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Artistas de la A a la Z

La villa Rotonda

La obra de Andrea Palladio se engrandece con un variadísimo muestrario de sus villas, diseñadas para la nobleza, esparcidas por los campos más inmediatos de las ciudades de Vicenza y Venecia. La más admirada de todas ellas es la villa Capra, conocida como villa Rotonda (Villa La Rotonda), una casa de campo construida a las afueras de Vicenza.

El edificio se alza sobre un pequeño montículo en el que cuatro lados monumentales con amplias escaleras conducen a pórticos de orden jónico, levantados sobre un elevado estereóbato y coronados por un frontón. Como los antiguos templos romanos, cada pórtico da acceso a la planta principal, donde se aloja una sala central circular.

De hecho, el cuerpo del edificio es un cuadrado donde se inscribe una sala rotonda alrededor de la cual se agrupan las diferentes habitaciones rectangulares. A cada lado se añade, en el exterior, el pórtico coronado con estatuas como acróteras.

Todo el complejo está distribuido por las maravillosas formas geométricas elementales como el cilindro, la esfera o el cubo. Figuras que contienen un alto grado simbólico. El cuadrado, representa lo terrenal, mientras que el círculo, se relaciona con lo espiritual.

Planta de la villa Rotonda, cerca de Vicenza,
obra de Palladio. 
Tanto la disposición de la planta como la vista exterior son totalmente simétricos y proporcionados mostrando una concordancia perfecta entre las partes. Los frontones de los diversos pórticos que componen La Rotonda son idénticos e incluso mantienen el mismo número de escalones. El pórtico solía emplearse tan sólo en la entrada principal; aquí, sin embargo, se dispone en todas las fachadas para que la simétrica disposición sea perfecta.

La sala circular y de alto techo está cubierta por cúpula, limitada hasta entonces a las iglesias. En esta estancia se empieza a comprender lo que quiere decir Palladio cuando asigna al círculo los atributos divinos de unitá y uniformitá.

En la villa Rotonda, todo resulta perfectamente coherente, una característica de la arquitectura palladiana. La longitud, la altura y la geometría, están determinadas por un sistema de proporciones racionales, derivado de Vitruvio y Alberti.

La ausencia de dependencias secundarias la diferencia de las demás villas. También porque es la única obra suya que se corresponde exactamente con la ilustración de su obra teórica: Los cuatro libros de arquitectura. Es en esta construcción donde aplica la concepción del clasicismo expuesta en su tratado.

La elegancia formal de la arquitectura palladiana hizo que su influencia fuese muy importante en los siglos posteriores, especialmente en el neoclasicismo del XVIII, y de manera más intensa en Inglaterra. Cabe señalar también la casa de Thomas Jefferson en Virginia, en los Estados Unidos, realizada en 1770.

La sencillez y distinción del trabajo de Palladio hizo que sus mansiones tuviesen incomparable belleza, siendo la más característica esta villa Rotonda, comenzada a construir probablemente hacia el 1566.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Manierismo escultórico

El manierismo en escultura, al igual como ya se ha tenido ocasión de señalarlo respecto a la pintura, fue la tendencia dominante del siglo XVI. El hallazgo en Roma del grupo helenístico del Laocoonte, en 1506, conmovió el ambiente artístico orientándolo hacia un estilismo refinado; las obras maravillosas de Miguel Ángel influyeron en esa corriente y le aportaron un idealismo dramático que fue la característica de la escultura manierista. En primer lugar se debe citar al famoso Benvenuto Cellini (1500-1571), espadachín y charlatán, cuya autobiografía es el más divertido libro de la época. Además, es el mejor escultor de la tendencia manierista, y acertó genialmente con una de sus obras de escultura monumental: Perseo con la cabeza de Medusa.

⇦ Moisés sacando agua de la roca de Benvenuto Cellini (Museo del Bargello, Florencia). Maravilla de la habilidad de Cellini para trazar unos relieves tan detallados en una moneda. 



La república de Florencia, después de expulsar a los Médicis, había colocado delante del Palacio Municipal el grupo de Donatello: Judit cortando la cabeza del tirano. Al regresar los Médicis, sustituyeron la Judit republicana por Perseo, que vence al monstruo femenino y levanta el brazo enseñando al pueblo la cabeza de la Medusa. Hoy la Judit y el Perseo, reconciliados, están uno cerca del otro, en la Loggia dei Lanzi, en la plaza de la Señoría. El bronce de Cellini es bello, elegante, elevando con gracia el brazo que sostiene la cabeza del monstruo. Es una obra de gran dificultad de fundición, que demuestra ya el prurito del virtuoso en vencer obstáculos de la técnica. Hoy se estima más a Cellini como escritor que como artista, sin duda por las locuras que cuenta de su vida aventurera, pero además de buen escultor fue también un orfebre genial. El pedestal con relieves y figurillas del Perseo es una joya de mármol y bronce.


Salero de Francisco I de Benvenuto Cellini (Kunsthistorisches Museum, Viena). En esta obra de 33 cm de largo y 26 cm de alto, realizada en oro con incrustaciones de esmalte, Cellini demuestra por que está considerado el mejor orfebre del Renacimiento. Aquí, las figuras representan a los dioses del mar y de la tierra, cuya reunión produce la sal. 



Ninfa de Fontainebleau de Benvenuto Cellini (Musée du Louvre). La ninfa es representada a modo de figura repujada que elimina toda ilusión frontal a la vez que reafirma el carácter de ficción del arte manierista. 

