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Artistas de la A a la Z

Otto Dix (1891-1969)



Dix, Otto (Gera (Turingia) el 2 de diciembre de 1891 - Singen el 25 de julio de 1969). Pintor alemán.

Biografía

Trabaja como aprendiz de pintor decorador entre 1905 y 1909, año en el que consiguió una beca para ingresar en la Escuela de Artes y Oficios de Dresde, donde estudió hasta 1914. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial se alistó voluntario. Sirvió en artillería en Francia y Rusia.

La lectura de Nietzche le produjo una impresión decisiva y tras la guerra no fue ni militarista ni pacifista. Su experiencia de la guerra fue realmente un deseo de experimentar la realidad, pero, a diferencia de Beckman, Grosz o Kirchner, él fue capaz de afrontar la experiencia del miedo extremo sin perder la compostura. El tema de la guerra, que ocupó gran parte de su trabajo hasta los años cuarenta, le sirvió para expresar el sufrimiento humano, no como instrumento de agitación política. Por ello estudió la pintura de la Edad Media y el Renacimiento, no sólo para encontrar procedimientos técnicos, sino un repertorio de imágenes que le sirviera para expresar la experiencia moderna de la guerra.

Después de probar y rechazar modelos cubistas, futuristas y expresionistas, cultivó una meticulosa técnica de barnices a la manera de los viejos maestros, con recursos frecuentes tomados de la pintura pre-moderna. Esta manera de expresarse es una forma de realismo social que se denominó Nueva Objetividad. En Doctor Mayer-Hermann (1926) la figura masiva del personaje está sentada en posición frontal y enmarcada por los instrumentos vagamente amenazadores de su profesión. Aunque no hay nada extraño, la poderosa confrontación le da un sentido de irrealidad. Para esta clase de hiperrealismo, tan distinta del surrealismo, se acuñó el término relismo mágico: una forma de representación que tiene un aura de fantasía por la presentación exagerada y extremadamente detallada de los objetos comunes... (Arnason).

Aunque su visión de los temas fue fundamentalmente apolítica, fue censurado por los nazis, que destruyeron su carrera y su reconocimiento público, separándole de la labor docente, arrestándole y difamándole. Su cuadro La trinchera (1923) se convirtió en el icono fundamental de la campaña contra el "arte degenerado".

Cuando se le levantó el arresto se trasladó al sur de Alemania, donde pintó paisajes y alegorías políticas como Cementerio judío de Randegg bajo la nieve (1935) o El triunfo de la Muerte (1934-1935). A pesar de lo peligroso de su situación, como atestigua el hecho de haber sido detenido temporalmente bajo la sospecha de estar implicado en la preparación de un atentado contra Hitler, permaneció en Alemania con la única protección de su amistad con Franz Lenk, un profesor de la Academia de Berlín. Fue llamado nuevamente a filas a los cincuenta y cuatro años de edad y apresado en Alsacia. De esta época es su Autorretrato como prisionero de guerra (1947).

Dejó su depurada técnica de barnices en favor de una expresiva pintura más suelta. Su tema de la Pasión de Cristo refleja su constante tendencia a utilizar fórmulas tradicionales como metáfora de experiencias modernas.

Tras la guerra recibió numerosos homenajes, fue invitado a exponer en las dos Alemanias y dio clases en Dresde y en Düsseldorf.

Han sido numerosas las retrospectivas hechas de su obra. En España, la primera tuvo lugar en febrero de 2006, en la Fundación Juan March, donde se exhibieron ochenta y cuatro pinturas y dibujos del artista alemán.


Obras comentadas


Más obras
Autorretrato, 1912. Verismo

Pequeño Autorretrato, 1913

Metrópolis de Otto Dix


Tríptico pintado en 1927. El realismo que destilan las composiciones del autor es cercano a la caricatura, recupera elementos del expresionismo alemán inicial y los dota de un carácter crítico. De trazos ágiles y vigorosos, las obras del Otto Dix están llenas de simbolismos sociales, y fueron tildadas de “arte degenerado” por los nazis, que en 1933 le apartaron de la tarea pedagógica que desarrollaba en Dresde desde 1927.

(Kunstmuseum, Sttutgart)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Camarera de Otto Dix


Este pintor procedente del ámbito proletario, dio gran energía a la última fase del expresionismo, y representó la más decidida reacción contra el arte abstracto. Su arte fue un instrumento satírico y acusados de la sociedad burguesa contemporánea. Integró también el grupo de la “Nueva Objetividad”. Este rostro patético que ocupa toda la tela está envuelto en un halo de fantasía que lo hace enormemente emotivo.

(Museo de Arte Moderno, Roma)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Adolf Dietrich (1877-1957)



Dietrich, Adolf (Berlinguen, 9 de noviembre de 1877 - 4 de junio de 1957) era un trabajador suizo y, como uno de los más reconocidos artistas naif, uno de los pintores suizos líderes del siglo 20.

Biografía

Adolf Dietrich nació entre agricultores pobres en el cantón de Thurgau, siendo el menor de siete hermanos. Al descubrir su talento gráfico excepcional, su maestra le sugirió que se conviertiese en litógrafo . Sus padres, sin embargo, se negaron: necesitaban su hijo menor como peón.

