rutas de comunicación y surgen mecanismos de intercambio que seguramente son, a su vez, responsables de la presencia de cerámicas valiosas por su decoración.

Fíbula (Museo Petit Palais, Parls). Construida con metal repujado (se daba 
volumen a una lámina de metal para que por una de sus caras apareciera di-
bujada en relieve). Esta hebilla, a modo de imperdible, se utilizaba para su-
jetar los vestidos. Las más antiguas proceden de los países nórdicos europeos.

Asimismo, la cerámica ha desempeñado un papel importante en el ámbito funerario; es un elemento que se depositaba junto al muerto como vaso de ofrendas de carácter ritual o como identificador del prestigio o personalidad social que el individuo desarrolló en vida, cuando se trata de vasos excepcionales por su calidad o por su exótica decoración.

Dolmen de Pedra Gentil, en Vallgorguina (Barcelona). Los monumentos megalíticos, de origen mediterráneo, se difundieron en realidad por toda la Península con excepción de la región centro-oriental. En Cataluña no alcanzan las proporciones gigantescas de otras localizaciones, sino modestas; son, sin embargo, numerosos y datan, en su mayoría, de comienzos de la Edad del Bronce.

      En determinado momento, a partir del 1200 a.C., se generaliza en gran parte de Europa el ritual funerario de la incineración, y entonces la urna funeraria, de cerámica, se convierte en un objeto simbólico importante.

Cueva de Menga en Antequera (Málaga). Hacia el tercer milenio antes de Cristo se registra un gran número de monumentos funerarios, dólmenes y menhires. La Cueva de Menga es una galería sostenida por inmensos pilares y constituye una de las tumbas más impresionantes de toda la prehistoria. Sólo la cámara funeraria, formada por 8 losas gigantescas, mide 25 metros de largo por 6,50 de ancho, y su altura 3,30 metros. La losa del fondo mide unos 12 por 7 metros y su grosor es de 2 metros; se ha calculado que pesa 320 toneladas.

        Durante milenios, la cerámica se fabricó a mano en la Europa prehistórica. Sólo a partir de los siglos VIII y VII a.C. -y no de una manera uniforme- empezó a incorporarse el torno como consecuencia de la influencia de los pueblos colonizadores y comerciantes: fenicios y griegos. Esta actividad, hasta entonces doméstica, se convertirá. ahora en una actividad artesanal especializada, incorporará nuevas técnicas y modas decorativas de influencia mediterránea, pero continuará siendo un vehículo de expresión artística y simbólica.

Fuente: Texto extraído de Historia de Arte. Editorial Salvat

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