Es en esta obra y en las medallas donde hay que admirar a Cellini como orfebre, gran parte de cuyas obras de esta especialidad se han perdido. Entre las conservadas, hay que colocar quizás en primer lugar el célebre salero de Francisco I (Kunsthistorisches Museum, Viena), terminado en 1543, trabajo de oro y esmaltes, y cuyas figuras casi tendidas de la Tierra y el Océano, están visiblemente recorridas por ardientes inflexiones miguelangelescas, como corresponde a uno de los más exquisitos escultores del manierismo. Otra obra de Cellini, realizada durante su estancia en París, es el famoso luneto de bronce con la Ninfa de Fontainebleau, hoy en el Louvre, fundido en 1545 para la puerta del castillo de Fontainebleau, pero que -en realidad- fue utilizado por Diana de Poitiers para la puerta de su castillo de Anet. La larga figura femenina, de casi 4 metros de longitud, es simultáneamente grácil y redondeada, conforme al canon de belleza femenina preferido por el manierismo.

Este hermoso desnudo está rodeado por la minuciosa definición detallista de las ondas del agua de la fuente y del pelo de los animales, que recuerdan el típico estilo de orfebre de su autor.

Detalle de la Fuente de Neptuno de Bartolomeo Ammannati. Situada frente al Palazzo Vecchio de Florencia en la Plaza de la Señoría. Convocado un concurso, se eligió el proyecto de Ammannati entre los de Cellini y Giambologna. El sátiro y la náyade de bronce son auténticos prototipos del artificioso intelectualismo manierista.  



Fuente de Neptuno de Giambologna, en Bolonia. En esta obra, el artista emplea toda su pericia como fundidor en bronce para introducir un nuevo elemento dinámico: los juegos de agua que determinan una fantasía luminosa y móvil dentro de espacios minuciosamente calculados. 

⇦ Rapto de las Sabinas de Giambologna (Loggia dei Lanzi, Florencia). El escultor proporciona a un grupo de figuras de mármol, de audaz equilibrio dinámico, una gran armonía estilizada. 



Ya se ha dicho que, junto a Cellini, en el funeral de Miguel Ángel figuraba también el escultor Ammannati. Bartolomeo Ammannati (1511-1592), que en su juventud había sido un ayudante de Sansovino en la construcción de la Biblioteca Marciana de Venecia, dejó en su Fuente de Neptuno, de la plaza de la Señoría de Florencia, una verdadera exaltación del dinamismo manierista. Es lástima que aquella acumulación nerviosa de ninfas y faunos que retuercen sus músculos de reluciente bronce sobre el mármol de la fuente de manera tan excitante, esté centrada por la excesivamente académica estatua de Neptuno en mármol blanquísimo, al que los florentinos han llamado siempre despectivamente “Il Biancone”. Tanto desagradó a los ciudadanos de Florencia aquella figura tan vulgar, que el mismo día de su inauguración, en 1577, se hizo popular un pareado burlón: Ammannato, Ammannato – che bel marmo hai rovinato.

Giambologna, algo posterior a Cellini, es ciertamente un gran escultor, de más empuje que éste. Natural de Douai, donde nació en 1529, y llegado a Italia en 1551 con ansias de iniciarse en el arte, pasó algún tiempo en Roma, y a su regreso halló en Florencia un protector que lo retuvo y le facilitó recursos para seguir estudiando. El valón Jean de Boulogne se convirtió en el Giambologna, un refinado florentino. Su primera obra importante fue la Fuente de Neptuno, en Bolonia, entre 1563 y 1567, que le fue encargada por el papa Pío IV. En esta obra ya se puede observar que, junto a las influencias de Ammannati y de Miguel Ángel (esta última es la que había sido más subrayada hasta hace poco), tiene gran importancia una marcada preferencia por las formas gráciles y delicadamente redondeadas, que debió aprender a su paso por Francia cerca de los manieristas de la escuela de Fontainebleau: Primaticcio y Jean Goujon. A él se debe el conocidísimo Mercurio volando, que se lanza en actitud vertical de fuerza y ligereza, pese a su altura cercana a los dos metros.

⇦ Mercurio volando de Giambologna (Museo del Bargello, Florencia). El autor de esta grácil figura plasma la elegante fantasía, el refinamiento formal y su increíble habilidad como fundidor, que le llevaron a ser uno de los principales creadores del estilo internacional del manierismo.



Reaparece el mismo virtuosismo del Perseo de Cellini y debió de ser una figura dificilísima de fundir, pero aquélla era una época en que se empezaba a sentir el placer de vencer las dificultades de la técnica. A veces el arte, el efecto estético, era algo secundario; lo principal eran los esfuerzos para superar la rudeza de los materiales, trabajando con granito y piedras duras o componiendo grupos con figuras entremezcladas. Así son los grupos de Giambologna Hércules domeñando al centauro Neso, y, sobre todo, su famoso Rapto de las Sabinas, terminado en 1583. Ambos grupos escultóricos se encuentran hoy todavía en la vía pública, en la Loggia dei Lanzi, de Florencia. El segundo, en el que tres figuras humanas se alzan en el espacio con un impresionante movimiento en espiral, parece dotado de una irresistible fuerza centrífuga hacia el infinito. Nunca el mármol se había visto lanzado así hacia el reino de la fantasía y casi hacia el irracionalismo. Esta audaz espiral serpentinata, poéticamente gesticulante, es ya un prólogo del arte barroco.

Giambologna vivía todavía en 1605, pero su taller, convertido en comercio de exportación, fue continuado por un tal Antonio Alessi. Se conserva el catálogo de los bronces que ofrecía a los compradores. Los asuntos merecen copiarse: “Rapto de las Sabinas”, “Hércules matando a los centauros”,”Centauro llevándose a Dejanira”, “Caballo muerto por un león”, “Toro muerto por un tigre”, “Mujer y un sátiro”, “Mercurio volando”, “Campesino con una linterna”, “Mujer bañándose”…, y como asunto religioso tan sólo figura “un crucifijo”.