Dietrich permanecería en casa de sus padres, como soltero, durante el resto de su vida. Debido a que la pequeña granja proporcionó pocos ingresos, tenía que trabajar en casa y como jornalero en un local de la fábrica textil, así como en el bosque. Sólo los domingos podía dedicarse al dibujo y la pintura. Su primer cuaderno de dibujo data de 1896 y sus primeras pinturas de 1900. Él creó sus obras sin ninguna experiencia o modelo; pero siguió los consejos de paisajistas que confiaban en su capacidad de observación.

Durante años, Dietrich intentó sin éxito exponer sus obras al público. [ Más tarde sus trabajos fueron presentados por primera vez en Constanza en 1913, recibió un cierto reconocimiento en Alemania , donde se asoció con el movimiento Neue Sachlichkeit llamado "alemán Rousseau ". En 1924, Dietrich fue capaz de renunciar a su trabajo en casa a pesar de los escasos ingresos que le proporcionaba la venta de sus obras en Alemania.

Los ingresos de Alemania cesaron con el nazi Machtergreifung en 1933 y la huida de su marchante judío, Herbert Tannenbaum . Sin embargo, los museos y las galerías suizos fueron interesándose poco a poco  en Dietrich, y su éxito internacional llegó en 1937-38, cuando la exposición Les maîtres Populares de la réalité en París , Zürich y Nueva York siendo él el principal representante del arte naif.

Dietrich mantuvo su modesto estilo de vida a pesar de su fama repentina y la demanda de sus obras. Fue, sin embargo, trabajador en la comercialización de la producción como "maestro de la pintura de Berlingen", como ahora se llama a sí mismo. A veces, utilizo por deseos de sus clientes) de platillas de cartón para la reproducción en serie de motivos  populares.

Los motivos de las obras de Dietrich se limitan a sus alrededores inmediatos en Berlingen, e incluyen los paisajes rurales, animales, personas y naturalezas muertas.  Él creó todas sus obras en una habitación de su casa, utilizando dibujos a lápiz, fotografías hechas a sí mismo, peluches y libros como modelos. Sobre la base de su capacidad de observación, Dietrich se centró en sus bodegones y pinturas de animales con un fuerte sentido de la materialidad y los ejecutó con una precisión excepcinal para un pintor sin formación. Sus imágenes de personas y escenas imaginarias, por el contrario, parecen relativamente sencillas o incluso torpes.

Los méritos artísticos de las obras de Dietrich se encuentran en su fuerte sentido intuitivo de color, lo que intensifica el impacto de sus obras de colores brillantes, y en su excepcional capacidad de observación, lo que le permitió combinar con gran precisión la atención en sus temas.

Algunas de las obras de Dietrich se exhiben en el Museo de Arte del Cantón de Thurgau , el Kartause Ittingen , el Kunstmuseum Winterthur , el Museo zu Allerheiligen Schaffhausen y la Kunsthaus Zürich .

Fuente: Texto extraído de: en.wikipedia.org

Obra comentada


Obra
Límite del bosque cerca de Langenargen, 1917

Límite del bosque, 1918

Niño en el carrito de Adolf Dietrich



La precisión en el dibujo y la rusticidad del entorno son rasgos característicos de este artista suizo que pintó el cuadro en 1921. La mirada directa e incisiva del niño parece preguntar al autor qué es lo que está haciendo.

(Museo de Arte, Thurgau)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.


El realismo de Courbet


Gustave Courbet (1819-1877) nació en Ornans (Doubs), en el Franco Condado, hijo de un rico hacendado. Fue Courbet hombre de temperamento exuberante y de ideas avanzadas, y con una decidida vocación por la pintura. Su padre hubiera querido hacer de él, primero un polytechnicien, luego un abogado (y con esta intención le envió a París); pero tuvo que resignarse a que su hijo se dedicara a la pintura, sin lograr, empero, que en la Escuela de Bellas Artes entrara en los estudios de los profesores entonces más reputados entre la burguesía francesa. En gran parte, pues, fue un autodidacto, que aprendió con RembrandtF. HalsVan Dyck y Velázquez, a los que estudió (y a veces copió) en el Museo del Louvre.

En 1846, con su amigo, el crítico Champfleury, y con otro gran amigo suyo, Max Bouchon, después “de haber discutido los errores de los románticos y de los clasicistas “-son sus propias palabras- decidió “alzar el pendón” de una nueva escuela, para la que se encontró el nombre de Arte Realista.


 El Autorretrato con un perro negro (Museo del Petit Palais, París) fue pintado por Courbet. en 1842, a los 23 años de edad, en una época en que -recién llegado a París- recurría casi exclusivamente a sí mismo como modelo. Ya desde este momento, se aprecia que el pintor será un gran colorista, dominador de la técnica llamada "de las sombras luminosas". 


Al Salón de 1847 presentó su autorretrato titulado L’homme á la pipe, que fue rechazado; después viajó por Holanda, y aunque intervino en la Revolución de 1848, se abstuvo de tomar parte en los hechos sangrientos acontecidos durante el mes de junio de aquel año.


En su estudio de la Rué de Hautefeuille se reúne ya por aquel entonces con sus amigos; éstos son, además de los citados, un pintor hoy injustamente olvidado, François Bonvin, Baudelaire, Murger, el de la Bohéme, y el soñador teórico de la Revolución Social, Fierre-Joseph Proudhon.


