Punto al Arte: Land art

Land art

El eclecticismo propio de fin de siglo empuja el arte hacia los caminos más dispares. Algunos artistas, renunciando al estrecho marco vital de las galerías o los museos, y preocupados por evadirse de los condicionantes mercantilistas del arte, encuentran en el contexto de la naturaleza nuevos espacios para la intervención artística. Esta tendencia de finales de la década de 1960, denominada Land art (Arte de la tierra) o earthworks, se sitúa a medio camino entre el arte conceptual y el objetual. El Land art busca en los glaciares, desiertos o acantilados nuevos soportes para la expresión artística, que expandan los significados de la creación aunando naturaleza y artificio.

Los espacios naturales a través de la intervención del artista, nunca agresiva con el orden ecológico, adquieren una nueva dimensión comunicativa, una nueva significación plástica y conceptual. El artista modifica el espacio, amontonando tierra en forma de espiral, trazando surcos sobre el hielo ... o bien interviene en los espacios colgando cintas o alineando enormes paraguas de colores.
Columnas veteadas en mármol negro y blanco de Daniel Buren (Palais Royal, París). En 1986, Buren instaló un total de 260 columnas en el patio de honor de este mítico edificio del siglo XVII. Esta polémica acción artística supuso integrar el lugar concreto de exhibición con la experiencia misma que en ella se generaba. Sus piezas minimalistas invaden o acotan los espacios arquitectónicos en que se inciden, realizando un proceso de ósmosis o de rechazo entre la obra y el sitio.

⇦ Isolated mass 1 Circumflex 2 de Michael Heizer (Menil Collection, Houston, Texas). Heizer realizó en 1968 esta intervención con una escultura de hierro siguiendo la línea estética planteada por las experiencias previas del Land art. El espacio natural y su reconfiguración con materiales artificiales creados expresamente para la situación son parte esencial de su obra. Heizer abriría puertas a una nueva dimensión comunicativa integrando el espacio al aire libre, como los jardines públicos o las excavaciones de fosas en el desierto . 



El Land art supone un retomo a la naturaleza frente a la vivencia urbana y consumista del Pop art o las imágenes hiperrealistas. Lejos de los núcleos urbanos, los artistas utilizan los materiales pobres y a menudo frágiles e inconsistentes de la naturaleza para llevar a cabo intervenciones que se desarrollan en un espacio de tiempo determinado. El valor de lo efímero obliga a una participación directa del público, si bien se contempla la posibilidad de seguir la actividad del artista a través de la fotografía o las filmaciones.

En plena sociedad industrializada, el Land art parece que reclama una vuelta al orden natural desde una alternativa conceptual que sigue la línea del arte pavera. Pero, en realidad, no se trata de un movimiento crítico ni contestarlo, no profundiza en el problema de la ecología, y le preocupa más la apropiación de una nueva realidad visual que la transformación de las pautas de conducta de nuestra irracional vida moderna.


Maze de Denis Oppenheim (Colección privada). Oppenheim inauguraría el período más activo del Land art con esta obra de 1970 realizada en el campo y cuyo mayor efecto lo produce un punto de vista cenital, emulando las figuras aéreas de Nazca. La condición efímera de las producciones del Land art se oponen a la tradicional perennidad del objeto artístico, rompiendo con los mecanismos habituales de concepción e incluso de difusión del arte y redescubriendo los espacios naturales para posibilitar nuevos y sugerentes acontecimientos creativos.


Pont Neuf envuelto de Christo Javacheff (París). El artista búlgaro fue contratado por las instituciones gubernamentales durante su exilio político para que realizara varias de sus instalaciones en diversas ciudades europeas, como la que muestra esta fotografía de una polémica intervención de 1985. Sus proyectos monumentales requieren siempre de la colaboración de centenares de ingenieros, obreros y estudiantes involucrados en estas desmesuradas muestras de ambición artística. Siempre respetuoso con el medio, Christo insiste con su obra en crear una perfecta armonía entre la naturaleza y la preservación artística, aunque sea con carácter efímero. Posteriormente tan sólo las imágenes fotográficas pueden dar fe del hecho y facilitar la comercialización.


