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Artistas de la A a la Z

Lamento sobre Cristo muerto de Giotto


Giotto di Bondone (1267-1337), más conocido como Giotto, tuvo por maestro a Cimabue, y ya en el año 1300 era un artista de gran fama. Pintor y arquitecto, su influencia se extendió por toda Italia y posteriormente a Europa entera. El ciclo de las Historias de María y las Historias de Cristo que representó en la gótica capilla de Scrovegni, está considerado una de las principales obra maestras del arte medieval.

Lamento sobre Cristo muerto (Il Compianto su Cristo morto) forma parte de este ciclo. En la obra, la figura de Cristo muerto se encuentra desnuda tendida en el suelo. Junto a él, un grupo de mujeres cuida el cadáver; más allá, sus discípulos se hallan sumidos en el lamento, y en el cielo los ángeles participan del duelo con igual congoja. El fondo de la escena lo componen las rocas el árbol deshojado y el cielo oscurecido por un azul intenso. Todo parece indicar que la tragedia humana se ha desatado sobre la tierra en un dolor sin remisión. Casi todos los elementos del cuadro son esencialmente escabrosos: el oro de las aureolas, solamente, alude a una sustancia de naturaleza incorruptible.
 
En la formidable síntesis de formas de Giotto, ningún aderezo tiene función de ornamento gráfico, sino que posibilitan la definición de los volúmenes, el peso de la verticalidad y la medida de los gestos. En un contexto de máxima solemnidad, cada figura tiene su propia posición y expresa un gesto individual de atención o desolación ante la imagen del fallecido. El grupo, aislado del mundo, se forma de volúmenes tratados con amplios planos que emergen de la luz, cerrando el ámbito de las presencias humanas alrededor del cadáver las dos figuras de espaldas del primer plano.

El ritmo de la escena se encuentra marcado por pautas calculadas de espacio. En primer plano emergen los dos cuerpos agachados, más allá de Cristo se encuentran las figuras acongojadas de la Virgen María y María Magdalena. Los personajes inclinados hacia delante con vestidos celeste y rosa dirigen su atención hacia las figuras principales. Dos parejas de pie, a la derecha y a la izquierda, cierran el grupo. En la parte superior de la obra, las composición de la figura de los ángeles se encuentra definida por curvas cóncavas ascendentes, así como las terrenales están contenidas en general por curvas cóncavas descendentes. La separación de estos grupos se encuentra parcialmente determinada por la línea rocosa que atraviesa de forma oblicua la escena.

Es importante destacar el detalle de la Madre con la Santa Faz, donde se condensa todo el patetismo de la composición. La fría rigidez de la muerte contrasta con la vitalidad del rostro y la delicadeza de las manos de la Virgen. Las miradas de casi todos los personajes de la representación se concentran en esta escena principal, e incluso la roca que sobresale de la derecha sigue la misma dirección que la línea de las miradas como un respaldo de robusta materia. La expresividad en esta escena debía conmover al observador y llamarlo al arrepentimiento ante la visión del sacrificio Divino.

El fresco, realizado entre 1304 y 1306, mide 200 x 185 cm. e integra el ciclo ya mencionado en la capilla de los Scrovegni, Padua.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Giotto y el alma humana

El principal interés de los frescos de Giotto en Padua y Asís estriba siempre en la perspicacia del artista para analizar las íntimas profundidades del alma humana. El que por primera vez, sin estar preparado, viese estos dos conjuntos monumentales, acaso quedaría algo desconcertado por la ingenua simplificación de los fondos, la pobreza de aquellos paisajes, dibujados con árboles en miniatura, y las infantiles arquitecturas de edificios fantásticos, sostenidos por columnitas de inverosímil delgadez, con las que Giotto quiere representar el templo de Jerusalén o los palacios de su época. 

No obstante, para el gran artista todo aquello es menos que secundario; lo principal, casi lo único, es el alma humana, protagonista en todas las escenas. El amigo de Dante tenía que distinguirse precisamente por esto; Giotto, como el poeta florentino, observa atentamente a la inmensa multitud de seres que actúan sobre la tierra, para dar a cada uno su gesto, su alma propia, su mirada característica, que expresa el tormento o la alegría de aquel ser en uno de los instantes de su existencia.

Para el hombre occidental, la vida no es un estado permanente, sino más bien una sucesión de momentos de placidez, de ansiedad, de tristeza o de dolor.
 