El genio de Miguel Ángel, así exagerado con técnicas difíciles de fundición y complicadas composiciones, quedó predominante en la escultura durante todo el siglo XVI. Cierto Bernardo Campi publicó, en 1584, su Parere sopra la pittura, en el que aconsejaba a los pintores que estudiasen dibujando esculturas tanto o más que el natural. Esta prescripción ha llegado hasta el presente y se han dibujado, como preparación para todas las artes, los vaciados en yeso de esculturas clásicas o italianas del Renacimiento.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Galleria dell' Accademia

Dirección: 
Via Ricasoli 58-60, 
50122 Florencia. 
Tel (+0039) 055 294883. 
http://www.galleriaaccademiafirenze.beniculturali.it/


Interior de la Tribuna con el David de Miguel Ángel. 

La Gallería dell'Accademia se encuentra en el lugar que ocupaban dos antiguos conventos -el de San Mateo, para varones, y el de San Nicoló di Cafaggio, para mujeres- que ocupaban toda la manzana situada entre la plaza de la Santissima Annunziata y la via Ricasoli. El gran edificio asemeja a una iglesia con planta de cruz latina. Las alas laterales y la Galería de las Prisiones ocupan algunos espacios pertenecientes al hospital de San Mateo, de época medieval, mientras que la tribuna en la que se yergue la estatua del David fue diseñada expresamente con este fin por el arquitecto Emilio De Fabris, entre los años 1873 y 1882.

Salón del Coloso, con la escultura del
Rapto de las Sabinas de 
Giambologna.
El núcleo principal de la colección se formó en 1784 con una serie de antiguas pinturas donadas a la Academia por el gran duque Pietro Leopoldo, que constituía un compendio de las diferentes escuelas de dibujo para que los antiguos maestros sirvieran de modelo en los ejercicios de los alumnos.

En 1785 y, más tarde, de 1808 a 181 O, la Galería se enriqueció con las obras adquiridas después de la prohibición de las órdenes religiosas aplicada en aquellos años. En 1873 se incorporó la escultura del David, que antes estaba colocada delante del Palazzo Vecchio, en la plaza de la Signoria. La exposición constante a los agentes atmosféricos había causado grandes daños a la obra maestra de Miguel Ángel, pero no fue ése el único motivo para que se decidiera su traslado a la Academia.

De hecho, se tenía la intención de preparar una gran exposición sobre Miguel Ángel en vistas del cuarto centenario de su nacimiento, en 1875, y, posteriormente, la de abrir un verdadero museo dedicado al escultor, con obras originales, moldes y dibujos. Desde entonces, la Academia empezó a denominarse Museo de Miguel Ángel. La adquisición de la Piedad hallada en la Capilla Barberini, en Palestrina, cuya atribución a Miguel Ángel ponen en duda actualmente muchos expertos, se remonta a 1939.

La colección de tablas con fondo de oro conservada en las salas de la planta baja -denominadas Bizantinas- y en los cuatro espacios de la primera planta, ofrece una visión clara y completa de la producción artística florentina del período que va de Giotto a Masaccio.

Entre las obras más destacadas de la galería se encuentra el artesón decorado con Historias de la vida de Cristo y de San Francisco, de Taddeo Gaddi, San Lorenzo y San Bartolomé, de Bernardo Daddi, el tríptico de Pentecostés, de Andrea Orcagna, la Virgen con el niño, San Juan niño y dos ángeles, de Botticelli, San Esteban entre Jacob y San Pedro, de Ghirlandaio y Venus y Cupido, de Jacopo Pontormo.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Galleria degli Uffizi

Dirección: 
Piazzale degli Uffizi, 
50122 Florencia 
Tel: 055 294883 
https://www.uffizi.it/gli-uffizi




Su extraordinaria colección de pinturas y esculturas antiguas convierten la Gallería degli Uffizi en uno de los museos más famosos del mundo. Su repertorio de pinturas del Trecento y del Renacimiento contiene varias obras maestras absolutas del arte de todos los tiempos. Entre las que se incluyen trabajos de Giotto, Simone Martini, Piero delta Francesca, Fra Angelico, Filippo Lippi, BotticelliMantegna, Corregio, Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Caravaggio.

El museo cuenta además con una importante selección de pintores alemanes, holandeses y flamencos, entre los que destacan Durero, Rembrandt y Rubens.

Otras de las importantes colecciones que se hospedan en el complejo son la Collezione Contini Bonacossi y el Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi.

La galería se encuentra situada en la última planta del gran edificio construido entre 1560 y 1580, sobre el proyecto de Giorgio Vasari, como sede del principali uffici amministrativi dello stato toscano. Fue llevada a cabo por voluntad de Francesco 1 de Médicis y enriquecida gracias al tributo de numerosos componentes de la familia Médicis, apasionados coleccionistas de pinturas, esculturas y objetos de arte. Reordenada y ampliada bajo la dinastía de Lorena, sucesora de los Médicis, pasó luego a formar parte del Estado italiano.

Vale la pena destacar el Corridoio Vasariano, que forma parte de la galería: un corredor suspendido realizado por Vasari en 1565, que conecta el edificio degli Uffizi con el Palazzo Vecchio y con el Palazzo Pitti. Allí se encuentra expuesta una importante colección de pinturas del Seicento y la Collezione degli Autoritratti.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

The National Gallery of London

Dirección: 
Trafalgar Square. Londres WC2 5DN 
Tel: (+44) 20 77 47 2885 
https://www.nationalgallery.org.uk/




The National Gallery of London fue concebida en 1824 a partir de la adquisición, por parte del Estado, de la colección particular del británico John Julius Argenstein. 

La colección fue ampliada con fondos estatales, y en 1838 se inauguró el actual edificio para albergar la totalidad de las obras. Se trata de una construcción ubicada en el centro de Londres, diseñada por Williams Wilkins en estilo neoclásico. 

Con el creciente enriquecimiento del fondo, se han construido varias ampliaciones en las alas del edificio a través de los años. Entre ellas destaca la última, realizada en 1991, puesto que en aquella oportunidad se creó la Sala Sainsbury, financiada por miembros de la familia Sainsbury y diseñada por Robert Venturi, que está dedicada exclusivamente a colecciones de pintores del primer Renacimiento. 

