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Artistas de la A a la Z

Lecturas de un genio en el Escorial. El estilo de un clásico

 

Las tentaciones de San Antonio (detalle). Bruselas, h. 1550-70, tapiz de oro, plata, seda y lana, 293 x 352cm,
Patrimonio Nacional, Madrid, Monasterio de El Escorial
V CENTENARIO DE EL BOSCO

LECTURAS DEL GENIO EN EL ESCORIAL

El estilo de un clásico

La muestra que Patrimonio Nacional dedica al pintor holandés en el palacio-monasterio edificado por F elipe II permite entender mejor la interpretación que dieron sus contemporáneos a sus cultos "disparates", a l saber junto a qué otras obras colgaban y al contemplar los ricos tapices que se mandaron fabricar en Bruselas inspirados en sus tablas.

FERNANDO CHECA

El Cristo con la cruz a cuestas, por el Bosco,
1505-1507, óleo sobre tabla, 142 x 104 cm,
Patrimonio Nacional,
Monasterio de El Escorial
AUNQUE Hieronymus van Aken. más conocido como el Bosco (h. 1450-1516) murió en su ciudad natal el año que señalamos, su éxito y su fama se prolongaron durante la segunda mitad del siglo XVI y todavía fueron frecuentes, sobre todo en el ámbito nórdico. las repercusiones de su arte hasta bien entrado el siglo XVII. Baste recordar al respecto las obras bosquianas de Teniers o las estampas de Jacques Callot. Igualmente, aunque su círculo de admiradores y coleccionistas se centró, en un principio, en el mundo de los Países Bajos, muy pronto se extendió por otros ambientes muy alejados geográficamente del mismo, como fueron los de Portugal, la corte madrileña de Felipe II, la ciudad de Valencia y la misma Serenísima República de Venecia.

Todo ello manifiesta la complejidad cultural y artística del tiempo del Renacimiento, tan difícil de ceñirse al tópico de las "escuelas artísticas nacionales" o al lugar común que considera el arte de esta época desde unos puntos de vista predominantemente italianos y clasicistas. En aquella época la movilidad de ideas, gustos, obras de arte. comitentes y coleccionistas era mucho mayor de lo que pensamos.

Un personaje de la importancia cultural del cardenal Grimani, que, por ejemplo, había encargado al miniaturista Giulio Clovio uno de los códices más bellos del Renacimiento, el llamado Codex Grimani, obra cumbre de la ilustración manierista, poseía en su palacio de Venecia, al menos en 1521, es decir, en pleno Renacimiento, varias tablas del Bosco con extraordinarias visiones del Más Allá, que todavía hoy se conservan en la ciudad lagunar. Por aquella época, el Bosco ya había fallecido, pero estas pinturas, sea cual fueren las fechas en que se enviaron a Venecia, fueron modificadas en el taller del Bosco para adaptarlas a los gustos y necesidades de Grimani, como ha demostrado su reciente restauración.

         En los años treinta de esa misma centuria, doña Mencía de Mendoza la mejor coleccionista española del Renacimiento, que había vivido en Bruse las en el palacio de Nassau –el lugar donde entonces se conservaba El jardín de las Delicias- como tercera mujer de Enrique de Nassau, con el que se había casado en 1524, compró una obra de la importancia del Tríptico de la Pasión (Museo de San Pío V, Valencia). que hay que atribuir al taller del Bosco. Mencía de Mendoza había sido amiga de  humanistas como Erasmo o Luis Vives, tan cercanos al mundo intelectual del Bosco en las primeras décadas del siglo XVI.

Es, por tanto, en el mundo de la alta cultura cortesana de Flandes, de España, e incluso de Italia. donde hemos de con comprender las pintura del maestro, lo que aleja cualquier interpretación de su arte en clave esotérica y, mucho menos, popular. Además de los ya citados, no estaría de más recordar que entre los primeros poseedores de sus obras están personajes de la talla de Isabel la Católica o Felipe el Hermoso.