El Salón de 1849 -en una época plenamente revolucionaría- ofreció la gran ocasión a Courbet, porque se decidió que el jurado de admisión lo constituirían los propios artistas. A él envió cuadros de importancia; pero la tempestad estalló en torno a su nombre y sus obras en el Salón del año siguiente. Envió pinturas tan importantes como su retrato de Berlioz (que el retratado se había negado a admitir), los Canteros (lienzo hoy destruido, antes en el Museo de Dresde) y el enorme lienzo Entierro en Ornans (ahora en el Musée d’Orsay). Estas dos últimas pinturas escandalizaron a la crítica y al público por sus asuntos, que se juzgaron inadmisibles.



Bonjour, Monsieur Courbet! o El Encuentro (Museo Fabre, Montpellier). Se trata de una de esas grandes composiciones de Courbet -como El estudio del pintor-, cuya admirable calidad pictórica se impone por su segura maestría y hace que olvidemos la vanidad y la autosatisfacción, un poco ridículas, de su autor.  

Mientras tanto, el clima político había cambiado; en diciembre de 1851 Luis Napoleón daba su coup d’Etat y se proclamaba emperador con el nombre de Napoleón III. Hubo una extremada censura de prensa y se practicaron detenciones en masa; el grupo de amigos de Courbet se dispersó y él se marchó a Ornans con su familia.


Al Salón de 1853 envió, con otros dos lienzos, su cuadro Les Baigneuses. Representa a dos mujeres cerca de una charca; una de ellas, de carnes, por demás, opulentas, aparece casi completamente desnuda y vista de espalda.


El cuadro despertó la indignación, no sólo del mismo emperador, sino de Merimée y de Delacroix, que escribieron en términos muy ásperos sobre esta pintura. Pero un amateur de Montpellier, Alfred Bruyas, la compró. El artista pasó en casa de éste los meses del otoño de 1854 y en esta ocasión pintó varias obras, todas las cuales se hallan en el Museo Fabre, de Montpellier, con el antedicho lienzo escandaloso; la más importante es la titulada El Encuentro, y también Bonjour, Monsieur Courbet! Théodore de Banville alude al título de este lienzo -paradigma del arte realista- en versos sonoros, y de tono humorístico, en su Occidentale Sixieme (Es la Naturaleza quien habla): 

"Ami, si tu me vais a ce point triste et laide, C' est que monsieur Courbet vient de passer par la! Et le sombre feuillage, évidé comme un cintre, Les gazons, le rameau qu'un fruit pansu courbait, Chantaint: "Bonjour, M. Courbet, le maitre peintre!" "Monsieur Courbet, salut! Bonjour, M. Courbet", etcétera. "



Le ruisseaux de la Breme a la sortie du Puits Noir (Musée des Beaux Arts et d' Archéologie, Besanc;on), de Courbet. Cuadro emblemático de la maestría de Courbet para el paisaje. Pocos como él han sabido expresar la transparencia y el frescor del agua, la vegetación impregnada de humedad, la umbría del bosque y el pelaje sedoso de los corzos.

En el cuadro se ve a Bruyas y a su criado, que han salido al camino para recibir al pintor; éste viste como un excursionista y empuña un cayado, y en la espalda (a modo de mochila) lleva su caja de pinturas, e inclina hacia atrás la cabeza, levantando su aguda y famosa barba assyrienne. A lo lejos, en una curva, puede aún verse la diligencia en que ha llegado, y que prosigue su camino.



Una de sus obras más significativas, y que más claramente denotan el modo de ser de su autor, es el Estudio del Pintor, del año 1855. Aquel año Courbet, indispuesto con el jurado del Salón, inauguró una exposición particular en un barracón que había construido, ayudado por A. Bruyas, en un solar del Puente de Alma, y allí se exhibió este enorme lienzo. Su autor le tituló Alegoría real, y representa al artista en pleno trabajo. Era, no ya un autorretrato, sino una "autoapoteosis", que resumía su labor de siete años. Será útil que expliquemos el asunto de este cuadro: Courbet aparece en el centro, mientras da los últimos toques a un paisaje de su tierra natal; un mozalbete mira cómo pinta, y detrás del artista, un bello desnudo de mujer, La Verdad, personifica a sus modelos vivientes. En la izquierda del lienzo se agrupan todos los tipos sociales que han despertado el interés del pintor: un cura, un cazador, un payaso, un vendedor ambulante, una fille de joie, etc. A la derecha aparece, en el extremo, Baudelaire absorto en la lectura (La Poesía); después, un matrimonio burgués, y una joven pareja de amantes que, al fondo, se besan (aquéllos personifican el Amor mundano; éstos, el Amor libre); luego está, sentado, Champfleury (La Prosa), y en el fondo, Promayet (La Música), Max Bouchon (La Poesía Realista), Bruyas (El Mecenas) y Proudhon (La Filosofía Social). 

De Proudhon terminó Courbet un retrato en 1865 (cuando el retratado murió). Es un retrato póstumo porque, aunque la obra se empezó en 1853, Proudhon se había negado a "posar". Le representa en el jardincillo de su casa con sus dos hijitas. Una de ellas juega a la "comidilla", mientras la otra se distrae deletreando el abecedario, y el revolucionario pensador aparece absorto en sus sueños sociales, teniendo junto a sí el tintero, sus papeles y libros. 

