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Artistas de la A a la Z

Philippe de Champaigne (1602-1674)

 


Champaigne, Philippe de (Bruselas, 26 de mayo de 1602 - París, 12 de agosto de 1674) Pintor francés clasicista de origen brabanzón. Realizó pinturas decorativas y retratos, pero se le conoce sobre todo por los austeros cuadros que pintó para la Iglesia

Biografía

Nació en una familia acaudalada. Se formó con un modesto pintor de paisajes, Jacques Fouquières. Deseaba viajar a Roma, pero se instaló en París en 1621 y, salvo por alguna breve ausencia, vivió allí el resto de su vida.

Para perfeccionarse, trabajó con dos modestos pintores de la tradición manierista: Georges Lallemand y Nicolas Duchesne. En esa época se hizo amigo de Nicolas Poussin, un joven aún desconocido. Bajo la dirección de Duchesne, Philippe de Champaigne y Poussin colaboraron en la decoración del Palacio del Luxemburgo, erigido según deseos de María de Médicis, que ejercía de reina regente durante la minoría de edad de su hijo, el futuro Luis XIII. ​

Según publicó en 1718 el cronista Arnold Houbraken, celos profesionales de Duchesne empujaron a Champaigne a regresar a Bruselas, donde vivió en casa de su hermano. Solo cuando Duchesne falleció, en 1628, Champaigne regresó y se casó con la hija del difunto maestro.

El pintor cayó bajo la influencia del jansenismo después de que su propia hija, víctima de una parálisis, fuese milagrosamente curada en el convento de Port Royal des Champs. Pintó entonces su célebre y atípico Exvoto en 1662. Este cuadro, hoy en el Museo del Louvre, representa a la hija del artista con la madre superiora. Expresó en sus obras el pensamiento jansenista. Su pieza más famosa en este contexto es «Vanitas», que es una naturaleza muerta donde se busca meditar acerca de lo efímero de la existencia y de la terrible seguridad de la muerte. Afirma Macias Fattoruso que el cuadro más significativo de este artista, el que mejor expresa su periodo jansenista, es "Vanitas", que trata de lo efímero de la existencia:

El mensaje de una vitalidad que está a punto de fenecer —pues no es un tulipán aguerrido ni alegre, sino casi mustio— y el implacable reloj de arena están allí como para hacer patente que en este mundo, en la no eternidad, nada dura, por lo que no tiene sentido correr detrás de ninguna gloria en esta porción de infinito en la que estamos penando como si fuéramos extranjeros, visitantes sonámbulos viviendo provisoriamente en una casa prestada.

Macias Fattoruso

Para este autor el acercamiento a Port-Royal por parte del artista ha marcado parte de su obra, seguramente por razones personales:

La esposa del artista, Catherine Duschesne, murió a edad temprana y lo dejó con dos niñas y un varón, lo colocó en el aprieto de afrontar la educación de las criaturas. El muchacho murió en un accidente y las dos niñas fueron a dar al convento de Port-Royal de Champs por recomendación de una influyente amistad de la corte.
Macias Fattoruso

Es por esa razón que ha dejado una galería de retratos vinculados a los temas que interesaron o identificaron a la Abadía, tales como el retrato de Saint-Cyran, El Buen Pastor, Los Peregrinos de Emaús, San Juan Bautista, Cristo en la Cruz, San Carlos de Borromeo y Ex-voto una obra compuesta "en homenaje y agradecimiento a la Madre Angélica", que al parecer acompañó a la hija de Chaimpaigne, sor Catherine, durante un prolongado episodio de parálisis.

Sirvió no solo a la reina viuda Maria de Médicis, sino también al cardenal Richelieu, a quien retrató en once pinturas, y además intervino en su residencia parisina, el Palais Cardinal (actual Palais Royal). Fue un autor productivo: realizó decoraciones en la capilla de la Sorbona, en varios conventos, y pintó asimismo obras para la catedral de Notre Dame. Intervino además en la decoración del Palacio de las Tullerías, bajo la dirección de Charles Le Brun. Precisamente Le Brun fue el causante de su relativo declive final; Champaigne se quedó anticuado ante el barroco más expansivo de Le Brun.

Fue uno de los miembros fundadores de la Real Academia de Pintura y Escultura en 1648, y en 1655 se hizo profesor de la misma. Sus conferencias sobre pinturas de Tiziano se enmarcan en la pugna estética que se vivía en la pintura francesa, entre el clasicismo que daba prioridad al dibujo y el colorismo más afín a Tiziano y la pintura veneciana.

Sus composiciones son simétricas, con sofisticados drapeados y colores frescos (azul intenso, rosa).

Su Autorretrato de 1668 (hoy perdido) alcanzó difusión gracias a un grabado de Gérard Edelinck (1676), que éste consideraba su mejor plancha.

