Los artistas de las primeras
vanguardias del siglo XX pugnaron por definir nuevos lenguajes que sustentaran
y cohesionaran las aspiraciones y necesidades de la sociedad moderna. Su legado
se mantiene durante las siguientes décadas como elemento vertebrador de nuevos
episodios artísticos. A partir de la ll Guerra Mundial, los artistas, olvidando
las aspiraones socializadoras o iconoclastas de las primeras vanguardias,
adoptan un papel acorde con el panorama de un mundo plenamente industrial y
capitalista, en el que Estados Unidos desempeña un papel decisorio, gestando
los primeros movimientos propiamente americanos (expresionismo abstracto, Pop art), y reactualiza y radicaliza
algunos de los aspectos más innovadores de las anteriores vanguardias. Las
tendencias del informalismo suceden al expresionismo, como el Op art al
constructivismo o el Pop art al
surrealismo y el dadaísmo. El gran público sigue asistiendo atónito al rumbo
cambiante de los acontecimientos artísticos, pero el mundo de las galerías y
museos y el papel de los nuevos coleccionistas activan la vitalidad y difusión
de las nuevas tendencias del arte a partir de 1945.
Progresivamente, los artistas
radicalizan su postura respecto allegado de las anteriores vanguardias, acordando
su tono más provocador y multidisciplinar; buscan nuevos conceptos sobre la
noción del arte y los desarrollan a partir de variados soportes y canales de
difusión. Durante la década de 1960 se asiste a una total ruptura de las
fronteras convencionales entre las artes, entre la pintura y la escultura,
entre el objeto artístico y la experiencia artística, entre la vida y el arte.
De nuevo, el espíritu rupturista del dadaísmo o el surrealismo tonaliza el arte
de las últimas tendencias del siglo XX, desembocando en un período de inusitada
fecundidad en el que se borran de manera definitiva las pautas del pensamiento "renacentista"
abordando con vigor catalizador la realidad del hecho artístico.
Emilio y Angelines de Antonio López García. Formado inicialmente con su tío y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y notablemente influido por el dibujo ción del más mínimo detalle. |
El arte sin fronteras es capaz de
asumir simultáneamente experiencias de carácter conceptual, en las que prima la
idea o el proceso de realización sobre el resultado final, como es el caso del
arte procesual, del Body art, el happening
o el Art language, a la vez que recupera el ámbito de la pintura figurativa sin
olvidar la dimensionalidad de la abstracción. El hiperrealismo, los Nouveaux Realistes o la Nueva figuración
ejercitan aportaciones que amplían la práctica de la vanguardia. La figuración
distorsionada de los personajes de Francis Bacon, artista que durante estos
años alcanza un gran reconocimiento internacional y cuya obra debe considerarse
desde la perspectiva de la tradicional pintura de caballete, comparte el
escenario junto a las líneas antiartísticas duchampianas de Yves Klein o
Spoerri, basadas en la estética de la
acción o la acumulación de objetos y detritus; las primeras instalaciones de
Edward Kienholz; los happenings de
Kaprow, o la performance de Claes Oldenburg, entre otros ejemplos.
La sensación de devastación
cultural que padece Europa tras la guerra incita al uso de un vocabulario
basado en los propios monemas de la destrucción, mientras el arte americano se
inclina por el empleo de los media y la tecnología, y empieza a alejarse
conscientemente de su dependencia europea celebrando el desarrollo del Pop art y el minimal, tendencias
genuinamente americanas que favorecen el inicio eufórico de nuevos mercados
para el coleccionismo autóctono. El arte americano adopta una nueva imagen de
sí mismo, apropiándose incluso de movimientos tan internacionales como el del
grupo Fluxus, verdaderos pioneros del carácter interdisciplinar del arte de la
década de 1960.
Como reacción a esta vorágine
americana, a finales de los sesenta aparece el arte pavera en Italia, en el que
sedimenta el espíritu más crítico de las nuevas corrientes contraculturales
europeas; capaces de asumir la ruptura sociocultural que se dio en el mundo
industrializado en la primavera de 1968.
Madrid hacia el Observatorio de Antonio López García. Este paisaje de la segunda mitad de la década de 1960 es una clara muestra del denominado "realismo madrileño", que abrió un polémico debate entre la nueva figuración y los artistas de la abstración, mantenido durante mucho tiempo como sinónimo de tradición contra modernidad. Toda la saga de los López ha sido el resultado de la reconocida influencia de artistas internacionales como Lucien Freud o el francés Balthus.
El arte sigue buscando, entre
ideas y actitudes tan diversas como opuestas, nuevos espacios para la
experimentación. El Land art, en el contexto de la naturaleza, o la ampliación
de las propiedades estéticas de las tres dimensiones, con la consecuente
descripción del espacio como ampliación conceptual de la obra, revelan que el
arte de 1970, siguiendo de nuevo la pauta de las primeras vanguardias, ha
encontrado en el espacio y el concepto de la instalación una energética
ampliación semántica. La pintura, la escultura, la fotografía, el video como
arte, o cualquier otro medio, ya no son acotaciones específicas para el
trabajo, sino que pueden interrelacionarse y expandirse a través de la
manipulación directa del espacio en el que se presenta el arte. La pintura y,
en especial, la escultura dejan de considerarse una existencia formal para
transformarse gradualmente en un lugar realizado como idea abstracta de lugar o
manifestación física de la forma misma desvinculada de su contexto.