El fuerte, impulsivo y egocéntrico temperamento de Courbet se halla reflejado en la misma abundancia de sus obras de grandes dimensiones; algunos de sus autorretratos se cuentan entre lo mejor de su pintura. Pintó cacerías, pero uno de sus temas preferidos fue la mujer. Sus Demoiselles de Village (Metropolitan Museum, Nueva York) son señoritas de pueblo que han salido a pasear con su perrito, y las Demoiselles des bords de la Seine (Petit-Palais, París), son dos cortesanas lujosamente ataviadas que sestean junto al río. 


El Mediterráneo en Palavas (Musée Fabre, Montpellier), de Courbet. Una de las obras maestras de este artista que algunos críticos han comparado con algunas creaciones del alemán Kaspar David Friedrich por su fuerte carga dramática que constituye la diminuta figura del hombre enfrentado a la inmensidad del mar. 

Como Millet, Courbet pintó también escenas en que aparece la mujer campesina; pero sobre todo cultivó, en gran número de cuadros, el desnudo femenino, con una gran generosidad y libertad, y algunas veces incluso, con total impudor. 

Como pintor animalista, dejó, entre otras obras, su bello lienzo Corzos en el arroyo, en que un grupo de estos animales descansan bajo los árboles al lado de un arroyo. 

Aunque resulte del todo imposible completar todos los detalles acerca de las peripecias de la vida de Courbet, sin embargo es esencial explicar su actuación durante el período de la Commune en 1870, que tuvo como consecuencia, para el rebelde pintor, su destierro. La Commune había decretado la demolíción de la Columna de la Plaza Vendome, y aunque (según parece) Courbet, cuando fue demolido el monumento, había ya dimitido a su cargo de Delegado de Bellas Artes, para el que le nombrara el gobierno revolucionario, el caso fue que se le hizo responsable de aquel bárbaro acto, y permaneció recluido en prisión durante seis meses. 

Esta condena le cerró las puertas del Salón. Pero en 1873, el asunto de la Columna de la Plaza Vendome volvió a removerse cuando el mariscal Mac-Mahon, presidente de la República, proyectó reconstruir el monumento, y entonces se le cargaron a Courbet las costas de la reparación (323.000 francos). El pintor huyó a Suiza, y se estableció en la Tour de Peilz, cerca de Vevey, donde murió. 

Courbet, por un lado, con el estallido de su realismo, y por otra parte, Charles Daubigny y Harpignies, en el paisaje, autores que conectan a un tiempo, con Corot y con la Escuela de Barbizon, presagian, en cierto modo, a Manet o a los impresionistas. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El estudio del pintor


En una carta dirigida a su amigo, el coleccionista Alfred Bruyas, Gustave Courbet manifestaba: “Tiene treinta figuras de tamaño natural. Es la historia moral y física de un taller. Están todas las personas que me sirven y que participan en mi trabajo. La titularé primera serie, porque espero hacer pasar por mi estudio a toda la sociedad y expresar mis inclinaciones y mis repulsas. Tengo dos meses y medio para terminarlo y, por tanto, será preciso que vaya a París para hacer desnudos, de modo que en total me quedan dos días para cada figura. Usted se da cuenta de que no voy a divertirme (…)”. Se refería a su obra El estudio del Pintor (L’atelier du peintre), que él mismo había subtitulado Alegoría real de siete años de vida artística. La pintura significa para numerosos críticos un manifiesto del Realismo y, curiosamente, representa la única obra alegórica de todas las realizaciones de Courbet.

La escena del lienzo se desarrolla en el estudio de Courbet en París y está dispuesta en tres grupos: en el del centro, él mismo, el artista; a la derecha, sus amigos, y en el centro aquellos a los que se refirió como quienes medraban con la muerte, no sólo sus enemigos y las cosas que él combatió, sino también los pobres, los desposeídos y los perdedores. En el fondo del cuadro se intuyen dos de sus obras castigadas por la crítica (La vuelta de la feria y Les Baigneuses); a la izquierda un chino, un judío, un veterano de la Revolución Francesa, un obrero, una irlandesa y un cazador furtivo, en quienes veía representados a los perdedores y explotados, los que permitían que sus enemigos vivieran y medraran.

El cazador furtivo que aparece en primer término no es otro que Napoleón III, contrario al ánimo republicano del pintor. Detrás de la tela donde trabaja el artista, un crucificado, símbolo del arte académico, relegado a segundo plano por Courbet y reemplazado por la obra realista que se encuentra pintando. Sobre una mesa a la izquierda, una calavera representando a los críticos que determinaban los gustos populares de la época.

El niño que está de pie junto al bastidor representa la inocencia y franqueza que Courbet prefiere frente a la opinión supuestamente culta. La mujer, representa la Verdad desnuda guiando el pulso del artista. Situadas a la derecha figuran las personas más queridas y respetadas por el autor: en el grupo de cuatro hombres de negro, Alfred Bruyas, el socialista Joseph Proudhon, Urbain Cuenot y Max Buchón. No identificados específicamente, junto al vano de la puerta, una pareja de jóvenes amantes representan el Amor libre y un matrimonio burgués el Amor mundano. La figura central es la del escritor Champfleury, realista literario.

El hombre leyendo en la mesa a la derecha es Baudelaire, detrás de él, junto al espejo, la figura de su amante, Jeanne Duval. El niño arrodillado en el suelo dibujando sobre un trozo de papel, como el otro niño, tampoco ha sido limitado por la rigidez moral, y se dedica sólo a copiar, uno de los principios básicos del Realismo.

