Se ha podido enjuiciar
severamente el siglo XVII español partiendo de la base de su decadencia
económica o política; jamás se pudo poner en tela de juicio su originalidad y
riqueza por lo que respecta a las artes y las letras; en ambos aspectos fue,
además, un período lleno de contrastes. En arquitectura se mostró
progresivamente barroco; en pintura y escultura produjo un arte que es uno de
los más profundamente realistas y humanos que hayan existido.
El interés internacional por el Barroco arranca
de la obra de Wolfflin Renacimiento y
barroco, publicada en 1888. En España este interés no se sintió, desde el
punto de vista de la arquitectura, hasta bien entrado el siglo XX. A principios
de este siglo aún se mantenía en vigor el juicio y la condenación del Barroco
proferidos por los escritores del período neoclásico; son curiosos los
terribles despropósitos de los críticos españoles de los siglos XVIII y XIX
sobre los profesores del período
barroco.
Cúpula de la Catedral
Nueva de Salaman- ca de
Joaquín Churriguera. Detalle
de la linterna que corona
la cúpula. |
Ceán Bermúdez ni tan siquiera incluye a
Churriguera en su Diccionario histórico
de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España (1800). Para
los académicos neoclásicos, el Barroco fue un error, una degeneración, una
aberración incalificable. José Caveda no sólo condena el Barroco en su Ensayo histórico sobre los diversos géneros
de Arquitectura escrito en 1848, sino que hubiera querido que los españoles
no hubiesen participado en aquel gran error. "N o serán, sin embargo, los
españoles -dice Caveda- quienes deban responder a Europa de la corrupción de la
arquitectura de esta época. Borromini mereció,
como heresiarca de las artes, la reprobación de los escritores de juicio que le
sobrevivieron. Cuando Gómez de Mora se encargó de la dirección de las obras
reales, en 1611, estaban ya olvidados los ideales de la severa grandiosidad de Palladio y de aquel
puritanismo clásico ... , y no tardó el nuevo gusto en introducirse en la Península. Sosteníanle
eminentes ingenios en España y era su intimidad muy estrecha con Roma para que
dejaran de admitirle."
Catedral de Santiago de Compostela. Detalle de la fachada del Obradoiro, real izada en el siglo XVIII por Fernando de Casa y Novoa para proteger el Pórtico de la Gloria. De estilo barroco, en la parte superior se ve al apóstol Santiago vestido de peregrino.
Los escritores y poetas románticos ignoraron el
Barroco, pues de haberse fijado en él de seguro les hubiera interesado; todo su
entusiasmo y admiración se concentró en las catedrales y edificios góticos. La
rehabilitación del Barroco en arquitectura no llegó hasta que se consideró como
una manifestación paralela, complementaria, de la poesía del siglo XVII. Cuando
todo el mundo empezó a mostrar la mayor estima por La Galatea y el Polifemo
de Góngora, los españoles se dieron cuenta de que la arquitectura y la
escultura barrocas representaban una idéntica huida de la lógica clásica y no
eran por necesidad reprobables. Del mismo modo que al conceptismo se le dio el
nombre poco preciso de "gongorismo", así al Barroco se le llamó"
churriguerismo", derivado del nombre del arquitecto José de Churriguera,
denominación desacertada porque ni fue Churriguera responsable de este estilo
entre nosotros, ni siquiera fue su más ferviente cultivador.
No hay duda de que durante el siglo XVII, tanto
en Italia como en España, el Barroco estaba en su ambiente. De suerte que si,
en parte, España imitó en eso lo que en Italia acontecía, el barroquismo se
habría producido de todas maneras en el arte español. Es más; si acaso, la
influencia italiana no hizo más que retardar una evolución que ya a fines del
siglo XV se iniciara, pues lo primero que vino de Italia a interrumpirla fue la
faceta más severa del arte italiano renacentista: la arquitectura "
grecorromana" de Herrera.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.