Cristo coronado de espinas, taller del Bosco, primer cuarto del
siglo XVI, óleo sobre tabla, 170 x 207 cm,
Patrimonio Nacional, San Lorenzo de El Escorial
La primera recepción del Bosco tras su muerte hay que situarla ya en la segunda mitad del siglo XVI y tiene su epicentro en la corte madrileña de Felipe II. Desde los tiempos de su juventud, el monarca mostró una gran predilección por la pintura flamenca, ya fuera la del siglo anterior, ya la de su propia época. En la mayor parte de sus palacios y monasterios, como el Real Alcázar de Madrid, el palacio de El Pardo y el monasterio de El Escorial, dejó una abundante muestra de este gusto, con obras de Van der Weyden, Robert Campin, Gerard David y, naturalmente, del Bosco, un pintor por el que nunca perdió su admiración, como demuestra el hecho de que todavía en 1593, cinco años antes de su muerte, entregara algunas de sus obras capitales como El jardín de las Delicias al monasterio escurialense.

     En estos edificios mandados construir,  ampliar o decorar por el Rey Prudente, las pinturas del Bosco convivían, sin excesivo problema, con otras obras del Renacimiento italiano, mostrando de esta manera cómo en aquella época todavía no era tan rígida la división entre escuelas nacionales que más adelante se convirtió en paradigma explicativo de la historia del arte. Por ejemplo, en El Escorial el men cionado tríptico de El jardín … colgaba en la Galería de la Infanta con obras de Bassano, uno de los pilares de la escuela veneciana, cuya iconografía se basaba en el Arca de Noé y el Diluvio Universal, a pocos metros, además, de la Galería de Batallas, obra de fresquistas y decoradores del manierismo italiano, con escenas de la guerra antigua y moderna y algunas de las victorias más relevantes de Felipe II. Y la gran cantidad de boscos que sabemos se instalaron en el palacete de El Pardo estaban no muy lejos del famoso Sueño de Venus (Museo del Louvre) de Tiziano.

 RÍOS DE TINTA

La amplia colección de obras del Bosco de Felipe II, la mayor de su época, se trata con más detalle en otro artículo de este Dossier. El alto número de pinturas del maestro que reunió el rey de España ha hecho correr ríos de tinta acerca de las razones de la pasión filipina por estas extrañas obras, sobre todo debido a la ortodoxia católica y purista que se atribuye, casi siempre con razón, al rey.

La extrañeza por este gusto ya se manifestó en su propia época, y el mismo padre Sigüenza así lo manifestaba en sus descripciones de El Escorial a principios del siglo XVII. Y aunque habitualmente se ha explicado el gusto de Felipe II por este autor dotando de una explicación moralizante a sus tablas, es posible observarlo desde otros puntos de vista que, en realidad, no se contradicen con el anterior.

El interés de la corte de Felipe II por el Bosco tiene tres manifestaciones escritas de la máxima significación que, por sí solas, constituyen las mejores y más amplias críticas a su pintura de todo el Renacimiento. Son las tres, además, obra de personajes e intelectuales muy cercanos entre sí. En primer lugar hemos de referirnos a Ambrosio de Morales, cronista y anticuario regio, profesor en la Universidad de Alcalá de Henares e inspirador de buena parte de las ideas cultura les de las primeras décadas del reinado de Felipe II. Morales nos describe ampliamente una pintura como El carro de heno uniendo a su interpretación moralizante una muy interesante comparación con una pintura de la Antigüedad, la Tabla de Cebes, desconocida para nosotros y también para el siglo XVI, pero cuya extraña iconografía fue descrita por este Cebes. Esta comparación debió de escribirse hacia 1549.

Poco tiempo después, Felipe de Guevara glosa en sus Comentarios a la Pintura las obras del flamenco y las inserta dentro de una historia de los pintores de la Antigüedad griega –basada en la que escribió el autor clásico Plinio-. Se trata de un escrito, el de Guevara, que no se publicó en su época, pero que redactó hacia 1560 con destino a la corte del joven Felipe. Su autor, de manera retórica, viene a considerar el arte bosquiano como un ejemplo más de pintura antigua, algo realmente sorprendente desde las tesis actuales.

Por fin, el ya citado Sigüenza, a quien se debe el más amplio comentario del Bosco de todo el Renacimiento, comparaba sus obras con las de Merlín Cocayo, un autor del sig lo XV que escribía en un latín deliberadamente "macarrónico" y burlesco, ajeno a las convenciones de la gramática clásica. Lo mismo hacía el Bosco, dice Sigüenza. que pintaba "macarrónicamente" sus disparatadas invenciones.