El óleo, del año 1855, mide 360 x 600 cm. y se encuentra en el Musée d’Orsay, París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Mujer de la perla de Corot


Una obra emblemática del realismo posromántico. Lo que atrae de la pintura es la “luz interior” que parece emanar de la mujer retratada.

(Musée d’Orsay, París)

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Ptolemaida, una villa con vistas

Construida frente al mar Mediterráneo, en la costa oriental de Libia, una elegante vivienda romanana de la antigua ciudad de Ptolemaida revela sus secretos.

Hermosos mosaicos y columnas decoraban el peristilo de la Casa de Leukaktios , una elegante vivienda de la ciudad de Ptolemaida construida en el siglo III d.C., durante el período de dominio romano.
Cabeza de mármol de una estatua de Dioniso, dios griego de la vendimia y el vino, hallada en el interior de una cisterna.

Imagen aérea de Ptolemaida, con el Palacio de las Columnas en primer término y el área de las excavaciones polacas detrás. La ciudad, cuyos orígenes se remontan al siglo VI a.C., fuen fundada por uno de los primeros monarcas ptolomeos en el siglo III a.C. y después fue conquistada por Roma.

Libia, hoy el cuarto país más grande de África, es un inmenso territorio cubierto casi en su totalidad por las arenas del Sahara. Tan solo una estrecha franja en el norte, bañada por el mar Mediterráneo y que discurre en paralelo a la costa, es apta para el cultivo. El tórrido clima desértico del interior y el clima mediterráneo del litoral han configurado una geografía que a lo largo de la historia ha sido ocupada, de forma temporal o permanente, por numerosos pueblos, desde tribus nómadas, comerciantes y colonizadores, hasta poderosos imperios. Bereberes, fenicios, griegos, persas, romanos, vándalos, bizantinos, árabes, españoles, otomanos e italianos dejaron en mayor o menor medida su impronta en este enclave estratégico de las rutas comerciales que enlazaban el África negra con el Mediterráneo.

Ya en el siglo IV a.C. Alejandro Magno avanzó hasta Egipto y, tras fundar Alejandría, visitó el oráculo del dios Amón en un oasis de la antigua Libia llamado Siwa (hoy en el oeste de Egipto). Y casi sao años después esas tierras dieron a Roma un gran emperador, Septimio Severo, nacido en Leptis Magna, cuyas espléndidas ruinas hoy forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. Los grupos nómadas acabaron ejerciendo el control del vasto desierto, mientras fenicios, griegos y romanos se establecían en la costa y fundaban prósperas ciudades como Sabratha, Oea (la actual Trípoli), Evespérides (la actual Bengasi), Cirene, la mencionada Leptis Magna y Ptolemaida.

Los mosaicos geométricos se alternan con los figurativos en la Casa de Leukaktios, dueño de la vivienda cuyo nombre aparece en dos de ellos. En torno al peristilo, o patio descubierto, que estaba sostenido por cuatro columnas, se organizaban las distintas estancias de la casa.

Es en esta última urbe romana, en la región conocida como la Cirenaica, donde un equipo del Instituto de Arqueología de la Universidad de Varsovia ha llevado a cabo en las últimas dos décadas unas campañas que han sacado a la luz una lujosa vivienda romana ocupada en el siglo III d.C. y otros tesoros ocultos en esta ínsula situada en la zona este de la ciudad, cerca del famoso Palacio de las Columnas (Palazzo delle Colonne), una lujosa domus excavada por un equipo italiano antes de la Segunda Guerra Mundial.

LUJO SI EXCESOS. En Ptolemaida había casas más fastuosas que la de Leukaktios, como el Palacio de las Columnas o la Villa de las Cuatro Estaciones. Pero los mosaicos. los restos de pintura mural y otros elementos ornamentales y arquitectónicos hablan de una elegante vivienda de dos pisos. con estancias ricamente decoradas. A la izquierda, reconstrucción de un arco sirio sostenido por columnas en espiral. una monumental puerta tripartita parcialmente conservada que tal vez conectaba la sala con el mosaico de Ariadna y la estancia contigua. y cuyo punto más alto podía medir entre 4 y 5 metros. A la derecha. reconstrucción del peristilo, con su mosaico central y cuatro columnas pintadas de ro¡o y blanco, que recogía el agua de lluvia y la conducía hasta una cisterna subterránea.
⇦ Los frescos, en tonos rojizos, ocres y verdes, combinan figuras de aves y humanas con motivos geométricos e imitaciones de revestimientos de mármol. 


«La ínsula que estudiamos está constituida por varias casas de tamaño medio que, aunque estaban ricamente decoradas, no eran fastuosas domus romanas como el Palacio de las Columnas o la Villa de las Cuatro Estaciones, excavada también en Ptolemaida por el estadounidense Carl Herman Kraeling en la década de 1950», explica Jerzy Zelazowski, el último director de la misión polaca.

Más de 500 monedas romanas, principalmente sestercios, fueron descubiertas en 2006 en una pequeña residencia contigua a la Casa de Leukaktios. 
El equipo inició los trabajos en 2001, que arrancaron bajo la dirección del arqueólogo Tomasz Mikocki. Tras su fallecimiento en 2007, Zelazowski tomó las riendas de la excavación hasta 2010, poco antes del estallido de la guerra civil libia de 2011 que provocaría miles de víctimas y la captura y linchamiento del dictador Muammar al-Gadafi. «El yacimiento no ha sido abandonado y sigue bajo la tutela del personal del museo local de Tolmeita (la pequeña población moderna cercana a las ruinas de Ptolemaida), con quienes mantenemos contacto -dice Zelazowski-. Las piezas de arte y los objetos hallados durante las excavaciones, incluidas las estatuas y monedas, se conservan en el museo, pero los mosaicos permanecen in situ. No podemos trabajar en Libia por la falta de seguridad, la difícil situación política tras la revolución y la infiltración del terrorismo y su ideología. El actual desafío político consiste en unificar el país, dividido entre Tripolitania y la Cirenaica, y crear un territorio autónomo».

