El Minimal art o arte mínimal fue
uno de los movimientos plásticos que tuvo un origen específicamente
estadounidense y que afectó de manera determinante tanto al arte norteamericano
posterior como a gran parte del europeo, convirtiéndose en uno de los pilares
formales e intelectuales decisivos dentro de la estructura artística
internacional. Fue a partir de la segunda mitad de la década de 1960 cuando
esta nueva voluntad plástica se estructuró y definió, para extenderse durante
la década siguiente hacia nuevos postulados que, en muchas ocasiones,
derivarían en otras corrientes o líneas expresivas, como el arte conceptual.
Los artistas calificados como minimalistas continuaron su labor creativa más
allá de 1975, pero de hecho el movimiento como tal dejó de existir más o menos
por estas fechas.
⇨ Light lnstallation de Dan Flavin (Deichtorhallen, Hamburgo). Realizada en 1989 a partir de la manipulación de tubos de neón, la obra de Flavin ocupa toda una esquina, estableciendo un diálogo entre la naturaleza del medio y el artificio de la luz, siguiendo la verticalidad de la pared y la horizontalidad del suelo. La obra de este artista norteamericano parece querer rendir homenaje a las pinturas de Mondrian tras abandonar una formación inicial más expresionista y evolucionar hasta formas más preocupadas por el ritmo y las texturas, que tienden a destruir la figuración y buscar nuevos materiales y conceptos espaciales que acentúan la sensación de tridimensionalidad.
En 1960, algunos críticos y directores de museos intentaron dar nombre a esta nueva etapa artística que estaba gestándose, y, en escritos y reseñas para catálogos y revistas, aparecieron nombres tales como Cool art (arte frío), The third stream (la tercera corriente), Post geometríc structures (estructuras postgeométricas), etc. Todos estos nombres que intentaban acotar el nuevo lenguaje del arte, no serían sino una definición muy certera de lo que luego pasaría a denominarse Minimal art, y que tendría como origen el trabajo escultórico de una serie de artistas que vivían en Nueva York. Carl André, Dan Flavin, Donald Judd, Sol Lewitt, Robert Morris, Robert Ryman y Robert Mangold serían las figuras esenciales del período de formación del minimal, que rápidamente fue acogido en exposiciones colectivas e individuales tanto en Estados Unidos como en Europa. Las primeras muestras de sus investigaciones plásticas y formales generaron toda una serie de análisis exhaustivos por parte de la crítica y de la prensa que, en definitiva, definieron la importancia del movimiento dentro de los ámbitos artísticos. Estos artistas se autodefinían como" fabricantes de objetos", negando de antemano la artisticidad de sus resultados, y reafirmando un tipo de trabajo más interesado en problemas lingüísticos, matemáticos, científicos, filosóficos y psicológicos, que en la propia definición del arte tradicional.
Enron Art Auction de Donald Judd (Colección Phillips, de Pury & Luxembourg, Nueva York). En 2003, la corporación Enron encargó a Judd una serie de cinco esculturas realizadas con acero cor-ten y plexiglás, valoradas en más de un millón de dólares. El arte minimalista ejerce una influencia decisiva en las nuevas tendencias del arte desde 1975, en especial por su concepción abierta del espacio, su morfología y la materialidad industrial que emplea, transgrediendo definitivamente los límites entre pintura y escultura, como demuestran estos dos bloques monolíticos cuya integración la define el espacio vacío que las separa y el contexto que los acoge, dando la sensación de que su mera presencia se expande visualmente por contraste con el medio.
En 1960, algunos críticos y directores de museos intentaron dar nombre a esta nueva etapa artística que estaba gestándose, y, en escritos y reseñas para catálogos y revistas, aparecieron nombres tales como Cool art (arte frío), The third stream (la tercera corriente), Post geometríc structures (estructuras postgeométricas), etc. Todos estos nombres que intentaban acotar el nuevo lenguaje del arte, no serían sino una definición muy certera de lo que luego pasaría a denominarse Minimal art, y que tendría como origen el trabajo escultórico de una serie de artistas que vivían en Nueva York. Carl André, Dan Flavin, Donald Judd, Sol Lewitt, Robert Morris, Robert Ryman y Robert Mangold serían las figuras esenciales del período de formación del minimal, que rápidamente fue acogido en exposiciones colectivas e individuales tanto en Estados Unidos como en Europa. Las primeras muestras de sus investigaciones plásticas y formales generaron toda una serie de análisis exhaustivos por parte de la crítica y de la prensa que, en definitiva, definieron la importancia del movimiento dentro de los ámbitos artísticos. Estos artistas se autodefinían como" fabricantes de objetos", negando de antemano la artisticidad de sus resultados, y reafirmando un tipo de trabajo más interesado en problemas lingüísticos, matemáticos, científicos, filosóficos y psicológicos, que en la propia definición del arte tradicional.
Enron Art Auction de Donald Judd (Colección Phillips, de Pury & Luxembourg, Nueva York). En 2003, la corporación Enron encargó a Judd una serie de cinco esculturas realizadas con acero cor-ten y plexiglás, valoradas en más de un millón de dólares. El arte minimalista ejerce una influencia decisiva en las nuevas tendencias del arte desde 1975, en especial por su concepción abierta del espacio, su morfología y la materialidad industrial que emplea, transgrediendo definitivamente los límites entre pintura y escultura, como demuestran estos dos bloques monolíticos cuya integración la define el espacio vacío que las separa y el contexto que los acoge, dando la sensación de que su mera presencia se expande visualmente por contraste con el medio.