Las piezas que componen este conjunto comenzaron a reunirse durante la gestión de sir Charles Eastlake, el primer director de la galería, que entre 1855 y 1865 viajó por Italia en busca de obras de arte. Constituyen el mayor depósito de pintura italiana fuera de Italia. 

La galería posee asimismo un importante repertorio de maestros holandeses y flamencos, al igual que de pintores franceses y españoles de los siglos XV al XIX. 

Cabe destacar entre las colecciones del museo el importante conjunto de pintura flamenca, constituido a partir de las donaciones de la colección particular de la reina Victoria. 

Entre los artistas cuyas obras alberga el museo se encuentran Leonardo da Vinci, BotticelliJan Van Eyck, Jan VermeerRembrandtRubens, Tiziano, Miguel Ángel, Velázquez y Renoir. 

The National Gallery cuenta con más de 2.000 piezas realizadas entre 1250 y 1900.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.












Museo Nazionale del Bargello

Dirección: 
Via del Proconsolo, 4. 
Florencia 
Tel. 39 055 2388-606
http://www.bargellomusei.beniculturali.it/musei/1/bargello/

Museo Nazionale del Bargello, detalle del patio interior del antiguo palacio que denota cierto aire de fortaleza medieval. 

El Museo Nazionale del Bargello está ubicado en lo que fue el palacio del Capitán del Pueblo. Su núcleo original se remonta a 1255 y fue construido, según Vasari, siguiendo el diseño de un tal Lapo, padre de Arnolfo di Cambio. Se trata del bloque que da a la Via del Proconsolo: la sede de gobierno más antigua de la ciudad. 

Desde finales del siglo XIII hasta finales de 1502 el edificio fue la residencia oficial del Podestá, o sea el magistrado que gobernaba la ciudad y que debía ser, según la tradición, un forastero. Alrededor de 1287 se construyó el mirador, la bellísima terraza que daba al patio donde a menudo el Podestá reunía a los representantes de las artes y de los gremios. El torreón, anterior incluso al edificio, albergaba la campana llamada Montanina, que sonaba cuando había que convocar a los florentinos en caso de guerra o asedio. 

En 1502 el edificio se convirtió en la sede del Consejo de Justicia y de la policía, cuyo jefe era llamado, precisamente, "il Bargello". En 1786, cuando el gran duque Pietro Leopoldo abolió la pena de muerte, todos los instrumentos de tortura fueron quemados en el patio. Las prisiones se siguieron usando hasta 1857, cuando fueron trasladadas al ex convento de las Murate. A partir de esa fecha empezó la restauración completa del edificio, realizada por el arquitecto Francesco Mazzei. 

Claustro del patio interior del museo. 

La designación definitiva del Bargello como museo de escultura tuvo lugar en 1886, cuando se celebró el quinto centenario del nacimiento de Donatello. Dos años después, el museo recibió la generosa donación de obras de arte góticas y renacentistas del anticuario francés Louis Carrand, a la que siguió, en 1894, la de Costantino Ressman, embajador y coleccionista de armas. Giulio Franchetti donó al museo en 1907 su colección de tejidos, con ejemplares que van desde el siglo VI al XVIII. 

Cabe destacar la Sala de Miguel Ángel donde se exponen obras del gran artista del Renacimiento; la antigua Sala del Consejo Mayor, con obras de Donatello y otros escultores del Renacimiento florentino, como Lorenzo Ghiberti y Filippo Brunelleschi; la sala llamada "del Verrocchio" que acoge desde 1873 obras toscanas de la segunda mitad del siglo XV -el artista mejor representado en ella es, obviamente, Andrea Verrocchio. 

La colección de azulejos del Bargello debe gran parte de su esplendor al afán de coleccionismo de los Médicis. Gracias a numerosas contribuciones, incluso de coleccionistas modernos, la sala ofrece un panorama casi completo de la historia del azulejo italiano. 

Otras dos salas, además, están dedicadas a las terracotas vidriadas de Giovanni y Andrea della Robbia. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Musée Guimet

Dirección: 
Plaza de léna, 6. 
75116 París (Francia). 
Tel: (+33)1 56 52 53 OO. 
http://www.guimet.fr/

Aspecto interior de la sala principal -dedicada al arte khmer- del Musée Guimet de París.
El Musée Guimet nació en Lyon en 1879 gracias a los objetos recogidos durante sus viajes por Émile Guimet (1836-1918). Al comienzo, Guimet quería centrar las obras en Egipto, la Antigüedad Clásica y Asia, pero pronto, se focalizó sólo en las civilizaciones asiáticas. En 1889 inauguró el Museo en París y cada vez se centró más en el mundo asiático, abriendo nuevas salas para los objetos que iban llegando de Siam, Camboya, Japón, Corea y el Tibet. 


En 1927 el Museo pasó a manos del Directorio de Museos Francés, obteniendo así multitud de piezas de las expediciones gubernamentales a Asia Central y China. Ese mismo año recibió también todas las obras que habían sido expuestas en el Trocadéro Musée lndochinois. A lo largo de la década de 1920 y 1930 fue adquiriendo nuevos materiales, sobre todo de la zona de Afganistán, gracias a las delegaciones arqueológicas francesas. De este modo, el Musée Guimet fue ganando reputación por su rica colección de arte asiático. 

Durante la reorganización museística llevada a cabo por el gobierno francés a partir de 1945, el Musée Guimet transfirió al Louvre todo su fondo egipcio, recibiendo a cambio, las piezas de arte asiático de éste. Desde entonces, sus directores han ido haciéndose responsables de mejorar las carencias en cada uno de los ámbitos del museo. Así pues, entre 1954 y 1965 se mejoraron la biblioteca y los fondos fotográficos y a partir de 1965 el departamento de arte indio. 

Fachada del Musée Guimet de París. 
En 1996 se llevó a cabo una remodelación exhaustiva de los 5. 500 m2 de exposición para mejorar su aspecto y visitabilidad. Hoy en día, el Musée Guimet es el centro de referencia europeo del arte asiático y se divide en diversas colecciones: a) Afganistán-Pakistán; b) Artes del Himalaya; e) Sudeste asiático; d) Asia central; e) China; f) Corea; g) India; h) Japón. 