Mosaicos expectaculares


La Casa de Leukaktio ha sido llamada así por dos mosaicos que contienen sendas dedicatorias en griego a un tal Leukaktios, con toda probabilidad el dueño de la vivienda. Una aparece en un medallón redondo situado en el centro del peristilo y otra, en el triclinum, en un panel rectangular sostenido por una Victoria alada (arriba). El mosaico más espectacular de la vivienda, en excelente estado de conservación, representa a Ariadna dormida en la isla de Naxos y descubierta por Dionisio y su séquito (abajo).

PTOLEMAIDA fue en sus orígenes el puerto de Barca, una antigua colonia griega situada unos 30 kilómetros tierra adentro. El nuevo asentamiento costero, fundado en el siglo VI a.C., evolucionó, y en la segunda mitad del siglo m a.C. ya debía de ser una ciudad importante, pues fue invitada a participar en los Juegos Panhelénicos celebrados en Delfos. Tras su incorporación al Egipto ptolemaico -de ahí su nombre-, fue conquistada en el siglo I a.C. por los ejércitos romanos e incorporada al Imperio junto con otras capitales de la Cirenaica. «Entonces llega uno a la ciudad de Ptolemaida -escribe Estrabón en su Geografía-, no menor que Menfis, y que tiene también una forma de gobierno inspirada en la de los griegos».

Retrocedamos ahora al siglo m de nuestra era. Ptolemaida es una próspera ciudad portuaria romana a orillas del Mediterráneo. En sus cerca de 300 hectáreas rodeadas por murallas defensivas se erigen teatros, un anfiteatro y otros edificios públicos. El suministro de agua es vital para la supervivencia de la urbe. Ante las escasas y esporádicas precipitaciones de la región, sus habitantes han ideado todo tipo de sistemas hidráulicos, desde acueductos de varios kilómetros de longitud hasta galerías subterráneas y cisternas de millones de litros de capacidad. La más grande de todas -en parte tallada en la roca y en parte construida-, en la llamada Plaza de las Cisternas, puede contener unos cinco millones de litros de agua de lluvia o procedente de los manantiales que están a más de 20 kilómetros al este de la ciudad.

El Palacio de las Columnas (arriba) era una lujosa domus edificada en el centro de Ptolemaida. Por sus dimensiones, riqueza y complejidad, los expertos creen que pudo pertenecer a la autoridad local
No solo recoge el agua esta enorme cisterna. En una ínsula ubicada en la parte este de la ciudad se levanta una elegante vivienda romana de dos plantas cuya arquitectura ha sido concebida para el disfrute de sus propietarios, pero también para el aprovechamiento del agua de lluvia. El preciado líquido cae sobre el tejado y va a parar a un pequeño peristilo (un patio interior descubierto), formado por cuatro columnas pintadas de blanco y rojo. El espacio central, decorado con un mosaico geométrico, contiene una dedicatoria al propietario de la casa, un tal Leukaktios. El agua llega finalmente a una cisterna subterránea, cuyo alto brocal está situado en el pórtico norte que rodea el peristilo.

Es en esta vivienda donde los arqueólogos polacos han centrado su investigación. «Esta parte del yacimiento arqueológico presentaba una gran concentración de mosaicos de vistosos colores, pinturas murales, estructuras arquitectónicas y cerámica, todo de época romana. Había también una gran acumulación de escombros, lo que sugería la presencia de restos bien conservados de arquitectura doméstica», informa Zelazowski.

Por toda la ciudad había cisternas (derecha) diseñadas para recoger el agua de lluvia y de los manantiales cercanos.  


La Casa de Leukaktios, conocida también con el nombre de la «Villa con Vistas» -apelativo que le dio el pionero Tomasz Mikocki-, tenía un piso superior desde el cual probablemente se disfrutaba de unas panorámicas envidiables. La historia de esta casa corre paralela a la de la ciudad. Al parecer estuvo ocupada como vivienda hasta el siglo IV d.C., y se derrumbó como consecuencia de alguno de los frecuentes terremotos que asolaron la región a mediados del siglo m d.C. (quizás en el año 262) y, en especial, en el año 365. Numerosos bloques arquitectónicos hallados en las excavaciones, entre ellos los fragmentos de una columna casi completa que cayó hacia el norte, así lo atestiguan. Asimismo, a consecuencia de los seísmos, una parte de las estructuras portuarias de la ciudad desapareció bajo el mar.

Sin embargo, Ptolemaida sobrevivió a aquellas catástrofes y la ocupación de la ciudad se prolongó hasta el siglo VII d.C. Entre los siglos IV y VI, la abundancia de cisternas en la insula facilitó una segunda ocupación de la vivienda, esta vez como taller de cerámica y metalurgia. Una segunda vida efímera que llegaría a su fin con el ataque de los vándalos en 428 y posteriormente de los árabes a mediados del siglo VII, cuando la ciudad fue destruida y cayó definitivamente en el olvido.

