El arte ha tenido en Japón una importancia fundamental a través de los diferentes períodos de su historia y ha conseguido, a pesar de la multitud de estilos y tendencias que han aparecido y desaparecido, a pesar también de la influencia que China y el continente asiático en general ejercieron sobre él, una personalidad inconfundible y un nivel estético muy notable.
Reflexión sobre el amor de Kitagawa Utamaro (Museo Guimet, París). Imagen de una mujer que ocupa toda la superficie de la estampa con la actitud soñadora de una joven experimentada y coqueta. |
Las primeras muestras artísticas encontradas, realizadas por unos pueblos nómadas, dan nombre al primer período de Jomon. Son vasijas de arcilla (jomon) que llevan impresas huellas de cordeles a modo de decoración; al final del período hay además unas figurillas de personas y animales, igualmente de arcilla (dogu) a las que se atribuye significación simbólica.
⇨ Dogu (Museo Nacional de Tokio). Figurilla de arcilla, ejemplo típico del período Jomon. Esta pequeña pieza de unos 20 centímetros, se supone que es un amuleto para dar a luz. En su tosca expresividad combina el misterio con la ingenuidad del juguete. Tanto el vestido como el peinado fueron marcados con una espátula, pero, en cambio, las piernas llevan incisa la característica decoración de cuerdas. En su origen estuvo, como casi todos estos dogu, pintado de color rojo.
Por otra parte, el siguiente período histórico y artístico viene marcado por el paso del nomadismo a una nueva cultura agraria y la importación de metales del continente, dieron origen a un nuevo período llamado Yayoi (hacia 250 a.C. a 250 d.C.) con sus característicos objetos de bronce campaniformes (dotaku). El período protohistórico de Kofun (250-552) dibuja cierta conciencia nacional centrada alrededor de un monarca al que se tributan extraordinarios ritos funerarios y al que se dedica como tumba un montículo entero (kofun) con una serie de cámaras interiores en las que se han hallado los haniwa, excelentes figurillas de arcilla que constituyen sin duda la más interesante aportación del Japón prehistórico.
Más adelante, el período Asuka (552-646) marca el predominio del budismo, importado del continente, sobre la religión indígena sintoísta. Pero tras la cuestión religiosa iba implicada una cuestión política que dio lugar a una serie de luchas intestinas de las que finalmente salió victorioso el clan de los Soga. Para conmemorar su victoria erigieron el maravilloso Hok-ko-ji, hoy Asuka-dera, primer complejo monástico de Japón, abriendo con él una brillante época artística de exaltación del budismo. El miembro más destacado de este clan fue el príncipe Shótoku, auténtico fundador del budismo nipón y constructor de centenares de templos de características coreanas en un país que hasta entonces se había caracterizado precisamente por no acreditar una tradición constructora. El más importante fue el complejo monástico de Horyu-ji (607), que subsiste casi intacto y que guarda las soberbias imágenes de Tori Busshi, primer escultor conocido. Son el Buda Sakyamuni (606) y la Tríada Shaka. En ellas Buda, con actitud altiva y hierática, vestido con una túnica de rebuscados pliegues que ondean con solemnidad, refleja el espíritu austero del período Asuka. Espíritu que habría de relajarse después como muestra la famosa Kudara Kannon, imagen que guarda también el Horyu-ji y cuyo autor se desconoce.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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