La colección afgano-pakistaní se inició con 100 objetos traídos en 1895 de las excavaciones realizadas en esa zona. Actualmente ha aumentado y destacan las figuras de los bodhisattva y las piezas del arte Gandhara. 

Las artes del Himalaya se han expuesto en el Museo desde su creación en 1879 y actualmente constan de unas 1.600 piezas. Destacan las figuras de bronce tibetanas y nepalíes y los objetos litúrgicos. Las obras abarcan desde el siglo XI al XIX. 

La sección del Sudeste asiático muestra sobre todo arte camboyano y vietnamita, si bien también hay ejemplos procedentes de Tailandia, Indonesia, Myanmar y Laos. Asia Central muestra la influencia budista en los grandes centros de la Ruta de la Seda. Las obras son principalmente manuscritos y esculturas de arcilla. La colección sobre China, la más numerosa, cubre 7.000 años de historia y contiene unas 20.000 piezas. 

Desde 1888, el Musée Guimet ha tenido una sección dedicada a Corea y actualmente cuenta con unas 1.000 obras que cubren prácticamente todos los períodos de su historia. 

El departamento indio cubre desde el III milenio a.C. hasta el siglo XIX y se nutre principalmente de estatuaria y pintura. Finalmente, el fondo japonés contiene unas 11.000 piezas que muestran el abanico artístico nipón desde el 4000 a.C. hasta inicios del siglo XX. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte de Japón

El arte ha tenido en Japón una importancia fundamental a través de los diferentes períodos de su historia y ha conseguido, a pesar de la multitud de estilos y tendencias que han aparecido y desaparecido, a pesar también de la influencia que China y el continente asiático en general ejercieron sobre él, una personalidad inconfundible y un nivel estético muy notable.

Reflexión sobre el amor de Kitagawa Utamaro
(Museo Guimet, París). Imagen de una mujer 
que ocupa toda la superficie de la estampa con 
la actitud soñadora de una joven experimentada
y coqueta.

Las primeras muestras artísticas encontradas, realizadas por unos pueblos nómadas, dan nombre al primer período de Jomon. Son vasijas de arcilla (jomon) que llevan impresas huellas de cordeles a modo de decoración; al final del período hay además unas figurillas de personas y animales, igualmente de arcilla (dogu) a las que se atribuye significación simbólica.

⇨ Dogu (Museo Nacional de Tokio). Figurilla de arcilla, ejemplo típico del período Jomon. Esta pequeña pieza de unos 20 centímetros, se supone que es un amuleto para dar a luz. En su tosca expresividad combina el misterio con la ingenuidad del juguete. Tanto el vestido como el peinado fueron marcados con una espátula, pero, en cambio, las piernas llevan incisa la característica decoración de cuerdas. En su origen estuvo, como casi todos estos dogu, pintado de color rojo. 




Por otra parte, el siguiente período histórico y artístico viene marcado por el paso del nomadismo a una nueva cultura agraria y la importación de metales del continente, dieron origen a un nuevo período llamado Yayoi (hacia 250 a.C. a 250 d.C.) con sus característicos objetos de bronce campaniformes (dotaku). El período protohistórico de Kofun (250-552) dibuja cierta conciencia nacional centrada alrededor de un monarca al que se tributan extraordinarios ritos funerarios y al que se dedica como tumba un montículo entero (kofun) con una serie de cámaras interiores en las que se han hallado los haniwa, excelentes figurillas de arcilla que constituyen sin duda la más interesante aportación del Japón prehistórico.


Templo de Todai-ji, en Nara. Este famoso edificio fue erigido hacia el año 747 por el emperador Shómu como pnmer templo de su reino. Custodiaba un tesoro inmenso de objetos de culto e imágenes, comenzando por el Daibutsu colosal, símbolo del gobierno centralista de este período de Nara. Se destruyó en 1180 a causa de un incendio, durante una de las innumerables guerras de los Fujiwara, y fue reconstruido diez años después en proporciones más modestas, a pesar de lo cual pasa por ser hoy la mayor estructura de madera del mundo. Frente a la escalera, la enorme linterna de bronce dorado. 


Más adelante, el período Asuka (552-646) marca el predominio del budismo, importado del continente, sobre la religión indígena sintoísta. Pero tras la cuestión religiosa iba implicada una cuestión política que dio lugar a una serie de luchas intestinas de las que finalmente salió victorioso el clan de los Soga. Para conmemorar su victoria erigieron el maravilloso Hok-ko-ji, hoy Asuka-dera, primer complejo monástico de Japón, abriendo con él una brillante época artística de exaltación del budismo. El miembro más destacado de este clan fue el príncipe Shótoku, auténtico fundador del budismo nipón y constructor de centenares de templos de características coreanas en un país que hasta entonces se había caracterizado precisamente por no acreditar una tradición constructora. El más importante fue el complejo monástico de Horyu-ji (607), que subsiste casi intacto y que guarda las soberbias imágenes de Tori Busshi, primer escultor conocido. Son el Buda Sakyamuni (606) y la Tríada Shaka. En ellas Buda, con actitud altiva y hierática, vestido con una túnica de rebuscados pliegues que ondean con solemnidad, refleja el espíritu austero del período Asuka. Espíritu que habría de relajarse después como muestra la famosa Kudara Kannon, imagen que guarda también el Horyu-ji y cuyo autor se desconoce.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Santuario sintoísta de Ise

Torii del santuario de lse. 
Erigido en el siglo V, el santuario sintoísta de Ise es una de las construcciones más antiguas e importantes que se conservan en Japón, y exhibe las formas más originales y refinadas de la arquitectura primitiva.


Dentro de la historia del arte japonés ocupan un lugar privilegiado los santuarios dedicados al sintoismo, la religión principal, cuyo origen y fundador se desconoce.