En España el Museo del Prado conserva un retrato de su mano: Luis XIII, rey de Francia.


Obra comentada


Galería
Moisés presentando las tablas de la ley ,  1648

San Agustín, 1650

Retrato del Cardenal Richelieu de Philippe de Champaigne

 

El pintor demostró en este comprometido retrato por la importancia del personaje, una aguda penetración psicológica al plasmar la inteligencia fría del cardenal a la vez que le dotaba de un aire de dignidad.

(Musée du Louvre, París)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Mateo Cerezo (1637-1666


Barroco

Cerezo, Mateo (Burgos, 19 de abril de 1637 - Madrid, 29 de junio de 1666) Pintor español.

Biografía

Hijo de un mediocre pintor, pronto se traslada a Madrid, atraído por las posibilidades de la corte, entrando a trabajar en el taller de Carreño de Miranda en 1641, con quien es posible que colabore en algunos de los proyectos de mayor envergadura. Su obra refleja la influencia de la pintura flamenca y veneciana, que existía en las colecciones reales, por lo que es probable que trabaje en el Palacio real, aunque no conste documentalmente este hecho.

Su producción pictórica es muy limitada, destacando obras como Los desposorios de Santa Catalina, realizada en 1660, donde muestra un gran interés por definir un escenario de ricas arquitecturas y por el dinamismo de la composición y las figuras, muy del gusto de Ricci, Carreño o incluso dentro de la elegancia del propio Van Dyck. En su obra Los peregrinos de Emaús o en San Agustín y en su celebres Magdalenas, muestra estas mismas características. También son dignas de mención La cena del Señor; Santo Tomás de Villanueva; San Nicolás de Tolentino; visita de San Joaquín; La Virgen y San José; La Virgen y Jesús; La adoración de los Santos Reyes; San Francisco de Asís; María en el desierto, Asunción de la Virgen; y San Gerónimo.


Obra
Estigmatización de San Francisco, 1660

La Inmaculada Concepción, 1660

Los desposorios místicos de santa Catalina, 1660

Magdalena penitente, 1661

Bodegón de cocina, 1664

El juicio de un alma, 1663-1664

Adoración de los pastores

Aparición de la Virgen a
San Francisco de Asís

Bodegón con pescado y verduras

Bodegón de cocina

Bodegón de pescados

Ecce Homo

La Inmaculada Concepción

La Oración en el Huerto

Magdalena Penitente

Magdalena Penitente

Natividad

San Cristóbal llevando al niño Jesús

San Ildefonso

Santo Cristo de Burgos

Santo Tomás de Villanueva dando limosna

Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna

Visión de San Agustín

Antonio del Castillo (1616-1668)


Barroco

Castillo Saavedra, Antonio del (Córdoba, 10 de julio de 1616 – 2 de febrero de 1668) Pintor barroco español natural de Córdoba, de cuya escuela es el mejor exponente, además de destacar como paisajista y dibujante, faceta en la que puede ser contado entre los más importantes pintores del Siglo de Oro español.

Biografía

Natural de Córdoba, fue hijo del pintor Agustín del Castillo, de quien apenas nada se conoce pero al que Palomino llama «pintor excelente» y de ilustre familia,​ y de Ana de Guerra. Formado inicialmente en el taller paterno, quedó huérfano a los quince años; siendo el mayor de cuatro hermanos, el 24 de noviembre de 1631 se presentó ante un magistrado en Córdoba pidiendo un tutor debido a su minoría de edad. Colocado con el pintor de imaginería Ignacio Aedo Calderón, el contrato conforme a los términos acostumbrados establecía que Aedo se comprometía a enseñarle el oficio de pintor de manera que pudiese dedicar su vida a ello. Castillo le serviría en todo lo posible a cambio de recibir la formación y el cuidado del maestro además de ser alimentado, vestido, calzado y procurarle un lugar donde residir mientras su madre se encargaba de criar a sus hermanos menores. Según afirma Palomino, pasó luego a Sevilla a fin de completar sus estudios con el también cordobés José de Sarabia, «y lo consiguieron en la escuela del insigne Francisco de Zurbarán».​ La relación con el pintor extremeño, no obstante, carece de confirmación documental, aunque puede sostenerse por razones de afinidad estilística, así como carece de fundamento la relación de parentesco, sostenida por Palomino, con el pintor sevillano Juan del Castillo.​

A la vuelta de Sevilla, el 28 de junio de 1635 contrajo matrimonio con su primera esposa, Catalina de la Nava, mujer quince años mayor que él y con la que quizá contrajese matrimonio por la necesidad de establecerse económicamente y poder ayudar a su madre y hermanos pequeños. Con su esposa se estableció en una vivienda alquilada en la calle frente al Hospital de la Lámpara y con la dote de su esposa amueblaron su nuevo hogar.

