Punto al Arte: La vida cotidiana como tema

La vida cotidiana como tema

La domesticación de plantas y animales en el Neolítico y el posterior desarrollo de la agricultura y la ganadería, generaron una forma de explotación del medio que permitió el inicio del comercio exterior y trajo consigo profundas modificaciones en la vida de cada día.

Grabados rupestres de Val Camonica, en Lombardía (Italia). Este valle estuvo ha-
bitado por agricultores que, al volver por las tardes a su casa, grababan en la roca 
sus representaciones. Son una combinación de motivos cosmológicos, figurados, 
cartográficos ... ejecutados esquemáticamente y  alineados en admirables frisos. Los
dibujos más conocidos fueron descubiertos en 1909 por Walter Laeng y dan fe de 
las actividades económicas y sociales de los habitantes de la zona, así como de sus
creencias religiosas y de sus complejas relaciones con la naturaleza y las divinida-
des.

En el Neolítico, los espacios habitacionales son difícilmente separables de los de culto, que fueron institucionalizándose a medida que se establecían las formas de vida religiosa. El cambio de hábitat que supuso la sedentarización dio lugar a la aparición de poblados protegidos, con recintos privados y espacios comunitarios diferenciados, en los que puede observarse cierta preocupación por la decoración de los muros tanto interior como exterior y realizada con pinturas e incisiones.

En su función de decoración de viviendas y santuarios, como puede observarse sobre todo en los de Próximo Oriente, la pintura se incorporó al mundo de la vida diaria. Los principales motivos eran geométricos, probablemente inspirados en la cestería, o figurativos, representando animales (panteras, buitres, venados). Paulatinamente, las manifestaciones pictóricas fueron adoptando una creciente tendencia hacia el esquematismo en el trazo, y las composiciones se volvieron más animadas. Hacia el final del Neolítico, aparece en la península Ibérica la pintura conocida como esquemática, de gran estilización.

Carro votivo de Trundholm (Museo de Copenhague). Este célebre carro es considerado como monumento al Sol. En la Edad del Bronce, las figuras escultóricas se estilizan progresivamente hasta llegar al virtuosismo estético de este carro del Sol, que arrastra un caballo. El disco es de bronce, recubierto por una hoja de oro que lleva una espiral repujada, signo de la Europa nórdica durante aquella época.

Carro votivo de Trundholm (Museo de Copenhague). Este célebre carro es considera-
do como monumento al Sol. En la Edad del Bronce, las figuras escultóricas se estili-
zan progresivamente hasta llegar al virtuosismo estético de este carro del Sol, que a-
rrastra un caballo. El disco es de bronce, recubierto por una hoja de oro que lleva una 
espiral repujada, signo de la Europa nórdica durante aquella época.

Los seres naturales se convierten en meros símbolos y la figura humana se reduce a la ejecución de dos o tres trazos geométricos, generalmente se transforma en una línea vertical con círculos que representa las extremidades, o en un triángulo con dos puntos para indicar los ojos (Cueva de los Letreros en Almería, Tajo de las Figuras en Cádiz, ídolo de la peña de Tú en Asturias y grabado de Mogor de la Ría de Pontevedra). Hallazgos de hilos, cordeles, cuerdas, ovillos y algunos tejidos, hacen pensar que ya hacia finales del Neolítico Antiguo apareció también la primera industria textil, a partir del uso de primitivos telares.

Los asentamientos junto a campos de cultivo y los cambios en los hábitos culinarios obligaron a moldear y a cocer la arcilla, para permitir utilizarla como recipiente de traslado y almacenamiento de alimentos. Anteriormente, para ello se usaban calabazas vacías, que podían contener agua pero no podían ponerse al fuego, y cestos de mimbre, que no podían contener agua. Más tarde, estos recipientes de mimbre se impermeabilizaron con la arcilla secada al sol o cocida al fuego. Se aprendió luego a dar la forma a la arcilla mediante un esqueleto de mimbre muy simple, que posteriormente no fue ya necesario.

En esta pintura, hallada en el barranco de Gasulla, en Ares del Maestre (Castellón), se aprecia un espléndido dinamismo. El ciervo es uno de los animales que aparece pintado con frecuencia en el arte rupestre levantino; en este caso, su cuerpo ha sido rellenado de color rojo y resume maravillosamente la idea de encontrarse en pleno carrera y huida. Cabe destacar también el extraordinario detalle que presenta, en especial la zona de las orejas y del hocico, con la abertura de la boca. Entre las pinturas del barranco de Gasulla, además de ciervos, se encuentran escenas de caza en las que que se representan hombres con arcos, caprinos, jabalíes, toros salvajes, etc.

Es por ello que las dimensiones y formas de la primera cerámica son similares a las de las cestas, campanas o calabazas, variando según la particular cultura que las producía. La decoración tendía a ser geométrica y sencilla, adornando fundamentalmente los bordes.

La alfarería fue sin duda una aportación fundamental para la vida de las poblaciones neolíticas. Las culturas cazadoras no usaban las piezas de arcilla, que no les servían por su fragilidad, prefiriendo las de mimbre o tejidos. Pero a los agricultores y ganaderos les proporcionaba gran utilidad como almacenamiento de agua u otros productos.