Durante estos años asistimos a la
desaparición de los grandes maestros de las primeras vanguardias: Matisse,
1954; Wright 1959; Braque, 1963; Le Corbusier, 1965; Marcel Duchamp, 1968 ...
culminando en 1973 con la muerte de Picasso. Pero a la vez, se consolidan
nuevos artistas cuya influencia será decisiva para las generaciones
posteriores, como es el caso de Dubuffet; Tàpies, que inicia su triunfo
internacional; Rauschenberg, que recibe el Premio de la Bienal de Venecia en
1964, o Joseph Beuys, personaje indispensable, junto al arte povera, a la hora
de fijar nuevos estandartes para el arte europeo. Beuys fue un artista utópico
que basó su experiencia artística en la premisa de que el arte es la forma de
comunicación más apremiante; para él, el objeto metamorfoseado suponía una
transfiguración de la experiencia interna que no podía estar limitada por las
restricciones del convencionalismo artístico. El discurso de Beuys se basó en
un concepto de arte que carece de límites.
Mientras tanto, el conceptualismo
y el nuevo realismo triunfan en España superando tímidamente los efectos
prolongados de la posguerra cultural. El denominado "realismo
madrileño" que representa Antonio López, comparte, junto al realismo
crítico de estética pop de Arroyo y el Equipo Crónica, su aparente antagonismo
con el informalismo lírico de Zóbel, el matérico de Lucio Muñoz o Guinovart, y
el analítico de Palazuelo y Sempere, entre otros. Todos ellos configuran el
resurgimiento del arte español, junto a la internacionalidad de los miembros de
los grupos El Paso y Dau al Set, al mismo tiempo que se celebra la madurez de
Chillida. La internacionalidad del conceptualismo español no se da por la vía
del prestigio, sino de la misma experiencia vital de artistas que, como
Miralda, Francesc Abad, Angels Ribé o Muntadas, tienen residencia en París o
Nueva York, mientras el grupo Zaj o Nacho Criado actúan en los espacios
alternativos que aparecen en Madrid y Barcelona, y la obra poética de Joan
Brossa trasgrede, sin pausa y aún a la sombra, los límites del objeto y la
palabra.
El debate entre la abstracción y
la figuración sigue generando nuevas opciones, a la vez que se diluye su
antagonismo dialéctico.
Cafetería de Richard Estes. En este óleo de 1972, Estes aportó a la pintura una precisión casi fotográfica de impecable factura, captando los reflejos sobre las superficies de vidrio y mármol. La temática del paisaje urbano fue muy apreciado por los artistas hiperrealistas, que se ejercitaron en innumerables imágenes de escaparates, gasolineras y automóviles por sus brillos y sus líneas rectas, alejándose no obstante de cualquier tipo de contenido social o de crítica hacia la sociedad de consumo.
La década de 1980 supondrá la
culminación del eclecticismo de fin de siglo. El arte se convierte en un espejo
para la economía y la política, dejándose arrastrar por la vorágine de las
altas cotizaciones y el proteccionismo institucional entre un mar de modas
pasajeras en el que emergen y naufragan los jóvenes artistas. La apropiación y
el simulacro son estrategias propias de estos años. El nuevo expresionismo
alemán y la Transvanguardia italiana son dos de los centros neurálgicos para
las nuevas generaciones. Los principios de la postrnodernidad dudan entre
asumir o destruir los hitos de la modernidad desbordados por su propia
actividad. Una cierta fragilidad y falta de profundidad intelectual
caracterizan este período. A pesar de ello se mantienen artistas que
caracterizaron otras décadas, fieles a su propia experiencia, como es el caso
de Cy Twombly, Gustan o Artschwager, en tres vertientes bien diferenciadas.
La escultura asume un
protagonismo excepcional, ejerciendo su derecho a la investigación de la forma,
el mundo objetual y el espacio. La nueva escultura británica acelera el proceso
de estas nuevas coordenadas junto al resurgir del neoconceptualismo. La obra de
Kapoor, Woodrow, Flanagan, Holzer, Horn, Boltansky, Bloom, Trockel, Deacon,
Mucha o Silvie & Chérif Defraoui, ejemplifica la versatilidad y falta de
identificación con cualquier dogma ya existente, de los nuevos conceptos
escultóricos durante la década de 1980.
El arte español aporta nuevos
nombres a los circuitos internacionales, como es el caso de Miguel Barceló,
Susana Solano, José María Sicilia, Ferrán García Sevilla o Juan Muñoz,
participando de la vuelta a la pintura y el auge de la nueva escultura durante
esta década. El arte es cada vez más una experiencia sin acotar, sólo apto para
gente sin prejuicios. El artista es aquel que sabe mirar en su interior y a su
alrededor, y sacar conclusiones de esta relación en sus trabajos. La crítica
internacional, especialmente activa, los nuevos mecenas y el mercado artístico
arropan esta eclosión del arte fin de siècle.
A partir de ahora, cualquier
audacia es posible y puede ser absorbida rápidamente por los medios de
comunicación y por el mercado del arte. El eclecticismo de la postmodernidad,
tan activo en el ámbito de la arquitectura y el diseño, es la trama del
desarrollo cultural de esta década. El combate del arte moderno parece
decididamente ganado; el último tramo hacia el nuevo siglo sedimenta
experiencias, ante la recesión del mercado del arte, y afronta con una actitud
lúcida y de conciencia intelectual la incógnita del devenir.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.