En 1638 se le menciona como pintor de imaginería en el primer documento que se refiere a él como maestro pintor: el contrato para la pintura de una imagen de San José esculpida por el cordobés Bernabé Gómez del Río para la iglesia parroquial de Montoro, por el que había de cobrar 21 ducados. En 1642 subcontrató con el pintor Diego de Borja un lienzo de San Pedro Nolasco recibiendo el hábito mercedario y cuatro pinturas pequeñas que representaban a san Pedro Armengol, san Serapio, santa María del Socorro Santa Colaxia para el altar mayor del convento de Nuestra Señora de las Mercedes Extramuros, por un total de cincuenta ducados. Aun así, la mayor parte de sus ingresos en esta primera etapa provenían de las obras vendidas en la tienda que había sido de su padre. Cambió su local en dos ocasiones asentándose definitivamente el 31 de agosto de 1641 en el local situado en la calle de Libreros, continuación de la calle de la Feria, actualmente conocida como Diario Córdoba.

El 28 de octubre de 1644 murió prematuramente Catalina de la Nava, que le dejó en herencia un quinto de sus bienes y repartió el resto entre Andrés Pérez y Francisca de León, hijos de su primer matrimonio. Finalmente, con la intervención del abogado de Castillo quedó todo en dos pagos de 400 reales. En 1645 el canónigo Lupercio González le encargó El martirio de San Pelayo para la capilla privada que poseía en el trascoro de la catedral cordobesa. Se trataría del primer encargo de esta naturaleza, al que siguieron algunos trabajos para la capilla de Nuestra Señora del Rosario junto a la capilla del Inca Garcilaso, dorada por su padre algunos años antes.

Cinco años después del fallecimiento de Catalina de la Nava contrajo segundas nupcias con María Magdalena Valdés, hija del platero Simón Rodríguez de Valdés. Se iniciaba así una de las etapas más prosperas para el artista cordobés, en la que aumentaron los encargos importantes: El Calvario (actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba) destinado al salón principal del tribunal de la Inquisición; el encargo del mural de La Virgen, San Felipe y Santiago el Menor, para la catedral; las pinturas murales para la Puerta del Perdón de la catedral; la Coronación de la Virgen, para la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno y el San Rafael para José de Valdecañas y Herrera quien lo donaría al consorcio.

Con motivo de la peste de los años 1649 y 1650, Castillo presentó un poema al certamen de poesía convocado por la ciudad en honor al arcángel San Rafael en demanda de protección contra la enfermedad. Las seis estrofas de Castillo, dedicadas a la primera aparición del arcángel al cordobés fray Simón de Sousa en 1278, le valieron un segundo premio y fueron recogidas en 1653 en el libro conmemorativo de Pedro Mexía de la Cerda, Relación de las fiestas eclesiásticas y seculares que la mui noble y siempre leal Ciudad de Córdoba ha hecho a su Ángel Custodio S. Rafael este año de M.DC.LI.

En 1652 falleció María Magdalena Valdés dejando a Castillo viudo por segunda vez, lo que le impidió acudir a la entrega del premio literario en la iglesia de San Pablo. El 30 de julio de 1654 firmó un contrato matrimonial con Francisca de Paula Lara y Almoguera. Los últimos años de su vida están algo peor documentados debido a la falta de documentación escrita y producción artística. Durante su última etapa se aloja en la calle Muñices, donde sería vecino de la que por aquel entonces era la élite cordobesa. En 1666, dice Palomino, viajó a Sevilla, a la que no había vuelto desde los años de estudio, y allí descubrió la pintura de Murillo y la belleza de sus colores, «que a él le faltaba, sobrándole tanto el dibujo», lo que le hizo exclamar: «¡Ya murió Castillo!».​

Algo de lo aprendido de Murillo se manifestaría en sus últimas obras, según Palomino, singularmente en un San Francisco de medio cuerpo que pintó para el mercader Lorenzo Mateo, que «excede en el buen gusto, y dulzura en la cabeza, y manos a todo lo que hizo en su vida Castillo, porque a la verdad le faltó una cierta gracia, y buen gusto en el colorido».​ Falleció el 2 de febrero de 1668, en la vivienda de la calle Muñices sin descendencia.

Su obra

En su pintura Castillo se mueve sin apenas evolución en la órbita del naturalismo, ajeno a las nuevas corrientes más barrocas. La huella de un aprendizaje en ambientes zurbaranescos se advierte en algunas de sus composiciones de asunto religioso, como pueden ser el Calvario de la Inquisición, que pintó para el salón del Santo Oficio en el Alcázar de los reyes cristianos (actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba), la Adoración de los Pastores del Museo del Prado, depositada en el Museo de Málaga, o el Nacimiento de la Hispanic Society, tratadas con solemne monumentalidad e iluminación tenebrista.