La escultura está vinculada a las prácticas funerarias y con el culto a la diosa madre. La mayoría de las estatuillas antropomórficas más notables, caso de las halladas en Oriente Próximo, tanto en Jericó como en Tell es-Sawwan y Catal Hüyük, o en Chipre, han sido encontradas en el interior de fosas sepulcrales o de habitaciones utilizadas para enterramientos. Pueden ser de piedra calcárea o volcánica, alabastro, mármol, terracota o arcilla, y suelen tener restos de pintura roja, utilizada para resaltar fundamentalmente las facciones del rostro, menos detalladas en su modelado que el resto del cuerpo, y es probable que se tratara de cierto tipo de retrato del muerto.

La esquemática figura de este arquero, que corre a grandes zancadas, fue pintada en la Cueva Remigia, en Ares del Maestre (Castellón). Las escenas de caza con arco se repiten en el Levante español, mientras que, por el contrario, no se registra ninguna en la región francocantábrica. Esta escena llena de vida está tratada a "galope volante", técnica de gran dinamismo en que las piernas se abren desmesuradamente para indicar la carrera.

Por otra parte, se cree que estas comunidades agrícolas rendían culto a la tierra, diosa madre, símbolo de la fertilidad, como parecen atestiguarlo las estatuillas de figuras femeninas, generalmente representadas desnudas, con las manos juntas delante del pecho o sobre el vientre, muchas veces coronadas por una tiara o tocado, y de formas voluminosas. Es frecuente también la representación de los estadios cruciales del ciclo vital humano, como se observa en las figuras que aluden a la concepción o al nacimiento, entre las que son habituales las de mujeres embarazadas, o con un niño en brazos.

Figura humana sentada, en los llamados Abrigos de la Saltadora, en el barranco de Valltorta (Castellón), uno de los lugares que reúne más preciosos documentos de todo el arte rupestre levantino español, datado entre el 6500 y 5500 a.C. Con flechas en la mano, está pintada esquemáticamente, pero con gran viveza.

Escena de danza fálica, pintura rupestre de Cogull, en Lleida (Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona). El hecho de encontrarse las pinturas rupestres levantinas en abrigos rocosos al aire libre e iluminadas directamente por la luz solar, apunta claramente a un cambio climático de gran importancia para el estudio de las representaciones. Se supone que fue pintada por varios autores, en momentos diferentes. Los animales están aislados, en manada, y aparecen las mujeres (poco representadas en este arte) distinguiéndose por sus senos, nalgas y faldas acabadas en campana, y algunas semidesnudas, en una supuesta danza fálica. 

En los poblados neolíticos era frecuente el enterramiento de los muertos. Los cadáveres se depositaban en fosas practicadas en la tierra, envueltos en un lienzo, en una estera o en una piel de animal, pero progresivamente fueron imponiéndose las sepulturas comunes, ubicadas en zonas alejadas de los poblados. Estos ritos de carácter funerario alcanzaron una expresión extraordinaria hacia la etapa final del Neolítico, con la construcción de grandes moles conocidas con el nombre de megalitos, cuyos significados no han sido aún completamente dilucidados: se trata de colosales monumentos formados por piedras grandes y toscamente labradas, erguidas en solitario o combinadas para formar una estructura. Los más antiguos datan de mediados del V milenio a.C., y muchos de ellos se conservan en buen estado. Se cree que eran levantados con fines religiosos, pero si para algunos investigadores, como Gordon Childe, el megalitismo pone de manifiesto la aparición de una nueva religión, para otros, se trata de la manifestación del culto a los muertos propia de las culturas agrícolas y ganaderas del Mediterráneo oriental. Los principales tipos de monumentos megalíticos son el menhir, compuesto por una gran piedra clavada verticalmente en el suelo, que puede aparecer en grupos alineados, el dolmen constituido por varios menhires sobre los que se apoyan horizontalmente otras grandes piedras, y el cromlech, un círculo formado por varios dólmenes y menhires.

Pintura rupestre de un meandro, en la cueva de La Sarga en Alcoy (Alicante). El yacimiento de La Sarga es excepcional, ya que reúne un conjunto de motivos que pertenecen tanto al Arte Macroesquemático (pintura de color rojo oscuro, con motivos grandes y gruesos), al Arte Levantino (figuras humanas y de animales, aisladas o formando escenas como objeto principal) y al Arte Esquemático (figuras simples, esquemáticas, con motivos geométricos que representan partes del cuerpo humano y se conectan con sus creencias). Su origen se sitúa en el Neolftico, llegando hasta el inicio de la Edad de los Metales. 

La función de los menhires es controvertida. Ha sido comprobado que determinados alineamientos aparecen orientados hacia los equinoccios o solsticios, por lo que a veces se los ha asociado con cultos solares y su carácter funerario es dudoso, dado que sólo en ocasiones aisladas se han encontrado restos humanos en sus bases. El conjunto megalítico más importante conservado es el de los alineamientos de Carnac en Bretaña (Francia).

Los cromlechs tuvieron también un sentido religioso, según indica, por ejemplo, la forma circular de su planta, aunque no es fácilmente determinable su significado. Generalmente aparecen orientados hacia la salida del sol, por lo que se cree que fueron santuarios astrales o, incluso, rudimentarios observatorios astronómicos. El más sorprendente de ellos es, sin duda, el de Stonehenge (Inglaterra), construido a mediados del III milenio a.C.

Se sabe que el dolmen fue una construcción destinada a enterramientos colectivos y de inhumación. Sus dimensiones y su tipología son muy variables, y suelen agruparse según la configuración de su planta. En Europa, los dólmenes aparecen concentrados sobre todo en áreas meridionales y occidentales, siendo muy numerosos en el Cáucaso.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Savat.


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