El caso de los dos santuarios de Ise, el Interior y el Exterior, llamados respectivamente, de Naiku y de Geku, es buen ejemplo de estos monumentos sagrados, que a pesar de su diminuto tamaño mantienen elegantes proporciones y se han convertido en un excelente ejemplo de la sutileza de los artistas del país.

En general, mantienen una coherencia global en su simplicidad, pues carecen de cualquier adorno. Su forma simple deriva del diseño de los graneros y depósitos del primitivo Japón. Esta ausencia de complejidad aumenta con el material utilizado: troncos de madera de ciprés (kinokí). La madera es uno de los materiales más usados en la construcción gracias a la abundancia de bosques. Estos troncos componen todas las partes del edificio, excepto para cubrir los techos. La estructura se corona con una gran techumbre de paja.

Ambos santuarios se alzan sobre solares exactamente rectangulares, dispuestos en un eje perfecto de norte-sur, en una zona de densa vegetación. El santuario Interior, que alberga el espejo de la Diosa del Sol, se encuentra sobre una pendiente, probablemente, porque se empezó con unas dimensiones menores y luego se agrandó. A través de una escalerilla se accede al interior.

Ofrendas de sake en el salón Kaguraden del santuario de lse. 
El santuario Exterior está dedicado a la Diosa del Grano, y se parece bastante al Interior, quizás fue su modelo ya que, según la tradición, se erigió durante el reinado del emperador Yuryaku, a fines del siglo V.

Estos edificios sagrados se reconstruyen cada veinte años, si lo permiten las condiciones, conservando concienzudamente todos los detalles, de acuerdo con las técnicas tradicionales. La costumbre de reconstruirlos meticulosamente tiene su punto culminante en la celebración solemne del rito del rejuvenecimiento de la Diosa del Sol, que está documentada a partir del reinado del emperador Temmu. Como no siempre fue posible realizarla, por cuestiones de política interna, en el año 1973 tuvo lugar la sexagésima reconstrucción. Los japoneses pueden tener razón al negar cualquier influencia budista en estos santuarios, ya que dichas influencias son escasas en Ise. Sin embargo, el encierro claustral es propio de los primeros templos budistas. 

Históricamente, los santuarios sintoístas son conjuntos arquitectónicos de colina, a los que no habría sido adecuado aplicar tal cercado.

Los santuarios de Ise tienen, todos ellos, un muro “pantalla-espíritu” taoísta frente a la puerta sacra principal, elemento desconocido, por lo demás, en Japón, pero bastante común en la China tradicional, donde se colocaba en la vía de acceso como barrera que rechazaba los malos espíritus. Es más probable que esta concepción pertenezca al taoísmo, que llegó al Japón primitivo por medio del arte budista.

El santuario de Ise, situado en la costa, al suroeste de Tokio, es una de las joyas de la arquitectura construida en madera.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los períodos Nara y Heian

En el año 645, con la caída del clan de los Soga, se inicia la reforma del clan Taika que asume el poder y se abre el período Nara (646-794), nombre de la capital del estado. En él se incrementa paulatinamente el centralismo político en la nueva capital que sólo parece pensar en la gloria de los soberanos Taika. De este modo, los Taika deciden acumular todo el esplendor artístico nipón creado hasta la época y a la capital se trasladan pieza a pieza los templos de otras regiones. Así el Yakushi-ji (trasladado hacia el año 717), cuyos tres pisos, que aparentan ser seis por su elevada altura, conservan en su interior relevantes estatuas del período que permiten formarse una idea de la madurez alcanzada por el arte japonés.

⇨ Retrato del monje Ganjin o Chien-chen (Templo de Toshodai-ji, Nara). Obra posiblemente realizada después de la muerte de este ilustre monje, ciego cuando contaba setenta y siete años, que se debe sin duda a un escultor muy allegado a él. La imagen severa y realista que lo representa sentado como el Buda, refleja toda la legendaria serenidad y la riqueza de la vida interior de una de las personalidades más vigorosas y veneradas del budismo nipón. 




Entre ellas destaca la imagen de Sho-Kannon (hacia 710), que prueba la distancia estilística que la separa de las esculturas deTori, realizadas en el período anterior. El emperador Shómu, la figura más importante, gobernó identificando política y religión. Para gloria del budismo levantó el templo de Todai-ji, en realidad sede del gobierno, con el gigantesco Daibutsu (Gran Buda) en bronce, cuya consagración dio lugar a una fiesta nacional sin precedentes; a la muerte de Shómu sus tesoros fueron ofrendados al Daibutsu, originando la colección de Shoso-in. El arte de Nara reflejó estilísticamente la China de los T’ang, en especial la pintura, que adopta no sólo su técnica sino también su temática.

Kyoto Gosho o Palacio Imperial, en Kyoto. Detalle del que fuera residencia de la familia imperial hasta 1868, año en que el emperador y la capital se trasladaron de Kyoto a Tokio. Este edificio que, a pesar de sus enormes dimensiones y las de sus parques, mantiene la sencillez constructiva de la época, es una muestra del arte del período de Heian (794-1185).  

Poco a poco el despotismo del gobierno centralista, el descalabro económico que producía la continua construcción de grandes templos y soberbios bronces, produjo una reacción de marcado ascetismo, que culminó en 759 con la construcción del monasterio deToshodai-ji para el monje chino Ganjin. Ganjin o Chien-chen (según la fonética china) llegó al Japón tras un viaje apocalíptico que duró doce años con más de un naufragio y con la pérdida total de su vista. Ello constituye un relato heroico, uno de los episodios fundamentales de la historia de este período. Ganjin desde su ascético monasterio deToshodai-ji puso fin a la incipiente disipación de la corte y contribuyó a imponer unas formas artísticas que huían del ornamentalismo.