Más personal se muestra en las pinturas de carácter narrativo, con numerosas figuras situadas en marcos arquitectónicos o paisajísticos en los que se pondrán de manifiesto su sentido espacial y los numerosos estudios del natural que acostumbraba a hacer. «Excelente paisajista», según Palomino, y dotado para este género de «singular gracia», como demostraban los numerosos cuadros guardados en casas particulares con historiejas y ciudadelas, Castillo «se salía algunos días a pasear, con recado de dibujar, y copiaba algunos sitios por el natural aprovechándose asimismo de las cabañas, y cortijos de aquella tierra; donde copiaba también los animales, carros y otros adherentes»​ De ese interés por lo inmediato quedan unos 150 dibujos, tanto de cabezas como de paisajes, animales y escenas campesinas, que utilizará en los fondos paisajísticos de sus pinturas historiadas al óleo, en las que los rostros de los personajes son, además, auténticos retratos. Ejemplos de ello quedan en la serie de seis cuadros dedicados a la vida de José, conservada en el Museo del Prado, en los que Alfonso E. Pérez Sánchez destacó su «luminoso sentido del paisaje, con refinados grises verdosos y plateados»,​ aunque Palomino le achacase falta de gusto en el color, o en el célebre Martirio de San Pelayo de la Catedral de Córdoba, «donde mostró grandemente Castillo la eminencia de su ingenio en lo historiado».​ Dos pequeños lienzos de formato apaisado en colección privada, con escenas de la infancia de Jesús (Descanso en la huida a Egipto y Sueño de San José), situadas en amplios paisajes con blancas ciudades en las lejanías, pueden ilustrar aquellos países aludidos por Palomino en casas particulares cordobesas.​

El acierto en la composición y el realismo de sus retratos puede apreciarse en el Bautismo de San Francisco de Asís del Museo de Bellas Artes de Córdoba, pintado en 1663 para el claustro del convento franciscano de San Pedro el Real, donde según cuenta Palomino, molesto de ver repetida la firma de Juan de Alfaro que competía con él con otras pinturas para el mismo claustro, firmó «non fecit Alfarus». Muestras del mismo naturalismo inmediato que se aprecia en sus dibujos se encuentran también en el San Francisco predicando ante el papa Inocencio III, en la parroquia de San Francisco y San Eulogio de la Axerquía, donde entre distinguidos príncipes de la iglesia asisten al sermón mendigos, gentes del pueblo absortas y chiquillos inquietos.

Antonio del Castillo pintó también al fresco, siendo suyas las imágenes de los apóstoles Pedro y Pablo con los santos patronos de la ciudad en la Puerta del Perdón de la catedral de Córdoba (dibujo preparatorio en el Museo de Bellas Artes). Con Cristóbal Vela compitió por hacerse con la pintura del retablo mayor de la catedral, siempre según Palomino, adjudicada finalmente a éste. Trabajó con frecuencia para los franciscanos y para los dominicos, siendo suyas las pinturas de la monumental escalera del Colegio de San Pablo de la Orden de Predicadores, de la que procede el cuadro de la Aparición de san Pablo al rey Fernando III, actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, pero además se vio precisado a trabajar para las distintas iglesias de la ciudad y para algunos miembros de la oligarquía urbana, en ocasiones al dictado conforme a las condiciones de quienes le encargaban la obra, con «gran mortificación suya...; porque no estaba tan sobrado de medios, ni de obras, que pudiese abandonar algunas».

Fuente: https://es.wikipedia.org/    

Obra
San Jerónimo, 1635

Ángel eucarístico sosteniendo
una hogaza de pan, 1645

Fernando Casas y Novoa (¿1670?-1750)

 


Casas y Novoa, Fernando (Santiago de Compostela, ¿1670?- Santiago de Compostela, 25 de noviembre de 1750) Arquitecto barroco español.

Biografía

Nació en torno al año 1670 en una familia de clase baja. Comenzó con fray Gabriel de Casas a trabajar en el claustro del conjunto catedralicio de Lugo. A la muerte de su maestro, se encargó plenamente de la ejecución de las obras. Tiene un solo piso de altura considerable y está estructurado por pares de pilastras con decoración vegetal semejante a la de Domingo Antonio de Andrade.

En 1711, surge la oportunidad de su vida: es designado maestro de obras de la Catedral de Santiago de Compostela. Continúa las obras de Domingo de Andrade en la capilla del Pilar, donde busca originales efectos cromáticos y ornamentales. Como solución de empalme entre la fachada del claustro y el Tesoro, realiza el Esconce de las Platerías.