POCO SABEMOS DE LOS PROPIETARIOS de la vivienda y tampoco conocemos su procedencia, pero la cuidadosa restauración de los mosaicos ha permitido comprobar que el nombre de Leukaktios fue añadido en dos de los mosaicos de la casa en una fecha posterior, «unas alteraciones que sugieren un cambio de propietario y, en general, un período de ocupación de la casa considerablemente largo», afirma Zelazowski.

En cambio, sí conocemos algunos gustos de los dueños de la casa. Por ejemplo, su predilección por los mosaicos, en los que, aparte de las dos dedicatorias a Leukaktios escritas en griego (una en un medallón redondo situado en el centro del peristilo y otra en un panel rectangular sostenido por una Victoria alada en el centro del triclinium ), cabe destacar dos representaciones de gran belleza: una de ellas, bien conservada, de Ariadna dormida en la isla de Naxos sorprendida por Dioniso y su séquito, y otra escena que decoraba una habitación del piso superior y representa al héroe Aquiles en la isla de Esciro, donde su madre, Tetis, lo disfrazó de muchacha para evitar que fuese a la guerra. La habitación con el mosaico dionisíaco disponía además de un refinado arco sirio con dos columnas en espiral. Aparte de los mosaicos, las paredes de la residencia privada estaban bellamente decoradas con pinturas al fresco que incluían figuras de aves, humanas e imitaciones de revestimientos de mármol.

En el fondo de una cisterna. En una lucerna, o antigua lámpara de aceirte romana, aparece representado un combate entre dos gladiadores

La excavación en el extremo sur de la Casa de Leukaktios propició en 2006 otro hallazgo sensacional: un tesoro de más de soo monedas romanas, en su mayoría sestercios, cuya circulación finalizó a mediados del siglo m d.C., durante el reinado del emperador Treboniano Galo.

«Todo parece indicar que el dinero no fue escondido intencionadamente y que la acumulación de monedas estaría relacionada con uno de los terremotos -sostiene Zelazowski-. El propietario de las monedas no consiguió recuperarlas y tampoco fueron halladas durante la segunda fase de ocupación de la casa; únicamente algunos animales que cavaron su madriguera se anticiparon a los arqueólogos en el hallazgo, dispersando una docena de piezas por los alrededores».

Los arqueólogos también han encontrado un horno de metalurgia, un dolium (vasija de terracota destinada al almacenamiento y transporte de alimentos) y recipientes asociados tal vez a la producción de vino, hallazgos que evidencian la reocupación de zonas de la primera vivienda que habían quedado semi derruidas tras el seísmo.

«La actividad artesanal en casas urbanas en ruinas era un fenómeno común, como ha quedado demostrado en Pompeya, y también aquí», señala el arqueólogo polaco. Otro descubrimiento notable tuvo lugar en una cisterna de la casa, debajo del patio: fragmentos de más de una docena de esculturas.

«Los motivos por los cuales estos fragmentos fueron lanzados al interior de la cisterna pudieron ser religiosos o sencillamente prácticos», observa Zelazowski. No se han hallado materias primas, herramientas, desechos de producción ni productos listos para el consumo, por lo que no debió de haber una producción artesanal regular, sino probablemente a corto plazo. «De todas formas -añade-, la actividad artesanal indica que probablemente en el siglo vesta parte de la insula, además de la zona de alrededor, perdió su carácter residencial; una vez en ruinas, las casas nunca volvieron a ser reconstruidas y sus paredes de piedra fueron desmontadas de forma sistemática».

En el fondo de una cisterna. Fragmento de una estatua de Asclepio, dios griego de la medicina y la curación. La figura, vestida con un himatión, fue  hallada sin la cabeza ni las extremidades, y en la parte trasera se aprecian zonas quemadas. Numerosas esculturas fueron lanzadas al interior de una cisterna, tal vez por motivos religiosos o tal vez prácticos.

EN LOS SIGLOS POSTERIORES al abandono de Ptolemaida, y con la expansión árabe por el norte de África, Libia y la Cirenaica fueron lugares vedados a Occidente. En 1510 Trípoli fue conquistada por las tropas españolas de Pedro Navarro, y el dominio cristiano duró hasta 1551, cuando la ciudad fue sitiada y tomada por los turcos otomanos. Para los viajeros europeos, entrar en Libia se hizo cada vez más difícil.

«En teoría era accesible tanto por mar como por tierra, pero cualquier ruta estaba plagada de peligros. La piratería, generalizada en esa parte del Mediterráneo, planteaba muchas dificultades. Los barcos caian a menudo en manos de los piratas, así que la amenaza de ser llevado cautivo, una suerte que corrieron numerosos viajeros, era real», explica Monika Rekowska, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Varsovia, en el libro Ptolemais in Cyrenaica.

Durante muchos años, solo los viajeros árabes pudieron acceder al territorio libio; las ciudades griegas y romanas de la Cirenaica permanecieron prácticamente desconocidas hasta principios del siglo XVIII, y su exploración arqueológica comenzó algo más tarde que en otros países del Mediterráneo oriental. Como señala Rekowska: «La Cirenaica tenia mala reputación, un lugar en el que la ausencia de una verdadera autoridad hacía que ningún visitante se sintiera a salvo». Pero la abundancia de ruinas de la región excitaba la imaginación de diplomáticos e investigadores europeos, especialmente franceses y británicos.