Campo de rayo de Walter de Maria (Quemado, Nuevo México). Entre 1971 y 1977, el artista sembró un campo de pararrayos trazando líneas regulares en mitad del desierto, ofreciendo así la posibilidad de aunar el paisaje natural con la espectacularidad de un fenómeno metereológico. Con esta sencilla intervención de potente calado conceptual consiguió una de las más impactantes experiencias artísticas del Land art, incluyendo elementos tan azarosos como el rasgado lumínico del rayo en el cielo nocturno y la resonancia del trueno quebrando el silencio del desierto.

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En 1960, Weiner realizó una primera intervención en un espacio natural consistente en provocar un cráter con cargas explosivas. Más tarde, otros artistas inician sus proyectos Land art, como en el caso de las primeras esculturas en la tierra realizadas por Jan Dibbets en 1967, las experiencias de Michael Heizer en el desierto excavando enormes pasadizos o las de Dennis Oppenheim trazando surcos sobre el río helado de Saint-John, en 1968. Ese mismo año se lleva a cabo la exposición "Earthworks" en la Dwan Gallery de Nueva York, y en 1969 tiene lugar la exposición televisiva "Land art", promovida por Shum, que es quien acuña la denominación, con trabajos de André, Dibbets, Flanagan, Long, Oppenheim, Smithson, Heizer y Christo, entre otros.

Los artistas más activos en este campo son Walter de Maria, que experimenta la relación arte-naturaleza desde el plano metafórico aunando geología y elementos meteorológicos en sus campos sembrados de pararrayos; Denis Oppenheim y sus trabajos sobre el hielo o los campos segados; Michel Heizer y las excavaciones en el desierto; Richard Long, que crea círculos y paralelas hacia el infinito con materiales naturales; Jan Dibbets, que cuelga cintas de las rocas, y Christo, con sus series de empaquetamientos que igual inciden sobre un monumento urbano o un gran acantilado.


Ring of flint I East west circle de Richard Long (Museum of Fine Arts, Houston). El Land art no sólo se limita a las grandes superficies de terreno, como demuestra esta intervención de Richard Long en un espacio artístico cerrado. Creada en 1996 disponiendo pedazos de piedra inglesa y guijarros negros de río ordenándolos en forma circular, esta obra provoca un elegante impacto visual en el espectador, quien puede moverse libremente alrededor de la escultura geométrica. Long reconstruye la simbólica significación de los contrarios opuestos por contraste con los colores del fondo y la figura y la concepción minimalista entre el lleno y el vacío del espacio de exposición. 


Cloud installation de Francisco Infante (Colección privada). En un campo cerca de Moscú, Infante creó esta curiosa forma escultórica para la serie Sky Theatre de 1986. Empleando materiales industriales, Infante ocupa espacios en principio no destinados a su uso artístico, confiriendo a sus propuestas unas connotaciones muy críticas sobre la idea de los muros culturales que separan las vías del arte plástico.  

La mayoría de estos artistas nacieron entre las décadas de 1930 y 1940 y son, sin lugar a duda, los referentes del Land art. Por otro lado, cabe destacar aportaciones de artistas más jóvenes, como los que constituyeron en 1998 en Amsterdam el Land Art Programme-ILAP, que han realizado ya varias exposiciones por toda Europa.

El Land art rompe las ligazones tradicionales del objeto con las galerías y los museos, a pesar de que también éstos participan de sus experiencias incentivando el coleccionismo del material fotográfico o los dibujos preparatorios de la experiencia, pero se apropian de la naturaleza de forma estética, imprimiendo las normas de cada artista. La incidencia del Land art se traslada a la obra y la reflexión de numerosos artistas a lo largo de la década de 1970.
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Se trata de materializar un concepto abstracto propio, no de emular o superar la naturaleza, sino de integrarse en ella y descubrir que los fenómenos naturales pueden constituir acontecimientos artísticos.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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