Por todo ello, no es exagerado decir que, a pesar de lo anticlásico de las propuestas figurativas del Bosco, en la corte de Felipe II no se dudaba en comparar algunas de sus obras, como El carro de heno, con pinturas de la Antigüedad, ni de insertar su vida en la de los pintores griegos, como hizo Guevara, o comparar su producción con la de algún autor neolatino-

Todo esto hace que sea especialmente interesante la contemplación de la pequeña pero muy exquisita exposición que sobre el pintor se presenta en los muros de El Escorial, el lugar, como ya hemos dicho, al que Felipe II destinó parte de su colección bosquiana. De esta manera podemos contemplar las obras del Bosco en uno de sus contextos más genuinamente históricos, no solo en lo que a la arquitectura herreriana se refiere, sino también muy cerca de las pinturas de Tiziano, Tintoretto o Veronés, y al lado de los frescos de los renacentistas y manieristas italianos tan abundantes en el monasterio.

DESEOS DE UNIVERSALIDAD

En este ambiente, las contradicciones estéticas se diluyen y aparece con toda su potencia la presencia de una época y de una corte, la de Felipe II, de ambiciones universalistas también en lo que se refiere a cuestiones artísticas. A pocos metros de los cuadros del Bosco, en la basílica, no solo hay pinturas y frescos italianos, sino que en más de cuarenta altares se puede admirar, aun hoy día, el gran ciclo de pinturas de santos, obra de Navarrete el Mudo y varios artistas españoles más. La complejidad territorial y la unidad política de la Monarquía Hispánica tiene aquí su mejor respuesta estética, perfectamente complementada con la muestra que comentamos.

(Fuente: Revista “Descubrir el Arte” nº 207. Mayo 2016)

La creación del mundo de El Bosco

 

De izquierda a derecha, La creación del mundo, puertas exteriores del tríptico El jardín de las Delicias. h. 1 500-1505, óleo (grisalla) sobre tabla de roble. 205,6 x 384,9 cm, Madrid. Museo del Prado, depósito de  Patrimonio Nacional, y El mundo después del diluvio de la Tabla del Diluvio, h. 1514, óleo sobre tabla. 69.5 x 36 cm, Róterdam, Museum Boijmans van Beuningen, ambas del Bosco.
V CENTENARIO DE EL BOSCO

LOS DILUVIOS DEL BOSCO

         Observar las pinturas del Bosco conlleva el intento de descifrar en ellas posibles mensajes y narraciones ocultas. Ocurre sobre todo en el tríptico El jardín de las Delicias, pintado entre 1500 y 1505 por el Bosco, aunque no consta su firma. Tampoco tuvo este título. Felipe II lo instaló en su dormitorio de El Escorial, donde entró en 1593 bajo el nombre genérico de “pintura de la variedad del Mundo”.

         Del cuadro fascinan las pulidas figuritas humanas de nítidos contornos, sin sombras arrojadas, desvestidas, depiladas, y pálidas, que pueblan el panel central en actitud erótica. Son personajes serenos, mecánicamente felices, que se congregan en un paraje inverosímil presentado a vista de pájaro, repleto de monstruos y de habitáculos fantásticos, y alterado por la escala gigante de peces, aves y frutos. No se sabe qué significan, pero tanta rareza surrealista se atribuye a la intención de representar el pecado.

         Los postigos laterales, a ambos lados del panel central, incluyen a la izquierda el Paraíso, sin duda, y a la derecha el Infierno, o quizá el Apocalipsis. Cerradas las puertas del tríptico se muestra en ellas la pintura en grisalla de una esfera transparente que contiene en forma de disco la Tierra, desolada, sin gente y anegada. La escena viene identificándose con la Creación del Mundo porque se corona con el texto latino Ipse dixit et facta sunt, Ipse madavit et creata sunt (Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado). Ernst Combrich propuso una alternativa al significado de la esfera. Para el ilustre historiador vienés, el tema no sería la Creación del Mundo sino el Diluvio Universal bajo el arcoíris. En su artículo “Como era en los días de Noé” (1969) detalló sus conjeturas comparando el cuadro del Bosco con el grabado del siglo XVI Sicut autem erat in diebus Noe, de Sadeler, que muestra a la Humanidad, antes de ser castigada por el Diluvio, mediante la escena de un banquete de personas desnudas. En su opinión, este mismo banquete sería el argumento de la fiesta celebrada en el panel central de El jardín de las delicias, que proponía cambiar de nombre por el más apropiado de La lección del Diluvio. Creía también que el Arca pudo estar representada en el centro de la esfera, donde las tablas muestran signos de los recortes para instalar el marco. No resulta la suya una idea descabellada, y existen imágenes del Diluvio parecidas a mapas circulares con arcas instaladas en el extremo vertical. Además, hacia 1515, el Bosco pintó el Arca con todo detalle en otro bellísimo postigo. El Diluvio, que se conserva con su pareja, El Infierno, desmembrados ambos del tríptico al que pertenecieron, en el Museum Boijmans de Róterdam. MERCEDES PELÁEZ