El período Heian (794-1185), aunque en conjunto su arte no resulte tan brillante como el de Nara, es el más importante de toda la historia de Japón por el hecho de haber conseguido una expresión artística nacional. El Heian se caracteriza por la infiltración de los monjes budistas continuadores de las propuestas ascéticas de Ganjin en la estructura gubernamental, y por el abandono de la viciosa y corrupta Nara por Kyoto, la nueva capital llamada entonces Heian.

Torii, en ltsukushima. El arte Japonés de todos los tiempos ha mostrado gran facilidad para asimilar influencias extrañas imprimiéndoles un sello personal, un estilo propio. La religión sintoísta subsistió al lado del budismo de importación y ha mantenido hasta hoy muchos de sus símbolos, como este torii, puerta sagrada que desde 1170 acoge a los fieles que acuden a la isla.  



Los monjes budistas supieron en efecto aprovechar para su acción moralizante la debilidad de la emperatriz Shótoku por el hermoso monje Dokyo al que ella no sólo hizo ministro de la gobernación, sino que intentó renunciar al trono en su favor.


La reacción no se hizo esperar. Comenzó una reforma a ultranza que coincidió precisamente con la infiltración, procedente de China, del budismo esotérico o tántrico. Como muestras arquitectónicas hay que destacar el monasterio de Tóji (796) construido junto a la puerta de Rashómon en Kyoto, y el Kyo-to Gosho o Palacio Imperial reconstruido con sumo cuidado modernamente. Pero muchos monasterios, protegidos y fomentados por el nuevo estado teocrático, se construyeron en la montaña, en recónditos lugares del bosque, para escapar a las tentaciones mundanas y hallar la calma propicia a la reflexión.

Buda Daibutsu, en Kamakura. Monumental escultura de Buda del siglo XIII, que baja su mirada con divina compasión. El templo, que al borde del mar guardaba a este coloso de 11,5 metros, fue destruido por un temporal y desde hace quinientos años permanece a cielo abierto. A pesar de su tamaño y de su aspecto macizo, es una escultura de gran unidad y fascinación estética. 

Pabellón de Oro o Kinkaku-ji, en Kyoto. Perteneciente al complejo budista Rokuon-ji de esta ciudad, fue construido por el emperador Yoshimitsu en 1397, cuando se hizo monje y decidió gobernar desde este monasterio. Está enclavado en un paraJe de una gran belleza natural, realzada por el esmerado cuidado de la prolija jardinería japonesa, que el budismo zen considera un arte fundamental. 

En pintura desaparece la influencia T’ang dando lugar a una técnica y temática típicamente japonesas, el Yamato-e, que expresan las emociones del amor y de la soledad (-e quiere decir pintura y Yamato es el nombre antiguo de Japón). En los primeros años del siglo XI una serie de damas cultivadas e inteligentes dirigen la vida cultural dedicándose a ilustres actividades literarias; como Murasaki, autora de la Historia de Genji o como Sei Shónagon, autora del Libro de la almohada. A medida que avanza el período Heian, el poder del clan reinante de los Fujiwara pierde vigor y aparecen en cambio otras poderosas familias en provincias. En esta descentralización paulatina destaca Itsukushima, en las inmediaciones de Hiroshima, con su templo y su torii (1170) enclavado en pleno mar.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

De la cultura de los samuráis al Japón moderno

El período Kamakura (1185-1333) vivió la hegemonía de la nueva clase militar de los samurais. Fueron decididos protectores de la secta zen, una de las ramas del budismo, traída de China en 1191 por el monje Eisai; con el zen se infiltró la cultura china de los Song. Los samurais reconstruyeron los templos de Nara; Tódai-ji se reconstruyó en 1195 y Kofuka-jí en 1189. Si en un principio el zen fue adoptado sólo por los aristócratas, pronto llegó a todas las clases sociales, lo que supuso para el arte el renacimiento de formas de fácil comprensión, representado en los grandes maestros de la escultura Unkei y Kakei. Sus terroríficos guardianes, realizados hacia 1203 para el monasterio de Tódai-ji forman parte del sensacionalismo que acusa este arte. Los artistas, perdida la protección imperial de siglos anteriores, se agrupan en talleres para realizar una obra cuantitativamente importante, que pierde en contrapartida su calidad estética.


El período Muromachi (1337-1573) representa el esplendor de la cultura de los samurais que, debilitados militarmente por sus luchas intestinas y ávidos de refinamiento espiritual, volvieron los ojos a Kyoto. El clan reinante de los Ashikaga sigue imponiendo el zen que marcará el gusto de la época, sin duda una de las más interesantes. En arquitectura domina el orden estructural y la sencillez, con aparición de edificios modulados, la ostentación del material desnudo, el rechazo de adornos superfluos, características que tanto habían de impresionar a los arquitectos occidentales contemporáneos.

La aldea en la montaña en la niebla de la escuela de Kano. Pintura en la que su autor consiguió, con muy pocos elementos, producir una suave emoción, inspirándose desde luego en el paisaje chino. 

⇦ Máscara para teatro no del período Muromachi. Máscara de formas suaves y delicado colorido, como corresponde a la enigmática belleza femenina evocada por los protagonistas del no, que son interpretados siempre, como es sabido, por hombres. 



Recogen estas normas los templos, reconstruidos devotamente de generación en generación, de Dai-toku-ji (1334), Tenryu-ji (1340), Kinkaku-ji o Pabellón de Oro (1397), Ryoan-ji (1450), Ginkaku-ji o Pabellón de Plata (1490). En pintura el ideal nacional tiene como representante la figura del monje Sesshu, de la secta zen, creador del Sumi-e, pintura monocroma negra que los samurais Kano Masanobu y Kano Motonobu, padre e hijo, enriquecen aportando elementos no religiosos, dando lugar a la escuela de Kano. Si la escuela de Kano sigue inspirándose en el típico paisaje chino, otra, la de Tosa, centrará su atención en temas genuinos de la literatura y la historia de Japón. Pero no sólo la pintura y la arquitectura contribuyen a la idea de un arte nacional, sino otras múltiples actividades: cerámica, ceremonia del té, jardines, poesía, música. Y también con el no (literalmente, habilidad o talento), teatro que evoca el mundo metafísico del zen con poderosos recursos dramáticos, entre ellos el empleo de máscaras que son verdaderas esculturas.