«El número de viajeros que atravesó la zona no aumentó hasta principios del siglo XIX, en parte debido a la creación de las principales sociedades geográficas, que promovían la exploración del norte y centro del continente africano», añade la arqueóloga. Ya en el siglo xx, durante la ocupación italiana, se descubrieron las grandes cisternas subterráneas que hay debajo de la plaza homónima, recientemente utilizadas como escondite por las fuerzas rebeldes a Gadafi.

Hoy, el legado que dejó la Antigüedad clásica en Libia es de nuevo una terra incognita en un pais hundido en el caos social, las luchas tribales, el terrorismo y la ausencia de un Estado. Aun así, la Casa de Leukaktios y toda Ptolemaida son un ejemplo imperecedero del ingenio humano para sobrevivir en un entorno hostil, de cómo aprovechar al máximo un recurso escaso y hacerlo con un despliegue técnico y artístico que aún provocan nuestro asombro y admiración 1.800 años después de su creación.

Un mileno de historia

FRAGMENTO DE LÁMPARA DE ACEITE CON FIGU-

RA MITOLÚGICA, PTOLEMAIDA, SIGLO III A.C.
Siglos VII-VI a.C.
Colonos griegos fundan en la costa de Cirenaica, en la actual Libia, el puerto de Barca, que en época helenística recibiría el nombre de Ptolemaida.

331 a.C.
Alejandro Magno se hace con el dominio de la ciudad y de las otras cinco urbes que formaban la Pentápolis.

Siglo I d.C.
Los ejércitos romanos toman Ptolemaida, que pasa a llamarse Tolmeta, y la región se convierte en una provincia del Imperio.

Siglo III d.C.   
Se construye la Casa de Leukaktios y es ocupada durante cerca de un siglo. Luego es abandonada por razones poco conocidas, tal vez por los seísmos.

365 d.C.
Un fuerte terremoto azota Ptolemaida. En la Casa de Leukaktios se produce una segunda ocupación, esta vez como taller artesanal.

428 d.C.
Los vándalos destruyen la ciudad. Aunque durante el reinado del emperador Justiniano se reconstruye, Ptolemaida nunca recupera su esplendor del pasado.

Siglo VII d.C.
Durante su expansión por el norte de África los árabes arrasan Ptolemaida, y la ciudad es abandonada definitivamente.

Autor: Alec Forssmann
Fotografías: Miron Bogacki

Fuente: Revista National Geographic. Marzo 2018

Isidre Nonell (1872-1911)



Nonell i Monturiol, Isidre (Barcelona, 30 de noviembre de 1873-Barcelona, 21 de febrero de 1911) Pintor y dibujante español, perteneciente al modernismo.

Biografía

Nacido en Barcelona el 30 de noviembre de 1872, pertenecía a una familia relativamente acomodada. Se formó en diversas academias, entre ellas la de Luis Graner, 1889. Formó parte del grupo Els Quatre Gats, con PicassoRusiñol y otros. Vivió al margen de la sociedad burguesa, a la que criticaba en sus pinturas.

Hacia 1891 forma un pequeño grupo de paisajistas, cultivando este género en pequeño formato. En 1893 estudia en la Escuela de la Lonja de Barcelona y celebra su primera exposición. En 1894, comienza a dibujar pequeños cuadros de Cretinos, que realiza especialmente cuando se va, dos años más tarde, con Ricard Canals a Caldas de Bohí. Este tiempo en Caldas lo dedica a pintar paisajes y cretinos.

Fue protagonista de un capítulo de la obra de Eugenio d'Ors titulada La muerte de Isidro Nonell, seguida de otras arbitrariedades y de la Oración á Madona Blanca María, que ilustrado por dibujos del propio Nonell.​

En febrero de 1897 marcha a París con Canals. Allí expone, comparte estudio con Picasso y realiza sus cuadros sobre las clases sociales más bajas. Vuelve a Barcelona en 1900. A partir de 1901 realiza cuadros de figuras femeninas, como gitanas, y bodegones.

En 1910 expone en Faienç Català. Murió en 1911,4​ el 21 de febrero, en su ciudad natal, a causa de una fiebre tifoidea.

Marcado por el impresionismo, se le adscribe al modernismo. También se le ha considerado en cierto modo continuador de la visión de la llamada España negra con Regoyos y Solana. De ese capítulo son sus retratos de cretinos y gitanas, mostrando en su miseria y dolor las clases más bajas de la sociedad.

Admirado por Picasso,​ fue sin embargo autor de una obra colorida y de pincelada suelta, que abarca desde los tonos oscuros, ocres, marrones hasta los tonos más intensos en sus gitanas, mujeres y bodegones.

También hay que destacar sus dibujos satíricos de la situación social de Cataluña, y sus colaboraciones en revistas como Papitu.

Tiene obra representada en varias importantes pinacotecas, y muy especialmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Fuente: https://es.wikipedia.org

Obra comentada

Miseria de lsidre Nonell



Nonell sintió devoción por retratar la cotidianidad de las gitanas de Barcelona a lo largo de toda su vida, a las que pintó de manera recurrente, mezclando la estética modernista imperante en la época con una particular paleta expresionista. En este cuadro presenta con pinceladas muy vivas y de manera inmediata la angustia de las retratadas por su pobreza y sus condiciones de vida.

(Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona).


Bibliografía: Historia del Arte. Editorial Salvat. Diario “El País”

Punto al Arte