         (Fuente: Revista “Descubrir el Arte” nº 207. Mayo 2016)

Francesco Borromini (1599-1667)



Borromini, Francesco Castelli, llamado (Bissone, Suiza, 25 de septiembre de 1599 - Roma, 3 de agosto de 1667) Arquitecto italiano.

Junto con Bernini fue uno de los grandes innovadores de la arquitectura barroca italiana y sus principales obras se realizaron todas en Roma. Creador de originales y exuberantes formas decorativas, fue precursor del rococó. Discípulo de Maderno, trabajó en las obras de la basílica de San Pedro y más tarde colaboró con Bernini en la construcción del palacio Barberini y del baldaquino de San Pedro; las diferencias de criterio entre ambos arquitectos, en cuanto a esta obra, condujeron a una enemistad que se convertiría en una dura pugna. Ya de modo independiente, Borromini demostró su gran talento en obras como San Cario alle Quattro Fontane (1635-1639) y San lvo della Sapienza (1642-50), una de sus creaciones más audaces, con fachada en exedra. El papa Inocencia X le otorgó su protección y le encargó numerosas obras: el palacio Pamphili (1645-50), la restauración de San Juan de Letrán (1647-50), el Colegio de Propaganda Fide (1646-67) y el templo de Santa Inés en la plaza Navona.

Los templos de Borromini, todos característicos por su extremada tensión formal y por su originalidad que los aleja de toda herencia clásica o humanista. Por ello su autor fue denunciado por sus contemporáneos como el colmo de la extravagancia. El hecho mismo de que Borromini se suicidase por creer que no llegaba a alcanzar los valores espirituales que quería expresar por medio de la arquitectura, es una prueba más del clima inquieto y angustiado de toda su creación.

Borromini: Planta de la iglesia de San Cario alle Quattro Fontane de Borromini, Roma (1638-1641).       

El interior de la pequeña iglesia de San Cario alle Quattro Fontane fue su primera obra (1638-1641) y su fachada (1665-1667) fue la última. La planta de este maravilloso edificio, que los romanos llaman cariñosamente San Carlino, es de lo más intrincada. Se basa en un óvalo, sobre el que se alza un espacio complicado, de gran dramatismo, coronado por una extraña cúpula elíptica. La fachada alterna los sectores cóncavos y los convexos, insertando pequeñas aberturas, flanqueadas por pequeñas columnas, dentro de espacios más amplios, flanqueados por columnas grandes.

Entre 1653 y 1657, Borromini tomó la dirección de las obras de Santa Inés o Sant’Agnese, en la Piazza Navona de Roma, cuyo interior ya había sido iniciado por los Rainaldi. La fachada que añadió Borromini presenta una graciosa disposición, con una zona central curvada y entrante, y dos cuerpos laterales salientes que avanzan sirviendo de base a los elegantes campaniles. En el centro de la fachada se levanta una cúpula sobre un alto tambor, situada sobre el plano frontal del edificio, gravitando inmediatamente sobre la puerta y no sobre el centro del espacio interior, como hasta entonces habían venido haciendo todos los arquitectos.