El arzobispo Monroy le encargó varias obras de su patrocinio: la iglesia de los dominicos de Betanzos y el colegio de las Huérfanas de Santiago de Compostela. Aquí destaca el campanario donde utiliza placas conforme al estilo de Simón Rodríguez. Monroy contrató también con él el conjunto conventual de las capuchinas de La Coruña. Obra en la que muestra una gran autocontención decorativa, según el espíritu franciscano. La iglesia del convento de Belvís, en Santiago de Compostela, sigue el mismo espíritu de sobriedad.

Pero el auténtico creativo de Casas Novoa brotará en la capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes, en la catedral de Lugo. Cúpula sobre bóvedas de horno, arcadas que arrancan de los pilares, rica policromía donde mandan los dorados, volutas, variada iconografía... capilla y baldaquino constituyen conjuntamente una de las obras más destacables del barroco gallego.

Su ánimo inquieto y genial distaba de agotarse: iglesia de los monjes benedictinos del Monasterio de Villanueva de Lorenzana, en particular su fachada esbelta y elegante, anuncia que lo mejor está por llegar. Siguió con trabajos para la iglesia de los jesuitas en Coruña, la de San Andrés de Cedeira en Redondela y para la sacristía, claustro y la portada principal del colosal monasterio de San Martín Pinario. Maestro de obras de este cenobio, dejó para él un trabajo de primera magnitud: el retablo mayor bifronte de la iglesia benedictina. Esta realización, con los retablos laterales y los órganos de la misma iglesia constituyen un conjunto escénico y artístico de altísimo nivel. También en esta basílica diseñó la capilla de Nuestra Señora del Rosario.

Pero su obra maestra es la imponente y esbelta fachada del Obradoiro de la catedral compostelana. La profusión decorativa esencialmente geométrica y la estructura ascensional, el formato cóncavo, la solidez y la verticalidad, así como las membranas de vidrio como solución lumínica marcan un hito arquitectónico sin parangón. La iconografía basada en la figura del Apóstol Santiago, sus padres, su hermano y sus discípulos, así como la inspiración en un arco de triunfo clásico hacen de este conjunto la apoteosis del espíritu jacobeo.

Falleció el 25 de noviembre de 1750, poco antes de poder ver acabada su obra cumbre.

Fuente: https://es.wikipedia.org  

Obras comentadas


Obra

Capilla de la Virgen de los Ojos Grandes

Catedral de Santa María, Lugo

Fachada oeste de la catedral de Santiago de Compostela de Fernando Casas y Novoa


También llamada fachada del Obradoiro, se alza dinámica y majestuosa como una escenografía soberbia. El proyecto se debe al arquitecto gal lego que la construyó entre 1738 y 1 750. En el conjunto escultórico, que da a la piedra esa etérea impresión de calado, trabajaron diversos escultores de la región gallega.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

 

Catedral de Santiago de Compostela de Fernando de Casas y Novoa

 


Detalle de la fachada del Obradoiro, real izada en el siglo XVIII por Fernando de Casa y Novoa para proteger el Pórtico de la Gloria. De estilo barroco, en la parte superior se ve al apóstol Santiago vestido de peregrino.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Juan Carreño de Miranda (1614-1685)

 


Carreño de Miranda, Juan (Avilés, 25 de marzo de 1614 - Madrid, 3 de octubre de 1685) Pintor español. 

Biografía

En 1623 se traslada a Madrid donde fue discípulo de Pedro de las Cuevas, maestro también de Francisco Ricci. Murió en Madrid en 1685.

Durante los primeros años de su vida recibe importantes encargos para iglesias y particulares, realizando obras como La Anunciación y Los Desposorios de Santa Catalina, de 1633, La Magdalena penitente, de 1654, San Sebastián de 1656 y La fundación de la orden Trinitaria de 1666, todas ellas influidas por el dinamismo barroco.

En sus pinturas murales, se acentúa el gusto por los efectos escenográficos, en 1665 realiza en colaboración con Francisco Ricci la decoración de la bóveda del camarín de la Virgen del Sagrario de la catedral de Toledo. Aunque entre su obra mural sobresale la decoración del Salón de los Espejos del Alcázar, supervisada por Velázquez.

En 1669 es nombrado pintor del rey y en 1671 elegido pintor de cámara. Sus retratos van a ser testigo de la sombría corte palatina. En sus retratos del enfermizo Carlos II, no atenúa la apariencia desagradable del monarca, ni en el Retrato de doña Mariana madre del monarca, la apariencia monjil.

En su obra se advierte una constante influencia de la obra de Velázquez, sobre todo en sus estudios lumínicos, y en la utilización de algunos temas como el retrato de la enana Martínez Vallejo, a quien inmortaliza vestida y desnuda. También realiza retratos dentro del ámbito cortesano como el de El Duque de Pastrana y el de Pedro Potemkin.