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Giotto y la figura del artista


Con Giotto no sólo se dan los fundamentos de la pintura moderna, sino también los trazos que hicieron visible al individuo sacándolo del anonimato medieval. Su decisión de romper con los estereotipos italobizantinos en favor de la pasión e imaginación como atributos de la obra de arte supone una reivindicación del sujeto artista como motor de la libertad creativa. Sus pinturas y sus diseños arquitectónicos transmitan esa sensación de humanidad, cotidianidad o autoridad, aún en el marco rígido de las escenas religiosas o de la funcionalidad de los templos.

   En Giotto late ya la vita nuova de la que darán testimonio Dante y Petrarca, esa actitud artística que exalta la intensidad de los sentimientos como expresión de perennidad del amor y de la individualidad del ser humano. En este sentido, Giotto podría también decir de su obra y de los personajes que en ella representa, lo que Petrarca dice en el epígrafe de su Canzoniere: "Laura, célebre por sus propias virtudes y por mis poemas que tanto se complacieron en cantarla ... ".

   Desde este punto de vista, la obra artística trasciende el tiempo indefectiblemente unida a la emoción y a la personalidad del artista, al que identifica y sitúa en la memoria colectiva. De aquí que esta conciencia de la individualidad sea, aunque no haya sido el único, una de las contribuciones fundamentales de Giotto a la consideración del artista como creador original y, por tanto, con derecho a ser reconocido por la sociedad. El reconocimiento y el prestigio social son desde entonces para el artista la plataforma que lo distingue y sitúa por encima del estatus de mero artesano repetidor más o menos hábil de fórmulas preconcebidas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Lorenzo Ghiberti (1381-1455)

 


Ghiberti, Lorenzo (Pelago, 1381 - Florencia, 1 de diciembre de 1455) nacido Lorenzo di Bartolo, fue un artista italiano florentino del Renacimiento temprano más conocido como el creador de las puertas de bronce del Baptisterio de Florencia, llamado por Miguel Ángel las Puertas del Paraíso. Formado como orfebre y escultor, estableció un importante taller de escultura en metal. Su libro de Commentarii contiene importantes escritos sobre arte, así como lo que puede ser la primera autobiografía sobreviviente de cualquier artista.


El Bautista era uno de los santos protectores de Florencia; por esto el pequeño baptisterio octogonal, con su cúpula decorada todavía con mosaicos bizantinos, para el que Andrea Pisano había fundido ya las citadas puertas de bronce, venía a ser como una especie de santuario nacional. Leonardo proyectó alzarlo todo sobre un basamento, por medio de grandes e ingeniosas máquinas, para que resultara más esbelto, y Vasari le llama aún “templo antiquísimo y principal de la ciudad”.

El pequeño edículo octogonal, con sus fuentes bautismales en el centro, tiene tres fachadas: una delante de la catedral y dos más, una a cada lado; en su pared posterior está el ábside con el altar, excavado en el grueso del muro. Estas tres fachadas tienen cada una sus puertas de bronce; las primeras son las elaboradas por Andrea Pisano; las otras dos fueron obra de Lorenzo Ghiberti, el primer gran escultor del siglo.

Corría precisamente el año 1401 cuando los mercaderes de Florencia se propusieron completar la decoración de San Giovanni con estas dos nuevas puertas de bronce. Para ello abrieron un concurso, en el que tomaron parte siete escultores, todos ellos toscanos: dos de Siena, dos de Arezzo, uno de Val d’Elsa y dos de Florencia. Los escultores florentinos eran Brunelleschi, el que sería después el arquitecto de la cúpula del Duomo, y Ghiberti, que contaba entonces poco más de veinte años de edad. Todos tenían que componer y fundir, en el término de un año, un plafón de la misma forma y medida que los de la puerta de Andrea Pisano, desarrollando dentro de la orla del recuadro un mismo asunto: el sacrificio de Isaac por su padre Abraham. 

Puerta del Paraíso de Lorenzo Ghiberti (Baptisterio de Florencia). Esta fue la tercera, y última, puerta del baptisterio florentino que realizó Ghiberti, con la ayuda de Michelozzo, Benozzo Gozzoli y Bernardo Cennini entre 1425 y 1452, y cuya belleza movió a Miguel Angel a darle el nombre con que hoy se la conoce. Está dividida en diez paneles en los que se hallan representadas, en relieve y con perspectiva renacentista, escenas del Antiguo Testamento. 