La continua búsqueda de formas originales del Borromini ya lo había llevado en 1642 a la utilización de paramentos curvos en la fachada del Oratorio de los Filipenses. La misma independencia creadora lo hizo lanzarse en la fachada occidental del Palacio de Propaganda Fide (1662) a combinar unos elementos macizos con otros filiformes, pilastras colosales y delicadas columnitas, flores, guirnaldas y palmas, y clásicas formas arquitectónicas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas


Obra
Fachada de San Carlo alle Quattro Fontane, 1635-1639

Palacio Pamphili, 1645-1650

Iglesia de Sant'lvo a la Sapienza en Roma

 


El interior de la cúpula sigue la forma de estrella de seis puntas de la planta, abriéndose una gran ventana en la base de cada segmento. La tendencia vertical es muy acusada y las formas contrastantes se van resolviendo hasta terminar en la linterna circular decorada con doce estrellas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

Oratorio de los Filipenses de Borromini, en Roma

 


Fue concebido como un sólido bloque que reúne tres edificios anteriores, a la vez que se integra inteligentemente en las estructuras vecinas. La fachada cóncava sugiere el tema de los brazos abiertos de la Iglesia que acogen a los fieles. Los efectos de claroscuro dividen la fachada en recuadros y aligeran con el movimiento de luces la tensa masa de una superficie que ha de cubrir a la vez la capilla y las dependencias monásticas de los Filipenses. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Iglesia de Sant'Agnese de Borromini

 


Fue el último encargo de Inocencia X a este arquitecto. La compleja historia de su construcción, modificada arbitrariamente a la muerte del pontífice, habría de influir bastante en la grave crisis personal de Borromini. A pesar de que los campanarios se situaron mucho más alejados de lo previsto, de que la linterna se redujo y se simplificaron múltiples detalles ornamentales, la obra tiene enorme interés. Aquí, Borromini parte de la tradicional subdivisión horizontal, pero consigue una increíble sensación de expansión vert1cal hacia el cielo. 

(Piazza Navana, Roma). 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Lluís Borrassà (h.1360-h.1426)


Gótico

Borrassà, Lluís (Gerona, h. 1360-Barcelona, 1426) Pintor catalán, representante del estilo llamado "internacional". Formado en el taller paterno, su primera obra documentada, la reparación de los vitrales de la Seo gerundense, data de 1380. Trasladado a Barcelona, gozó de gran crédito, reflejado en la profusión de contratos profesionales. A comienzos del s. xv su arte se impuso de modo absoluto. Pintor de colorido brillante y bien armonizado, desarrolló todos los tonos en la narración pictórica: trágico, tierno, dramático, etc. Entre sus más importantes retablos figuran el de Santa Clara y el de San Miguel de Cru"flles (Museos diocesanos de Vic y Girona, respectivamente) y el de San Pedro de Terrassa.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra comentada

           
Obra
Retablo de la Natividad, 1385-1390

Retablo en la catedral de la Santa Creu
i Santa Eulàlia de Barcelona, 1381-1390

Crucifixión de San Andrés de Lluís Borrassà

 


Esta obra es una tabla del Retablo de Gurb, realizado entre 1417 y 1418. Puede considerarse a Lluís Borrassa la figura fundamental del gótico internacional catalán por su dominio técnico, la estilización imaginativa y el cuidado exquisito del detalle. Retablo de Terrassa de Jaume Huguet (Iglesia de Santa María de Terrassa). Este retablo de 1460 está dividido en tres calles y en dos pisos. En la tabla central, la más grande, están representados San Abdón y San Senén, en la predela los santos médicos Cosme y Damián, y en el ático la Crucifixión de Cristo. 

(Museo Episcopal, Vic)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Benedetto Bonfigli (1420-1496)


Renacimiento. Quattrocento.

Bonfigli, Benedetto (Perugia, h. 1420 - 8 de julio de 1496) Pintor italiano de la escuela de Umbría.

Biografía

Benedetto Bonfigli participó en la pintura umbra del Quattrocento, muy influenciada por Domenico Veneziano y por la escuela toscana. Fue definido por Giorgio Vasari como el mayor artista umbro anterior a Pietro Perugino.

Fue un artista renacentista con algunos toques del gótico. Su contribución más importante es posiblemente el ciclo de frescos Historias de San Ludovico y San Herculano de la capilla del Palacio de los Priores de Perugia, realizado en 1454 y conservado en la Galería Nacional de Umbría. Los frescos tienen una rica decoración, estando ambientadas las escenas sobre un fondo con vistas a palacios e iglesias de la ciudad de Perugia en el siglo XV y a algunos monumentos de Roma.

De notable valor es también la Adoración de los Magos (1464) realizada para la basílica de Santo Domingo de Perugia. Participó, junto a Perugino, en la ejecución de las ocho tablas que representan las Historias de San Bernardino (1473), obra maestra de la pintura regional.