Junto a Francisco Rizi realiza el paso definitivo hacia la pintura del pleno barroco, tomando los modelos de Rubens, presente en las colecciones reales, y sobre todo en la decoración de la Torre de la Parada, y transportando al mundo religioso, el dinamismo y el la exuberancia de colorido del maestro.

Fuente: http://www.mcnbiografias.com/ 

Obra
San Antonio predicando a los peces, 1646

San Sebastian, 1656

Paisaje con la huida a Egipto de Annibale Carracci


Paisaje con la huida a Egipto es un cuadro pintado por el italiano barroco pintor Annibale Carracci. Que data de c. 1604, permanece en el palacio para el que fue pintado en Roma como parte de la colección de la Galería Doria Pamphilj .

La pintura, que representa el evento bíblico del Nuevo Testamento de la Huida a Egipto, fue encargada en 1603 por el cardenal Pietro Aldobrandini para la capilla familiar en su palacio en Roma, más tarde conocido como Palazzo Doria Pamphilj. La comisión incluye seis pinturas en seis lunetas, que fueron ejecutadas por Carracci y sus alumnos (incluidos Francesco Albani, Domenichino y Giovanni Lanfranco).

La obra es considerada frecuentemente como una obra clave en la pintura de paisaje barroca y es el "ejemplo más famoso" del "nuevo estilo de paisaje" que Carracci desarrolló en Roma de "panoramas de paisaje cuidadosamente construidos", según Rudolf Wittkower. Para John Rupert Martin es "el paisaje clásico arquetípico, que luego se emulará con variaciones de Domenichino, Poussin y Claude ... la pequeña escala de las figuras en relación con el espacioso entorno natural establece de inmediato una nueva prioridad en qué paisaje ocupa el primer lugar y segundo la historia "; aunque en la medida en que es "nuevo", es decir, para la pintura italiana, tales obras habían sido comunes en la pintura del Norte desde que Joachim Patinir comenzó a utilizar la misma inversión de escala casi un siglo antes. El viaje de la Sagrada Familia se refleja en otros elementos en movimiento, como las ovejas, aves, vacas y los camellos en la cresta de la izquierda.

Wittkower ve en ella "una concepción heroica y aristocrática de la Naturaleza domada y ennoblecida por la presencia del hombre", ya que tales obras siempre contienen una gran característica hecha por el hombre, aquí el castillo "muy compuesto por horizontales y verticales" bajo el cual se mueve la fiesta. Se colocan en la reunión de dos diagonales representadas por la oveja y el río, "así, las figuras y los edificios están íntimamente mezclados con el diseño cuidadosamente arreglado del paisaje".

Kenneth Clark menciona la obra como un ejemplo del "paisaje ideal" dirigido a promoverse en la jerarquía de géneros mediante la emulación (en ausencia de mucha evidencia de cómo era la pintura de paisajes clásica) una visión esencialmente literaria, en gran parte derivada de la pastoral. poemas de Virgilio: "las características de las que está compuesto deben elegirse de la naturaleza, ya que la dicción poética se elige del habla ordinaria, por su elegancia, sus antiguas asociaciones y su facultad de combinación armoniosa. Ut pictura poesis ".  La alabanza de Clark por el trabajo es notablemente débil, ya que carece del espíritu que encuentra en Giorgione y Claude en la misma tradición: "En su mejor momento, como en las lunetas de la Galería Doria, los paisajes de Annibale Carracci son admirables piezas de creación de imágenes, en las que las partes agradablemente estilizadas se integran en un todo armonioso. Reconocemos la ciencia que ha entrado en la construcción del castillo en el centro de la huida a Egipto ... Pero al final, estos paisajes eclécticos solo interesan a los historiadores "

Fuente: https://www.wikiart.org/ 

Vicente Carducho (1576-1638)

 


Carducho, Vicente (Florencia, 1576-Madrid, 1638) Pintor italiano.

Biografía

Su obra es de suma importancia para la pintura española no tan sólo por su producción artística, que evolucionó desde un frío manierismo inicial hacia un naturalismo vital (según Calvo Serraller; véase naturalismo), sino sobre todo por su afán de elevar la pintura al rango de arte liberal a través de sus escritos, entre los que destacan los Diálogos de la Pintura, publicados en 1633.

En 1585 Carducho llegó a España con su hermano mayor, Bartolomé, que fue también su maestro. Sus primeras experiencias artísticas en España se desarrollaron dentro del círculo de los artistas italianos que habían llegado a España llamados por Felipe II para la decoración de El Escorial. En 1596 y 1601 hay constancia de obras suyas que cobró en nombre propio.