Los precedentes inmediatos del
arte minimal fueron, sin lugar a duda, todos aquellos artistas que habían
heredado los postulados de la tradición abstracta geométrica y las ideas del
arte impersonal y universal de Malévich y Mondrian. Así pues, Barnett Newman,
Frank Stella, Kenneth Noland y Kelly habían ya desechado toda imposición
naturalista, subjetivista y expresionista para subrayar la idea de que
"menos es más", la base argumental de los artistas de esta
generación.
El vocabulario básico de este
movimiento es fácilmente acatable dada la reiteración en el uso de materiales y
de formas. Todos estos artistas tienden a concretar su trabajo en unidades
modulares geométricas y tridimensionales que juegan con la escala y el tamaño,
siempre teniendo en cuenta la dimensión humana. Otro rasgo característico de
sus obras es el vínculo directo e indisociable entre la escultura y el espacio,
de manera que la obra está realmente acabada cuando participa de un ambiente
concreto y preciso, creándose una instalación de materiales e ideas en una
preexistencia ambiental. Tanto para pintores como para escultores, lo
fundamental era el tiempo de ideación, sus planos y proyectos, quizás en
principio basados en una intuición, pero desde luego, en un segundo momento,
organizados y expuestos mediante un proceso absolutamente intelectivo y mental.
La idea, pues, era planificada largamente, y su materialización, precisa y
rápida.
White Styrofoam en rojo, azul y amarillo y Forma compleja de Sol Lewitt (Bonnefanten Museum, Maastricht). Lewitt creó estas piezas tridimensionales seis años antes de concebir los componentes pictóricos que envuelven las paredes de la sala, una instalación encargada por la propia galería en 1994 para complementar el efecto de las figuras. Se obtiene así un efecto visual que evade los límites del espacio, extendiéndose y sustantivando aún más la sólida presencia de las formas. El arte minimalista, surgido originariamente de la arquitectura, persigue la máxima objetividad de las obras, acentuando el carácter de manufactura industrial a partir de una reformulación geométrica de sus creaciones.
House of Vetti II de Robert Morris (Deichtorhallen, Hamburgo). A partir de la manipulación de trapos y tinte rosa y marrón para textiles, la serie de 13 esculturas que creó Morris en 1983 huyen de la figuración tradicional y reivindican la imprevisibilidad de las antiformas. Las extrañas posturas que Morris fijó con planchas industriales se levantan hasta el nivel de los ojos apoyándose en la pared y provocando similitudes en el imaginario del espectador con estructuras simétricas de cariz sexual o animalístico.
Para estos artistas, la oposición
entre bonito o feo, verdadero o falso, útil o inútil y buen o mal gusto quedaba
totalmente abolida frente a lo que ellos consideraban como esencial en el arte:
la obra sin vínculos con el exterior, referida a sí misma, y que provocaba una
respuesta de interés inmediata por parte del público. La característica más
valiosa de la obra minimal es su capacidad para provocar "interés".
Para Carl André, el planteamiento
de su trabajo se basaba ineludiblemente en las experiencias cerebrales,
mentales y matemáticas en el proceso de formación de la idea. Sus construcciones
tienden a apoderarse y a ocupar un espacio de manera que, cuando la instalación
se desmontaba, perdía toda su "utilidad". Sol Lewitt elaboró un
lenguaje a mitad de camino entre la pintura y la escultura donde la textura, el
color y la afinidad intuitiva eran sacrificados ante una idea que para él era
básica: la secuencia y el intervalo. Lewitt construyó sus obras a partir de
formas estándar, tales como los cubos, las líneas y los cuadrados, formas sin
un significado propio y por ello universalmente conocidas y aceptadas. Para
Robert Morris, la utilización de materiales industriales le facilitaba la
formación de módulos estructurantes que podían ser cambiados a diario y que,
por tanto, daban una idea clara de la ocupación de un espacio en un tiempo
determinado. La idea del tamaño o medida de la obra respecto de la escala humana
fue uno de los elementos básicos en la investigación minimalista de Donald
Judd. En un primer período, Judd crea formas simples y austeras que se
aproximan a lo que podríamos denominar tamaño humano, para luego, en una
segunda etapa, dar paso a tamaños desproporcionados.
Pila de cenizas VI de Reiner Ruthenbeck (Kunsthalle, Hamburgo). A medio camino entre el minimalismo y el arte pavera, este montículo de cenizas de diversas incineradoras fue concebido por Ruthenbeck entre 1968 y 1971 reuniendo virutas y el polvo de tubos y restos volcánicos, creando una instalación muy efectiva donde el color, el olor y la propia densidad del pilón se convierten en elementos imprescindibles de la experiencia estética por parte del espectador.
Para Ryman y Mangold, el pigmento
era el material básico que debía ser aplicado a soportes lejanos a la idea
tradicional de pintura: soportes asimétricos que se llenaban de color
monocromo. Ryman creía que la pintura debía definir las marcas abstractas del
propio pigmento, del soporte y de la acción propia del pintar, es decir que, en
definitiva, era el resultado de la acción, del proceso.
A partir de mediados de 1975, las
ideas del arte minimal se extenderían hacia otros movimientos e influirían en
otros artistas más jóvenes que, si bien no pueden calificarse como
minimalistas, sí puede decirse que tienen grabadas las huellas de parte de
algunas de sus ideas. Aun así, en 2005 el Chazen Museum (Wiscosin) celebró una
exposicón colectiva de artistas que, nacidos la mayoría de ellos a partir de
1960, habían transitado de una forma más o menos clara por los territorios
marcados por el arte minimal.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.