Al final de su vida, su estilo se acercó más al de Fiorenzo di Lorenzo y el joven Perugino.


Obra
Vista de Perugia. Historias de
San Ludovico y San Herculano, 1454

La Anunciación, 1455

Santiago Bonavia (1705-1759)


Barroco

Bonavia, Santiago (Piacenza, 1705 - Aranjuez, 1759) Pintor y arquitecto italiano. Estuvo al servicio de Felipe V.

Biografía

Fue llamado a Madrid por Felipe V en 1731, en principio para acometer las mejoras del Real Coliseo del Buen Retiro, trabajo que completó con el encargo que en 1739 le hizo el cardenal Luis de Borbón y Farnesio, arzobispo de Toledo, de la construcción de la iglesia de los santos Justo y Pastor (desde 1892 Basílica Pontificia de San Miguel) de Madrid. Si bien no concluido por Bonavía (en 1743 se hace cargo de la conclusión Virgilio Rabaglio) este templo, de planta muy estrecha, alterna tramos circulares y elípticos con otros de arcos cruzados, esquema más o menos derivado de Guarino Guarini.

En 1743 fue nombrado maestro mayor de la catedral de Toledo, y en 1748, destruido el palacio de Aranjuez por un incendio, se encargó de su reconstrucción; hay que señalar que ya antes, en 1746, Bonavía había trazado la escalera de grandes proporciones de ese edificio. Tras el incendio rehízo por completo la fachada del palacio. Además, en el mismo Real Sitio, con la colaboración de Alejandro González Velázquez, se encargó de la finalización y decoración interior de la iglesia de Alpajés, y, ya él solo, de la iglesia de San Antonio, unida al complejo residencial, de estructura cupulada y porticada. Pero quizá el esfuerzo más importante de Bonavía en Aranjuez sea el proyecto de urbanización de la localidad, demoliendo las viviendas viejas, uniformando la traza de las nuevas y creando ejes que parten del palacio y de las casas de oficios en varias direcciones, todo ello resuelto con sencillez.

Bonavía, que contaba con el título de pintor de cámara, perteneció desde 1744 a la Junta Preparatoria de la Academia de San Fernando y desde 1753 era director de Arquitectura de la misma.


Galería
Basílica Pontificia de San Miguel, 1736-1745

Basílica Pontificia de San Miguel, 1736-1745

Giovanni Antonio Boltraffio (1467-1516)


Renacimiento. Cinquecento

Boltraffio, Giovanni Antonio (Milán, 1467-1516) Pintor italiano.

Fue el discfpulo predilecto de Leonardo da Vinci. Cultivó el retrato (El pintor Melzi, Berna) y pintó también algunas Madonas.

Biografía

De acuerdo con Giorgio Vasari, Boltraffio nació en el seno de una familia acaudalada, lo que le permitió gozar de cierta independencia económica como pintor. En sus primeras obras podemos encontrar huellas de Vincenzo Foppa y Bernardino Zenale, aunque posteriormente de Bramantino y, sobre todo, de su maestro Leonardo, tras haber sido llamado a residir en la corte de Ludovico Sforza en Milán. Vasari lo cita entre los discípulos de Leonardo y, seguramente, se trate del «Giannantonio» que Leonardo anotó en 1491 en uno de sus documentos (Instituto de Francia, París), en el cual, dice que le entregó un lápiz de plata.

En torno al año 1500, Boltraffio viajó a Bolonia, donde recibió el encargo de pintar el altar de la Iglesia de Santa Maria della Misericordiase (Musée du Louvre, París); allí se dejó influir por Perugino y Francesco Francia. De vuelta en Milán, en 1502, la congregación de Santa Maria presso san Satiro le encargó una Santa Bárbara (Gemäldegalerie, Berlín), en la que confluyen las ideas desarrolladas en Bolonia con otras nuevas, procedentes de artistas como Bramantino y Andrea Solario. Su permanencia en la ciudad la confirma un documento de 1503, que incluye a Boltraffio entre los miembros del jurado encargado de decidir sobre los trabajos presentados para la puerta del transepto norte de la Catedral de Milán. Tenía su residencia en el barrio milanés de san Paolo in Compedo


Galería
Madonna Litta, 1490

Chica con cerezas (también atribuida a
Giovanni Ambrogio de Predis), 1495

Punto al Arte