Carducho estaría vinculado a la Corte española a lo largo de toda su vida, así que en 1601 la siguió a Valladolid y a Lerma. Según Palomino, realizó los frescos del Tocador de la Reina y de la Sala de las Comedias del Palacio Real de Valladolid (destruido en la Guerra Civil). De 1604 a 1606 trabajó con su hermano en las pinturas para el retablo mayor del convento franciscano de San Diego por encargo del Duque de Lerma. De los tres cuadros, Ascensión de San Diego de Alcalá, Estigmatización de San Francisco y La Anunciación, los dos últimos (Valladolid, Museo Nacional de escultura) están firmados y llevan fecha de 1606. De entre 1604 y 1605 consta también su labor como dorador de la reja y del altar del presbiterio de la misma iglesia y un documento que dice que trabajó para el convento hasta 1610 (ya que el último pago consta de 1611), aunque volvió en 1606 con la corte a Madrid, colaborando ahí entre 1606 y 1610 en la nueva decoración del Palacio de El Pardo, destruido en 1604 por un incendio.

Se considera segura su colaboración en las labores de dorar y pintar al fresco en la Galería del Mediodía, con las que siguió incluso después de la muerte de su hermano en 1608, así como la realización entre 1611 y 1612 de los frescos de las bóvedas (destruidos) en la Capilla del Palacio, cuyo programa y composición se conocen por el estudio completo y la descripción exhaustiva que el mismo Carducho les dedica en su tratado de arte Diálogos de la Pintura.

El 28 de enero de 1609 fue nombrado pintor de Corte por Felipe III. Entre 1614 y 1616 colaboró con el también pintor de la Corte Eugenio Caxés en pintar al fresco la Capilla del Sagrario de la Catedral de Toledo, y entre 1618 y 1619 compartieron nuevamente el trabajo en el retablo mayor de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe (Guadalupe, in situ), y después colaboraron en el retablo mayor de la iglesia parroquial de Algete (Madrid, in situ).

Carducho realizó numerosos trabajos para iglesias y conventos en Madrid y alrededores, además de en distintas ciudades, tales como Segovia, Cuenca, Burgos, Valladolid y Toledo. Hay que recordar, aparte de los ya mencionados, los retablos de El Parral de Segovia de 1611, el retablo de la Iglesia de la Encarnación de Madrid de 1613, el retablo de la iglesia de San Sebastián de Madrid, el retablo de las Carboneras de Madrid y, sobre todo, el importantísimo ciclo de 56 pinturas para el monasterio de cartujos de El Paular, cerca de Madrid, empezado en 1626 y terminado en 1632, y que representa escenas de la vida de San Bruno y historias de la orden (Patrimonio Nacional, en parte en el Museo del Prado).

Una faceta menos religiosa y más bélica presentan los tres cuadros de batallas realizados entre 1633 y 1635 para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro (actualmente Museo del Prado).

Su obra, en términos generales, se caracteriza por un estilo pictórico cercano a la pintura florentina y veneciana de su tiempo, pintura que ha podido conocer en la Corte y en las colecciones reales de Felipe II y Felipe III. Hasta el momento no se ha podido confirmar un supuesto viaje a Italia, y tampoco se sabe a ciencia cierta si los viajes que Carducho realizó (según Palomino y Ceán Bermúdez) a Valencia y Granada para conocer las obras de Francisco Ribalta y Juan Sánchez Cotán se hicieron realmente. Lo que si se sabe es que Carducho fue el pintor más famoso y más estimado bajo el reino de Felipe III, y es seguramente el representante más importante de la escuela madrileña del primer tercio del siglo XVII. Muchos pintores de la primera generación del barroco español, entre ellos Félix Castelo, Francisco Rizi, Francisco Fernández, Pedro de Obregón y Bartolomé Román, fueron alumnos suyos (véase el Arte barroco en España en la entrada barroco).

Pero la importancia de Carducho para el arte español del siglo XVII no se limita a su obra artística, ya que su afán por elevar la pintura a rango de arte liberal y, por consiguiente, de mejorar la situación laboral y social del pintor en España, hace de su tratado de arte, los Diálogos de la pintura, una de las fuentes de referencia más importantes, incluso hoy día, para cualquier investigación dedicada a la pintura española del siglo XVII.

Carducho fue uno de los representantes líderes del movimiento académico de los pintores madrileños. En 1606 fundó con otros pintores una Academia del Arte de la Pintura (de la que no hay constancia documental), con el fin de que ésta representara a todos los pintores residentes en Madrid. Aunque no se sabe mucho del estatus exacto de esta aún enigmática academia, existen más datos para confirmar la preocupación de Carducho por la situación de los pintores, sobre todo dos memoriales (pareceres de opiniones y peticiones) que los pintores de la corte dirigieron a Felipe III. Se cree que Carducho fue el autor del primer memorial. El segundo se relaciona, según relata Carducho en su tratado, con el Duque de Olivares y su apoyo directo para la fundación de una academia.

