Punto al Arte: Los períodos Nara y Heian

Los períodos Nara y Heian

En el año 645, con la caída del clan de los Soga, se inicia la reforma del clan Taika que asume el poder y se abre el período Nara (646-794), nombre de la capital del estado. En él se incrementa paulatinamente el centralismo político en la nueva capital que sólo parece pensar en la gloria de los soberanos Taika. De este modo, los Taika deciden acumular todo el esplendor artístico nipón creado hasta la época y a la capital se trasladan pieza a pieza los templos de otras regiones. Así el Yakushi-ji (trasladado hacia el año 717), cuyos tres pisos, que aparentan ser seis por su elevada altura, conservan en su interior relevantes estatuas del período que permiten formarse una idea de la madurez alcanzada por el arte japonés.

⇨ Retrato del monje Ganjin o Chien-chen (Templo de Toshodai-ji, Nara). Obra posiblemente realizada después de la muerte de este ilustre monje, ciego cuando contaba setenta y siete años, que se debe sin duda a un escultor muy allegado a él. La imagen severa y realista que lo representa sentado como el Buda, refleja toda la legendaria serenidad y la riqueza de la vida interior de una de las personalidades más vigorosas y veneradas del budismo nipón. 




Entre ellas destaca la imagen de Sho-Kannon (hacia 710), que prueba la distancia estilística que la separa de las esculturas deTori, realizadas en el período anterior. El emperador Shómu, la figura más importante, gobernó identificando política y religión. Para gloria del budismo levantó el templo de Todai-ji, en realidad sede del gobierno, con el gigantesco Daibutsu (Gran Buda) en bronce, cuya consagración dio lugar a una fiesta nacional sin precedentes; a la muerte de Shómu sus tesoros fueron ofrendados al Daibutsu, originando la colección de Shoso-in. El arte de Nara reflejó estilísticamente la China de los T’ang, en especial la pintura, que adopta no sólo su técnica sino también su temática.

Kyoto Gosho o Palacio Imperial, en Kyoto. Detalle del que fuera residencia de la familia imperial hasta 1868, año en que el emperador y la capital se trasladaron de Kyoto a Tokio. Este edificio que, a pesar de sus enormes dimensiones y las de sus parques, mantiene la sencillez constructiva de la época, es una muestra del arte del período de Heian (794-1185).  

Poco a poco el despotismo del gobierno centralista, el descalabro económico que producía la continua construcción de grandes templos y soberbios bronces, produjo una reacción de marcado ascetismo, que culminó en 759 con la construcción del monasterio deToshodai-ji para el monje chino Ganjin. Ganjin o Chien-chen (según la fonética china) llegó al Japón tras un viaje apocalíptico que duró doce años con más de un naufragio y con la pérdida total de su vista. Ello constituye un relato heroico, uno de los episodios fundamentales de la historia de este período. Ganjin desde su ascético monasterio deToshodai-ji puso fin a la incipiente disipación de la corte y contribuyó a imponer unas formas artísticas que huían del ornamentalismo.

El período Heian (794-1185), aunque en conjunto su arte no resulte tan brillante como el de Nara, es el más importante de toda la historia de Japón por el hecho de haber conseguido una expresión artística nacional. El Heian se caracteriza por la infiltración de los monjes budistas continuadores de las propuestas ascéticas de Ganjin en la estructura gubernamental, y por el abandono de la viciosa y corrupta Nara por Kyoto, la nueva capital llamada entonces Heian.

Torii, en ltsukushima. El arte Japonés de todos los tiempos ha mostrado gran facilidad para asimilar influencias extrañas imprimiéndoles un sello personal, un estilo propio. La religión sintoísta subsistió al lado del budismo de importación y ha mantenido hasta hoy muchos de sus símbolos, como este torii, puerta sagrada que desde 1170 acoge a los fieles que acuden a la isla.  



Los monjes budistas supieron en efecto aprovechar para su acción moralizante la debilidad de la emperatriz Shótoku por el hermoso monje Dokyo al que ella no sólo hizo ministro de la gobernación, sino que intentó renunciar al trono en su favor.


La reacción no se hizo esperar. Comenzó una reforma a ultranza que coincidió precisamente con la infiltración, procedente de China, del budismo esotérico o tántrico. Como muestras arquitectónicas hay que destacar el monasterio de Tóji (796) construido junto a la puerta de Rashómon en Kyoto, y el Kyo-to Gosho o Palacio Imperial reconstruido con sumo cuidado modernamente. Pero muchos monasterios, protegidos y fomentados por el nuevo estado teocrático, se construyeron en la montaña, en recónditos lugares del bosque, para escapar a las tentaciones mundanas y hallar la calma propicia a la reflexión.

Buda Daibutsu, en Kamakura. Monumental escultura de Buda del siglo XIII, que baja su mirada con divina compasión. El templo, que al borde del mar guardaba a este coloso de 11,5 metros, fue destruido por un temporal y desde hace quinientos años permanece a cielo abierto. A pesar de su tamaño y de su aspecto macizo, es una escultura de gran unidad y fascinación estética. 

Pabellón de Oro o Kinkaku-ji, en Kyoto. Perteneciente al complejo budista Rokuon-ji de esta ciudad, fue construido por el emperador Yoshimitsu en 1397, cuando se hizo monje y decidió gobernar desde este monasterio. Está enclavado en un paraJe de una gran belleza natural, realzada por el esmerado cuidado de la prolija jardinería japonesa, que el budismo zen considera un arte fundamental. 

En pintura desaparece la influencia T’ang dando lugar a una técnica y temática típicamente japonesas, el Yamato-e, que expresan las emociones del amor y de la soledad (-e quiere decir pintura y Yamato es el nombre antiguo de Japón). En los primeros años del siglo XI una serie de damas cultivadas e inteligentes dirigen la vida cultural dedicándose a ilustres actividades literarias; como Murasaki, autora de la Historia de Genji o como Sei Shónagon, autora del Libro de la almohada. A medida que avanza el período Heian, el poder del clan reinante de los Fujiwara pierde vigor y aparecen en cambio otras poderosas familias en provincias. En esta descentralización paulatina destaca Itsukushima, en las inmediaciones de Hiroshima, con su templo y su torii (1170) enclavado en pleno mar.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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