En el Museo Nacional de Florencia se conservan los modelos en bronce presentados en este concurso por los florentinos Brunelleschi y Ghiberti; se conoce que en tiempo de Vasari ya se los admiraba, comentándolos y comparándolos en todos sus detalles. Es de suponer que los que propusieron el tema señalaran también el número y posición de las figuras, porque en ambos modelos hay el mismo número de personajes; a los escultores no quedaba más que disponerlos según aquella novedad y belleza de estilo que constituye la invención artística.

Jean-Léon Gérome (1824-1904)



Gérome, Jean-Léon (Vesoul (Alto Saona), 1824 - París, 1904). Pintor y escultor francés. Fue discípulo de Paul Delaroche en la Escuela de Bellas Artes de París y después siguió a su maestro hasta Roma, donde estudió las corrientes estéticas del momento. Esta etapa italiana, junto a los estudios del clasicismo de Charles Gleyre en París, determinaron los primeros temas de Gérome, que se ganó reputación como pintor neo-grec, con una serie de cuadros que mostraban acontecimientos de la época antigua. Creó, con un realismo fotográfico, escenas y acontecimientos ocurridos en otro tiempo y lugar.

Realizó varios viajes a Italia, Turquía y Egipto, como consecuencia de los cuales empezó a pintar sus famosas escenas orientales. Debutó en 1847 en el Salón de París, a la edad de 23 años, con una pintura titulada Jeunes grecs faisant battre des coqs, obra que le valió una medalla y fue adquirida por el Estado.

En 1864 fue nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes de París y un año después miembro del Instituto de Francia. Como maestro influyó mucho en sus alumnos, entre los que se contaban Pierre-Auguste Renoir, Frédéric BazilleThomas Eakins. Se opuso de por vida a las innovaciones artísticas, tales como el Impresionismo, que puso de manifiesto claramente con su protesta pública contra la retrospectiva póstuma de Manet, organizada a petición del Senado francés. Para Gérome el Impresionismo era "el deshonor del arte francés".

Fuente: Texto extraído de www.mcnbiografias.com

Obra comentada


Más obras
Jóvenes griegos alentando gallinas para luchar, 1846. Academicismo

La cita, 1844. Academicismo

Jóvenes griegos en una riña de gallos de J.L. Gérome


Obra representativa del academicismo del Segundo Imperio francés. Fue una época de gran prosperidad material, de advenedizos y de nuevos ricos, con prisa de gozar. Los pintores se esforzaban por rivalizar con la fotogra fía, recién inventada, para no sorprender a sus clientes burgueses. Gérome eliminaba de la realidad todo cuanto pudiera parecer grosero, feo o vulgar y producía amables desnudos, pretendidamente "griegos", que tuvieron en su época un éxito fabuloso 

(Musée d'Orsay, París)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Théodore Géricault (1791-1824)



Géricault,  Jean-Louis André Théodore ( Ruan, 26 de septiembre de 1791 - París, 26 de enero de 1824). Pintor francés. Su obra fue el germen del romanticismo pictórico en Francia. Junto con el joven Eugéne Delacroix, sobre quien ejercería una profunda influencia, fue discípulo del pintor académico Pierre Guérin. Sin embargo, pronto se alejó de las normas del neoclasicismo dominante al decantarse por una pintura muy colorista, al estilo del pintor barroco Pedro Pablo Rubens, y por el estudio del movimiento, especialmente en escenas de caza. En su primera obra temprana, Oficial de cazadores de la guardia imperial, a caballo (1812), y en El coracero herido (1814) ya se percibe una tendencia a presentar los temas acentuando el contenido dramático. Su obra maestra es Los náufragos del Méduse (1819), cuadro de grandes dimensiones en el que pintó a los supervivientes del naufragio de la fragata La Méduse, que se hundió en el Atlántico en 1816. Géricault plasmó, sin escatimar detalles macabros, el sufrimiento de las quince personas que, abandonadas a su suerte por el capitán y los oficiales, Clo~ariu 130 lograron mantenerse a flote en una balsa; el cuadro puede interpretarse también como una alegoría de la lucha universal del hombre por su supervivencia. En el ambiente dominado por las rígidas normas del neoclasicismo, esta pintura supuso una osadía, porque rompía con la tradicional jerarquía de los géneros pictóricos al dar un tratamiento heroico a un tema contemporáneo, que carecía de contenidos edificantes. El cuadro suscitó muchas controversias porque también se interpretó como una denuncia de la corrupción política en la Francia de la Restauración borbónica. Profundo conocedor de la anatomía equina, destacan también sus obras sobre caballos (versiones de la Carrera de los caballos bardos y del Gran Derby de Epson). En los últimos años de su vida pintó una serie de retratos de locos recluidos en el hospital de La Salpétriére, en París, que resultan sorprendentes por su realismo sin concesiones.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas


Más obras

Oficial de húsares ordenando una carga, 1812

Estudio de un hombre, 1808-1812

Balsa de “La Medusa” de Théodore Géricault



La Balsa de "La Medusa" (Radeau de La Méduse") fue expuesta en el Salón Oficial de 1819, obteniendo la medalla de oro, bajo el título de Escena de un naufragio, nombre que posiblemente le fue impuesto. La recepción por parte de la crítica fue muy diversa, pues levantó una airada polémica, pero en absoluto enteramente negativa. El cuadro hizo sensación entre el público, a diferencia de la Gran Odalisca de lngres, expuesta en ese mismo Salón, que sufrió las befas y mofas generales.

La escena narra un escándalo político ocurrido en 1816. Representa la historia de los supervivientes del hundimiento de la fragata "La Medusa", un barco que había naufragado frente a las costas africanas y un pequeño grupo de pasajeros sobrevivió gracias a una balsa.

Géricault realizó esta obra para dar a conocer la espeluznante historia, censurada por el gobierno. Debió de ponerse a trabajar en el verano de 1818. En noviembre alquiló un nuevo estudio que diera cabida al inmenso lienzo, que quedaría terminado en julio de 1819 para la apertura del Salón. Hizo numerosos bocetos y estudios previos sobre cadáveres para dar más verosimilitud a los cuerpos, agotados por el hambre, la sed y las enfermedades.

El pintor recoge el momento más romántico, el de la esperanza, el punto en que los protagonistas, hombres desconocidos, divisan su salvación en la lejanía. Las figuras están dispuestas en una composición en diagonal, una pirámide de cuerpos humanos compuesta por toda una galería de gestos y expresiones, desde la desesperación más absoluta del anciano que da la espalda al barco, pasando por los primeros atisbos de esperanza, hasta llegar al entusiasmo de los hombres que agitan sus camisas al horizonte. La gran figura del extremo inferior derecho fue añadida en el último momento cuando el lienzo ya había salido del estudio.

El espacio inestable y abierto, entre el cielo tenebroso y el mar agitado, acentúa aún más la emotividad de los rostros y los gestos. Géricault, con esta obra, uno de sus cuadros más famosos, llegó a una situación extrema de contenido y sensibilidad, alejándose, definitivamente, de los nobles ideales y de la grandeza serena del mundo neoclásico.

La balsa medio desecha por el oleaje, los cuerpos de los muertos, putrefactos, mutilados, desperdigados, todos los detalles están inspirados en la realidad más cruel acentuada por los contrastes de luces y sombras, claros y oscuros. Además, en estos cadáveres, empleó las sombras negras de Caravaggio y su tratamiento profundo del desnudo.

La ambición del artista en este cuadro era inmensa, una audacia que resulta todavía más impresionante cuando se tiene en cuenta que el tema elegido sólo podía causar inquietud al gobierno. Con este lienzo, Géricault hizo crítica de su tiempo: es, en definitiva, la sociedad la que está embarcada en esta balsa.

La obra influirá en Delacroix cuando trabaje, hacia 1822, en su Dante y Virgilio atravesando la laguna que rodea la ciudad infernal de Ditis.

Por su tamaño, 491 x 719, su fuerza, su cuidadosa ejecución e intensidad de expresión, la Balsa de "La Medusa" es una de las grandes composiciones históricas, un impresionante óleo sobre lienzo conservado en el Museo del Louvre.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Coracero herido de Jean-Louis Théodore Géricault


Fundador del romanticismo pictórico en Francia, esta obra la presentó al Salón de 1814. Muy aficionado a los caballos, supo darles un ritmo extraordinario en sus pinturas y ésta fue una temática que le acompañó toda su vida. 

(Musée du Louvre, París). 


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Oficial de húsares ordenando una carga de Théodore Géricault


Pintada en 1812, esta obra revaloriza el movimiento, el colorismo y el apasionamiento frente a las actitudes estáticas, el dibujo y la serenidad, típicos del neoclasicismo. 

(Musée du Louvre, París). 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Retrato de una loca de Théodore Géricault


Este cuadro refleja la curiosidad romántica por todo lo extraño, hasta llegar a lo enfermizo y morboso. En el caso de Géricault. además de los caballos, se interesó por los enfermos mentales, a los que se dedicó a observar en el hospital de Salpetrière. 

(Musée du Louvre, París). 


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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