Pero el intento de enseñar pintura, tanto en la teoría como en la práctica, bajo el protectorado del rey falló, también según Carducho, por la oposición en las propias filas; así, entre 1625 y 1633 Carducho y otros artistas pusieron pleitos a favor de la liberalización de la pintura de la alcabala, un impuesto sobre la venta que aparte, de ser un cargo económico para los pintores, también era una cuestión de prestigio en el contexto del rango de la pintura como arte liberal. Por esto los Diálogos de la pintura, publicados y dedicados a Felipe III en 1633, el mismo año en el que el veredicto de uno de los pleitos del 11 al 13 de enero significaba solamente un éxito parcial para los pintores madrileños, se puede considerar como el manifiesto del movimiento académico español. En estos diálogos entre un maestro y un discípulo se tratan la teoría (Diálogo I a VII) y la práctica (Diálogo VIII) de la pintura. Aunque este tratado se puede situar perfectamente dentro de la tradición de la teoría italiana del arte del siglo XV a XVI, ya que las obras de Vasari, Lomazzo y Zuccari son reconocibles como fuentes directas, resalta la fuerte preocupación en la formación de los pintores y en su situación dentro de una sociedad que todavía los considera meros artesanos, equiparándolos con sastres y zapateros.

El espíritu luchador y reformador de Carducho se refleja también en su autorretrato (Glasgow, Pollock House), en el que el artista se representa a sí mismo con una pluma de escribir en el momento de redactar los Diálogos de la pintura y rodeado de los atributos de la pintura y el dibujo, identificándose de esta manera con el ideal del pintor docto y perfecto, ideal que el mismo Carducho define en sus Diálogos. Este autorretrato de Carducho, con su fuerte carga programática, abrirá las puertas para retratos y autorretratos de artistas en España que van más allá del mero retrato individual o de oficio para ser un memorial pintado.

Fuente: http://www.mcnbiografias.com/       

Obra
El prior Boson resucita a un albañil, 1631

La Sagrada Familia,1631

Alonso Carbonell (h.1563-1660)


Carbonell, Alonso (Valencia, h.1563 - Madrid, 1660) Escultor y arquitecto español.

Biografía

Hijo de un carpintero de Albacete, en 1603 se le documenta en Madrid como aprendiz en el taller del escultor Antón de Morales. En 1611 contrató el retablo mayor de la iglesia de la Magdalena de Getafe, finalizado en 1618. Su labor en él debió de ser la de tracista, contando con la colaboración como escultores de su antiguo maestro y de Antonio de Herrera, a quien estaba unido por lazos familiares, lo que no iba a impedir que, a la larga, acabaran siendo rivales. Dirigió un importante taller dedicado a la contratación de retablos, en el que colaboraría su hermano Ginés, pintor y dorador. Poco a poco, sin embargo, irá abandonando esta actividad tras ingresar en 1619 al servicio de la Corona en calidad de aparejador. Con todo, en 1625 figuraba aún en el censo del donativo al rey en compañía de escultores y tracistas, aportando una cantidad importante.

En 1627 fue nombrado aparejador de las obras reales y tres años más tarde aparejador mayor. En este cometido se encargará con Cristóbal de Aguilera de las trazas y construcción de la Cárcel de Corte, actual Ministerio de Asuntos Exteriores. Favorecido por el Conde-Duque de Olivares, en 1632 fue designado maestro mayor de las obras del nuevo Palacio del Buen Retiro, desplazando a Juan Gómez de Mora. A la muerte de Juan Bautista Crescenzi, en 1635, asumió ya sin cortapisas la labores de arquitecto de la obra del palacio y de sus ermitas. En 1637, tras el destierro de Gómez de Mora de la corte, también se hará cargo del Palacio de la Zarzuela, proyectado por aquel, y de la dirección arquitectónica de la Torre de la Parada, iniciada ese mismo año, además de supervisar las obras del Panteón Real en el Monasterio de El Escorial. También en 1635 dio las trazas para el convento de monjas de la Concepción Recoleta de Loeches, patrocinado por Olivares y levantado junto a su palacio, ocupándose de las obras nuevamente Cristóbal de Aguilera. La iglesia sigue en su fachada directamente el modelo del monasterio de la Encarnación de Madrid. La caída en desgracia de su protector no pondrá fin a su carrera, pues en 1648 será nombrado maestro mayor de las obras reales, al quedar la plaza vacante por muerte de Gómez de Mora.

Casón de Buen Retiro, Madrid

Casón de Buen Retiro, Madrid

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