El período de Momoyama (1576-1615) podría resumirse en sus tremendos castillos como símbolo de poder y autoridad. El primer castillo fue el de Azuchi-jo (1576), en las inmediaciones de Kyoto, decorado por Kano Eitoku y erigido por orden del temible Oda Nobunaga que logró acabar con el poder militar de los monjes budistas y consumar el divorcio entre poder político y religioso.

Castillo de Osaka. Levantado en 1 583 por Toyotomi Hideyoshi como símbolo de la victoria definitiva del militarismo sobre el poder religioso organizado, este edificio revela, no sólo el gusto personal de este caudillo, sino también hasta qué punto disponía de recursos. Se sostuvo en pie unos treinta años; la fotografía reproduce la reconstrucción de 1931, realizada cuidadosamente gracias a los planos antiguos. 

Palacio residencial de Katsura, en Kyoto. Edificio realizado en el siglo XVII, cuya elevación del suelo y ligereza de los materiales empleados en su construcción hacen que su estructura parezca flotar en el aire; además, con las ventanas abiertas, el paisaje se filtra en su interior como si se tratara de un simple toldo para protegerse del sol o de la lluvia. Obsérvese la grava que subraya su planta (que sirve para recoger el agua del tejado) y el refinado diseño que forma al combinarse con el césped, la tierra y las piedras gruesas. 

Ninguno de los edificios religiosos de épocas anteriores podía competir, ni en escala ni en fastuosa decoración, con aquellos imponentes castillos de varios pisos.

Entre ellos destacan el de Nijo (1602) en Kyoto, única gran residencia samurai que subsiste en la actualidad, y el de Osaka (1583), construido por orden de Hideyoshi y descrito admirablemente por Gaspar Coelho que fue recibido en él.



⇦ Botella para sake de Furuta Oribe (Museo Guimet, París). Cerámica realizada por el más destacado discípulo de Rikyu, que prosiguió el programa de simplificar la ceremonia del té y de buscar para los objetos que se empleaban en ella, una espontaneidad ideal. Sus cerámicas presentan ese primitivismo, esa indeterminación de formas apenas esbozadas, para marcar un claro contraste con la línea precisa y el rebuscado dibujo de los cé/adon de procedencia china. 



En esta época llegan al Japón los primeros extranjeros europeos, españoles y portugueses, y el país se abre a nuevas ideas que se extienden de extremo a extremo descentralizándolo. Se dibuja una nueva estructura social en la que la burguesía comercial en ascenso se impone económicamente a los samurais. Los castillos pasan de ser una máquina de defensa a una máquina de propaganda; pero en resumen incómodos para la vida de gentes opulentas. Los artistas se encargan de convertirlos en suntuosas y refinadas viviendas, en particular los miembros de la escuela de Kano, descendientes de Kano Masanobu, que como se ha visto había trabajado para los Ashikaga y cuyo más ilustre representante es Kano Eitoku, el de los fondos dorados.


Es la época del objeto, del Maki-e (trabajo en laca), de la artesanía o mingei, del oro y la plata que brillan lascivamente por doquier. En contrapartida surge Sen-no-Rikyu (hacia 1520-1591), con una nueva ceremonia del té que rechaza los automáticos gestos rituales en favor de una “sencillez natural”. Es el artífice de los nuevos utensilios para su celebración, cuya extraordinaria simplicidad, pureza de líneas y tosquedad, tanto habrán de influir en el moderno diseño industrial de Occidente. En arquitectura, frente a la recargada exuberancia de los castillos, la nueva tendencia impulsa la construcción de delicados palacios situados entre idílicos y estudiados paisajes, construcciones de estructura en extremo regular y sencilla. El máximo exponente es sin duda el palacio de Katsura, en las inmediaciones de Kyoto, tan admirado por los arquitectos del siglo XX.

La ola de Katsushika Hokusai (Museo Guimet, París). Una estampa del gran introductor del paisaje en el Ukiyo-e. Es una de sus obras más populares en Occidente, una de las que mejor describe su personalidad y refleja perfectamente su halo poético. 

Las características del período de Edo o Tokugawa (1615-1867) no se diferencian del anterior. Katsura, por ejemplo, obra de dos generaciones que denotan una increíble unidad estilística, no fue terminado hasta 1645. Prosigue especialmente el desarrollo del mingei, que incluye también la cerámica, una de las artes más cotizadas de Japón. El Japón de los Tokugawa se halla dividido en doscientos clanes, cada uno de ellos con un jefe y cada jefe con su castillo. La preponderancia cada vez mayor de los comerciantes e industriales exige empero una nueva clase de arte más a su alcance. Así surge en el siglo XVII, junto a las escuelas de Kano y Tosa, el Ukiyo-e o arte de la estampa, con la personalidad de Harunobu. Y también el kabuki, teatro más realista y divertido que el no, que habrá de convertirse con el tiempo en el teatro nacional japonés.

Bailarina sobre fondo de olas de Harunobu (Museo Guimet, París). Estampa que es muy característica del tipo femenino grácil, de las delicadas "mujeres flor" creadas por el artista. El tema callejero refleja muy bien el mundo del Ukiyo-e, correspondiente al ascenso de una nueva clase social que desplazó a la nobleza militar: la burguesía de mercaderes.   

En el período Meiji (1868-1912) los contactos con Occidente marcan la evolución del arte japonés hacia el arte europeo. En 1884, Fenollosa y Okakura Kakuzo organizan la primera muestra de arte tradicional japonés; luego siguen las exposiciones internacionales: la de Chicago (1893), que tanta influencia habrá de tener en la obra de Frank Lloyd Wright, y la de París (1900), decisiva para la pintura postimpresionista.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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